miprimita.com

Carne Blanca

en Interracial

¡¡HEY!!

 

Este relato es FICTICIO, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Se advierte además que puede tocar fibras sensibles en ciertas personas…

 

Carne Blanca

 

            -Jajajaja…Si, pasa que ella es una tonta, amor…Rebeca a la final se fue de la fiesta sin Carlos y sin Luis… -Dije yo entre risas.

            -Jajajaja pobrecita…Bueno…Algún día conseguirá la manera de estar con dos hombres al mismo tiempo sin que el otro la descubra… -me contesto Mario, mi marido, también entre risas.

Hablábamos sobre Rebeca, Una compañera de trabajo que intento salir con dos hombres al mismo tiempo, enamorando a ambos. Le contaba como la muy tonta había llevado a Luis a una fiesta de un amigo de Carlos, un gran error, puesto que Carlos también había sido invitado a la fiesta. La historia no termino bien para ella.

Estábamos los dos en un centro comercial de Caracas. Son las 5 de la tarde, y estamos sentados comiendo helado. Mi nombre es Skarlet, y el de él, Mario. Tenemos 5 años de casados, nos unimos en matrimonio muy jóvenes, yo con 21 y el con 23 (actualmente tengo 26 y el 28). Ambos somos muy exitosos, a nuestra edad, ya habíamos sacado títulos universitarios (él es ingeniero en sistemas, yo soy licenciada en contaduría), tenemos un bonito apartamento bastante amplio y lujoso en una zona residencial muy bonita de la ciudad, ambos tenemos carros, y ganábamos muy bien en nuestros respectivos empleos. Teníamos una gran vida hecha.

Antes de continuar, pasare a describirnos físicamente, comenzando por mí. Soy una chica alta, de 1.70 metros, de piel blanca y bastante suave, tersa, muy cuidada. Mi cabello es negro y liso, largo, llegando poco más arriba de la mitad de mi espalda. Mi cuerpo es bastante generoso en cuanto a zonas en que se fijan los hombres se refiere, con medidas 105-63-94, con curvas bastante pronunciadas, bastante carne en mis nalgas redondas y firmes y unos senos bastante duritos y paraditos, los cuales son mi mayor orgullo. Mis piernas están perfectamente moldeadas y carnosas, unas manos y unos pies perfectamente cuidados y una carita de ángel según las opiniones. Sé que soy una mujer bella, si me siento, aunque tampoco ano por ahí de arrogante y crida como muchas. Cuido mi físico yendo al gimnasio 4 veces a la semana.

Mario es alto también, mide 1.80 metros, es blanco también, delgado, no es un fisicoculturista pero tiene un muy buen cuerpo, de carita bella, cabello amarillo, ojos azules. Un catirazo. Tiene unas nalgas bastante carnosas también, para ser un hombre. De su verga ya hablare más adelante…

Ese día yo me encontraba vestida con un pantalón de ejecutiva bastante pegado a mi figura, aunque de las rodillas para abajo quedaba holgado, un poco acampanado. Al finalizar los pantalones se me veían los pies enfundados en unas botas de cuero negro y de taco alto, de unos 10 centímetros de altura. Arriba, la típica blusita blanca, y un saco de ejecutiva negro a juego con el pantalón.  Por supuesto, la típica joyería se dejaba ver: una cadena de oro colgando de mi cuello, con un portafotos en forma de corazón pequeño abrochado, y unas pulseritas en mis muecas, junto con un reloj en la derecha. No podían faltar los típicos zarcillos en forma de grandes argollas en mis orejas y el anillo de matrimonio en el dedo anular de mi mano derecha. Mario iba con un traje de ejecutivo azul marino (bastante oscuro) y una camisa de color celeste debajo del saco, con una corbata azul un poco más oscura que la camisa. Unos zapatos casuales de color negro completaban la vestimenta.

Charlábamos sobre distintas cosas, trabajo, amistades durante otro rato…Hasta que vi el reloj, que marcaban las 6 de la tarde. –Amor, es tarde…Hora de irnos. –le dije a Mario, mientras me levantaba de la silla del sitio donde nos comíamos el helado. Mario me siguió, y nos dirigimos al estacionamiento, donde el tenia aparcado su carro. Nos montamos en él y nos fuimos.

A eso de las 7 de la noche llegamos al edificio en el que vivíamos. Estacionamos en nuestro respectivo sitio del estacionamiento del edificio, al lado de mi carro. Nos bajamos y nos dirigimos al ascensor, para marcar el piso 8 en la botonera. Unos segundos más tarde, estábamos ante la reja de nuestro apartamento. Mario saco las llaves y entramos en el.

El apartamento estaba oscuro en el pasillo de la entrada. Aunque se podía escuchar el televisor de la sala encendido, sintonizado en un canal donde pasaban un juego de basquetbol. Las luces de la sala se veían tenues (teníamos reguladores de luces para todas las aéreas del apartamento). Caminamos por el pasillo y entramos a la cocina, que queda medio camino antes de entrar a la sala. Allí coloque una bandeja sobre una mesa y Mario me paso un vaso con hielos, en el cual yo serví Whisky. Mientras terminaba de servirlo, Mario se quitaba la ropa, hasta quedar totalmente desnudo y descalzo, dejando ver dos aros en sus pezones, y un dispositivo de castidad en su pequeña verga. Abrió una de las gavetas de las mesas de la cocina y de allí saco un collar de cuero con una cadena abrochada y se la coloco en el cuello.

