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Indecisión

en Hetero: General

-Mati… ha sido una broma. No te voy a obligar a que te cases conmigo. Pero sí tengo que admitir que me harías feliz si consintieras.

Daniel se envolvía el cuerpo con la toalla mientras su novia, igualmente envuelta, se cepillaba el pelo. Se había valido de una treta muy poco ética para hacerla decir "sí" a su petición de que se casaran de una vez, pero él mismo sabía que, dicho mientras la penetraba, un "sí" no valía nada y no iba a tomarlo como "palabra pronunciada, palabra otorgada"… pero Mati estaba un poco mustia aún así.

-Siempre me lo preguntas… dices que no te importa, pero cada vez que digo que no, te quedas apagado y triste. Durante algún tiempo no insistes, pero siempre vuelves. Daniel, ¿por qué te importa tanto…? Si estamos bien así… ¿por qué quieres cambiarlo?

-Ratón, no quiero cambiar nada. El que nos casásemos, no iba a cambiar nada… sólo quiero… formalizarlo. Darme el gusto de decir "ésta es Mati, mi mujer". Estoy harto de presentarte como mi novia, mi compañera, mi amante… me gustaría que fueses mi esposa.

-Pero, ¿para qué? Ya te casaste una vez… ¿tú conoces a un solo matrimonio feliz, o simplemente unido? Yo no. Ni mis padres, ni los tuyos, ni… ni nadie. Estuviste casado once años, ¿cuántas veces fuiste feliz en ése tiempo? ¿A lo mejor un día? ¿O ni siquiera eso? – Mati estuvo a punto de quitarse la toalla, pero en lugar de eso, salió del baño con ella puesta y se dirigió a la alcoba a coger su ropa, y empezó a vestirse tapándose con la puerta del armario. Daniel emitió un soplido... Que Mati se tapase tanto, implicaba que no quería correr el riesgo de ponerle contento, no quería ni que la mirara, lo que a su vez significaba que no quería sexo, ni mimos, ni nada… al menos, de momento. No se puede decir que estuviera enfadada, pero sí triste y algo molesta. Con las mismas, él empezó a vestirse también sin salir del baño.

-Puede que ni siquiera un día, en eso tienes razón. – convino, poniéndose los pantalones – Pero no es lo mismo… y lo sabes. Mi mujer no me quería, nunca me quiso. No importaba que yo la quisiera con todo mi corazón, a ella no le salía, eso es todo. Éramos amigos, y a ella le acababa de abandonar su novio con el que llevaba tres años y con el que se iba a casar en apenas unos meses, estaba deprimida, pensaba que estaba destinada a quedarse sola para siempre, estaba dolida y aparecí yo. Fue un cúmulo de casualidades desgraciadas, eso es todo. Aceptó a casarse conmigo por compasión, no por cariño… por compasión hacia mí, y hacia ella misma. Desde luego, eso no es una buena base para un matrimonio… - se metió el jersey por los brazos – ni para criar niños.

Daniel metió la cabeza en el jersey, pero aún así, oyó el ruido de la percha al caer al suelo. Había dado en el blanco. Cuando sacó la cabeza, Mati lo miraba muda, agarrándose el vestido contra el pecho. Sin necesidad de palabras, preguntaba con todo su cuerpo si hablaba en serio… Daniel sonrió y se acercó a ella.

- ¿Crees que no sé que quieres tener niños? Cada vez que ves a una chica en estado, la sigues con la mirada. Te quedas colgada mirando a los niños jugar en el parque… y te da miedo pedírmelo porque temes que te diga que no. Que con un niño que ni siquiera era mío, ya tuve bastante.

Era cierto. Durante su matrimonio, la mujer de Daniel le había dado un hijo, un niño que mientras fue pequeño fue adorable, pero conforme crecía fue detestando a su padre más y más, porque era lo que veía hacer a su madre. Cuando la esposa de Daniel le abandonó y se marchó a Irlanda con su amante, le confesó que el niño no era suyo, sino de su querido. Después de aquello, Mati no se había atrevido a pedirle que se arriesgara de nuevo con la paternidad, pero él estaba dispuesto a asumir aquél riesgo.

-Pero precisamente por eso, y perdóname por volver al tema, creo que deberíamos casarnos antes… ¿o a ti te gustaría que alguien le dijera a tu bebé "eres un hijo de zorra, porque tu mamá no está casada con tu papá", o cosas parecidas….?

-¡Daniel….! ¿Y si resulta que tiene que llevar gafas o aparato dental, lo metemos en una urna de cristal…? – Daniel se rió con ganas y la besó en la nariz.

-Mira, no te pido que me digas que sí. No te pido nada, de hecho, porque no pienso obligarte, ni intentar convencerte… tienes que ser tú quien decida. No quiero presionarte, Mati, pero… tú sabes que eres feliz conmigo, y eso no va a cambiar si nos casamos. Sólo quiero que me prometas que al menos, vas a pensártelo, ¿hace? – Mati bajó la cabeza y Daniel se agachó para insistir, sonriendo - ¿hace?

