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El Precio del Alquiler

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El Precio del Alquiler

 

Mi nombre es Marco. Mido metro setenta y seis, de complexión normal, aunque con algo de tripilla. Ni feo ni guapo, me considero una persona más bien en la media. Desde hace ya casi dos años comparto piso con un amigo heterosexual (sabe de mi orientación sexual) llamado Hugo.

 

Hugo es alto, casi metro ochenta, corpulento y muy velludo. Un oso en toda regla. Tiene una frondosa barba pelirroja y la cabeza afeitada. Y, por las veces que me he fijado cuando va en short por casa, marca un bulto descomunal entre las piernas.

 

El tema es que Hugo se quedó sin curro y, meses después, sin derecho a paro. Pero yo, decidiendo ser buena persona, le permití quedarse “un par de meses” y ya me lo pagaría. Pero llegaron 3 meses y la deuda seguía sin pagarse, a lo que pensé en ir más lejos.

 

Mi intención era proponerle a Hugo un acuerdo tan indecente y cerdo que no fuera capaz de aceptar y se marchara, pero no me imaginaba que las cosas pudieran acabar como lo hicieron.

 

Todo empezó a mediados de Junio. Era lunes y yo llegué a casa del trabajo para comer. Hugo estaba en su cuarto, rascándose los huevos, como de costumbre. Le saludé. Me saludó. Fuí a la cocina, me preparé algo de comer y, tras armarme de valor, fui a hablar con el compañero de piso.

 

-Hugo, colega, esto no puede seguir así. Me debes ya 1050€ y la cosa sigue creciendo.

-Ya, bueno, pero no tengo pasta. Cuando cobre te pago. - Respondió sin casi mirarme.

-Si, sé que lo estas pasando mal, pero no era eso lo que quería decirte. He pensado que la deuda no debe crecer más.

-¿Y que quieres? ¿Que me largue?

 

Ya me dedicó toda su atención.

 

-Te ofrezco tres opciones. Me pagas a finales de mes toda la deuda y el mes entrante si quieres quedarte. Me pagas a finales de mes lo que me debes y te largas. O bien... - Me quedé cortado a medias.

-¿O bien? - Cruzó los brazos, poniéndose a la defensiva.

-Me dejas hacerte una mamada semanal durante el mes de Julio, no me tienes que pagar ese mes y a finales me pagas los 1050€ que me debes.

 

Hugo se llevó la mano a la barba, pensativo por un momento.

 

-Sabes que tengo novia... y que si se hiciera algo así y dijeras algo a aguien te daré una paliza.

-Si, no diré nada de lo que decidas.

 

Se sacó la polla del pantalón. Estaba morcillona, pero debería medir sus buenos 17cm.

 

-No te pienso avisar cuando me corra, y si lo hago será para que te lo tragues. - Se dió un par de sacudidas, haciendo que creciera hasta los 22cm y me apuntó con ella. - Ven a por tu comida, puta.

 

Me arrodillé inmediatamente delante suya y empecé a chuparle la polla como si no existiera el mañana. Era muy gorda y me costaba metérmela en la boca, pero lo hice lo mejor que pude. Hugo gemía como y bufaba como un toro en celo. No tardó mucho en agarrarme de la nuca y comenzar un mete saca salvaje, casi llegándome a ahogar en varios momentos. Sin decir una sola palabra la metió hasta que sus cojones dieron contra mi barbilla y comenzó a descargar una gran cantidad de semen, no sacándomela de la boca hasta asegurarse que me lo tragaba todo.

El Precio del Alquiler: Nuevas Condiciones

 

-La chupas como la zorra que eres, ahora ya entiendo como es que viene un tío distinto cada semana.

 

Me dijo Hugo a modo de cumplido mientras me propinaba un par de suaves cachetes en la cara. Me fui a poner de pie, pero el compañero de piso dijo algo que me hizo cambiar de idea.

 

-Ahora tengo ganas de mear, quita de enmedio que voy al baño.

