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El colgante del Lobo (03)

en Grandes Series

Hola de nuevo. Una vez más, os escribo para contaros cómo me inicié en los placeres del sexo gracias al más extraño de los amantes: Un hombre salido de mi colgante, en el cual permanecía durante el día en forma del dibujo de un lobo holográfico, y del que salía durante las horas nocturnas dispuesto a hacerme recuperar años de sexo perdidos.

     La mañana que nos ocupa era domingo, el tercer día desde que conocí a Lobo, mi amante. Ése día me tocaba currar, aunque sólo media jornada, y después tenía que hacer algunas compras para mí... y Lobo. Me había encontrado una nota suya en la mesilla, que decía:

     "¿Por casualidad no tendrás nada de tabaco, nena? Llevo diez años sin fumar y estoy que mato por una calada. Un lenguazo de Lobo."

     Después de todo lo que había gozado con él, estaba dispuesta a comprarle toda una caja de puros habanos, así que tan pronto salí del trabajo, fui al centro comercial. En un estanco compré cajetillas de varias marcas (no sabía qué marca fumaba), unos cuantos habanos y un mechero. Después, fui a una tienda de lencería, quería ponerme guapa.

     Tras mirar arriba y abajo por la tienda, me decidí por un conjunto de corsé de encaje en color rojo, con tanga, medias y liguero a juego. Muy bonito, pero, ¿y si no le gusta el rojo? Recordé que el traje que él llevaba puesto era azul oscuro, sin duda le gustaba ése color, de modo que, además del rojo, compré otro conjunto idéntico en azul oscuro.

     Al llegar a casa me lo probé delante del espejo. Me quedaba muy bien. El bonito corsé, con encaje de flores me estilizaba la cintura, me resaltaba el pecho... el tanga era de una tela muy suave, parecida al raso, y dejaba al descubierto mis nalgas. Si a eso añadimos el liguero, las medias y los tacones, rojos también.... parecía recién salida de un anuncio de 906. Sólo esperaba que a Lobo le gustase cuando volviese a casa.

     Ésa tarde había quedado con una amiga para ir al cine. Lobo había dicho algo acerca de hacerlo en un sitio público, pero no pensé que se atreviera realmente... Ya debería saber que cuando Lobo dice algo, es que va a hacer ése algo.

     Llegamos al cine a eso de las seis y media. Ya era anochecido, porque era invierno, pero yo ni pensé en mirar el colgante. De haberlo hecho, hubiera estado prevenida. Como aún faltaba un buen rato para que empezara la película, Patricia, mi amiga fue a por unas bebidas, mientras yo iba al lavabo, para asegurarme que no me darían ganas a media película.

     Los lavabos del cine eran espaciosos, enlosados de mármol color salmón, olían bien y estaban muy limpios. Ya había terminado, me estaba lavando las manos para salir, cuando oí la puerta principal de los lavabos abrirse y cerrarse. Pensé que sería otra mujer, pero cuando oí que quien acababa de entrar echaba el pestillo de la puerta, levanté la cabeza. En el espejo de lavabo, sonriéndome maliciosamente, estaba el reflejo del Lobo.

     - Hola, nena.- Dijo bajo, con su voz ronca.

     - ¿Qué haces tú aquí?

     - Te lo dije anoche. ¿Recuerdas? ¿No has tenido nunca la fantasía de hacerlo en un lugar público?

      - ¿Público...?

     - Ya sabes,... un lugar donde exista el peligro que te puedan pescar... pero no te pesquen.

     - Pero, pero,... pero....

     Antes de poder darle alguna excusa, de poder reaccionar, Lobo se acercó a mí y me besó cubriéndome los ojos con una mano.

     - Hoy está prohibido mirar, nena. - susurró en mi oído.- Sólo sentir.

     Noté una tira de tela suave sobre mis ojos, envolviéndolos por completo, y atándose en la parte de atrás de mi cabeza, dejándome en la más absoluta negrura. Lobo colocó uno de mis brazos alrededor de sus hombros, para abrazarle, y mi otra mano la dirigió a su pantalón, al bulto palpitante y cálido, que, preso aún en el interior de la ropa, crecía por segundos, como haciendo esfuerzos por liberarse de su encierro.

     - ¿Notas cómo me tienes, nena? - murmuró Lobo, frotando su mano contra la mía y su pantalón - Nunca se había puesto así. Cuando tenía que "usarlo" con alguna de mis dueñas, siempre estaba a punto, pero sólo porque era necesario... Nunca había reaccionado él solito, está deseando salir a saludarte... ¿lo dejamos salir?

