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Gente Ordinaria

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Gente Ordinaria

 

Hola, mi nombre es Carlos. Esta no va a ser exclusivamente una historia de mi vida, y no todo lo que en ella cuente va a ser verdad, pero tampoco será todo mentira.

 

Sin extraterrestres, zombies ni elfos lo único que queda es una historia de gente ordinaria y sus vidas normales. La mía, en lo que a vosotros más os importas, que es el sexo, empezó hace veinte años, en un hotel en Valencia.

 

Mi hermano, Juan, y yo, estábamos en nuestra habitación del hotel. Llevábamos ya varios días en Valencia con nuestros padres y era mediodía, así que tras una mañana de excursiones y comer nos habíamos vuelto para que ellos se echaran la siesta en su dormitorio. Teníamos las Game Boys en nuestras respectivas mesillas y estábamos aburridos y en calzoncillos.

 

Yo recuerdo que estaba boca abajo. Mi hermano encontró la forma perfecta de pasar el rato, pues sin decir palabra alguna se levantó de su cama, me quitó el calzoncillo y de una sola estocada me clavó su polla adolescente en mi culo adolescente.

 

No me estuvo follando mucho rato, y al poco se corrió dentro de mi culo. Se quitó de encima mía, se limpió la polla en las cortinas de la habitación, costumbre cerda que desde entonces repetiría en casa, y se puso boca abajo en su propia cama, con el culo bien expuesto.

 

Yo tardé un rato en reaccionar, pues no tenía claro que él quisiera, pero cuando lo hice me lancé al ataque a su culo y, al igual que el me hiciera, me lo follé y le metí toda mi lefa en su agujero.

 

Aquí nació una gran complicidad entre ambos. Posteriormente hubo algo más de sexo incestuoso. Bueno, podríamos decir que no fue incestuoso del todo porque fue con el marido de la hermana de mi padre, por lo que no había lazo de sangre alguno.

 

Había pasado un año desde el viaje a Valencia y estábamos pasando las vacaciones de verano en el inmenso chalet de nuestros abuelos a las afueras de Villalba. Yo ya era un adolescente pajillero, que no perdía la menor oportunidad en sacudirme la nutria. Una noche, en una de las habitaciones contiguas a la mía, escuché a mis tíos, Francisco y Beatriz, gimiendo. Al que más se escuchaba era a Francisco, que bufaba como un toro.

 

Yo era joven, pero no inocente, por lo que ya había fantaseado sexualmente con él desde que tuve capacidad para sentirme excitado, pero con un ejemplar como ese no era algo difícil. No era excesivamente alto, metro setenta y cinco, pero si muy musculoso. Un adicto al gimnasio y los batidos de proteínas que nos animaba a todos, tanto a sus sobrinos como a sus hijos, a hacer deporte. Mi tío Paco era de pelo moreno, piel aceitunada, ojos marrones y una perfecta sonrisa blanca. Gitano de pura cepa y andaluz.

 

Y, en alguna vez que se me fueron los ojos cuando iba en bañador, también comprobé que marcaba un pollón bastante impresionante.

 

Bueno, desde la noche que escuché los gemidos esperaba cada ocasión que me era posible para entrar al cuarto de mis tíos a ver si conseguía hacerme con algo con lo que poderme masturbar mientras pensaba en mi tío de forma sexual. Luego dejaba todo de nuevo en su sitio, no quería me pillaran. Pero un día encontré una caja de condones, y les quité unos pocos, y me los ponía para masturbarme pensando en si se sentiría igual Francisco al follarse a mi tía. Si, estúpidas ideas adolescentes. Luego los tiraba por el inodoro.

 

El premio gordo llegó casi a finales de agosto. Se habían marchado todos a buscar a un fontanero, pues había un atasco en las tuberías. Bueno, y ya iban a aprovechar para hacer compra y otras historias. Yo dije que tenía sueño, pues la noche anterior hubo fiesta y me acosté tarde, así que me dejaron solo, o eso pensé. Volví a entrar al cuarto de mis tíos y, al no ver a nadie, comencé a buscar nuevos fetiches. Había un condón usado en la papelera. Lo cogí, aspiré ese olor tan característico del semen. Estaba aún caliente, lo que me hizo suponer que había follado por la mañana.

 

Estaba arrodillado en el suelo, poniéndome el condón en los labios y dejando que su preciada carga me entrara en la boca cuando entró mi tío por la puerta. Por un instante el tiempo se paró. Mi tío me miró, con extrañeza, yo le miré, rojo como un tomate. Yo no lo sabía entonces, pero lo iba a descubrir, que mi tío era bisexual. Y además ninfómano, tanto que mi tía no llegaba a satisfacer todas sus necesidades sexuales.

 

Traté de disculparme y de decir que eso no era lo que parecía, pero mi tío solo hizo una cosa. Se sacó su polla, de unos buenos diecisiete centímetros, y me dijo:

 

-Vale, vale, yo te perdono, pero mejor bebe directo de la fuente.

 

Yo estaba de pie, frente a él, pues pedir disculpas de rodillas sería raro. Miraba esa polla morena, que lucía intimidante. En realidad no es algo tan grande, pero para un adolescente era toda una anaconda. Mi tío, al verme indeciso, apoyó sus manazas sobre mis hombros y me hizo volverme a arrodillar. Me abofeteó la cara, pero en vez de usar su mano usó su polla, con lo que no dio dolor, sino morbo.

 

-Abre la boca, cariño.

 

Me dijo, con su voz más melosa. Primero me dejó a mi llevar el ritmo de la mamada, pero terminó por cansarse y optó por follarme la boca. Ahí comprobé, personalmente, la intensidad de sus gemidos. No tardó más de quince minutos en correrse, lo que hizo al tiempo que me agarraba de la nuca para que no dejara ir una sola gota de su leche. Y yo tragué, con ansia glotona, comprobando que, efectivamente, “directa del grifo” me gustaba más.

