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Sin Codificar (1)

en Gays

Desnudo. Humillado. Con el culo desbordado de semén y la cara empapada en lágrimas y orina. ¿Como había llegado a esta situación?

Mi nombre es Rodrigo, aunque mis amigos me llaman Dri, pues dicen que soy muy seco. Tampoco es que tenga muchos, pero siempre he preferido pocas personas de confianza a una multitud de aduladores.

Tengo treinta y cinco tacos. Voy al gimnasio seis veces por semana y hago una tabla muy completa de ejercicios, pues de nada sirve tener unos brazos muy desarrollados sin tener el resto del cuerpo al mismo nivel. Mido dos metros veinte, lo que hace que, junto a mi musculatura y mis inmensas manos y piés, más de uno se asuste. Pese a ello soy “jodidamente atractivo”, o eso me ha dicho todo hombre y mujer a los que conozco.

Nada de eso evitó que acabara en una mazmorra lúgubre y mohosa encadenado a un camastro ni que me usaran como un juguete sexual durante horas.

Todo dió comienzo un lunes 4 de julio. Era media tarde y estaba en los vestuarios de mi curro (soy segurata en un centro de El Corte Inglés) quitándome el uniforme. Samuel, un compañero de curro gay, aunque si le dijera que lo sé lo negaría categóricamente, de dieciocho años recien cumplidos, esperaba a que diera su hora de entrar. Siempre que me tocaba de mañana él llegaba media hora antes y nos la pasabamos hablando, pero eso era porque él sabía que no habría nadie más y podría verme en pelotas.

Si algún día se atreviera a admitir lo que es me lo follaría en esa media hora sin dudarlo, aunque a mi novia le podría molestar. Pero bueno, ella sabía perfectamente de mi bisexualidad cuando comenzamos a salir.

Pero volviendo a donde estábamos. Yo me estaba quitando la ropa con lentitud, casi como si hiciera un streaptease. La chaqueta, la camisa, los pantalones y, por último, los calzoncillos. Me había memorizado los horarios de Samuel solo para llevar unos calzoncillos de repuesto y poder justificar mi desnudo integral con el cambio de muda.

Pero hoy Sam daría un paso que no me esperaba. Estábamos hablando de cine, como si tal cosa, cuando mi compañero de curro mencionó el nombre de un actor.

 

-Estuve viendo Saw VI y me llamó la atención que sale Fraçois Sagat.

-¿Quien?

 

Dije yo tratando de hacerme el tonto. Estaba en calzoncillos y la tenía morcillona, pero al oir ese nombre me dí la vuelta hacia mi taquella, pues me estaba comenzando a empalmar.

 

-Ya sabes, el actor de porno.

-Vaya... yo es que sé más de actrices de porno. - Respondí, giré la cabeza para mirarlo y nos reimos.

 

Me había quitado los calzoncillos por no levantar sospechas cuando noté una palmada en mi gluteo derecho. Era Samuel, que estaba detrás mía. Me tendió la mano, llevaba un flyer de discoteca negro que me sonaba familiar.

 

-Deberías tener cuidado con las fotos de las... “actrices” porno. No todo el mundo será tan comprensivo.

 

Agarré la tarjeta. Se trataba de la fiesta que dieron por el cumpleaños de Fraçois Sagat, solo que este tio en vez de soplar velas escogió una polla por año y estas le bombearon duramente el culo durante toda la noche. La mía fue una de ellas... y además fuí el único al que invitó a su hotel a dormir juntos.

 

-Una gran noche, ¿no?

-¿Cual? - Pregunté sonrojado.

-Te follaste a ese tiazo y apenas se te bajó el cipote lo más mínimo.

 

Me quedé mudo. Sam me agarró de la cintura y me hizo girarme. Tenía el rabo duro como una roca, apuntando directamente a mi compañero. Este comenzó a masturbarme suavemente y me dijo, con gran ternura.

 

-Habermelo dicho.

-¿El qué?

