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Sexsomnia

en No Consentido

-El caso es que mi pobre cuñado pretendió darle una sorpresa a su mujer, y la sorpresa se la dieron a él: cuando abrió la puerta del dormitorio, se encontró a su esposa metida en la cama, ¡con otro tío!

-Jibó, qué fuerte… a mi primo le pasó más o menos lo mismo, trabajaba en turno de tarde-noche, volvía a su casa cerca de las seis de la mañana, un día por una huelga volvió a las dos, y los pescó en plena faena…

-Si es lo que yo digo, por mí estupendo que volvamos antes, pero los que no se hayan traído a su parienta, deberían avisarla, por si acaso… - Mendieta decía eso por Daniel, y el interesado lo sabía, por más que intentase camuflar la cosa con que había varios en la furgoneta del aeropuerto que vivían en pareja sin estar casados o tenían novia. Daniel procuraba no hacer caso "Mati no haría algo así, ella no metería a otro en nuestra cama. La conozco, le cuesta mucho abrirse…" pensó "¿quieres decir "abrirse" en el sentido de la confianza….? Porque abrirse de piernas, contigo al menos, le costó bien poco, en la primera cita ya os disteis el revolcón" Le contestó una vocecita maliciosa dentro de su propia cabeza e intentó acallarla pensando en otra cosa.

Tenían que haber vuelto dentro de algunas horas, iban con adelanto. Técnicamente, tendrían que haber cogido el avión de las seis de la mañana (hora Canaria) para estar en su destino a las ocho y media de la mañana del sábado (hora peninsular), pero durante los últimos días todo había ido muy bien, el viernes casi no habían tenido que hacer, y desde la empresa les llegó la buena noticia: cogerían un vuelo anterior, el de medianoche, con lo que llegarían al aeropuerto a las dos y media y los llevarían a casa en furgoneta. Se tardaba más tiempo, pero tenía la ventaja de ahorrarse el taxi, que en el caso de Daniel, que vivía en el extrarradio, le hubiera salido por un pico respetable. Ahora eran casi las tres y media de la mañana, tenía frío y mucho sueño. Hubiera querido echar una cabezadita en el avión, pero no pudo. La perspectiva de volver a ver a Mati y su compañero de vuelo se lo habían impedido.

El tipo que se sentó a su lado era un hombre joven, como de unos treinta, pertenecía al banco que se había encargado de la fusión de empresas y también estaba preocupado por lo de llegar a casa con antelación, pero él sí había avisado a su novia… o al equivalente que él tenía de novia. Como le había confesado más tarde, "no es exactamente mi novia… yo me hago la ilusión de que sí lo es, y quizá algún día llegue a serlo, es lo que yo espero al menos… pero en realidad, es mi ama". El tipo había sonreído con embarazo. "no sé porqué te cuento esto, supongo que me das confianza, y la verdad es que no puedo sincerarme con nadie y tenía ya ganas de hacerlo. Nadie lo sabe. Ni mi mejor amigo, ni mi familia, ni nadie. Todos creen que tengo una novia, o una amante, por eso de que aún no la haya presentado a nadie. Sin duda te resultará complicado entenderlo, pero la quiero". Daniel había admitido que raro sí le parecía, pero si él era feliz, no debía preocuparle lo que dijera él ni lo que dijera nadie. El hombre había sonreído casi con alivio. Miró a un lado y a otro y sacó su cartera del bolsillo.

-Ésta, es ella. No quiso salir en la foto a cara descubierta. – dijo, sacando una foto. En ella había una chica en camisón negro, que se cubría la cara con una máscara de alas de mariposa. Sonreía y bajo las máscara profusamente decorada, se veía una mirada pícara, pero amable. – La he echado mucho de menos… No vivimos juntos y pensé que hasta mañana no nos veríamos, pero ella también ha debido echarme de menos a mí, porque cuando le dije que volvía antes de tiempo, dijo que iba hacia mi casa para castigarme por haberla dejado sola tanto tiempo.

