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El colgante del Lobo (02)

en Grandes Series

  Hola de nuevo, sigo siendo Dita. Sigo siendo una chica de 24 años recién cumplidos, ojos verdes, tímida y ... algo desconcertada después de recibir sexo oral por parte de un hombre que decía haber salido de mi colgante.

     Lobo, el hombre del que hablaba, parecía estar "preso" de alguna manera dentro del colgante que una buena amiga me regaló por mi cumpleaños, en el que permanecía bajo la forma de un lobo holográfico que se movía haciendo como que aullaba cuando se movía el medallón, y salía de él cuando la chica que lo llevaba deseaba "divertirse" como él decía. La noche anterior me había dado un buen susto al aparecer como de la nada, y dispuesto a hacerme gozar, cosa que consiguió con creces. Pero ahora el susto ya había pasado, y mi decisión de conservarlo era firme. A fin de cuentas, no creía poder encontrar un hombre más adecuado para perder la virginidad (yo era virgen todavía), teniendo en cuenta lo hábil que era, y su disposición a conseguir que mi placer fuera completo, sobre todo teniendo en cuenta que, según sus propias palabras, moriría si no lo lograba.

     Sentada en mi puesto de trabajo, veía como oscurecía lentamente, a medida que mi impaciencia crecía a mucha más velocidad (Lobo sólo aparece de noche). Estaba rabiando por ir a casa y encontrarle, no podía dejar de preguntarme qué iría a hacerme ésa noche.... Casi ni me enteré cuando Patricia, mi amiga, me recordó que mañana por la tarde habíamos quedado para ir al cine. Por fin dieron las seis de la tarde y salí escopeteada del curro, casi corriendo para llegar a casa. Apenas un cuarto de hora de camino me separaba de Lobo.

     En el ascensor, me sentía tan nerviosa como una colegiala, me retocaba el cabello, me puse perfume y me dí brillo de labios. Casi no atinaba con las llaves para abrir la puerta, pero lo logré y entré. Todo estaba a oscuras, salvo la luz de mi dormitorio... Miré el colgante de mi cuello: vacío. Lobo estaba fuera. Paso a paso, dejé el bolso sobre una silla, del que salieron las entradas de cine del día siguiente, y me acerqué a mi cuarto, del que salía un canturreo bajo.

     - Mi última dueña solía decir que yo tenía buena percha. Creo que quiso decir que me queda bien la ropa. ¿A tí que te parece, muñeca?

     Lobo hablaba con su voz grave y ronca, muy masculina. Llevaba puesto un traje azul oscuro de chaqueta y pantalón, una camisa de seda blanca y una corbata negra. Los zapatos brillaban nuevos, negros también. Realmente era muy atractivo, moreno, alto, fornido sin llegar a ser musculoso.

     - Creo que tenía razón. Pero... ¿de dónde has sacado eso, si ayer, ibas... bueno...?

    - Desnudo, sí. Te cogí prestado un chándal que tenías por ahí, y me bajé a la calle para agenciarme ésto. Ha sido muy fácil. Pero... no creo que quieras verme vestido.. ¿verdad?

     Noté cómo mi cara ardía. Sin dejar de mirarme voluptuosamente, Lobo se quitó la chaqueta y la arrojó sobre la cama, se acercó a mí, me cogió en brazos y me besó explorando mi boca con su lengua, largamente....

      - Bueno, nena, despídete de tu virginidad.

     Imagino que mi cara debió reflejar terror, porque de inmediato Lobo me tranquilizó:

     - No te asustes. Ayer también estabas asustada, pero lo pasaste muy bien, ¿verdad? Sé cómo hacerlo para que no sólo no te duela, sino que disfrutes al máximo...

     La conocida sensación de temor y deseo se adueñaron de nuevo de mí, y me dejé hacer. Aún en sus brazos, Lobo me llevó al cuarto de baño, me sentó en la taza y cerró la puerta. Se acercó a la ducha y la accionó. Muy pronto una cálida neblina inundó el cuarto, mientras Lobo se arrodilló frente a mí y, besándome de nuevo, empezó a desabrocharme la camisa, muy lentamente, botón a botón... Con la camisa desabrochada, me hizo ponerme de pie, y abrazándome desde atrás, desabrochó mi falda, que cayó al suelo, y se deshizo de la camisa también. Con una calma que me excitaba de modo increíble, besó mi espalda, vértebra a vértebra, hasta llegar al enganche del sostén, que (no me preguntéis cómo) soltó con la boca.

