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Pobre Niña Rica (3)

en Dominación

¡HEY!

 

Para entender mejor esta historia es preferible que se lea los capítulos anteriores. Aquí los link:

 

Pobre Niña Rica (Primer Capítulo): http://www.todorelatos.com/relato/110474/

Pobre Niña Rica (Segundo Capítulo): http://www.todorelatos.com/relato/110618/

 

Si ya los leíste, pues, sigue leyendo entonces jijiji, que lo disfrutes…

 

Pobre Niña Rica (Tercer Capítulo)

            -Ah!! Ahhh!! Ahhhgghh!!! Asi, asi, asiiihhgg siiiiii ooohhh!!!! –Exclamaba yo agitadamente

            -Ufff, uf, uf, ¿te gusta perra? –Dijo el negro.

            -OOohhhHH SSSiigggh!!!! Me Fasccciinaaahhhgg aaahh aahh ahhhh!!! –Volví a exclamar yo entre oleadas fuertes de placer.

            -OOfff uf ooff, entonces  dame…las gracias of ffff uufff –me dijo el negro nuevamente

            -Aahhgg ahhh ahh aaahh graciasss seeehhñoorr graciaaaahhhggggsssss –le obedecí.

Estoy de nuevo en el callejón, vistiendo únicamente mis sandalias de taco aguja de color negro. Estoy a cuatro patas, con el negro empalándome el culo, dándome nalgadas con una mano y con la otra sosteniendo firmemente mi cabello, clavando mi cabeza en la cuca de otra puta asquerosa, quien está sentada ante mí con las piernas abiertas. Le doy lengua lo mejor que puedo, y ella se retuerce también de placer. El negro, detrás de él, tiene a otra puta mas, haciéndole un beso negro. Ninguna de ellas se comparaba conmigo en cuanto a figura corporal. Ambas eran bastante delgadas, tenían algunas cicatrices en el cuerpo, y tenían muy pocas tetas. Una sola de ellas, más específicamente a quien yo le hacía sexo oral, era la que tenía algo de carne en las nalgas. La otra era más esquelética.

Han pasado dos meses más, desde que lo hice por primera vez con el negro. Aun no sabía su nombre, ni donde vivía. No tenía ni idea de que más hacia. Solo sabía que follaba putas de mala muerte en el callejón. El era una especie de chulo, ya que las tenía sometidas y ellas le daban todo el dinero que él les exigía (una especie de cuota, vaya usted a saber la procedencia del dinero). Era lo único que sabía de él. Además claro, de saber que folla de un rico…

Todos los días a partir de esa primera vez, iba a recibir mi dosis de sexo duro al callejón. Había veces que me hacia esperar a propósito. Y yo, lo esperaba. No sé cómo, nunca entendí el porqué, pero me hice adicta a ese negro. Yo, una dama de clase, dueña de una empresa de modas, con bastante dinero, a quien le llueven los hombres a montón, hombres adinerados, me sentía realmente atraída y sometida por ese negro de poca monta. Lo adoraba, a pesar de que para él lo más seguro yo era un culo más de su colección. Y como tal, yo todos los días le daba dinero, unas buenas cantidades, para que se mantuviera. No sabía en que lo gastaba, ni nada, y la verdad a veces me preocupaba, quería que lo disfrutara al máximo.

Me hizo superar varios límites a nivel de prácticas sexuales. En tan poco tiempo, ya le había agarrado el gusto a tener sexo con mujeres. Más de una vez, antes de ser cojida por él, me ordenaba hacerlo con las otras putas primero. Y yo por supuesto, obedecía sin rechistar. Nunca le puse reparos a ninguna de sus órdenes. Me sentía dominada por él, mejor dicho, estaba dominada por él. Y me gustaba.

Y este día, iba a llevar esto mucho más allá, a un punto sin retorno. Este día mí caída a sus pies seria absoluta…

El negro de un rugido fuerte, eyaculo en mi culo. Me hizo ponerme de pie, no sin antes sacar la enrome verga de mi agujero anal, y me dirigió hacia la chica a quien yo le hacía sexo oral. Me hizo sentarme en su cara prácticamente, y ella, sin rechistar, succiono mi ano fuertemente, extrayendo toda la leche del negro, y la tragó sin reparos.

