Empezaremos por el principio, que sé que tardáis mucho en pillar las cosas... ¡¡en los años que nos conocemos y no habéis sabido que soy bisexual hasta el mismo día de mi boda!!

Llegamos al hotel a primera hora de la mañana. Habíamos estado hablando durante el viaje en taxi desde el aeropuerto de la jugada que organizó Sofía junto a su primo (serás cabrón, cuñadito, mira que callarte que mi novia era prima tuya... ¡¡ya te lo haré pagar en gemidos de placer!!). Mi esposa estaba encantada de haber visto como uno de mis cuñados y yo eramos violados por un montón de militares, aunque es la primera vez que os diré que esos mismos, cuando fuimos compañeros de mili, fueron los que me pagaron la carrera, pues les vendía mi culo cada noche.

Pero centrándonos, Sofía estaba tratando de convencerme que debíamos organizar algo todos juntos, mis hermanas, mis cuñados, mi hermano, su hijo y nosotros dos. Algo que pudiera terminar en orgía, a ser posible. Yo le estaba recordando que ni Mariela ni Rosa, mis queridas hermanas y vuestras esposas, estarían dispuestas a hacer sexo grupal, y que tampoco quería comprometer vuestros matrimonios. ¡¡Si Vanesa aún siquiera con mi hermano la cosa habría sido distinta!! Pero no, no es el momento de lamentaciones.

Llegamos a la recepción, hicimos el check-in y nos dieron las llaves. Un mulato enorme vestido con bermudas y camiseta sin mangas se nos acercó y, con una sonrisa de oreja a oreja, comenzó a hablarnos.

-Hola, mis amigos, sean bienvenidos a la soleada isla de República Dominicana.

Le dio dos besos a mi mujer, uno en cada mejilla, y me tendió la mano. Tomé su mano para saludarlo, pero vi que mi mujer le guiñaba un ojo, a lo que ese negrazo impresionante me atrajo hacia él, me abrazó y me besó. Dos sonoros besos. Uno en cada mejilla.

-Marco, ¿sabe que no cuela que sea de acá?

-Bueno, el lindo de su esposo así lo pensó... ¿que quería comprarme?

Me preguntó, socarrón. Sin darnos tiempo de nada nos cogió el papeleo del check-in y miró la habitación. Se dirigió al botones, que ya tenía nuestras maletas, le dio algunas órdenes y le entregó un pequeño sobre. Luego le volvió a decir algo. El botones acudió a nosotros.

-Saludos, señores, sean bienvenidos al hotel Principe Aureo Punta Cana. Si me entregan su equipaje de mano les dejaré todas sus pertenencias en la habitación.

Yo estaba reticente, pues tenía toda mi documentación y la mitad del dinero conmigo, pero Marco me guiñó un ojo, así que accedí.

-¡¡No se preocupe, amigo, acá con plata se logra lo que sea necesario, incluso que respeten la integridad de sus pertenencias!!

Me pasó su inmenso y musculado brazo izquierdo por los hombros y me atrajo hacia él. Volvió a besarme en la mejilla.

-Cuando su linda esposa me dijo que iba a contraer nupcias me quedé confundido. ¿La pequeña y vivaz de la clase de Don Jimeno atándose? Pero ya me aclaró que solo se ataría a usted, porque es tan liberal como para ser ambos felices.

Sofía fue a decir algo, pero Marco la atrajo hacia sí con su mano libre y le pasó el otro brazo por los hombros.

-Si, mija, quieren ponerse ropa cómoda y ordenar el equipaje. No se preocupen, el botones me conoce bien, y den por seguro que no quiere perder la plata que se gana conmigo y con mi bella esposa, así que al menos el... “recoger”, como dicen allá, no será problema. Y ahora... ¿prefieren ir a coger o a la pileta a refrescarnos?

-Me gustaría poder ponerme algo de ropa más...

-¡¡Hooola!!

Me interrumpió una voz masculina detrás mía. Noté a alguien abrazarme por la espalda. Un cuerpo muy musculoso, fuerte y con poco pelo... y por un momento pensé que estaba desnudo, hasta que me dí la vuelta y conocí a Ricardo, que iba solo con un speedo y unas chanclas. Sofia se le acercó se abrazaron y pude escuchar como le decía claramente, mientras simulaba darle un beso.

-Más le vale no agotar a mi esposo, lo quiero dispuesto a dar guerra por las noches.

Ambos se separaron y Ricardo vino hacia mí corriendo.

-Hola, me llamo Ricardo. Y ya has conocido a Marco. Bien, pues te vienes con nosotros, que vamos a por algo de ropa.

Sin esperar respuesta alguna me agarró del brazo y tiró de mí. Miró a mi esposa y le dijo, casi a voz en grito.

-¡¡Sooofi!! ¡¡Las chicas deberían estar ya esperándote en tu cuarto!! ¡¡Ves que creo que te querían contar algún que otro chisme!!