     Creo que asentí con la cabeza, aunque mucha cuenta no me di, estaba ocupada palpando aquél miembro duro, candente, palpitante... Oí por lo bajo la risita de Lobo, me dio la vuelta para que me apoyara contra la pared de mármol, suave y fría, y oí el siseo de una cremallera al bajarse. De inmediato, Lobo se arrimó más a mí, pude sentir su polla entre mis piernas, acariciando la cara interna de mis muslos, mientras sus manos exploraban por debajo de mi falda de vuelo, acariciaron el suave raso del tanga, mis caderas, y al llegar a mis nalgas desnudas, se detuvieron sorprendidas, un instante.

     - ¿Qué llevas, nena? - dijo, levantando mi falda sin ningún tapujo.- ¡Un tanga! Y rojo... y ésto... un ligero... a ver por arriba....- palpó por dentro la blusa, sin quitármela.- se parece bastante a un corsé para merecer su nombre. ¿Todo es rojo, muñeca?

     Supongo que estaba ruborizada, asentí con la cabeza.

     - Vaya, vaya.- susurró Lobo con su voz ronca que tanto me excitaba.- de modo que la muñequita tímida y temblorosa se ha propuesto de veras poner pero bien cachondo al viejo Lobo. ¿Verdad, nena?

     Lobo había reanudado sus caricias, y a mí no me resultaba fácil hablar con la respiración entrecortada, por sentir su polla frotándose contra mi sexo, y sus manos, la una apretando mis pechos, y la otra acariciando mis muslos y mi coñito.

     - Pensé... - articulé en susurros.- que te gustaría... quería... que te gustase, que me encontrases... guapa.

     - Nena, tú haces que me sienta ... importante. Me gusta, y... da gracias que estamos aquí. Da gracias por tener que salir de éste lavabo, que si no, hace rato que la habría emprendido a mordiscos con la maldita blusa y la faldita, para poder ver el conjunto entero, nena. Pero no importa... espero que guardes energías, muñeca, porque en casa, cuando volvamos, vas a tener doble sesión, pero... vayamos de uno en uno.

     Sin dejar de magrear mis tetas, aún a través del corsé, con la otra mano agarró la tela del tanga, como si fuera a echarlo a un lado, pero parece que lo pensó mejor y tiró de él suavemente, haciendo que la tira de tela se introdujese en mi coño, mientras sentía, peligrosamente cerca, la cabeza de su polla. Tiró y soltó la tela, masturbándome con el tanga, lo que me hacía hervir de placer. Mi chochito empapado de jugos, enormemente sensible, gozaba enormemente, al tiempo que parecía gritar por tener dentro su polla, aquél miembro tan cercano que casi notaba el calor que exhalaba, cuya cabeza estaría ligeramente humedecida de mi propia humedad... pero al mismo tiempo tan lejana....

      - Esto te gusta, ¿eh, nena? ¿es esto lo que quieres, eh? ¿es esto lo que necesitas? - susurraba Lobo mientras no dejaba de mover mi tanga. - Sobre todo, no grites, pueden oírnos fuera...

     - Penétrame, por favor... - rogué.- hazlo,.... no aguanto más... quiero tenerte..... aaaahhhhhhh...............

     - ¿Quieres que lo haga, nena? ¿Que te la meta hasta el fondo? Dímelo. Di:"Quiero tu gran polla en mi coño" . Dilo.

     Me daba vergüenza decirlo tan claro. Guardé silencio, jadeando sigilosamente, mientras Lobo seguía rozando la tela, empapada a esas alturas, y esperando mi respuesta.

     - ¿No lo dirás, nena? Bueno, quizá pueda ayudarte un poco...

     Su otra mano acarició mi espalda, bajó por mis nalgas, llegó despacio hasta mi sexo. Sabía lo que iba a hacer, sin verlo, lo sentí. Tuve que apretar los dientes con fuerza para no gritar de gusto cuando con dos dedos, pellizcó mi clítoris, lo presiónó y volvió a soltarlo. Ya si que no podía más. El placer que me daba con el tanga era suficiente para excitarme, para hacerme pedir más, pero no para llegar al orgasmo. Jadeé bajamente, casi desesperada, mientras Lobo reía bajo, entrecortado, y dijo:

     - ¿Suficiente? ¿O prefieres que te torture un poco más, hasta que lo digas? Puedo hacerlo...

     - Nooo.... penétrame, lo necesito... sí... quiero tu gran polla en mi coño.

