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Sin Codificar [versión original]

en Gays

Sin Codificar

 

Desnudo. Humillado. Con el culo desbordado de semén y la cara empapada en lágrimas y orina. ¿Como había llegado a esta situación?

 

Mi nombre es Rodrigo, aunque mis amigos me llaman Dri, pues dicen que soy muy seco. Tampoco es que tenga muchos, pero siempre he preferido pocas personas de confianza a una multitud de aduladores.

 

Tengo treinta y cinco tacos. Voy al gimnasio seis veces por semana y hago una tabla muy completa de ejercicios, pues de nada sirve tener unos brazos muy desarrollados sin tener el resto del cuerpo al mismo nivel. Mido dos metros veinte, lo que hace que, junto a mi musculatura y mis inmensas manos y piés, más de uno se asuste. Pese a ello soy “jodidamente atractivo”, o eso me ha dicho todo hombre y mujer a los que conozco.

 

Nada de eso evitó que acabara en una mazmorra lúgubre y mohosa encadenado a un camastro ni que me usaran como un juguete sexual durante horas.

 

Todo dió comienzo un lunes 4 de julio. Era media tarde y estaba en los vestuarios de mi curro (soy segurata en un centro de El Corte Inglés) quitándome el uniforme. Samuel, un compañero de curro gay, aunque si le dijera que lo sé lo negaría categóricamente, de dieciocho años recien cumplidos, esperaba a que diera su hora de entrar. Siempre que me tocaba de mañana él llegaba media hora antes y nos la pasabamos hablando, pero eso era porque él sabía que no habría nadie más y podría verme en pelotas.

 

Si algún día se atreviera a admitir lo que es me lo follaría en esa media hora sin dudarlo, aunque a mi novia le podría molestar. Pero bueno, ella sabía perfectamente de mi bisexualidad cuando comenzamos a salir.

 

Pero volviendo a donde estábamos. Yo me estaba quitando la ropa con lentitud, casi como si hiciera un streaptease. La chaqueta, la camisa, los pantalones y, por último, los calzoncillos. Me había memorizado los horarios de Samuel solo para llevar unos calzoncillos de repuesto y poder justificar mi desnudo integral con el cambio de muda.

 

Pero hoy Sam daría un paso que no me esperaba. Estábamos hablando de cine, como si tal cosa, cuando mi compañero de curro mencionó el nombre de un actor.

 

-Estuve viendo Saw VI y me llamó la atención que sale Fraçois Sagat.

-¿Quien?

 

Dije yo tratando de hacerme el tonto. Estaba en calzoncillos y la tenía morcillona, pero al oir ese nombre me dí la vuelta hacia mi taquella, pues me estaba comenzando a empalmar.

 

-Ya sabes, el actor de porno.

-Vaya... yo es que sé más de actrices de porno. - Respondí, giré la cabeza para mirarlo y nos reimos.

 

Me había quitado los calzoncillos por no levantar sospechas cuando noté una palmada en mi gluteo derecho. Era Samuel, que estaba detrás mía. Me tendió la mano, llevaba un flyer de discoteca negro que me sonaba familiar.

 

-Deberías tener cuidado con las fotos de las... “actrices” porno. No todo el mundo será tan comprensivo.

 

Agarré la tarjeta. Se trataba de la fiesta que dieron por el cumpleaños de Fraçois Sagat, solo que este tio en vez de soplar velas escogió una polla por año y estas le bombearon duramente el culo durante toda la noche. La mía fue una de ellas... y además fuí el único al que invitó a su hotel a dormir juntos.

 

-Una gran noche, ¿no?

-¿Cual? - Pregunté sonrojado.

-Te follaste a ese tiazo y apenas se te bajó el cipote lo más mínimo.

 

Me quedé mudo. Sam me agarró de la cintura y me hizo girarme. Tenía el rabo duro como una roca, apuntando directamente a mi compañero. Este comenzó a masturbarme suavemente y me dijo, con gran ternura.

 

-Habermelo dicho.

-¿El qué?

-Que eres gay... yo... tambien lo soy.

 

Apoyé mis manazas en sus hombros, sin apartar las suyas de mi descomunal virilidad. Él me miró a los ojos.

 

-Yo no soy gay.

-¿Y me dejas te masturbe así tan tranquilo? ¿Y todos los shows privados que me has dedicado? - Apartó sus manos de mi cipote. - ¿Me vas a decir ahora que eres hetero?

-Tampoco. Soy bisexual.

 

Lo atraje hacia mí y besé sus labios. Mi lengua se introdujo hasta el fondo de su cabidad bucal. Sus manos bajaron por mi cadera y se aferraron con fuerza a mis gluteos. Despojé a Samuel de su camiseta, dejando su delgado y fibrado torso al descubierto. Él mismo se desabrochó el pantalón y lo dejó caer al suelo, pero sin quitarse su ropa interior, unos boxers con dibujos de Los Picapiedra.

 

Pude ver la hora en el reloj de la pared que quedaba a espaldas de mi compañero. Samuel iba a entrar en el tuno tarde, pero yo noquería apartarme de él. Ver entrar por la puerta a Roberto, el jefe de equipo, hizo que cambiara de idea y me despegara de mi compañero a tal velocidad que este quedó desconcertado.

 

Roberto es un hombre de unos cuarenta años, moreno, muy cachas aunque bastante más bajo que yo. Las pocas veces que había mirado a su parquete parecía tener siempre el pantalón a punto de reventar.

 

-Vaya, la putilla encontró un compañero de juegos...

 

Dijo con un vazarrón grave y se acercó a Samuel por la espalda. Acarició los gluteos del aterrado muchacho, que apenas se atrevía a moverse.

 

-Tienes buen culo... y vas a entrar tarde al turno.

 

El jefe de equipo se abrazó al muchacho por la espalda, dejándole sentir el tamaño de su paquete ,encerrado bajo el uniforme, contra la piel de su culo. Le lamió el cuello sin reparo alguno.

 

-Necesitas un justificante para llegar tarde...

-Abajo me han visto llegar.

-No, la que te vió llegar salió antes por temas familiares. Sigues necesitando el justificante. ¿Me enseñas que sabes hacer para ganártelo?

 

Me dí la vuelta, sin importarme mi desnudez, y dí un paso en dirección a ambos.

 

-Perdone, Señor, el muchacho no quiere nada de usted.

 

Y era verdad. Tamblaba, tenía los ojos humedecidos en lágrimas y estaba blanco como la cal.

 

-¿Acaso es tu novio?

-Sí, y no quiero le toque un pelo.