Lo dijo con una sonrisa soñadora, como si la idea del castigo le atrajese extraordinariamente. Daniel asociaba la idea de un ama a ideas de látigos, espuelas, cardenales y dolor físico, siempre había pensado que ese tipo de relaciones eran de personas un poco raras, pero el del banco parecía un hombre sano y juicioso, no alguien que permitiría que lo hirieran físicamente por diversión. "Te parecerá una tontería… pero hasta que la conocí a ella, yo casi ni sabía qué es que alguien te quiera simplemente por ti mismo y que te trate bien, que se preocupe por ti, y te haga saber que eres especial. Importante… Tuve que convertirme en un esclavo para que alguien me tratase con un poco de dignidad y de cariño. Si he de elegir, prefiero mil veces a un ama consciente de que lo es, que a una chica que me ofrezca una relación "normal", pero desee que sea su esclavo de todas maneras y ella misma no se dé cuenta. Mi ama al menos, me da recompensas si me porto bien… las otras chicas asumían que la esclavitud de un hombre era el único modo de comportamiento válido, era lo que yo estaba obligado a hacer, y al ser una obligación, nunca había recompensa".

Daniel no dejaba de darle vueltas a la cabeza a lo que para él, era una relación bien extraña. Entre eso y las historietas de infidelidades de Mendieta, se estaba poniendo de los nervios. El tipo del banco vivía en la ciudad, y había sido uno de los primeros que habían dejado. Se habían despedido dándose la mano, y Daniel, aunque no se consideraba una persona especialmente curiosa, no pudo evitar atisbar para ver si veía al ama de su compañero. En efecto, frente al portal, había una mujer. Apenas se la distinguía, porque era delgada y pequeña, e iba enfundada en un corto abrigo negro, bajo el cual se adivinaba el borde de una falda del mismo color, también unas gafas oscuras ocultaban sus ojos y parte de su rostro y usaba un pañuelo del mismo color para sujetarse el cabello. El tipo del banco había sonreído como un adolescente recién enamorado al ver su silueta de lejos, y cuando bajó, pareció a punto de arrodillarse, pero la mujer le detuvo y le presentó sus manos enguantadas. Él las cogió entre las suyas y las besó con arrobo. Mientras la furgoneta se alejaba, Daniel pudo ver que la mujer acariciaba con ambas manos la cara de su esclavo.

"No parece alguien que vaya a quemarle la piel con una colilla encendida…" pensó Daniel. La mujer no se parecía en nada, pero en cierta manera, le recordaba mucho a Mati. "Esa chica, ¿será fiel a su esclavo…? Él no ha dudado de ella, de hecho, ni se lo ha planteado siquiera… y yo sin embargo, a pesar de tener confianza en Mati, dudo de ella. Sé que no se ha encamado con nadie, sé que va a estar sola en nuestra cama, pero… soy un bobo y la cháchara de Mendieta me ha puesto enfermo. Él mejor que nadie tendría que cuidar su frente, a pesar de haberse traído a su esposa en el viaje, todos sabemos lo ligera que es… Quizá tendría que haber llamado a Mati. A ella le hubiese gustado saber que venía antes, pero quería darle una sorpresa, que mañana cuando despierte me encuentre en la cama junto a ella y ver qué cara pone…". Por fin, la furgoneta salió de la autopista y se metió en el pueblo de la periferia donde vivían él y otro par de compañeros más, los últimos que quedaban, Mendieta entre ellos, pero a él le dejarían el primero, su casa era la más cercana, así que se fue preparando. No se había llevado abrigo porque sabía que no iba a necesitarlo para dar cuatro pasos, así que se subió las solapas de la chaqueta, agarró la maleta llena de ropa sucia y miró por la ventanilla, sonriendo sin darse cuenta.

La furgoneta avanzó silenciosamente entre los edificios de la colonia donde vivía con Mati, con jardincitos que servían de antesala a los portales de los pisos, terrazas llenas de plantas y los muros de los edificios cubiertos de enredadera y otras plantas trepadoras, que a veces llegaban a la altura de los cuartos y quintos pisos. Por fin, divisó el suyo y sintió felicidad y también cansancio, tenía unas ganas tremendas de llegar a casa, desnudarse y dormir, olvidarse del trabajo y el asqueroso mes que había pasado currando a destajo.

-Venga, hasta luego – le dijo Mendieta en voz baja, porque los demás estaban dormidos. Daniel se limitó a saludar con la mano, ansioso por perder de vista todo lo que oliese a trabajo. La furgoneta arrancó nuevamente y enseguida se perdió por el final de la calle. Un maravilloso silencio taponó los oídos de Daniel, no se oían ni grillos… nada. Sólo silencio, tranquilidad, calma. Hacía frío, pero él no recordaba la última vez que se sintió tan bien. Ni teléfonos, ni pitidos de ordenador, ni gritos, ni ruidos de conversación, ni órdenes, ni prisas… Ahora, tenía nueve días por delante para relajarse junto a Mati. El pensar en ella le hizo definitivamente avanzar, cruzó el jardincito de entrada y subió hasta el octavo en el ascensor, se apoyó en la pared del mismo y la campanita de llegada le sobresaltó, porque había dado una cabezada sin darse ni cuenta.

