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Más Cardinales Mortales. Norte, El Lobo

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PRÓLOGO

         Berlín. 10:00 de la mañana, hora local. Un edificio en el centro de la ciudad. Vemos a dos hombres hablando. Ambos van perfectamente trajeados y en sus semblantes se refleja una gran tensión.

         *―¿Ha comenzado?

         *―Ha comenzado. Estamos esperando resultados.

         *―¿Está todo bajo control?

         *―Esperemos que sí. Por todo lo que nos jugamos, esperemos que sí.

CAPÍTULO 1º

EL DÍA MÁS FELIZ DE MI VIDA

         Veinticuatro de Septiembre de 2012. Un pequeño piso en la calle Park y Lexington de New York. Jessica Montoya y John Bowman terminan de hacer el amor y ahora descansan tumbados el uno junto al otro, tendidos en la cama completamente desnudos.

         ―¿Estás completamente segura de lo que vas a hacer? –Pregunta el escritor mientras acaricia con su mano derecha las grandes mamas de su amiga y amante.

         Jessica se incorpora en la cama y besa al escritor en los labios.

         Luego, vuelve a dejarse caer en la cama y responde…

         ―En mi vida he estado más seguro de algo, John. Te debo mucho, mi amor. Mi vida no tenía sentido hasta que tú entraste en ella.

         ―Y yo te lo agradezco, Jessica, pero… ¿No crees que quizás te estés precipitando un poco? Para Laura, lo que pretendes hacer, puede resultar cuanto menos chocante.

         ―¿Olvidas que mi hija, no hace ni tres meses, apuñaló a su padre para salvarme la vida? –Inquiere la hermosa joven inclinándose sobre el miembro semierecto del escritor―. Además, ella y yo lo hemos hablado y dice que quiere conocerte. Según sus propias palabras: “Quiere conocer al hombre que hace tan feliz a su madre”.

         ―Vaya… ―John  lanza un gemido de placer al notar la lengua de Jessica acariciando su glande―. Pues si las dos lo tenéis tan claro…

         ―Como el agua –sonríe Jessica antes de meterse la verga de su amigo en la boca y empezar una fantástica felación.

         Y al día siguiente, en su casa de Blooming Groove…

         ―¿Laura?

         ―¿Sí, mamá?

         ―¿Puedes venir un momento, cariño?

         ―¿Para?

         ―¡Tú ven y no preguntes! Quiero que conozcas a alguien –mientras habla, la bella colombiana ha tomado la mano de John y la aprieta con fuerza.

         Y, finalmente…

         ―H―hola… ―La joven y bonita hija de Jessica Patricia Montoya asoma la cabeza por la puerta de su habitación―. Tú debes de ser John, el escritor –dice luego, algo más segura, dando un paso hacia el amigo y amante de su madre.

         ―Y tú debes de ser Laura… ―Que responde a la niña con una amplia sonrisa y un beso en la mejilla―. Tu madre me habla mucho de ti.

         ―Lo mismo digo –replica la chiquilla encogiéndose graciosamente de hombros para, seguidamente, estallar en alegres carcajadas, que pronto son coreadas por los dos adultos.

         ―¿Ves cómo no ha ido tan mal? –Cuchichea poco después Jessica al oído de John, que la toma de la cintura y la besa en los labios ante la mirada atenta de Laura, que le guiña un ojo y vuelve a meterse en su cuarto.

         Poco después, y mientras dan buena cuenta de un delicioso guiso típico de la Colombia natal de nuestra protagonista…

         ―¿Y qué estás escribiendo ahora, John? –Pregunta Laura clavando sus bellos ojos castaños en el escritor―. ¿Podría leer algo de lo que escribes?

         ―Bueno… ―Por un momento, John Bowman se siente un poco turbado, pero luego parece darse cuenta de dónde está, y sonríe antes de responder a la pregunta de Laura.

         Entonces, Jessica hace algo.

         Toma su copa medio llena de vino y la alza mientras exclama…

         ―¡Brindo por el día más feliz de mi vida! ¡Porqué por fin he podido reunir a las dos personas que más quiero en el Mundo!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 2º

PALABRA CLAVE: LIDIA

         Son las 23:30 de la noche, y un avión privado procedente de Berlín acaba de aterrizar en el aeropuerto de Laguardia. Del mismo baja un hombre perfectamente trajeado y con un móvil en la mano.

         Marca un número y espera.

         En ese mismo instante, en casa de Jessica Montoya suena el teléfono y Laura se levanta del sofá para contestar.

         ―Mamá, es para ti –dice la niña tendiéndole el inalámbrico a su madre.

         ―¿Sí? ¿Dígame?

         Al otro lado de la línea, el desconocido sólo dice una palabra…: “Lidia”, y luego tira el móvil al suelo y lo pisotea, destrozándolo por completo.

         ―Laura, métete en tu cuarto y no salgas hasta que yo no te avise –en casa de Jessica Montoya, el rostro de la bella colombiana ha cambiado por completo, se ha puesto tenso y rígido como una máscara de porcelana, mientras que sus grandes pechos han comenzado a subir y a bajar al ritmo de su pesada y agitada respiración.

         ―¿Q―qué pasa, mamá…?