Yo también hice lo mismo. Me quite el saco, la blusa y el sujetador, dejando mis enormes tetas al aire desafiando la ley de la gravedad, adornadas con un anillo en cada pezón. Acto seguido me quite el pantalón, dejando ver mis botas de cuero las cuales llegaban a la mitad de mis muslos. Me quite toda la joyería salvo el colgante de mi cuello y mi anillo de matrimonio. Tome de la misma gaveta de Mario otro collar de cuero negro con una cadena abrochada y me lo coloque, dejando que la cadena se escondiera entre el canalillo de mis tetas aunque saliendo por debajo de estas hasta llegar poco mas debajo de mis caderas. No llevaba ni hilo, ni tanga. Mis genitales inferiores iban al aire libre. Un anillo adornaba mi clítoris. Y un tatuaje adornaba mi pubis, se trataba de un “Queen of Spades” o, en español, “Reina de picas”. Es el símbolo de picas de la baraja francesa pero con una Q en el centro del símbolo.

Mario se puso a 4 patas, y me beso las botas, lamiendo los altos tacones. Yo coloque la bandeja con el vaso en su espalda, y tome la cadena de su collar, para llevarlo a cuatro patas tirando de ella hacia la sala. Allí, en el sofá mas cómodo de toda la casa, estaba Ricardo, un negro de 2 metros de altura, bastante musculoso, de cuerpo grueso. Estaba vestido con una bata de baño blanca, y llevaba una cadena de oro con una pequeña llave abrochada, llave que abre el dispositivo de castidad de Mario. Se encontraba viendo el partido, con las piernas estiradas hacia adelante y sus pies desnudos y cruzados apoyados en el piso.

Me puse de rodillas a un lado del sofá, Tome la bandeja y se la ofrecí a Ricardo, quien tomo el vaso y dio un sorbo a la bebida. Mi marido aun estaba a cuatro patas y yo permanecía de rodillas con la bandeja en la mano.

            -Mi apartamento está sucio. –Exclamo Ricardo. –Cabrón, tienes mucho que hacer. Ve a vestirte. –le ordeno a Mario.

            -Si señor. –contesto él, dirigiéndose a cuatro patas a una de las tres habitaciones del apartamento, que es donde el duerme. Ricardo tomo la cadena de entre mis tetas, y me dirigió hacia sus pies, caminando yo de rodillas y cayendo a cuatro patas para besárselos y masajearlos.

Ricardo es nuestro Amo. Es algo un poco complicado de explicar, pero tratare de hacerlo lo mejor que pueda.

Mario y yo nos conocemos desde que yo tenía 15 años y el 17. Ambos nos enamoramos, y al yo cumplir los 17 tuvimos nuestra primera relación sexual, la cual además era mi primera vez con un chico. Ya sabía mucho sobre sexo, me masturbaba muy seguido desde temprana edad.

Créanlo o no, a los dos años, yo ya me sentía cansada de la rutina. Mario tiene un güebo bastante normalito, incluso diría que más bien pequeño, de 10 centímetros. Eso tomando en cuenta que la media está entre los 12 y los 15. A pesar de, el placer era rico, pero nuestra vida sexual era muy monótona. Ambos gozamos de una buena comunicación de pareja, por lo que expuse mi frustración, y le pregunte sobre alguna fantasía, para tratar de cumplírsela y salir de la rutina. Así como él me iba diciendo algunas, yo a él también le iba diciendo otras. No pasaban de ser disfraces, o alguna que otra fantasía sadomasoquista, aunque en un nivel suave.

Un buen día llegue a su casa luego de salir de clases, para darle una sorpresa. Yo tenía 19 años, y el 21, y estábamos en planes de comprar nuestra propia casa juntos. El ya me había pedido matrimonio y yo le había dado el sí. Cuando llegue (yo tenía la llave de la casa de sus padres, y el de la mía, éramos casi como familia ya) me lo encontré dormido en su cama, con la laptop encendida. Revise y me conseguí con una gran sorpresa: el estaba viendo paginas porno de sexo interracial. Pero no era el típico negro cojiendose a la chica blanca ni nada, la página tenía un tema que me dejo descolocada y excitada: la infidelidad. Tanto consentida como la no consentida. En ese momento el despertó y se quedo helado al verme observando la pagina.

Ese día se sinceró conmigo. Su más guardada fantasía era ser un cabrón. Un cornudo. Y no solo eso, sino que el fantaseaba con verme tirando con negros. La verdad, la situación me dio muchísimo morbo. Muchas de las situaciones que solían verse en esas páginas que el frecuentaba repetían el hecho de que el negro (o los negros) era hombres grandes y fuertes, con cuerpos musculosos, con rostros amenazantes, y con vergas de tamaños descomunales. Estos negros sometían al marido de alguna chica humillándolo, y la chica caía rendida ante sus más bajos instintos sexuales, a los pies de los negros en cuestión.

Luego de darle vueltas al asunto, a las dos semanas decidimos llevar a cabo esa fantasía. Por aquella época no teníamos carro, por lo que debíamos ir en metro. En el metro vimos a dos negros hablando sobre sus trabajos, uno le decía al otro que estaba pasando por una difícil situación, el otro le respondía que en lo que hubiera una vacante en su compañía él le avisaría para contratarlo. Una vez que el negro con empleo se había ido, Mario se le acerco al otro, con una propuesta bastante interesante. Le ofreció una buena suma de dinero a cambio de que me cojiera esa noche delante de él. El negro, al verme, se quedo muy sorprendido, y, aunque desconfió en un principio, acepto la propuesta. Esa noche fue la primera vez que probaba a un hombre distinto a Mario en una cama. Y fue el comienzo de nuestra caída en un mundo de mucho morbo.

