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Sexo en el Instituto 9 La alumna traviesa y el...

en Sexo con maduros

CAPÍTULO 9º

LA ALUMNA TRAVIESA Y EL VIEJO SEMENTAL

         Es la hora del recreo y Rosa, la nueva alumna del centro se aburre como una ostra escuchando a sus compañeros hablar del examen que el cerdo pederasta de don Roberto acaba de ponerles a segunda hora de la mañana.

         Finalmente y harta de la cháchara de sus compañeros, se aparta del grupito y comienza a caminar sola por el amplio patio del Instituto.

         Tan ensimismada está paseando, que no se da cuenta de que alguien la llama.

         -¡Jovencita, eh, jovencita!

         -¿Eh, qué? –Por fin, la guapa adolescente parece reaccionar y mira hacia donde viene la voz, encontrándose de cara con el viejo conserje, que le sonríe desde la puerta de servicio del centro.

         -¿Puedes venir un momento? –Inquiere el anciano encargado sin dejar de sonreírle.

         -Claro –También Rosa sonríe mientras se acerca al hombre-. ¿Necesita ayuda? –Inquiere una vez llega a su altura.

         -Sí –Rufo le guiña un ojo y le señala el mocho-. Necesito que me ayudes a quitar la vieja fregona del palo. La muy jodida está súper dura y no quiere hacer el puto favor de salir, y tengo que cambiarla por la nueva, que la Directora ya se me ha quejado varias veces estos últimos días, y mis fuerzas ya no son lo que eran.

         -¡Claro, Rufo! –Responde la jovencita con una cálida sonrisa en su bonito rostro mientras toma la fregona y comienza a hacer fuerza para desenroscar el palo.

         Una vez logrado su objetivo, la chica vuelve a tender la herramienta de limpieza al viejo bedel, que la mira con los ojos llenos de lágrimas y una sonrisa en los labios, cosa que llama la atención de Rosa.

         -¿Le ocurre algo, Rufo? –Inquiere la adolescente apoyando su mano en el hombro del anciano-. ¿Está llorando, acaso?

         -N-no –tartamudea el viejo mientras se enjuga las lágrimas con su pañuelo de tela y lo guarda después en su bolsillo-. Es sólo que me he acordado de mi hija. Tenía tu edad cuando falleció hace veinte años.

         -Oh, vaya… -Visiblemente turbada y sin saber muy bien qué hacer o decir, a Rosa sólo se le ocurre una cosa, abrazar al veterano conserje e intentar consolarlo.

         Su sorpresa es mayúscula cuando nota la dura y gorda polla del anciano refregándose contra su cuerpo y su reacción no se hace esperar.

         -¡VIEJO DEGENERADO! –Chilla la muchacha apartándose del anciano claramente enfadada.

         -L-lo siento… -Balbucea Rufo agachando la mirada avergonzado.

         Pero Rosa ya ha marchado, dejándolo solo con aire apesadumbrado y una erección de caballo entre las piernas.

         Sin embargo, y como todos sabemos, Rosa es una jovencita sumamente morbosa y a pesar de lo dicho, ha quedado gratamente complacida al comprobar el calibre de la herramienta sexual del anciano. Y después de terminar las clases…

         -H-hola… -Dando a su voz un tímido tono que está muy lejos de sentir, se acerca al viejo bedel y le dedica una agradable sonrisa.

         -Hola, muchachita –saluda Rufo con semblante un tanto hosco y desconfiado-. ¿Vienes a llamarme de nuevo viejo degenerado?

         -No –Rosa da un paso más hacia el anciano, mientras se pasa la lengua por los rosados labios con gesto claramente lascivo y sensual, que no pasa desapercibido para el conserje, que nota como su polla se endurece bajo la tela de sus pantalones y calzoncillos-. Quería disculparme por lo de antes.

         -Eso está bien, jovencita –sonríe Rufo acariciando la delicada mejilla de la alumna con sus callosos dedos-. Eres una chiquilla muy bonita, y era cierto que me recuerdas a mi hija, pero también soy un hombre y, aunque ya viejo, todavía se me levanta cuando veo a una hembra hermosa, como lo eres tú –mientras habla, el viejo conserje comienza a acariciar las tremendas tetas de Rosa por encima de la fina blusa de algodón.

         Rosa, por su parte, no se queda corta tampoco y con curiosa lascivia, comienza también a acariciar el tremendo bulto del pantalón del anciano al tiempo que le susurra al oído…

         -¿Quieres ser mi abuelito cachondo, Rufo? ¿Quieres que te coma tu vieja y enorme polla?