         ―¡HE DICHO QUE TE METAS EN TU CUARTO Y NO SALGAS, MALDITA SEA! –Grita Jessica Patricia a su asustada hija antes de salir de su casa dando un fuerte portazo.

         Algo más tarde, en uno de los restaurantes más caros de New York, el Comisario Arthur Bellisario y su esposa celebran la recuperación de ella tras el ataque sufrido a manos del psicópata asesino Jason Gómez.

         ―¿Qué te ha parecido la velada, amor mío? –Arthur Bellisario estira su diestra y acaricia con ternura casi infinita la mano de su esposa.

         Carlota, antes de responder, lanza una divertida y complacida risita.

         ―Me parece, señor Comisario, que son demasiados cumplidos y halagos. Pero que si esto te hace feliz…

         Arthur Bellisario está a punto de decir algo, cuando…

         ―¡COMISARIO, VÁYASE, HUYA! –Jessica Montoya entra tambaleándose en el establecimiento y camina hacia la mesa ocupada por Bellisario y su esposa. Lleva en su mano derecha una automática y apunta con ella al Policía―. ¡COJA A SU ESPOSA Y LÁRGUESE LEJOS, ANTES DE QUE…! –La bella colombiana no puede acabar la frase y abre fuego, por suerte para los presentes lo hace dirigiendo el arma hacia el techo, y nadie resulta herido.

         Luego, y ante la mirada horrorizada de los clientes del local se desploma en el suelo sin sentido, aunque no sin antes pronunciar una palabra…: “¡Lidia!”.

         ―¡QUE ALGUIEN LLAME A UN MÉDICO, POR EL AMOR DE DIOS! –Arthur Bellisario no tarda en reaccionar, y sin pensarlo dos veces se abalanza sobre el desfallecido cuerpo de nuestra bella protagonista para tomarle el pulso y comprobar sus constantes vitales.

         Cuando comprueba que, salvo el desmayo, Jessica parece estar bien, se aparta de ella para dejar hacer su trabajo a los dos sanitarios que, alertados, por alguien, se han personado en el restaurante.

         ―¿Qué demonios pasa aquí, Arturo? –Inquiere su mujer clavando en él una extraña y fulminante mirada―. ¿Quién diablos es esa mujer? ¿Tiene algo que ver con lo ocurrido hace unos meses?

         ―Creo que será mejor que hablemos, Carlota –replica Bellisario con voz cansada mientras marca un número de teléfono y espera a que su llamada sea respondida.

         En ese instante, en el domicilio del escritor John Bowman, donde éste convive con su madre…

         ―¿S―sabe a qué h―hospital la llevan? –Inquiere el novelista con un leve temblor en la voz.

         ―Tengo entendido que al “Bellevue”.

         ―Gracias, Comisario.

         Tras esto, John Bowman cierra su móvil y sin dar explicaciones a su madre sale a la calle y llama a un taxi.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 3º

LA HISTORIA DE LIDIA

         Son las doce de la noche cuando John Bowman llega al hospital y una bonita enfermera le informa de dónde tienen a su amiga Jessica.

         ―Al parecer sólo ha sufrido un desmayo –dice la sanitaria mientras acompaña al escritor hasta la zona de observación, donde Jessica permanece tendida sobre una camilla, rodeada de aparatos y equipo médico.

         ―¡Hola, mi amor! –Exclama al ver entrar a su amigo y amante en el cubículo médico―. ¡Qué bueno que has venido!

         ―¿Qué ha pasado? –Inquiere John tomando la mano de Jessica y apretándola con fuerza entre las suyas―. Bellisario me contó algo sobre ti entrando en un restaurante pistola en mano.

         ―N―no lo recuerdo –suspira Jessica desviando levemente la mirada―. E―está todo tan confuso en mi mente…

         ―¿Qué es lo último que recuerdas?

         ―N―no lo s―sé… ―Replica la guapa colombiana clavando en su amante una angustiosa mirada.

         ―Haz memoria –le sonríe John sin soltarle la mano―; uno no se presenta en uno de los restaurantes más caros de la ciudad empuñando una pistola sin un buen motivo.

         ―Recuerdo una llamada… Y un nombre –Consigue responder por fin Jessica tras un enorme esfuerzo.

         ―¿Qué nombre? ¿Lo recuerdas?

         ―¡Lidia! –Exclama la bella latina oprimiendo con más fuerza la mano del escritor.

         ―¿Lidia? –Repite John sentándose en el borde de la cama―. Eso es un nombre…

         ―Sí, es mi verdadero nombre… ―Responde Jessica en un hilo de voz apenas perceptible.

         ―¿Tu verdadero nombre? –John  clava en la joven una mirada cargada de paciencia, pues comprende que ésta tiene algo que contarle.

         Jessica Montoya emite un profundo suspiro antes de empezar a hablar con voz tenue y pausada.

         Sigue apretando entre las suyas la diestra de su amado escritor y ha empezado a ruborizarse levemente.

         Lo primero que sale de sus dulces labios es…

         ―Pensaba contártelo en cuanto tuviéramos algo de tiempo para nosotros solos…

         Luego le habla de la vida en su Colombia natal y de cómo, al llegar a los Estados Unidos, y para romper vínculos con el pasado, decidió cambiarse el nombre de Lidia por el de Jessica.