 

Agarré a Samuel del brazo, aprentando el su mano contra mi antebrazo como respuesta, y lo atraje hacia mí, rodeándolo entre mis brazos.

 

-Rodrigo, tenemos varias formas de resolver esto.

-¿Es una amenaza?

 

Dejé que Samuel se pusiera a mis espaldas y miré a Roberto fijamente, apretando los puños y dispuesto a entrar en acción en cualquier momento.

 

-Es una advertencia.

 

Roberto comenzó a desnudarse como si fuera lo más normal del mundo y siguió hablando.

 

-Quiero el culo de ese novio tuyo, y tu no estarás siemre para protegerlo...

-¡Podemos denunciarte!

-¿Con que pruebas?

 

Ya desnudo se cruzó los brazos sobre su poderoso pecho.

 

-Conozco a demasiados agentes y casi todos me deben un favor. Antes que admitir vuestra denuncia os encerrarán con los peores violadores de la ciudad y dejarán qu ueguen con vosotros a sus anchas.

-No me dá miedo.

-Debería. - Me miró con los ojos entrecerrados. - O podemos hacer un trato. Pon tú el culo para que te lo follemos toda la plantilla y tu novio se verá ileso.

 

Me giré para mirar a Samuel, el cual parecía más tranquilo bajo mi protección. Le dije que se vistiera, recogiera sus cosas y le dí tanto las llaves de mi casa como la dirección donde vivía. Ya se lo explicaría a mi novia a su debido momento. Nada más irse me fuí a las duchas, apoyándome contra la pared. Roberto me siguió sin decir una sola palabra y, con el nabo erecto en la mano, tomó posición para petar mi estrecho culo.

 

Ni me lo lubricó ni me lo dilató ni tuvo consideración alguna conmigo. El nabo de Roberto, no muy largo pero si terriblemente ancho, entró en mis entrañas de una sola y brutal embestida, causándome un dolor terrible. Si no fuera porque todas las noches mi novia me metía sus juguetes sexuales por el culo para, según ella, “comprendas lo que se siente cuando te meten algo tan grande como tu polla” probablemente me habría desgarrado.

 

Pero entró. Me dolió como el infierno, y eso solo sería el principio. Comenzó a bombear al máximo de sus capacidades. Sus cojones, gordos y peludos, golpeaban contra is gluteos, sonando rítmicamente. Sus gemidos y bufidos eran como los de un caballo que se pontara a una yegua. Su aliento, cálido pero con un fresco olor a menta, chocaba contra mi nuca. Y, pese al dolor inicial, me estaba gustando ser la puta de mi jefe.

 

-Te... te gusta mi cipote, ¿no, puta?

-Demasiado... ¡¡Uugh!! Demasiado, jefe.

-¿Quieres... que me... me corra dentro?

-¿Y... ¡¡Aagh!!... si me niego?

 

Me dió una fuerte embestida, enterrándola hasta la base. Noté una sustancia viscosa y caliente saliendo del cipote de Roberto al interior de mi culo. El muy cabrón acababa de correrse en mí. Al tiempo que se corría gimió con tal fuerza que debió haberse escuchado en todo el edificio como poco.

 

-No te lo preguntaba porque fuera a hacerte caso.

 

Me dijo mientras me sacaba la polla del culo.

 

-Como dejes que se salga mi lefa de tu interior te juro haré te la comas del suelo.

 

Se dirigió a su taquilla, rebuscó entre sus cosas y cogió un bote de gel, que me lo lanzó. Lo alcancé al vuelo.

 

-Dúchate, ahora cuando estés te daré una toalla.

 

Abrí el agua caliente, gradué la temperatura y me eché del jabón que me había dado mi jefe, tratando de tener el ano todo lo cerrado que pude, no fuera a hacer algo peor que violarme como venganza.

 

Había decidido según saliera de toda esta mierda iría a hablar con mi abogado y al hospital a que me miraran las secuelas de lo que me había hecho Roberto. Me sentía cansado. El mundo comenzó a dar vueltas y más vueltas. Cada véz más rápido. Era como caer por un agujero que no tenía final.

 

Dejé de oír el sonido del agua. Me pareció ser agarrado por infinidad de manos y el como me alzaban, pero perdí el conocimiento en ese instante.

 

Sin Codificar: Terror Explícito

EPISODIO 2

 

Desperté. Me encontré atado de pies y manos, con los ojos vendados y algo con un sabor espantoso dentro de mi boca. Tambien me pareció notar unas manos alzando mis piernas, las cuales debían estar atadas en algún poste o similar, y el como me entraba y salía una polla del ojete.

 

Alguien gemía encima mía. Sus gemidos se volvieron cada vez más furiosos hasta que, finalmente, se corrió en mi culo. Cuando me la sacó noté una abundante cantidad de lefa corriéndome por las piernas hacia la espalda. No parecía ser la primera vez que me follaban desde la perdida de conocimiento, pero no sabía ni cuanto llevaba inconsciente ni cuantos tios me habrían violado a estas alturas.

 

Moví la cabeza de un lado a otro, intentando librarme de las vendas en mis ojos. Una voz conocida me habló, una voz grave y varonil. Roberto.

 

-Veo que ya has recuperado el conocimiento. Estás atrapado. No podíamos arriesgarnos a que cantaras como un pajarito. Seguirás aquí hasta que nos cansemos de tí y decidamos tú destino.

 

Intenté gritar, pero no me era posible. Noté una manos recorriéndome todo el cuerpo. Me quitaron lo que sea tuviera en la boca, pero rápidamente noté el como una polla ocupó su lugar. Una enorme, a decir verdad, aunque no podía ver al sueño de la misma. Sabía salada y amarga a partes iguales.

 

-Traga toda mi verga, puto, traga y verá como su papazote puede ser bueno y darle el postre que tanto quiere. - Habló con evidente acento argentino. - Pero como muerda le salto todo los dientes de un solo manotazo.

 

Sabiendo que po podría hacer otra cosa comencé a mamar el vergajo. A los pocos segundos noté otros dedos que hurgaban en mi ya muy dilatado (y dolorido) ano. A estos le siguieron una polla gigantesca, que se fue abriendo paso en mi interior con firmeza. Parecía no tener fin, y lo peor es que a la que noté los huevos me la comenzó a sacar nuevamente.

 

Así estuve un buen rato, con el argentino dándome de mamar y el otro metiendo y sacando su rabo XXL hasta que volví a perder el conocimiento.

 

Desperté en una habitación, sin venda en los ojos. Me habían sentado en una silla, a la que estaba atado por medio de correas de cuero en muñecas y tobillos. Noté un enorme dildo vibrando en las profundidades de mi culo.

