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Especialista en impotencia

en Sexo con maduros

Hace un tiempo empecé a tener problemas de impotencia. En el momento preciso el aparato no respondía quedandosé dormido como si nada o despertandosé sólo un ratito mucho menor del necesario para ponerlo en su lugar.

Mi mujer me decía que no me preocupara pero al repetirse tres o cuatro veces fuí a consultar al médico.

Me hizo hacer análisis de todo tipo y con los resultados volví a verlo.

—Clínicamente esta diez puntos para su edad. —me dijo (aclaro que estoy a punto de clumplir los 64).— Posiblemente este un poco stresado. Tomesé estas vitaminas y seguramente se va a normalizar en poco tiempo.

Tomé las vitaminas pero no tuve ningún resultado. Si bien en general tenía más energías, en particular el amigo no conseguía levantarse de su letargo, y les aseguro que no era por falta de ganas... mías.

Fuí a ver al urólogo, el especialista de toda esa parte importantísima del cuerpo de un hombre.

Me metió el consabido dedo en el culo, me hizó hacer una ecografía y un psa y me dijo, en una segunda visita, que estaba todo bien y que no me hiciera problemas que seguramente era algo pasajero.

El problema persistía y ya me estaba inquietando. Más cuando nadie me decía nada concreto como, en el peor de los casos, –Pedro, su vida sexual ha terminado, de ahora en más sólo podrá usarla para mear.

Probé las flores de Bach, la homeopatía, la numerología, la acupuntura y alguna cosa más que no recuerdo.

Hasta fuí a una tarotista-vidente natural que lisa y llanamente me dijo que alguna mujer despechada me había hecho un daño y que hasta que no descubriera de quién se trataba y reparara la ofensa inflinjida no me iba a mejorar.

Como eso era una misión imposible comencé a resignarme a que en lo sucesivo mis organos genitales fueran la lengua y los dedos. Pero no era lo mismo, decididamente me parecía mejor la manera anterior de saciar mis apetitos carnales.

Un día charlando con mi amigo Alejandro salió el tema garche.

–Pausada, pero inexorablemente me estoy retirando a cuarteles de invierno. –le comenté

–¡Estas loco! Si sos menor que yo y mirame, todavía puedo levantar temperatura casi como en los mejores tiempos.

Le conté todas mis peripecias médicas y no médicas. Me escuchó atentamente y al finalizar me dijo:

–Vos tenés que ir a ver a la Dra. Spinelli, que es especialista en estos casos. Si ella te dice que no va más, no va más en serio. Pero si ve que hay esperanzas, te hace un tratamiento y te aseguró que se terminan todos tus problemas.

Entusiasmado ante la nueva posibilidad, le pedí los datos y la llamé inmediatamente para solicitarle un turno, lo más pronto posible.

Por suerte tenía uno para el día siguiente. Llegué puntualmente a las 19 horas. Una placa de bronce indicaba que en el departamento B del séptimo piso atendía la Dra. Spinelli pero no aclaraba la especialidad. Me abrieron con el portero eléctrico y subí al piso 7.

La puerta del departamento B estaba entornada. Golpeé y del interior me respondieron:

–Adelante, por favor cerrá al entrar, en un momento estoy con vos.

El departamento estaba muy bien puesto pero no parecía un consultorio.

–Hola –sentí a mis espaldas y al darme vuelta me encontré con la Dra. Spinelli, una mujer esplendida, de unos 35 años, morocha, alta con unas tetas infartantes y un culo de película que se me presentaba totalmente en bolas. –Disculpame que te reciba así pero me encanta andar desnuda y siempre que puedo lo hago.

–¿Dra. Spinelli? –pregunté desorientado y sin saber que decir ya que la visión de tremenda mujer me dejó totalmente confuso– ¿que especialidad tiene? –agregue para que no quedaran dudas de que soy un retrasado mental completo.

–Soy abogada, mi nombre es Julia ¿pero me imagino que no vendrás por ningún juicio? –me dijo sonriendo y esa sonrisa me devolvió parte de la poca coherencia que normalmente tengo.

–Si, por el mío, lo estoy perdiendo, estoy a punto de volverme loco.

–Algo me adelantó Alejandro, pero quedate tranquilo, seguramente no es nada para alarmarse. Ponete cómodo, desnudate que ya vuelvo, estoy preparando el baño.