 

Me ayudó a ponerme en pié, me besó en los labios y, mientras se subía la bragueta, me dijo al oído, como si fuera un secreto:

 

-Tengo que enseñarte a mejorar esas mamadas.

 

Con una palmada en el culo y un suave empujón me hizo salir de su cuarto y cerró la puerta. Yo corrí de regreso a mi cuarto, sabiendo que esto se repetiría, me vestí y bajé a desayunar. Al rato llegó el resto de la familia. No hacía falta mi tío me dijera nada, sabía que lo que había pasado no se debía contar. Y él se mostró igual de cariñoso con todos sus sobrinos por igual.

 

No volvería a pasar nada con mi tío en una temporada, pues las veces que la casa se quedaba sola él también se veía obligado a salir. O bien con mi tía a cuidar a sus caballos o bien a hacer compra o cualquier otra excusa. Y terminaron las vacaciones de verano dejando en punto muerto mis lecciones de como comer en condiciones una polla.

 

Pero hubo en mi colegio, el Cumbre, un estudiante de bachillerato que me vio en el patio y, no recuerdo bien como, hizo una tímida amistad conmigo. Un chico tres años mayor que yo, y plenamente desarrollado. Capitán del equipo de fútbol, buen estudiante, sin novia y muy querido por todos, tanto profesores como compañeros.

 

En mi colegio había una costumbre, y era que los bachilleres escogieran a uno de secundaria como sus protegidos y pupilos. Algo de hace muchos años que ideó por lo visto un alumno fascinado por la cultura clásica. El sistema había funcionado muy bien, pues las notas medias del centro desde entonces no había dejado de subir, así que los profesores lo toleraban, que no aprobaban. Solo había un límite, que era que no se podía “tutelar” a un alumno del sexo contrario. ¡¡Como si sirviera de algo esa limitación!!

 

Pero nunca hubo quejas o denuncias, por lo que las cosas, si pasaban, eran consentidas.

 

Mi flamante bachiller se llamaba Iker. Era un chico super guapo. Pelo muy corto, castaño, piel blanca, pecosos. Era muy jovial y nunca paraba de hablar. Además tenía el cuerpo muy bien desarrollado. Pasábamos todos los recreos juntos, al punto que uno de mi clase llegó a llamarme “maricón”. Pero Iker, y sus amigos, le hicieron recapacitar de sus palabras. A parte ese chico perdió a su bachiller tutor, lo que fue como si lo hubieran marcado como a un paria.

 

Una tarde, en casa de Iker, jugando a la SuperNintendo, este me preguntó, como si se lo hubiera estado guardando todo este tiempo:

 

-¿Eres maricón?

 

La pregunta no tenía mucho sentido, pues ambos estábamos en calzoncillos y yo estaba apoyado sobre su regazo viéndole jugar al Super Castlevania, pero aún así respondí, como buenamente pude.

 

-No sé que es eso.

-”Maricón” es que te gusta chupar penes y que te lo metan por el culo.

 

Me dijo, mientras me quitaba de su regazo, se ponía en pie, dejaba el mando a un lado y terminaba de desnudarse. Su pene era algo más pequeño que el de mi tío, pero era bastante grande para mi curiosidad púbere. Y estaba erecto. Yo, con algo de miedo, le pregunté.

 

-¿Es malo eso de ser “maricón”?

-No, lo malo es ser imbécil, como ese chico de tu clase, pero debes tener cuidado en a quien le dices las cosas.

 

Pensé que querría que se la chupara de forma inmediata, pero me puso en pié, me desnudó y me abrazó.

 

-Diego me explicó todo lo que sabía y yo te lo explicaré a ti.

 

Diego fue su tutor bachiller, al que conocía de vista de las visitas de antiguos alumnos. Un hombre rubio, bastante cachas y moreno. Acudiera solo o con su mujer e hijos no había perdido ni el afecto ni el contacto con Iker. Pero esto ya os lo contaré en otro momento.

 

En el tiempo presente estábamos Iker y yo, abrazados y desnudos en su cama. Nos besábamos, aunque él me tenía que dar constantes correcciones como hacerlo mejor. Yo obedecía. No pasamos esa vez de besarnos y tocarnos todo el cuerpo el uno al otro. Fue algo especial, sin duda. Cuando ya me marchaba a mi casa me guiñó un ojo y me dijo:

 

-Si sacas un sobresaliente en el examen de mañana te enseño nuevas cosas.

 

Se me daban bien las asignaturas, pero esa noche estudié especialmente duro para el examen de lenguaje del día siguiente, aunque el día de las notas no había pasado del notable alto. Yo me sentí decepcionado, pero Iker me revolvió el pelo y me dijo:

 

-¡¡Menuda notaza!! ¿Te vienes a merendar a casa?

 

Ya en su casa me dijo que su obligación de tutor bachiller era que yo me esforzara en sacar buenas notas y hacer las cosas bien, por lo que no solo me daría premios, sino que me ayudaría en todo lo que tuviera dudas. Justo en ese momento me sentí como si de Iker surgiera un halo de sabiduría cósmica o algo del estilo. ¡¡No digamos ya de mi concepto del aún desconocido Diego!!

 

Estuvimos estudiando hasta tarde, pues a la semana siguiente tenía un examen de conocimiento del medio, él estaba también preparando sus exámenes de final de trimestre, pero no le importaba nada le interrumpiera constantemente con preguntas. Esa tarde no hubo nada de sexo. Mi padre vino a recogerme y dormí pensando en que mi héroe, Iker, era lo mejor que nunca me había pasado.

 

A la mañana siguiente, domingo, me desperté y bajé a la cocina a desayunar. Pude escuchar a mis padres, Roque y Clara, discutiendo acaloradamente. Por lo visto a mi madre no le parecía bien que hubiera un alumno de bachillerato que fuera tan amigo mío como para irme a su casa muchas tardes a estudiar. Mi padre le replicaba que era perfectamente normal, y que si a ella no le parecía “normal” era por haber estudiado en un colegio interno de pijas estiradas.