-No, mejor méame en la boca. - Exclamé con ganas de recibir su dorada bebida.

-¿Estas seguro? Me he puesto hasta el culo de beber y no se cuanto...

-Lo tragaré todo.

-¡¡Que puta!! - Se sonrió. - Tu mientras salga de mi polla te lo tragas todo, ¿no?

-Casi. - Puntualicé.

-Pues espero estés listo, allá voy.

 

Abrí la boca a tiempo de recibir el primer chorro de meo contra mi lengua. Sabía ligeramente salado, pero nada más. Menos mal que no era de esos que se pasan el día bebiendo cerveza, pues el meo les sale con un sabor amargo muy desagradable.

 

A medida que meaba yo iba tragando, pero apenas daba a basto. Hugo, viendo que podría acabar manchándose el suelo de su cuarto, se levantó, sin dejar de mear, y me volvió a meter su impresionante cipote en la boca. Yo tragaba y tragaba toda su orina con ansias golosas. Terminó de mear, pero no me la sacó, sino que me agarró la cabeza y comenzó a follármela mientras la polla se le volvía a poner tiesa.

 

-Marco, mira, me pones tan... cachondo... ¡¡Ugh!! Que vamos a... cambiar el acuerdo...

 

Intenté responder, pero no me sacaba la verga. En su lugar comenzó a follarme con más ganas, golpeando con sus cojones contra mi barbilla de forma rítmica y dejándome casi sin aliento.

 

-Te... te voy a pagar... pero también quiero seas... ¡¡Que gusto como la chupas!! Quiero seas mi puta.

 

Elevé la vista. Hugo lo estaba disfrutando a tope. Pero esta vez no iba a correrse en mi boca. Tenía otros planes. La saco de mi boca, me agarró del cuello con firmeza y me obligó levantarme.

 

-Quiero que te desnudes y te tumbes sobre mi cama.

-Pero...

 

Apenas vi la mano llegar cuando me dio la hostia con el reverso de la misma.

 

-¡¡Que te desnudes y te tumbes ya, coño!!

 

Me dolió, pero no demasiado. Aun así le obedecí. Me desnudé y me tumbé sobre sus sábanas negras. Pude apreciar algunas machas de lo que parecía semen reseco, lo cual indicaba que debía masturbarse como un auténtico simio. Y el momento de saber como follaba ese “simio” se acercaba.

 

-Te voy a follar a pelo, si no te gusta haberte pensado mejor el calentarme.

-¿Estás segu... ¡¡Aaah!!

 

Mientras me hablaba se había colocado detrás mía y cuando le pregunté me respondió, interrumpiéndome, metiéndome la mitad de la polla de un solo golpe.

 

-¡¡Cabrón!! ¡¡Eso duele!!

-Mejor, así me sientes como debe ser.

 

Me la sacó un momento y se puso a rebuscar en su mochila. Giré la cabeza, pero me grito violentamente.

 

-¡Gira la cabeza, puta! Ya sabrás lo que te espera cuando llegue el momento

-Vale, vale...

 

Obedecí. Delante mía había varias manchas de lefazos resecos, así que agaché la cabeza y hundí la nariz en el aroma de macho en celo de mi compañero Hugo. Noté como este me separaba los cachete del culo y echaba algo frío y húmedo entre ambos. Supuse que algún tipo de lubricante. Seguidamente llegó de nuevo la monstruosa polla de Hugo, que esta vez entró de una sola embestida.

 

Se puso a darme caña de la buena. Sus cojones sonaban con fuerza al chocar en mi culo y sus gemidos eran como los de un toro follando. Yo me sentía muy perra, y, por lo que vi luego en el vídeo que había estado grabando sin decirme nada, gemía como tal.

 

-¡¡Te gusta, ¿Eh? ¿Zorra?!!

-¡¡Siii!!

-¡¿Quien es tu dueño, puta?!

-¡¡Tuu!!

-¡¡Me corro!!