-Que eres gay... yo... tambien lo soy.

 

Apoyé mis manazas en sus hombros, sin apartar las suyas de mi descomunal virilidad. Él me miró a los ojos.

 

-Yo no soy gay.

-¿Y me dejas te masturbe así tan tranquilo? ¿Y todos los shows privados que me has dedicado? - Apartó sus manos de mi cipote. - ¿Me vas a decir ahora que eres hetero?

-Tampoco. Soy bisexual.

 

Lo atraje hacia mí y besé sus labios. Mi lengua se introdujo hasta el fondo de su cabidad bucal. Sus manos bajaron por mi cadera y se aferraron con fuerza a mis gluteos. Despojé a Samuel de su camiseta, dejando su delgado y fibrado torso al descubierto. Él mismo se desabrochó el pantalón y lo dejó caer al suelo, pero sin quitarse su ropa interior, unos boxers con dibujos de Los Picapiedra.

Pude ver la hora en el reloj de la pared que quedaba a espaldas de mi compañero. Samuel iba a entrar en el tuno tarde, pero yo noquería apartarme de él. Ver entrar por la puerta a Roberto, el jefe de equipo, hizo que cambiara de idea y me despegara de mi compañero a tal velocidad que este quedó desconcertado.

Roberto es un hombre de unos cuarenta años, moreno, muy cachas aunque bastante más bajo que yo. Las pocas veces que había mirado a su parquete parecía tener siempre el pantalón a punto de reventar.

 

-Vaya, la putilla encontró un compañero de juegos...

 

Dijo con un vazarrón grave y se acercó a Samuel por la espalda. Acarició los gluteos del aterrado muchacho, que apenas se atrevía a moverse.

 

-Tienes buen culo... y vas a entrar tarde al turno.

 

El jefe de equipo se abrazó al muchacho por la espalda, dejándole sentir el tamaño de su paquete ,encerrado bajo el uniforme, contra la piel de su culo. Le lamió el cuello sin reparo alguno.

 

-Necesitas un justificante para llegar tarde...

-Abajo me han visto llegar.

-No, la que te vió llegar salió antes por temas familiares. Sigues necesitando el justificante. ¿Me enseñas que sabes hacer para ganártelo?

 

Me dí la vuelta, sin importarme mi desnudez, y dí un paso en dirección a ambos.

 

-Perdone, Señor, el muchacho no quiere nada de usted.

 

Y era verdad. Tamblaba, tenía los ojos humedecidos en lágrimas y estaba blanco como la cal.

 

-¿Acaso es tu novio?

-Sí, y no quiero le toque un pelo.

 

Agarré a Samuel del brazo, aprentando el su mano contra mi antebrazo como respuesta, y lo atraje hacia mí, rodeándolo entre mis brazos.

 

-Rodrigo, tenemos varias formas de resolver esto.

-¿Es una amenaza?

 

Dejé que Samuel se pusiera a mis espaldas y miré a Roberto fijamente, apretando los puños y dispuesto a entrar en acción en cualquier momento.

 

-Es una advertencia.

 

Roberto comenzó a desnudarse como si fuera lo más normal del mundo y siguió hablando.

 

-Quiero el culo de ese novio tuyo, y tu no estarás siemre para protegerlo...

-¡Podemos denunciarte!

-¿Con que pruebas?

 

Ya desnudo se cruzó los brazos sobre su poderoso pecho.

 

-Conozco a demasiados agentes y casi todos me deben un favor. Antes que admitir vuestra denuncia os encerrarán con los peores violadores de la ciudad y dejarán qu ueguen con vosotros a sus anchas.

-No me dá miedo.

-Debería. - Me miró con los ojos entrecerrados. - O podemos hacer un trato. Pon tú el culo para que te lo follemos toda la plantilla y tu novio se verá ileso.