     Lobo rió de nuevo, y apartó a un lado el tanga, para dejar paso franco a su gran polla. Noté como entraba en mi húmedo chochito, primero sólo la cabeza, y después, centímetro a centímetro, la noté entera en mi cuerpo. Apenas dentro, Lobo comenzó a bombear, cada vez con más fuerza, dentro y fuera, una y otra vez. Podía notar su respiración, cálida y jadeante recorrer mi espalda, desde los riñones hasta la nuca, con cada embestida. El impulso de gritar de gusto era cada vez más fuerte, y sólo a duras penas me contenía, mientras aquél coloso se frotaba con fuerza contra mi indefenso coñito.

       De repente, Lobo se detuvo. Por un segundo pensé si él había terminado ya y me iba a dejar a media sesión, pero noté como alzaba una de mis piernas hasta apoyarla en algo muy alto, de modo que me apoyé en la pared más firmemente.

     - Tu pierna está ahora en mi hombro, nena. - susurró Lobo. - Prepárate, porque ahora, viene lo mejor.

     Estuve a punto de pedirle que parase, que no me diese más placer mientras no pudiera exteriorizarlo, que no aguantaba más, pero antes de poder coger aire, su polla estaba de nuevo en mí, bombeando olas de placer irresistible. Si hubiese tenido algo a mano para morder, lo habría hecho. Pensar que alguien pudiera oírnos me aterraba, pero los gemidos que me estaba tragando, junto con los ojos vendados, hacían que mis sensaciones se multiplicasen hasta límites insospechados. Gemía bajamente, tratando de no subir el tono.

     - ¿Te gusta? ¿Verdad que te gusta? - el bajo susurro de Lobo sonaba entrecortado también - prepárate ahora, nena, porque me vas a suplicar que pare.

     Sin darme tiempo, llevó sus manos a mi coño, y comenzó a frotarlo, pescó mi clítoris, lo acarició, jugueteó con él entre sus dedos, lo masejeó, lo magreó.... Todo mi cuerpo se arqueaba de gusto bajo la triple acción de su polla y sus sabias caricias, era irresistible, sentir tanto placer en tantos puntos, y estar obligada a callarlo...

     - Bastaaaaahhh.... - logré articular- no ... voy a poder aguantar.... aaaahhhhhhhhh...... sííííííííííííííííí...... ¡SÍ! ¡AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH!

     Me tapé la boca con las manos, tratando de reprimirme ¡pero era demasiado fuerte! Oí de nuevo la risa de Lobo, mientras bajaba como podía la pierna, las rodillas me temblaban, y tenía la sensación de que me había estallado una traca en el coño, de mil bombas de placer. Lobo no se detenía, mientras yo, de espaldas a él, me apoyaba de nuevo contra la pared, él seguía, no había acabado aún. Mira por dónde iba a tomarme la revancha... Sin avisarle, tensé con fuerza todos los músculos de mi chochito, como la noche anterior.

     - Éso es jugar sucio. - Lobo pretendía que su voz sonase calmada, pero estaba tan calmado como yo hacía sólo unos minutos.

     - ¿Es que no te gusta... nene? - dije sarcásticamente. El muy ladino no se movía, esperando que me cansara y relajara los músculos. Él sabía que si se movía ahora, con lo excitado que estaba, y lo caliente y apretado de mi, hasta entonces, indefenso coñito, sus senciones se iban centuplicar. Bueno, puesto que él no se movía, me movería yo por él. Destensé sólo ligeramente los músculos, moví un poco las caderas y apreté de nuevo. Relajé, me moví, y aprete, relajé, moví, y apreté, relajé, moví y apreté.... Segundos más tarde, los gemidos, que ahora intentaba contener Lobo, me indicaron que lo estaba haciendo bien. También yo misma me excitaba de nuevo, con eso no había contado, pero ahora no podía ni quería parar:

     - Esto es venganza, nena - susurró Lobo. - Síí... mmmhhh... véngate, nena... castígame... he sido malo.....

     - Sííííí..... Lobito malo.... ummmmmmhhhhhh.... qué delicia.... que gusto da.... haaaaaaahhhhh...... las piernas... casi .... no me sostienen.

     - Espera, nena... te ayudo...

     Lobo me agarró de la cintura  y me cogió en brazos, apuntalándose él contra la pared. Mis piernas rodeaban las suyas, y se las acaricié con las mías, mientras seguía manteniendo los músculos de mi chochito tensos y relajados, tensos y relajados, sin soltar ni por un momento la polla de Lobo, quien, al tenerme en brazos, me subía y bajaba sobre su miembro, como si se masturbase con todo mi cuerpo.

     - Esto es inhumano, nena...- susurró con evidente esfuerzo por no gritar - suéltame un poco... aahh... es mejor que anoche... mmhhh... los movimientos de tu coño .... aahh... me pones en órbita, nena... no voy a ... poder... aguantar...