-…De acuerdo. Te prometo que me lo pensaré. – Mati no sabía qué tenía que pensar, no quería casarse y punto, pero… Daniel le sonreía con tanta ternura… Si él quería oír que iba a pensárselo, no hacía ningún mal diciéndoselo.

Éste no quería meter más presión. Tenía la sensación que todo el mundo había presionado a Mati durante toda su vida y tenía razón. No quería darle más caña todavía. "Sé que es feliz conmigo" se decía "De eso, no tengo dudas, porque si no fuera así, se habría ido… pero me hace ilusión pensar en casarnos, es todo". La verdad, era que inconscientemente, tenía la impresión de tenerla más segura si se casaban, pero eso jamás lo admitiría Daniel. Sería como decirle a ella que tenía razón, no podía permitírselo. Mati había sufrido abusos de su padre alcohólico, y la pegaba frecuentemente. Por eso, cuando la llevaron a un campamento de verano teniendo apenas diez años, intentó huir, escaparse de sus padres, pero la pescaron pocas horas después de su fuga, la mandaron a casa y su padre le partió el labio de un bofetón. Tenía quince años cuando intentó huir por segunda vez, logró llegar a otra región incluso y buscó trabajo como camarera, pero la policía la encontró un par de semanas más tarde; Mati explicó a los agentes que se había marchado para huir de las palizas y abusos de su padre, pero éste era el perfecto maltratador: de puertas para dentro, un desgraciado; de puertas para fuera, una bellísima persona. Nadie la creyó, y esta vez Mati saldó su desobediencia con un hombro roto.

Por fin, apenas catorce meses después de aquello, Mati logró huir lo bastante lejos como para no ser encontrada, se marchó nada menos que a Lille, en Francia, se cambió el nombre, mintió sobre su edad, y vendió su virginidad a un falsificador de documentos a cambio de tenerlo todo en regla. Trabajó de camarera y alquiló una buhardilla, y así vivió durante más de cinco años, hasta que su madre, desesperada por encontrarla, publicó en todos los medios a su alcance la necrológica de su esposo, pidiendo una oración, no por su alma, sino por encontrar a la hija desaparecida. A través de la prensa de la cafetería en la que trabajaba, aquello llegó a oídos de Sylvie, el nombre que había adoptado Mati, y, tras verificar que su padre estaba efectivamente muerto, decidió volver. Desde entonces, había vivido con su madre y después con un chico de su edad. Las cosas no debieron ir muy bien, porque un día el chico llegó a casa y se encontró los armarios vacíos y los cajones sacados. Mati no dejó ni una nota, se marchó sin más y tomó otro piso por su cuenta. Por lo que ella sabía, aquél chico hizo algún intento de encontrarla, pero ella siempre consiguió esquivarle.

Visto aquello, a Daniel le había costado entender cómo su novia había aguantado tanto al cerdo maltratador de su ex, en lugar de huir de él como había hecho otras veces…. La explicación era simple: Mati estaba harta de huir. "Me he pasado media vida huyendo, viviendo con miedo. Sobresaltándome cada vez que oía el timbre de la puerta, pensando que venían a por mí, a llevarme otra vez donde no quería ir… teniendo miedo del teléfono y hasta de la gente que me miraba con fijeza por la calle. Empecé a pensar que todo aquello, no era más que inmadurez… que no quería enfrentarme a los problemas, sino tan solo huir de ellos. Y eso no era bueno. Por eso, cuando me pasó aquello con ése… sentí ganas de huir. Pero no lo hice. Decidí quedarme e intentar solucionarlo, y… y también me daba miedo que cumpliera su promesa y se matara si le abandonaba. No quería llevarme un muerto en la conciencia, aunque acabé llevándomelo de todas maneras".

Daniel sabía que si Mati lo deseaba, podía irse mañana y él no volvería a saber de ella. Pero no lo hacía, estaba con él y le quería… pero la idea de casarse, representaba una especie de responsabilidad que le aterraba. Pero quererle, de eso Daniel estaba seguro. Mientras cenaban y hablaban de cosas intrascendentes, él no pudo evitar recordar otra cena, no hacía mucho. Habían ido a un pequeño local con espectáculo en vivo, y al terminar éste, pusieron a funcionar un karaoke, y pasó lo de siempre: al principio nadie quiere salir a cantar, pero luego empieza alguien y todo el mundo se acaba viciando. El animador, un chico moreno con el ridículo nombre de Tony Superhot, le ofreció el micro a Mati, y ella se negó, colorada como un tomate, pero Daniel la animó y finalmente, con la cabeza gacha y muerta de vergüenza, pero salió al escenario. Miró las canciones de la lista y eligió una. Era una canción de los años setenta, "Beso a beso", que contaba la historia de una mujer infiel que disfruta con su amante porque su marido la ignora… El caso es que Mati empezó cantando tan bajito que casi no se la oía, pero cuando se atrevió a mirar a Daniel, empezó a tomar seguridad, subió un poquito el tono y le miró con verdadera pasión.