         La respuesta del veterano encargado no se hace esperar y tras agarrar a la adolescente de la mano, la arrastra hacia el cuarto donde guarda las escobas y fregonas, y demás utensilios de limpieza.

         Una vez en el cuartito, el viejo bedel comienza a desabrocharse los pantalones y a bajarse los calzoncillos, quedando pronto libre su gorda verga para gozo de la alumna, que la mira extasiada y relamiéndose con ganas ante la visión de tan tremendo aparato.

         -¡Joder, Rufo! –Exclama la joven estudiante mientras acaricia el pollón del anciano-. Si ahora la tienes así. Me hubiera gustado conocerte de joven.

         La petición del conserje es tajante.

         -¡Calla, putita, y cómeme el cipote! –Dicho esto, agarra a Rosa por la nuca y la obliga a tragarse su pollón, haciendo fuerza en la boquita de la chavala para follarla oralmente.

         -¡Viejo cabrón! –Gime Rosa mientras intenta tragarse la verga del viejo-. ¿Te gusta follar niñitas, eh?

         -¡Me encanta, guarrilla! –Jadea Rufo, sin dejar de moverse atrás y adelante, notando como los dientes de la caliente alumna rozan su polla con cada movimiento.

         -Mmm… ¡Sí, abuelito, deja que la niña mala te haga una buena mamada! –Rosa se saca la polla del viejo de la boca y se ceba entonces en los gordos cojones, cubiertos de vello blanco y rizado-. ¡Joder, abuelito, que pelotas tan gordas tienes!

         -Sí, niñita –Rufo sonríe mientras acaricia los cortos y negros cabellos de la jovencita mamapollas-. Están llenas de leche para ti.

         Luego, Rosa se alza del suelo y se levanta la faldita, dejando ver su escueto tanguita blanco con ribetes rosa mientras susurra con su voz más lasciva y sensual.

         -¿El abuelito quiere comerle el coñito a la nena traviesa?

         -Mmm… Sí, putita calientapollas –susurra también el viejo Rufo, relamiéndose de gusto al pensar en el jugoso chochito de Rosa-. Voy a hacer que te corras en mi boca, ya lo verás.

         Dicho esto, y babeando como un perro, el veterano bedel se lanza de cabeza entre los cálidos muslos de la muchachita, iniciando un cunilingus, que pronto arranca gemidos y jadeos de placer a la cachondísima Rosa.

         -¡DIOSSS! –Exclama Rosa mientras se aferra a los níveos cabellos del anciano-. ¡Qué lengua tienes, viejo cabrón!

         -¿Te gusta mi lengua, niña?

         -¡CALLA Y SIGUE COMIÉNDOME EL COÑO, JODIDO VEJESTORIO!

         Y así lo hace el bueno de Rufo hasta que considera que el chochito de la  lasciva jovencita está lo bastante lubricado como para poder meterle su gordo pollón sin hacerle demasiado daño.

         -Levántate, pequeña putita –le dice haciendo él lo propio mientras se agarra la verga con una mano y se acaricia los huevazos con la otra-. Voy a clavártela hasta el fondo.

         -Mmm… Sí –sonríe Rosa acariciando con sus finos dedos el hinchado glande del viejo conserje-. ¡Méteme tu dura polla de viejo verde en mi chochito húmedo y caliente, abuelito!

         La polla de Rufo entra sin demasiadas dificultades en el coñito de la alumna de último de Bachillerato, que lanza un profundo gemido de placer al notar las pelotas del anciano chocando contra los labios de su sexo.

         -¡OHHH, SÍÍÍ! –Jadea la joven cachonda apoyada contra la pared del cuarto de las escobas-. ¡SOY TU PUTITA CACHONDA, RUFO! ¡CLÁVAME TU POLLÓN HASTA EL FONDO, JODIDO VIEJO CABRÓN!     

         -¡TOMA, PUTA, TOMAAA! –Jadea también el viejo, clavando su polla lo más hondo que puede en el húmedo chochito de Rosa, notando sus pelotas cargadas de semen a punto de reventar.

         Y por fin…

         -¡AHHH, SÍÍÍ! –Rufo saca su cipote del coñito de la chavala y, sin poder aguantar más, se corre sobre los calientes muslos de Rosa, que se estremece de placer al notar el río de esperma deslizándose por sus piernas.

         -¡Joder, abuelito! –Gime la caliente jovencita mientras agarra el cipote del bedel y lo lame con fruición, degustando las últimas gotas de semen que quedan en el grueso pollón del anciano-. ¡Esto es una corrida y lo demás tonterías!

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