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Más Cardinales Mortales. Este. Sangre nueva 2ª Pte

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CAPÍTULO 6º

EN EL ENTIERRO

         Dos días más tarde, una vez que el Forense ha realizado las pruebas pertinentes al cadáver de Arthur Bellisario, un nutrido grupo de personas, entre compañeros de profesión y civiles, se reúne en el cementerio de New York a presentarle sus últimos respetos.

         Al sepelio ha acudido también la joven colombiana, Jessica Montoya, sola, puesto que, aunque John insistió en acompañarla, ella se negó firmemente a ello.

         La ceremonia es sencilla pero emotiva, y nuestra protagonista no puede evitar echarse a llorar al ver la tristeza de la viuda de Bellisario aunque, por motivos obvios, no se atreve a acercarse a darle el pésame.

         Quien sí se acerca a ella al reconocerla es Gabriel Broome, que le tiende la mano y le dedica una triste sonrisa antes de llevársela aparte para hablar con ella.

         ―Hola, señorita Montoya –saluda el Policía con gesto triste y afligido.

         ―Hola… ¿Broome, verdad?

         ―Sí.

         ―Es terrible –Jessica agacha la cabeza y deja que una lágrima se deslice por su mejilla.

         ―Usted sabe quién ha sido. ¿No es así, señorita Montoya?

         Jessica se encoge levemente de hombros antes de responder con un leve movimiento de cabeza.

         ―A ese hijo de puta lo protege gente muy poderosa –sentencia Gabriel Broome apretando los puños con rabia infinita―. Gente prácticamente intocable.

         ―Lo sé –la joven oprime el brazo del agente con gesto firme y cariñoso.

         ―¿Entonces? –El Policía clava en la joven una mirada casi suplicante―; ¿qué podemos hacer? Estoy casi seguro de que en el Cuerpo hay un traidor, pero no sé quién puede ser.

         ―Déjemelo a mí –pide Jessica con voz firme―. Estoy casi segura de que la muerte de Bellisario no era sino un mensaje de ese bastardo para mí.

         ―¿Cómo dice eso? ¿Qué le hace pensar así?

         ―Digamos que es cosa de la intuición femenina –responde ella con una leve sonrisa en sus gruesos y sensuales labios―; no me falló cuando me ordenaron asesinar a John, y sé que tampoco me falla ahora.

         ―¿Entonces…? ¿Pretende hacerse cargo de Klausen usted sola? –Broome enarca una ceja con expresión sorprendida.

         Luego, y antes de que Jessica pueda decir algo más, añade…:

         ―No puedo permitirlo, señorita Montoya; no pienso dejar que se enfrente usted sola a ese jodido cabrón psicópata.

         ―Gracias, agente Broome, es usted un Cielo –replica la bella ex asesina al tiempo que se alza sobre la punta de sus zapatos para besar al veterano Policía en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios―. Pero esto es algo que debo hacer yo sola. Ese cabrón me busca a mí.

         ―Eso ya lo sé –Gabriel Broome toma la mano de Jessica y la oprime con fuerza―; pero el Comisario Bellisario, además de mi jefe, era mi amigo, y puede estar segura de que haré todo lo que esté en mi mano por que Klausen pague por lo que ha hecho.

         Jessica Montoya no replica, se limita a dedicar al Policía una comprensiva sonrisa, y luego se aleja hacia la salida del camposanto contoneando sus rotundas y formidables caderas de forma harto sensual.

         ―¡Santo Cielo, qué hembra! –Exclama Gabriel Broome sin poder apartar los ojos de la joven colombiana y notando como su miembro se pone duro como una roca contra la fina tela de sus pantalones del traje de gala de la Policía.

         Lo que no ha podido ver el agente es cómo Jessica Montoya se enjugaba las lágrimas antes de subir a su Ford “Mustang” y partir camino hacia Blooming Groove.

CAPÍTULO 7º

LLAMADA A MEDIANOCHE

         Son las 00:00 en punto de la noche, y Jessica Montoya duerme plácidamente en su cama, junto a su amado John  después de una agitada y placentera sesión amorosa para olvidar los horribles sucesos de horas antes, entre ellos el asesinato del Comisario Bellisario.

