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El striper (5 - Final)

en Hetero: General

Fueron a una confitería y Rubén le contó todo con detalles. Chela lo escuchó atentamente y en silencio.

–¿Qué vas ha hacer? –preguntó cuando Rubén se quedó callado.

–No se Chela, la verdad que no se que hacer. Por un lado la oferta es interesante con eso puedo levantar cabeza y olvidarme de todos los problemas económicos. Por otro lado un poco me asusta porque no deja de ser algo ilegal.

–¿Ilegal cojer?

–No, tonta, cobrar por cojer. ¿Vos que harías?

Chela se quedó un rato en silencio y después dijo:

–Yo, si estuviera en tu lugar, agarraba. Vos no sabés pero si no hubiera encontrado este laburo me hubiera hecho puta.

–¿Y a vos no te jode que yo ande cojiendome a otras?

–Me jodería si te enamorases de alguna y no me pasaras más bola. Y después de todo, ¿vos te crees que yo no sé que si seguís con lo del striptease gran parte de la guita la harías cobrandolé a las locas que te manotean el choto en el escenario? Al menos esto es más serio, es más empresarial –dijo seria Chela y a Rubén le causó gracia y se largó a reir. Chela se contagio y dandolé un beso en la boca le dijo:

–No seas boludo, che, que estoy hablando en serio.

Al otro día, temprano, la llamó a la Arreaga Funes y le dijo que estaba dispuesto a intentarlo. Ella lo citó para las tres para iniciar el trainning.

Salió en compañía de un empleado a comprar ropa y la llevó a la casa de Chela, para que su madre no sospechase y empezara con sus preguntas.

El día siguiente lo pasó en un spa donde lo pusieron como nuevo. Cuando Chela lo vió llegar quedó sorprendida por su nuevo look y sucumbió a sus encantos, arrastrándolo a cama donde comprobó que la capacidad amatoria de Rubén había sufrido una leve alza. Lo tuvo que parar en el cuarto polvo porque ella al día siguiente tenía que ir a trabajar.

Durante dos semanas, aprendió ciertos modales, ciertos protocolos, ciertos detalles de buen gusto y ciertos truquitos para emplear la menor cantidad de energía en cada servicio sin que la clienta se diera cuenta y quedara plenamente satisfecha.

En la tercer semana lo pasearon por distintos lugares para que pusiera en práctica todo lo aprendido y hacer una especie de muda presentación en sociedad.

Asistió a cocteles, conferencias, remates, exposiciones, y todo tipo de evento donde todos los presentes gozaban de un espléndido pasar y donde la mayoría eran damas.

Cuando empezó la cuarta semana tuvo una reunión con Norma que le dijo:

—Todos los informes de los instructores son impecables, creo que estás en condiciones de empezar a dar servicio. Te reservé uno livianito así vas tomando confianza.

La verdad que fué sencillo. Llegó a un lujoso departamento donde lo recibió una mucama de uniforme, lo hizo pasar y le dijo que esperara un momentito que la niña lo iba a recibir. Lo invitó a tomar asiento y se fue.

Al segundo se abrió una puerta y apareció una cincuentona no fea pero con muy poca gracia.

Lo invitó a pasar. Ella vestía un hermoso deshabillé negro y Rubén notó que debajo no tenía nada.

—¿Tu nombre es Rubén, no? Podés pasar al cuarto de vestir para sacarte la ropa.

Volvió completamente desnudo y ella lo esperaba sin el deshabillé, sentada en la cama.

Todavía tenía un buen físico y sus tetas estaban firmes, Rubén comprobó que eran operadas.

Cuando el se acercó, ella le agarró la pija con suavidad y se la comenzó a acariciar.

—Tenés una linda cosita, Rubén. No veo el momento de comertela toda con mi boquita —decía pero no hacía ningún ademán de mamarsela.

La pija se le puso dura pero no totalmente. Cuando ella consideró que la dureza era suficiente le dijo:

—Vení, ponemela en la boquita —y se recostó en la cama abriendosé de piernas.

El comprendió que llamaba boquita a la concha y hacia allí la enfocó. Luego de cinco minutos de entradas y salidas durante los cuales ella aparentemente tuvo dos orgasmos le pidió que la sacara y que acabase en una copa que le acercó.

Rubén se empezó a pajear y le costó bastante eyacular, falto de toda motivación pensó en el polvo que le iba a echar a Chela para sacarse las ganas y consiguió depositar en la copa una pequeña cantidad de semen, nada si lo comparaba con lo que el acostumbraba a largar.

Ella tomó la copa y la depositó en la mesa de noche.

—Si querés higienizarte, el baño está siguiendo al cuarto de vestir. Podés aprovechar y hacer todo junto.