Las tres le dimos dinero (como siempre, yo era la que más le daba), y mientras yo me vestía, las otras putas se marcharon. Ellas apenas y tenían ropa que ponerse por lo que tardaron mucho menos que yo en vestirse. Yo me coloqué uno de mis acostumbrados conjuntos de ejecutiva, falda, saco y blusa. Antes de irme, retoqué un poco mi maquillaje, mientras él contaba el dinero. No aguanté la curiosidad.

            -Oye…disculpa, ¿Dónde vives? –le pregunté.

            -Eso no te importa puta. –Me contestó a secas.

            -Claro que me importa, tengo curiosidad, quiero conocerte mejor…

            -Ya te dije, no te importa. Y no me tutees puta.

            -Perdón señor…Pero por favor, dígame de donde es, ya usted sabe mucho de mí. –le insistí. Era cierto, el solía hurgar en mis cosas cada vez que iba a nuestra “cita” y sabia bastante de mi.

            -Perra estúpida, te dije que no te importa. –me volvió a contestar. Que me hablara así, insultándome, me volvía loca.

            -¿Es que acaso no tiene donde quedarse? ¿Es un sitio feo? ¿Por qué no viene a mi casa? es bastante grande. Será bienvenido allí. –le propuse. La verdad tenía días dándole vueltas al asunto, y ese día me había decidido a ofrecerle mi casa.

            -¿Por qué tanta preocupación ramera?

            -Es solo que…No se…de verdad nunca pensé que podría llegar hasta estos niveles de degeneración. Y usted me ha traído hasta aquí. Me siento tan suya, tan entregada a su placer…Que deseo darle más. Mucho más…Nunca antes había sentido esto por nadie…

            -Jajaja…Vaya puta sumisa estas hecha. ¿Qué estas dispuesta a ofrecerme?

            -No lo sé… -Le dije pensativa. La verdad era una buena pregunta. Me sentía sometida por él, y quería darle todo el bienestar y placer que yo pudiera. ¿De verdad le daría solamente hospedaje en mi casa? No. Sentía que quería darle más, muchísimo más. No tenía ni idea de cuánto le iba a dar al final.

            -Muy bien perra… -Me dijo, guardándose el dinero en el bolsillo de su jean sucio. –veamos que eres capaz de darme…Pero tengo hambre, y no quiero ir a tu casa aun. Llévame a un restaurant a comer.

 

Tomamos cada quien nuestras cosas y nos fuimos camino al estacionamiento del centro comercial, donde aun aparcaba mi carro. La remodelación del estacionamiento de mi empresa había culminado hacia tiempo ya, pero el ir caminando al centro comercial era una simple excusa para pasar por el callejón y recibir mi buena dosis de güebo. Todas aquellas personas con las que nos cruzábamos en el camino, nos veían de una forma bastante extraña, dada mi apariencia refinada y la desaliñada de él.

Una vez en el carro, desactive la alarma y me dispuse a abrir mi puerta y meterme en mi puesto de conductor. El se quedo parado afuera, sin razón alguna, o al menos eso pensaba yo. Encendí el carro y baje el vidrio de la puerta de copiloto. –Entra… -le dije. –Salte un momento inútil. –me ordeno él en respuesta. Yo obedecí, salí del carro, y él con un gesto me ordeno ir a su lado. Al llegar me dio una buena cachetada que me volteó el rostro.

            -Ya te has ganado un buen castigo puta inepta. Dices querer ofrecerme más, pero sigues siendo una cerda inútil. Me tuteaste de nuevo, y no estás pendiente de mi placer y mi satisfacción.

            -Pero señor… -dije con voz entrecortada y baja. Recibí otra buena cachetada.

            -Silencio inepta. Abre la puerta para tu Amo.

Comprendí su punto, y la verdad pensé que tenía razón. Dije querer ofrecerle más, dije sentirme dominada y entregada, y no me preocupé por su comodidad. Me propuse a mi misma mejorar ese aspecto. Le abrí la puerta, y no la del copiloto, sino la del asiento de atrás, que es donde debía ir. Entró tranquilamente, y yo cerré la puerta con cuidado, y dando rápidos y cortos saltitos me dirigí a mi puesto, para encender el aire acondicionado y ponernos en marcha. En el camino iba pensando a que sitio llevarlo, mientras el curioseaba en mi celular.