         En ese momento, la joven y bella colombiana gime en sueños al soñar con la lengua de su amado recorriendo su húmedo sexo.

         Está a punto de tener un orgasmo onírico cuando su móvil comienza a sonar…

         ―¿Mmm…? –Murmura John, removiéndose en sueños.

         ―Es el mío, cariño –Jessica le da un beso en la rasposa mejilla y luego coge su celular―. Sigue durmiendo, me voy  a la cocina para no molestarte.

         ―¡Hola, querida mía! –La voz de Bertran Klausen llega hasta ella fuerte y clara a través de la línea, tanto que a punto está de arrojar el aparato y estrellarlo contra la pared de la cocina.

         ―¡Klausen, jodido cabrón! –Jessica escupe estas palabras con toda la rabia posible, cosa que parece resultar sumamente divertida al asesino germano, pues lanza una sonora carcajada antes de seguir hablando.

         ―¡Calla y escucha, sucia puta traidora! Me consta que ya sabes el destino que ha corrido tu amigo, Arthur Bellisario. He de admitir que, en cierto modo, admiraba a ese cabrón, no se puede negar que los tenía bien puestos.

         ―¿Qué coño quieres, Klausen? –Pregunta Jessica interrumpiendo al alemán sabiendo lo mal que esto le sienta―. Son las doce y cuarto de la noche, lo que menos me apetece es escuchar como te burlas de alguien que ha sido y será mil veces mejor persona que tú.

         ―Calma, preciosa –aunque no puede verlo, la joven colombiana casi puede sentir la sonrisa que se dibuja en los labios del “Lobo”, y eso la saca de quicio, cosa que, por otra parte, hace sumamente feliz al asesino alemán―. Mejor, mucho mejor –añade Klausen al comprobar que sus palabras tienen en Jessica el efecto deseado―. Si haces lo que te digo, nadie resultará herido, y con nadie estoy hablando de tu amigo el escritor y de tu preciosa hijita. Todo un bomboncito por lo que he podido comprobar.

         Al oír esto, a nuestra protagonista se le hace un nudo en el estómago al pensar cuán cerca ha podido estar Klausen de Laura.

         ―Como te atrevas siquiera a acercarte a mi hija…

         ―¡HE DICHO QUE TE CALMES! –Grita Klausen, furioso por esta nueva interrupción―. O me obligarás a ser muuuy malo y a hacer cosas que no deseo hacer ―añade luego, con voz calmada, casi dulce.

         ―¿Qué quieres de mí, Klausen? –Inquiere finalmente la joven con voz cansada y completamente derrotada.

         ―Eso está mejor –el “Lobo” vuelve a sonreír y luego explica, con pelos y señales, lo que quiere que haga la que en otro tiempo fuera su mejor agente y su pupila más querida.

         Cuando el asesino termina de hablar, Jessica Montoya no sabe su echarse a llorar o vomitar lo que ha cenado esa noche junto a John.

         Al final opta por hacer las dos cosas, deshaciéndose en llanto en el cuarto de baño mientras expulsa los restos de la cena.

         ―¿Quién era, niña? –John, que se ha levantado a orinar, la ve y corre a su lado, preocupado por el lamentable aspecto que presenta―; ¿te encuentras bien, cariño?

         Por un brevísimo instante, Jessica opta por no contarle nada a su amado. Cambiando de idea de inmediato al tiempo que le dedica la más triste de las sonrisas y le toma la mano.

         ―E―era Klausen –comienza a hablar con la voz quebrada por el llanto y la desesperación más absoluta.

         ―¿Klausen? –Repite John como si nunca hubiera escuchado ese nombre.

         ―Sí –asiente Jessica oprimiendo con fuerza la mano del escritor.

         Tras esto, y sacando fuerzas no  sabe de dónde, le explica todo lo que el asesino alemán le ha pedido.

CAPÍTULO 8º

GABRIEL BROOME

         Gabriel Broome termina de cenar y se sienta en su sillón favorito dispuesto a ver un rato la tele antes de irse a la cama.