Un año más tarde, luego de haberme acostado con una buena cantidad de negros delante de Mario, conocí a Ricardo. Era entrenador en el gimnasio al que me había recién inscrito por aquel entonces, y de hecho, me fue asignado para entrenarme. No habían pasado más de dos días de haberlo conocido, cuando yo ya estaba en un hotel baratón tirando con él. Poco a poco le fui contando cómo era mi vida con Mario. Y él se intereso mucho en el tema. Los presenté a ambos, y las cosas siguieron su curso, hasta caer al punto en que Ricardo era el macho alfa en esa pequeña relación. Con su musculatura, imponía respeto y autoridad en Mario y en mí. Y no paso mucho tiempo para que acatáramos sus órdenes sin rechistar.

Al año nos casamos Mario y yo. Antes de dirigirme al altar, Ricardo me echo un tremendo polvo, dejando mi culo lleno de su leche. Mi culo, por cierto, fue roto por Ricardo. El primero en “pasar por allí” fue ese negro, y luego muchos más, a excepción de Mario, quien tenía prohibido hacérmelo por allí. Me sentí sucia al decir “Si, acepto” en la boda, frente a 400 invitados, entre familiares y amigos de nosotros, con la leche de Ricardo escurriendo entre mis nalgas. Por órdenes de el mismo, no había usado ropa intima en la boda bajo el vestido de novia.

La luna de miel fue en Aruba. Alquilamos dos habitaciones. Una normal y sencilla, donde se quedo Mario, mientras Ricardo y yo nos quedábamos en la matrimonial y más lujosa. No creo que haga falta decir que esa noche fui montada cual potra salvaje por ese negrazo. En esa luna de miel fue donde tomamos una decisión importante en nuestras vidas: Aceptamos adorar a Ricardo como nuestro Amo principal, haríamos lo que el ordenara cuando él lo ordenara, donde él lo ordenara y como él lo ordenara. Pero no solo eso, veríamos a la raza negra como seres superiores, a los cuales les deberíamos obediencia y respeto. Hay muchas páginas en internet tratando el fetiche de dicho tema, y nosotros estábamos tan metidos en ese fetiche que decidimos convertirlo en nuestro estilo de vida.

Ricardo además es un seguidor del mundo de am@s y esclav@s, o de la dominación y sumisión. Y si bien ya nuestra relación con el estaba más que claro que era algo de ese tipo, pues, el decidió incorporar más elementos de ello, por lo que nos ordeno anillarnos a mí los pezones y el clítoris, y a Mario solo los pezones. Eso sí, desde esa luna de miel, Ricardo tomo posesión de la sexualidad de Mario, encerrando su pequeña verguita en un dispositivo de castidad, y guardando él la llave, conservándola desde hace 5 años ya. Lo deja libre en alguna que otra ocasión, para que se masturbe mientras me ve fornicando con el u otro negro. Eso sí, él le da un tiempo estimado para que tenga su orgasmo (por lo general le otorga 2 minutos, aunque a veces es generoso y le da 5)

Además de los anillos, me fue ordenado tatuarme con el símbolo de la reina de picas. Hay varios significados al parecer, pero para nosotros, simboliza que yo soy una puta infiel, mi marido es un cabrón y lo sabe, y soy solo para negros.

Y heme aquí. A cuatro patas ante Ricardo, nuestro Amo, besándole los pies, masajeándoselos con mis manos y mi lengua, mientras el disfruta del caro licor de Mario, en el sofá mas cómodo de la casa, y observa el partido de baloncesto. A los 10 minutos, salió Mario de su habitación. Y si, digo “su habitación” porque Ricardo le tiene terminantemente prohibido dormir en la misma habitación que yo. Mario iba vestido de sirvienta francesa.

            -Bien cabrón…Estas muy bonita jajaja –se rio el Amo, mientras jalaba de mi cadena para hacerme subir hasta sus caderas, apartando un poco el albornoz, y dejando salir su esplendida verga. 28 centímetros de pura carne negra, gruesa y dura, caliente. Tomo mi cabello y me hizo metérmelo en la boca. –Ya sabes que hacer. –le dijo, tomando las llaves de una mesita al lado del sofá. Eran las llaves de su apartamento. –Quiero todo bien ordenado e impecable. Y ya sabes lo estricto que soy. –le dijo, mientras yo seguía mamándole el güebo.

            -Si señor…Pero disculpe, ¿puedo pedir algo? –dijo Mario.

            -A ver…¿Qué quieres cabróncito?

            -Permítame correrme Señor…Me duele el clítoris por la jaula y estoy excitado…tengo tiempo que no me desahogo señor. –le dijo Mario, refiriéndose a su pequeña verga.