         También le habla de la Compañía y de algo llamado “los durmientes”.

         ―Eso suena inquietante –musita John clavando sus ojos grises en los castaños de ella.

         ―Es algo más que inquietante, John –replica ella apartando la mirada―. Es algo horrible a lo que yo accedí hace años cuando me lo propusieron.

         ―¿En qué consiste exactamente eso de “los durmientes”? –Inquiere John mientras con un gesto cariñoso pero firme obliga a su amiga a mirarle de nuevo a la cara.

         ―Una orden posthipnótica introducida en el subconsciente de ciertos individuos –explica Jessica en un leve susurro.

         ―¿Fuiste la única? –John se inclina levemente y la besa suavemente en los sensuales labios, para infundirle ánimos y fuerza.

         ―N―no… ―Ella, por su parte, agita la cabeza con aire angustiado.

         ―¿Cuántas más participasteis en ese proyecto?

         ―N―no lo sé con seguridad –Jessica se muerde el labio inferior con gesto nervioso.

         Ha soltado la mano de su amigo y ahora estruja la fina sábana de la cama de hospital.

         ―Que yo recuerde, al menos otras cinco chicas fueron sometidas a la orden posthipnótica.

         ―¿Recuerdas sus nombres? –John  ha sacado su móvil y está marcando el número del Comisario Bellisario que, por otra parte, ya debería estar en el hospital interesándose por Jessica.

         Lo que no sospecha ninguno de los dos es que, en ese momento, Arthur Bellisario está atendiendo otra llamada urgente…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 4º

UNA NOCHE MOVIDITA

         Arthur Bellisario tiene motivos de sobra para no estar en el hospital interesándose por Jessica Montoya.

         En estos momentos se encuentra en su despacho, atendiendo una llamada en la que se le informa de un brutal asesinato perpetrado por una guapa mujer en la persona de su pareja.

         Cuando Bellisario se persona en el lugar del crimen reconoce enseguida a la joven asesina como una de las agentes de la Compañía y comprende que todo lo que ha pasado esa noche tiene que ver con la organización gubernamental secreta.

         ―¿Es que esta mierda no va a terminar nunca? –Masculla entre dientes mientras uno de sus subordinados lee los derechos a la sospechosa.

         ―¿Decía algo, Jefe? –Inquiere el agente dedicando a su superior una inquisitiva mirada.

         ―Nada, agente Texeira, nada –responde el veterano Policía lanzando un cansado bufido―. Llévela a Comisaría y prepárela para un interrogatorio.

         ―Como usted ordene, Señor.

         Algo más tarde, en la Jefatura de Policía…

         ―Así que se llama usted Blanca Negredo… ―Con aire paciente, Arthur Bellisario se sienta ante la sospechosa y fija su mirada en ella.

         Es realmente una joven bellísima, de cabellos rojos como el fuego y ardientes ojos verde esmeralda.

         ―¿M―me puede decir alguien q―qué hago a―aquí? – Murmura la joven clavando sus bellos ojos verdes en Bellisario―. ¿D―dónde está mi n―novio?

         ―¿De verdad que no recuerda nada de lo ocurrido, señorita Negredo? –Bellisario abre la carpeta de cartulina y extiende sobre la mesa varias fotos, todas ellas con la imagen de un hombre joven muerto, con el cuello partido.

         ―¿¡E―es T―Toni!? –Balbucea la joven fijando sus hermosos ojos verdes en las fotografías―. ¿¡QUIÉN LE HA HECHO ESO A MI NOVIO!? ¿¡QUIÉÉÉN!?

         ―¡USTED, SEÑORITA NEGREDO, USTED! Replica furioso Arthur Bellisario antes de volver a guardar las fotos en la carpeta de cartulina―. Usted asesinó a su novio y luego nos llamó por teléfono para informarnos.

         ―E―eso es imposible… ―Tartamudea Blanca Negredo cubriéndose la cara con ambas manos.

         ―¿Qué nos puede contar sobre la Compañía? –Sigue preguntando Bellisario sin hacer caso de la aparente angustia de la joven que tiene delante―. Usted Se adhirió a un programa de protección de testigos después de trabajar para dicha organización; ¿qué recuerda de ellos? ¿Ha mantenido el contacto con alguna otra ex compañera? ¿Llegó a hacer trabajo de campo para ellos?

         ―¿QUÉ MIERDAS QUIERE QUE LE CUENTE, MALDITO CABRÓN? –Finalmente, Blanca Negredo explota, y haciendo gala de una gran fuerza, tumba la pesada mesa de metal de la sala de interrogatorios.

         ―De acuerdo, señorita Negredo –entonces, y para asombro de la joven, el Comisario Bellisario vuelve a sentarse en su silla y le dedica una amistosa sonrisa―. Siéntese y volvamos a empezar; debe comprender que esto no es contra usted. Debe comprender que esto es contra los tipos que la obligaron a asesinar a su novio. ¿Entiende eso, señorita Negredo?

         ―S―sí…, y―yo… ¡JODER! –Exclama Blanca derrumbándose por fin y rompiendo a llorar desconsoladamente señal de que al fin comprende lo que está pasando.