 

Frente a mi ví a todos los tios de una banda de magrebies que había pillado en multitud de ocasiones robando en mi lugar de trabajo. Todos estaban desnudos y lucían unas impresionantes erecciones en sus vergajos. El primero que se me acercó fue Ahmed, el más joven de la banda.

 

Como mucho debía tener unos dieciocho, pues hasta hacía poco lo mandaban a robar y poco podíamos hacer sin que nos callera el peso de la ley encima. El niñato cabrón se arrodilló delante mía y comenzó a lamerme los huevos. Su lengua era suave y cálida. Hizo se me pusiera tiesa, y tras comentar algo en árabe a sus compañeros, prosiguió sus lenguetazos por el tronco de mi falo hasta llegar al capullo, que se metión en la boca y lo saboreó golosamente, como si fuera un caramelo.

 

Estuvo así unos minutos, dándome un increible placer, pero se levantó, se giró y acercó su ano a la punta de mi capullo, que chorreaba lubricante natural. Se metió mi cipote de un solo golpe en su interior. Noté que estaba apretado, con un interior caliente y blando.

 

No tardé mucho en correrme, pero solo por joder ni avisé y toda mi crema acabó dentro del culo del muchacho. Ahmed se levantó soltando una serie de improperios en árabe y con mi leche chorreando por sus muslos. Hazim, de unos treinta tacos, no muy alto pero si bien cachas, casi el doble que yo, y con una polla grande y terriblemente gruesa, se me acercó.

 

-Tu no deber hacer eso.

 

Se subió a la silla, me apunto con su trabucazo a la boca y, tras obligarme a abrirla apretándome del cuello, la enchufó de un solo movimiento de cadera hasta la base. Puse notar como se me desencajaba la mandíbula, pero eso a Hazim no le importó lo más mínimo, pues comenzó a follarme la faringe con todas sus ganas. Alguien debió tocar el vibrador de la silla, pues este pareció aumentar su potencia notablemente.

 

El dolor de la mandíbula, las nauseas de la folla contra mi campanilla, la rabia de estar siendo violado de forma tan constante y el miedo a haber sido contagiado por, como poco, media docena de venereas me llevaron a la desesperación. Un río de lágrimas brotó de mis ojos, cosa en la que se fijó Ahmed, diciéndoselo a sus compañeros. Said, uno más bajito que los otros, delgado y bastante fibrado, pero con una herramienta tambien considerable, dijo algo en árabe, tras lo cual tambien lo repitió en castellano.

 

-A esta zorra le voy a dar razones para llorar de verdad...

 

Sin que su compañero me la sacara un instante de la boca Said comenzó a tocarme el nabo, el cual se ve volvió a poner duro casi de inmediato. Me estuvo pajeando un buen rato, dijo algo en árabe, Hazim respondió entre gemidos en la misma lengua. Me puso algo en la polla, me apretaba mucho, llegándo a dolerme. Intenté quejarme, pero no podía.

 

Lo que siguió fue en cuestión de segundos, aunque a mi me pareció una eternidad.

 

Said cogió un cuchillo bien afilado que le dió Ahmed y, de un solo movimiento de muñeca, me cercenó polla y cojones por la base. Se apartó con agilidad felina a tiempo de evitar el primer chorro de sangra, con mi polla tiesa y amputada en la mano, pues había puesto algo para que no se bajara la erección de mi miembro mutilado. Hazim me la sacó de la boca, que no podía cerrar por estar desencajada, bajó de un salto de la silla y me metió todo su nabo en el agujero que había donde hacía escasos segundos estuvo mi polla. Said metió mi miembro en el culo de Hazim, el cual gimió y gritó con violencia. Noté un dolor más allá de todo lo que os podáis imaginar y chorros de algo caliente que me inundaba las vísceras, causándome aún más sufrimiento, momento antes que todo se volviera negrura.

 

Abrí los ojos. Desconocía cuanto tiempo habría pasado, pero ya no había dolor. Me encontraba en una habitación oscura sobre una cama. Estaba boca abajo con dos morenazos, uno a cada lado, los tres desnudos. Me llevé las manos a la entrepierna, aún estaba ahí. ¿Que cojones me estaba pasando?

 

-Hola papito, ¿a que se siente bien rico después de la cojida que le dimos?

-¿Como?

 

Estaba perplejo. No recordaba nada de la noche, menos el haberme acostado con dos impresionantes mulatos. El que aun estaba recostado a mi lado se incorporó, me dió una palmada en mi expuesto trasero y, antes que pudiera reaccionar, se colocó encima mía y me metió su virilidad de un solo golpe, aunque no me dolió, solo tuve una oleada de placer.

 

-Tocará que le haga recordar, mi amol.

 

Me susurró al oído y mordisqueó con ternura el lóbulo. El otro me introdujo el miembro por la boca, que tenía abierta entre los gemidos y lo perplejo que me encontrara. Instintivamente comencé a mamar el vergajo. Estaba caliente y sabía ligeramente a plátano.

 

El que me estaba follando el culo comenzó a ccorerse. Parecía una manguera, pues no dejaba de brotar lefa de su polla. Al rato le siguió el que me sometía a la mamada. Su lefa tenía un sabor a plátano aún más intenso. Sentí mi intestino llenarse, literalmente, de lefa, y el dolor de la válvula que lo separa del estómago forzáda a abrirse hacia el lado que no debía. Por la garganta tambien me entraba una cantidad ingente de crema de macho.

 

Me estaban llenando como un bollo de crema, literalmente, mientras no paraban de reir.

 

-¡¡Mira al puto!! ¡¡Se infla como un balón de agua!!

 

Me dolía todo el cuerpo. La piel se me estaba estirando, el corazón lo tenía presionado y apenas podía respirar. Miré al techo. No se como lo hice, pues no me había dado la vuelta, pero podía ver el techo, en donde había un gran espejo. Allí estaba yo, a cuatro patas, inflado como un globo y con dos extraños seres, uno introduciendome un pene del tamaño de una pierna por el recto y el otro por la boca, que tenía sobrenaturalmente abierta. No eran humanos, eso seguro.

 

Ví mi cuerpo agrietarse y estallar a cámara lenta. Las vísceras, sangre y semen salpicaron toda la habitación. En el espejo eran esos seres extraños los que recibieron mis fragmentos, en la cama los supuestos mulatos. Había muerto, pero seguía viendo lo que pasaba. Al menos hasta que algo blanco cubrió todo mi campo de visión. Una mano me agarró del antebrazo y tiró de mí con fuerza, sacándome de una vagina gigante. Era como un parto, solo que yo era un hombre adulto, y seguía desnudo. Mi cerpo estaba intacto.

