miprimita.com

Desde el principio,inolvidable

en Sexo Anal

 -Fabi, si no vas te arrepentirás por el resto de tu vida – dice Cristina, mi amiga

-Además, ¿qué puedes perder?, quizá un poco de tiempo y nada más, porque la virginidad no creo que la vayas a perder de nuevo-  sonrie maliciosamente.

-Viene llegando de España donde vivió muchos años, es alto, culto y atractivo, si no estuviera casada y con hijos, ni loca te lo presento, antes me lo como yo enterito, eso no lo dudes- me dice muerta de la risa.

-Vamos, anímate – insiste Cristina, mi colega y amiga, con quien trabajo hace años en la clínica.

- Unas copas, una buena comida y si no te agrada, sencillamente te marchas y aquí no ha pasado nada-

-Eso sí, mañana me lo tienes que contar todo, todo, ese es el trato-

  Estaba tan nerviosa que me temblaban las piernas.

¿Cómo podía haber aceptado una cita a ciegas?

-Realmente estoy medio loca o más bien loca de remate-  me recrimino

Cristina había insistido que él era la horma de mi zapato y que sin duda jamás volvería a ser la misma cuando lo conociera.

-Aunque a veces es medio frío y distante, quizá hasta un poco extraño, diría yo, no deja de ser un hombre interesante, seductor y encantador, te vas a entretener, te hace falta un poco de diversión amiga, anda y hazme caso, no te arrepentirás- había reiterado e insistido mi amiga.

 Renovada por el agua de una larga y relajante ducha, fui probando diferentes estilos de ropa para la ocasión, opté por ponerme vestido, un vestido discreto pero con estilo.

Los vestidos me hacen sentir atractiva, marcan la figura haciendo que mi trasero luzca muy sexy y zapatos de tacón lo bastante cómodos por si tuviese que salir arrancando.

Maquillé discretamente mis ojos, dándole mayor protagonismo a los labios con el rojo que merecían, pequeños pendientes pegados al lóbulo de la oreja, una chaqueta ligera a tono y un bolso minúsculo donde solo cabía el celular, documentos, llaves y un paquete de pañuelos desechables.

Tomé las llaves del auto y partí nerviosa a la aventura esperando de la mejor manera que la vida me sorprendiera.

Bajé en el ascensor, aun dudando si hacía lo correcto, y en sus espejos retoqué los últimos detalles, ajusto los tirantes del vestido y refuerzo el toque de labial.

 El tráfico era brutal, estaba más intenso que otros días, ya iba con 20 minutos de retraso, pero contaba con que no fuera muy puntual como buenos chilenos que somos.

¡Error! 

Tal y como habíamos acordado días antes, me esperaba sentado bebiendo una copa en la barra del restaurante. Su rostro era serio pero con una mirada profunda y cautivadora.

No sé cómo conseguí mantener el equilibrio y no caerme al tenerlo delante de mí, era una imagen muy interesante, demasiado interesante.

Se levantó  y su delgada pero bien formada figura me deslumbró, era unos cuantos años mayor que yo, de barba entrecana y con una sonrisa inolvidable.

Mientras  me besaba las mejillas me susurró:  

-Llega usted tarde, su tiempo es tan importante como el mío, no lo olvide-

No me sentó muy bien esa recriminación, pero su presencia y su olor, un mezcla entre tabaco y Armani, me envolvió por completo, su voz suave, serena y varonil me estremeció hasta lo más profundo, logrando que olvidara rápidamente su reproche.

 Me miró fijamente a los ojos y esperó que me sentara en la mesa para hacer lo mismo. Estaba tan impactada por su arrebatador aspecto masculino que poco pude hacer para iniciar la conversación.

Trabajo en el área médica de una clínica privada en Santiago, soy una profesional culta y bastante dedicada a mis funciones, atiendo diariamente a muchos pacientes donde escucho sus quejas y dolores, donde trato de aliviar de la forma más competente sus problemas de salud, les hablo y les aconsejo, pero en esta ocasión en particular, no podía articular ninguna palabra.

Estaba bloqueada.

 Jamás en la vida había pensado que alguien podría provocar tantos estímulos juntos mirando solo su aspecto físico, pero Andrés  no dejaba indiferente a ninguna mujer, irradiaba de forma natural una energía magnética que atrapaba y que hasta ese momento me era una sensación totalmente desconocida.

 La cena transcurría de forma completamente normal aunque hablaba bastante poco, donde solo lo escuchaba, estaba embobada.