         ―Traigan una tila para la señorita –ordena Bellisario mientras apoya una de sus rudas manazas en uno de los blancos hombros de la bella y joven asesina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 5º

EL ALEMÁN

         Mientras tanto, en el hotel Gramercy Park el hombre que hiciera las llamadas a Jessica Montoya y a Blanca Negredo disfruta de los placeres sexuales de una preciosa escort de lujo de nombre Alejandra.

         ―¿Estás aquí por negocios o por placer? –La guapa prostituta se desnuda lentamente, dejando libres sus grandes y perfectos pechos talla 110, que su cliente acaricia suavemente con los largos y finos dedos de su mano derecha.

         ―De momento, por placer –dice luego en un más que perfecto castellano.

         ―Es la primera vez que me lo monto con un alemán… ―Susurra Alejandra mientras va desabrochando el pantalón de su cliente, hasta dejar libre su falo, no demasiado grande pero sí bastante grueso―. Tengo entendido que sois bastante fríos en la cama… ―Añade luego mientras comienza a acariciar con su lengua el hinchado glande.

         ―Bueno… ―Replica el alemán ahogando un gemido de placer―. Por mis venas corre sangre española, puede que te sorprenda.

         La guapa escort lanza una carcajada bien ensayada y luego se introduce el pene ya erecto de su cliente en la boca.

         ¿Quién es este misterioso personaje de origen alemán y que relación le une a nuestra protagonista?

         Se llama Bertran Klausen y es uno de los más eficaces y letales asesinos del país germano, no sin motivo es apodado “El Lobo”.

         Suya fue la idea, hace veinte años, de la creación de la Compañía, y no le resultó nada agradable saber que la rama americana de la misma se había arruinado por culpa de que una de las asesinas, que él mismo entrenó, en un momento dado decidió que lo que estaba haciendo no estaba bien.

         Por eso está en New York, para castigar a la agente Jessika Hot, la agente disidente y traidora que se había atrevido, no sólo a desmantelar la organización en la que había invertido tanto tiempo y dinero, sino también a matar a su amigo intimo. 

         Una vez la bella prostituta ha terminado su trabajo, Klausen le paga y se despide de ella de forma fría y precipitada.

         Tiene muchas cosas que hacer para perder el tiempo con una vulgar puta de tres al cuarto.

         ―¡Serás cabrón! –Replica la joven meretriz cuando el alemán la empuja bruscamente fuera de la lujosa habitación del hotel―. ¡Anda y que te follen! –Va exclamando la chica mientras camina hacia los ascensores dejando atrás a su último cliente.

         Una vez de nuevo a solas, el alemán se viste con total tranquilidad y parsimonia, como si tuviera todo el tiempo del mundo y ninguna otra preocupación.

         Luego, sale del hotel y coge el coche que ha alquilado nada más llegar a New York.

         En su rostro una amplia sonrisa de entera satisfacción tras la sesión de sexo.

         ―Ahora –se dice mientras busca en la radio del coche una emisora de su gusto―. A por esa puta ingrata.

         Mientras, y ajena a todo esto, Jessica Montoya recibe el alta médica y sale del hospital dispuesta a coger un taxi que la lleve de vuelta a su casa, junto a su hija.

         La acompaña John.

         Lo cierto es que el escritor no se ha separado de ella ni un solo instante, cosa que la joven colombiana le ha agradecido con besos, arrumacos y carantoñas.

         ―¿Seguro que estarás bien? –Inquiere por enésima vez John  mientras su amiga y amante sube al taxi que ha de llevarla a su casa en Blooming Groove.

         ―Sí, mi amor. Sabes que sé cuidarme sola –replica ella, dándole un largo y profundo beso con lengua.

         Un instante después, John Bowman queda plantado en medio de la calle, con una profunda sensación de desasosiego en su interior, mientras el taxi se aleja, perdiéndose entre los demás coches.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 6º

VOY A POR TI

         ―¿¡Dónde diablos estabas, mamá!? ¡Me asusté mucho cuando te marchaste anoche! –Inquiere Laura abrazándose a su madre en el preciso instante en que ésta abre la puerta y entra en su casa.

         Luego, y sin apartarse de su progenitora, añade con voz temblorosa…

         ―¿H―han vuelto los hombres malos, mami? ¿Es eso?

         ―Chist, mi amor. No pasa nada –susurra Jessica acunando a su hija contra su amplio busto―; no voy a permitir que los hombres malos te hagan ningún daño.

         De repente, su teléfono móvil comienza a sonar, haciendo que madre e hija den un salto.

         Es John para saber si ha llegado bien a casa.

         Él y Jessica conversan durante unos cinco minutos y luego se despiden con mimos y cariños, cosa que hace reír a Laura.

         ―¿Lo quieres mucho, verdad, mamá?

         Su madre se limita a sonreír y a abrazarla de nuevo con más fuerza que antes.

         En ese instante, el celular vuelve a sonar y nuestra bella protagonista descuelga con una amplia sonrisa en sus sensuales labios, pensando que, seguramente, se trate otra vez de John.

         ―Voy a por ti, zorra –dice la voz al otro lado de la línea. Luego cuelga, dejando a Jessica temblando de pies a cabeza.

         ―¿Quién era, mami? –Inquiere Laura asomando la cabeza desde su habitación, donde se había metido a escuchar algo de música y a chatear con sus amigas―. ¿Era John otra vez?