"Beso a beso, dulcemente, abrázame, te quiero…" decía el estribillo de la canción, y su Mati, tan tímida, se acercó al borde del escenario mirándole tan declaradamente que fue él el que sintió apuro… pero el apuro aumentó cuando ella, ni corta ni perezosa, se bajó del escenario y se dirigió a la mesa que compartían, atacando la segunda estrofa de la canción con tanto sentimiento que Daniel olvidó por completo que había gente a su alrededor. "Sentirme diferente. El mundo no perdona, y yo, paloma infiel, prefiero estar contigo y no morir con él…", continuaba el estribillo y Mati cantaba acariciándole la cara con el dorso de los dedos y con sendas lágrimas de emoción temblándole en los ojos brillantes. Daniel no fue capaz de aguantar al término de la canción, se levantó y besó a Mati abrazándola por la nuca y la cintura, ella estuvo a punto de dejar caer el micrófono y la sala entera prorrumpió en aplausos.

-Tal vez me dejé llevar un poquito, ¿no….? – dijo después Mati, de nuevo sentados a la mesa. Daniel le sonrió abiertamente y contestó:

-No fuiste la única. Si de todos los que están aquí, queda uno, uno solo, que no esté seguro de que somos lío, me dejo cortar la cabeza.

Daniel se había dormido con la sonrisa en los labios recordando aquello. Mati estaba junto a él, aún despierta, con Napoleón dormido muy cerca de sus pies. La cena había estado bien, había sonreído cuando Daniel le contó de lo que se estaba acordando. "Le quiero, eso sí lo sé". Pensaba, mirando al techo, con el brazo de Daniel sobre su vientre "y quiero seguir viviendo con él. Pero tal vez lo que más me gusta, es pensar que no estamos casados… que sigue siendo mi novio, mi amante… esas, son palabras que suenan divertidas, y que… y que si algo sale mal, no implican un divorcio, un proceso judicial, un reparto… si no sólo un "tú por tu lado, y yo por el mío", nada más que eso.". Sigilosamente, se deslizó fuera de la cama. Sabía que Daniel detestaba que hiciera aquello, aún dormido, su brazo se crispó ligeramente como si pretendiese retenerla junto a él, pero Mati había sido capaz de salir de la cama sin despertarle aún estando totalmente debajo de él. En camisón y descalza, salió a la terraza.

Hacía frío, pero no le importó. Se sentó en el suelo y sacó las piernas por entre los barrotes de la barandilla del balcón, y balanceó los pies. Aquello era algo que le gustaba hacer desde niña y le ayudaba a pensar, y es cierto que cuando era niña, en lo que pensaba era en poder convertirse en pájaro y escaparse volando de casa, muy lejos, donde no pudieran alcanzarla, pero es verdad que le ayudaba a pensar… "Quiero tener niños y tenerlos con Daniel. Sé que será un buen padre… pero me da tanto miedo… José, mi ex, también parecía un buen hombre, y lo era de hecho… hasta que dejó de serlo. Mi padre también parecía un buen hombre, a los ojos del mundo, era el hombre perfecto, tranquilo, pacífico, cabal, cariñoso… sólo yo sé lo malnacido que era. Engañando a mi madre, trayéndose las putas a casa, incluso cuando estaba ella, y la mandaba a dormir al sofá. Y mi madre aguantaba porque decía que le quería, y que él era el encargado de mantenernos a las dos, aunque ella también trabajase… y que si él, que traía el pan a casa, quería desahogarse con otra, había que dejarle, porque los hombres necesitaban esas cosas… Y claro está, si quería tocarme el culo de vez en cuando, o mirarme mientras se tocaba, pues, bueno, también era normal… y si yo me negaba o protestaba, y él me sacudía con el cinturón, también era normal, porque había que educarme…"

Una gota de agua cayó en la pierna izquierda de Mati, quien miró al cielo para ver si es que llovía, pero no. Estaba llorando, y no se había dado cuenta de ello. Sentía lástima, una lástima terrible de sí misma y de su niñez perdida, viviendo siempre con miedo, temiendo a su padre, temiendo los golpes, las miradas, los manoseos… "Tengo miedo de tener una niña y sospechar que Daniel la vaya a hacer algo… sé que no lo hará, Daniel es un hombre, no un gusano… pero me da miedo el propio miedo. Qué… qué bonito debe ser tener un padre y esperar a que llegue a casa para abrazarle. Vivir con alguien a quien no tengas que tener miedo, que puedas mirarle las manos y pensar que esas manos están para protegerte, para acariciarte la cabeza… y no que tengas que vigilarlas por si tienes que esquivar un sobo o una hostia…".