            -Señor, disculpe, ¿Qué le provoca comer? –le pregunté, recordando siempre que es él quien decidiría todo.

            -¿Qué restaurant me recomiendas? –me pregunto mientras seguía revisando mi teléfono.

            -No lo sé señor…Hay bastantes restaurants excelentes. ¿Qué le provoca comer?

            -Una buena parrillada me vendría bien…

            -Perfecto señor, Hay un restaurant en las afueras de la ciudad, llamado “Rob’s Grill”, hacen unas excelentes parrilladas. –le sugerí.

            -No puta, no quiero ir a las afueras. Veo que te gusta mucho el “Marcelo’s”… -me dijo. Supongo que llegó a esa conclusión por los mensajes en mi teléfono. Suelo quedar con bastante gente en ese restaurant. Debo admitir que me asuste al oír sus palabras, era arriesgado que me vieran con este negro.

            -Si señor…aunque…no son tan buenas sus parrilladas…pienso que el “Rob’s Grill….”

            -Cállate estúpida. –me interrumpió. –No me estas recomendando buenos restaurants. Te la pasas metida en el Marcelo’s, significa que es bueno. ¿Y me quieres llevar a otro sitio?

            -No es eso señor, es que….

            -Que te calles cerda inepta. Iremos al “Marcelo’s”. Y te prohíbo hablar. Solo quiero oír una frase salir de ese hocico mamagüebo que tienes, y es “Si Señor”. No, mejor aún, “Si Amo”. ¿Entendiste putita?

            -Si Amo. –Conteste, y me puse en marcha al “Marcelo’s”

Llegamos al sitio, y tuve que estacionar afuera en la calle, ya que el estacionamiento estaba atestado de carros. El sitio al parecer estaba lleno, ya que no había puestos disponibles. Afuera, donde yo estacione, se encontraba un hombre cuidando los carros, pero se trataba del típico mendigo que se busca un par de monedas de esa manera. Salimos del carro y entramos al establecimiento, tomados de la mano como si fuéramos pareja, y una vez adentro, pedimos una mesa en un sitio un poco apartado, según las palabras de mi Amo. No tardaron en conseguirnos una, en un rincón al otro lado de la entrada.

Tuvimos que cruzar todo el restaurant para llegar a nuestra mesa. El mesonero iba adelante, guiándonos, yo iba detrás de él y mi Amo iba detrás de mí, aprovechando para meterme mano en el culo de una forma bastante descarada. Cuando vi a los primeros tres comensales dándose cuenta del cuerpazo que me gasto, de la clase que tengo, y del negro metiéndome mano como si nada, decidí no ver a las mesas por la vergüenza.

Llegamos a la mesa indicada. El mesonero sacó la silla para mí, ayudándome a sentarme como lo dictan las normas de su trabajo. Mi Amo se sentó en su puesto y comenzó a ojear el menú, y pidió una buena parrillada. -¿Y la señorita que desea? –me preguntó el mesonero. –Ella decidirá después–le dijo mi Amo. El mesonero busco mi aprobación y yo asentí con la cabeza, con una sonrisa. Vi al resto de las mesas cercanas, y noté la mirada incrédula de todos, al estar yo con este hombre harapiento. El mesonero se fue a buscar lo ordenado.

            -Vaya…Este lugar no ha cambiado en todo este tiempo… -dijo mi Amo, viendo con detalle el establecimiento, y despertando mi curiosidad aun mas. ¿Había estado antes aquí? –Veo que tienes curiosidad zorrita…Para que no digas que soy malo, te diré que mi nombre es Roy, y mi apellido es XXXX. Tengo 39 años, y hace 15 era un hombre muy afortunado…

            -¿Cómo así? –le pregunté, olvidando mis órdenes y las normas de trato hacia mi Amo.