No entendía nada pero me dije que no era momento para intentar comprender algo así que rapidamente me saqué toda la ropa, desnudo observé el adminículo que tengo entre las piernas y me dió la sensación de que estaba intentando despertar de su prolongado sueño. Me interrumpió la observación, la voz de Julia que estaba de vuelta

–¿Qué tomás? –me preguntó mientras se agachaba a sacar del mueble bar un par de vasos mostrandomé tan poderoso culo que mi corazón aumentó sus palpitaciones. Mirandolé el ojete me distraje y tuvo que volver a preguntarme.

–Whisky con hielo –contesté sin dejar de mirar ese punto negro que desde la zanja donde estaba me decía ¡¡¡comeme todo!!!

Nos sentamos en el cómodo sillón a tomar las bebidas. Ella mirandomé abiertamente la pija dijo:

–Si hablara, todo lo que tendría para contar, ¿no?

Traté de hacerme el modesto pero ella me interrumpió.

–No te hagas el humilde. Alejandro me contó que siempre fuiste muy atropellador con las mujeres. –me decía esto mientras disimuladamente me fregaba su teta izquierda en mi brazo. Era evidente que mi brazo tenía conexión directa con la pija porque esta suavemente dijo, ¡¡aquí estoy!!, asomando la cabeza.

–Me encantan los hombres grandes, porque tienen tanta sabiduría, siempre aciertan con lo que necesita una mujer. ¿Vos sabés que necesito yo? –dijo con tal grado de intención que sentí la estocada en medio de los huevos. Acercó su cara a la mía y yo la besé con pasión.

Metió su lengua en mi boca incitandome ha que hiciera lo mismo y prolongamos la unión por largo rato.

Al separarnos sentí, y ví, con agradable sorpresa que mi poronga decía, ¡¡¡eh aquí estoy de vuelta, ¿me perdí de algo?!!! Dura y esplendida se erguía orgullosa como en sus mejores épocas.

–Vení, vamos a darnos un baño calentito –dijo Julia agarrandomé de la pija como si esta fuera un tercer brazo, para guiarme hasta el cuarto de baño.

Nos metímos en la amplia bañera llena de agua a la temperatura justa y de aromáticas sales. Nuestras manos recorrieron nuestos cuerpos deteniendosé en los lugares apropiados. Las suyas alrededor de mis huevos, mi pija y el aro de mi ojete. Las mias tenían mucho más territorio que recorrer. Sus grandes tetas coronadas por rosados pezones erectos, su vagina cálida y profunda con el promontorio de su clítoris ansioso de ser masajeado y su negro ojete que suavemente llamaba a ser hurgado, tragando avidamente el dedo que se animaba a explorarlo.

Mi pija seguía erecta esplendidamente y yo, luego de unos momentos de incertidumbre donde pensaba que en cualquier momento se caía, disfrutaba la sensación dolorosa que me producía tenerla tan duramente parada.

Nos secamos frotandonos con una mullida toalla y fuimos al dormitorio. Se recostó y abriendo ampliamente las piernas me invitó con la mirada a que le chupase la concha.

Se la comí con todas las ganas, chupandolé los labios, metiendo mi lengua en su agujero y pasándola de abajo hacia arriba deteniéndome en ambos extremos. Su duro clítoris y su profundo ojete que ansiosamente se distendía para que pudiera saborearlo.

Nos acomodamos para que ella pudiera llevarse mi pija a la boca y su suave y húmeda lengua calmó un poco el fuego que despedía de tanta calentura. Su concha agradeció mis besos llenandomé la boca de jugoso placer producido por sus orgasmos.

Yo inunde su boca con la abundante leche que largó mi pija, sensible al intenso tratamiento que la boca de Julia, insaciable, le aplicó con implacable esmero.

Me largo toda la leche que había sacado de mis huevos sobre el pecho y la esparció refregando sus tetas sobre mi cuerpo. La abracé fuertemente y la besé con intensidad recibiendo los últimos restos de mi leche que quedaban en su boca. Las trague con felicidad.

–¿Como te sentís?

–Sensacionalmente bien. Nunca nadie me chupo la pija como vos, te lo digo enserio. ¡¡Sos una mamadora increible!!

