miprimita.com

Reencuentro

en Dominación

REENCUENTRO

(segunda parte de Desde el principio, Inolvidable)

-Quítate la ropa pero déjate los zapatos- quiero ver cómo estás después de mi ausencia, dice con toda calma

Ella obedece, se quita la ropa y queda totalmente desnuda.

El solo la mira y la observa, sin decir ninguna palabra.

Recién comenzaba el otoño y la calidez del clima veraniego de Santiago empezaba a decaer, aún no hacía mucho frío, lo que hizo que Fabiola se animara a usar vestido, aunque el fuerte viento que corría se colaba por debajo de su falda, ella lo lucia de manera sexy y provocativa.

Ansiosa caminaba hacia el Hotel donde la había invitado a cenar.

Andrés estaba de regreso de su viaje de negocios luego de recorrer algunos países de Europa y Asia.Luego de siete interminables semanas desde el último y único encuentro, la llamó para sorprenderla con su arribo e invitarla a que se encontraran aquella misma noche.La alegría y la sorpresa fueron mayúsculas.

 El trabajo en la Clínica había sido intenso estas últimas semanas, tenía muy poco tiempo para mi vida privada, había tenido que cubrir muchos turnos extras  por el brote de influenza y de enfermedades respiratorias que con fuerza empezaba a asolar Santiago y la zona sur del país, habían colapsado los servicios de urgencia de Clínicas y Hospitales, eso sumado a la falta de comunicación con Andrés, me hizo pensar que todo lo que pasó aquella noche de pasión desenfrenada había sido solo una quimera del momento, solo dos llamadas al celular, una breve conversación por Skype y un par de e-mails, todos ellos bastante fríos e indiferentes, había sido nuestro contacto durante estas siete semanas llegando a sospechar que nuestra relación se había casi enfriado y olvidado por completo, que la pasión y todo lo que nos prometimos en esa cita memorable se había esfumado y se había escurrido como agua entre los dedos.

 Su trabajo, mi trabajo, la distancia y las horas de diferencia nos pasaron la cuenta, reflexionaba mientras apresuraba la marcha, no quería llegar tarde.

Creía haber encontrado la horma de mi zapato, nos dijimos e hicimos tantas cosas que me hicieron feliz, descubrí un nuevo mundo de sensaciones y emociones, me entregué por completo para seguirlo hasta el fin del mundo aceptando conscientemente todo los extraños y oscuros cambios que surgirían mi vida, pero dos días después de aquella mágica noche sin apenas hablar de los sucedido, tuvo que viajar urgente al extranjero por trabajo.

No tenía ninguna certeza de lo que me deparaba esta noche, pero lo que fuera lo tomaría con tranquilidad y entereza.

 Me esperaba sentado en el hall del hotel, apenas me vio se levantó y me saludo de forma casi formal, seguía tan atractivo como lo recordaba, su olor inconfundible a tabaco y Armani lo tenía grabado a fuego en mi memoria que me hizo evocar y revivir por segundos la emoción que tuvimos en aquella única noche. Me estremecí.

 Pidió las llaves de la habitación y subimos por el ascensor, había alquilado una habitación del último piso, un penthouse.

Íbamos subiendo solos pero en completo silencio, de pronto noto como una de sus manos se escapa por debajo del vestido y con uno de sus dedos corre el calzón quedando justo sobre el clítoris, que ya estaba duro desde el momento que nos encontramos.

Palpó sus formas y en una danza tibia pero imperceptible, su lengua empieza a recorrer mi cuello logrando que subiera al máximo la temperatura hasta  tener incluso, la loca y delirante idea de quitarme el vestido ahí mismo y sin más demora.

- Calma guapa, también te extrañé y mucho- me susurra suavemente al oído.

 Salimos del ascensor  y empezamos a caminar por el desierto pasillo, me llevaba tomada del brazo cuando se detiene ante una de las dos puertas que tenía el piso, me dice:

-Cierra los ojos y no los abras hasta que te lo diga-

 Tomada de su brazo empiezo a caminar, nos detenemos y siento como se cierra una puerta, me suelta y ahí quedo parada con los ojos cerrados.

-Puedes abrirlos guapa –

 No podía creer lo que veía, una gran habitación en penumbras iluminada solo por velas, un gran jacuzzi en un costado, un paisaje maravilloso en altura de Santiago donde sobresalía majestuosamente la cordillera de Los Andes y lo más impactante, el piso estaba plagado de pétalos de rosas rojas por todas partes.

 Asombrada por el espectáculo busco con la mirada a Andrés y lo veo sentado tranquilamente en un hermoso sillón señorial estilo Luis XV ubicado en una esquina del salón, me observaba silenciosa y detenidamente.