Rubén orinó en un lujoso inodoro se lavó la pija en una lujosa pileta y se la secó con una lujosa toalla. Cuando volvió al cuarto vestido, ella lo estaba esperando en la puerta.

—Rubén estuvo magnífico, le hablaré maravillas a Norma —le puso la mejilla donde él depositó un suave beso y abriendo la puerta le dijo— Chau cheri, Jimena te acompaña hasta la puerta.

Fuera del cuarto estaba la mucama que con cara de nada lo acompañó hasta la salida.

Durante el viaje a lo de Chela Rubén intentó entender algo, pero no pudo. No entendía como alguien podía pagar 1000 pesos por eso, no entendía como a los cincuenta años podía considerar sexo magnífico a ese polvito de mierda.

Por suerte llegó antes de volverse loco y abrazó con ardor a Chela. Tuvieron sexo de primera, como en general lo tenían, aunque Chela supuso que no iba a ser tan espectacular porque él venía, supuestamente, con las bolas descargadas.

—Papito, si cada vez que venís de trabajar me tratás así, la llamo a Norma para que te dé doble turno.

Rubén se rió y le contó toda la historia, terminaron filosofando sobre las desventajas de tener plata y no saber disfrutarla.

Rubén trabajó un año dando servicios y la verdad que se ganó cierto prestigio por su eficiencia y educación.

Norma lamentó mucho la decisión de él de largar pero al darse cuenta que era inutil insistir para que continuara, la aceptó a contragusto y le deseó suerte.

Durante ese año para evitar suspicacias de su madre, se mudo con Chela, su relación tuvo ciertas variaciones y terminaron enamorados y con un bebé en camino.

Como fachada tenía un empleo de encargado de la flota de vehículos en una empresa que tenía, tres motos, cinco bicicletas y el auto del dueño.

Durante ese año atendió flacas, gordas, jovenes, viejas, frígidas, calentonas, solteras, casadas, viudas, todas cubiertas de billetes. La mayoría no dejó ningún tipo de rastro en él.

Haciendo un balance sólo Matilde, una viuda de edad indefinida (él calculaba que rondaría los 55) de buen cuerpo y mejor ánimo era realmente recordable.

Con ella gozo de memorables, cogidas. Era una experimentada mamadora y amante del sexo anal. La apasionaba el trozo de Rubén, decía que estaba hecho especialmente para ella.

Con Matilde no sólo cogían sino que tenían largas charlas sobre cualquier tema, pero principalmente sobre la vida y los afectos.

Tenía un enorme piso, herencia de su multimillonario marido, pero nunca vió a nadie que no fuera ella, cuando tomaban café mientras charlaban en el inmenso office, ella lo hacía y ella lavaba las tazas.

Los consejos de Matilde hicieron que Rubén duplicara largamente sus ahorros, así como gran cogedora era habil para los negocios, ella misma se definia como prestidigitadora, porque le dabas un billete de dos pesos e inmediatamente se transformaban en uno de cinco.

Matilde conocía todos los detalles de la vida de Rubén. Sabía de Chela y de su futuro hijo.

—Esa mujer es fantástica, si la llegás a perder, sos un boludo. —le decía.

Fue la segunda en enterarse de la decisión de largar los servicios.

—Me parece muy bien que largues, hiciste una buena cantidad de plata, sos jóven y tenés que vivir tu vida, vas a ser padre, tenés una mujer de oro y se merecen lo mejor.

Te imaginás que yo te voy a extrañar, pero pijas hay muchas, no serán como la tuya, pero buscando siempre se encuentra. Mi error fue que cuando te conocí, me achanché y dejé de probrar variantes, tendré que volver a hacerlo. Así te encontré a vos y seguramente te encontraré reemplazante.

Le pidió como despedida, que pasara una noche integra con ella para hacerla inolvidable.

—Con todo placer Matilde y desde ya te digo que esta va por cuenta de la casa. No le hagas el pedido a Norma así no te pasan la factura. Yo vengo por las mias y reventamos la noche.

Ya retirado decidieron pasar unas buenas vacaciones y se fueron a un lugar perdido en las sierras de Córdoba. Ese lugar era el paraíso.

Un día pasaron por una hostería de cuento de hadas. Tenía un cartel de venta y como la inmobiliaria quedaba a dos pasos fueron a preguntar.

Salieron con media decisión de comprarla, la otra media la tomaron al dia siguiente cuando dieron una seña.

Los dos comprendieron que ese era el lugar para criar a su hijo y pasar el resto de sus vidas.

Quizás ustedes estén de acuerdo conmigo que, al menos en esta historia, como dicen los chinos, crisis significó oportunidad.