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Otra vez será

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En general todos cuentan sus éxitos sexuales. Grandes polvos, intensas acabadas, rios de leche, ortos abiertos, conchas hambrientas, etc., etc.

Yo hoy les voy a contar uno de mis grandes fracasos en ese rubro.

Hace bastantes años, tendría 21, 22 yo tenía un gran amigo que había viajado a Europa. En su viaje de vuelta, en barco, conoció a una chica argentina que también regresaba y con la que se pasó todo el viaje cogiendo.

La chiquita era bastante putona y le gustaba más la pija que cualquier otra cosa en el mundo.

Cuando llegaron se siguieron viendo y cogiendo, logicamente. Un día programaron salir con una prima de ella y entonces mi amigo me llamó. Lamentablemente no estaba en casa y me perdí la invitación.

Al día siguiente mi amigo me contó que la prima era mucho las linda que su chica y que lamentaba enormemente no haberme encontrado porque me había perdido un minón. Resulta ser que al encontrarse sólo con la dos chicas él no sabía bien que hacer, además, cosa fundamental necesitaba un socio para solventar los gastos de la salida.

La prima de su chica solucionó facilmente la cosa. Se levantó a un tipo y los cuatro se fueron a un hotel. Mi amigo se cogió como era habitual a su amiguita y la prima de esta se fué al cuarto con el tipo recién levantado

Mientras me contaba esto yo maldecía, reputeaba, me acordaba de todos los boludos con los que me había reunido la noche anterior y de todas sus familias. Mi amigo me consoló diciendomé que no faltaría ocasión de repetir la cosa.

A la semana se dió la oportunidad, pero sólo por la mitad. Nos encontramos los cuatro, la verdad que la chica que me tocaba a mí era sensacional, en cuanto la ví me empecé a calentar y no veía el momento de que nos fueramos a cojer al hotel más cercano. Esa mitad ok. La otra, la de la garcha, no se por que motivo se frustró y tanto mi amigo como yo, yo mucho más por supuesto, nos quedamos con las ganas de ponerla. Esa noche, consabida paja para calmar en parte la calentura que me había agarrado al imaginarme las mil y una formas en que me iba a coger a mi chica.

A los tres días parecía que se hacía. Quedamos en encontrarnos para ir al cine y luego… garcha a diestra y siniestra. Estabamos esperándolas en la puerta del cine con las entradas en la mano cuando vimos que se acercaba la amiga de mi amigo, pero a su lado en lugar de su prima venía una gorda (no digo esto es tono peyoratívo, no tengo ningún sentimiento en contra las gordas, es más me gustan mucho), pero bien gorda. Era una cabecita con una carita simpática y sonriente encima de una tonelada de carne distribuida en forma esférica que casi llegaba al suelo, si no fuera que dos piesecitos lo separaban de él.

El alma y todo lo demás se me fué al suelo. Nos presentó a su amiga y pidió disculpas en nombre de su prima por no poder asistir, por razones de fuerza mayor, estaba con la regla.

Yo la película no me la pensaba perder, por que en el primer momento, pensé en argumentar una fuerte indisposición, pero la cara suplicante de mi amigo, me inhibió.

Luego de la película fuimos a tomar algo y mi amigo y su amiga se fueron, lógicamente a coger. Quedé solo con la gorda, que la verdad era muy simpática y agradable. Le propuse acompañarla a la casa y me dijo que como vivía cerca del cine si quería que fuesemos caminando. Estuve de acuerdo y hacia allá nos dirigimos.

En el camino me atacó un loco pensamiento. Yo la verdad estaba caliente, me había hecho el bocho bastante con la noche de garcha que la sangre me corría a mayor velocidad de lo habitual.

¿Como será garcharse a una gorda tan gorda? Yo me había garchado varias gordas en mi corta vida pero ninguna llegaba ni siquiera a la mitad del volumen de esta.

Era todo un desafío y una experiencia. ¿Cómo haría para metersela? ¿Alcanzaría con el tamaño de mi verga? Estaba dispuesto a dilucidar esas y otras incógnitas, así que me dije, yo me la cojo.

Llegamos a su casa, entramos al hall y le dí un beso en la boca. Ella se prendió con fuerza y me metió la lengua hasta la garganta. Empezamos bien, me dije, si así reacciona con un beso lo que será cuando le muestra la pija.

Seguímos besandonos y la temperatura subía, yo metí mano en las tetas y para mi sorpresa no terminaba nunca de refregarselas, eran inmensas, y los pezones le sobresalian 2 cm por lo menos.

Eso me entusiasmó más porque supuse que verselas al aire debía ser un espectáculo imponente. No puedo resistirme a ver un buen par de tetas, nunca.

Cuando quise meter mano a la concha, no tuve la misma suerte. No llegué por más esfuerzos que hice. Para llegar ella debía estar acostada y con las piernas bien abiertas sino era imposible.

Yo notaba que mi pija estaba a punto de reventar, la saqué, ella la miró y la agarró sin mucho entusiasmo. Me la acarició un poquito y la largó.

Le dije donde podíamos ir para estar más tranquilos y ella directamente me dijo:

—Ni piensen en cogerme, yo nunca me encamo con un tipo que acabo de conocer. Nunca lo hice en una primer cita.

Yo pensé, irremediablemente tiene que ser hoy porque por mi parte no iba a haber posibilidad de una segunda cita.

Apelé a toda mi artillería verbal, pero nada. Le decía que se apiadara de mi pobre verga que sufría por no poder penetrarla, nada.

Todas estas negativas era como que incentivaban más mi calentura y ya estaba hasta dispuesto a violarla, si no fuera que tenía miedo que me cagara a trompadas y llamara a la policía esperando a que ésta viniera sentada sobre mí.

Ya desesperado le dije: —Por lo menos hacéme una paja, no me dejes así. Mirá como tengo la poronga, me duele un montón, aliviamelá.— decía esto señalandolé el estado en que la pija latía de la calentura.

Me miró, me dijo adiós, se díó media vuelta y entró en su casa, dejandomé solo con la pija fuera del pantalón y en tal estado como si en lugar de ella hubiera estado la mujer más atractiva, sensual y deseable del mundo.

Intenté metérmela dentro del pantalón, pero su dureza no aflojaba y me dolía al intentar doblarla para guardarla.

No sabía que hacer. Fuí hasta la puerta de entrada, como era bastante tarde no había casi nadie en la calle. Entre de nuevo, me aseguré que la gorda no estaba espiando atrás de la puerta y me hice una furibunda paja, dejandolé un buen charco de leche para que ella o su madre al otro día lo limpiaran.

La dureza de la pija aflojó y pude guardarla. Salí a la calle y enfilé hacia la parada del colectivo silbando bajito. No podía considerar, aunque la paja había estado buena, un éxito lo ocurrido esa noche. Lo contabilicè como un fracaso y me fuí a dormir pensando en que mañana sería otro día.