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El colgante del Lobo (01)

en Grandes Series

¡Hola! Llevo mucho tiempo visitando esta página, y, aunque al principio no tomaba por reales los relatos que leo aquí, no he tenido menos que convencerme que son ciertos, después de lo que me ha pasado. Empezaré por decir algo de mí: soy una chica, me llaman Dita (un apodo), mido 1.65, peso unos 59 kilos, tengo los ojos verdes y el pelo castaño, y se puede decir que soy una chica del montón. No tengo los pechos grandes, ni soy atrevida, ni tengo los labios gruesos, ni llevo faldas cortas ni ropa insinuante que pueda hacer que alguien se fije en mí. Quizá por ello no había tenido relaciones íntimas en mi vida... hasta ahora. En concreto, hasta el día, o la noche, más bien, de mí 24º cumpleaños.

     En la señalada fecha, mis amigas decidieron dar una fiestecita en mi casa. No fue precisamente una fiesta salvaje, sólo cuatro chicas, unos cuantos regalos, comida de picoteo y coca-cola y naranjada para beber, porque no me gusta pero nada el alcohol (ya dije que soy una chica del montón, incluso tirando a aburrida quizás). A la hora de desenvolver los regalos me encontré con un perfume, un puzzle, el cuarto libro de Harry Potter y un juego de ordenador, pero lo que más llamó mi atención fue un colgante, regalo de Patricia, mi mejor amiga.

    -¿Y esto?- dije. Era un colgante, con una especie de medallón circular de holograma, en el que había dibujado un lobo. Al mover el colgante, la cabeza del animal se movía, como si aullara, y cambiaba de color.

     - Pensé que te gustaría- me contestó. - El de la tienda me aseguró que es un símbolo de fertilidad, que atrae al sexo opuesto, y ... que aumenta el deseo, y la vitalidad sexual, y....

     - Vamos, la Viagra hecha colgante.

     A decir verdad, no me tragaba ni palabra de lo que Patricia me decía, ella siempre está emperrada en que tengo que buscar novio, tengo que buscar novio,.... no le cabe en la cabeza que a mis 24 años siguiese virgen. Pero lo que ni ella sospechaba es que esa misma noche....

     Cuando ya mis amigas se fueron, decidí que recogería las cosas al día siguiente (que sería sábado), y que esa noche, puesto que era mi cumple, había que disfrutarla. De modo que pensé darme una buena ración de placer. Esas ocasiones siempre las preparo especialmente, y aquella noche no fue una excepción: Me peiné, me puse mi precioso picardías rosa pálido semitransparente, gran cantidad de perfume y... sí, ¿porqué no?, También me puse el colgante. Una vez más, miré de nuevo el lobo. Era un bonito animal, y estaba muy logrado, parecía que se moviera de verdad.

     En el equipo de música puse una melodía suave, bajita, lo justo para que acariciara mis oídos, y dejé encendida sólo la lamparita de noche, que inundó mi cuarto con una penumbra rosada. Me miré al espejo, y comencé a acariciarme el cuello, lentamente, y bajé sin prisa hasta mi pecho, tocándolo suavemente por encima de la suave tela del camisón. Me gusta tocarme el pecho, moverlo, y detenerme en mis pezones, pellizcarlos débilmente, y notar cómo se ponen duros bajo mis caricias... pronto no pude reprimir un suspiro, y metí mis manos bajo el camisón, tocando ahora mi piel suave. Mis pezones estaban duros como rocas, y podía notar una tímida humedad abriéndose paso en mi sexo. Había llegado la hora de dedicarme atenciones más ardientes, y me despojé del camisón, bajo el cual mi cuerpo estaba desnudo por entero, y me metí en la cama, acariciando mi cuerpo sin ropa contra las sábanas.

     Juguetona, mojé mis dedos en mi saliva y los acerqué de nuevo a mis pezones. Esta vez todo mi cuerpo se arqueó de gusto, y, mientras mi mano izquierda continuaba masajeando mi pecho, la derecha inició una bajada decidida a mi coño, que parecía suplicar por atención. Durante unos segundos jugué con mi vello púbico, rozando solamente mis labios mayores, torturándome, y ya iba a abrir mi vagina para atacar el clítoris, cuando....

     - Tú debes ser mi nueva dueña ¿no?

     El respingo y el grito que dic fueron históricos. ¡Había un hombre en mi cuarto!

     - ¡¿Quién es usted?¡ ¿Qué hace aquí?

     - Tú me has llamado. ¿No me reconoces? Me estabas mirando hace sólo un rato.

     Señaló el colgante de mi pecho. Pero yo estaba demasiado asustada para apartar la vista de él o hacer movimiento alguno. Aquel hombre era alto, moreno y de ojos oscuros. Tenía una voz ronca, muy masculina, y era bastante velludo, cosa que pude apreciar por completo porque... estaba desnudo. Una voz dentro de mí me decía: "no mires ahí, no mires ahí" , pero por más que trataba de no apartar la vista de sus ojos, los míos fueron bajando hasta su.... nada despreciable, por cierto.