 

El fondo de la cuestión no era verdaderamente donde habían estudidado, pues mi madre era del Liceo Santamaría y mi padre era del Cumbre. Tampoco se discutía si era bueno o no el que yo conociera a Iker, pero yo no sabía entonces que el problema era que ya ni se querían ni se respetaban y estaban a dos pasos del divorcio.

 

Entré a la cocina, dándoles a ambos los buenos días. Dejaron de hablar del tema, aunque se lanzaban miradas furibundas constantemente. Al poco mi hermano bajó, y se puso a tomarse unas tostadas con mermelada.

 

Estábamos ya vestidos y viendo la tele en la sala de estar, Doraemon, cuando llamaron a la puerta. Era Iker, que estaba vestido con un chándal y una cinta en el pelo, con el brazo tendido para darle la mano a quien abriera. Por suerte para él le abrió mi padre, pues mi madre se había ido a “hacer la compra”, o eso dijo.

 

-Hola, señor, soy Iker Castelar, venía a buscar a su hijo, que tiene que entrenarse para la maratón de final de trimestre.

 

Y era verdad, en pocos días habría una maratón de final de trimestre. Mi padre, todo amabilidad pese a su intimidante aspecto, le dio un gran apretón de manos, tiró de él hacia el interior de la casa y no dudó en abrazarlo, como si fuera otro hijo más.

 

¡¡Ah!! ¿Que no os he dicho como era mi padre? Bueno, Roque por naturaleza era un hombre alto, de casi dos metros. Y por su afición al deporte era muy musculoso. Pelo castaño, barba y gesto serio. Tenía algo de barriga, no exagerado, por su afición a la cerveza. Manos inmensas y pies igualmente grandes. Nunca me había fijado en su paquete, pero por lógica era descomunal.

 

Iker y mi padre estuvieron parloteando del colegio durante un buen rato, aunque ninguno de ambos se atrevían de hablar de sus propias relaciones homosexuales. Lo interesante, que uniría a mi padre con mi bachiller tutor, fue cuando salió el nombre de Diego. Ironías de la vida mi padre fue el bachiller tutor de Diego, con lo que el que Iker fuera el mio era como una cadena que se cerraba en un fin de ciclo.

 

Iker me dijo que subiera a mi cuarto, mientras mi hermano seguía viendo los dibujos. Mi hermana Erica, que entonces era apenas una criatura de tres años, despertó, comenzando una llantina que obligó a mi padre a ir con ella. Iker cerró la puerta de mi cuarto, me abrazó, me besó y me desnudó. Pensé íbamos a tener sexo, pero entonces me dijo, con una bonita sonrisa en su cara:

 

-Bien, ponte algo de ropa deportiva que vamos a salir a correr.

 

Yo me puse un chándal verde de Adidas y unas zapatillas Nike. Mi padre entró a mi cuarto, con la pequeña Erica en brazos.

 

-Chicos, ojalá pudiera ir con vosotros, pero Juan está muy pegado a la televisión y la pequeña Erica... ¡¡es pequeña!!

 

Iker y mi padre rieron la ocurrencia. Luego este le dijo a mi padre.

 

-Señor Verdasco, yo podría ayudar a que su hijo Juan dejara eso de la televisión, pero lo de la pequeña... ¡¡me temo no tengo ninguna canguro encima!!

 

Nueva risotada de ambos por cosas que a mi no me parecieron graciosas. Luego, al irnos, Iker me dio una suave palmadita en el trasero. A la que salía Iker mi padre le dio un suave azote de despedida.

 

-Te diría que cuides de mi hijo, pero sabiendo que eres el elegido por mi elegido sé has recibido un buen aprendizaje.

 

Le guiñó un ojo e Iker sonrió con picardía, entendiendo en ese momento muchas más cosas de las que yo hubiera podido comprender. En lo que íbamos caminando yo le pregunté por qué quiso decir mi padre, a lo que Iker respondió esa típica frase que tanto te fastidia de adolescente pero de adulto comprendes cuán cargada de verdad está.

 

-Lo entenderás cuando crezcas.

 

Íbamos caminando a buen ritmo hacia un centro comercial cercano a mi casa. Pensé pararíamos a comprarnos algo de bebida o similar, pero allí nos esperaba, al volante de un monovolumen gris, Diego. Iba vestido con un chandal verde de Adidas, de esos de camiseta de tirantes. No podía ver el resto desde fuera, pero llevaba unos pantalones verdes muy cortos y ajustados y zapatillas del mismo color.

 

Bajó del coche. Era un hombre impresionante. Iker hizo una escueta presentación.

 

-Diego, este es Carlos, el hijo de Roque Verdasco. Carlos, te presento a mi tutor bachiller, Diego Martín.

 

Diego me dió un gran abrazo, que me pilló totalmente desprevenido.

 

-¡¡No imaginas el placer que es conocerte!! ¿El hijo de mi tutor bachiller? ¡¡Tu padre es un tío cojonudo!!

 

 

 

Subimos los tres al coche. Al principio Iker y Diego estuvieron hablando de los viejos tiempos, aunque el que más hablaba era Diego, que no paraba de contar batallitas de él con mi padre. Supe estuvieron muy unidos, tanto que fueron novios durante una temporada, aunque en secreto, pues la familia de Diego era muy conservadora. La de mi padre no tanto, pero mis abuelos querían nietos, lo que suponía que tendría que emparejarse a una mujer. Diego era bisexual, mi padre ni lo sabía ni me lo planteaba entonces, pero era muy gay, aunque hizo lo que hizo por responder a las expectativas familiares.

 

Llegamos a una zona de entrenamiento deportivo idónea, la Casa de Campo. Por aquel entonces ya había muchas putas, pero, por lo que me dijeron Diego e Iker, estas se concentraban en una única zona. Y, mientras no te metieras en sus asuntos, ellas no se metían en los tuyos.