Y así fue como conocí a los chicos de Barcelona. Estudiaron juntos con Sofía cuando esta hizo derecho en la Universidad de la Ciudad Condal y cuando mi querido pastelito organizó la luna de miel se enteró que toda su panda estaría en el Caribe, así que decidió coincidir con ellos.

Yo acabé en el dormitorio de Ricardo, junto a él y Marco. En el trayecto hacia el mismo apenas dejaron de hablar un solo momento. Sofía les había hablado de mi bisexualidad y querían comprobar si era cierto, en especial querían saber si era cierta mi fiereza en la cama. Y... no, no les hizo referencia alguna a que yo con hombres soy más puta que las gallinas. ¡¡Por suerte!!

En el dormitorio me dieron un speedo, a lo que yo les dije que prefería los de tipo bermuda, pero no me dejaron hablar. Me desnudaron, luego me llevaron a empujones al baño y, tras desvestirse ellos, me tiraron a la bañera, la cual estaba preparada y con agua. Y me hizo alucinar.

Más que una bañera era una piscina pequeña. No tuve mucho tiempo de valorar nada, pues Ricardo, ya desnudo, se me abrazó a la espalda. Pude notar claramente su pene erecto entre mis gluteos. Me besó en el cuello. Marco se colocó delante mía y me atrajo hacia él, fundiendo nuestras bocas en un prolongado beso. Estaba rodeado y apuntado por dos tremendas estacas de carne. Estuvimos así, sin movernos, lo que me pareció una eternidad. Una voz juvenil sonó a nuestras espaldas.

-¡¿Pero es que no os lo pensáis follar de una vez?!

Marco me volvió a besar en los labios, aunque este fue más corto.

-Primero voy yo, que es mi cuñado.

Se separó de mí, dejándome a merced de Ricardo, y salió de la bañera. Ricardo me giró, lo que me permitió ver a otro ocupante del cuarto, un chaval de, calculé, y bien, a ojo 17 años. Rubio, ojos azules, delgaducho y de piel muy blanca. Estaba completamente desnudo. Cuando Marco lo tomó entre sus fuerte brazos parecía que se fuera a partir en cualquier momento. Pero lejos de partirse ambos cuñados se besaron locos de pasión. Iván se giró hacia Ricardo y hacia mí, ofreciéndole a Marco su culo. Este no dudó en taladrarle con su inmensa polla.

Entre las dimensiones fálicas de uno y la delgadez del otro cada penetración era claramente visible como un bulto en el bajo vientre del joven. Ricardo me pidió perdón y comenzó a imitar a su amigo. Me llevó hasta colocarme frente a Iván, el cual me besó en la boca, introduciendo su lengua en mí. Y Ricardo me penetró de una sola estocada.

Estuvimos así, clavando y siendo clavados, hasta que sonó el teléfono del dormitorio. Marco ayudó a su cuñado a girarse, sin sacarle la polla más allá de lo imprescindible, y lo alzó por las piernas. El chico se le abrazó al cuello y ambos, sin dejar de tener sexo, fueron hacia el cuarto a coger la llamada. Ricardo se me corrió dentro y dejó escapar un suspiro largo.

Cuando se dejó caer sobre mí vi la oportunidad. Saqué su polla de mi culo, lo volteé y puse la mía en su entrada trasera.

-¡¡No, por favor!! ¡¡Soy virgen por ahí!!

Exclamó, con un tono de preocupación. Me dio igual. Se la clavé hasta los cojones de una sola vez. Él gritó, por el dolor. Yo arremetí con más fuerza. El volvió a gritar. Trataba de quitarme de encima suya, pero no se lo pondría fácil. Pataleaba y chillaba, y yo gozaba por saber que estaba sometiéndolo contra su voluntad.

-¡¡Ricardo, tu mujer dice que dejes de hacer el idiota, que no se concentra para hablar por teléfono si te oye fingir que estás siendo violado!! - Gritó Marco, que se había asomado a la puerta.

Iván entró, se metió a la bañera y le dio un azote a Ricardo en el trasero.

-Eres tan virgen de culo como yo, así que no hagas que el pobre Rober se piense que está haciendo algo perverso.

Me besó en la mejilla. Yo miré a Ricardo, que se sonreía como un niño que nunca hubiera roto un plato. Se la saqué y lo giré.

-¿Es verdad eso?

-Sofi me dijo que eras muy cañero, y necesitaba comprobar hasta que punto... me has querido violar...

Enmudecí. Quería que la tierra se abriera y me tragara, a saber lo que se podrían pensar todos en adelante... y Ricardo me besó.

-¡¡Me encantas!! Pero no me dejes a medias o no te pongo bronceador.

Así que con estas le volví a dar la vuelta, justo hacia donde le esperaba Iván con la polla tiesa, y le dije, con voz autoritaria.

-¡¡Zorra, deja de hablar y cómete ese rabo!!

Se la volví a meter y disfruté de una gran follada, acompañada de los azotes que le propiné en el culo a Ricardo. Me corrí en su interior tanto como hacía mucho que no me corría... ¡¡y entonces recordé que le había prometido a Sofía que la primera corrida del viaje sería solo suya!!