Apoyó la cabeza en los barrotes. El frío en su frente la hizo temblar por los hombros, pero no se levantó. Miró cómo sus lágrimas caían, brillantes, destellando mientras volaban hacia la calle. "No quiero volver a tener miedo… sólo sé eso, que quiero vivir tranquila con alguien que me quiera, que me conozca de verdad. Yo siempre he tenido que conocer a todo el mundo, porque era una manera de sobrevivir. Saber de qué humor estaba José antes de que cruzase la puerta, me hacía saber cómo debía tratarle. Saber cuáles eran sus platos favoritos, o qué detalles le gustaba encontrar, hacía que pudiese suavizar sus constantes enfados, y así no me sermoneaba, ni me amenazaba, ni me gritaba… pero, ¿y yo? ¿Quién se preocupó por conocerme a mí, por saber qué me gusta o qué no…? A veces pienso que en realidad, yo no soy una persona que pueda estar con nadie. Y quizás el problema sea mío. Es así, creo que he nacido para estar siempre sola, lo de Daniel ha sido un accidente, nada más. Llegará el día en que se canse de mí, o de no poder casarse conmigo, y se irá con otra que sí desee boda, y otra vez estaré sola…"

"¿Y te parece que él, no tiene miedo de que tú le dejes por otro que no desee boda?" pensó sin querer. Y aunque por un lado le parecía que era absurdo, lo cierto es que la mayor parte de las veces, había sido ella la primera en abandonar al otro. En ese momento de su pensamiento, algo cálido se deslizó por sus hombros, y se sobresaltó. Daniel le sonrió. Estaba tras ella y le colocó encima la manta del sofá.

-Vas a coger frío… ¿por qué lloras? – preguntó, sentándose a su lado – Mati, si es por lo del casamiento, olvídalo. Sólo es un capricho que tengo, no es nada que necesite perentoriamente.

Daniel le sonrió, y tiró un poco de la manta para limpiarle la cara. Como siempre que sonreía, a Mati le parecía que le salían estrellitas de los ojos. Él también iba descalzo, sólo llevaba el pantalón a cuadros del pijama y el fino jersey de manga larga que se ponía para dormir. "He salido de la cama sin avisarle, es algo que detesta… pero no parece enfadado" pensó ella.

-Sólo estaba pensando… ¿Te he asustado? – Daniel sonrió más abiertamente, porque sabía a qué se refería su novia.

-No. No mucho, al menos. Me desperté… bueno, me despertó el gato, y vi que no estabas en la cama. Como no había luces, no podías estar más que en el baño, porque cuando sales a la cocina a por agua, o a tomar algo, enciendes la luz. Pero como no estabas en el baño tampoco, y no habías cogido al gato, tenías por fuerza que seguir en casa… a mí quizá podrías abandonarme, pero al gato, te lo llevarías contigo – se rió – Así que sólo quedaba la terraza, donde vienes cuando quieres pensar cosas tristes, y como sueles hacerlo cuando quieres sentirte culpable o miserable, no te traes nada de abrigo, por eso vine aquí directamente, y te traje la manta.

El corazón de Mati pegó un vuelco que hasta le dolió, y por un lado se sintió increíblemente feliz, y por otro, rematadamente estúpida… "Perdona, ¿qué decías acerca de que nadie se ha molestado en conocerte a ti…?" dijo dentro de su cabeza la molesta vocecita, y ella supo que tenía razón. Daniel se dio cuenta que algo había sucedido, pero no sabía qué y no supo ni reaccionar cuando Mati le miró fijamente a los ojos y dijo:

-Daniel, cásate conmigo.

-¿Qué? – sonrió, pero por un momento, pensó que su novia se estaba burlando de él.

-Quiero que nos casen ahora mismo. Vámonos a la parroquia, si de verdad quieres que me case contigo, vámonos ahora. – Mati se levantó y se dirigió a la habitación a vestirse, y Daniel fue en pos de ella.

-Pero… pero… ¡Mati, son casi las dos de la mañana! El cura nos va a mandar a freír espárragos, no lo hará, no estamos en las Vegas para casarnos a estas horas…

-Daniel… si me lo pienso hasta mañana, no seré capaz de hacerlo, y QUIERO hacerlo. Tengo que aprovechar ahora que me ha venido el valor. – Ella se le quedó mirando con sus grandes ojos azules y preguntó, casi con miedo - ¿de verdad me quieres….?

Daniel la apretó entre sus brazos con todas sus fuerzas y la oyó sonreír contra su pecho… sea. Ya pedirían cita en el ayuntamiento, ya aguantarían que el cura les pusiese verdes por sacarle de la cama, pero esa noche se casaban, aunque se hundiese Troya.