         ―¿E―eh? –Balbucea Jessica intentando controlar sus temblores y su agitada respiración, que hace subir y bajar violentamente sus grandes senos―. Sí… Era John –logra responder por fin una vez controlada el ansia y el miedo que la consumen.

         ―Está coladito por ti, ¿eh, mami? –Bromea la chiquilla soltando una alegre y pícara carcajada sin que su madre reaccione.

         Jessica sólo puede pensar en esa última llamada, y en una cosa.

         Conoce la voz de su interlocutor, y no sólo porque sea la misma voz que la noche anterior la llamase y le dijese la fatídica palabra clave. La conoce de mucho tiempo atrás, y sabe que su dueño es un tipo peligroso, extremadamente peligroso.

         “¡Tienes que reaccionar, maldita sea!” –Se ordena mentalmente Jessica obligándose a tomar la iniciativa―. “El que te acaba de llamar no era otro que Klausen, “El Lobo”, y si no reaccionas ya, tanto tú como Laura y puede que John, estáis perdidos”.

         ―¿Ocurre algo, mami? –Laura, consciente de que algo no va todo lo bien que debiera, vuelve a asomar la cabeza por la puerta de su dormitorio, haciendo que su madre dé un fuerte respingo.

         ―Ven aquí, cariño –pide entonces la bella mujer tendiendo una mano hacia su chiquilla, que la mira con recelo.

         ―Son los hombres malos, ¿verdad, mamá? –Susurra Laura al llegar a la altura de su madre―; nunca van a dejarnos en paz –esto último lo dice con los preciosos ojos castaños anegados en lágrimas, cosa que hace que a su madre se le parta el corazón.

         ―¡Escúchame bien, Laura, escúchame bien! –De repente, Jessica toma a su hija de los hombros y la zarandea con cierta violencia mientras la obliga a mirarla a la cara, directamente a los ojos―. En el pasado hice cosas malas, cosas terribles de las que me arrepiento profundamente –Laura puede ver como los grandes pechos de su progenitora suben y bajan al ritmo de su respiración un tanto acelerada―; lo que no voy a permitir es que ni tú ni John volváis a pagar por ello.

         ―¡M―me haces daño, mamá! –Se queja la chiquilla, apartándose bruscamente de su progenitora―. Me haces daño, y me estás asustando –añade luego antes de lanzarse sobre su madre y abrazarla con todas sus fuerzas, como si pretendiera fundirse con ella y no separarse jamás.

         También con lágrimas en los ojos, Jessica Montoya abraza a su hija e intenta consolarla, acariciando suavemente sus largos y ondulados cabellos castaños.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 7º

CHARLA CON BELLISARIO

         Son las 12:00 del mediodía y en el despacho del Comisario Arthur Bellisario, el teléfono suena con insistencia durante un buen rato, hasta que…

         ―Aquí la Comisaría de Policía. Al habla el Comisario Bellisario; ¿en qué puedo ayudarle?

         ―¿Comisario? Soy Jessica Montoya –la voz de la joven colombiana llega hasta el Policía alta y clara, pero jadeante, cosa que, de inmediato, preocupa y pone sobre aviso al veterano agente de la Ley―. ¿Podemos hablar?

         Veinte minutos más tarde, en una cafetería cercana a la Jefatura de Policía…

         ―Veo que sigue atrayendo los problemas, señorita Montoya –Bellisario dice esto con un profundo tono de amargura en su voz una vez que él y Jessica se han sentado en una de las mesas del establecimiento y han pedido sus respectivas consumiciones: Un Nestea para ella y una Coca―Cola para él.

         ―Sé que mantienen detenida a mi amiga Blanca –replica la bella colombiana dando un sorbo a su bebida y manteniendo la mirada de Bellisario sin bajar los ojos ni un solo instante.

         ―Oh, sí –Bellisario sonríe, aunque no hay ni pizca de humor en su gesto―; la señorita Negredo. Afirma que recibió una llamada y que después, ¡puf! No recuerda nada. ¿Usted también recibió otra llamada y por eso se presentó donde estábamos comiendo mi señora y yo, señorita Montoya?

         Jessica no responde de inmediato, se limita a quedarse callada, mirando al Policía con una extraña sonrisa en sus sensuales labios.

         ―¿Se puede saber qué le resulta tan gracioso? –Inquiere Bellisario empezando a ponerse nervioso ante la socarrona mirada de su joven y bonita contertulia―. Tendría que estarme agradecida por no haberla detenido la otra noche cuando lo del restaurante.

         ―Lo sé, Comisario –nuestra protagonista estira su mano y oprime ligeramente la de Bellisario por encima de la mesa.

         Durante unos breves instantes, ninguno de los dos dice nada.

         Finalmente, el primero en volver a hablar es Arthur Bellisario.

         ―Y bien, señorita Montoya. ¿Para qué quería verme?

         ―Sé quién fue el causante de mi comportamiento de la otra noche, y de que mi amiga Blanca asesinase a su novio a sangre fría –la guapa colombiana hace una pausa, esperando la reacción del curtido Policía.

         ―Bien –reacción que no se hace esperar―. Hable pues, ¿quién es esa persona?

         ―Se llama Bertran Klausen, es alemán y se hace llamar “el Lobo”.