 

Estuvimos corriendo por cerca de hora y media, hasta que Diego me vió demasiado cansado para poder continuar. Iker dijo que seguramente aún aguantaría por media hora más, a lo que su bachiller tutor le recriminó con la mirada y aceptó parar a comer.

 

Entramos a la parte trasera de su monovolumen, que tenía los cristales tintados. Echó los asientos hacia adelante, dejando un espacio diáfano muy amplio, puso una toalla y sacó una cesta de picnic en la que había filetes de pollo a la plancha, patatas cocidas, espinacas, yogures naturales y nueces.

 

Comimos y estuvimos contando chistes verdes, aunque los míos eran los más inocentes. Entonces, durante el postre, Diego me preguntó, sin cortarse un pelo:

 

-¿Y ya has follado con mi protegido?

 

Yo me quedé mudo y rojo como un tomate. Iker me tomó entre sus brazos y respondió por mí, lo que alivió la situación.

 

-No, aún no hemos follado. Está muy verde, creo debe ir con calma, pero sabe que le gustan los hombres, sólo necesita más confianza.

 

Me besó en la nuca, Diego me acarició la pierna y se disculpó por ser tan directo. Yo, tan joven e inocente, solo llegué a decir.

 

-Bueno, ya chupé una vez una polla…

 

Diego e Iker se pusieron a reírse, como si de pronto hubiera contado el mejor de los chistes verdes. Iker me miró y, aún sonriente, me dijo de forma cariñosa:

 

-¡¡Pero menuda puta tengo!! ¡¡Y yo con calma no sea te asuste!!

-No, déjale, no sea lo perviertas más…

 

Dijo Diego, siguiendo la broma.

 

-¡¡En serio!! ¡¡Os puedo demostrar sé hacerlo!!

 

Dije, molesto. Ambos dejaron de reír. Diego, muy serio, me dijo.

 

-Carlos, no consiste en que puedas, consiste en que realmente quieras hacer esto. No sé a quién se lo habrás hecho, pero debes pensar si era lo que querías hacer. Ni Iker ni yo te vamos a obligar a que nos demuestres nada, solo haremos lo que queremos hacer los tres.

-Yo…

 

Me quedé mudo, muerto de vergüenza, como si hubiera dicho algo malo. Iker me besó en la boca, metiéndome la lengua.

 

-¡¡Hemos hablado mucho!! ¡¡A correr!!

 

Y salió del coche. Diego se inclinó sobre mí y me besó, pude sentir que su saliva tenía un sabor algo más fuerte al de Iker, y su cuerpo desprendía mucho más calor.

 

-Iker tiene razón, ahora toca mover el culo por el campo, ya cuando estés seguro veremos si lo quieres mover en otra parte.

 

Me guiñó un ojo y me tendió la mano. Ambos salimos del  coche, cerró y continuamos con el ejercicio. Al cabo de aproximadamente dos horas de estar corriendo, completamente sudorosos y visiblemente cansados regresamos los tres al coche y montamos de nuevo en la parte de atrás.

 

-¡¡La ropa empapada en sudor es molesta!!

 

Dijo Iker que se desnudó totalmente. Diego, sin decir palabra alguna, siguió su ejemplo. Ambos me miraron, pues yo no parecía decidirme, y se me abalanzaron para dejarme totalmente desnudo. Los tres estábamos, desnudos, cansados y sudorosos. Nos abrazamos los unos a los otros y nos quedamos dormidos, aunque yo desperté el primero. Me incorporé, quedando embobado viendo los cuerpos desnudos de los dos hombres junto a los que estaba. Tenían los penes erectos.

 

Atraído por una fuerza irrefrenable me incliné sobre la entrepierna de Iker y comencé a lamerle la polla. Gimió de placer. Me envalentoné y me la metí en la boca. Me puse a chupar con ganas, tal como ya hiciera con mi tío Francisco, solo que esta vez yo era quien tragaba a fondo, no quien recibía de forma pasiva. Noté un movimiento pero lo ignoré. Luego alguien me estaba tocando el culo. Era Diego, pero solo me importaba satisfacer a mi tutor bachiller.

 

Diego se puso a lamerme mi virgen ano mientras yo mamaba con más ganas. Estaba muy excitado y deseaba llegar hasta el final. Noté un par de dedos que se abrían paso por detrás. Saqué la polla de Iker de mi boca para protestar, pero este acercó sus labios a los míos y me besó apasionadamente. Luego volvió a colocar su falo frente a mi cara y, pese a la invasión de mi ano, opté por seguir chupando. Era un placer indescriptible.

 

Pero Diego no iba a ser quien me sodomizara. Los dedos dejaron huérfano y hambriento mi ano y Diego morreó de forma apasionada a Iker, al que le dijo algo al oído. Este hizo su verga saliera de mi boca, se sentó y dijo:

 

-Es tu virginidad, tu decides.

 

No lo dudé. La polla de Iker era sumamente apetecible, así que me levanté solo para sentarme encima de esta. Sentí su glande abrirse paso dentro de mi ano. Estaba muy caliente. Me había colocado de tal forma que nos mirábamos a la cara, así que cuando me termine de clavar su polla pude ver su placer. Lo besé, me correspondió. Nos estuvimos morreando hasta que Diego reclamó su derecho a participar.

 

-A ver, estáis en posición perfecta. Chupadme la polla entre los dos, anda.

 

Puso su verga entre las caras de los dos. Y ambos chupamos mientras nos besábamos. Pero ese era mi día, así que al final Iker dejó de mamar para que la polla quedara a mi entera disposición, y se centró en follarme el culo. Los tres resoplámabos, gemiamos y sudamos. Me corrí sin que mano alguna tocara. Diego me avisó que se iba a correr, pero yo no me la saqué de la boca, tragando una buena cantidad de lefa. Iker no avisó, simplemente me llenó el intestino con su semilla.