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-Danielito…. No te lo creerás, pero estoy nerviosa… ¿Verdad que me lo harás con mucho mimo…? – Mati tenía el rostro congestionado por la risa y la carrera que se habían pegado de regreso. La iglesia no estaba muy lejos, habían ido y vuelto a pie. Daniel la miraba, apoyado en la puerta del piso, que acababa de cerrar al volver. Ni siquiera la había besado aún, pero notaba ya su cuerpo en pie de guerra. Su novia llevaba sobre la cabeza la chaqueta de él, a guisa de velo nupcial, y unas pequeñas florecitas amarillas, algunos dientes de león, un par de margaritas y unas cuantas hojas de enredadera componían su ramo de novia. No podía vestir con más sencillez, no estaba maquillada… tenía la cara roja como un tomate, la frente sudada y los cabellos revueltos por el relente nocturno. Y para Daniel, estaba enloquecedoramente bella. Con un suntuoso vestido de novia, un velo de cuatro metros y dos horas de maquillaje y peinado, no estaría más guapa que ahora. El calor del piso, en contraste con el frío de fuera, hacía que a la joven se le empañasen las gafas, y se las quitó. Cuando quiso darse cuenta, Daniel estaba frente a ella, abrazándola.

-Señora Matilde de Ortega… - saboreó las palabras, acariciándole los brazos. – No me digas que no suena bien. – Mati hubiera querido asentir, pero la boca de Daniel tapó la suya y de pronto se encontró en sus brazos, su "maridito" la había tomado para llevarla a la alcoba y la joven soltó la risa sin poder contenerse; desde luego que seguía teniendo miedo, que la idea del matrimonio seguía sin seducirla en absoluto… pero Daniel se estaba esforzando de modo increíble por hacerla feliz. Sería poco menos que cruel no abandonarse a la locura del momento.

"Quiero dedicarle el primero, quiero dedicarme a ella plenamente en ésa primera vez", pensó él confusamente depositándola en la cama. Mati le tendió los brazos, pero él, entre sonrisas, se arrodilló en la cama y le abrió las piernas, agachándose entre ellas. Quería ser más lento, hacérselo saborear, pero le parecía que le ardía hasta la lengua en su ansia por beber de ella y pegó su boca a las bragas de su mujer, que emitió un alborozado grito sonriente.

"Los vecinos nos van a matar… ¡que les den!" pensó la joven abriéndose la cremallera lateral del vestido torpemente para quitárselo, o al menos dejar al aire sus pechos, mientras Daniel le lamía la ropa interior y ella gemía dulcemente, el calor y el dulce cosquilleo la hacían temblar las piernas y se le escapaban las sonrisas.

-Nuestro primer orgasmo, va a ser para ti – susurró Daniel entre besos. Se le había puesto la voz muy ronca, como le pasaba cuando se excitaba. Apartó a un lado la tela de las bragas y besó la piel, suave y húmeda, de la vulva de Mati, que gimió sin poder contenerse.

-¡Mmmmmmmmmh….! – por un momento, los muslos de la joven apresaron la cara de Daniel en su espasmo, pero enseguida intentó protestar – Pero… pero Danielitoo… así tu no… no gozarás… No es justo….

-Tú me lo has hecho hasta el final cientos de veces… - contestó él, acariciando sus labios tórridos de deseo. – Yo te he lamido también, pero siempre me has convencido de que parase para penetrarte, para darme placer tú a mí. Eso, sí que no es justo. Y voy a resarcirte… mi mujercita.

Mati hubiera querido objetar algo, pero entonces Daniel pegó un lametón a su clítoris y el escalofrío de placer la privó del habla. Él tiró de sus bragas apenas lo justo para dejárselas en las rodillas y empezó a lamer el sexo de su compañera como si chupara un helado, dando vueltas alrededor de su clítoris, lamiendo los labios… con los dedos, abrió la vulva y empezó a hacer pequeñas metidas en su agujerito, jugueteando en la entrada, acariciando a la vez el botoncito con mucha suavidad. Mati se estremecía de gusto, no podía parar quieta, sus bragas se bajaban solas por efecto de sus convulsiones y sus manos apretaban sus pechos, ya desnudos, a la vez que parecía luchar contra el impulso de apretar la cabeza de Daniel contra su sexo.

"Cómo le tiembla… me encanta darle placer…. Mira cómo gime cuando le aprieto el botón con la lengua… y qué botecitos da cuando se la meto a poquitos…. Se está estirando de los pezones… haaah, me está mirando, Dios, qué cara de vicio y de gusto me pone, está roja como un tomate, roja hasta el pecho, le está gustando muchísimo… córrete, mi vida, mi ratón… auh, me duele de las ganas que tengo, si esto sigue así me da miedo mojarme los pantalones….". Daniel pensaba confusamente, pero Mati no podía ni pensar, las sensaciones que la colmaban eran demasiado intensas y agradables. La lengua de su Daniel ardía, abrasaba, cada caricia húmeda sobre su perlita le erizaba hasta el pelo de la nuca y la hacía temblar en la cama, sacudirse y gozar de las dulces chispas se cebaban en su vientre, en sus corvas, que la acalambraban hasta el ano.