 

Era Roberto, pero no lo era. Había algo raro en todo esto. Dí un paso en su dirección. Sentí agua a la altura de mi cintura. Me encontraba en el interior de un jacuzzi. Roberto me abrazó, besó mis labios y susurró a mi oido una enigmáticas palabras.

 

-¿Quieres despertar a la realidad?

Sin Codificar: Fin de Línea

EPISODIO 3

 

Abrí los ojos. Me encontré en el interior de una cápsula de líquido amniótico con un tuvo en la boca, otro en el recto, una especie de concha recubriendo mi polla y cables que se me introducían en la piel por todo el cuerpo. Algo tiró de la sonda de la boca, causándome unas terribles arcadas.

 

Mis ojos trataban de acostumbrarse a la luz, pues llevaban mucho sin ver realmente. Comenzaron a desenganchar los cables de mi cuerpo, uno a uno. Mis músculos comenzaban a moverse espasmódicamente. Me extrajeron de una vaina de líquido semi transparente, sacándome un enorme tuvo del recto y descubriendo mi desnudez. El cuerpo me pesaba.

 

La persona que mehabía sacado me miró a los ojos. Llegué a ver su cara claramente.

 

-¿Samuel?

-Tranquilo, todo irá bien.

 

Dijo con una voz muy varonil. Me pareció que tenía barba y era bastante más mayor de lo que recordaba. Pero me dió igual. Cerré los ojos, convencido por fin que este era el verdadero mundo real.

 

Desperté en un camastro tapado con unas mantas y con dos hombres en la habitación, la cual estaba carente de cualquier decoración. No había ventana alguna.

 

Uno de los hombres era un fornido pelirrojo vestido con una bata blanca de médico, con algunas pequeñas salpicaduras de sangre y algo violaceo. El otro me daba la espalda. Vestía ropas militares y estaba mucho más cachas que yo. Entonces repare en mí mismo.

 

Estaba muy delgado. Aún se notaba una buena masa muscular, pero era más tonificación que cachas. Había estado mucho tiempo fuera de juego. El militar se giró y me miró de arriba a abajo.

 

-Dri, están hecho una piltrafa.

-¿Samuel?

 

El que fuera un alegre muchacho en otro tiempo se lanzó a mis brazos, ahora siendo un hombre hecho y derecho. Hasta se había dejado barba.

 

-¡¡Te estuve buscando durante meses!!

 

Me besó en la boca. Quedé perplejo.

 

-Pero... ¿que ha pasado?

-A, perdona... no te lo hé contado aún.

 

Me estuvo hablando del día que se vieron las primeras luces en el cielo, del como llegaron, nos invadieron y comenzaron a raptar a la gente. No supieron lo que hacían con nosotros hasta meses después de la caída del último gobierno.

 

Por lo visto yo había sido atrapado durante la segunda oleada alienígena y me estaban estudiando mientras tenían mi mente en otra parte. En la realidad hacía meses que había cortado con mi novia y Samuel era mi novio... hasta que desaparecí. Él no se planteó rehacer su vida, pues tenía que luchar por conservarla.

 

Al año de la invasión comenzaron a aparecer los zombies, solo que no eran exactamente lo que las películas de terror puedan haberos enseñado. Estos contagiaban fozándote sexualmente. Y su número fue en aumento durante un tiempo, hasta que una colonia militar de supervvientes sacó una serie de robots muy avanzados venidos desde vete tu a saber donde y estos protegieron lo que quedaba de humanidad de zombies y aliens.

 

Luego me presentó al pelirrojo.

 

-Este es Gabriel, mi marido.

 

Me quedé un poco cortado, sobre todo por haber aceptado el beso. Los ojos verdes del hombre me observaban, pero no ví crítica en ellos. Se me acercó y me besó en la boca de forma apasionada.

 

-Tranquilo, no tienes que disculparte.

 

Me quedé aún más desconcertado que antes, a lo que Samuel me dijo.

 

-Es psíquico. - Miró a su marido. - ¿Qué te dije de leerle la mente a conocidos?

-Bueno, no sabía si podía ser un espía del enemigo.

 

Me retiraron las sábanas, descubriendo mi desnudez, me ayudaron a ponerme en pie entre los dos y me llevaron a una sala contigua, donde estaba el cuarto de baño.

 

-Vamos a darte una buena ducha.

 

Intenté caminar por mi cuenta, pero mis piernas apenas respondían.

 

-No, no intentes hacer esfuerzos. Llevas casi 10 años sin usar tu cuerpo de verdad.

 

Me dijo Samuel con ternura en lo que Gabriel abría el grifo de una ducha cercana. Ajustó la temperatura y trajo una banqueta para mí, en la que me sentaron. Luego ellos se quitaron sus ropas. Cuando Gabriel se dió la vuelta ví que tenía unos tatuajes en la espalda y un culo de lo más apetecible.

 

Este fue quien se me acercó, me tomó entre sus brazos con gran delicadeza para ayudarme a ponerme en pié y me llevó hasta debajo del chorro de agua. No se si lo haría a propósito, pero en todo momento sus genitales estuvieron en contactos con los míos. Y mi polla había crecido por la excitación. Pero no fue la única. La suya respondió, y esto parecía una guerra de espadas.

 

Samuel se me puso en la espalda. Noté algo duro en el culo, pero me sentía bien. Gabriel le hizo un gesto a su marido, el cual me enterró su verga hasta la base, arrancándome un gemido de placer.

 

-Estos son los celos que me provoca estar con el novio de mi marido.

 

Dijo el pelirrojo y me besó los labios, agarrándome con fuerza por la cintura. Su lengua se retorcía en mi boca,envolviéndo la mía. Su saliva me entraba como un nectar divino que degustaba con ánsia. Samuel tambien me dió su ración de nectar, solo que la depositó en mi culo. Iba a cambiarse de posiciones cuando sonó una alarma.

 

Samuel salió disparado, se secó y vistió en menos de un minuto y salió del baño a la carrera. Gabriel me secó y volvió a llevar a la cama. Se secó, se vistió y, tras besarme en los labios, tambien se fué. Yo quedé dormido, mecido por el rítmico sonido de la alarma.

 

Un grito en la distancia me despertó. Luego unos golpes. Sonidos de pasos y... algo que no identifiqué. Me quité las sábanas de encima y, con gran esfuerzo, me puse en pie. Todo me dolía, pero al menos ahora podía moverme. Cuando iba a abrir la puerta esta se abrió.