Me explicó que había vivido muchos años en España, un tiempo en Madrid y otros en Barcelona, que era aficionado al fútbol, seguidor y fanático del Barca por sus orígenes catalanes, además de por Messi, Ronaldinho, Xavi e Iniesta que eran unos crack,  que era Ingeniero y publicista, especialista en Marketing, que estaba divorciado desde hace mucho tiempo y que hace poco una de sus hijas se había ido a vivir a su departamento por la cercanía con la Universidad donde estudiaba.

Del Barca y de esos  señores que nombraba con tanta pasión, la verdad, no tenía mucha idea de quienes eran, después supe que eran futbolistas, pero lo último reconozco que me enterneció, además de atractivo, tenía una vida familiar.

Seguimos conversando un buen rato sobre mi trabajo en la clínica, mi vida y la suya, todo de manera bastante superficial sin entrar en muchos detalles.

Tenía un halo de virilidad encantador que lo envolvía todo, pero después de un buen rato de conocernos aún continuaba tratándome de usted.

-Andrés, por favor, vas a empezar a tutearme porque me empieza a resultar un poco violento tanto formalismo – dije sin pensar demasiado.

-Señorita, usted y yo aún no tenemos la suficiente confianza como para tutearnos- me contestó de forma serena y tranquila.

Al oír su respuesta no pude disimular la mueca de desaprobación que se formó en mi rostro, pero apenas vio mi reacción,  se largó a reír a carcajadas.

Cuando sonreía era aún más atractivo, algo extraño tenía esa sonrisa que humedecía de manera imperceptible pero ascendente.

 Cuando nos sirvieron el café, noté como su cuerpo se tensaba e inquietaba, me miró directamente y sus ojos verdes se clavaron en los míos.

-No sé qué te pudo haber contado Cristina sobre mí, pero creo que siempre es mejor dejar las cosas claras y sin malos rollos para que después no haya malentendidos-

-No me dijo nada en especial- le respondí -solo que eras muy atractivo y que no tenías muchos conocidos en Chile-

-Bueno, no conozco mucha gente, es verdad, lo otro es un piropo que agradezco pero es bastante banal y superficial como para describirme- replicó y continuó.

 -Creo que ya hemos conversado bastante sobre nosotros, somos personas adultas, relativamente normales y con muchas cosas en común, pero te quiero hablar sobre mis gustos sexuales que no son precisamente comunes ni convencionales- dejando las palabras suspendidas en el aire y a medio terminar, porque lo interrumpí de forma abrupta.

-Andrés, creo que hablar de sexo en nuestra primera cita no viene al caso, no corresponde y sinceramente te lo digo, es bastante desatinado de tu parte…- pero no me dejo seguir hablando

-Yo no hago el amor, follo duro o en buen chileno, me gusta culear fuerte y duro.- remató

Mis ojos se abrieron desmesuradamente, quedé asombrada y perpleja, no sabía que decir ni qué hacer ante tal afirmación, lo más lógico era tomar mis cosas y marcharme, pero le conteste de inmediato esbozando una risa nerviosa lo primero que se me vino a la cabeza.

-¿me vas a decir que eres un Christian Grey de producción nacional? – le dije medio en serio y medio en broma.

 Su rostro se contrajo al instante y su bella sonrisa desapareció de su boca como por arte de magia, noté de inmediato que la pregunta le había molestado.

 -Fabiola-me dice, mirándome fijamente

-Antes que se pusiera de moda ese BDSM rosa y light que recién conocen ustedes, muchos años antes ya me movía en ese ambiente, lo conocí y lo practiqué cuando vivía en Barcelona, me gusta el sexo duro y dominante, pero por favor, no lo confundas con sadismo, no disfruto con el dolor ni el sufrimiento ajeno, sino con el goce y el placer que proporciono, lo mío es una forma diferente a lo habitual que por lo demás es plenamente consensuada entre las partes, además, -continua diciendo- siempre hay códigos de seguridad pre establecidos en los roles, donde juega un papel importante, el pleno respeto hacia la otra persona que a la vez es mutuo.

-Cuando estoy con una mujer- continuó - solo estoy con ella, como ella conmigo – aprendemos y crecemos juntos- potenciarse entre ambos es algo primordial en la relación, como también los es la exclusividad y confidencialidad.

-Pero sí, se podría decir que algo de Grey tengo, exceptuando sus traumas, sus empresas, sus aviones y su dinero- terminó por decir, volviendo a lucir su cautivante sonrisa.

