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Gold Collection (4)

en Grandes Series

CUARTA ENTREGA

23: 30 Horas. Dulce y acaramelada piel.

Carlos se aproximó de nuevo a la cama con el plato del flan con nueces sujeto con ambas manos. Me lo hizo coger a mí durante unos instantes. Con una cucharilla cogió flan y lo dirigió a su boca, luego con la misma cuchara cogió más y lo dirigió a mí, abrí la boca y lo comí. Luego dio más a Elisa. Comer los tres parecía formar parte de aquel juego total. No obstante yo quería mantener mi estatus de mirona, por lo que no comprendía muy bien qué hacía allí con ellos. Por lo pronto íbamos a comernos el flan. Pero no de cualquier manera, por lo que pasó a continuación. Mi yerno dejó caer una cucharada de flan sobre el vientre plano de su amiga y él mismo se agachó a recogerlo con su lengua en un gesto que erizó el vello de la joven. Dejó caer una segunda cucharada y él mismo la recogió otra vez con más ansia.

Elisa estaba tumbada y Carlos y yo permanecíamos sentados en el borde de la cama, junto a ella. Creí oportuno levantarme y sentarme en la butaca que antes había ocupado él, pero aquella tercera cucharada de flan sobre el vientre de Elisa, tenía otra boca como destino. Mi yerno me cogió de la nuca y con suavidad me invitó a inclinarme sobre el vientre de la mujer, pero desde luego mi intención fue la de retroceder y rechazarlo. Me incorporé de nuevo y Carlos me miró fija e intensamente a los ojos como diciendo que sólo era un juego y que si ya habíamos llegado hasta allí… Aún pareciéndome feo lo de comer del vientre de Elisa, creo que lo hice más por complacer a mi yerno y por no quedar como una pudibunda. Mi lengua lamió con timidez, pero comprobé que el sabor de aquel rico flan mezclado con el de la piel caliente y de intenso aroma a mujer de Elisa, fue una sensación muy gustosa. También, inclinada sobre ella no me fue difícil percibir los efluvios de su… coño.

 

23:55 Horas. Confidencias femeninas.

Carlos echó más flan sobre el vientre de Elisa y yo lo comí, sin reparar que además le había echado sobre las tetas y él mismo se las chupaba. Por eso empecé a notar las pequeñas convulsiones de placer de ella, que me causaron cierto escalofrío interior. Me incorporé. Carlos acabó de lavarle las tetas con la lengua a su amiga y también se incorporó. Igualmente Elisa se levantó de la cama para ir al aseo a enjuagarse el caramelo que tenía pegado al cuerpo. Me pidió que la acompañase y Carlos dijo que era buena idea. Lo hice, ¿por qué no? Entramos a un cuarto de aseo contiguo al dormitorio. Elisa se acercó al lavabo en busca de una esponja con la que frotarse. Yo me quedé a su espalda admirando su cuerpo y ella me miraba reflejada en el espejo.

-Créeme Azucena –me dijo-, es la primera vez que se me ocurre ser infiel, y por si fuera poco hay una tercera persona siendo testigo de todo. Tú.

Quería hablar pero la voz apenas me salía del cuerpo. Ya no estaba enfadada con ella, sino que lo que quería era que fuese mi amiga, que me aconsejase qué hacer, porque mi cabeza era una amalgama de pensamientos y sensaciones contradictorias.

- Perdóname tú a mí –acerté a decir-. No soy quien para haberte juzgado como lo he hecho durante la cena y te pido también que no me juzgues tú a mí, porque esto también me resulta totalmente novedoso.

- Supongo –siguió ella- que incluso para Carlos es nuevo. Y no te preocupes, no estoy enfadada contigo.

- ¿Qué vamos a hacer ahora? –pregunté.

- No lo sé –dijo ella- ¿Por qué no volvemos a salir y que sea él quien lo decida?

Me pareció bien, aunque me retorcía los dedos por el nerviosismo. Elisa abrió la puerta y yo salí primero; ella detrás. Carlos estaba tumbado en la cama y cubierto por la sábana hasta la cintura. Su pantalón y slip estaban sobre una silla. Ahora estaba completamente desnudo. Me asaltó una gran zozobra al caer en que yo era la única que permanecía vestida y de nuevo mi timidez me llevó a querer sentarme en la butaca, cosa que de hecho hice. No reparé por otro lado que frente a la cama había una televisión y Carlos la veía. Era una película pornográfica. Elisa rodeó la cama y se echó junto a Carlos, quien de inmediato alzó la sabana del lado de ella y le sugirió que metiese la cabeza por debajo. No pude ver nada, tan sólo el bulto de la cabeza de ella que se dirigía hacia el sur del cuerpo masculino. Nunca hubiera sabido qué sucedía debajo de la sábana si no me lo hubiesen esclarecido las propias escenas de la película pornográfica; la primera que veía en mi vida. La mujer blanca de la pantalla tragaba, engullía, chupaba y lamía el miembro de un negro, quien impasible le acariciaba la cabeza a ella. Nunca pensé que eso se lo pudiera hacer una mujer a un hombre, e inmediatamente comprendí que era lo mismo que Elisa le estaba haciendo a Carlos bajo la sábana. La cabeza de la chica ascendía y descendía en un movimiento pausado que provocaba las contracciones musculares de mi yerno, que a la postre dirigió su mirada hacia a mí; eso me acongojó, porque de algún modo intuí que él ansiaba mi entrada en el juego de algún otro modo que no fuese el de mera espectadora. Con un gesto de su mano me animó a acercarme a la cama y sentarme junto a él.

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