         Echa de menos a su esposa, pero también sabe que fue su culpa, culpa de su dedicación constante y casi obsesiva al trabajo por lo que ella, finalmente, tras años de aguantar y escuchar, promesas, decidió dejarlo, marcharse con otro hombre que tenía al menos más tiempo para ella. Por suerte no tuvieron hijos.

Y ahora, para colmo, el asesinato del que durante más de quince años fuera su Jefe y compañero.

Finalmente, sin poder aguantar más, Gabriel Broome estalla en llanto, un llanto profundo y gutural que sacude su enorme corpachón.

Está totalmente ensimismado compadeciéndose de sí mismo que, en un primer momento, ignora totalmente el sonido de su móvil recibiendo una llamada.

Cuando por fin responde al teléfono, desde el otro lado de la línea le llega una sensual voz de mujer con un ligero acento que no logra identificar.

―¿Con quién hablo? –Pregunta mientras pugna por recuperar la compostura perdida.

―¿A―agente Broome? –Dice la dulce y exótica voz femenina―. S―soy una amiga y puedo ayudarle a atrapar al hombre que mató a su amigo. Reúnase conmigo esta noche en  el Manhattan Mall, a eso de las once y media.

―¿QUIÉN ES USTED? ¿SEÑORITA? –Pero la misteriosa desconocida ya ha colgado.

En ese preciso instante, en el hotel donde se aloja Bertran Klausen…

―¿Crees que se lo ha tragado, preciosa? –El “Lobo” acaricia los pequeños y duros senos de Raquel Nbomo mientras ella le sonríe y comienza a pajear su grueso pene ya erecto.

―Seguro –sonríe la joven de color mientras se inclina sobre el falo, dispuesta para metérselo en la boca―; puede ser muy convincente cuando me lo propongo.

―Así me gusta, pequeña –murmura el asesino al tiempo que acaricia los cortos y negros cabellos de la muchacha―. Y recuerda que esos dos hombres son malas personas, y merecen ser castigados –añade luego mientras ahoga un grito de placer al notar la lengua de Raquel recorriendo su miembro.

Gabriel Broome permanece durante unos segundos parado, mirando su teléfono móvil como si no hubiera visto uno en su vida.

―¿¡Qué coño…!? –Es todo lo que acierta a decir después de casi un minuto en el más absoluto silencio.

Sin embargo, al final podrá más la curiosidad que el sentido común y esa noche, a las once y media, acudirá a la cita en el Manhattan Mall…

23:30 de la noche en el Manhattan Mall.

Vemos a un nervioso Gabriel Broome caminando por las imediaciones del centro comercial.

―¡Agente Broome! –De repente escucha una voz, la misma de la llamada telefónica de horas antes―. ¡Por aquí!

―¿Quién es usted? –Exclama el curtido Policía al tiempo que empuña su arma reglamentaria―. ¡Identifíquese! –Pero pronto la vuelve a guardar al ver que quien lo llama es una jovencita de raza negra de unos veinte años.

―¡Menos mal que ha venido, agente Broome! –En el preciso instante en que el Policía llega  a su altura, Raquel Nbomo se arroja a sus brazos temblando.

―Calma, jovencita, calma –pide Broome sin darse cuenta de que mientras la abraza para consolarla, la jovencita está sacando un afilado estilete que clavará hasta cinco veces en su estómago y pecho, alcanzando órganos vitales y provocándole una muerte lenta y dolorosa…

Después de cometer el horrible crimen, la joven hace una llamada…

―Ya está, Señor.

En su habitación del Hotel Hilton, Bertran Klausen se masturba lentamente mientras escucha la dulce y sensual voz de su pupila a través del teléfono móvil.

CAPÍTULO 9º

JESSICA Y EL “LOBO”

         ―Esta vez creo que paso siquiera de preguntarte adónde vas, niña –dice John con una sonrisa de total  resignación en el rostro, mientras ve como su amada se pone su traje de batalla.

