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Enseñanza zoo.

en Zoofilia

Enseñanza zoo.

Mi nombre es Tatiana, tengo una hija adolescente, a la que adoro y le deseo todo lo mejor, se llama Natividad, le digo Nati, bien formadita por su edad, 1,55m pesa 45 ks, muy blanca y un pelo negro  largo hasta la cintura. Desde hace más de un año, prácticamente desde que tuvo su primera menstruación, le he estado explicando casi todo lo referente al sexo, el hecho es que mantenemos un vínculo más que de madre e hija, esa relación que se fue gestando, me ha permitido hablar sobre todos los temas sin demasiados tapujos.

El padre de la niña, desapareció apenas nació, por consiguiente a pesar de mis 18 años en ese momento, la fui criando con todo lo mejor que podía y estaba a mi alcance.

Hace más de dos meses atrás, me comenzaron a surgir como una especie de atracción hacia ella, debo dejar aclarado, que emana una cierta sensualidad, por su rostro, sus labios carnosos y su estilizado cuerpo.

Pero todo empezó a fomentarse por mi lado, cuando la veía con Arnold, nuestra mascota, creo que había algo tácito en ese juego, que si bien no llegaba a nada contundente, la forma en que lo agarraba o el perro la olía,  hacia percibir  una cierta sensualidad por ambas partes. Posiblemente era yo la que lo veía de esa manera, pero comencé a observarlos más detenidamente.

Trataré de relatar cómo se fueron desarrollando los acontecimientos. Cuando cumplió Nati los doce años, el padrino le regalo un pastor alemán de meses, que bautizamos con el nombre de Arnold, siempre jugaba con él, aunque era yo la encargada del cuidado del animal, como suele suceder en todas las casas de familia.

El perro creció, pero mantenía una gran devoción por mi hija, al punto que cuando lo sacaba a caminar, que no se le ocurriese a alguien tocar a Nati, por que el animal, podría llegar a morderlo. Situación que me tranquilizaba bastante sabiendo que Arnold la protegía.

A veces los juegos que sostenían en el jardín eran algo bruscos, pero sin llegar a mayores, cuando comencé a notar que cada tanto olía a Nati entre sus piernas, cosa natural en los perros tener esa aptitud. Pero descubrí que mi hija le gustaba ese contacto, al punto de incitar al perro, ofreciendo su sexo levantando su corta pollerita.

Por parte del perro no me cabían dudas que le atraía el olor de mi hija, aunque no sé si a Nati eso le encantaba o simplemente lo hacía de una manera inocente. Cada tanto sucedía este “contacto”, que no puedo negar que me iba atrayendo cada vez mas.

Una tarde quiso bañar al animal, cosa que me extraño, pero no me opuse, dado que me aliviaba de las tareas cotidianas. Así lo repitió varias veces, hasta que una tarde la observaba cuando lo hacía, descubriendo que le tocaba bastante su bulto. Por una parte estuve a punto de reprimirla, pero por otro lado sentí una sensación extraña, que a su vez me excitaba, llegando a mi mente, ver a mi hija apareada con el perro.

Admito que era algo morboso, y menos de una madre con su hija,  pero no podía contener la excitación que me producía.

Comenzó a bañar al perro más frecuentemente, que sin tratar de que me viese, la observaba, viendo que hacía con el animal. Era de esperar que esos toqueteos se fueran incrementando, hasta que un día comenzó a surgir el rojo  miembro del perro, manteniéndose inmóvil, ante el placer que de alguna manera le suministraba mi niña. 

Hice algo de alboroto cuando salí al patio, como avisando mi presencia, Nati ceso con su actividad, procediendo a continuar lavando al perro. Días después retomo su actividad, movilizando el miembro a Arnold, que si bien desde mi ubicación no podía ver lo que hacía, pero por sus  movimientos, daba a entender que sucedia.