            -Acércate cabrón… -le ordeno mi amo, apartándome de su hermosa verga, ya totalmente erecta gracias a mi mamada. Mario se acerco, y Ricardo lo tomo fuertemente por el hombro, arrojándolo sobre sus muslos y le subió el vestido de empleada, dejando su culo en pompa y al aire. Luego procedió a separar sus nalgas con cierta violencia y le examino el culo. –puta, tráeme las pinzas. –me ordeno. Yo obedecí, fue corriendo a mi habitación y le lleve las pinzas saca cejas, sabia a que se refería mi Amo. Al dárselas, Ricardo procedió a quitarle un par de vellitos que asomaban en su culo, cerca del ano, jalándolos con la pinza. Luego de arrancarlos todos, procedió a darle una fuerte paliza, unas 30 palmadas fuertes en cada nalga, las cuales quedaron rojas. Luego lo empujo al piso. –¿Así quieres que te deje tener un orgasmo puto maricon? Saben muy bien que les tengo prohibido tener vello alguno debajo de sus pestañas. ¿Y tú piensas que te dejare correrte así sin acatar las reglas? Lárgate inútil. Yo decido cuando te dejo desahogarte, eso no lo pides tú. –le dijo. Mario, con lagrima saliendo de sus ojos, bajo la cabeza y se fue, mientras decía un tímido “si señor”.

Mi Amo tomo de nuevo la cadena de mi collar, y me hizo reanudar la mamada. El presenciar ese acto de dominación, de superioridad de mi Amo, me excito muchísimo más. Mientras yo le daba placer con mi boca, recorriendo su enorme verga de arriba abajo con mis labios, con mi lengua, el continuaba viendo el partido de baloncesto, y seguía bebiendo su vaso de whisky. En un momento determinado le llego un mensaje de texto a su celular, el cual leyó, y respondió. Acto seguido me aparto de su preciosa verga.

            -Ve a la habitación, y colócate el disfraz de policía. No te quites el collar ni las botas. Espérame allí adentro, cierra la puerta. –me ordeno mi Amo.  Yo, obediente, le obedecí poniéndome a cuatro patas y gateando hasta mi habitación. Fui a mi armario, donde tengo todos mis disfraces pornográficos colgados. De enfermera, de conejita playboy, de sirvienta (más atrevido que el de Mario), el de policía, entre muchos otros. Me coloque el de policía, que consistía en un pantalón y una camisa de policía (valga la redundancia). Tapaba muchísimo la verdad, el punto erótico estaba en el escote en V de la camisa, y lo ceñidas que eran las prendas a mi cuerpo. Para rematar me puse el gorro de policía. Acto seguido me coloque ante la puerta, con la vista en el piso, piernas ligeramente separadas, y manos atrás, posición de espera según mi Amo me lo había enseñado.

Estuve allí unos 10 minutos esperándolo, hasta que la puerta se abrió. Mi amo me vio de arriba abajo quedando satisfecho conmigo, su esclava. Tomo la cadena del collar de mi cuello y me llevo hacia afuera, donde las luces ya no estaban tenues, sino ahora estaban al máximo. Mis ojos se pusieron como platos cuando vi a Tomas, el conserje del edificio donde vivimos.

Es un hombre un poco mayor, de unos 49 años de edad. Su cabeza está cubierta de drelos canosos. Era un poco gordo, aunque bastante fornido. Nunca me había atrevido a hacerlo con él o algún vecino del edificio, por esa frase que dice “No cagues donde comes”. Y ejecutar mis fantasías en donde vivo puede ser algo así como lanzar mierda a las paredes del restaurante, aunque no negare que más de una vez mi vulva se ha inundado de pensar en acostarme con los vecinos de mi edifico, los negros claro…

            -Fiiuu –silbo Tomas. –vaya, vaya…siempre te he visto buenota, pero no sabía que lo estabas tanto –me dijo, viéndome de arriba abajo, y con el bulto agrandándose cada vez más en su entrepierna. Mi Amo puso música electrónica, bastante movida.

            -Ya sabes que hacer perrita…-me dijo. Yo sabía a qué se refería, y, muy excitada, comencé a moverme al ritmo de la música.

Luego de unos 15 minutos seguidos bailando de la manera más erótica posible, comencé a desnudarme, comenzando por la camisa que mantenía mis tetas bien oprimidas. Ahora mis enormes tetas se bamboleaban al aire de un lado a otro, para recreo de mi Amo y de Tomas. A este último se las restregaba por la cara infinidad de veces, y el, ni corto ni perezoso, no perdía oportunidad para lamer y tocar. En ese momento, mi Amo lanzo un aplauso al aire, y me quede de piedra al ver que por el pasillo de la entrada y la cocina, una mujer aparecía con una bandeja sobre la cual habían distintos botes de cremas y dulces. Mas congelada aun quede al ver que esa mujer era Amanda, mi cuñada.

Ella es una chica un poco bajita, de un metro 65 centímetros. No tiene unas tetas muy grandes, aunque si son bonitas y bien formaditas, y eso sí, tiene un culo que es la envidia de más de una mujer, con unas nalgas bien grandes y carnosas, perfectamente redondas. Yo tengo un tremendo culo, pero el de ella, es sin duda insuperable. Ese culo lo coronan dos muslos perfectamente contoneados a base de ejercicios. Amanda además, es bastante bonita de rostro, tiene el cabello largo, negro, con las “mechas” amarillas.

No solo quede congelada por el hecho de verla. Porque ok, Mario y yo vivimos este estilo de vida, pero eso es algo que nuestros familiares y amigos no saben, y el verla allí obviamente me afecto. Pero más aun fue el hecho de verla únicamente vestida con un diminuto hilo negro, que a duras penas tapaba delante de su vulva. Sus labios vaginales se tragaban el resto, y es obvio que sus nalgas no dejaban ver prenda alguna por detrás. Eso, y unas sandalias de plataforma, altas, de color rojo. Su maquillaje era bastante soez. Sus pequeñas tetas, desnudas, mostraban unos anillos en sus pezones. Y también tenía la reina de picas tatuada pero en su nalga derecha.