     Instintivamente, me cubrí el pecho con las manos. Lobo, con su risita ronca y grave me acarició los brazos, hasta la manos, y suavemente las retiró para acariciar mis tetas, cuyos pezones recibieron con infinito gusto sus caricias. La sensación de sus manos en mi pecho me recorría entera, desde el vientre hasta el cuello, que eché hacia atras para apoyarlo en su hombro, con un suspiro de placer, lo que Lobo aprovechó para besarlo lascivamente, desde el hombro hasta el lóbulo de la oreja, que retuvo entre sus labios, mientras yo notaba su respiración en mi cuello, sus manos en mis pechos, su pierna se abría camino entre las mias, frotando su muslo contra mi sexo... mmmmmmmmhhhh...  Aquello era indescriptible, una delicia.... tanto que apenas podía esperar para ver qué más iba a ofrecerme esa noche.

     - Métete dentro, anda, enseguida voy yo. - susurró Lobo.

     Obediente, entré en la ducha. Mi piel parecía erizada por las caricias de Lobo, y el sentir el agua caliente chorreando sobre ella me excitó más aún, mientras oía el rápido desvestirse de Lobo, y le ví asomar la cabeza por la cortina de la ducha.

     - Date la vuelta.- me aconsejó- Ahora estoy empalmado, y será mejor que no lo veas...

     Lo hice, y ahora sí que estaba asustada, no podía evitarlo. Sentía que no era lógico que una mujer tuviera tanto miedo de un simple pene, pero no podía evitar pensar que me dolería muchísimo, que sangraría, que.... traté de pensar en otra cosa, mientras oía a mi espalda que Lobo acababa de entrar, y agarraba el bote de gel del cuerpo y una esponja.

      - Lo mejor es que te relajes. Te aseguro que no te va a doler nada, si estás tranquila y piensas sólo en disfrutar. Pero si te pones nerviosa será mucho peor, porque tu sexo se cerrará, no lubricarás,... pero yo estoy aquí para que éso no suceda.

     Su voz ronca  y baja me hacía sentir bien, mientras hablaba embadurnó la esponja con gel y comenzó a enjabonarme la espalda con las dos manos, bajando lentamente hasta mis nalgas, las acarició primero con suavidad, luego algo más fuerte.... después me rodeó con sus brazós y me enjabonó el pecho y el vientre, se detuvo sin prisa en mis pezones, los pellizcó, acarició nuevamente mis tetas,... Luego dejó escurrir la esponja sobre mi vientre, haciendo que toda la espuma resbalara hasta mi sexo, y con la otra mano comenzó a acariciarlo. Primero el monte de Venus, y luego fue bajando más y más....

     - Estás muy húmeda, muñeca,... así me gusta. Ahora me voy a acercar,... muy despacio...

     Sentí que algo húmedo y duro se abría paso por entre mis piernas y acariciaba mis labios mayores. No lo podía ver, pero lo notaba grande, redondo y duro, abriéndose paso lentamente, muy lentamente, entre mi empapado coño... no era desagradable, sentía cómo me acariciaba la entrada del coño, mi clítoris... antes de darme cuenta, ya gemía de gusto.

     - Mmmmmmhhhhh... me gusta, sí,..... sigue adelante.

     - Esto es sólo la punta, ¿verdad que te gusta, nena? ¿a que no es tan terrible?

     Lobo no parecía excitado en absoluto, su respiración no se alteraba en lo más mínimo mientras continuaba empujando. Estuve a punto de dar un pequeño grito al penetrarme más hondamente, pero él debió notarlo y me agarró el clítoris entre los dedos, frotándolo con suavidad, y mi dolor se fundió en gemidos de gozo. Mientras me perdía en la extraña sensación de tener un hombre en mi interior por vez primera, el placer que me causaba su gran miembro y sus manos, una en mi clítoris y otra enjabonando mi monte de Venus sin descanso, no podía dejar de pensar que Lobo ni siquiera gemía. ¿Acaso no gozaba él? Indudablemente debía resultarle molesto tener que contenerse y hacerlo tan lento en lugar de bombear como un loco, que quizá fuese lo que le pedía el cuerpo....