Nati, bastante mojada, por algunos movimientos de Arnold, a través de su remera blanca, transparentaban sus empinados pezones. Su manipulación sobre el miembro del animal, se iba reactivando, y su otra mano la había introducido dentro de su jeans, efectuando un movimiento al unísono.

Me sentí mojar al verla lo que estaba haciendo, sin poder evitar de tocarme, donde mis dedos se impregnaron de mis jugos vaginales. Cuando vi el chorro que largo el animal, me excite mas, pero mi mayor sorpresa fue cuando Nati sin dejar de tocarse besaba la verga del perro, eso hizo que culminara masturbándome hasta venirme.

Estas, digamos demostraciones, hicieron que mi pensamiento se fuese intensificando, sabía que era algo alocado, pero mi hija estaba en la búsqueda de algo, no había dudas que el perro la excitaba, estaba mal que interviniese, y de alguna manera colaborase, para concretar su deseo. Así que opté por no acelerar las cosas, seguiría observando y esperaría el momento propicio.

Otra vez estando ambos en el jardín, los pies de Nati los apoyaba sobre la boca de Arnold, permitiendo que se los lamiese. Produciéndole una excitación con ese contacto, observando cómo su mano las metía entre su jean, mientras el animal continuaba, aportando su lengua entre los dedos del pie de mi hija. Todo eso poco a poco me fue llevando a un estado de exaltación, al punto de llegar a oler su bombachita que dejaba para lavar, disfrutando de ese aroma tan sensual. Esas cosas iban propagando mi obsesión por verla  apareada, descartándolo en ciertos momentos, pero retomándolos en otros.

Una tarde de bastante calor, me dijo que le dolía de cabeza, le di unos calmantes y le indique que se acostase. Los tomó, y rato después le fue aplacando el dolor, pero los comprimidos parecían que la habían llevado a un estado de somnolencia.

La recosté en el sofá, y aprovechando su estado la fui acariciando suavemente, notando como se iba relajando su rostro, apreciando una expresión de placer. Miraba su cuerpo que ya mantenía sus formas, proceso de transformación de niña a joven mujer. A pesar que solíamos bañarnos juntas, en que nuestros cuerpos no tenían secretos, me atraía verla desnuda, y por supuesto  me sentía orgullosa de ella.

Mis caricias la llevaron a un estado de adormecimiento, continuando de su rostro, llegando a sus muslos, me tenté y levanté su corta falda, observando su diminuta trusa que marcaba los pliegues de su sexo, con una fuerte aureola que denotaba su estado de motivación.

Con suma cautela acaricie su intima prenda notando la humedad que surgía de su interior, pase mi índice levemente, para oler y posteriormente captar con mi lengua ese sabor tan especial que estaba surgiendo.

No quise continuar, así que me levante del sofá, para dirigirme a mi dormitorio, en camino, pase mi dedo por mi vagina, comprobando mi estado de excitación. A pesar que no es algo que frecuento hacerlo, me volqué sobre la cama para aplacar mi excitación, friccionando  con mi dedo mi clítoris hasta lograr una acalorado orgasmo.

Los juegos con el perro se iban amplificando, a veces le olía entre las piernas, a lo que Nati no se oponía demasiado, los baños continuaban y ese toqueteo previo aunque se mantenía expectante. Aunque trataba de evitarlos mis pensamientos era ver a mi hija totalmente desnuda, abrazada con Arnold sintiendo el contacto de su pelaje.

Recuerdo una tarde de un calor apabullante, donde no había un lugar fresco en toda la casa, nos estábamos preparando para un cumpleaños de una amiga, después de bañarnos, cortarnos y pintarnos las uñas, y ayudarme a depilarme, (Nati aun tenía muy escaso vello, en ese momento) y otras necesidades propias de las mujeres.