 

Diego anunció que se estaba meando, que salía fuera, pero Iker le pidió que no lo hiciera, que quería repetir su favorito de los viejos tiempos. Yo no sabía a qué se refería, y Diego se mostró reticente, pero logró convencerlo. Diego le puso la polla en la boca y comenzó a mear. Iker se lo bebía todo, sin dejar escapar una sola gota.

 

Luego fue Iker el que dijo que tenía muchas ganas de mear, a lo que Diego le dijo, en tono burlesco.

 

-¡¡Eso te pasa por pasarte con los refrescos!!

-¡¡Los recalientes más bien!!

 

Rieron, pero Iker seguía queriendo mear. Y yo con curiosidad de lo antes visto. Me armé de valor y pregunté.

 

-Iker, ¿puedo probar yo?

-Vale, será tu bautismo. Pero te juro que como no saques muy buenas notas esta evaluación te daré una buena tunda.

 

Me puse de rodillas frente a Iker, quien metió su pene flácido en mi boca. Se puso a orinar, tratando de hacerlo despacio, mientras decía.

 

-Tu ves tragando, no te preocupes por nada más.

 

El sabor era amargo y salado, y estaba caliente. Me excitó más de lo que esperaba. A Diego también le excitó. Tanto que volvió a tener la verga erecta. Tanto que se puso detrás mía y me la metió hasta los cojones y se puso a follarme, dándome caña. Yo tragaba orina por la boca y polla por el culo. Y la excitación de Diego era tal que no tardé en tragar también más lefa en mi agujero trasero. Iker terminó de mear y con la polla dura como una puiedra. Me folló y preño una segunda vez, tras lo que vimos ya era muy tarde y nos vestimos. Diego me dejaría en casa para que no se hiciera aún más tarde, cosa que a Iker y a mí nos pareció bien.

 

Cuando llegué a casa me encontré a mi padre llorando en la entrada. No lo supe en ese momento, pero mi madre se había marchado con otro, y nos había dejado a todos tirados. Mi padre me tomó entre sus brazos y me dió un abrazo inmenso. Sentí como si el tenerme ahí lo calmara. La pequeña Erica, desde la planta de arriba, con la fuerza de sus llantos infantiles, reclamó la totalidad de la atención paterna, quien subió, tratando de parecer lo más sosegado posible.

 

A la semana siguiente de esto los tíos, Francisco y Beatriz, se vinieron a vivir una temporada con nosotros. Mi padre estaba muy afectado. Yo apenas sabía cómo debía sentirme, pese a que desde hacía tiempo las discusiones que habían sucedido en la casa lo habían estado anunciando. Mi hermano Juan iba a su aire y mi hermana Erica era un bebé, no se le puede pedir nada.

 

Mi tío y yo comenzamos a pasar más tiempo juntos, pues mi tía se había volcado por completo en que el estado de mi padre mejorara. Además ella, que era abogada, estaba preparando todo el papeleo para llevar a mi madre a juicio por abandono familiar y exigirle un acuerdo que supusiera cualquier futura reclamación de las custodias o compensaciones por los hijos a los que había abandonado.

 

Con todo ello, un día, paseando por el jardín con mi tío Francisco este sacó el tema.

 

-Entonces, ¿cuando quieras te enseñe?

-¿A qué, tío?

-A comer polla, como te dije.

 

Me sonreí. Gracias a Diego e Iker había tenido una buena clase magistral, aunque me apetecía volver a hacerlo con el marido de la hermana de mi padre. Lo llevé hasta el cuarto de la depuradora de la piscina, una habitación mucho más grande de lo necesario pues allí había una nevera en la que en verano se guardaban los refrescos y era donde se ponían las tumbonas. En ese momento quedaba una. Mi tío se desnudó mientras yo cerraba la puerta para que no entrara nadie. Me arrodillé y me puse a mamar tal como había aprendido de Diego e Iker.

 

El tío Paco no puso ninguna pega o corrección. Pero, cuando pensé se correría, me dijo.

 

-Ahora haremos otras cosas.

 

Me puso a cuatro patas y me la metió de un solo empellón. Me folló de forma salvaje, pero yo resistí todas sus embestidas hasta que se corrió y dejó caer su cuerpo sobre el mío. Antes de sacármela del culo me susurró al oído.

 

-Sobrino, no imaginas cuanto me ha gustado follarte.

 

Me giré, para mirarnos ambos a los ojos.

 

-¿Y eso?

-A tu tía no se la puede follar sin condón porque dice que no quiere quedarse embarazada. Contigo ese riesgo nunca va a existir.

 

Me besó en la boca, me hizo limpiarle la polla con una nueva mamada y nos marchamos de vuelta a la casa.

 

Al llegar el fin de semana mi padre seguía sin ánimo de nada, Iker se había ido fuera con sus padres, no tenía forma de ponerme en contacto con Diego y mi tía Beatriz había preparado una escapada sorpresa, a la que llevó a rastras al desganado oficial. Mi tío se iba a quedar a cargo de la casa, pero este contrató a una niñera recomendada por sus padres y me llevó a una fiesta.

 

Era en un descampado, en la finca de unos amigos. Durante el camino mi tío me estuvo hablando que allí estarían sus seis hermanos, al menos doce de sus veinte primos y un variopinto grupo de amigos de todos ellos. Que solían reunirse una vez cada tres meses para dar rienda suelta a sus placeres más ocultos y para esta fiesta particular, si era lo que yo quería, me convertiría en el centro de atención. Cuando le pregunté qué quería decir con eso de ser el centro de atención me respondió que si me dejaba iba a recibir muchas pollas a lo largo de la noche. También me advirtió que si me cansaba solo tenía que decir “melocotón”.