         ―Espere un momento, señorita Montoya –Bellisario alza su diestra antes de que Jessica siga hablando―; ¿cómo sabe usted todo eso? ¿Acaso conoce a ese sujeto?

         ―Él fue quien me reclutó para la Compañía hace trece años –responde ella en un leve hilillo de voz apenas perceptible―. Él fue quien me convirtió en lo que ahora soy. Una asesina fría y despiadada.

         ―Eh, vamos, no diga eso –replica al momento el viejo Policía, dedicando a la joven una amplia sonrisa de ánimo―. Usted ya no es así; tuvo la fuerza y voluntad suficiente como para no disparar contra mí y mi esposa el otro día en el restaurante. Eso dice mucho de usted, se lo aseguro.

         Jessica Montoya se encoge graciosamente de hombros y su bello rostro se ilumina con una gran sonrisa.

         ―Digamos que tuve suerte –dice sin dejar de sonreír―. Suerte de encontrar a alguien maravilloso que me ayudó a ver que lo que hacía no era correcto.

         ―¿Habla del escritor? –Inquiere Bellisario sonriendo también―. Parece un buen tipo.

         ―Es la mejor persona que he conocido –replica ella con aire un tanto soñador antes de añadir en un tono más serio y circunspecto―: Es por él por quien estamos teniendo esta conversación ahora.

         ―¿Ah, sí? –El Comisario enarca sus pobladas cejas y espera paciente la respuesta de su guapa contertulia.

         ―Quiero que lo mantengan vigilado mientras yo me hago cargo de Klausen.

         ―¿Está segura de lo que dice?

         ―Totalmente.

         ―Sabe que mis hombres pueden…

         ―Sus hombres son muy buenos, Comisario –interrumpe Jessica con una triste sonrisa en su bello semblante―. Pero este tipo es una verdadera mala bestia; no por nada se hace llamar el “Lobo” –dicho esto, y antes de que Bellisario pueda replicar, Jessica Montoya se levanta de su asiento y sale de la cafetería, dejando al hombre boquiabierto y sin saber qué decir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 8º

CHARLA CON JOHN

         ―¿¡Me estás diciendo que vas a ir tú sola a cazar a ese tal Klausen!? –John Bowman, escritor, completamente desnudo, clava sus ojos grises en los castaños de su amiga y amante, Jessica Montoya.

         ―¡Ay, mi amor, no quiero discutir eso ahora! –Protesta la guapa colombiana mientras masturba suave y pausadamente el erecto miembro de él―. Sabes que soy la única capaz de detenerlo.

         ―L―lo sé… P―pero… ―John se estremece de placer cuando los sensuales labios de la voluptuosa ex asesina rozan su hinchado glande.

         ―Chist, calla y disfruta, mi amor –susurra ella mientras inicia la felación.

         Pronto, la habitación del pequeño apartamento se llena con los gemidos y jadeos de ambos amantes retozando y haciendo el amor, dando rienda suelta a sus más bajos instintos sexuales.

         Cuando terminan, quedan abrazados, desnudos y susurrándose palabras cariñosas al oído.

         Pero pronto, él vuelve a sacar el tema…

         ―¿Por qué tienes que ser tú quien se encargue de ese tipo? ¿Por qué no puede encargarse la Policía?

         ―Cariño… ―Jessica le dedica una mirada cargada de paciencia al tiempo que intenta tranquilizarlo con una dulce sonrisa―. Ya lo hemos hablado; Bertran Klausen es un asesino profesional, los hombres de Bellisario no tendrían la más mínima posibilidad contra él, sería prácticamente mandarlos de cabeza a un suicidio.

         ―¿Y tú sí eres capaz de lidiar contra él? –Inquiere John con el ceño fruncido mientras acaricia sus grandes mamas.

         ―Yo al menos tendría una pequeña oportunidad.

         ―¿Cómo de pequeña, Jessica? –Hay mucha angustia en la voz del escritor―. Sabes que me moriría si te ocurriese algo.

         ―Hey, vamos –como respuesta, ella le toma la cara entre sus suaves manos, y lo besa en los labios, un beso largo y dulce―. Sabes que nunca te dejaré.

         Luego, su mano baja hasta el miembro semierecto y comienza de nuevo a masturbarlo.

         Pero John  tiene otras cosas en las que pensar en ese momento y, suave pero firmemente, aparta la mano de su amante de su falo.

         ―Si de verdad me quisieras tanto como aseguras –comienza a hablar en tono claramente acusador―; dejarías que la Policía se hiciera cargo de todo este jodido asunto…

         ―¡Por todos los Santos, John! –Logrando enfadar a Jessica que, visiblemente molesta, se levanta de la cama y comienza a vestirse con gestos bruscos y violentos―. No pretendo que lo entiendas –dice la guapa joven girándose levemente hacia el escritor―. Sólo te pido que confíes en mí, sólo eso, por favor.

         ―Y lo hago, mi amor, lo hago –replica John estirando su diestra para acariciar la suave espalda de ella―. Pero tu misma has dicho que ese tal Klausen es una mala bestia, que fue él mismo quien te escogió para la Compañía –la mano de John  se posa sobre el aún desnudo hombro de Jessica y la obliga a volver a tenderse en el lecho―; cualquiera se sentiría preocupado al saber que la mujer que ama va a enfrentarse a un peligroso asesino.

