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Sin Codificar (5) / El Parto

en Gays

Caminaba por unas cuevas, acompañado por Gabriel y Miguel. Samuel yacía muerto a mucha distancia de donde nos encontrábamos. Intentó detenernos y su propio marido lo decapitó con una especie de látigo con punta cortante que le salió de la boca. Yo no tuve más alternativa que acompañarlos si quería vivir, o eso me prometieron.

¿Como habíamos llegado a eso? Todo pasó cuando llevaba ya varias semanas con la misma rutina. Me despertaba, era follado por Miguel, comía, volvía a ser follado, cenaba y a dormir. El ser de mi interior había quedado como dormido tras pasar las primeras 48 horas, con lo que eso significaría que era verdad lo que me dijo el hermano de Gabriel.

Este se mostró de nuevo afectuoso conmigo, y llegó incluso a volverse cariñoso los últimos días. Hasta ordenó me trasladaran a un cuarto con algunos equipos de gimnasia, comsa que hicieron sin ningún problema. Desde la ventana de mi nuevo cuarto no puede evitar mirar un día por la ventana y ver al soldado Smith, pero supuse que el castigo no debió ser tan duro como parecía en un primer momento.

En ese tiempo seguí teniendo las pesadillas y escuchando esos grítos inhumanos, pero supuse sería alguna zona donde tendrían a los aliens encerrados para experimentar con ellos. Tambien recuperé mi buena forma física, aunque me parecía que lo había hecho muy deprisa para las condiciones en las que se había producido. ¿Habría tenido que ver el huesped de su intestino algo en la mejora de mi forma y estado de salud?

Era, si el calendario que me facilitaron estaba correcto, lunes, las 8a.m. Miguel vino antes de lo normal, se acostó a mi lado y me besó el cuello. Tocaron a la puerta. Esto no era lo habitual, siempre venía Mguel y solo él, incluso la comida me la taría él tras el incidente del soldado Smith. Mi amante se puso en pie y abrió la puerta, dejando entrar a su gemelo, vestido ahora con una bata de laboratorio limpia.

No dijimos palabra alguna. Gabriel posó su mano sobre mis abdominales. Noté el cosquilleo de algo moviéndose en mi interior. Miguel se desnudó y, sin preámbulos de ningún tipo, puso mis piernas en sus hombros y su polla, totalmente tiesa, en mi culo. Sentí la presión de su capullo contra mi ano, el cual se abría como si fuera una compuerta para permitir su avance en mi interior. Una vez dentro me tendió los brazos, agarrándonos el uno al otro. Me levantó en vilo sin sacarme su virilidad.

Su gemelo estaba desnudo y con la polla igualmente tiesa. Se colocó en la cama, debajo de mí. Miguel me bajó, tratando que mi ya muy dilatado ano quedara a disposición del mango de su hermano. Este entró, aunque con algo de dificultad y un poco de dolor. Pero entonces comenzamos a movernos como un único mecanismo muy bien sincronizado.

Ninguno de los dos llegaba a salir por completo, pero cuando una entraba el otro comenzaba a salir. Yo gemía como una puta, deseándo más de estos sementales. No me importaba Samuel, ni tener entre mis piernas a su marido ni nada de nada. Solo disfrutar del increible momento de placer que se me estaba regalando.

La puerta se abrió nuevamente, entrando el General Johnson. Iba desnudo y parecía como hipnotizado. Miguel me sacó la polla del culo, no así Gabriel, que me dedicó uno cuantos movimientos bruscos de cadera en lo que me daba tiempo a ver las razones del sobrenombre del Genral. Su pollá debía medir lo menos treinta centímetros, y era de un grosor semejante a un puño de una mano media.

Miguel me metió la polla en la boca, pero estaba paralizado por el terror. El General se me fué acercando, paso a paso. Gabriel relajó la violencia de su follada para que la entrada de Pollagorda pudiera producirse. ¡Y vaya que se produjo!

Gabriel no me la sacó en ningún momento, lo que añadiría un poco de dolor al asunto. Pero ya solo notar la cabeza de la gigantesca polla de Ricardo cuando me entró dolió tanto que me causaba mareos. No se detuvo ni dijo nada. Centímetro a centímetro fue entrando. Sentí como si me resgara las entrañas con una cuchilla según avanzaba su miembro en mi cabidad.

Luego comenzó a bombear a un ritmo frenético, golpeando con sus gordos cojonazos contra mí. Gabril permanecía inmovil, pero las fuertes entradas y salidas de Pollagorda, y el contacto directo de ambas pollas en mi culo, era como si le estuviera haciendo una paja. Miguel seguía con su polla en mi boca, que mamaba intentando distraerme del dolor. Este fue el primero en correrse, y me lo tragué todo, deleitándome unos segundos con su suave sabor. 