     Tan ensimismada estaba entre el placer y mis pensamientos, que apenas oí la voz de Lobo cuando me decía:

     - ¿Te gusta, nena? ¿Estás pasándolo bien? Córrete nena, ten tu primer orgasmo después de la virginidad.

     Dicho esto, comenzó a frotar más enérgicamente mi clítoris, al tiempo que aceleró ligeramente su movimiento sacando y metiendo su pene en mí. Quise preguntarle si él lo iba a hacer también, pero el placer se apoderó de mí con demasiada fuerza para hablar de modo coherente:

      - Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh............... Haaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh.... síííííííííííííííííííííí.... ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!

     Si sangré o no, lo cierto es que no lo noté, pues el agua de la ducha se lo llevó todo. Lobo jugaba con mi clítoris y frotó suavemente su pene contra mi sexo, y lentamente lo sacó de él. Había conseguido que tuviera un  buen orgasmo, pero no me sentía satisfecha. Lobo no había gozado, y lo sabía. Aquello no era justo. Él ya se disponía a salir de la ducha, pero no le iba a dejar irse de rositas.

     - Alto ahí. - dije con un hilo de voz- (no era fácil hablar, después de sentir un gran miembro en mi interior y el orgasmo que me había proporcionado)

     - ¿Si? - contestó - ¿Quieres otro? Lo siento, pensé que no querrías más por hoy, pero si te apetece...

     - No. Lo que me apetece es que lo tengas tú.

     - ¿Perdón? - Lobo parecía muy extrañado, como si nunca le hubieran dicho algo así.

    - Me has dado cuatro orgasmos fenomenales en sólo dos días, pero tú no has tenido ninguno, lo que quiero es hacerte gozar a tí. Quizá no lo haga tan bien como tú, pero seguro que puedes enseñarme a que te lo haga tan bien... como tú a mí.

     Le abracé y le besé, acariciando su lengua con la mía. Pude notar como Lobo se ponía tenso, parecía nervioso, pero me devolvió el beso acariciando mi cintura al mismo tiempo. Tan pronto como le solté me arrodillé y miré su sexo. Por primera vez en mi vida entendí porqué lo llaman "pene" cuando está en reposo, y "polla" cuando está excitado. Aquello no podía ser llamado solamente pene, el nombre se quedaba muy corto. Miré largamente su polla, estaba frente a mi rostro, justo a la altura de mi boca. Muy despacio, con el corazón a cien por hora, me acerqué a él y besé suavemente la punta.

     - Espera, tú no tienes que... no tienes porqué hacer esto,.. soy yo quien.. pero a tí no te obliga nadie a .... no es necesario.... - Lobo tenía los ojos desorbitados, no pude evitar pensar que sería divertido que fuera virgen después de todo, parecía tan nervioso como un primerizo, como... como yo. Pero yo no iba a detenerme, por mucho que se deshiciese en protestas de obligaciones o necesidades.

     - Quiero hacerlo. Quiero que disfrutes.

      De nuevo besé la punta de su polla. Estaba duro y húmedo, era cálido y parecía vivo al tacto. No tenía mucha idea de cómo hacerlo, pero recordé cómo lo había hecho él conmigo la noche anterior, e intenté repetirlo. Suavemente abrí mi boca e introduje su gran polla, rozándola con mi lengua, perfilándola con los dientes, succionando lentamente.... Y por primera vez, oí a Lobo fundirse en un suspiro de gusto. Era indudable que no lo estaba haciendo mal del todo, y continué. La saqué de mi boca, y la recorrí por entero con la punta de la lengua, desde la base hasta la rosada cabeza, de la que salió una pequeña gota blanca, que recogí con la lengua. Tenía un gusto extraño, dulce en la punta de mi lengua, picante en el fondo de mi boca, pero no era nada desagradable, me gustó.