         Jessica sonríe y tomando la mano de él la lleva hasta sus labios, donde la besa con ternura casi infinita al tiempo que susurra suavemente…

         ―Mi John.

         Luego, termina de vestirse, y antes de que el escritor pueda reaccionar presiona un punto en su cuello, dejándolo K.O. al instante.

         ―Lo siento, mi amor –dice luego la bella asesina mientras se pone su chaqueta y sale del apartamento sin hacer el menor ruido―. Hago esto por nuestro bien.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 9º

DE NUEVO JESSIKA HOT

         ―¿Q―qué haces, m―mamá? –Laura contempla con expresión asustada como su madre se pone unos ajustados pantalones de cuero negro y un sensual corsé que realza sus grandes y firmes pechos.

         También ve como coge una pistola y se la pone en la pistolera y es entonces cuando no puede aguantar más y se lanza sobre ella, a abrazarla mientras exclama entre sollozos…:

         ―¡Por favor, mamá, no me dejes!

         Jessica, con los ojos inundados de lágrimas, abraza a su hija, apretándola contra su amplio busto.

         ―No pienso dejarte, mi amor –le susurra al oído, dándose cuenta entonces de lo mucho y rápido que ha crecido su hija―. En cuanto me encargue del hombre malo volveré junto a ti. Te lo prometo.

         ―¿M―me lo prometes? –Musita Laura clavando sus hermosos ojos castaños en los de su madre, que le sonríe y asiente con un leve movimiento de su rubia cabeza.

         ―Te lo prometo.

         Luego se dirige hacia la puerta principal de la vivienda, cuyo timbre acaba de sonar.

         Es el agente Gabriel Broome, enviado por Bellisario para proteger a Laura mientras su madre hace su particular y peculiar trabajo.

         ―Se lo pido por favor, agente Broome. Se lo ruego –Jessica toma las manos del veterano agente entre las suyas y las oprime con fuerza―. No permita que nadie se acerque a mi hija hasta que yo vuelva.

         ―Por supuesto, señorita Montoya –Broome sonríe con aire tranquilizador mientras responde al apretón de manos de la hermosa mujer―. Tengo a un grupo de agentes vigilando las inmediaciones de su casa; nadie se atreverá a acercarse a su hija, se lo prometo.

         ―Gracias –Jessica le devuelve la sonrisa y sale de la casa no sin antes acercarse a Laura, darle un sonoro beso en la frente y prometerle que va a volver.

         En ese mismo instante en el en un solar apartado, Bertran Klausen termina de fornicar con una prostituta callejera a la que previamente ha golpeado hasta hacerla sangrar.

         Cuando acaba, y antes de que la indefensa joven pueda hacer nada por defenderse, le parte el cuello, dejando luego su cadáver oculto bajo unos cartones.

         ―Ahora estoy listo para ir a por ti, agente Jessika Hot –dice mientras sonríe a la luna llena―. El “Lobo” está preparado para una última cacería –añade sin dejar de sonreír.

         Son las 22:30 de la noche, cuando el móvil de Jessika Hot comienza a sonar con machacona insistencia mientras la voluptuosa asesina conduce su Ford Mustang en dirección a New York desde Blooming Groove.

         ―Hola, preciosa –saluda Klausen cuando nuestra protagonista por fin se decide a contestar a la llamada―. Imagino que sabes que no tienes ninguna posibilidad contra mí, que eso del alumno que supera al maestro no es más que un mito.

         ―¡Tú no sabes nada de mí, maldito cabrón! –Replica Jessika furiosa―. ¡Nada! Y voy a hacerte pagar lo que le has hecho a Blanca. ¡Juro por Dios que te lo voy a hacer pagar!

         ―Vaya… Había olvidado por completo lo impetuosas y agresivas que sois las mujeres latinoamericanas –Klausen ríe regocijado―. Será divertido follarte como la puta que eres antes de romperte el cuello, o de meterte una bala entre ceja y ceja, aún no he decidido cómo voy a acabar contigo –dicho esto, el cruel asesino cuelga y todo lo que de momento puede hacer Jessica es gritar con todas la fuerza de sus pulmones mientras aporrea furibunda el volante de su automóvil.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 10º

TRAMPA PARA  EL “LOBO”

         Cuando el automóvil de Jessika Hot llega al lugar de la cita, y la guapa asesina baja del mismo, lo primero que Bertran Klausen siente es como su verga se endurece bajo la fina tela de sus pantalones de tres mil Dólares, cortados y confeccionados a medida en su Berlín natal.

         ―Mmm… Eres aún más hermosa de lo que recordaba –murmura con tono lascivo una vez nuestra protagonista llega a su altura mientras estira ambas manos para acariciar sus grandes pechos―. Será una pena acabar con alguien tan bello como tú.

         ―¡Sucio bastardo! –Jessika Hot se revuelve furiosa, dando un  paso hacia atrás para evitar el contacto con el asesino―. ¡Quítame tus sucias manos de encima!

