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El striper (1)

en Hetero: General

Hacía un año que había perdido el trabajo y sobrevivía de la solidaridad de algunos almigos que no estaban en tan mala situación. Casualmente Alberto le consiguió esas changas en el gimnasio como asistente del instructor de complementos, pero eso no le alcanzaba ni para comer diez días del mes.

Por eso cuando el tipo que lo estuvo mirando en el gimnasio lo invitó a tomar un café y hablar de trabajo enseguida acepto a pesar que le inspiraba cierta desconfianza. Tendría que escuchar lo que le proponía, por ahi todas sus prevenciones eran infundadas.

—¿Sos casado? —le preguntó de entrada.

—No. Solterito y sin apuro, soy muy joven todavía.

—¿Pero tenés novia?

—Tampoco. Ando con una mina pero sin ningún tipo de compromiso, es sólo sexo.

—Debés ser bueno en la cama, al menos lo que se percibe con esa mallita ajustada es bastante prometedor.

—¿De que hablas, sos trolo vos?

—No pibe, quedate tranquilo, no soy trolo. ¿Te gusta bailar?

—Seguro, y soy bastante bueno.

—Bueno, en principio podemos llegar a un arreglo.

—Que arreglo si no se de que se trata.

—Te cuento, tengo un boliche donde los viernes y sábados hacemos funciones de strip tease masculino. ¿Sabés de que se trata?

—Más o menos.

—Van un montón de minas a festejar una despedida, un divorcio o simplemente a pajearse o a ver si enganchan algo, mientras en el escenario un tipo, pintón como vos, no cualquiera, se pone en pelotas al ritmo de una musiquita y al final les muestra un poquito el nabo y las chabonas se enloquecen y te dan una propina. ¿Ni siquieras viste como es en alguna película?

—Si, en películas si, pero siempre son minas las que bailan.

—Bueno, ahora que entramos al primer mundo, acá también se hace de hombres, como en EEUU o en Europa. Despúes de todo las minas también tienen derecho a hacerse el bocho ¿no te parece?

—Si, claro, pero no creo que yo sirva para eso.

—¿Porqué no? Sos jóven, tenés pinta varonil, cargás un buen pedazo, te sabes mover, con unas clases te aprendés la rutina y listo.

—Pero yo no soy un artísta.

—¡¡Escuchame!! Las minas que van ahí les importa un rabanito si sos artísta o no, van a calentarse y punto. Decime ¿cuanto ganás acá?

—Quince pesos por día, pero no trabajo todos los días. Algunos meses redondeo 200, 250.

—Bueno pibe, yo te estoy hablando de 200 pesos por fin de semana, o sea de entrada tenés 800 por mes, aparte las propínas que son 40% para el local y el resto para vos. Si pegás bien podes llegar aduplicar los 800 y además tenés el plus de levantarte alguna mina y todo lo que le sáques es para vos solito, ahí el local no cobra comisión.

La mente de Rubén iba a mil. El tipo le estaba hablando de 1500 pesos, un sueldazo, en el taller, con suerte llegaba a ganar mil. Si esto funcionaba podría pagar las deudas y empezar a levantar cabeza. Ya estaba cansado de andar galgeando si ninguna esperanza. Además, como el siempre decía, con probar no se pierde nada, si no te gusta o no te sirve, chau y a otra cosa.

—En principio y si no hay nada raro, me interesa.

—Quedate tranquilo, pibe, es todo legal. Yo tengo la habilitación en regla y pago todos los impuestos religiosamente. Con decirte que ni la cana me puede apretar.

Quedaron que al otro día pasaría por el boliche y se fue entusiasmado a lo de Chela.

Esta lo notó diferente, con cierto envale, pero cuando le preguntó si le pasaba algo no recibió más que un escueto:

—No, nada. ¿Por?

Igualmente Chela dedujo que no debía ser nada malo porque estaba muy efusivo y se la garcho como hacía tiempo no lo hacía. Ella lo tuvo que parar después del tercer polvo porque estaba agotada y le ardían la concha y el culo.

—Disculpame chiquita, no te quise lastimar.

—Ya se Rubencito, me da bronca porque hoy venías con premio y no te puedo aprovechar.

—Si querés me quedo a dormir y la seguimos mañana a la mañana.

—Dale, barbaro. —dijo entusiasmada Chela y enseguida fué a ponerse compresas frías para estar repuesta al otro día.

Durante la mañana se echaron otros tres polvos durante los que Chela se sacó todas las ganas que le habían quedado de la noche anterior y se dió el gusto de que Rubén le acabara una vez en cada uno de sus agujeros eróticos. Rubén también estaba contento porque sentía la posibilidad de ir solucionando su situación económica y eso lo relajaba lo suficiente para disfrutar del sexo con Chela que tanto lo calentaba.