            -¿Quién te dio permiso para que te detuvieras? –me dijo Tomas, que estaba sentado en uno de los muebles. Yo, aun sin salir de mi asombro, me seguí moviendo, restregándole las tetas en la cara. Amanda dejo la bandeja a un lado de la mesa que estaba en el centro de los muebles, y se coloco a mi lado, con un bote de sirope de chocolate en sus manos, y, levantando los brazos del todo, comenzó a presionar el bote para disparar toda el chocolate liquido y espeso en  mis tetas y la cara de Tomas. Yo la verdad estaba moviéndome al ritmo de la música, aunque baje la intensidad de dichos movimientos. Simplemente no sabía cómo reaccionar. Mayor aun fue mi sorpresa y mi incertidumbre al ver que Amanda, después de disparar bastante sirope de chocolate, restregaba su rostro entre mis tetas, como si nada, como si fuéramos putas bisexuales que nos conocemos en ese aspecto desde hace mucho tiempo.

            -Mueve esos melones zorra, nuestro Amo y el señor Tomas se merecen lo mejor de nosotras. –me dijo la misma Amanda, dándome palmadas en las tetas, alternando dichas palmadas con lamidas, chupeteos y mordisquitos. Yo iba a parar todo, pero ella me sostuvo la cabeza, haciéndome verla a los ojos con su cara llena de chocolate también –sigue tranquila putita, después te explico todo, no te detengas, vivamos el momento, disfrútalo, te encantara –me dijo y me dio un beso en la boca, uno bastante profundo, con lengua. Yo le correspondí el beso.

Le seguí la corriente y continúe moviéndome mientras ella seguía con su lengua recorriendo mi boca, y comenzaba a menearse también al ritmo que yo iba marcando con mi cuerpo. Sentí las manos de Amanda bajar de mi rostro a mis tetas nuevamente, para amasarlas con suma fuerza y morbo durante unos segundo y por ultimo bajarlas a mis caderas, donde me manoseo todo el culo dándome palmadas fuertes y bastantes sonoras. Acto seguido las poso adelante y me desabrocho el pantalón, y colocando unos dedos entre mi piel y la tela, los bajo hasta mis tobillos, agachándose de una manera bastante sexy y morbosa, contoneando su culo, moviéndolo de un lado a otro al ritmo de la música.

Yo sin perder el ritmo me salí de los pantalones en dos pasos. Ahora solo tenía las botas, el collar y el gorro de policía puesto. Amanda se puso de pie nuevamente y pego sus tetas de las mías, y comenzó a restregarlas siguiéndole yo el juego, moviendo las tetas de un lado a otro. Amanda, al estar de espaldas a Tomas, se separo de mi y se sentó en el, con sus piernas abiertas dejando las de el entre las suyas. Se movía y restregaba contra su cuerpo, moviéndole el culo sobre el paquete. La situación ya me estaba dando muchísimo morbo, por lo que me puse de rodillas ante ellos, separe un poco las piernas de Tomas, y le baje la bragueta del pantalón dejando libre a su enorme güebo negro.

No lo hice esperar mucho tiempo, me relamí los labios y me lo metí en la boca. Primero solo metí la punta, dándole un chupete rico y sonoro, bastante cortó. Luego volví a repetir la acción varias veces, metiéndomelo más adentro de mi boca, mientras Amanda seguía restregando su cuerpo de espaldas a Tomas al ritmo de la música. En ese momento Sentí que mi Amo tomaba mis nalgas con sus manos, y me daba unas cuantas nalgadas alternándolas con suaves magreos, abriéndolas y cerrándolas a placer, apretujándolas con fuerza y decisión. Siempre me ha excitado su forma de tocarme. Con autoridad, con decisión, con fuerza. Me hace sentir que soy de él, que soy su muñeca. Y en ese momento me hacia olvidar que justo enfrente de mí, estaba el conserje de mi edificio y mi cuñada. O no bueno, mejor dicho, si era consciente de quienes eran cada uno de ellos, lo que me hacia olvidar eran mis reparos y tabús al respecto.

Luego de un rato, sin dejar salir el güebo de Tomas de mi boca, con mis manos aparte el hilo que vestía Amanda. Luego deje salir el enorme miembro de mi boca y lo situé en toda la entrada de la cuca de ella. Ella sintió el roce del glande y fue bajando poco a poco meneando ligeramente sus caderas, clavándose el enrome falo con picardía hasta que logro alojarlo del todo en su cuquita. Al mismo tiempo, mi Amo me metía el güebo en mi cuquita también, y me tomo del pelo para estrellar mi rostro en las bolas de Tomas, mientras Amanda comenzaba un delicioso sube y baja sobre su enorme verga. Mi Amo comenzó penetrándome con suaves embestidas, las cuales fueron aumentando gradualmente hasta convertirse en algo realmente fuerte y exquisito.

La habitación se inundo de olor a sexo y con los sonidos de nuestros gemidos y movimientos. Yo no dejaba de lamerle las bolas a Tomas mientras que Amanda hacia un excelente trabajo en su verga con un sube y baja que se volvió bastante frenético. Mi Amo también hacia lo suyo, ensartándome su verga por completo en mi, llevándome al séptimo cielo del placer sexual, además de tener mi cabeza en las bolas de Tomas, restregándola contra ellas. Yo lamia y relamía sus bolas, mi rostro estaba lleno de mis propias babas mezcladas con el sudor de Tomas y los jugos que escurrían por la verga de este.