–Lo que pasa es que hice un master de mamadas –me dijo sonriendo

–¿Enserio? ¿Donde? –pregunté siguiendo la broma.

–Viendo películas porno, me aprendí las técnicas de las pornostars de memoria.

–¿Te gustan las porno? ¡¡Es fantástico!! ¿Vos sabés que a mi mujer nunca le pude hacer ver una? Por lo general a las mujeres no les gustan.

–Ellas se las pierden. A mi me encantan, me recalientan. ¿Querés ver una que está buenisima?

–Claro –le contesté y fuimos al living donde estaba el televisor y la casetera. Nos sentamos y comenzaron a aparecer las imagenes de una de las giras del amigo Buttman y el inefable Rocco alrededor del mundo.

El poderoso italiano con su no menos poderosa herramienta hacía los deleites de dos jovencitas que se disputaban la tenencia de tan codiciada presa. El la repartía salomónicamente, un rato a cada una y un rato dentro de cada agujero.

Nos compenetramos tanto de la acción que impensadamente nos insertamos en ella pajeándonos en un principio y luego siguiendo el ritmo que marcaba el maestro desde la pantalla cual si fuera un profesor de aerobics.

Mi pija nuevamente erecta luego del suave manoseo de Julia fue a alojarse en la tibieza de su vagina exacerbada por lo que reflejaba el televisor. Frenéticamente comenzamos a cojer mezclando nuestros sonidos con los de la pantalla. Mi pija eufórica no paraba de decirme que estaba de vuelta para quedarse... ahí en la vagina o dentro del fabuloso ojete que ahora Julia me ofrecía imitando a la actriz que se disponía a recibir a Rocco en su culo.

Mi pija, nada que ver con la de Rocco, aclaro, se sumergió encantada en ese ojete que hacía todo por tragarsela rápidamente. Se calmó cuando mi vientre chocó con las nalgas indicandolé que ya no quedaba nada afuera. Las entrañas de Julia eran acogedoras como su utero y yo me encontraba tan a gusto que sólo salía para volver a entrar inmediatamente.

Desesperada Julia se pajeaba al ritmo de mis entradas y salidas en su culo. Cuando estuvo a punto de acabar me pidió ansiosamente:

–¡¡¡Llename el culo con tu leche, que no doy más, quiero sentir tu leche caliente, ahora, mientras acaboooo!!!

Su caliente pedido aceleró mis pulsiones y la pija comenzó a largar borbotones de leche acompañando cada paso de mi descomunal acabada. Luego de expulsar la última gota dejé la pija adentro, a su pedido, aún latiendo al unísono con los latidos de su aro anal.

Nos quedamos unidos mientras recuperamos la normalidad de nuestras respiraciones y en la pantalla Rocco seguía repartiendo pijazos a diestra y siniestra.

Normalizados nuestros pulsos, saqué lentamente la verga del ojete de Julia y este me retribuyó con el espectáculo de ver como mi leche salía lentamente de él. A medida que brotaba con mi mano la refregué esparciendolá por las amplias nalgas de Julia que sentía con placer las caricias de mis manos enlechadas.

Nos dimos una ducha y volvimos al living donde había quedado mi ropa. Me vestí lamentando tener que irme, con ganas me ubiera echado un polvo más.

—Es evidente que no tenes nada, la pija te funcionó a la perfección, te lo aseguro. Gozé un montón. Simplemente necesitas mayores estímulos que antes para lograr que se te pare. Tenés que aceptar que ya dejaste de ser un adolescente. —me dijo Julia con tono jocoso.— Tu mujer se va a tener que esmerar y hacerte muchos chiches, si quiere que te la cojas como antes.

Pensé que mi mujer, incapaz de hacer algo fuera de libreto para conseguir que le echase un polvo. En realidad estaba seguro que se sentía aliviada de no tener que cojer más, al menos conmigo. No se que pasaría si se topase con un especialista masculino de la calidad de Julia.

Me fuí contento, Julia seguiría de cerca mi recuperación, arreglamos para vernos al menos una vez por semana.

Era indudable que se trataba de una especialista en cierta clase de impotencia, creo que la más común, la producida por la rutina y el aburrimiento.

Le dí un tremendo chupón en la boca, que respondió gustosa refregandomé la lengua adentro de mi boca, antes de salir del consultorio... digo del departamento.