 

No quería tener mucho tiempo que perder, y ya íbamos por caminos, así que me quité toda la ropa. Mi tío trataba de no perder atención, no fuera a ser algún animal se nos cruzara en el trayecto, pero yo sabía que me estaba mirando con intereses lascivos.

 

Al llegar me encontré a sus hermanos, a los que ya conocía. En realidad hermanos solo de padre, pues el padre de Francisco siempre mantuvo una relación bígama con dos mujeres, las cuales vivían bajo el mismo techo. Tras la muerte de una de ellas la otra ejerció de madre para los siete vástagos.

 

En orden de edad, y todos más jóvenes que mi tío paco, era:

 

Gerardo. Pelo rizado, una buena melena, ojos verdes y sonrisa inocente en un rostro con pecas. En medio del descampado, a la luz de la luna, lo ví desnudo, bien cachas y con una polla que dejaba pequeña a la de su hermano mayor.

 

Esteban, casi parecía una copia de Francisco, aunque era menos musculoso que este. Y tenía el pelo liso largo, barba y era al menos dos años más joven. Estaba arrodillado frente a Gerardo, con la polla de este en su boca.

 

Lucas era el más moreno de todos los hermanos, lo que en más de una ocasión había llevado a que sus hermanos pensaron que este solo lo era de madre, por lo que no era hermano de todos. Y su polla era considerablemente la más grande de todas, casi veintitrés centímetros.

 

Esta anaconda de carne se perdía y reaparecía en el culo de Emilio, uno de los dos gemelos. El otro, Miguel, le estaba dando de mamar a emilio. Los dos tendrían a lo sumo veinte años, eran delgados y risueños. Si, incluso con un pollón gigante en el culo Emilio era risueño.

 

El más joven de todos, Pablo, era de mi edad. Bueno, puede tuviera dos años más, a lo sumo. Fue el primero en vernos llegar y el que más se alegró al ver que yo ya bajaba desnudo del coche.

 

A todos ellos ya los conocía de las fiestas de mis tíos, pero nunca había podido comprobar lo hermosos desnudos que tenían. Pablo se me abalanzó, me abrazó y nos fundimos en un tórrido morreo. El resto de los hermanos de Francisco no tardaron en rodearme, entre risas, algarabía, besos y sobeteos por todo mi cuerpo.

 

Francisco y Gerardo se apartaron a un lado, para hablar a solas. Yo con los otros cinco hermanos encima no pude enterarme de nada, pero luego me llegó el resumen de boca de mi tío.

 

-A ver, Carlos es muy nuevo. Y no digo solo en estas fiestas, digo en sexo. Nosotros siete nos vamos a la cabaña y haremos fiesta de luna llena privada para nuestro invitado.

 

Varios de los hermanos protestaron, pero todo quedó resuelto cuando Francisco les aclaró que no se preocuparan, que yo iba a ser el único en recibir pollas durante lo que durara la fiesta. También dejó muy claro que si yo decía “melocotón” la fiesta se daría por terminada, al menos para mí. Lucas, que se estaba acariciando la entrepierna, anunció que tenía que ir a mear, pero yo vi una buena ocasión para hacer que las cosas giraran a favor de mi aceptación, le dije que no hacía falta se fuera, me arrodillé ante él y abrí la boca.

 

Lo entendió a la primera, pues se puso a mearme en la boca, mientras yo tragaba con ansia glotona. Como si al resto les hubiera dado envidia uno tras otro fueron meándome, aunque no todos se limitaron a mi boca, con lo que acabé empapado en orinas de siete machos gitanos.

 

Lucas me agarró en volandas, me apoyó su cipotazo en mi culo y, Francisco, algo alarmado, exclamó.

 

-¡¡Cuidado, hermano!! ¡¡Si me lo desgarras no sé qué le diré a mi esposa!!

 

Para sorpresa de todos esa descomunal polla de fue deslizando suavemente en mi interior, hasta que sus cojones golpeaban mi culo. Lucas, sonriendo, anunció:

 

-A este túnel ya han entrado más trenes.

 

Los hermanos lo celebraron, en especial Lucas, que comenzó a darme una follada salvaje que me hizo gemir como a una puta en celo y quedar al borde de la incosciencia un par de veces. Y lo mejor es que mientras me follaba todos nos habíamos puesto a caminar a la dichosa cabaña, con lo que la corrida llegó casi al mismo instante que cruzábamos el umbral de la puerta. No me sacó la polla hasta dejarme boca arriba sobre una cama, y ese momento en que mi culo quedó libre fue aprovechado por Emilio. Miguel me puso su rabo en la cara, y yo abrí la boca, dispuesto a dejar que me la follara. Los gemelos se movían tan sincronizados que eran como una máquina de amasar, y yo la masa que moldeaban con el calor de sus pollas.

 

Tras los gemelos me follaron Esteban, Francisco, Gerardo y Pablo. Luego hubo una segunda ronda, todos se terminaban corriendo siempre en mi interior, ya fuera culo o boca. Yo terminé exhausto, por lo que me dejaron allí, boca abajo, con el culo expuesto y medio adormilado.

 

En esto me pareció escuchar unos ladridos de perros. Estaban cada vez más cerca. Detrás la voz de alguien gritar:

 

-¡¡Sultan!! ¡¡Ven!! ¡¡Sultan!! ¡¡Perro malo!!

 

Pero Sultán, un inmenso rotweiler entrenado para practicar zoofilia, había presentido un culo fácil cerca, y no se iba a dar por vencido. Todo habría sido muy gracioso si no hubiera notado sus patas peludas sobre mi espalda y su inmensa verga canina entrarme hasta el nudo, lo que nos dejó acoplados durante buena media hora.

 

Ramón, primo de Francisco y dueño de Sultán, quedó sorprendido por la escena. Luego no pudo evitar una risotada a mis expensas y seguidamente inmovilizó al animal, para prevenir este tratara de salirse antes de tiempo, lo que podría claramente desgarrarme el ano.