            -No te di permiso para hablar zorra. Pero aun así, seré complaciente y te diré, aunque esto no te salvara de un buen castigo. Yo era el heredero de una inmensa fortuna que ha pasado tras generaciones. Entre mis bienes se encontraban 5 hoteles, 2 fabricas de comida y precisamente este restaurant. Mis padres sufrieron mucho para levantarlo y lo herede a los 22 años, cuando ambos fallecieron en un accidente de avión. Lo tenía todo, y quise más, así que levante un casino en esta ciudad. Era el casino más importante de todos. Pero la avaricia y el vicio me llevaron por un camino nada grato. Comencé a traficar y consumir drogas, aceptando tratos con carteles de droga importantes en el mundo. Y a partir de allí, fui cayendo en la ruina. En 3 años, mi imperio fue decayendo. A pesar de que entré en rehabilitación, tomé muchas malas decisiones, y todo se fue a la mierda. Perdí todo, mis propiedades, mis fábricas, mi dinero, todo…

La verdad era una historia bastante increíble. Si he visto mucha gente caer en malos pasos, y perder mucho, pero me costaba creer que todo lo que el tenia lo haya perdido de esa vil manera. Es increíble lo que hacen los vicios con la gente. Y lo que yo no sabía era que yo estaba siendo ya victima de uno muy…particular, por decirlo de alguna manera.

            -Ya basta de cháchara. Quiero que te metas bajo la mesa y me mames el güebo. No saldrás de allí hasta que yo te lo ordene ¿entendido puta descerebrada? -me ordeno.

            -Si Amo –conteste. Me encanto la manera en que me dio la orden, y a pesar de toda la vergüenza y humillación que sentía, pues el morbo se logro imponer. Me metí bajo la mesa con mucho cuidado, poniéndome a cuatro patas y buscando el enorme güebo de mi Amo, aprovechando que estaba cubierta por el mantel. Hurgué en sus pantalones y saque ese bello trozo de carne dura y caliente, y comencé mi labor de mamarle el güebo. No entendía como una mujer tan de clase como yo había caído tan bajo, dominada por un hombre de tan baja clase.

Al poco tiempo de estar en mis labores, note que un mesonero llegaba hasta la mesa y a juzgar por el ruido, le había traído la comida a mi Amo. -¿la señorita estará lista para ordenar? –le pregunto el mesonero a mi Amo. –No amigo, ella ya está comiendo…-le dijo mi Amo, alzando disimuladamente el mantel y dejándome ver a mí a cuatro patas debajo de la mesa con la verga de mi Amo en mi boca. Me dio risa el rostro del mesonero, incrédulo. –Caramba señor, disculpe, pero las normas del establecimiento… -le comenzó a decir. –tranquilo amigo…todo estará bien… -dijo mi Amo interrumpiéndolo, sacando dinero del bolsillo y entregándoselo. –Una mano lava a la otra…la chica está hambrienta, necesita fluidos, y yo se los daré…-terminó de decirle mi Amo, bajando el mantel. Noté como el mesonero se despedía deseándole buen provecho y se iba a otro sitio.

Mi Amo pues, se dispuso a comer tranquilamente mientras yo le hacia una delicada y suave mamada, llenando su verga competa de mis babas, contemplando como escurrían gruesos mares de ella por todo lo largo de la verga, perdiéndose en el vello genital. Trate de ser lo más delicada posible para que él disfrutara de su comida, la cual tenía un delicioso olor. Un buen rato después, metió su mano derecha bajo la mesa y me tomo del cabello, hundiéndome todo su güebo hasta lo más hondo de mi garganta. Me mantuvo así unos segundos, durante los cuales se me salieron las lagrimas y me comenzaron a dar fuertes arcadas. Luego me soltó, dejándome sacarme su enorme hombría de mi boca, para respirar. Gruesos hilos de baba unían mis labios con su glande.

En ese momento mi Amo metió bajo la mesa una servilleta algo grande, sobre la cual vi lo que parecía ser carne masticada, mezclada con ensalada también masticada. Esta mezcla tenía un par de escupitajos sobre ella, escurriendo hasta la base. Mi Amo lo coloco frente a su glande, y sin más, eyaculo sobre la mezcla, aunque el primer chorro disparado por su verga fue tan potente, que vino a parar al escote de mi saco de ejecutiva, llenando un poco lo que se veía de mis pechos, de mi blusa y gran parte en el saco. Los otros tres chorros si fueron a parar en las sobras masticadas. Con su mano libre, alzó el mantel un poco, y me ofreció la servilleta con la mezcla. –Buen provecho koki –me dijo mi Amo. Yo observe su mano, indecisa. No podía creer que mi Amo quisiera que yo comiera eso.