-Da…. Danieeel… - Él la miró, pero Mati apenas podía seguir hablando, sus ojos se ponían en blanco y sus manos agarraban la sábana, crispadas, sus piernas se elevaban… "se va a correr, va a terminar en mi lengua… venga, cariño, empápame hasta el pecho, ahógame…". Daniel apresó el clítoris de Mati entre sus labios y succionó de él, agarrando los muslos de la joven con los brazos, impidiéndole cerrar las piernas… Ella chilló de placer, abrió desmesuradamente los ojos y los dedos de sus pies se encogieron hasta acalambrarse cuando la poderosa descarga orgiástica laceró su cuerpo desde su perlita, haciendo explosión por todo su cuerpo. Sus caderas brincaron sobre el colchón y sus piernas temblaron, y Daniel pudo sentir las contracciones que cerraban el sexo de Mati y hacían que el travieso clítoris intentase escapar de su boca… pero no lo soltó, siguió succionando como si lo precisase para seguir vivo.

-¡YA! ¡Ya, yaaaaaaaaaaaaaaah….! – Mati se convulsionó de tal forma como si hiciese el puente sobre la cama, intentando sacudirse de la boca de Daniel que le quemaba… pero su cuerpo pensó sin ella y volvió a hacerla estallar, después de un orgasmo estaba tan sensible, que bastaban unas caricias bien hechas para devolverla al límite, era delicioso, ¡deliciosamente insoportable! La joven sudaba y tenía la impresión de perder el conocimiento mientras su cuerpo brincaba y no controlaba sus miembros, que saltaban solos, contrayéndose de placer, tensándose y destensándose como una goma elástica… finalmente, Daniel dejó que la presión cediera y soltó lentamente su presa, dejando que Mati saboreara la dulzura del orgasmo y quedase relajada.

Jadeando ruidosamente, Mati recuperaba el aliento tendida sin fuerzas, mientras Daniel, entre sonrisas viciosas, le besaba el sexo y le daba suaves lamidas que la hacían brincar. Los labios vaginales de la joven se abrían y cerraban espasmódicamente, "parece como si me aplaudiera…" pensó Daniel, divertido, y se tendió junto a Mati, conservando una mano sobre el sexo de ella, para darle calor, sabía que le encantaba sentir calorcito, en parte porque daba gusto, en parte porque así la conservaba con ganas de jugar.

-Bueno… ¿cómo te parece que empieza tu vida de casada, ratón…? – preguntó Daniel, y Mati le miró desmayadamente, y rió casi sin fuerzas. Casi en un ronroneo, abrazó lánguida a su Daniel y le atrajo hacia sí para besarle largamente… su lengua acarició la de él sin ninguna prisa, sin ningún pudor, produciendo sonidos húmedos mezclados con gemidos satisfechos. La mano que tenía en el cuello de Daniel empezó a bajar, recorrió su hombro, su costado… se detuvo allí por un instante para dar un ligero apretoncito que produjo cosquillas en su amante, se paseó por sus nalgas, aún cubiertas por el vaquero y las apretó… y finalmente, se dirigió al bulto delantero que pedía intensamente ser atendido.

Daniel, sin dejar de darle lengua, quiso ayudarla a desabrochar el pantalón, pero la joven le tomó de la mano y la llevó de nuevo a su vulva y le dio un par de palmaditas. Él rió suavemente en medio del beso y conservó allí la mano, empezando a acariciar muy suave y superficialmente, mientras Mati le desabotonaba el vaquero, bajaba la cremallera con lentitud y retiraba el slip, tirando hacia abajo de la ropa, para que, sin tomarse la molestia de quitarla, estorbase lo menos posible.

¡Qué dulce calor… qué placer inundó el cuerpo de Daniel cuando sintió su miembro abrazado por la mano de Mati, caliente y suave! Sus dedos hacían cosquillas, su mano le apretaba… acariciaba… frotaba… Y todo ello sin dejar de juguetear con sus lenguas ni por un segundo. A ambos les costaba respirar, con la boca ocupada, con sus lenguas lamiéndose mutuamente en desesperado frenesí, pero el beso infinito era demasiado agradable para renunciar a él. Tenían los ojos entornados, incapaces por el placer de tenerlos abiertos por completo, pero ansiosos por ver el placer, la complicidad y el deseo en la mirada del otro. Daniel daba escalofríos y se le escapaban las sonrisas de gusto a cada caricia y había empezado a aumentar el ritmo de su mano sobre el sexo de Mati sin darse cuenta de ello, abriéndole los labios y jugando con su botoncito una vez más.

-Danielito… - susurró la joven, intentando hablar antes de que el placer de nuevo la dejase muda – por favor… penétrame. Quiero tenerte encima. – pidió.

