miprimita.com

Soy sumisa

en Dominación

-tú no sabes lo que se siente-

-no imaginas la dimensión que adquiere y estremece ser una Sumisa-

 Así me define la RAE:

“Que se somete y se deja dominar por la fuerza de las circunstancias o por otras personas aceptando, sin cuestionarlos, su autoridad y su voluntad”

 Se lee tan poco digno que sin duda cualquiera se opondría a tal concepto sin saber que detrás de todo  hay un placer inteligente, erótico y sexual que es el privilegio de unos pocos, de muy pocos.

 No me siento sumisa de forma peyorativa.

Es una sumisión sublime. Dios puso al hombre como cabeza, pero eso no significa que sea mejor que yo, sino que yo soy su auxiliadora, su sostén, su cuello, nos necesitamos el uno al otro, donde esencialmente prima el respeto mutuo.

 Hay que tener un talento sensitivo y especial para hacer de una mujer una Sumisa, porque no es la fuerza lo que  la adoctrina y cautiva, es la inteligencia.También es simplemente confiar en la voluntad de otro, entregarse a sí misma como ofrenda a esa unión perfecta en que la naturaleza se rinde ante la razón.

 Cuando se decide entregar la voluntad, los brazos que la recibe se convierten en un refugio que da la libertad para disfrutar del cuerpo  y hacer del sexo el lenguaje perfecto.

 Cuando se está ante la presencia del Amo, la excitación no tiene límites, se siente la emoción de ser una hembra dispuesta a ser poseída de todas las formas que la imaginación dicte. No hay límites.

 Cualquier lugar es legítimo para que tome lo que le pertenece, porque así también lo deseo.

 Ser Sumisa no es una práctica superflua ni pasiva que tranquiliza la carne, es descubrir que cada vez que su piel toca la mía, se desata una tormenta de hormonas que viajan velozmente a prepararse para dar así una batalla contra las suyas donde nos mezclamos y combatimos juntos.

 Los besos despiertan las pasiones y hacen agua los rincones más secretos.

No es su pene, sus dedos o su lengua los que me hacen gemir lujuriosamente, es el solo hecho de sentir la sensación de cómo se empodera de su natural condición masculina, esa que me hace sentir mujer, una mejor y verdadera mujer.

 Puedo hacer de su poder el mío - de su deseo y goce - mi plenitud.

No se necesita tanto para sentirse uno, solo su cuerpo y el mío, usamos nuestra estructura solo para que el placer  se deslice entre uno y otro como una corriente vital que explota en un brillante arcoíris que solo se ve cuando cerramos los ojos.

 Agarra mi cabello y las ganas se agolpan, me das nalgadas y despierta mi vagina, me castiga con un látigo y endurece mis pezones, cada acto que acomete es un intenso placer que recorre mi ser y que tensa hasta el último músculo que sostiene mi cuerpo.

Su castigo me libera, me hace humilde y lo disfruto.

 Solo un Amo que educa, enseña, forma, crea y protege a su sumisa es admirado y venerado por ella, pero lo es más por su inteligencia que por el poder que ejerce en sus actos, que no es ni más ni menos de lo que le debe regalar a su aprendiz.

Tengo el poder supremo en mi trabajo, con mis subalternos, en mi hogar, en mi círculo social, entre mis conocidos y amistades, pero en la intimidad y en la cama entrego feliz ese poder a mi Amo, él sabe lo que debe hacer, porque cada concepto que emite siempre me dirige hacia sus brazos, porque ahí es donde pertenezco, ahí es donde realmente quiero estar.