En un momento dado, Amanda se saco la verga de Tomas entre fuertes gritos y convulsiones. Temblorosa, de su cuquita salió un gran chorro de líquido vaginal, disparado hacia mi cabeza, bañándome en su corrida. Yo no deje de atender las bolas de Tomas ni un segundo, y el tampoco perdió mucho el tiempo, ya que volvió a tomar a mi cuñada por las caderas y la volvió a penetrar por la cuca. Yo ya para ese momento había tenido dos orgasmos, aunque no soy de las que se corren a mares como Amanda, pero si mi cuerpo dejaba saber cuándo tenía un orgasmo por la manera en que se estremece de pies a cabeza. Otro buen rato duramos en la misma posición, durante el cual Amanda repitió en mí el baño de su corrida una vez más.

Luego mi Amo me separo de las bolas de Tomas. Sin sacarme el güebo de la cuca, me dirigió hacia su mueble, donde lo conseguimos Mario y yo sentado al llegar, el más cómodo de la casa. Allí el se sentó plácidamente, conmigo sentándome sobre él, con su güebo ensartado en mi todo el tiempo. Mi Amo coloco sus brazos detrás de su cabeza, en una señal de comodidad y goce. –Muévete zorra. –me dijo y yo por supuesto, obedecí, colocando mis piernas sobre los posa brazos del mueble comencé un frenético sube y baja dándole la espalda a mi Amo, con mi mirada bien fija en Tomas y Amanda, quienes habían cambiado de posición también, poniendo el negro a Amanda en cuatro patas con ese precioso culo en pompa.

Duramos otro rato mas en esa posición, mi Amo me metió dos dedos en mi culo mientras yo no detenía mis movimientos por nada del mundo, ni siquiera por mis orgasmos, de los cuales tuve cinco de los fuertes y estremecedores. Mis tetas se bamboleaban divinamente al ritmo de mis movimientos, llegando incluso a golpearme en mi barbilla en repetidas oportunidades. Los gemidos de Amanda y míos eran cada vez más fuertes. Amanda en la posición que estaba acabo dos veces más, de forma igual de abundante. No sabía que tanto líquido era capaz de salir de una mujer.

Luego mi Amo me saco el güebo, y volvió a cambiar mi posición, colocándome al lado de Amanda en el piso, a cuatro patas. Tomas se coloco delante de mí, y mi Amo delante de Amanda, con sus vergas empapadas de mezclas de los jugos de la otra. No hizo falta que nos dieran orden alguna ya que ambas, hambrientas de sexo morbo y de dar placer, nos metimos esas preciosas vergas en nuestras bocas, engulléndolas completamente y saboreando cada milímetro, como buenas gargantas profundas. Luego de un par de minutos de mamada, ambos negros comenzaron a retroceder lentamente, tomándonos del cabello para que no dejáramos salir sus vergas de nuestras bocas, haciéndonos seguirlos a cuatro patas cuales perras.

Retrocedieron unos pasos hasta otro mueble de 3 plazas, donde se sentaron cómodamente a disfrutar unos minutos más de nuestras bocas minutos tras los cuales mi Amo vio su celular, para acto seguido separar la cabeza de Amanda de su verga, y colocarle una máscara de látex blanca con un agujero únicamente para su boca. Luego la hizo seguir mamando. –Perra, tráenos un par de cervezas. –me ordeno mi Amo, y yo obedecí. Fui rápidamente a la cocina y tome dos cervezas de la nevera, las serví en dos vasos y los coloque en una bandeja, para volver rápidamente a la sala. Al volver, vi como Tomas le rompía el culo a Amanda, quien aún seguía mamándoselo a mi Amo (mas que todo mi Amo era el que le follaba la boca sin piedad), lo que la hacía ahogar un poco los fuertes quejidos por tan brutal invasión anal que soportaba. Les ofrecí las cervezas, y ambos las bebieron de un solo trago, sin dejar de follarse a Amanda por la boca y por el culo. En el piso, debajo de la cabeza de Amanda, se apreciaba un pequeño charco de babas que escurrían de su boca, mientras que atrás, debajo de sus caderas, otro charco un poco más grande de jugos vaginales se podía apreciar.

Tomas me agarro la teta derecha, sin detener los movimientos de sus caderas taladrando el culo de Amanda mientras mi Amo le pasaba una cadenilla, la cual abrocho al anillo a mi pezón derecho. Luego me tomo del pelo y me dirigió sobre Amanda, haciéndome recostar sobre su espalda, con mi cabeza sobre las caderas de mi cuñada y mis caderas sobre la cabeza enmascarada de ella, ofreciéndole el culo a mi Amo, quien no dejaba de cojerse la boca de Amanda. Acto seguido Tomas abrocho el otro extremo de la cadena a mi pezón izquierdo, pasándolo por debajo del cuerpo de Amanda, de modo tal que no me pudiera levantar.

Ambos cambiaron entonces de agujeros. Tomas metía su enorme verga en mi boca, y mi Amo me lo metía en el culo. Al igual que Amanda fui salvajemente cojida por ambos durante un rato, hasta que comenzaron a intercalar los agujeros, metiéndomelo Tomas en mi boca, sacándomelo, metiéndoselo a Amanda en el culo de una sola embestida, sacándolo y repitiendo en mi boca, mientras que mi amo hacia lo mismo con mi culo y la boca de Amanda. Para variar un poco, me daban cachetadas y nalgadas, para aumentar aun más mi sensación de ser un simple y mero objeto de placer.

