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Noche de Luna Llena

en Gays

Noche de Luna Llena, un relato de Albany, Tragapollas Manchego y Xapelio para los lectores de www.todorelatos.com que narra sucesos paralelos a Muérdago Blanco. // Si no leíste Muérdago blanco no lo dudes y... ¡¡hazlo ya!! ;) http://todorelatos.com/relato/112104 // Si lo estás leyendo fuera de www.todorelatos.com es que estás en la página de un ladrón que roba el trabajo ajeno y se lo atribuye vilmente.

 

Notio Ukwakhiwa seguía clavándola en el culo del hijo del posadero cuando Varcolac abandonó la posada, en compañía de un joven de buen ver. Se relamió, pues cuando regresara su amigo el falso leñador sabía que podría pactar un precio por el culo de ese muchacho. Dió unas últimas embestidas, sientiendo un estremecimiento recorriéndole todo el cuerpo, y su caliente semilla se soltó, llenando el intestino del muchacho. Cogió su ropa, que no se puso, simplemente la metió dentro de una mochila.

 

Colgó la mochila al hombro, se acercó a la barra y le susurró algo al tabernero. El resto de clientes no escucharon nada, pues ya estaban entretenidos sacándose las vergas y metiéndolas en la boca y el culo del muchacho, que apenas daba a basto.

 

-Rossi, me quedaré por la zona, por si me necesitas más tarde.

-Nuestro rastreador se marchó…

-Ya noté. Espero le haya traído hierba lupina.

 

El posadero le puso delante una taza humeante y un pequeño paquete de tela. Notio se bebió el contenido de la taza de un trago, ignorando lo caliente y amarga que estaba la bebida. Rossi, dándose la vuelta, y mientras cogía un trapo y limpiaba unas jarras vacías, habló, aunque dándole igual si obtenía respuesta.

 

-Sigo sin entender porque quisiste esa noche de sexo con Varcolac el mes pasado, sobre todo sabiendo que…

-Seguirá sin saberlo.

 

El posadero no hizo gesto alguno que indicara que eso le importara lo más mínimo. Miró hacia donde se encontraba su hijo, en esos momentos siendo follado por dos tremendos rabos por el culo y otros dos por la boca. Miró al negro, desnudo y con un cuerpo impresionante.

 

-Al salir no olvides despedirte de Marco.

 

Le guiñó un ojo. No hacían falta más palabras. Se pasó por la mesa, miró la fiesta que se estaban montando a costa del hijo del posadero y comprobó que había un buen montón de orgasmos de oro al lado del muchacho. Se marchó, tras dar un azote en el culo al muchacho y decir a voz en grito.

 

-¡¡Eso, putito, contente a los machos con su cuerpo infante!!

 

Escuchó un aullido en la distancia, a este le siguió un segundo aullido, más lastimero. Notio sabía por experiencia que eso significaba un nuevo miembro en la manada. Ya en otra ocasión, cuando visitó a una manada de licántropos en su propia cueva para tener sexo con más intimidad, asistió a una transformación. Aún recordaba la belleza perturbadora y agresiva de ese cambio, aunque esa imagen mental era precisamente la que alejaba de él el deseo de transformarse en licántropo.

 

Caminó en dirección contraria al pueblo, adentrándose más en el bosque. Otros viajeros jamás habrían sido tan osado, pues se decía que había ninfas y hadas que devoraban a los incautos, tanto sus almas como sus cuerpos. Para el antiguo pirata eso no eran más que mitos absurdos. Las ninfas eran hermosas, pese a su naturaleza de planta. Y sus senos expulsaban algo semejante a la miel, pero más líquido. Las hadas, por su parte, tenían más de mil formas distintas de hacer el amor.

 

Notio no consideraba peligrosas a sus amigas de juegos sexuales, aunque también es importante destacar que Notio llegó a tener relaciones sexuales con Parulgri, un gigantesco licántropo plateado de las cordilleras Mains Dedieus, así como los otros miembros de su manada en una noche de luna llena, con sus cuerpos transformados. Hubo riesgos de ser arañado, mordido o desgarrado de haber intentado alguno de los licántropos forzar la salida del bulbo peneano antes de la eyaculación. Pese al peligro seguía recordando esa noche como mágica. Se sonrió al recordar esta aventura.

 

-¡¡Vaya, vaya!! ¡¡Un exhibicionista por el bosque!!

 

Exclamó una voz masculina en un tono jovial a espaldas de Notio. Se giró y se encontró cara a cara con un hombre de estatura media vestido con un ajustado traje verde, gorrito verde rematado en punta y unas sencillas calzas de cuero teñidas en verde. Sus ojos verdes resplandecían, así como su perfecta sonrisa blanca.

 

-¡¡Robin!! ¡Usted si sabe alegrar mis noches de luna llena!

-¡¡Jaja!! ¡¿Le dices eso mismo a tus perritos o a esas putas vegetales?!

 

Robin avanzó unos pasos, saliendo a un punto donde la luz de la Luna se reflejaba en su hermosa piel blanca. Seguía sonriendo e irradiaba una calidez que tenía el corazón de Notio a ciento noventa pulsaciones por minuto.

 

-Usted es el único que importó en mi vida.

 

Avanzó unos pasos, en dirección al hombre de verde. Le quitó la estúpida gorrita verde, que tanto había detestado un par de años atrás, sin poder reprimir que unas lágrimas surcaron su rostro moreno. Las pálidas manos de su amado acariciaron con suavidad sus mejillas, retirándole las salobre tristeza.

 

-No. No, por favor. No llores. Sin tí esto hubiera sucedido mucho antes, pero me permitiste conocer el amor.