 

Me giré para mirar a Samuel, el cual parecía más tranquilo bajo mi protección. Le dije que se vistiera, recogiera sus cosas y le dí tanto las llaves de mi casa como la dirección donde vivía. Ya se lo explicaría a mi novia a su debido momento. Nada más irse me fuí a las duchas, apoyándome contra la pared. Roberto me siguió sin decir una sola palabra y, con el nabo erecto en la mano, tomó posición para petar mi estrecho culo.

Ni me lo lubricó ni me lo dilató ni tuvo consideración alguna conmigo. El nabo de Roberto, no muy largo pero si terriblemente ancho, entró en mis entrañas de una sola y brutal embestida, causándome un dolor terrible. Si no fuera porque todas las noches mi novia me metía sus juguetes sexuales por el culo para, según ella, “comprendas lo que se siente cuando te meten algo tan grande como tu polla” probablemente me habría desgarrado.

Pero entró. Me dolió como el infierno, y eso solo sería el principio. Comenzó a bombear al máximo de sus capacidades. Sus cojones, gordos y peludos, golpeaban contra is gluteos, sonando rítmicamente. Sus gemidos y bufidos eran como los de un caballo que se pontara a una yegua. Su aliento, cálido pero con un fresco olor a menta, chocaba contra mi nuca. Y, pese al dolor inicial, me estaba gustando ser la puta de mi jefe.

 

-Te... te gusta mi cipote, ¿no, puta?

-Demasiado... ¡¡Uugh!! Demasiado, jefe.

-¿Quieres... que me... me corra dentro?

-¿Y... ¡¡Aagh!!... si me niego?

 

Me dió una fuerte embestida, enterrándola hasta la base. Noté una sustancia viscosa y caliente saliendo del cipote de Roberto al interior de mi culo. El muy cabrón acababa de correrse en mí. Al tiempo que se corría gimió con tal fuerza que debió haberse escuchado en todo el edificio como poco.

 

-No te lo preguntaba porque fuera a hacerte caso.

 

Me dijo mientras me sacaba la polla del culo.

 

-Como dejes que se salga mi lefa de tu interior te juro haré te la comas del suelo.

 

Se dirigió a su taquilla, rebuscó entre sus cosas y cogió un bote de gel, que me lo lanzó. Lo alcancé al vuelo.

 

-Dúchate, ahora cuando estés te daré una toalla.

 

Abrí el agua caliente, gradué la temperatura y me eché del jabón que me había dado mi jefe, tratando de tener el ano todo lo cerrado que pude, no fuera a hacer algo peor que violarme como venganza.

Había decidido según saliera de toda esta mierda iría a hablar con mi abogado y al hospital a que me miraran las secuelas de lo que me había hecho Roberto. Me sentía cansado. El mundo comenzó a dar vueltas y más vueltas. Cada véz más rápido. Era como caer por un agujero que no tenía final.

Dejé de oír el sonido del agua. Me pareció ser agarrado por infinidad de manos y el como me alzaban, pero perdí el conocimiento en ese instante.

 

AVANCE EPISODIO 2

 

Desperté. Me encontré atado de pies y manos, con los ojos vendados y algo con un sabor espantoso dentro de mi boca. Tambien me pareció notar unas manos alzando mis piernas, las cuales debían estar atadas en algún poste o similar, y el como me entraba y salía una polla del ojete.

Alguien gemía encima mía. Sus gemidos se volvieron cada vez más furiosos hasta que, finalmente, se corrió en mi culo. Cuando me la sacó noté una abundante cantidad de lefa corriéndome por las piernas hacia la espalda. No parecía ser la primera vez que me follaban desde la perdida de conocimiento, pero no sabía ni cuanto llevaba inconsciente ni cuantos tios me habrían violado a estas alturas.

Moví la cabeza de un lado a otro, intentando librarme de las vendas en mis ojos. Una voz conocida me habló, una voz grave y varonil. Roberto.

 

-Veo que ya has recuperado el conocimiento. Estás atrapado, no podíamos arriesgarnos cantaras como un pajarito. Seguirás aquí hasta que nos cansemos de tí y decidamos tú destino.

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