Luego de un buen rato en esa posición, me desabrocharon la cadena, y me colocaron a cuatro patas de nuevo al lado de Amanda, quien aún seguía enmascarada. En ese momento llego Mario, mi Marido, vestido de sirvienta. Se quedo atónito al ver el cuarteto interracial que habíamos montado. -¡¡Pero..!! ¡¿Qué….?! –Fue lo único que logro balbucear, mientras Tomas la enculaba de nuevo a Amanda, a quien Mario no logro reconocer por la máscara.

            -Cállate maricon, ponte de rodillas y disfruta del show. –le ordeno mi Amo, mientras yo le mamaba el güebo. Mario obedeció, colocándose de rodillas, sin rechistar. Fue cuestión de segundos para que su rostro hiciera muecas de sufrimiento, lo que no paso desapercibido para Tomas.

            -¿Qué le pasa al güebo corto? –pregunto Tomas mientras seguía enculando a mi cuñada.

            -Ha de ser el dispositivo de castidad…¿no es así putita? –le dijo mi Amo, tomándome del pelo y hundiéndome mas el güebo en mi boca.

            -S-si Amo…Por favor, libéreme…déjeme masturbarme, se lo ruego… -le decía mi maridito.

            -Jajajaja…-rio mi Amo, quitándose la cadena del cuello con la llave del dispositivo, para tirársela. –Tienes tres minutos para correrte… -le dijo, mientras tomaba su teléfono y lo programaba con el cronometro.

Y así estuvimos esos tres minutos. Mi Amo sentado en el mueble de tres plazas, conmigo a cuatro patas entre sus piernas, con el culo bien abierto y algo dolorido, mamándoselo a mi Amo, y  a mi lado, una Amanda con una máscara de látex blanco la cual tiene un único orificio en la boca, siendo deliciosamente enculada por Tomas, el conserje de mi edificio. Estábamos ante mi marido (y hermano de Amanda, a la cual aun no logra reconocer por la máscara) de rodillas, con el vestido se sirvienta francesa puesto, levantado hasta las caderas para masturbarse viendo la escenita que montábamos. Y logro acabar, entre gemidos fuertes, llenando el piso de su leche. Contrario a lo que se esperaba, la corrida no fue abundante. Aun así mi Amo le ordeno limpiarlo con su propia lengua.

            -Ponte la jaulita de nuevo putita –le ordeno mi Amo a mi marido.

            -Pero Amo…¡¡Aun esta erecto!! –contesto mi Mario, nervioso.

            -Eso tiene fácil solución…¿Skarlet? –dijo mi Amo. Me separe de la verga de él, y me dirigí caminando a cuatro patas hacia Mario que seguía de rodillas.

            -Los güebos negros existen para ser adorados…-le dije al llegar ante él. Dirigí mi carita hasta su verguita, y me la metí en la boca, tomando sus bolas con una de mis manos. No hice succión alguna, simplemente le di un buen mordisco y apreté sus bolas, lo que le arranco un buen alarido a Mario, y que lo hizo perder su erección. –Los güebos blancos existen para ser destruidos. –le termine de decir, para luego colocarle el dispositivo de castidad nuevamente y regresar a cuatro patas de nuevo entre las piernas de mi Amo, ofreciéndole la llave de vuelta. Mi Amo se la coloco de nuevo como collar, y yo proseguí mi mamada y adoración hacia la verga de mi amo.

            -Volviste muy rápido puto…-le dijo mi Amo a mi marido, que aun se retorcía del dolor. –mas te vale que yo quede contento con la limpieza que hiciste en mi apartamento…

Acto seguido, Tomas, entre fuertes y gruesos gemidos, se corrió dentro del culo de mi cuñada. Mantuvo la verga metida un ratito allí para seguidamente sacarla, mientras se ponía fláccida. Se sentó en el mueble, y tomo la cabeza de Amanda, haciendo que ella se la limpiara con la boca. Mi Amo me separo de su verga y se ubico detrás de mi cuñada, para encularla también, aunque solo se lo metió y lo dejo allí adentro de su culo unos segundos, para luego sacarlo, lleno de la leche de Tomas, y metérmelo en la cuca. Un par de embestidas fueron suficientes para que mi Amo terminar de correrse dentro de mí.

            -Vaya par de putones conseguiste Ricardo…y vaya sirvienta maricona tienes jajajaja –dijo Tomas, mientras seguía disfrutando de las lamidas que Amanda daba a su lengua, lamidas erráticas ya que ella seguía enmascarada y no veía nada.

            -Jajaja aun no has visto nada, ya verás hasta que punto estas tres putas son capaces de llegar… -le contesto mi Amo. Me saco el güebo de mi cuca, y fue hasta Mario, quien aun tenía lagrimas saliendo de sus ojos por el maltrato que le hice. Tomo su cabeza, y como si se tratase de mi culo, se lo metió en la boca, haciendo que se lo limpie, práctica que no duro mucho. Acto seguido lo llevo de la cabeza a cuatro patas y lo ubico entre Amanda y yo, acostado boca arriba. Mi Amo tomo a Amanda por la cabeza, y dirigiéndola poco a poco, la hizo sentarse en su cara. Luego le quito la máscara a mi cuñada. –Puja putita, caga la leche de Tomas en la boca del maricon. –le dijo. Amanda obedeció, y pujo un poco. Mario recibió toda la leche directamente del culo de su hermana.