Él sonrió y le dio el capricho, Mati separó bien las piernas, tenía las bragas en un tobillo, y Daniel se colocó entre ellas. El tener el pantalón sólo a medio bajar, no era importante, dejaba al descubierto lo que hacía falta, lo demás era un simple detalle prescindible. Aún no estaba dentro y el calor que emanaba el cuerpo de Mati le volvía loco, notaba la sensación de humedad por toda su entrepierna, hasta el inicio de los muslos… se dejó guiar simplemente por esa sensación maravillosa y se dejó caer lentamente, notando cómo su miembro encontraba el camino sin dificultad y se introducía en la intimidad de Mati, lentamente, entre los jadeos felices de ambos… su pene era dulcemente aplastado mientras se abría camino en el sexo de la joven, que le miraba llena de cariño y vicio, colmada de placer al sentirse atravesada por él, hasta que sus pelvis estuvieron unidas y sus pechos pegados. Mati lo abrazaba por la espalda y él se apoyaba en los codos, mirando su rostro colorado y sudoroso. Durante un momento, ninguno de los dos se movió. Simplemente disfrutaron de la sensación de estar fusionados, fundidos en el uno en el otro, notando sólo los dulces temblores de sus respectivos sexos, que no podían controlar, y los golpes de sus respiraciones excitadas…. Finalmente, Mati empezó a hacer presión con su vagina sobre el miembro de Daniel como si pretendiese exprimirle, y éste ya no aguantó más, empezó a empujar con fuerza, dejándose llevar por el intenso placer que le colmaba.

A Mati le hubiese gustado decirle que le quería, pero no podía ya, los jadeos y la sensación maravillosa de sentirse llena la privaban del hablar, sólo podía gemir y sonreír… pero para Daniel, eso era suficiente, él tampoco podía hablar, se ahogaba en jadeos al salir casi por completo y embestirla de nuevo hasta el fondo, se le caía el sudor sobre ella, pero a Mati le gustaba y le abrazó más intensamente con brazos y piernas, mientras sentía que su sensible interior volvía a presagiar otra explosión. Daniel casi gritaba entre sus brazos, los golpes de su sexo casi le hacían daño, pero era un dolor agradable, le encantaba… él la miraba con ternura y deseo, y aguantándose sólo en un brazo, le apretó los pezones; Mati gritó y sintió que el picor dentro de ella aumentaba más y más, miró a Daniel casi con desamparo, y éste, al entender qué sucedía, no aguantó más, empujó más fuertemente y sintió que el sexo de su compañera se contraía, pero esta vez ya no lo hacía ella, era involuntario… estaba teniendo su tercer orgasmo.

-¡Danieeeeeeeeeeeeeeeeeeel! – Mati gritó, apresándole en su abrazo, y eso fue demasiado para él, sintió que el placer le colmaba y finalmente estallaba en sus testículos, recorriendo su miembro y derramándose dentro de ella, haciéndole tiritar y sudar, gemir su placer y sentir cómo se fundía, cómo la dulce descarga le inundaba de calor y bienestar y le dejaba satisfecho… soñoliento y feliz, tan inmensamente feliz como nunca creyó que se sentiría.

Mati lo abrazaba, aún sobre ella, con los ojos cerrados, cabeceando contra él, tierna… buscando los mimitos "de después". Daniel tomó aire ruidosamente y se tumbó de lado, llevándola con él, y empezó a darle besitos suaves en la cara y el pelo. Mati conservaba los ojos cerrados, pero sonreía dulcemente y se arrebujaba contra su pecho.

-Te quiero, Daniel… sí, quiero. – murmuró zalamera, acariciándole la espalda y los brazos hasta llegar al pecho velludo.

-Y yo a ti. Ahora sólo falta que no se te olvide para cuando lo podamos hacer formalmente – sonrió Daniel y Mati soltó una tierna risita. No se le olvidaría, lo harían como se debía… porque lo cierto es que no habían podido casarse. El cura no estaba, muchas noches solía irse con voluntarios de la misión a repartir mantas y bocadillos entre los sin techo y las prostitutas del extrarradio, eso les habían dicho los tipos que salían de la discoteca "Kalamidad" que quedaba cerca y en donde habían hecho una fiesta de disfraces, e iban vestidos de curas y monjas y a quienes habían pedido que los casaran. Lógicamente, los fiesteros no habían tenido nada que oponer y en medio de la risa general, los habían casado… en broma, sí, pero cada quien hace lo que puede con lo que tiene. Daniel sabía que lo que contaba, era la intención, y eso le bastaba. Para cuando pudieran hacerlo formalmente, Mati ya no se echaría atrás. En el fondo-fondo, su vida de casados había empezado esa misma noche.

Mas de Dita

Luna de miel y sorpresas.

Mucho amor propio, y más amor ajeno.

Chantaje matrimonial

Amores que matan, I

Amores que matan, II

Miguel y yo.

Turbulento verano, II (final)

Turbulento verano.