Abrió la puerta de casa y una vaharada del familiar olor a jazmín estuvo a punto de hacerle llorar de felicidad: estaba en casa. Por fin, por fin estaba en casa… "ahora sólo falta que Mati no haya metido en la cama a otro, y todo será perfecto, ¿verdad?", dijo de nuevo la maliciosa vocecita dentro de su cabeza, pero Daniel no quiso prestar atención. En la oscuridad, cerró la puerta con cuidado, dejó silenciosamente la maleta en el suelo y se quitó la chaqueta, dejándola en la percha de junto a la puerta. Antes de echar a andar hacia la alcoba, se quitó los zapatos y los calcetines, gozando del tibio y suave tacto del parquet en los pies. Caminó mientras se aflojaba y quitaba la corbata, se desabrochó la camisa y las dejó indolentemente tiradas en la cabecera del sillón. Ya en el pasillo se quitó los pantalones y los dejó en el suelo frente a la puerta del dormitorio. Mati le regañaría por esto, no le gustaba que dejase la ropa tirada por ahí, pero estaba demasiado cansado hasta para llevarla al cesto de la colada. La puerta de la alcoba estaba entreabierta, y por primera vez, Daniel tuvo miedo. Era una tontería, desde luego, pero, ¿y si….?

Muy despacio, empujó la puerta. La débil luz de la luna y las farolas dejaba el cuarto en penumbra. Daniel nunca lo admitiría, pero respiró tranquilo y sonrió al ver un único bulto bajo las mantas. Mati dormía plácidamente, vuelta hacia la ventana y hecha un ovillo. Él se dirigió a la cama, pero antes, se quitó también los calzoncillos. No tenía ganas de sexo, estaba demasiado cansado para eso, pero quería sentirla junto a su piel, a ella, y también a su cama, no quería obstáculos. "Sabía que no meterías a otro en nuestra cama, lo sabía", pensó deslizándose lentamente al interior de las sábanas… haaaaaaaaaah… qué calorcito, y qué suaves… mmmh, qué bien olían a suavizante. Y a Mati, a su olor dulce y caliente… se había duchado antes de dormir, no cabía duda, sin duda lo había hecho queriendo estar lista al día siguiente cuando él la llamase para ir a buscarle al aeropuerto, en eso habían quedado. Olía al champú de rosas que usaba, y al jabón de aceites de nosequé que tanto le gustaba. Daniel nunca recordaba de qué estaba hecho, pero su olor suave y dulce, como a flores y talco, lo hubiera podido reconocer en cualquier parte.

Se arrebujó a la espalda de Mati y la abrazó por la cintura, y ella emitió una especie de "¿mmmh…?", pero no despertó, y Daniel sabía que no lo haría, su novia cuando cogía el sueño, era una viga de hormigón pretensado, podrían derrumbar la casa a cañonazos y si lograban despertarla, preguntaría por un moscardón, pensó sonriente. Se pegó más a ella, y su mano rozó el muslo de Mati, de piel tan suave… debía llevar un camisoncito, porque tenía las piernas al descubierto, y también parte del vientre, casi hasta el pecho. Daniel se encogió para que su cuerpo encajase junto al de Mati, y notó el calor de ella en su bajo vientre. No… no quería que sucediese así, por favor, estaba muy cansado… pero su cuerpo reaccionó lentamente, casi con ternura. Pudo notar cómo su erección crecía paulatinamente, animada por el calor, la suavidad, los olores y la alegría del reencuentro. Su propio calor le estaba haciendo sudar muy ligeramente, y oyó la respiración de Mati tomando aire con intensidad. Su novia emitió un dulce gemido y, completamente dormida, se dio media vuelta y le apresó con un brazo y una pierna, pegándose a él, sonriente y oliéndole el pecho como si pretendiera esnifarle. A Daniel la sonrisa, le llegó hasta las orejas y le devolvió el abrazo, ¡le había reconocido en sueños por su olor y le había abrazado dormida…! Qué ricura…

Sólo había algo malo: al volverse y abrazarle con una pierna, había dejado expedito el camino entre sus piernas. Daniel estaba roto de fatiga, pero tenía los ojos como un búho. Ante la perspectiva de tener sexo con Mati, todo el sueño se le había ido. Recordó que había leído en una ocasión, no sabía dónde, que cuando una persona está dormida, sus prejuicios, educación, etc… están totalmente desinhibidos y por eso si se puede tener sexo dormido, el placer es mucho mayor, ya que no puede haber sensación de culpabilidad ni preocupación porque el otro haya gozado o no, ni nada de nada, salvo placer. Y esa sensación de que estuviera totalmente indefensa, a su merced… era demasiado tentador para no aprovechar la ocasión.