 Había estudiado en la Universidad algunas parafilias y ciertamente esta era una de ellas, pero había algo en el ambiente que me hacía quedar pegada a la silla y no salir corriendo del restaurante.

 Siempre con esa sonrisa a flor de labios me dice:

-No me mires con esa cara de extrañeza y tampoco me trates de analizar porque no podrás, voy cien pasos por delante y veo cosas en ti que los demás no ven guapa y perdona la muletilla española, aún no logro evitar esa exclamación cuando veo una mujer tan encantadora y hermosa como tú-

-Eres inocente y muy transparente Fabiola, tus emociones y sensaciones te delatan, saltan a primera vista, sin duda tienes mucho que aprender, conocer y explorar-, eres muy inteligente, pero hay un dicho popular que dice “la curiosidad mató al gato” y todo lo que te he contado sobre mis gustos te produce curiosidad y mucho morbo-.

 Realmente estaba perpleja.

 -Es más, desde que entraste por esa puerta estoy deseando quitarte a mordiscos ese hermoso vestido negro que llevas puesto, como también, saborear y disfrutar de esos labios tan rojos como cerezas-, mi mira fijamente y me desnuda con la mirada -entre otras muchas cosas más-,terminó por decir.

 Me quedé muda y atónita, jamás en la vida un hombre me había hablado de esa manera, tan directa, certera y ruda, con tanta determinación, pero unas gotas de humedad en mi vagina me empezaron a traicionar.

 Vuelve a clavar sus ojos verdes en los míos y me dice sonriente:

-Sé que te estás humedeciendo, como también sé que te estás calentando al escucharme hablar, puedo leer perfectamente todas las señales que emite tu cuerpo, tu mejor que nadie, en vista de tu profesión, debieras conocer el lenguaje corporal, pero tranquila, no voy a dar ni un paso sin que sepas donde te estas metiendo-.

-Guapa, tu cuerpo habla y mucho-

 Traté de enfriar las cosas restándole importancia a la evidencia de los hechos.

-Perdóname Andrés, está bien, es verdad que me calientas, pero ¿tener una noche de sexo contigo me obliga a algo?- le digo retándolo con la mirada.

 Se largó a reír con esa maldita sonrisa que me derretía.

-Vale- me dice –eres dura y más provocadora de lo que parecías, pues bien, se inicia el juego, coge tu chaqueta y tus cosas, nos vamos.-

 No sé por qué motivo obedecí esa orden, ni sé por qué motivo me subí a su auto, iba como hipnotizada, solo me dejé llevar por sus instrucciones sin detenerme a pensar ni por un instante, que no conocía de nada a ese tipo.

 Estaciono su auto en el parking de un motel cercano y sin mediar palabra empezó a besarme, primero el cuello y después me mordió los labios. Sus manos no tardaron en meterse debajo de mi  vestido y de un solo golpe dejo  al descubierto mis pechos.

Con la destreza de un maestro deslizó sus manos por mi espalda y desabrochó el  sostén.

 Podía ver el deseo en sus ojos que me hacían sentir más hermosa que nunca. Empezó a lamer mis pezones y a dar pequeños mordiscos en ellos, lo único que podía hacer en ese momento era gemir.

 Se acercó a mi oído y susurró

-Ahora tal y como estás vamos a subir a la habitación y te voy a culear bien culeada- . --No quiero que te tapes, quiero que vayas mostrando tus preciosos pechos-

Lo miré horrorizada ante tal petición, pero antes de que pudiera reclamar o decir algo, mete su mano en mi entrepierna y sobre el calzón toca mi vagina presionándola levemente con sus dedos.

-Ummmm, que caliente y húmeda estás guapa, creo que esta noche no la vas a olvidar tan fácilmente- me dice

 Tal y como me lo había pedido fui con mis pechos desnudos paseando por todo el estacionamiento, debo reconocer que el miedo a ser vista solo aportaba más morbo a la situación, una extraña excitación me invadía por completo, la noche estaba aún sin comenzar y ya mis hormonas estaban revueltas a punto de explotar.

Durante el trayecto me mordisqueaba los pezones y sus manos me recorrían entera, solo gemía borracha de placer, me sentía caliente, extrañamente libre y deseada.

 Una vez en la habitación no hubo más contemplaciones, terminó de sacarme el vestido, me arrancó el calzón y apoyó mi cuerpo contra la pared. Estaba completamente desnuda solo con mis zapatos de tacón puestos.