 

Al otro lado había una criatura con dos brazos y cuatro patas. Tambien tenía una cabez que, pese a ser extraterrestre, no era terriblemente desagradable. Por la coraza que llevaba y una especie de rifle de asalto deduje debía tratarse de un soldado. Decidí cooperar para vivir. Me dí la vuelta y me puse a cuatro patas, ofreciéndole el culo. Acerté de pleno. La criatura se quitó parte de la armadura, mostrando lo que parecía un gran pene. Se lo tocó un par de veces, para que se pusiera erecto, y lo dirigió a mi culo, muy dilatado por los diez años atrapado en esa vaina donde me retuvieron.

 

Estaba más caliente que el de un humano y me daba un gran placer. Supe que no era la primera vez que me violaba uno de estos seres, solo que no recordaba nada de otras veces anteriores. Me acarició la cabeza con sus manos, casi parecía haber ternura en tal acto, mientras metía cada centímetro de su aparato reproductor en mi interior.

 

Se corrió en mi interior, pero permaneció un rato pegado a mí tras esto. Algo más salió tras el semen. Algo de mayor tamaño que se instaló en mi interior. El alien descargó una segunda tanda de semen y, fue a levantarse.

 

Nunca pudo hacerlo. Hubo un disparo y su cabeza voló en mil pedazos. Una conversación entre dos hombres a los que no podía ver se desarrolló a mis espaldas.

 

-Ha sido todo un éxito, señor.

-¿Cuantos tenemos?

-Creo que una docena... tal vez quince.

-Perfecto, llevadlos al tren. En el laboratorio central estarán muy satisfechos.

 

Noté un pinchazo en el cuello y una nueva pérdida de conocimiento. En el último momento me pareció escuchar la voz de Samuel gritándo con furia.

 

Desperté con la cabeza cubierta por una capucha. Se ecuchaba el traqueteo de un tren y una voz femenina anunció.

 

-Próxima parada refugio 101. Final de línea.

Sin Codificar: Por Nosotros

EPISODIO 4

 

Me sacaron del tren. Pude escuchar quejas y algún grito, pero en mi caso la persona que me llevó fuera del vehículo me trató con gran cortesía. “Ten cuidado hay un escalón”, “espera, sígueme donde te diga, hay cristales en el suelo”, “la puerta está cerrada, no avances aún”.

 

Me dejaron en una superficie blanda y sueva, luego el desconocido removió la capucha de mi cabeza. Pelo rojo, pecas, sonrisa seductora. Por un instante llegué a pensar que era el marido de Samuel.

 

-¿Gabriel? ¿Qué haces tu aquí?

-No, ese es mi hermano. Soy Miguel. - Se me acercó y me besó en la frente. - Gabriel me avisó que te iban a traer aquí. Debemos simular, pero te lo contaré todo.

 

Me tomó entre sus brazos y besó mis labios con pasión. Su lengua jugaba con la mía y su saliva sabía fresca y mentolada. Comenzó a desnudarse, mostrando un cuerpo incluso más desarrollado que el de su gemelo. Cuando quedó el calzoncillos le dije que parara y comencé a lamerle la polla por encima de la tela, la cual estaba poniéndose más dura por momentos. A su hermano solo se la llegué a ver, pero a Miguel se la quería disfrutar.

 

-Estámos en una instalación militar secreta... - Murmuró - ¡¡Que bien chupas cabrón!!

-¿A sí? ¿Y qué más... te gusta? - Dije, tratando de disimular.

 

Se quitó los calzoncillos rasgando la tela, lo que hizo saltar su polla contra mi cara. Me puse a mamar el capullo como si fuera un chupete.

 

-¡¡Si, así, zorra, así!! ¡¡Ponla dura para tu culo!!

 

Gritó, lleno de placer. Un placer que yo quería extraerle. Introduje y saqué un par de veces toda esa descomunal polla de mi garganta, entrándome hasta la base sin ningún problema. Pero me la sacó, me hizo tumbarme boca arriba en la cama, puso mis piernas sobre sus hombro y comenzó a penetras, con calma y suavidad, algo que mi cuerpo decía hacía mucho tiempo nadie me hacía. Pegó su cuerpo al mío y continuó entrando y saliendo de mi culo realizando exclusivamente movimientos pélvicos. Llevó sus labios a mi oreja derecha, que se entretuvo en morsdisquear.

 

-Están investigando los mecanismos de reproducción de los aliens. Saben que son hermafroditas y que ponen un huevo que deben incubar. - Volvió a susurrár.

-¡¡Dame más duro, cabrón!!

-¡¿Eso quieres, puta?! ¡¡Dáte la vuelta!! ¡¡A cuatro patas!!

 

Me la sacó, quitó mis piernas de encima de sus hombros y yo me giré, poniéndole el culo en pompa. Me la metió de una sola vez y hasta que sus huevos chocaron contra mi frontón. La sacó totalmente y repitió la operación. Así más veces, todas ellas a un ritmo brutal, arrancándo gemidos de placer con cada entrada.

 

En la última se abrazó a mí y teminó de susurrarme la verdad.

 

-Los aliens meten un huevo dentro de otro ser vivo por medio de una violación. No sentirás que lo tienes ahí ni afectará a tu vida, pero te lo han puesto. - Me besó el cuelo y movió su pelvis para continuar la follada, aunque ahora era menos salvaje.

-¿Y ahora? - Susurré.

 

La respuesta tardó en llegar, lo que me hizo pensar que solo me habría escuchado la almohada.

 

-¡¡Te voy a llenar de lefa, perra!! ¡¡Voy a vaciar completamente mis cojones en tí!!

 

Se irguió, me dió una fuerte plamada en el culo, que debió haberme dejado marca, y volvió a cabalgarme como antes. Me la volvió a sacar y regresamos a la posición del principio. Primero me folló con dureza arguido sobre mí, dejándome ver su cuerpo de diós nórdico. Mientras el me rompía el culo acaricié su pecho peludo, enrredando mis dedos entre su rojizo vello corporal. Se volvió inclinar hacia mí. No se como lo hacía, me follaba sin reducir la marcha ni un ápice a pesar de ser solo movimientos de cadera. Cuando me besó hizo un vaiven lateral que me hizo morirme de gusto.

 

-En su día aprendí danza del vientre para mi trabajo en una discoteca. ¿Te gusta para follar?

-Mmmm... ¡¡me matas de placer!!

-Me besó el cuelo, fue lamiendo hacia arriba y regresó a mi oido.