            -¿Qué tal maricon? ¿Te gusta mi leche? –le pregunto Tomas. Mario hizo un sonido de afirmación.

            -Jajajaja claro que le gusta…¿Y tu Amandita? ¿Tu hermano tiene una rica lengua no es así? –dijo mi Amo. En ese momento, Mario se quito de un movimiento brusco a Amanda de encima de su rostro, sorprendido, asustado.

            -A-A-A…¡¡¡¡¡Amanda!!!!! –fue lo único que logro gritar.

            -Shhh hermanito… -dijo Amanda, con sonrisa sádica. –Yo sabía desde hace tiempo en lo que tú y Skarlet se habían metido. Yo la descubrí a ella y a NUESTRO Amo tirando minutos antes de la boda. Me escandalice mucho, pero no supe que hacer, si impedir la boda, o dejar que todo siguiera. Durante la fiesta de matrimonio, quise indagar más para ver de qué se trataba todo eso, si era un polvo de una sola vez, si Skarlet te jugaba sucio con él desde hace tiempo, o algo por el estilo, así que me acerque a Ricardo. Y vaya labia tiene, porque media hora después, yo estaba desnuda en el sótano de la casa mamándole la enorme verga mientras él me explicaba todo y me daba pruebas con todos los correos electrónicos, SMS y fotos que se intercambiaban, y donde se veía que tú estabas de acuerdo con todo. Poco a poco fui cayendo a los pies de Ricardo, hasta llegar a ser una putita más de su pequeño harem. Decidimos llevar las cosas en secreto de ustedes, porque pensamos que se escandalizarían. Pero ya ves, a Skarlet no le intereso mucho, más bien gustosa lo acepto. Y tú lo aceptarás también hermanito…Sabes perfectamente que esto te da mucho morbo, y lo que es más seguro: eres de su propiedad, y sabes perfectamente que aceptas todo lo que el Amo te imponga. Eres un ser inferior. Y aceptas lo que él quiere.

            -Yo…yo… -trataba de decir Mario.

            -Cállate Mario. –le dije, con autoridad. -¿A quién quieres engañar? El señor Ricardo se coje a tu esposa y a tu hermana y te gusta. ¿Y sabes que? aunque no te gustara, no puedes impedirlo. Tú me metiste en esto. Y ahora soy adicta a él y a sus deseos. Y mí cuñada también. Si no te gusta, no nos interesa, no será impedimento para que Amanda, tu hermana, y yo, tu esposa, le sigamos besando los pies y adorando como el dios de ébano que es. ¿Ves estos tatuajes? –Le dije señalando el de mi pubis y el de la nalga de Amanda –Dicen que somos putas de negros. Y que solo tiramos con negros. Esto fue idea tuya, de llevar a cabo tu fantasía. Y no te engañes maricon, te excita todo esto, y sabes muy bien que lo vas a aceptar…Si no, pregúntale al clítoris que tienes enjaulado, que a pesar de lo que le hice, está luchando por salir de su jaula…

FIN

 

16 meses más tarde (Epilogo)

Las cosas cambiaron mucho luego de ese día. Como me acabo adentro mi Amo, a los nueve meses, di a luz a Jamaal, un lindo niño negro. Elegimos ese nombre solo por el fetiche (si, estábamos metidos en este mundo fetichista sin límite alguno). La paternidad aun es dudosa, Ya que fui penetrada con restos de semen de Tomas, cuando mi Amo eyaculo dentro de mí. Las probabilidades de que sean hijo de mi Amo son mayores, pero uno nunca sabe…

Este hecho saco a la luz pública que le puse los cuernos a mi marido. La parte cómica y humillante era que el aun seguía conmigo, profesándome todo su amor, y yo a él también. Pero mayor era nuestra entrega hacia nuestro Amo Ricardo. Así que Mario y yo trabajábamos duro para mantener al bebe y a nuestro Amo también, quien vendió su apartamento, al igual que el de nosotros y el de Amanda (quien vivía sola en uno) para mudarnos los cuatro a una casa amplia, donde el bebe crecería sano y fuerte…Y donde nosotros mantendríamos nuestro estilo de vida a rienda suelta.

El harem de mi Amo no se detuvo solo allí. Muchas hembras blancas cayeron en el fetiche del poder negro, y terminaron también a los pies de Ricardo y de los negros del mundo. Y muchas de ellas estaban casadas, cayendo sus maridos también en las redes del morbo interracial. Tal vez no sea solo un fetiche, tal vez sea que de verdad los negros (tanto hombres como mujeres, porque a las negras JAMAS les negábamos nada) sean seres superiores en todos los aspectos, y deban gobernar este mundo con puño de hierro, invirtiendo los papeles de la época de la esclavitud, sometiendo y humillando a la débil y muy inferior Carne Blanca

FIN

 

Mil gracias por leerme. Espero este relato NO SEA malinterpretado por nadie, no quiero que se me tilde de racista ni nada por el estilo. Solo está hecho con el fin de entretener y espero que les haya gustado. Pueden dejarme sus comentarios o insultos aquí mismo en el apartado de los comentarios de todorelatos o mandándome un mail a skarletpricet@yahoo.com .No me agreguen para chatear, ya que lo tengo solo para revisar correos.

Besitos

Skarlet

 

NOTA: Los hechos descritos en este relato tienen la finalidad de entretener, no para que sigas sus pasos o ideas al pie de la letra. Dile NO al abuso sexual y NO al racismo. Práctica sexo seguro, usa preservativo, y hazlo de manera consentida con tu pareja.