Como para aplacar el calor, después de finalizar lo mencionado, nos tiramos en mi cama con Nati, dado que era el dormitorio más fresco. A pesar que trataba de evitar, tener a Arnold en el dormitorio, esa vez permití que se quedase. Se inicio una serie de juegos con Nati, donde no dudé que si bien era un juego estaba cargado de sensualidad. En varias oportunidades metió su cabeza a través de su camisón para “inspeccionar”, aunque mi hija lo retiraba.

Algo hizo que de una manera sutil, hiciese finalizar ese jueguito “sensual”, a lo que Nati se molesto, aunque acató mi orden..

A la semana siguiente sucedió algo similar, apenas finalizamos esos retoques, nos tiramos en mi cama, prácticamente sin hablar, el calor no cesaba. Nati se quitó su remera, quedando solo con sus bragas, admiraba su lindo cuerpo, sus pechos ya bastante crecidos, y el brillo que reflejaba su piel por el sudor que emanaba.

“Tienes calor, hija? Le pregunte

“Si, y algo más que calor” mientras se sonreía. Creí entender a que se refería, pero no hice ningún comentario. Estaba media dormida, cuando la presencia de Arnold, me despabilo. Si bien lo había admitido una vez, fue esta como un derecho adquirido de su parte, a lo que al verlo Nati lo abrazo. Ver su dorso desnudo apoyarlo sobre el pelaje del animal, me alteró, al punto de no decir nada, observando la escena, admitiendo la  presencia del animal...

Evidentemente, el calor no solo nos producía transpiración, sino también segregar algo de nuestros jugos vaginales.

Por supuesto que el olfato del perro, no tardó en captarlo, arremetiendo con su hocico, de una manera bastante alocada buscaba nuestras entrepiernas. Se inicio un juego entre sacarlo, tocarnos entre ambas, permitiéndole por momentos oler nuestra privacidad, riéndonos de ese loco esparcimiento.

Si bien Nati, lo hacía retirar, cada tanto, no tenía dudas que le atraía, pero mi presencia parecía inhibirla, sabía que de irme, pasaría algo, así que sin pensarlo demasiado le digo:

 “Déjalo, a ver que hace”, a lo que Nati me miro algo sorprendida, con una sonrisa como de aprobación.

Sin quitarse su prenda, se abrió de piernas, para que el animal, saborease los ricos jugos de mi hija, que en escasos minutos, iba transformando el rostro de Nati, como consecuencia de ese roce intenso. Veía como los pezones de mi hija parecían erizarse, mientras unos leves gemidos eran exhalados de una manera arrítmica.  

Acaricie su tetitas, una y otra vez, me alteraba el estado al que estaba llegando, mientras el animal no paraba de saborear de esa segregación. Tratando de no cortar demasiado ese sexo oral canino.

“Sácate tu calzón” le digo, mirándome más que sorprendida con un brillo en sus ojos y abriendo sus labios como en un acto sensual.

“Vamos, hazlo” Le reitere.

Con algo de resquemor, me miraba y con cierta lentitud termino desprendiéndose de su única prenda.

Me miro con cara de felicidad, abriendo delicadamente sus piernas, ofreciendo su inocente abertura, que al estar a su alcance el perro intensifico sus lamidas, penetrando con su lengua todo lo que podía, en la virginal  grieta de mi hija. Su cuerpo se arqueaba mientras sus piernas se abrían aun más, para permitir un mejor contacto, esa lengua que estaba produciendo un sinfín de trastornos sexuales en el casto cuerpo de mi niña.

Sin poder contenerme, me sume a esa orgia de exaltación, mamando de sus pezones, acariciando su cuerpo, que se estremecía de una manera irracional. Mi lengua se introducía en su boca, lo más profundo que podía, mientras el perro parecía querer algo más, justo en el momento que mi hijita, comenzó a convulsionarse por efecto de ese loco y desenfrenado acoso. El perro ya tenía asomando su punta roja, preparándose para un posible contacto físico. Lo desplacé, para tomar su lugar, por un lado evitar un posible acoplamiento y por otro saborear de los flujos que mi adorada hija había originado.