         ―Harás bien, cariño –también Jessica sonríe mientras da un beso largo y profundo a su amante y amigo en la boca.

         ―Sólo prométeme que volverás, por favor –casi suplica el escritor mientras con sus manos estruja suavemente los grandes y firmes senos de la joven, que emite un leve gemido y se deja hacer.

         ―Mmm… Claro que voy a volver, tonto –le susurra al oído―. Tengo unas ganas locas de que me comas el coño como sólo tú sabes…

         Una hora más tarde, en el parking del Estadio de los Yankees vemos tres figuras, una de ellas es Jessica Montoya, las otras dos corresponden a Bertran Klausen y a Rakel Hot.

         ―Me alegra ver que has venido, agente Jessika Hot –el “Lobo” sonríe satisfecho y da un paso hacia la colombiana.

         ―No me llamo así –dice Jessica retrocediendo ella también un paso―. Ese es el nombre que me puso la Compañía hace trece años cuando llegué a los Estados Unidos y no era sino una joven tonta y fácilmente manipulable. ¡Mi nombre es Jessica Patricia Montoya González! ¿Te ha quedado claro, jodido hijo de perra? –Añade luego dando a sus palabras la máxima rabia posible.

         Luego, su atención se centra en la bonita joven de color que acompaña al asesino alemán.

         ―¿Qué te contaron a ti para engañarte, cariño? –Inquiere dirigiéndose a la muchacha africana―. ¿A quién has tenido que matar para convertirte en su protegida?

         Raquel Nbomo comienza a dudar y a temblar, visiblemente nerviosa y alterada por las preguntas de la voluptuosa colombiana.

         Cuando por fin habla, lo hace con voz vacilante y trémula…

         ―¡M―me dijo q―que eran mala g―gente!

         ―¡HIJO DE PUTA! –Grita Jessica furiosa, y luego, dirigiéndose de nuevo a la joven de color―. ¿A quién te ordenó matar este puerco hijo de perra, di, a quién?

         ―¡AL COMISARIO DE POLICÍA Y A UN TAL BROOME! –Chilla Raquel, consciente por fin del terrible error que ha cometido al aliarse con Klausen, al seguir sus mandatos.

         Entonces, hace algo que deja a nuestra protagonista cuanto menos perpleja…

         Se hinca de rodillas en el suelo y se agarra a sus piernas al tiempo que suplica…

         ―¡PERDÓNAME, POR FAVOR! ¡ÉL ME MINTIÓ, ME DIJO QUE ERAN MALAS PERSONAS, QUE MERECÍAN UN CASTIGOOO!

         Jessica la ayuda a levantarse y la obliga a hacerse a un lado.

         Luego comienza a caminar hacia el sonriente Klausen.

         Sus enormes pechos subiendo y bajando al ritmo de su agitada respiración.

         ―¡Bastardo! –Masculla furiosa mientras avanza con la vista clavada en el pérfido “Lobo”―. Nunca tuve la menor duda acerca de lo que eras. ¡UN SUCIO Y MALDITO COBARDE HIJO DE LA GRAN PUTA! –La patada que propina a Klausen en su entrepierna es tan súbita y brutal, que hace saltar las gafas del rostro del asesino.

         ―¡Unggg! –Gime el “Lobo” llevándose ambas manos a sus doloridas partes, doblándose sobre sí mismo―. ¡PUTA! –Logra chillar presa de un indecible dolor al tiempo que estira su mano hacia la colombiana―. ¡TE MATARÉ POR ESTOOO!

         ―¡Cierra el pico! –Ordena Jessica al tiempo que saca su pistola y apunta con ella a la cabeza del germano.

         ―¡T―tú no eres así, p―preciosa! –Comienza a sollozar Klausen mientras nota como la orina comienza a manchar sus caros pantalones de confección personalizada―. ¡NO ERES UNA ASESINAAA!

         ―¡HABLA, MALDITO BASTARDO! –Grita Jessica fuera de sí sin apartar el arma de la cabeza del alemán―. ¿DÓNDE ESTÁN LOS VERDADEROS ARTÍFICES DE LA COMPAÑÍA?

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