 

Francisco, así como el resto de hermanos y la práctica totalidad de los primos, entraron a tropel. Mi tío, al verme en esa situación, me preguntó si quería algo de fruta, tratando de ver si le decía la palabra clave. Yo dije, excitado, pero no por el hecho de ser un perro lo que me follaba sino por el tamaño.

 

-Quiero comer muchos plátanos.

 

Y de esta forma quedó abierta la veda. Comí al menos treinta pollas, y por el culo debí recibir otras veinte. Para cuando volvimos a casa, a primera hora de la mañana, tenía el intestino tan lleno de semen que de haber sido mujer la idea de embarazo sería una certeza. Mi tío pagó a la canguro, la cual se marchó, comprobó que mis hermanos seguían durmiendo y subió a mi cuarto para recomendarme me diera una buena ducha y tratara de dormir.

 

Yo, como frase antes de hacerle caso, solo pude decir algo que le hizo mostrar una sonrisa en sus labios.

 

-La próxima quedamos solo con tus hermanos.

 

El segundo trimestre terminó sin que Iker y yo pudiéramos quedar muchas veces, aunque en el colegio aprovechamos todos los recreos para estar juntos. Mis notas terminaron bien altas, como mi predisposición a estudiar y mis resultados deportivos. Esto gustó especialmente al profesor de gimnasia, quien me propuso entrara al equipo de fútbol, el cual iba a quedarse sin algunos jugadores porque al terminar el año dejarían el centro.

 

A la que estuve con Iker este me dijo que le alegraba mucho que Lazaro, el profesor de gimnasia, me quisiera en su equipo, pero que debía tener en cuenta que este fue uno de los impulsores del sistema de tutores bachilleres, por lo que para el equipo solo escogía a los mejores físicamente que además tuvieran un tutor bachiller.

 

Vamos, que pasaban cosas con las que había que ser discreto, leí entre líneas. A mí no me parecía mal un secreto más. A la salida de clase nos esperaba Diego, quien se disculpó por haber estado ausente, a lo que Iker dijo que él también lo había estado. Íbamos a ir a casa de Diego, pues su esposa e hijos se habían ido fuera unos días, pero cuando les dije lo que le pasó a mi padre Diego propuso ir a mi casa.

 

Yo no sabía si sería buena idea, pero al llegar mi tío Francisco, que fue quien nos abrió, nos informó que mi tía estaba en un balneario, que, según le había dicho por la mañana, necesitaba desestresarse. Mi hermano estaba viciado a la supernintendo y mi hermana dormía, por el momento.

 

Hice una breve ronda de presentaciones.

 

-Tío, estos son Diego e Iker. Este es mi tío Francisco.

 

Iker y mi tío se saludaron estrechándose las manos. Diego le tendió la mano, para hacer un saludo igual, pero mi tío lo abrazó y le dió un buen morreo.

 

-Un placer conocerte.

-Lo… mismo digo.

 

Respondió Diego, algo cortado. Mi tío se marchó a la cocina. Nosotros subimos al cuarto de mis padres, donde estaba mi padre en la cama, desnudo, en posición fetal. Solo salía de ahí cuando tenía trabajo, y hoy era su día libre. Diego entró al cuarto, comprobó que, efectivamente, Erica dormía, y nos dijo a Iker y a mí que nos fueramos a mi cuarto a estudiar.

 

Obedecimos cual corderitos, solo que no teníamos ganas de estudiar. Nos desnudamos e Iker comenzó a lamerme el ano.

 

-Se te nota dilatado, ¿lo estás entrenando?

 

Reí para mis adentros. Desde la fiesta mi tío me daba por culo al menos una vez a la semana, pues se lo pedí yo. Más bien se lo exigí, por haberse dejado la puerta abierta, lo que permitió a Sultan entrar en mi cuerpo. Aunque no podía evitar seguir excitado por ese recuerdo, claro. Le asentí a Iker, sin entrar en detalles, y este pasó a follarme. En esto entraron mi padre, completamente desnudo, pero no excitado, y Diego.

 

Mi padre abrió diciendo.

 

-Carlos, lo siento por haber estado tan extraño estos días, las cosas no han sido precisamente bue…

 

Se quedó callado al vernos. Iker se quedó paralizado, con su polla dentro de mi culo. Diego le lanzó una mirada que parecía indicar un “os dije estudiar, no follar”. Pero la polla de Roque, mi padre, despertó, elevándose en toda su inmensa potencia sexual.

 

-No pares, ya sabes que es tu deber como tutor bachiller.

 

Le dijo a Iker mientras agarraba a Diego y tiraba de él al interior del cuarto. Cerró y echó el pestillo. Diego se desnudó y le puso el culo a Roque, pero este dijo, muy serio.

 

-No, hoy la puta es el más joven.

-¿Tu hijo?

 

Dijo Diego, algo extrañado. Mi padre lo besó, lo abrazó y respondió.

 

-Si, mi hijo. ¿Recuerdas los viejos tiempos con quien tu sabes?

-Me parece bien, pero me lo follo yo antes, que tú eres capaz de destrozarle el culo.

 

Siguieron hablando de mí como si no estuviera delante mientras se magreaban entre ellos. Nada de eso me importaba, pues yo estaba disfrutando las embestidas y los besos en la espalda de Iker, quien me decía lo mucho que me quería y que seguiría siempre a mi lado.

 

Pero, tras correrse, el relevo lo tomó Diego, quien daba metidas rápidas y sacadas lentas, acompañado de algún ocasional azote. No nos estábamos dando cuenta del jaleo que armabamos. Tanto que ni escuchamos a Erica llorar, pero por suerte mi tío se ocupó de hacer volviera a quedarse dormida. Mi hermano Juan, bueno, a él se le podría caer la casa encima y seguiría sin darse cuenta si no se lo ponían en la pantalla.

 

Diego se corrió abundantemente y entonces noté un monstruo apoyarse contra mi ano. La polla dura y caliente de mi padre.