Intenté darme la vuelta para ver qué hacía pero me resultó imposible

– si no te quedas tranquila guapa, te voy a tener que atar, se buena por esta vez, empecemos bien -me dijo susurrándome al oído

 Noté como su lengua recorría mi espalda y dejé de forcejear, siguió bajando hasta llegar a mi trasero, de forma instantánea e instintiva cerré mis glúteos, estaba muy  caliente pero me incomodaba lo que estaba intentando hacer.

Siguió bajando, besando y lamiendo mis muslos cuando noté de pronto como uno de sus dedos se introducía en mi vagina. Grité.

 -Uffff, estás muy húmeda, bastante cerrada y totalmente depilada, pareces una adolecente virgen, no sé si me voy a poder contener mucho rato contigo- estás deliciosa guapa –

 Empezó a mover suavemente su dedo en mi vagina  y una explosión de sensaciones estalló en mi piel, todos mis vellos se pararon, me sentía como un erizo.

Metió otro dedo dentro de mí y en pocos segundos mis piernas empezaron a temblar empapándose de fluidos, estaba tan mojada que sentía mucha vergüenza por el estado en que me encontraba.

Sus dedos se movían con la fluidez de un experto que me llevó rápidamente a un intenso orgasmo. Un rio torrentoso de flujo salió disparado de mi vagina empapándolo todo, jamás en mi vida me había pasado algo parecido y más aún, nunca había tenido una experiencia similar.

 Me acosté sobre la cama recuperándome del orgasmo, Andrés se recostó a mí lado donde pude apreciar su cuerpo totalmente desnudo bastante bien cuidado para sus años, que no eran muchos, pero tampoco eran pocos y mi vista se dirigió a su pene erecto, tieso y duro como piedra, el me sorprendió mirándolo y me dijo:

-Es tuyo, móntalo-

 No lo dudé ni por un instante ya sin pudor ni recato, me levanté y me monté, coloque mi vagina sobre su pene y este empezó a entrar lentamente, controlaba la profundidad ya que me dolía cada vez que avanzaba, sentía como me iba desgarrando, era muy grueso y grande para una mujer pequeña y menuda como yo, hasta que finalmente llego hasta el fondo hundiéndose en mi  útero, me llenaba entera, ya no había dolor, mi cuerpo se invadió de placer , perdí toda la compostura y empecé a cabalgar desaforadamente, moviéndome y frotándome frenéticamente sobre su pene, estaba clavada a una estaca de donde no podía salir, de donde nunca más podría salir.

 Me movía y me movía, hasta que sentí el primer golpe en mis nalgas y luego otra más, fue como una violenta descarga eléctrica, me estaba dando de nalgadas, pero lejos de molestarme, le grité de forma inconsciente:

-Dame más, más fuerte, sigue, no pares –

Mi clítoris se había trasladado a mis nalgas, ante cada palmazo miles de estrellas desfilaban ante mis ojos llenándome de un sinfín de nuevas sensaciones.

Cada nalgada que recibía era una dosis de pura adrenalina.

Acabé en múltiples y sucesivas ocasiones de forma tan brutal que recién a estas alturas de la vida me percaté de que era una mujer multiorgasmica, después de un matrimonio fracasado y de unos cuantos amantes esporádicos, descubrí el verdadero significado de la palabra “culear” con todas sus letras.

 Me baje y me recosté a su lado jadeante con el corazón palpitante y latiendo a mil, agitada aún por las emociones y por los nuevos descubrimientos que jamás en la vida imaginé que iba a sentir, me dolía la vagina e incluso tenía unas pequeñas manchas de sangre.

 -¿Estás bien?- me pregunta – porque esto no ha terminado-.

 La verdad es que ya no tenía fuerzas, estaba agotada, era mucho más de lo que había esperado tener en una noche de sexo casual, pero antes muerta que sencilla le dije:

-Estoy fantásticamente bien, mejor que nunca-

 En ese momento me abraza y empieza a acariciar mis pechos, muerde y lame mis pezones, mete sus dedos en mi vagina rebosante de fluidos y los empapa, baja con ellos hasta llegar a mi ano, inconscientemente lo aprieto y lo cierro, nunca había tenido ni consentido el sexo anal aunque más de alguno lo había intentado, sencillamente no me gustaba.

-Andrés, no por favor, de verdad no me agrada- no quiero-

-Relájate y déjate llevar, verás cómo te gusta-

-Duele y mucho, además no siento placer por ahí – le digo gimiendo

-Duele si no lo haces bien y lo el placer es subjetivo, déjame a mí, te voy a guiar-

- Si te duele mucho o no te gusta, lo dejamos hasta aquí, pero al menos inténtalo-

-¡Compláceme!, ¿quieres?- mi mira con esa maldita sonrisa en su boca que doblega totalmente mi voluntad.