         ―¡Eso es, mi querida niña! –Klausen ríe satisfecho ante la reacción de la joven―. ¡Muéstrame tus garras! –Dice mientras su puño sale disparado contra la mandíbula de Jessica, que queda apoyada en el auto, sorprendida por el repentino ataque del que, tiempo atrás, fuera su maestro y mentor.

         ―¡ARGGG, VOY A MATARTE, JODIDO HIJO DE PUTA! –Ruge Jessika Hot, abalanzándose sin pensar sobre el germano con las uñas por delante.

         ―Primera lección, cariño –Klausen sonríe―: Controla en todo momento tus sentimientos, no permitas que estos te cieguen―. Sonríe mientras hinca su rodilla derecha en el vientre de la joven, que queda en el suelo, doblada sobre sí misma, jadeante y sin respiración.

         Klausen no pierde el tiempo, y con un rápido movimiento agarra a su rival de los rubios cabellos, retorciéndoselos salvajemente provocándole gran dolor.

         Luego, y antes de que Jessica logre incorporarse, le propina una salvaje patada en las costillas.

         ―Me encanta ver cómo te arrastras, como la perra que eres –otro puntapié, éste en el trasero de nuestra protagonista, que cae hacia delante, dándose de narices contra el duro suelo.

         Por fin, Jessica logra rodar por tierra y apartarse del cruel Klausen, que parece más que satisfecho con la situación y con la horrible pinta que presenta la joven y bella ex asesina.

         ―V―voy a acabar c―contigo, Klausen –tartamudea Jessika Hot al tiempo que esboza una media sonrisa y se limpia con el dorso de la mano la suciedad de la cara―. Te crees muy macho, ¿verdad? –Ahora, la sonrisa es total e ilumina el hermoso rostro de la joven colombiana―. Pero no eres más que un pobre hombre al que seguro que ya ni se le levanta.

         ―¡PUTAAA! –Ruge el “Lobo” mientras se abalanza sobre Jessica con las manos por delante, dispuesto a estrangularla―. ¡Te voy a enseñar lo que es un hombre! –Exclama, rabioso, el pérfido asesino completamente cegado por la ira.

         ―¡Y una mierda! –Ahora es Jessika Hot la que sostiene la sartén por el mango y detiene el avance de su rival apuntándole a la cara con su automática.

         ―¿Q―qué…? –Balbucea Klausen retrocediendo un par de pasos visiblemente asustando ante la visión del arma frente a su rostro―. N―no te atreverás… ―Farfulla el asesino mientras en su rostro se dibuja una sonrisa cargada de incredulidad―. Tú no eres así. No eres una asesina a sangre fría.

―Puede que tengas razón –Jessica sigue sonriendo mientras camina en torno al alemán. Está disfrutando del momento, y eso la asusta un poco―. Puede que sea una asesina a sangre fría. Es por eso que voy a matarte –amartilla el arma y apoya el cañón en la sien derecha de Klausen, que tiembla al notar el frío del metal contra su carne―. ¡Voy a matarte porque tú me hiciste lo que soy! –Exclama la bella colombiana al tiempo que golpea a su presa con la culata de la pistola, abriéndole una brecha en la frente―. ¡TÚ ME CONVERTISTE EN UN MONSTRUO! –Exclama al tiempo que abre fuego apuntando a la entrepierna del “Lobo”…

         ―¡MALDITA HIJA DE PUTAAA! –Chilla el asesino germano antes de darse cuenta de que no está herido y mirarse las manos con expresión estupefacta.

         ―Balas de fogueo –Jessica le sonríe candorosamente mientras las sirenas de la Policía comienzan a oírse en la lejanía.

         Antes de que los hombres de Bellisario se lleven a Klausen esposado, la bella y voluptuosa Jessica Montoya se le acerca y le susurra al oído…

         ―Soy mucho mejor que tú.

         Poco después, y una vez el coche que transporta al asesino se ha alejado, Arthur Bellisario se aproxima a nuestra protagonista y le dedica una amplia sonrisa.

         ―Muchas gracias, señorita Montoya. Ha hecho un gran trabajo y se ha arriesgado mucho al hacerlo.

         ―Gracias a usted, Comisario, por llegar a tiempo –Jessica se alza sobre la punta de sus zapatos y besa la mejilla del veterano Policía, que se sonroja e inquiere en tono entre pícaro e inocente al notar los grandes senos de la joven contra su vientre…:

         ―¿Le han dicho alguna vez que tiene unas tetas magníficas?

         Nuestra protagonista lanza una carcajada y sube en su auto, poniendo rumbo a Blooming Groove, a su casa.

FIN

EPÍLOGO 1º

         ―¿Así que lo tenías todo planeado desde el principio? –Inquiere John mientras acaricia con gesto entre lascivo y tierno los grandes senos de Jessica al tiempo que deja que ella lo masturbe suavemente.

         ―Más o menos –ella sonríe y se inclina para meterse el ya duro y enhiesto falo del escritor en la boca.

EPÍLOGO 2º

         En la cárcel de Rikers Island, una de sus reclusas recibe una inesperada visita…

         ―Señorita Ferreira, después de estudiar su caso con detenimiento, hemos decidido concederle la libertad condicional. En el plazo de una semana usted quedará libre.

         La interna, Leticia Ferreira sonríe tan sólo dice unas palabras, que su abogado no logra entender…

         ―Voy a por ti, Jessika Hot.

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