Era la primera vez que mi boca, devoraba de una manera apasionada el sexo de mi adolecente Nati, la llevé nuevamente a un estado de total éxtasis, que a pesar de estar algo agotada, soporto mi mamada vaginal. Tomando de los bordes de su abultado labios vaginal, los separé lo suficiente para apreciar su rosado interior, su clítoris del tamaño de un maní, se ofrecía libremente para ser activado, mientras su  himen aun intacto, estaría a la espera de ser  desflorado.

Lamí todo lo que pude, oprimiendo la punta de mi lengua en su clítoris, brilloso por los flujos que mi hija producía. Cada vez que oprimía con mi lengua en sus sensibles partes, le provocaba una exaltación. Continúe sin respiro hasta llevarla a otro explosivo orgasmo. Explayada sobre la cama, temblorosa aun por esa seguidilla de convulsiones, tendí a abrazarla y besarla, extendiendo sus brazos a mí alrededor, como en agradecimiento de ese momento de placer, que le brindé. Nos dormimos, para despertarnos dos horas después, nos bañamos nuevamente y nos vestimos para ir a un cine.

Regresamos esa  noche, pero ni hablamos ni hicimos nada, realmente estábamos cansadas, aunque por mi parte estaba aun algo alterada, pero traté de superarlo y dormirme.

Pasaron algunos días, sin hablar o hacer alguna insinuación como para llegar a tener sexo o algo así. Pero noté que Nati, estaba como buscando o tratando de decirme algo

Así que la encaré. Le digo:

“Que te sucede, tienes algo que decirme”

“Bueno si, pero no sé como lo tomaras”

“Sabes que no tenemos secretos, así que dímelo”,

“En primer lugar, un día masturbe a Arnold, y me encantaría jugar como la otra tarde”

La besé y le digo “Estas segura?”, si bien me encanto oír eso de su boca, quería que ella fuese la interesada

Esta vez decidí preparar el lugar en otra parte de la casa, así que coloque un colchón viejo, cubriéndolo con una manta. Fue todo un preparativo, como si se tratase de una ceremonia nupcial o una posible tarde de “bodas”.

Decidí desnudarla  y traje a Arnold, por supuesto que el animal, enloquecido para “jugar” con ella, pero previo a todo eso, le propuse untar su cuerpo con una jalea o algo símil, fundamentalmente en sus aberturas y en sus pezones.

El perro totalmente “hambriento”, amagó en el cuerpo de Nati, lamiendo de una manera hostigadora sobre la piel de Nati, pero intensificando sus lamidas en su vagina. Aunque cada vez que pasaba por sus tetillas, parecían erguirse aun mas. El cuerpo de Nati se convulsionaba más a medida que se iba acrecentando ese contacto de la lengua de  Arnold sobre la piel de mi hija, fundamentalmente en sus partes más perceptivas, para lamer su vagina, pero esta vez la hice arrodillar, mientras el perro no tardó demasiado en repasar sus cavidades, que no dejaban de producir una serie de gemidos a mi querida hija.

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Su rostro miraba sin ver, ante ese asedio que la estaba llevando a un estado de total enajenación, sus mejillas iban enfatizando el rojizo en sus pómulos, sus carnosos y sensuales labios entreabiertos, hacían que todo esto denotase el estado libidinoso en que mi chiquita  iba elaborando. Entre Arnold y yo habíamos puesto a Nati en un estado de total embriaguez sexual. Su cuerpo en un estado de próximo a convulsionarse, sin pensar demasiado lo giré colocándola en posición  de perrita, dócilmente se dejó llevar, aunque el perro en su loco deseo de penetrarla, me impedía hacer mi trabajo. Le grite para que se calmase, empezando a girar alrededor nuestro con suma impaciencia.