Se duchó y vistió. Suerte que tenía un pantalón de gimnasia de esos amplios y podía disimular el bulto que producía su pija morcillona e inflamada de tanto traqueteo sexual, comió algo livianito y después se fue para el boliche.

Lo recibió Ernesto, el dueño, y se lo presentó a los cinco musculosos que en ropa de baile estaban ensayando.

Gerardo, el encargado de los chicos, lo examinó de pies a cabeza y le palpó el bulto.

–Tranquilo pibe, no hay segundas intenciones –le dijo sonriente cuando Rubén reculo con el contacto de su mano. –Esta bueno, si no es un tronco moviendosé puede servir.

Le pusieron la característica musica para desnudarse y zafó bastante bien, en realidad tampoco había que ser Julio Bocca para hacer cuatro pasitos de mierda.

Durante una semana y media repitió un millón de veces la rutina. Gerardo consideró que estaba listo y lo puso en segundo lugar para ese viernes.

El primero era el encargado de romper el hielo, y el último, Gerardo, el responsible de que las bombachas de las espectadoras se mojaran lo más posible.

–Bueno Rubén, te deseo suerte para mañana. –lo despidió Gerardo– acordate que tenés que estar descargado, hechate un polvo o hacete una paja, pero ni se te ocurra salir con los huevos llenos porque sería muy gracioso que le acabes a alguna de las locas que vienen a vernos arriba del escenario.

El viernes a eso de las 8 se fué a lo de Chela que le hizo una mamada superlativa y lo dejó sin una gota de leche, ella no se conformó con la paja que el le hizo mientras se la chupaba. Rubén no le dijo nada, simplemente que tenía un compromiso con unos amigos.

Fué al boliche y se preparó. Estaba muy nervioso pero no quiso tomar el lexotanil que le ofreció Gerardo.

Cuando le tocó el turno, y luego de presenciar el acto de Juan, que fue el primero, estaba más tranquilo.

El impacto fué genial. Cien mujeres de distintas edades, pero mayormente grandecitas, le gritaban de todo mientras el hacía su número:

–¡Vení, guachón, que te chupo todo! ¡Mostra la verga! ¡¿No sos gay, verdad? Porque sino me muero! ¡Vení te espero que tengo la concha empapada!

Rubén estaba sorprendido, nunca se imaginó que las mujeres en patota se parecieran tanto a los hombres.

Cuando, al final del acto, se acercó para que pusieran sus billetes sólo le quedaba puesto el slip con forma de cartuchera donde tenía metida la pija, que a pesar de la chupada de Chela, estaba con un grado importante de dureza.

Las más discretas se conformaban con palparle la verga un poquito y depositaban el billete en el cordón que sostenía la poronguera. El sacaba el billete y lo ponía doblado entre sus dedos, según le había enseñado Gerardo.

Las más desaforadas, le rompieron el cordón, dejandolé la pija desnuda. Cuando la vieron liberada todas aplaudieron y dos se tiraron a manotearsela, una alcanzó a metersela en la boca y ahi lo recuperaron los dos monos encargados de seguridad.

–¡Barbaro pibe, las mataste! –le dijo Ernesto que estaba a la salida del escenario. –¿Cuanto hiciste? –le agarró los billetes que tenía en la mano, los contó –160 no está nada mal para un segundo turno y por ser la primera vez. Separó 60 pesos y le dió el resto a Rubén que no podía creer que tan fácil podía ganarse la plata.

–Bien Rubén, andá a descansar un rato hasta el cierre. –le dijo Gerardo.

Se tiró un rato en un sillón del camarín donde se preparaban los demás muchacos.

–Estuviste muy bien –le dijo Juan que también esperaba el final leyendo una revista –A la salida ¿querés venir conmigo? Tengo unos amigos esperandomé.

–No Juan, no te ofendas, pero no curto hombres.

–Que lastima, porque uno de ellos pagaría cualquier cosa por comerse una verga como la tuya.

–Lo lamento pero no me interesa, igual te agradezco.

El final fué apoteótico, el escenario se llenó de bombachas humedas de flujo y corpiños de todas las medidas. Logicamente los muchachos esquivaron todo contacto con las mujeres que estaban tan desaforadas que se los hubieran cogido ahí nomás.

Rubén se dió una ducha y salió del boliche con Gerardo.

–Aquellas dos te están esperando, si haces algo tené cuidado porque estan alzadisimas, son las locas de las que te salvaron los de vigilancia. Ojo y suerte, hasta mañana –dijo y se dirijió hacia una rubiecita a la que Rubén le había echado el ojo durante la función.

Bueno esas son las ventajas de ser la estrella, ya me llegará, pensó.

Al quedarse solo se le arrimaron las dos mujeres.

–Hola machazo, ¿nos bancas a las dos? ¿cuanto querés?

 

Continuará