     - ¿Te gusta lo que ves? - No sonreía, pero no daba la impresión de estar de mal humor. - Lo que ves no es nada comparado con la manera de usarlo.... como podrás apreciar.

       - ¡¿QUÉ?! - ¿Aquél tipo estaba insinuando lo que yo creía?

       - No disimules ahora... tú querías divertirte, por eso he venido yo. Mira el colgante y lo entenderás mejor.

     A mi pesar, miré el colgante, y lo vi. O mejor dicho, no lo vi. El lobo había desaparecido.

     - Cuando una mujer lleva mi colgante y quiere divertirse (ya me entiendes) aparezco yo, para ... digamos... ayudarla. Hacía tiempo que no me llamaban, quizá diez años. Espero no haber perdido práctica, pero eso lo vamos a saber enseguida.

     Sin más, aquel tipo se acercó a mí, y yo, se pueden hacer idea, estaba al borde del infarto, desnuda, frente a un desconocido que dice haber salido de tu colgante, y que pretende hacerte el amor. Traté de zafarme, de escapar, pero me cogió de las muñecas y me susurró al oído:

     - Debo hacer esto. Es mi deber. Si no logro que quedes satisfecha, moriré, es mi maldición. No temas, no te haré ningún daño, y lo vas a pasar muy bien conmigo. Si no te gusta, mañana no tienes más que tirar el colgante por el retrete, pero esta noche tengo que hacer lo que he venido a hacer.

     Su voz, profunda y penetrante parecía taladrar mi cerebro con una mezcla extraña de rechazo y de ávido deseo.

     - ¿Eres virgen, no es cierto? Lo puedo ver en tus ojos, hay pánico en ellos. No te asustes, no voy a penetrarte si tú no lo deseas. Querías masturbarte... y es lo que vas a hacer ,sólo que yo lo haré por ti. Relájate ... y disfruta.

     Sus labios se pegaron a los míos, y pude notar su lengua, cálida y áspera rozar mis labios, abrirlos sin que yo pudiera oponer la más pequeña resistencia, y encontrar mi lengua, tímida y deseosa, a la que acarició con la suya. Sentí claramente que mi sexo se empapaba y mi débil reticencia se evaporaba  por completo, mientras me abandonaba al placer de aquél experto.

     Su boca comenzó a recorrer hábilmente mi cuerpo, mis pechos, besó mis pezones, los mamó, los retenía entre sus labios, los rozaba con el filo de sus dientes,.... quería contenerme, pero empecé a suspirar sin poder evitarlo, al sentir las maravillosas cosquillas que recorrían mi cuerpo de arriba a abajo cada vez que su lengua hacía contacto contra mi piel. Sus manos no se estaban quietas, acariciaban mis brazos, mis costados, se detenían en mis caderas....

     Sus labios siguieron bajando por mi estómago, hasta llegar a mi monte de Venus, y antes de que pudiera hacerme a la idea, sus dedos comenzaron a acariciar mi vagina, mientras su boca besaba fugazmente mi húmedo coñito. Al igual que sucediera antes con mi boca, su lengua se abrió paso, pero esta vez en mi sexo. No lo podía creer ¡estaba recibiendo sexo oral por primera vez en mi vida, y por parte de un extraño! Durante un segundo me asombré, después me perdí de nuevo en el extraordinario placer que estaba descubriendo.

     - Esto te gusta, ¿verdad, nena? ¿Es esto lo que quieres, eh? ¿Es esto lo que necesitas?

     Podía sentir su aliento en mi sexo, y eso me maravillaba, apenas tenía fuerza para asentir con la cabeza, cuando noté cómo con sus dedos abrió mi raja por completo y comenzó a pasear su lengua arriba y abajo por mi chochito, se detuvo en mi hoyito y metió su lengua en mí, lamiendo mis abundantes jugos, que para entonces habían humedecido las sábanas.

     - Ahhhh.... hahhhhh.... - mis manos agarraban la almohada y no era capaz de abrir los ojos, sintiendo oleadas de placer intenso producido por aquella experta lengua y su dueño..

     - Mmhhhh... bonito clítoris. Está muy rojo, indica que te lo estás pasando muy bien. ¿Te lo estás pasando bien, nena?-  dijo mientras atrapaba mi clítoris con los dedos y lo frotaba sin piedad, haciéndome sentir desmayar de gusto. No podía ni contestarle, de modo que tuve que contentarme con gemir suavemente como respuesta. Cuando me masturbaba siempre gozaba mucho, pero nunca de aquella manera.

     - Prepárate, porque ahora viene lo mejor. - susurró.