No puedo negar que mi estado de excitación era bastante alto, por un lado ver a mi hija, en ese estado de alteración y al perro impaciente a la espera de poder aparearse con mi niña, y con su verga preparada para ese encuentro “conyugal”.

Apenas posesioné a Nati, el animal, la montó para iniciar los concebidos amagues para introducir su aparato genital, sin lograrlo en primera instancia. Nati con su culito blanco elevado y su cabecita apoyada en la alfombra, parecía esperar el momento crucial. Su respiración estaba bastante agitada, y notaba como que su cuerpo tiritase, el perro la abrazo con sus patas en la búsqueda de su virginal abertura. Era una escena patética, llena de una total morbosidad. Impaciente el animal, bombeaba sin encontrar la abertura, así que tome su aparato para ubicarlo en el lugar indicado. En escasos segundos la penetración fue eminente, con un agudo grito de Nati, sumado al jadeo de Arnold, que apenas su miembro entro, sus patas se abrazaron a la cintura de mi hija, iniciando un vertiginoso y preciso  bombeo, sin reparar en el posible daño que podría producirle a su “hembrita”. Ver a mi criatura bajo la posesión del perro, copulándola, era una escena totalmente obscena, pero de una fuerza llena de sexualidad y morbosidad, que no dejaba de excitarme terriblemente

Era tan morboso y excitante ver como el perro  gozaba de una adolescente, su hembra en ese momento, en donde ella se entregaba sin censura a esa copulación animal, entregando su virginidad.

En su salvaje arremetimiento, el perro desplazaba el cuerpo de mi hija, que trataba de contenerlo, noté que estaba algo encrespada, me acerque   para preguntarle si quería dejar ese loco coito, A lo que moviendo suavemente su cabeza, se negó a mi requerimiento. Me sentí aliviada, saber que deseaba continuar, mientras que entre quejidos sollozos y jadeos, el perro no dejaba de arremeter con su verga el interior de Nati. Su arremetimiento era contundente, de una manera enervante y concisa fornicando a Nati, sacudiendo su cuerpo mientras sus senos se bamboleaban al ritmo de sus embates. En un momento dado detuvo sus movimientos, aparentemente después de descargar sus fluidos, mientras  que mi hija gemía a la vez que su cuerpo no dejaba de convulsionarse.

 El perro algo cansado yacía su cuerpo sobre la espalda de Nati, con su aparato aparentemente introducido en la vulva de su “perrita”. Levante su cola, para cerciorarme,  comprobando que su miembro yacía en su totalidad alojado  en su matriz, asomando levemente la bola.

Nati muy sumisa, soportaba ese apareamiento animal, la acaricie y bese sus labios, cuando me dice

“Me lleno con su leche, mami”, eso me excito más aun, saber que le había eyaculado, me quité mi braga, y comencé a masturbarme frente a mi hija, algo que nunca había realizado. Mientras el animal permanecía inmóvil, disfrutando de esa copulación con esa adolescente, con su cabeza pegada al cuello de Nati, y su contextura continuaba apoyada sobre la espalda de mi hija. Realmente era una escena llena de morbosidad,  al reflejar ese dominio del animal sobre esa jovencita recién desvirgada, plasmada de un erotismo y de una sensualidad intrigante.

“Espera, mami” me dice Nati, me detuve ante lo que estaba haciendo. Cuando el perro trataba de quitar su verga de la conchita de mi hijita, produciendo el descorche característico. Cuando vi su aparato en su total apogeo, goteando algo de sus flujos no pude contenerme y me volqué a mamársela, tenía un sabor extraño pero atractivo mezcla de su esperma con los jugos de mi Nati. La chupaba desesperadamente, me encantaba, cuando mi hija abrió mis piernas para lamer de mi húmeda vagina, si bien traté instintivamente de impedirlo, mi hija se aferro mas a mi sexo, para lamerlo alocadamente, mientras retomé la verga del animal para mamarla, hasta que las convulsiones se apoderaron de mi ser.