 

-Hijo, si te duele demasiado lo dices y paro.

 

Fue entrando, como si de una tuneladora se tratara. Yo noté una gran gama de sensaciones, en cierto grado dolor, pero el morbo de sentir a mi progenitor meter el arma con el que me hizo en mi interior me obligó a aguantar.

 

Me follaba con ternura y delicadeza, hasta que Diego lo animó:

 

-¡¡Venga, Roque-man!! ¡¡No me seas mariquita!!

 

Entonces, como si un resorte se disparara en su mente, se puso como una bestia salvaje en celo y me folló tan violenta y duramente que pensé la cama se iba a romper, así como mi culo. No tardó mucho en correrse, pero no sacó su polla de inmediato, sino que pude sentir algo caliente, más líquido, que salía del rabo paterno, ya semi flácido. Diego dejó muy claro lo que era.

 

-¿Sigues meándote justo después de correrte? ¡¡No me explico cómo pudiste hacer hijos!!

 

 

 

Mi padre lo ignoró totalmente y, tras llenarme de dos de sus fluidos, me dijo al oído.

 

 

 

-Cuando te la saque cierra el culo y ves corriendo al baño.

 

Y claro que hice eso, pues me había puesto un buen enema de su pis, con lo que me moría de ganas de cagar. En el pasillo me topé de bruces con mi tío, que tenía una sonrisa tonta en la cara, pero me dejó pasar sin decir una sola palabra. Al volver del baño este estaba en mi cuarto, desnudo, follándose a Iker, follado por Diego y mamándole la verga a mi padre.

 

Mi padre estuvo recibiendo frecuentes visitas de diego durante los siguientes meses, y mejoró mucho su estado de ánimo. A mi tía le pareció bien ver que estaba “conociendo a alguien”, según sus propias palabras, aunque Diego solo estuviera allí en calidad de amigo con derechos. Mi tío Francisco se sintió algo triste, pues la mejora de mi padre suponía que se volverían a su casa, aunque decidimos que en verano se haría una barbacoa “solo hombres”, lo que a oídos de mi tía significaba hablar de fútbol, eructar en público y no disimular al rascarse los huevos mientras bebían cerveza. Pero mi tío sabía que la cosa era más sexual.

 

Y hablando de fútbol, me hicieron unas pruebas de acceso al equipo, las pasé, gracias a los entrenamientos de Iker, y me dijo el entrenador que el próximo domingo sería el bautismo de iniciación. Yo no sabía qué significaba eso, pero fue mi propio padre quien, sin tapujo alguno, me sacó de dudas cuando lo estaba comentando en la cena, en la que solo estábamos él, Diego y yo.

 

-Hijo, te van a dar más rabo que cuello tiene un pavo.

-¡¡Roque!! ¡¡Que nos los asustas y se raja!!

-¿Asustarse?

 

Dijo mi padre, quien apartó su silla de la mesa, se bajó el pantalón del pijama y, mostrando su tremenda erección, me ordenó.

 

-Ven y siéntate en mi regazo. Salvo que te “asuste”, claro.

 

La cena terminó con mi culo follado dos veces por mi padre y otras dos por Diego. No pude ni comer los postres sin que hubiera una polla dura en mi ano, pero esto demostró que podrçía perfectamente con esa iniciación, o eso pensé.

 

La noche antes de la iniciación mi hermano Juan entró a mi cuarto y, sin mediar palabras, repitió lo que pasara en Valencia. Yo, desde que follaba con tanta regularidad, dormía desnudo por si a mi padre le apetecía venir a follarme, pero no esperaba mi hermano saliera de sus pantallas para dedicarme un segundo de atención. Se puso a follarme el culo sin una sola palabra y, tras correrse en mi culo, solo dijo.

 

-Felicidades, espero seas una buena puta para el equipo.

 

Me besó la nuca y se marchó. Otro suceso más del que no hablaríamos.

 

Al día siguiente el entrenador, un hombretón alto, musculoso y muy peludo, me puso una venda en los ojos. Me subió a una furgoneta. Escuché a otros preguntar a dónde nos llevaban, lo que me hizo suponer que yo no sería el único novato. Intercambiamos algunas frases y llegué a saber que íbamos a ser cinco nuevas incorporaciones, aunque cuando quisimos decirnos nuestros nombres, posiciones como jugadores o incluso hablar de nuestros tutores bachilleres nos ordenaban callar. Había temas que eran tabú, aunque resultaría comprensible el porqué más adelante.

 

Nos llevaran donde nos hubieran llevado nos separaron en cinco estancias. Allí me descubrieron los ojos. Era una cosa extraña, pues casi parecía el interior de una inmensa tubería de hormigón que hubieran acondicionado para ser un cuarto. Mi acompañante era mi tutor bachiller, Iker, quien vestía su uniforme reglamentario del equipo.

 

Me besó en la boca, con pasión, y me dijo.

 

-Tienes mucha suerte que yo sea parte del equipo, los otros sus tutores bachilleres no son del equipo, aunque confirmaron que sus pupilos reciben sexo y no se muestran contrarios a hacerlo con hombres, lo que es una aceptación de cara a ser iniciados.

-Mi padre me dijo que me vais a follar.

-Si. Toda la plantilla te dará por culo y tendrás que mamarnos las pollas y tragarte todo nuestro semen. ¿Te supone algún problema?

 

Yo deseaba llegara el momento, pero el quedarme en silencio hizo que Iker se me acercara, me abrazara y me tratara de tranquilizar.

 

-Esto es un juego, si te duele lo dices y paramos.

-¡¡Pero si lo estoy deseando!!

 

Exclamé, tratando de meterle mano a su entrepierna, pero él se me apartó.

 

-No, mi pequeña puta, tenemos prohibido hacerte nada en las habitaciones de descanso. Yo que tú descansaría. Y tienes comida y bebida en la nevera.

 

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