     - Cógela... con la mano... mientras chupas...- Ahora también él estaba pasándolo bien, no había más que verlo, ahora sí tenía la respiración agitada, apoyado contra la pared de la ducha, y una gota de sudor recorriéndole la cara. Atendiendo a su consejo, agarré su polla con la mano derecha mientras chupaba con la boca. Sin dejar de acariciarle la punta con mi lengua, moví mi cabeza atrás y adelante, al tiempo que acariciaba el tronco con la mano, metiendo cada vez más en mi boca, al tiempo que los gemidos de Lobo eran cada vez más evidentes:

     - Sigue, nena, ... no pares, ... eres una artista nena,.... nunca me habían..... ooohhh, cielos... sigue, sigue,.... vas a lograrlo, muñeca,... vas a conseguir que me corra.....

     Lobo me apartó el pelo de la cara que me estorbaba para el trabajito, y aproveché para mirarlo a los ojos, con su polla dentro de mi boca, mi rostro tenía una expresión complacida y hambrienta. Creo que fue más de lo que pudo soportar, porque me rogó que me apartara, lo hice, aunque quizá no fui lo bastante rápida, porque eyaculó casi directamente sobre mi cara, lo que me hizo estallar en carcajadas, mientras Lobo se dejó deslizar hasta quedarse sentado en la bañera, todavía con la respiración agitada, y una sonrisa satisfecha en el rostro.

     Mientras me limpiaba los restos de semen con el chorro de la ducha, oí que la respiración de Lobo se normalizaba, y me atrajo hacia él:

     - ¿Porqué has hecho eso?- preguntó, aún con la sonrisa en la cara.

     - No voy a pasarlo bien yo sola. Eso no sería sexo, sería masturbación. Si somos dos, o jugamos todos, o rompemos la baraja. ¿No irás a decirme que tú también eras virgen, verdad?

     - No, no lo era- rió- pero ésta ha sido la primera vez que he gozado con una mujer, desde hace... bueno, mucho tiempo. Generalmente, yo sólo pienso en esto como "un deber". Si mi dueña no goza, yo moriré tan pronto como salga el sol, de modo que sólo me preocupaba que mi dueña alcanzara el orgasmo.

     Sentados en la bañera, con el agua de la ducha cayendo sobre nosotros aún, nos besamos de nuevo. Era increíble lo bien que besaba, sólo sentir su lengua sobre la mía ya me hacía sentir excitada. Sus manos jugaban con todo mi cuerpo, bajaron por mi cintura y agarraron con fuerza mis nalgas. Su mano derecha bajó más profundamente, hasta llegar de nuevo a mi coñito, chorreante de placer. Sin soltar mi boca, acarició la entrada de mi cueva, haciendo que una descarga eléctrica de placer recorriese toda mi columna vertebral en un segundo.

     - Ummmmmmmhhh... estás empapada, nena. ¿Nunca has dado clases de hípica?

     Lo miré, inquisitiva, sin saber a qué se refería.

     - Me refiero a que puedes probar a cabalgar sobre "esto", nena.- dijo, cogiéndose la polla- ahora que ya estás abierta y tan húmeda, vas a gozar un imperio, te lo aseguro, y más estando tú encima. Y yo también voy a disfrutarlo. ¿quieres? ¿Te apetece una buena cabalgada, nena?

     No había razón para decir que no, de modo que me arrodillé en la bañera, y le rodeé con la piernas para quedar encima. Podía ver su gran polla apuntar directamente a mi coño.... mmmmmhhhh... me moría de ganas de ensartarme contra semejante aparato, pero intenté retrasarlo un poco, quería torturarme y torturarle.

     Lobo se pescó de mis pezones, con una mano y con la boca los pellizcaba, succionaba, mamaba.... su rostro sin afeitar se frotaba contra mi cuerpo y me erizaba la piel, mientras yo bajaba, centímetro a centímetro, para encontrarme con aquella verga magnífica. Lentamente noté como mi coño hacía contacto con la punta de su polla, y comencé a mover mis caderas en círculos, muy despacio, conforme bajaba. Lobo se agarraba a mis muslos, tratando de acelerar mi bajada, jadeando, mientras yo, casi incapaz de contenerme de dejarme caer de golpe, seguía bajando con igual lentitud. Qué maravillosa tortura, sentía con cada giro, con cada movimiento que hacía como su verga frotaba mil y un puntos sensibles de los que yo ni siquiera sabía su existencia, y que me proporcionaban placeres inenarrables:

    - Aaahhhhhhh..... es estupendo..... qué polla tan magnífica tienes.... ¿Lo hago bien?

