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Sin Codificar (2) / terror explícito

en Gays

Desperté. Me encontré atado de pies y manos, con los ojos vendados y algo con un sabor espantoso dentro de mi boca. También me pareció notar unas manos alzando mis piernas, las cuales debían estar atadas en algún poste o similar, y el como me entraba y salía una polla del ojete.

Alguien gemía encima mía. Sus gemidos se volvieron cada vez más furiosos hasta que, finalmente, se corrió en mi culo. Cuando me la sacó noté una abundante cantidad de lefa corriéndome por las piernas hacia la espalda. No parecía ser la primera vez que me follaban desde la perdida de conocimiento, pero no sabía ni cuanto llevaba inconsciente ni cuantos tíos me habrían violado a estas alturas. 

Moví la cabeza de un lado a otro, intentando librarme de las vendas en mis ojos. Una voz conocida me habló, una voz grave y varonil. Roberto.

 

-Veo que ya has recuperado el conocimiento. Estás atrapado. No podíamos arriesgarnos a que cantaras como un pajarito. Seguirás aquí hasta que nos cansemos de ti y decidamos tú destino.

 

Intenté gritar, pero no me era posible. Noté una manos recorriéndome todo el cuerpo. Me quitaron lo que sea tuviera en la boca, pero rápidamente noté el como una polla ocupó su lugar. Una enorme, a decir verdad, aunque no podía ver al sueño de la misma. Sabía salada y amarga a partes iguales.

 

-Traga toda mi verga, puto, traga y verá como su papazote puede ser bueno y darle el postre que tanto quiere. - Habló con evidente acento argentino. - Pero como muerda le salto todo los dientes de un solo manotazo.

 

Sabiendo que po podría hacer otra cosa comencé a mamar el vergajo. A los pocos segundos noté otros dedos que hurgaban en mi ya muy dilatado (y dolorido) ano. A estos le siguieron una polla gigantesca, que se fue abriendo paso en mi interior con firmeza. Parecía no tener fin, y lo peor es que a la que noté los huevos me la comenzó a sacar nuevamente.

Así estuve un buen rato, con el argentino dándome de mamar y el otro metiendo y sacando su rabo XXL hasta que volví a perder el conocimiento.

Desperté en una habitación, sin venda en los ojos. Me habían sentado en una silla, a la que estaba atado por medio de correas de cuero en muñecas y tobillos. Noté un enorme dildo vibrando en las profundidades de mi culo.

Frente a mi vi a todos los tíos de una banda de magrebies que había pillado en multitud de ocasiones robando en mi lugar de trabajo. Todos estaban desnudos y lucían unas impresionantes erecciones en sus vergajos. El primero que se me acercó fue Ahmed, el más joven de la banda.

Como mucho debía tener unos dieciocho, pues hasta hacía poco lo mandaban a robar y poco podíamos hacer sin que nos cayera el peso de la ley encima. El niñato cabrón se arrodilló delante mía y comenzó a lamerme los huevos. Su lengua era suave y cálida. Hizo se me pusiera tiesa, y tras comentar algo en árabe a sus compañeros, prosiguió sus lenguetazos por el tronco de mi falo hasta llegar al capullo, que se metió en la boca y lo saboreó golosamente, como si fuera un caramelo.

Estuvo así unos minutos, dándome un increible placer, pero se levantó, se giró y acercó su ano a la punta de mi capullo, que chorreaba lubricante natural. Se metió mi cipote de un solo golpe en su interior. Noté que estaba apretado, con un interior caliente y blando.

No tardé mucho en correrme, pero solo por joder ni avisé y toda mi crema acabó dentro del culo del muchacho. Ahmed se levantó soltando una serie de improperios en árabe y con mi leche chorreando por sus muslos. Hazim, de unos treinta tacos, no muy alto pero si bien cachas, casi el doble que yo, y con una polla grande y terriblemente gruesa, se me acercó.

 

-Tu no deber hacer eso.

 

Se subió a la silla, me apunto con su trabucazo a la boca y, tras obligarme a abrirla apretándome del cuello, la enchufó de un solo movimiento de cadera hasta la base. Puse notar como se me desencajaba la mandíbula, pero eso a Hazim no le importó lo más mínimo, pues comenzó a follarme la faringe con todas sus ganas. Alguien debió tocar el vibrador de la silla, pues este pareció aumentar su potencia notablemente.

El dolor de la mandíbula, las nauseas de la folla contra mi campanilla, la rabia de estar siendo violado de forma tan constante y el miedo a haber sido contagiado por, como poco, media docena de venéreas me llevaron a la desesperación. Un río de lágrimas brotó de mis ojos, cosa en la que se fijó Ahmed, diciéndoselo a sus compañeros. Said, uno más bajito que los otros, delgado y bastante fibrado, pero con una herramienta considerable, dijo algo en árabe. Lo repitió en castellano.