     Noté un débil soplido en mi sexo, y después sentí que había cogido mi clítoris en la boca, y succionaba  de él. El grito que dic entonces se debió oír en todo el vecindario, mmmmmmmmhhh, era increíble, sentir mi clítoris en su boca caliente y húmeda me ponía a mil, mientras sus dedos acariciaban sin cesar mi coño, era estupendo, jamás había gozado así, logré coger aire y gritarle que no parase:

     - ¡No pares ahoraaaaaaaaaaaaaaaahhhh... ! ¡Por piedad, no pares ahora! ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh... me matas, me encanta, sigue por favor......!

     No se detuvo, continuó chupándome hasta que me corrí, me pareció que iba a reventar de gusto, pero apenas había terminado, noté como mi cuerpo se electrizaba de nuevo. No me dejaba descansar, seguía chupando y tocándome a la vez, no sé cómo lo hacía, pero todo mi ser respondía enérgicamente a sus caricias, el placer se duplicaba, llegaba rápido, en oleadas cada vez más intensas, hasta que:

    - ¡Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh.... ! ¡Me corroooooooooo....!

   Por segunda vez tuve un orgasmo fantástico, todo mi cuerpo temblaba, era increíble, el placer era indescriptible, colosal... noté una especie de risita, y, tras un segundo de descanso, nuevamente sentí su lengua acariciando mi botoncito y sus labios apresándolo de nuevo. Quise decirle que basta, que tuviese compasión, los dos bestiales orgasmos me habían dejado agotada, pero una vez más, no pude hablar, sólo fui capaz de gemir y gritar de gusto, mientras en mi coño se agolpaba el placer, el cosquilleo, el agotamiento y al mismo tiempo las ganas de más, más, más..... 

       - Córrete otra vez, nena, me encanta cómo lo haces. Es tu cumpleaños, disfruta bien de tu regalo.

     Sus hábiles dedos follaban la entrada de mi coño, lo acariciaban, chapoteaban en los abundantes jugos... mientras su boca no paraba, chupaba mi clítoris, la puntita de su lengua lo acariciaba, volviéndome loca, haciéndome sentir mil delicias... y por tercera vez en esa noche, me corrí sonoramente:

             - ¡Me vieneeee.... el tercerooooooooo.... aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh.... sigue un poco maáááááááááás.......... yaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhh...! ¡Sí! ¡Sí! ¡Síííííííííííííí! ¡Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh...............!

       Suspiré. Mi cuerpo estaba empapado en sudor, y mi coño en jugos. Me sentía agotada, mi cuerpo temblaba de la cabeza a los pies, y tenía la sensación de que si intentaba levantarme, mis piernas no me sostendrían..... pero me sentía feliz, increíblemente satisfecha...

     - ¿Sabías que haciendo sexo oral a una mujer, se la contaron 56 orgasmos de una tirada? - Dijo su voz ronca.

  Me sobresalté ¿No querría batir conmigo un nuevo récord, verdad? Aquél hombre se rió. Tenía una risa baja, ronca, como su voz.

     - No te asustes. No vamos a probarlo ahora... aunque tal vez, otro día, si quieres..... Ahora tengo entendido que después de una buena sesión de sexo, a las mujeres os gusta que os abracen. ¿No?

     Él me arropó y se abrazó a mí, me besó en la cara, ahora con más cariño que lujuria, mientras repetía "¿Es esto lo que quieres, nena? ¿Es esto lo que necesitas?" Parecía decir eso muy a menudo... La situación era de lo más extraña: Un hombre, supuestamente salido de un colgante, del que yo ni siquiera sabía su nombre, me acababa de dar la mejor noche de sexo de mi vida, y ahora se abrazaba a mí y me arropaba, y me daba calor con su cuerpo.... pero pese a lo extraño, yo me sentía muy a gusto, realmente.... feliz.

      - ¿Cómo te llamas? - acerté a preguntar, ya soñolienta

     -  Tú puedes llamarme Lobo. Desde hace mucho, es ése mi nombre. Llámame Lobo.

     Su voz me llegaba ya como de muy lejos, y me dejé abrazar, hundida en mil sensaciones de placer, calidez, dulce somnolencia....

     A la mañana siguiente, Lobo ya no estaba junto a mí, pero en el colgante estaba de nuevo el lobo. En la mesilla había una nota.

        "Siempre que quieras divertirte (ya me entiendes) yo saldré. Es decir, si quieres conservar el colgante, ya te dije anoche que si quieres, puedes tirarlo por el retrete... No volveré a molestarte, pero también te perderías pasarlo incluso mejor que anoche. Tú decides"

      

      -¿Patricia? Soy yo, Dita. Me encantó tu regalo, el colgante, mil gracias por él. Pienso llevarlo puesto siempre.....

 

(Continuará)

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