 Después de pensar por unos momentos, le digo:

-¡Está bien!– resignada a la situación, - ¡intentémoslo!, ya sabes que no me gusta y si digo que te detengas, lo haces de inmediato y no sigues insistiendo más con el asunto, ese es el trato-

-Vale guapa, lo que tú digas-

 Me coloca en cuatro, sentía mucha vergüenza que todo mi trasero estuviera levantado ante sus ojos, empieza a mojar y masajear mi ano de forma suave y circular, una y otra vez.

-Relájate, relájalo y suéltalo, déjalo libre- siéntelo - me susurraba una y otra vez.

Lo hago y empieza suavemente a introducir su dedo mojado por mis fluidos, me dolía pero no puedo negar que también me agradaba, era una sensación diferente, cada vez que lo metía, pequeñas contracciones hacían vibrar mi cuerpo, relajaba y soltaba mi ano en mayor medida, ya no me dolía mucho, lo estaba empezando a disfrutar.

 No sé si pasaron minutos o segundos, porque mi cuerpo estaba sumergido en otro mundo, cuando me dice:

-Guapa, prepárate para recibirme- relájate-

 Coloca su pene en la entrada de mi ano, empieza a empujar y penetrar muy despacio y suave, primero la punta de su glande hasta que introduce un poco más de su miembro, me dolía, sentía como cada milímetro que ahondaba desgarraba y abría mis carnes, estaba entrando por un camino virgen e inexplorado.

Gritaba de dolor o quizá de placer, las lágrimas salían solas y rodaban por mis mejillas, pero me gustaba la extraña sensación de sentirme poseída de forma tan salvaje y primitiva, la verdad es que me calentaba y en ese momento estaba muy caliente.

 Una vez dentro, no todo, solo algo más que la punta de su glande, empezó a entrar y salir una y otra vez, me relaje totalmente y empecé a disfrutar de sus movimientos y de las sensaciones que provocaba, aunque cada vez que intentaba entrar un poco más no podía evitar gritar de dolor confundido ahora sí, de un intenso placer

Mientras me penetraba, sus manos apretaban mis pechos y piñizcaba mis pezones los cuales estaban duros y erectos descubriendo que mi red sexual no solo era mi vagina y mis pechos, tenía que incluir a mi ano el que hasta ahora me estaba entregando placeres insospechados e imaginados

Se empezó a mover con más prisa, con más fuerza, pensaba que en cualquier momento me iba a rajar y romper, se pegó a mi espalda y comenzó a morder mi cuello de forma casi animal, apretaba mis pezones intensamente, me gustaba y me excitaba la situación que estaba experimentando, me sentía tan caliente que ni siquiera podía articular un sonido, solo me dejaba llevar como una marioneta articulada por los hilos de un maestro de la perversión.

De pronto su cuerpo se tensa, se detiene suspendido un segundo en el aire, me penetra con fuerza y su pene empieza a palpitar y a escupir una y otra vez, llenando el interior de mi ano con su semen caliente y viscoso.

Sin querer ni pensarlo y de forma inconsciente, una oleada de espasmos y vibraciones me recorren entera, un intenso y largo orgasmo se apodera de mi cuerpo dejándome casi sin vida y exhausta.

Era mi primer orgasmo anal.

 Después de unos minutos repuestos de las intensas emociones vividas, desnudos en la cama, Andrés se acerca y me abraza, coloco mi cabeza en su hombro derecho y me susurra al oído:

-Jamás en la vida había sentido tanto placer como contigo, eres genial guapa, quiero que te quedes conmigo y aprendamos juntos a recorrer este camino hasta el final-.

 Hazme tuya Andrés, guíame y enséñame tu mundo, muéstrame ese mundo que solo conduce al placer sin límites ni fronteras.

 Mi eterna gratitud a mi amiga Cristina quien me animó a dar este paso y que realmente cambió mi vida tal como lo había predicho.

 Como habíamos acordado, al otro día llegué a mi turno en la clínica algo trasnochada, sonriente, radiante y con el pelo brillante, le conté parte de mi exquisita aventura, obviando por supuesto los muchos detalles que quedaron guardados en la confidencialidad que había prometido.

 Así fue como terminó nuestra primera cita que fue el inicio de esas historias que se guardan en la piel y florecen en los recuerdos.

Aún seguimos escribimos capítulos y vamos a por más.