 

-A esta zorra le voy a dar razones para llorar de verdad...

 

Sin que su compañero me la sacara un instante de la boca Said comenzó a tocarme el nabo, el cual se ve volvió a poner duro casi de inmediato. Me estuvo pajeando un buen rato, dijo algo en árabe, Hazim respondió entre gemidos en la misma lengua. Me puso algo en la polla, me apretaba mucho, llegando a dolerme. Intenté quejarme, pero no podía.

Lo que siguió fue en cuestión de segundos, aunque a mi me pareció una eternidad.

Said cogió un cuchillo bien afilado que le dió Ahmed y, de un solo movimiento de muñeca, me cercenó polla y cojones por la base. Se apartó con agilidad felina a tiempo de evitar el primer chorro de sangra, con mi polla tiesa y amputada en la mano, pues había puesto algo para que no se bajara la erección de mi miembro mutilado. Hazim me la sacó de la boca, que no podía cerrar por estar desencajada, bajó de un salto de la silla y me metió todo su nabo en el agujero que había donde hacía escasos segundos estuvo mi polla. Said metió mi miembro en el culo de Hazim, el cual gimió y gritó con violencia. Noté un dolor más allá de todo lo que os podáis imaginar y chorros de algo caliente que me inundaba las vísceras, causándome aún más sufrimiento, momento antes que todo se volviera negrura.

 

Abrí los ojos. Desconocía cuanto tiempo habría pasado, pero ya no había dolor. Me encontraba en una habitación oscura sobre una cama. Estaba boca abajo con dos morenazos, uno a cada lado, los tres desnudos. Me llevé las manos a la entrepierna, aún estaba ahí. ¿Que cojones me estaba pasando?

 

-Hola papito, ¿a que se siente bien rico después de la cojida que le dimos?

-¿Como?

 

Estaba perplejo. No recordaba nada de la noche, menos el haberme acostado con dos impresionantes mulatos. El que aun estaba recostado a mi lado se incorporó, me dió una palmada en mi expuesto trasero y, antes que pudiera reaccionar, se colocó encima mía y me metió su virilidad de un solo golpe, aunque no me dolió, solo tuve una oleada de placer.

 

-Tocará que le haga recordar, mi amol.

 

Me susurró al oído y mordisqueó con ternura el lóbulo. El otro me introdujo el miembro por la boca, que tenía abierta entre los gemidos y lo perplejo que me encontrara. Instintivamente comencé a mamar el vergajo. Estaba caliente y sabía ligeramente a plátano.

El que me estaba follando el culo comenzó a correrse. Parecía una manguera, pues no dejaba de brotar lefa de su polla. Al rato le siguió el que me sometía a la mamada. Su lefa tenía un sabor a plátano aún más intenso. Sentí mi intestino llenarse, literalmente, de lefa, y el dolor de la válvula que lo separa del estómago forzada a abrirse hacia el lado que no debía. Por la garganta también me entraba una cantidad ingente de crema de macho.

Me estaban llenando como un bollo de crema, literalmente, mientras no paraban de reír.

 

-¡¡Mira al puto!! ¡¡Se infla como un balón de agua!!

 

Me dolía todo el cuerpo. La piel se me estaba estirando, el corazón lo tenía presionado y apenas podía respirar. Miré al techo. No se como lo hice, pues no me había dado la vuelta, pero podía ver el techo, en donde había un gran espejo. Allí estaba yo, a cuatro patas, inflado como un globo y con dos extraños seres, uno introduciendome un pene del tamaño de una pierna por el recto y el otro por la boca, que tenía sobrenaturalmente abierta. No eran humanos, eso seguro.

Ví mi cuerpo agrietarse y estallar a cámara lenta. Las vísceras, sangre y semen salpicaron toda la habitación. En el espejo eran esos seres extraños los que recibieron mis fragmentos, en la cama los supuestos mulatos. Había muerto, pero seguía viendo lo que pasaba. Al menos hasta que algo blanco cubrió todo mi campo de visión. Una mano me agarró del antebrazo y tiró de mí con fuerza, sacándome de una vagina gigante. Era como un parto, solo que yo era un hombre adulto, y seguía desnudo. Mi cuerpo estaba intacto.

Era Roberto, pero no lo era. Había algo raro en todo esto. Dí un paso en su dirección. Sentí agua a la altura de mi cintura. Me encontraba en el interior de un jacuzzi. Roberto me abrazó, besó mis labios y susurró a mi oido una enigmáticas palabras.

 

-¿Quieres despertar a la realidad?

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