Con piel de cordero

Examen muy caliente

Demasiados secretos

Mentira sobre mentira

Un día en la piscina

Mi propia confesión

Padre, marido y amante, ¿no tienes bastante?

Más especial Navidad

Especial Navidad.

Desnuda para tí

La gata bajo la mesa de madera.

Travesuras en el coche.

Amar es todo un arte.

Entramos en calor avivando la llama

Hermano contra hermano.

La más dulce tortura es el dolor de corazón.

Haciendo niños... literalmente

Melocotón en almíbar

Melocotón sin almíbar.

La chica nueva y el bedel.

Desahogo

Yo ERA uno de esos amantes...

Quiero y no quiero querer.

Intriga en la Universidad.

Dulce castigo

Ocaso conmigo por primera vez

El hambre con las ganas de comer

Carvallo, eres un artista

Nuestra primera pelea.

Picor ardiente

Zorra con suerte

La culpa fue de los vaqueros

Milady y yo

Llámame amo

Lujuria accidental.

Después del funeral

Belén viviente 2

Belén viviente

El helado no sacia mi Sed

Calla y come, Imbécil

Chica a la espera

Mímame, Irina

Lucha libre en el barro

Mordiscos, 2, final.

Mordiscos, 1

Jugando más a los medicos

Jugando a los médicos

Déjame conocerte, Ocaso.

Vacaciones en familia, ¿qué bien....?

Atracción física... y música.

Vacaciones en familia, ¡qué asco!

Ocaso y yo.

La doctora y el coronel

Déjate puesta la gorra.

Nido de Mariposas

Viviendo de la muerte

De fiesta con las gemelas

Hazme tuya

Pueden pasar muchas cosas en una universidad 3 fin

Pueden pasar muchas cosas en una universidad 2

Pueden pasar muchas cosas en una universidad

Señora, sí...señor II

Señora, sí... señor

Resopón nocturno

Móntame, Vaquero

Cuestión de labia

Papá: me he enamorado

Esto otra vez no, por favor...

El regreso de Imbécil

Estudiar puede ser un delito, 2

Estudiar puede ser un delito, 1

Hoy te enseño yo

Me siento solo, Mariposa.

¡Te cacé, Conejito!

Os presento a Dulce

Mala, egoísta, promiscua.... y la quiero.

De la nieve al fuego

Clases calientes en el internado disciplinario

Virgo y la tentación

Nada en común

Feliz Navidad...

...Y próspero Año Nuevo

Grita, que nadie va a oírte

Jugando en el coche (Obsesión II)

z+z = jacuzzi

Obsesión

Corazón positrónico, 1

Corazón positrónico, 2

Mariposa y yo (8)

Me gusta el strip-poker

Mariposa y yo (7)

We are the champiooooooons...

We are the champiooooooons... 2

We are the champiooooooons... 3, final

Charla feminista

Olvídame, amor mío

Aullidos (2, final)

Aullidos (1)

Haciendo cositas en la excursión

Por culpabilidad

Caricias en la ducha

Jugando a ciegas

A nadie le amarga un... Beto

Sexsomnia

Traición marital cruzada (1)

Traición marital cruzada (2) ¿Final....?

Llámame.

La cómplice oscuridad

Se llama antes de entrar.

Recuerdos de cine, en el cine

Recuerdos de cine, ya en casa

Enséñame a bailar

Hechos el uno para el otro

¿Qué sabes hacer en diez minutos....?

Aquí te pillo, aquí te mato, 2

Feliz cumpleaños, Irina

Aquí te pillo, aquí te mato

El catarro del recién casado

El uro y la cobra

Internado disciplinario para chicas (3)

Fantasía en Elm Street

Noche de bodas muy deseada

Noche de bodas muy deseada (2)

Mariposa y yo (6)

No es lo que parece

Mariposa y yo (5)

Mariposa y yo (4)

Mariposa y yo (3)

Una tarde ¿aburrida? en casa de sus padres.

Enseñando al que no sabe

Mariposa y yo (2)

Mariposa y yo (1)

Internado disciplinario para chicas (2)

Internado disciplinario para chicas.

Argumentos incontestables

Mario y Peach

Buenos días, señor Jameson, III (final)

Buenos días, señor Jameson, II

Buenos días, señor Jameson

Cambio de suerte (2)

Cambio de suerte

Celos

¿Qué me ha pasado?

Creciendo para Nazario, final

El regalo de la Diosa del amor

Ditanieves y los siete mariconchitos (1)

Un encuentro sin nombres

CaperuDita Roja

Creciendo para Nazario

El circo nocturno (2)

El circo nocturno (1)

Quizá un poco demasiado...

El colgante del Lobo (08)

El colgante del Lobo (07)

El colgante del Lobo (06)

El colgante del Lobo (05)

El colgante del Lobo (04)

El colgante del Lobo (03)

El colgante del Lobo (02)

El colgante del Lobo (01)