            -¿Qué esperas cerda? Es tu comida. –me dijo. Yo no contesté, viendo con asco la mezcla. Mi amo la arrojó a sus zapatos. –Muy bien estúpida. Te diré algo, pediré la cuenta. Si cuando termine de pagar, mis zapatos no están impecables de tu comida, te va a pesar. Y si, lo comerás directamente con tu boca y lustraras mis zapatos con tu lengua. –me dijo, en tono amenazante, y bajó el mantel. Oí como él llamaba al mesonero. También oí como este llegaba y mi Amo le pedía la cuenta. Yo veía la mezcla con asco, pero a la vez con mucho morbo y excitación. Recordé lo que me había propuesto, y era que obedecería en todo a este hombre. Juro que además de sentirme dominada, además de verlo como una figura de autoridad, sentí amor por este negro. No quería verlo molesto, así que procedí a llevar mi rostro a sus zapatos, y comencé a comer, asegurándome que no quedara ningún resto de comida ni siquiera en el piso. Y adicionalmente, lustre sus zapatos con la lengua, aunque al estar viejos y muy usados, pues, no les pude sacar el brillo como me hubiera gustado. Esto me hizo sentir tan entregada como nunca.

Afortunadamente termine mi tarea a tiempo, mi Amo pagó la cuenta y me ordenó salir de la mesa, cosa que hice disimuladamente. Acto seguido nos pusimos de pie y salimos del restaurant, siguiendo yo a mi Amo con la mirada gacha, sin ser capaz de ver al resto de clientes a los ojos.

Una vez afuera del restaurant mi Amo me pidió las llaves del carro y yo se las dí, luego de sacarlas de mi cartera. Luego vi como él se dirigía hacia el mendigo que cuidaba los carros y le daba las llaves, para luego dirigirse a mí de nuevo, dejando tras de sí al mendigo viendo como mi Amo se alejaba de él con sumo asombro. Y por supuesto, yo también estaba muy asombrada. Me tomó de un brazo y me hizo caminar a su lado.

            -Amo disculpe…-le dije, con todo el respeto del mundo, con la intención de preguntarle que había hecho.

            -Silencio puta. Le regaee el carro a ese pobre hombre. No me gustaba esa lata, me compraras uno mejor después. –me dijo, adivinando lo que yo iba a preguntarle.

            -Como usted ordene Amo…-le contesté, asombrada no solo de sus palabras, sino también de mi reacción, la cual fue totalmente contraria a la que esperaba de mi misma. Simplemente no proteste, no dije nada, solo acepte sus deseos. Dije que quería darle todo, pero en este momento me estaba dando cuenta de que cuando yo decía “todo” era “TODO”. Continuamos caminando un par de cuadras, hasta que mi Amo se detuvo y me tomó por ambos brazos, viéndome de frente.

            -Que increíble. Eres la persona más rara que he conocido en mi vida ¿sabes? –me dijo.

            -¿por qué lo dices? –le pregunte. Recibí una tremenda cachetada, por tutearlo. Debía tratarlo con respeto. –Perdone Amo, soy una mala perra. ¿Por qué lo dice? –le volví a decir, dándome cuenta de mi error al dirigirme a él.

            -¡Por esto mismo puta! –me volvió a cachetear 4 veces más, volteándome la cara y dejándome los cachetes rojos, haciéndome soltar lagrimas. -¿Lo ves puta? ¿Acaso no te das cuenta? –me dijo. Sí que me daba cuenta. Le estaba dando todo a este hombre que conozco desde hace menos de medio año. Un hombre al que me volví adicta. Es obvio que yo le pareciera una mujer rara por mi nivel de entrega, pero yo, no me podía reconocer a mí misma. Nunca me deje joder por nadie. Nunca le regale nada a nadie. Y nunca hubiera aceptado si quiera que me alzaran la voz por encima del volumen de la mía. Pero por alguna extraña razón, este negro harapiento consiguió todo eso.

Y si, conseguiría mas…Mucho, mucho más…

Continuara…

Espero hayan disfrutado de este capítulo, así como también espero les este gustando la historia completa. Cualquier duda, o sugerencia, o crítica, o insulto, me la pueden hacer llegar  a través de los comentarios de la página o a mi correo skarletpricet@yahoo.es

Besitos.

Skarlet.