Era sé una vez un joven muchacho de una aldea el cual era conocido por todos por vestir siempre una sudadera roja con capucha, algún vaquero y zapatillas rojas. Algunos lo conocían como “mi joven puta”, pero para todos los demás era Caperuza Roja.

Un día su madre le dijo que su pobre abuela se había vuelto a caer por las escaleras y que necesitaría le llevara la compra, cosa que el muchacho accedió encantado, pues en ese momento no tenía nada mejor que hacer que leer el último relato de Sokaris en TodoRelatos y el muchacho prefería salir a la calle para buscar un plan mejor al del habitual cinco contra uno.

Iba caminando por el bosque cuando se le acercó un tipo alto, cachas y muy peludo parcialmente vestido con cuero ceñudo. Se trataba de Lobo, un ladrón que había salido de prisión por buena conducta... o eso fué lo que digeron sus compañeros de celda para evitar volver a recibir la inmensa verga del sujeto en sus ya destrozados culos.

-¡Vaya! ¡Pero si tenemos a Caperucita en persona!

-¡Hola cabrón! ¿Te soltaron del trullo?

-Ya ves, soy más bueno que un corderete...

-Escuché lo del robo a las casas de esos tres hermanos.

-¿Te refieres a esos tan cerdos? Bueno... cosas que uno no puede evitar.

-Tronco, me piro, que mi abuela está chunga y tengo que llevarle la compra del super.

A Lobo se le ocurrió entonces una estupenda y muy perversa idea, con lo que le dió a Caperuza Roja otro recorrido por el que ir a casa de su abuela, uno “más corto”, que en realidad era el doble de largo.

Mientras Caperuza paseaba con la compra de su abuela por el parque Cruising olisqueando los nabos silvestres, y ya puestos en tema mamando o dejándoselos meter en su tierno y delicado culo, Lobo sacó su moto de entre los arbustos y legó a casa de la vieja.

-Ding! Dong!

Sonó el tiembre. Dentro de la casa la abuela se levantó de la cama, molesta pero sin signos evidentes de lesión alguna, y, ya cuando iba a abrir la puerta, trató de simular alguna dolencia. Al otro lado se encontraba Lobo, con la polla parcialmente fuera.

-Buenas, señora. ¿Ha llamado usted al TelePicha?

-No, joven. Pero pase, no sea se le enfrie y al cliente que busca no le guste luego.

-Gracias, buena moza.

Dijo Lobo entrando, y le dió una palmada en el culo a la anciana, la cual no pudo seguir simulando más sus dolores, pero al delincuente poco le importó que realmente la vieja estuviera sana como una manzana.

Pasó una hora y Caperuza Roja llamó a la puerta, pillando a su abuela y a Lobo en el segundo polvo. La anciana se puso nerviosa, pues sabía se trataba del nieto, a lo que Lobo la convenció era que se metiera en el armario y ocupar él su lugar en la cama. Así lo hicieron, pero el joven llegó antes de lo previsto y con las prisas quedaron los pies del hombre fuera, grandes y peludos.

-Abuela, te he dejado la compra en la cocina para que mañana cuando venga la asistenta, Rici... ¡¡Pedazo pinreles gastas!!

-Si, hijo, si, son para caminar mejor.

El nieto se acercó a quien pensaba era su abuela, aunque esta se encontraba escondida en el armario. A Lobo le había dado muy poco tiempo a camuflarse, con lo que había optado por una de las pelucas de la vieja, un gorro de dormir y las gafas de culo de botella, así que él no veía absolutamente nada. Además se había cubierto hasta la nariz con las sábanas, por eso el dejar los pies al descubierto, aunque no fué lo único raro que lo podía delatar.

-¡¡Hey!! ¡¡Pedazo chupa de cuero tienes abuela!!

El nieto se giró hacia una silla cercana, a lo que Lobo solo pudo murmurar una palabra, apenas audible.

-¡Mierda!

-¿Como dices, “abuela”?

-Nada, mi querido nieto, es para cuando viene el del gas, para qu no pase frío en la calle.

-Si, venga, ¿y ese gigantesco bulto que tienes bajo las sábanas?

Ya quedaba claro que el nieto no se chupaba el dedo, aunque no saldría de esa casa sin chupar algo antes. Lobo se levantó, mostrando su cuerpo desnudo y su polla totalmente tiesa. Se quitó el gorro y la peluca. Cuando se quitó las gafas vió a Caperuza Roja que lo observaba con lascivia.

-Ese bulto, querido “nieto”, es para follarte mejor.

-Pues más te vale seas mejor follando que haciéndte pasar por mi abuela. - miró al armario, pero como la abuela seguía sin sus gafas apenas vaía nada.

El joven se arrodilló frente al maduro y comenzó a chuparle la polla. Este movió la cintura, para hacer que le entrara hasta que el pelo del pubis se aplastaba contra su nariz, y luego la sacaba. La puerta de la calle se abrió de golpe y entró un hombre con botas de montaña, vaqueros y camisa a cuadros.

-¡¿Pero que cojones?! - Dijo totalmente confuso. - ¿Donde está Blanca Nieves?

-Así que tu eres el leñador... ya sabía que en estos cuentos no podía faltar.

Dijo el joven sacándose la tranca deLobo de la boca antes de volverla a engullir.

-Está dentro del armario, pero no sé si es lo que te...

El leñador fue al armario, abrió la puerta y abrazó a la anciana.

-¿Otra vez follándote lobos feroces?

-Si, bueno... pero mira, ese es mi nieto, Eduardo.

-A, si, genial. Tiene un culazo impresionante.

-Dame las gafas, quiero ver como lo hace.

-¡¿Como qué?!

Lobo le tendió las gafas a la anciana, la cual se quedó un rato contemplando a su nieto mamarle el rabo a su peludo amante. El leñador se desnudó, sabiendo lo que tocaría, se puso tras Caperuza Roja, con la polla tiesa y dura como una roca, y se la metió de una vez al muchacho, arrancándole un grito de dolor. La abuela se acomodó en la cama, donde, sin perder detalle del como se motaban a su n nieto por boca y culo, se hizo un dedo.

Lobo se corrió en la garganta del muchacho. El leñador no tardó demasiado en llenarle el recto de sus fluidos viriles. La anciana se corrió después que ellos, mojándo las sábanas con sus fluidos vaginales. Pero Eduardo aún seguía con la polla tiesa y ganas de guerra.

-Ven aquí, mi niño guapo.

Le dijo su abuelita, separándose los labios de la vagina. El nieto, hipnotizado, se levantó y le introdujo a la anciana que tantos cuentos le contó en su infancia el falo en las entrañas. Se sentía húmedo y cálido, y apretaba como si quisiera arrancársela de un momento a otro.

No tardó demasiado en correrse, aunque el lañador aprovechó el momento en el que el joven dejó caer su cuerpo sobre el de la abuela, exhausto, para volvérselo a follar, deleitándose con los gemidos de placer.

Por su parte Lobo se vistió con sus exiguas ropas de cuero y se dirigió a otro lugar en donde poder hacer algo interesante, cansado de tanto tópico en su mundo de cuento de hadas. Por lo visto había una joven dentro de una urna que había que darla un beso para que se despertara... ¿valdría que el beso fuera con la polla en lo más profundo de su coño? Debía averiguarlo.