     - Quiero ... que goces... - mi segundo orgasmo estaba en puertas, y acusaba el placer - y ... tú.. tampoco... haaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh.... te ... apiadaste antes.. ¡mmmmmmmmmmmmhhhhhhhhh!

     Lobo aceleraba el movimiento, oleadas de calor y placer me invadían y hacían que todo mi cuerpo se retorciera del intenso goce que no me creía capaz de reprimir. Apreté con más fuerza mis músculos, apretando los dientes, preparándome para intentar no gritar, cuando oí a mis espaldas un poderoso aullido ¡Lobo aullaba! ¡Su orgasmo lo hacía aullar! Su salvaje grito me animó, y exterioricé mi fabuloso orgasmo con toda la fuerza de los pulmones. El placer era inenarrable, y los gritos que di parecían multiplicarlo. Lobo aulló dos, tres veces, y  nos calmamos los dos. Sólo entonces aflojé la tensión por completo, y sentí la polla de Lobo abandonar mi coñito empapado. Un hilillo de semen se escurrió suavemente por entre mis piernas...  Sus aullidos tenían tal verismo, que por un momento, dudé si aquél ser que me había hecho estallar de gozo era realmente humano, y no un animal.

     - Nos deben haber oído en todo el edificio.- murmuré.- Ahora vendrán los de seguridad, tirarán la puerta, nos harán un montón de preguntas...

     Aún con los ojos vendados, oí como Lobo se reía nuevamente. Lo sentí agacharse y, con dos dedos, recoger el chorrillo de semen fugitivo. Recorrió mi pierna, la rodilla, el muslo.. hasta llegar a mi sexo. Se puso en pie a mi lado, me abrazó con un brazo, y con la otra mano, posó sus dedos húmedos de semen sobre mis labios.

     - Pruébalo. - susurró- Dame aún ese gusto. Saboréalo.

     Sonreí, traviesa, y entreabrí los labios, lo justo para que entrara la punta de sus dedos, y luego succioné lentamente hasta tenerlos en mi boca por completo. Los chupé ávidamente, como si se tratara de una versión pequeñita de su pene, y saboreé su semen, su gusto extraño y agradable: dulce en la punta de mi lengua, picante en el fondo de mi boca. Suavemente, deslizó sus dedos fuera de mi boca y me besó. Entonces noté que el nudo del pañuelo que tenía en torno a la cabeza, se deshacía y pude ver de nuevo. Al principio la luz hirió mis ojos, pero enseguida me acostumbré, y vi, sonriendo maliciosamente, como al principio, el rostro de Lobo.

     - Creo que ahora ya puedo decirte un secreto - dijo, metiendo mano en mi bolso y sacando una cajetilla y el encendedor, y procedió a darle candela a un cigarrillo.- La puerta de éste lavabo, como las ventanas, tiene doble aislamiento. Es así para que si alguien en el retrete hace.."ruidos escatológicos", que nadie lo oiga.

     - ¿Entonces... quieres decir...?

     - Que nadie nos ha oído, nena. Podríamos haber tirado abajo el edificio a gritos, y nadie lo hubiera notado.

     Y yo conteniéndome como una imbécil, casi al borde del infarto, pensando que ahora iban a detenernos por escándalo público... lo mataba. Pero en lugar de eso, solté la carcajada.

     - ¿Quieres quedarte a ver la película con mi amiga y conmigo? Te pago la entrada.

     Lobo me miró sorprendido.

     - ¿Quieres hacerlo en plena sala de cine?

     - ¡No! ¡No seas bruto!  - sonreí - sólo quiero que te quedes conmigo. ¿No te apetece?

     Ahora Lobo si que tenía cara de sorpresa, parecía que le estuviera hablando en chino. Dio una larga chupada al cigarrillo, se acercó a mí y me abrazó con fuerza.

     - Me gusta estar contigo, nena. Tú me tratas como a un igual, y hace mucho que nadie me trata así. Nunca una mujer se preocupó porque yo disfrutara, ni pensó ponerse guapa para mí, ni se implicó conmigo, ni mucho menos me quiso a su lado después de... terminar. Tú sí quieres que esté contigo, sólo por estar, aún cuando no vaya a darte placer físico. Tú...

     Me apreté contra su pecho, deseosa de seguir escuchando. Pero pareció arrepentirse de lo que había empezado, porque magreó mi trasero, pensativo, y murmuró:

     -¿Sabes, nena? Hay cierta parte de tu anatomía a la que no le hemos dedicado aún la atención que merece... vamos a tener que subsanarlo esta misma noche, ¿no crees? no vaya a ser que coja celos....

 

Dita.

(continuará)

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