De pronto apoya su cabeza sobre su mano izquierda y me dice:

-Quítate toda la ropa pero déjate los zapatos- quiero ver cómo estás después de mi ausencia-, dice con toda calma con su voz suave y profunda.

 Me empecé a desvestir sin quitarle la mirada, primero el vestido, luego el sostén, mis pechos no disimulaban el estado que me encontraba pues mi pezones estaban duros y erectos, me quedé unos momentos con el calzón puesto sin dejar de mirarlo, el seguía sentando impertérrito observando mis movimientos hasta que con un gesto de su mano me indicó que me sacara el calzón.

Quedé totalmente desnuda ante sus ojos, solo con mis zapatos de taco puestos.

-Gírate, te quiero ver entera-

 Estaba parada a unos tres metros de donde se encontraba sentado, empecé a dar vueltas sin cuestionar en ningún momento su petición, simplemente obedecía.

-Hermosa, simplemente hermosa, que deliciosa estás - exclamó susurrando.

 Su mirada de deseo me estremeció hasta lo más profundo que no pude evitar que unas gotas de fluido brotaran de mi vagina, cuando dijo:

 -Ahora baila para mí-

Toma un pequeño control remoto, lo aprieta y empieza a sonar Rolling in the Deep de Adele.

Quedé paralizada ante tal petición, me gusta bailar en las discoteque, reunión con amigos, pero desnuda ante una persona, jamás lo había imaginado a excepción de un osado sueño que tuve hace mucho tiempo donde bailaba con un grupo de amigas en un caño totalmente vestida, pero esto nunca en mi vida, esto me sobrepasaba.

-¿Qué pasa?- me pregunta, -¿acaso no sabes bailar?-

-No es eso Andrés, pero esto me parece bastante ridículo- digo algo molesta.

-Entiendo- me dice – creo que no comprendiste nada de lo que conversamos la última vez que estuvimos juntos - .

-Vale guapa, si tanto te molesta y encuentras ridículo complacerme, si tanto te cuesta bailar para mí, puedes tomar tu ropa y vestirte, la puerta de salida ya sabes dónde está- terminó diciendo.

 No podía creer lo que estaba escuchando, no había esperado ansiosa durante siete semanas para  ser humillada y maltratada de esta manera, en este momento, solo deseaba volver a ver esa sonrisa que me derretía, sentir ese poder masculino en mi interior, gozar y disfrutar como en aquella noche, conocer y explorar su mundo tal como habíamos hablado.

 ¿Su mundo?, mi mente se empieza a aclarar y a recodar cada palabra, su mundo oscuro de dominación, yo había aceptado compartir sus experiencias y aventuras de esas que llevan al placer sin límites ni fronteras, yo había aceptado ser su hembra, había aceptado aprender a ser sumisa.

Aquella noche le dije que me hiciera suya y que sería de su exclusiva propiedad.

(Las tonteras que uno dice cuando se está embobada, encaprichada y caliente)

 Aún estaba desnuda delante de él, levanté la vista, lo miré fijamente, unas lágrimas corrieron por mis mejillas y le dije:

-Bailaré para tu placer, no porque me lo estés pidiendo, sino porque yo lo quiero hacer-

Cerré los ojos y empecé a bailar moviendo y contorneando mis caderas con los brazos en alto dejándome llevar por el ritmo de la música.

 -Me gustas Fabiola- me gusta tu carácter rebelde y contestatario, tenemos mucho trabajo por delante, deberás aprender a distinguir claramente quien manda y quien obedece.

 -A partir de este momento ya no soy Andrés, soy tu Amo y Señor- quien te cuidará, te protegerá y velará por ti.

-Te enseñare y cubriré todas tus necesidades, tu placer y tus deseos ¿entendiste?- su mirada era tan intensa y profunda no me dio la oportunidad para dialogar.

 -Si- respondí - poco convencida de su declaración de principios.

- ¿Perdón?, no te escuche?-

-Escuche lo que dijiste y mi respuesta es si- volví a reiterar alzando un poco la voz 

-¡Si, que!-

-Sí  mi Amo - dije bajando la cabeza, incrédula por lo que respondía.

 Sentía temor del paso que estaba dando, era algo que estaba por sobre mis conocimientos, me estaba entregando y doblegando  ante un hombre al que apenas conocía.

Unas  horas de conversación y una noche de sexo fuerte y desenfrenado, era todo lo que sabía de él.

Pero íntimamente, también había adoración y devoción.

No lo podía evitar, su mirada, su postura, su personalidad, su carácter y determinación, su exquisito trato, además de su inolvidable sonrisa, me hacían sentir tan frágil, tan pequeña, que necesitaba ser amparada bajo el manto protector de sus brazos.

 Me consideraba una mujer fuerte, totalmente independiente económica y emocionalmente, profesional y  bastante atractiva de cierta manera.