-Pero…

 

Notio, el duro y viril macho sureño, el cruel pirata que tantas veces había pasado a espada a sus enemigos, estaba frente a un hombre menudo, tembloroso y a punto de romper a llorar. Robin lo abrazó, besándole en los labios. Sus ropajes verdes se deshicieron, como si una llama mística los consumiera, mostrando su desnudez.

 

-Mi hermoso singein, estos treinta días de espera han sido un suplicio.

-Ahora estamos juntos, papito. Aquí me tiene.

 

Le susurró,  tomándolo entre sus brazos. Quería mostrar una fortaleza que no tenía. Su amado, su esposo Robin le besó el cuello, bajó lamiendo los pectorales y mordisqueó los duros y oscuros pezones de Notio.

 

Un gemido escapó de la boca de este. Estaba disfrutando, y deseaba no tener que dar fin nunca a su placer. Robin siguió bajando, ansioso de esa tranca negra y gorda que le esperaba, sabrosa como una buena morcilla. Cuando comenzó a lamerle el glande el singein dijo algo que preocupó al hombre pálido en lo más profundo de su alma.

 

-Hay una manera de no volver a separarnos.

 

Se puso en pie a una velocidad pasmosas, miró a los ojos a Notio y, viendo su determinación, le dijo, con amargura.

 

-Si con ello salvo tu vida estoy dispuesto a dejar de amarte.

-¡¡Si usted pudiera dejar de amarme nada lo agarraría a este pinche mundo!!

 

Una lágrima, brillante como un rayo de sol, salió de los ojos de Robin y se deslizó por su mejilla. Notio le acarició la mejilla y secó la lágrima con su pulgar. Le besó en los labios, con gran ternura.

 

-No quiero una vida sin usted…

-Notio, mi amado esposo, nuestras almas se volverán a encontrar, da igual el tiempo que pase, y podremos gozar de una inmortalidad…

-¡¡No quiero seguir la vida sin usted!! ¡¡Cada día es doloroso y la idea de llegar a olvidarle lo es más!!

-Me temo que tendré que hacerlo… lo mejor para tí… pero no ahora.

-¿Qué quiere decir con…?

 

No le dejó terminar la pregunta. Miró al cielo, el tiempo pasaba más rápido de lo que les gustaría a ambos y el momento en que la luz de la Luna llena le permitía ser tangible llegaba a su fin. Abrazó a su amado Notio, besando su cuerpo de piel color ébano. Lo rodeó, acariciando su tersa y suave piel. Se agachó tras él, separó sus duras nalgas y besó en donde nadie más tenía permitido adentrarse.

 

Tras un rato jugando con su húmeda lengua en ese lugar sagrado el singein, entre gemidos, imploró que lo sodomizara. Lo recostó contra un muro de piedra medio derruido y recubierto de musgo. Era más suave y cálido de lo que debiera, casi como una cama. Apoyó su glande entre los gluteos, apuntando al esfinter anal. Este se abrió a medida que Robin se adentraba en la cueva de su amado esposo. El rudo pirata que lo dejó todo atrás por amor, el hombre despiadado que ahora gozaba del placer de las embestidas de otro macho, el bravo luchador que se deshacía en un mar de lágrimas por la terrible pérdida mil veces recordada.

 

Tras el orgasmo de Robin la solidez de su tacto se fue desvaneciendo, hasta el punto que, en vez de notar que saliera de él, fue como si se diluyera. Notio se giró, viendo a su amado esposo que se volvía transparente.

 

-¡¡No quiero una vida sin tenerle a mi lado!!

 

Bramó, mientras dos ríos de lágrimas amargas enrojecían sus ojos. Robin pasó su mano cerca de su cara, aunque apenas fue como una suave brisa. Su voz era lejana, pero pudo llegar a decirle algo que escuchó con claridad.

 

-Nunca has estado solo, pero solo en estas noches puedes verme, mi testarudo tontorrón. Ahora quiero que busques a alguien junto a quien ser feliz. No puedo dejar de amarte, no quiero dejar de amarte, y no dejaré de amarte, pero si tengo que hacer que me olvides para salvar tu vida lo haré.

-¡¡¡No!!! ¡¡No me dejes solo!!

 

Gritó, desconsolado, mientras Robin terminaba de desvanecerse, dejando tras de sí una bruma de luz que se dispersó con el escaso viento. Notio se giró hacia esas ruinas recubiertas de musgo y enredaderas. Piedras caídas, vidrios rotos, maderas quemadas y una rosaleda que crecía en un claro cercano, recubriendo lo que fuera la pira de madera sobre la que las Inquisidoras del Credo colocaron a su amado Robin la noche que lo quemaron vivo.

 

Una voz habló a sus espaldas, cuando las primeras luces del alba despuntaba en el horizonte. Aún sonaba rasposa, pero se estaba suavizando por momentos.

 

-Sabes que tiene razón, debes seguir tu camino. Si no lo haces por tí hazlo por él, es su deseo.

-¡¡Qué sabrá usted, cerdo de mierda!!

 

Se giró, sabiendo que se encontraría con Rossi, aún con la ropa de faena. Elevó el puño, dispuesto a darle en la cara, pero este lo esquivó. Para ser un hombre corpulento resultaba tremendamente ágil. Agarró a Notio,, pues la inercia de su propio movimiento casi le lleva al suelo. Lo abrazó con un cariño que no solía dedicarle a demasiados, ni tan siquiera dentro de su familia, y susurró a su oído, mientros lo estrechó entre sus fuertes brazos.

 

-Eres un imbecil si piensas que Robin o yo vamos a permitir que te quites la vida.

 

En la distancia, sin hacer un solo ruido y oculto entre los arbustos, Marco contemplaba la escena.

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