 

Anunció, aunque sus trallazos habían comenzado a inundar mi interior. Pero aún no me la sacó. Noté otro líquido caliente, el cual ya conocía de antes.

 

-¿Que haces cabrón?

-Siempre que echo un polvo me gusta me dan ganas de mear luego...

 

Trató de justificarse. Fue a sacármela, pero se lo impedí agarrándolo como buenamente pude de las caderas.

 

-No la saques hasta que no hayas terminado de mear, me está gustando.

 

Y era verdad. Sentirme inundado por esa substancia cálida me resultaba de lo más agradable. Aunque para cuando terminó tuve que apretar el esfinter y salir corriendo hacia el váter.

 

Al salir del baño me llamó Hugo que fuera a su habitación. Estaba todavía desnudo (yo me había puesto un calzoncillo) y en la cama.

 

-Ven conmigo. Y quédate en pelotas.

 

Me tumbé a su lado, él me abrazó por la espalda, restregándome su polla contra el culo.

 

-Mañana vendrá mi novia, y me gustaría follaras con nosotros.

-Lo que tu digas. - Dije y me quedé dormido entre sus brazos.

El Precio del Alquiler: El Violador del Parque

 

Hugo fue el primero en despertar. Serían las siete de la tarde, pero como era verano aún quedaban muchas horas de Sol. Yo me desperté cuando el compañero de piso comenzó a meterme un dedo en el ano. Me estaba untando lubricante, así que me hice el dormido. A ese dedo le siguió directamente la polla, y me estuvo follando un rato hasta correrse dentro. Tras esto oí como iba al baño a mear, luego entró al cuarto, se vistió y se marchó

 

Seguramente hubiera quedado a cenar con la novia. Más bien a que la novia le invitara a cenar.

 

Llamé al trabajo, fingiendo estar enfermo, me excusé por no haber llamado antes usando la misma enfermedad imaginaria y fui a la ducha. Me entretuve un rato bajo el chorro de agua, pero en ningún momento dejé salir la preciada carga que había dejado Hugo en mi interior.

 

Me vestí con un chandal de deporte negro muy ajustado y cortito, que dejaba ver mis piernas depiladas, unas zapatillas para correr y me fui a hacer footing al parque de detrás de mi casa.

 

Estuve un buen rato corriendo por el parque de San Isidro, habiendo comenzado a cansarme. Me senté en un banco a recuperar el aliento, saqué una botella de agua que llevaba en una pequeña bandolera y a esto que noto algo rígido y frío contra mi espalda.

 

-Dame todo lo que tengas o te rajo.

 

Me amenazó una voz ronca a mis espaldas.

 

-No llevo nada de valor.

 

Estaba paralizado de miedo.

 

-Pues bájate los pantalones y ponte a cuatro patas.

-¿No deberíamos ir a...?

 

Me dió un fuerte puñetazo en la espalad que me dolió terriblemente.

 

-¡¡He dicho al suelo!! ¡¡Ya!!

 

Le obedecí, me bajé los pantalónes y me puse de rodillas.

 

-¿Y si pasa alguien?

-Todo hombre que pase por aquí antes de que te preñe el culo te follará la boca, así que ya puedes rezar sean pocos.

 

Noté un descomunal capullo que tocaba mi ano y comenzaba a abrirse paso lenta y dolorosamente en mi interior. Pero atravesada la barrera la semilla que aun quedaba de mi compañero de piso lubricó la herramienta del desconocido, el cual pese a notarlo no dijo nada.

 

La metió hasta el fondo y la dejó así un rato. Pero no fue mucho, pues cambió la postura para ponerse sobre mi espalda y cabalgarme furiosamente, como si fuera un caballo, con la diferencia que los jockeys no se suelen follar a sus monturas durante una carrera.

 

Yo no pude evitar llegar a disfrutarlo, pese a lo humillante que era la simple idea que pudiera llegar un conocido y verme en esa situación. El pretendido violador me lamió el cuello, dejó caer al suelo la supuesta navaja y comenzó a llenarme el recto con una abundante dosis de leche de macho.

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