 

-Creeme, debería matarte. El General Ricardo “Pollagorda” Johnson descubrió, tras follarse a una soldado violada por estos monstruos del espacio exterior, que durante las primeras cuarenta y ocho horas el huevo es receptivo a ADN externo.

-Eso... es...

-Técnicamente si te voy a preñar. Pero si no te llevo a mi hermano y lo saca...

 

Se volvió a erguir en un rápido movimiento y aceleró aún más el ritmo. Luego comenzó a aullar de placer.

 

-¡¡Sii!! ¡¡Sii!! ¡¡Todo en el culo, puta!! ¡¡Toma mi semilla y disfrútala, zorra!!

 

Se corrió abundantemente en mi interior... y noté como algo dentro de mí absorvía toda esa lefa para volver a su estado de letargo. Miguel se levantó de la cama, me ayudó a ponerme en pié y tiró de las sábanas para podernos acostar, dándome momentaneamente la espalda. Tenía las mismas marcas que su hermano, aunque ahora que me fijaba bien no parecía tatuajes.

 

Me invitó a entrar yo primero a la cama, tumbándome de lado y dándo la espalda a mi nuevo compañero de juegos. Este entró y dijo algo de que necesitaría el chupete para dormir, acercándose a mí y metiéndome su polla, otra vez tiesa, por el culo. No la movió, ni la sacó. Se me abrazó, me susurró al oido que removería cielo, tierra e infierno para protegerme y nos quedamos dormidos.

 

Tuve una pesadilla. O un sueño, no sé muy bien como definirlo.

 

Caminaba por una larga carretera. Había coches abandonados por todos lados, varios parecían habe sufrido accidentes de diversa gravedad. No había nadie, vivo ni muerto. A lo lejos Madrid, con los edificios en llamas y una gigantesca columna de humo alzándose hacia el cielo.

 

Sentía el asfalto contra mis pies desnudos. Había cristales rotos, pero los esquivaba sin problemas. Olía a aceite y caucho quemado. Era como si se hubiera desatado el infierno. Una estructura gigante con gorma de diamante reposaba en el centro del incendio que fué mi ciudad. Escuché unos gemidos en unos matorrales cercanos. Salí corriendo en dirección al sonido, sin preocuparme de otra cosa.

 

Era una mujer, de unos treinta años, con la ropa ensangrentada y... había algo raro. La mujer giró el cuello casi 180 grados de una forma sobrentural, abrió la boca, aunque la mejilla derecha parecía se la hubieran arrancado de un mordisco. Tenía los dientes ensangrentados y de su garganta brotó un desgarrador grito cobrenatural. Saltó sobre mí y desperté, desvioso, sudando y solo.

 

Aproveché para echar una fugaz mirada a mi dormitorio. Un cuarto sin apenas decoración, con una cama de metro treinta y cinco de ancho y un gigantésco ventanal ocupando una de las paredes. Había una tenue luz emitida directamente por el techo, cosa que no había visto nunca antes, y una mesilla de noche junto a la cama.

 

En la mesilla un reloj. Lo miré, ansioso de saber por fin en que hora vivía, un gran avance si quería normalizar mi vida en este extraño mundo. Las 4a.m. Volví a acostarme, cerré los ojos y esperé a que el sueño volviera a mí. Momentos antes de quedar dormido me areció escuchar, en el exterior de mi habitación, el mismo grito inhumano ydesgarrador de mi pesadilla.

 

Sonó el despertador. Miré la hora, las 8a.m. Las puertas se abrieron momentaneamente y entró un soldado de piel color ébano con una bandeja con comida.

 

-Buenos días, sujeto... -Revisó en un tablet PC del grosor de un folio mi ficha. - Sujeto 626. Tu desayuno. ¿Quieres el extra de chocolate intenso?

¿Chocolate intenso? - Me relamí pensando en una taza humeante de cacao caliente. - ¡Claro!

-Perfecto.

 

Ví como dejaba la bandeja en una mesa que salía directamente de la pared que no ví por la noche, se bajaba la cremallera de los pantalones y se sacaba una descomunal polla negra con un capullo morado y apetitoso.

 

-Eres el último en mi ronda, así que me dejan perder algo de tiempo, pero no puedo follarte el culo, así que te voy a dar un buen vaso de crema de cacao.

 

Sonrió con malicia. Me arrodillé frente a él y comencé a mamarle el vergajo. Sabía ligeramente ácido, probablemente a orina y sudor concentrado, pero me estaba gustando. Y, a diferencia de todas las demás violaciones que había sufrido este militar me dejaba marcar a mí el ritmo.

 

Pero todo lo bueno es breve. Y este hombre anunció al poco de empezar que se iba a correr, cosa que hizo abundantemente, llenándome los carrillos. En ese mismo instante la puerta se volvió a abrir, entrando Miguel acompañado de un hombre de unos 50 años, rasgos faciales severos y una cicatriz que cruzaba de lado a lado la cara, como la marca de un zarpazo.

 

-¡¡Soldado Smith!! ¿Que hace contaminando al sujeto de pruebas?

 

Exclamó el maduro con una voz que reconocería en cualquier lado. Era el mismo hombre que había dado la orden de encerrarme en esta habitación hacía apenas un día.

 

-General Johnson, Señor, le juro no herealizado penetración anal, Señor.

 

El superior miró al pasillo, justo tras de sí, hizo un gesto y otros dos soldados se llevaron al incauto del soldado Smith.

 

-Llevadlo a los barracones, y que no salga hasta que todo el personal de la base lo haya sodomizado por lo menos tres veces.

 

Ordenó y ví como lo llevaron a rastras y protestando, pataleando e intentándo librarse de una terrible penitencia a un delito no cometido.

 

-En cuanto a tí...

 

Me miró el general. Su mirada era furiosa, causaba terror. Pero me sorprendió aún más la pregunta que me hizo.

 

-¿El soldado quiso penetrarte analmente?

-No, en ningún...

-¿Tragaste su semen?

-Si, pero...

-Bueno, no creo afecte al protocolo. - Se giró hacia Miguel, que aun no había dicho ni una sola palabra. - Os dejo solos, espero puedas hacer eso que me dijiste si no quieres reemplazar a Smith cuando termine su castigo.

 

Pollagorda se marchó, sin mostrar la razón de su apodo, cosa que tarde o temprano sabía descubriría y yo me quedó solo con el gemelo pelirrojo. En un primer momento me miró asqueado, pero se me acercó.

 

-¿Estás bien? - Parecía disgustado.

-Si, ese soldado no me...