     - Me vas a volver loco nena..... loco de gusto, mmmmmmmhhh...... sigue igual de lento, nena, atorméntame, ...... me encantaaaaahhhhh............

     Finalmente me quedé sentada sobre él. Apenas podía creer que tuviera dentro de mí su enorme miembro, y que no sólo no me doliera, sino que me entusiasmara. Tras un segundo de quietud, empecé de nuevo a moverme, en círculos y de arriba a abajo, frotándome con fuerza contra su colosal miembro, que me hacía descubrir deleites inimaginables, que activaba cada célula de mi sexo, que taladraba mi indefenso coñito una y otra, y otra vez,... y cada vez era mejor que la anterior. Como Lobo había dicho, le cabalgaba su polla como si fuese a caballo. Mis tetas se bamboleaban a cada sacudida de mi cuerpo sobre el suyo, y me era imposible parar de gemir, mientras me agarraba a los hombros de Lobo. Él me había agarrado de la cintura y me ayudaba a saltar arriba y abajo, arriba y abajo, cada vez más rápido, cada vez más placentero.... los gritos de los dos debían dar la impresión de que había una orgía entera en mi apartamento:

     - ¡Sigue, nena!... aahh... ¡vas a hacer que me estalle la polla de gusto!

     - ¡Sííííííííííí, estallaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh....! ¡Quiero sentir que te corres en mííííííí....! Quiero que tu semen empape mi coño, por favor... aaaaahhhh,... ¡esto es delicioso.....!

     Oleadas de placer y calor me indicaron que mi orgasmo estaba próximo, llegaba... y al llegar, deseosa de sentir su verga todo lo más que pudiera, la apreté dentro de mi coño todo lo que pude.

     - ¡GUAU!- Gritó Lobo, desorbitando los ojos y agarrándome los muslos muy fuerte- ¿QUÉ ME HACES, NENA? Aahh, cielos... ¡ME ENCANTA! No se qué me haces, pero no pares, .... ¡es bestial!

     Continué apretando, mientras estallaba en un orgasmo dulcísimo, y podía sentir mi coño inundando con su semen. Apreté sin soltar hasta que Lobo se deshizo en gemidos, con los ojos cerrados de placer y una sonrisa en la cara... entonces relajé los músculos, y, lentamente, su polla se escurrió de mi interior, provocándome un delicioso cosquilleo en mi sexo, muy sensible después del orgasmo.  Lobo seguía con los ojos cerrados y su sonrisa de gusto. Quizá no era consciente de que sonreía después de correrse, pero le quedaba muy bien.

     Con dificultad, logró abrir los ojos  y hablar:

     - ¿Quién.... te enseñó... a hacer eso? - preguntó, abrazándome.

     - Nadie. Sólo... se me ocurrió. ¿Te ha gustado?

     - ¿Gustarme? ¡Gustarme! En mi vida.... he gozado de éste modo... Ha sido salvaje, nena. Ha sido increíble... me has exprimido..... era como si me abrazaras la polla con todo tu cuerpo, ha sido alucinante de veras... Me ha encantado. Nunca ninguna mujer se había ocupado de darme placer a mí, ninguna se había implicado.... sólo tú. Sólo tú.

     Parecía que iba a decir algo más, sus ojos se ponían tiernos... pero parece que algo lo contuvo, porque se limitó a sonreir y besarme nuevamente en la boca.

     Ya fuera de la ducha, secos y vestidos, me disponía a tomar un bocado e irme a dormir (estaba agotada), cuando Lobo vio las entradas de cine que habían caído de mi bolso al entrar. Cogió las entradas, se abrazó a mí y sobándome el trasero, preguntó:

      - Dime, nena... ¿nunca has tenido la fantasía de hacerlo en un lugar público?

 

(continuará)

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