Luego vino Gabriel, que me inundó las entrañas, lubricándolas para el general. Este aún tardaría dos horas más en correrse, tiempo en el que los gemelos se les volvió a endurecer un par de veces, aunque ya solo se dedicaba a mi boca.

El general se corrió y calló encima mía. Sus ojos se veían raros, como carentes de vida. Los gemelos se vistieron, me dieron un uniforme militar y me digeron, nerviosos y excitados.

 

-¡¡Vístete y salgamos de aquí de una vez!!

 

Hice lo que me ordenaron. El cuerpo del general tenía una extraña masa bulbosa en la base de la nuca, pero no me dió tiempo a mirarla en detalle, pues Miguel de agarró del brazo y tiró de mí hacia fuera.

Caminamos a toda prisa por la base, sin apenas reparar en nada. Llegamos a un punto lejano, desde donde me jijé que se trataba de una gruta gigantesca, probablemente el interior de un volcán extinto. Gabriel sacó un mando de su bata, pulsó un botón y la mitad de las instalaciones volaron en mil pedazos en medio de una descomunal bola de fuego.

Hubo gritos y gente corriendo por todos lados. Pero tambien algo más. Unas figuras caminando entre los escombros, aullando impacientes y lanzándose contra la gente, pese a que ellos mismos parecían tener silueta humana.

 

-¡Rápido! ¡No te pares!

 

Ordenó uno de los gemelos, no me fijé en cual de los dos, pero les seguí. Avanzamos hasta una verja con puerta de metal, la cual abrieron de una patada. Seguimos caminando a buen ritmo por unas cuevas y galería y al doblar un recodo nos encontramos cara a cara con Samuel, que llevaba dos subfusiles de asalto, uno en cada mano.

 

-Aparta, humano, el sujeto experimental el nuestro. - Dijo Miguel.

-¡Ja! ¡No os lo creéis ni borrachos! - Samuel no cedió ni un milímetro.

-Aparta, humano, o nos obligarás a matarte. - Sentenció Gabriel.

-No, este especimen pertenece a la especie humana.

-Tu “especie humana” está ahí detrás siendo devorada por esos caminantes que creasteis hace años, cuando intentábais que nos fueramos tratando de hacernos pensar en vosotros como unos recipientes inadecuados para el apareamiento.

-¡¡Ciera la puta boca!! ¡¡No os dejaré dar un...

 

No llegó a terminar la frase. El pulso le tembló, cosa que Gabriel notó. Abrió la boca y, del fondo de su garganta, brotó esa especie de látigo con punta cortante. A mi comenzaron a darme unos fuertes dolores en el abdomen, como si lo que estaba alojado en mi interior hubieracomenzado a moverse.

 

-Ha comenzado, tu hijo va a nacer. - Dijo Gabriel mirando a su hermano

-Démonos prisa. - Se giró mirándome directamente a los ojos. - Ven conmigo si quieres vivir.

 

Me tendió la mano y, por alguna razón, se la acepté. Seguimos corriendo por los oscurros corredores de la cueva hasta llegar a un lugar donde parecía haber luz a lo lejos y se sentía una brisa de aire fresco. Una nueva puerta de verja parecía cortar el paso, pero no era allí donde nos dirigíamos. Giramos a la derecha antes de llegar a la puerta, por un camino apenas perceptible a simple vista, y llegamos a un hangar con varios helicopteros y tanquetas. Parecía haber sido abandonado hacía mucho tiempo.

Miguel y Gabriel comenzaron a mirar en todas direcciones, como si buscaran algo. Un sonído mecánico les alertó. Un portón metálico, que parecía bastante pesado, se apartó hacia un lado en una de las paredes del fondo, entrando un mujer rubia y delgada, aparentaría unos veinte años, vestida con pantalones de motero, botas con plataformas metálicas y una chupa de cuero, abierta y con el pecho desnudo bajo esta.

 

-Aquí termina vuestro camino.

 

Desenfundó unas pistolas y disparó a ambos hermanos entre ceja y ceja. Luego vino a mí, paralizado por el miedo, me agarró del brazo y me llevó al sitio de donde había salido. Cerró la compuerta metálica con un panel de control al otro lado.

Estabamos en un pequeño cuarto sin ninguna posible salida. Noté un golpe en mi interior y caí al suelo presa del dolor. Lo que fuera que había en mi interior luchaba por salir. La mujer sacó una bolsa que tenía a un lado en el suelo, junto al panel de control. Noté que me pinchaba con una jeringuilla y algo comenzaba a fluir por mi sangre, dajándome adormilado.

Antes de quedar totalmente inconsciente pude sentir el como lo que había en mi interior arañaba mi fragil carney se abría paso por mi piel, saliendo al exterior. Entonces me dí cuenta de algo, la mujer nunca había venido a rescatarme, solo a sacarme el bicho de las entrañas y luego dejarme morir.

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