-¡¡Ese soldado es hombre muerto!! ¡¡La cualpa es tuya, eres demasiado puta!! - Estalló, furioso. - Ahora cómete lo que te ha traido, yo me voy a follármelo a la cafetería y a hacer fotos de cuando fallezca de agotamiento extremo para que veas las consecuencias de tus actos.

 

Se marchó y me dejó solo y aterrado por lo que realmente era este mundo. No tenía hambre, pero sin embargo comí, temeroso de las terribles consecuencias de no obedecer. Terminé y me tumbé en la cama, sin poder evitar romper a llorar por todo lo que estaba pasando. La puerta se volvió a abrir, entrando Miguel.

 

-Perdona, antes me he portado como un cerdo.

 

Se sentó a los pies de la cama y me acarició la cadera con ternura.

 

-No quería llegar a este extremo, pero... me puse celoso.

-No... no pasa nada.

 

Dije al tiempo que me incorporaba y buscaba un beso en los labios del soldado. Este me besó, pero sin la pasión de la noche anterior.

 

-No quiero separarme de tí, te amo.

 

Puso su mano en mi cara y me dedicó otro beso en los labios, igual d carente de sentimiento que el anterior. Luego me tumbó en la cama y comenzó a sodomizarme, pero no cambiamos de postura ni una sola vez, todo el rato con las piernas sobre sus hombros hasta que eyaculó en mi interior y noté como descargaba su semilla, que rápidamente fue absorvida por esa cosa que ocupaba parte de mis intestinos.

 

-Ahora debo irme, tengo que hacer una cosa muy importante y no puede demorarse. Espero lo llegues a entender todo a su debido momento.

 

Se levantó, se vistió y se marchó, dejándome a mí tirado en la cama, desnudo y sintiéndome un objeto de usar y tirar. Ya no podía aguantar más, y volví a llorar más amargamente. Me habría suicidado con el cuchillo de la comida si alguien no se hubiera llevado la bandeja.

Sin Codificar: El Parto

EPISODIO V

 

Caminaba por unas cuevas, acompañado por Gabriel y Miguel. Samuel yacía muerto a mucha distancia de donde nos encontrábamos. Intentó detenernos y su propio marido lo decapitó con una especie de látigo con punta cortante que le salió de la boca. Yo no tuve más alternativa que acompañarlos si quería vivir, o eso me prometieron.

 

¿Como habíamos llegado a eso? Todo pasó cuando llevaba ya varias semanas con la misma rutina. Me despertaba, era follado por Miguel, comía, volvía a ser follado, cenaba y a dormir. El ser de mi interior había quedado como dormido tras pasar las primeras 48 horas, con lo que eso significaría que era verdad lo que me dijo el hermano de Gabriel.

 

Este se mostró de nuevo afectuoso conmigo, y llegó incluso a volverse cariñoso los últimos días. Hasta ordenó me trasladaran a un cuarto con algunos equipos de gimnasia, comsa que hicieron sin ningún problema. Desde la ventana de mi nuevo cuarto no puede evitar mirar un día por la ventana y ver al soldado Smith, pero supuse que el castigo no debió ser tan duro como parecía en un primer momento.

 

En ese tiempo seguí teniendo las pesadillas y escuchando esos grítos inhumanos, pero supuse sería alguna zona donde tendrían a los aliens encerrados para experimentar con ellos. Tambien recuperé mi buena forma física, aunque me parecía que lo había hecho muy deprisa para las condiciones en las que se había producido. ¿Habría tenido que ver el huesped de su intestino algo en la mejora de mi forma y estado de salud?

 

Era, si el calendario que me facilitaron estaba correcto, lunes, las 8a.m. Miguel vino antes de lo normal, se acostó a mi lado y me besó el cuello. Tocaron a la puerta. Esto no era lo habitual, siempre venía Mguel y solo él, incluso la comida me la taría él tras el incidente del soldado Smith. Mi amante se puso en pie y abrió la puerta, dejando entrar a su gemelo, vestido ahora con una bata de laboratorio limpia.

 

No dijimos palabra alguna. Gabriel posó su mano sobre mis abdominales. Noté el cosquilleo de algo moviéndose en mi interior. Miguel se desnudó y, sin preámbulos de ningún tipo, puso mis piernas en sus hombros y su polla, totalmente tiesa, en mi culo. Sentí la presión de su capullo contra mi ano, el cual se abría como si fuera una compuerta para permitir su avance en mi interior. Una vez dentro me tendió los brazos, agarrándonos el uno al otro. Me levantó en vilo sin sacarme su virilidad.

 

Su gemelo estaba desnudo y con la polla igualmente tiesa. Se colocó en la cama, debajo de mí. Miguel me bajó, tratando que mi ya muy dilatado ano quedara a disposición del mango de su hermano. Este entró, aunque con algo de dificultad y un poco de dolor. Pero entonces comenzamos a movernos como un único mecanismo muy bien sincronizado.

 

Ninguno de los dos llegaba a salir por completo, pero cuando una entraba el otro comenzaba a salir. Yo gemía como una puta, deseándo más de estos sementales. No me importaba Samuel, ni tener entre mis piernas a su marido ni nada de nada. Solo disfrutar del increible momento de placer que se me estaba regalando.

 

La puerta se abrió nuevamente, entrando el General Johnson. Iba desnudo y parecía como hipnotizado. Miguel me sacó la polla del culo, no así Gabriel, que me dedicó uno cuantos movimientos bruscos de cadera en lo que me daba tiempo a ver las razones del sobrenombre del Genral. Su pollá debía medir lo menos treinta centímetros, y era de un grosor semejante a un puño de una mano media.

 

Miguel me metió la polla en la boca, pero estaba paralizado por el terror. El General se me fué acercando, paso a paso. Gabriel relajó la violencia de su follada para que la entrada de Pollagorda pudiera producirse. ¡Y vaya que se produjo!

 

Gabriel no me la sacó en ningún momento, lo que añadiría un poco de dolor al asunto. Pero ya solo notar la cabeza de la gigantesca polla de Ricardo cuando me entró dolió tanto que me causaba mareos. No se detuvo ni dijo nada. Centímetro a centímetro fue entrando. Sentí como si me resgara las entrañas con una cuchilla según avanzaba su miembro en mi cabidad.

 

Luego comenzó a bombear a un ritmo frenético, golpeando con sus gordos cojonazos contra mí. Gabril permanecía inmovil, pero las fuertes entradas y salidas de Pollagorda, y el contacto directo de ambas pollas en mi culo, era como si le estuviera haciendo una paja. Miguel seguía con su polla en mi boca, que mamaba intentando distraerme del dolor. Este fue el primero en correrse, y me lo tragué todo, deleitándome unos segundos con su suave sabor.