Relativamente  culta, arriesgada y atrevida que en más de alguna oportunidad había levantado las banderas del feminismo, pero continuamente tenía la sensación de que algo faltaba en mi vida y en ese momento puntual, cuando respondí a su petición, descubrí que el sentido de pertenencia era mi punto débil, el pertenecer a alguien total e incondicionalmente, era sin duda el deseo más íntimo de mi existencia.

 Finalmente, después de unos pocos minutos, levanté la vista, lo miré fijamente y le dije con absoluta confianza y determinación:

-Soy tuya, has lo que quieras conmigo, sé que no me harás daño.

-Acepto ser tuya desde mi esencia de hembra y mi carne, por ti y para ti.

-Tengo plena seguridad  de que en tus brazos me quiero quedar, mi Amo-  finalice diciendo.

 Andrés, desde ahora mi Amo, me miraba fija y pensativamente desde su sillón reflexionando sobre mi respuesta, pude notar que la emoción lo embargaba, sus ojos estaban humedecidos y podría afirmar que más de alguna lágrima rodó por sus mejillas.

 Sentía adoración por aquel hombre, ese estado y aquellos gestos los convertía en un ser humano con sentimientos y emociones más allá de sus gustos y estilo de vida, los cuales previamente ya había aceptado, dejé de estar a la defensiva, bajé la guardia y simplemente me entregué tal cual lo hice la primera vez cuando salía a nuestra primera cita a ciegas, dejar que la vida me sorprendiera.

 Se levantó de su sillón, me rodeo con sus brazos y me besó con tanta pasión que no pude evitar que un profundo suspiro saliera de mi alma.

Me empezó a acariciar, pasaba sus manos por mi cara como un ciego tratando de guardar una imagen en su memoria táctil, jugaba con mis labios e introducía sus dedos en mi boca, los empecé a chupar como si fuera lo último que pudiera hacer en esta vida.

Siguió tocando mi cuerpo hasta llegar a mis pechos, aprieta y piñizca con fuerza mis pezones hasta el punto de hacerme gritar entre una mezcla de placer y dolor.

Sentía su respiración agitada haciendo que la mía también se comenzara a acelerar, empecé a morderme el labio inferior, señal inequívoca de que me estaba excitando.

 Me llevó hasta la cama iluminada solo por el tenue resplandor de las luces de la ciudad que entraban por el gigantesco ventanal que abarcaba toda la habitación.

Se desnudó, nos tendimos en la cama y me abrazó por la espalda.

Sentía como su pene se encontraba en pleno apogeo, este se frotaba contra mi trasero, me di vueltas, lo tomé entre mis manos y lo introduje en mi boca.

Deseaba besar y comérmelo entero, estaba enorme y duro, sentía la necesidad de lamer y mamar ese órgano viril, porque íntimamente sabía que mi poder radicaba en hacerlo feliz y entregarle placer.

 Podía hacer de su poder el mío, de su deseo y goce, mi plenitud.

 Levanté la vista y miré la cara de satisfacción de mi Amo mientras clavaba sus dedos en mi trasero, de pronto me voltea y quedamos en la perfecta ubicación para gozarnos mutuamente, en el famoso 69.

Su boca y su lengua lamía y besaba desde mi vagina a mi ano, mordisqueaba mi clítoris, los fluidos brotaban sin control ante tanto placer, mientras su pene pasó a ser mi juguete predilecto, disfrutaba tenerlo en todo su esplendor en mi boca, jugaba y lo saboreaba.

No pude evitar acabar en ese preciso momento de intensa gloria con su boca pegada a mi sexo.

Se dio vueltas, me abrió las piernas y siguió lamiendo mi clítoris hasta que de pronto se sube y me penetra con una facilidad increíble, lo sentía tan adentro, me proporcionaba tanta satisfacción que pensé que era una mujer hecha por y para dar placer.

Estaba en éxtasis.

 Me sentía en un estado sublime, levante mis piernas y las crucé sobre su espalda, empecé a moverme frenéticamente, mi Amo me siguió con movimientos suaves pero profundos, disfrutando así cada centímetro de su posesión.

Empecé a gemir sostenidamente hasta que nuevamente exploté en un intenso y apoteósico orgasmo, mi Amo me siguió inmediatamente y nos desplazamos fundidos el uno con el otro por un viaje al infinito.

Mi cuerpo empezó incontroladamente a temblar, tenía un tremendo nudo en la garganta, inevitablemente me largué a llorar.

 Me abrazó en silencio dejando que me recuperara, había logrado conseguir lo que deseaba, y yo también, ser su sumisa, condición que podría durar toda la vida siempre y cuando el fuera mi Amo.

 Rompiendo todo el hechizo del mágico momento de pronto mi Amo dice:

-Ahora podemos cenar, ¿que deseas pedir?-

 Me apoyé en su hombro derecho, lo miré y nos largamos a reír.