 

Luego vino Gabriel, que me inundó las entrañas, lubricándolas para el general. Este aún tardaría dos horas más en correrse, tiempo en el que los gemelos se les volvió a endurecer un par de veces, aunque ya solo se dedicaba a mi boca.

 

El general se corrió y calló encima mía. Sus ojos se veían raros, como carentes de vida. Los gemelos se vistieron, me dieron un uniforme militar y me digeron, nerviosos y excitados.

 

-Vístete y salgamos de aquí de una vez.

 

Hice lo que me ordenaron. El cuerpo del general tenía una extraña masa bulbosa en la base de la nuca, pero no me dió tiempo a mirarla en detalle, pues Miguel de agarró del brazo y tiró de mí hacia fuera.

 

Caminamos a toda prisa por la base, sin apenas reparar en nada. Llegamos a un punto lejano, desde donde me jijé que se trataba de una gruta gigantesca, probablemente el interior de un volcán extinto. Gabriel sacó un mando de su bata, pulsó un botón y la mitad de las instalaciones volaron en mil pedazos en medio de una descomunal bola de fuego.

 

Hubo gritos y gente corriendo por todos lados. Pero tambien algo más. Unas figuras caminando entre los escombros, aullando impacientes y lanzándose contra la gente, pese a que ellos mismos parecían tener silueta humana.

 

-¡Rápido! ¡No te pares!

 

Ordenó uno de los gemelos, no me fijé en cual de los dos, pero les seguí. Avanzamos hasta una verja con puerta de metal, la cual abrieron de una patada. Seguimos caminando a buen ritmo por unas cuevas y galería y al doblar un recodo nos encontramos cara a cara con Samuel, que llevaba dos subfusiles de asalto, uno en cada mano.

 

-Aparta, humano, el sujeto experimental el nuestro. - Dijo Miguel.

-¡Ja! ¡No os lo creéis ni borrachos! - Samuel no cedió ni un milímetro.

-Aparta, humano, o nos obligarás a matarte. - Sentenció Gabriel.

-No, este especimen pertenece a la especie humana.

-Tu “especie humana” está ahí detrás siendo devorada por esos caminantes que creasteis hace años, cuando intentábais que nos fueramos tratando de hacernos pensar en vosotros como unos recipientes inadecuados para el apareamiento.

-¡¡Ciera la puta boca!! ¡¡No os dejaré dar un...

 

No llegó a terminar la frase. El pulso le tembló, cosa que Gabriel notó. Abrió la boca y, del fondo de su garganta, brotó esa especie de látigo con punta cortante. A mi comenzaron a darme unos fuertes dolores en el abdomen, como si lo que estaba alojado en mi interior hubieracomenzado a moverse.

 

-Ha comenzado, tu hijo va a nacer. - Dijo Gabriel mirando a su hermano

-Démonos prisa. - Se giró mirándome directamente a los ojos. - Ven conmigo si quieres vivir.

 

Me tendió la mano y, por alguna razón, se la acepté. Seguimos corriendo por los oscurros corredores de la cueva hasta llegar a un lugar donde parecía haber luz a lo lejos y se sentía una brisa de aire fresco. Una nueva puerta de verja parecía cortar el paso, pero no era allí donde nos dirigíamos. Giramos a la derecha antes de llegar a la puerta, por un camino apenas perceptible a simple vista, y llegamos a un hangar con varios helicopteros y tanquetas. Parecía haber sido abandonado hacía mucho tiempo.

 

Miguel y Gabriel comenzaron a mirar en todas direcciones, como si buscaran algo. Un sonído mecánico les alertó. Un portón metálico, que parecía bastante pesado, se apartó hacia un lado en una de las paredes del fondo, entrando un mujer rubia y delgada, aparentaría unos veinte años, vestida con pantalones de motero, botas con plataformas metálicas y una chupa de cuero, abierta y con el pecho desnudo bajo esta.

 

-Aquí termina vuestro camino.

 

Desenfundó unas pistolas y disparó a ambos hermanos entre ceja y ceja. Luego vino a mí, paralizado por el miedo, me agarró del brazo y me llevó al sitio de donde había salido. Cerró la compuerta metálica con un panel de control al otro lado.

 

Estabamos en un pequeño cuarto sin ninguna posible salida. Noté un golpe en mi interior y caí al suelo presa del dolor. Lo que fuera que había en mi interior luchaba por salir. La mujer sacó una bolsa que tenía a un lado en el suelo, junto al panel de control. Noté que me pinchaba con una jeringuilla y algo comenzaba a fluir por mi sangre, dajándome adormilado.

 

Antes de quedar totalmente inconsciente pude sentir el como lo que había en mi interior arañaba mi fragil carney se abría paso por mi piel, saliendo al exterior. Entonces me dí cuenta de algo, la mujer nunca había venido a rescatarme, solo a sacarme el bicho de las entrañas y luego dejarme morir.

Vuelta al Principio

 

Sonó el despertador. Me levanté de la cama, incorporándome con brusquedad, y miré a mi alrededor. Me encontraba en un dormitorio bastante amplio, con una cama de matrimonio y un ventanal que ocupaba una de las paredes por completo. Junto a la caja el despertador. Las 8 a.m. Fui al baño, justo en la sala contigua.

 

Me duché, disfrutando del tacto del agua caliente contra mi tersa piel y mis músculos torneados por horas de gimnasio. Miré mis enormes manos, que tanto agradaban a algunas mujeres, y a bastantes hombres. Tenía muy claro cual era el motivo de ello. Me terminé de jabonar el cuerpo y, tras aclararme, introduje un dedo en mi recto. Entró sin más ploblemas. Despues seguí con dos, entraban y me daban un placer a oleadas. Fuí a meter el tercero cuando, al mirárme en el espejo del baño, pude ver mi reflejo con el abdomen desgarrado y las vísceras colgando.

 

El susto fué tal que casi me caigo al suelo, pero al volver a mirar mi reflejo lo ví totalmente normal. Supuse que sería algún efecto de ese psicotrópico que había tomado la noche anterior y cerré el agua con esto en mente.

 

En lo que terminaba de secarme y anudar la toalla a mi cintura escuché el sonido de una llave girándo en la puerta. Sabía que se trataba de mi novía, llegando a casa del trabajo. Entró al dormitorio justo cuando iba a vestirme para ir al trabajo. Rubia, delgada y de finas facciones, por no mencionar sus impresionantes tetas. Siempre solía vestir ropa de cuero muy ceñida a su escultural silueta.

 

-Hola, cariño, veo que hoy me dará tiempo...

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