Muy lentamente, la acarició con el brazo con el que la abrazaba. Su piel tan suave y cálida era como seda bajo su mano, cuánto la había echado de menos… El camisoncito se le había subido al taparse y más aún al darse la vuelta para abrazarle, de modo que apenas le tapaba los pechos. Con cuidado, Daniel metió la mano entre los cuerpos de ambos y rozó el vientre de su novia con el dorso de la mano. Ella apenas pareció darse cuenta, pero sonrió ligeramente. Él subió lentamente y llegó a la zona aún tapada por la tela, metió la mano por debajo y los pezones agradecieron de inmediato sus caricias. "Se le han puesto erectos al instante… y además mucho…" pensó, haciéndolos retozar entre sus dedos, acariciándolos entre ellos y presionándolos ligeramente. Mati dejo escapar una respiración algo más profunda y sus caderas se movieron solas. "Le está gustando… era verdad, puede sentirlo en sueños… ¿estará soñando conmigo, o… con algún otro?". A Daniel le producía curiosidad saber si ella estaba fantaseando con otro, pero eso, no le producía celos, él sabía que los sueños no pueden controlarse y que las fantasías son terreno privado. No obstante, soñara con quien soñara, sería él quien le diese placer, eso era lo importante.

Daniel paseó su mano por entre los pechos de ella, al estar de lado sus pechos estaban muy juntos y apenas le cabía la mano entre ellos, estaba tan caliente ahí… no pudo resistirse a apretarlos un poquito, y su novia gimió débilmente. Pellizcó uno de sus pezones y Mati sonrió y de nuevo sus caderas hicieron movimientos, esta vez durante algo más de tiempo. Sus ojos, acostumbrados ya a la penumbra, distinguían por completo las facciones de su novia, y podía ver las deliciosas caritas de gusto que iba poniendo. Cada vez que le tocaba un pezón, se le escapaba una sonrisa, cada vez que se lo apretaba o pellizcaba, la respiración de ella se hacía un poco más profunda. Daniel apartó la mano un momento y la sonrisa de Mati se esfumó, reflejando decepción en su rostro, tanto que Daniel estuvo a punto de poner la mano de nuevo, pero en lugar de eso, la llevó a sus labios y se lamió los dedos, y después, con los dedos mojados, atacó nuevamente el indefenso pezón izquierdo… sabía que de los dos, era el más sensible, y la reacción fue un delicioso "mmmmmmmmmmmh…." por parte de Mati, que incluso echó ligeramente hacia atrás la cabeza por el placer y sonrió de nuevo.

"Qué preciosa está… podría seguir haciendo esto durante horas", pensó Daniel haciendo círculos con sus dedos mojados en los pezones, alternativamente. Sólo se podía servir de una mano porque la otra la tenía bajo el cuerpo y no podía maniobrar, pero se apañaba bien. Un ratito un pezón, un ratito el otro… La mano hasta le picaba del antojo que sentía de estrujarle los pechos sin compasión, pero se contuvo. Mati seguía echándole sonrisitas de gusto a cada roce y él podía sentir sobre su bajo vientre que si él estaba tan erecto que le dolía, ella estaba literalmente empapada. Se deslizó un poco hacia abajo, muy lentamente, sólo lo justo para que la cara le llegase a sus pechos. Podía notar en su nariz el olor caliente que ella desprendía, el olor del jabón recalentado por su cuerpo y su excitación, el olor a hembra con ganas… los movimientos del pecho al respirar casi le rozaban y sentía el vaho muy cerca de su piel. Casi tan cerca como los pezones de Mati. Sacó la lengua y los acarició sólo con la punta de la misma.

-Ahummmmmmmh…. – susurró ella y el brazo con el que le apresaba dio una pequeña convulsión, como si quisiera acercarle más a él. Daniel ahogó una risita y "obedeció", dio un lametón más largo al pezón, mientras su mano útil estaba bajando decididamente hacia las nalgas de Mati, y conservó la lengua presionando en aquél durante varios segundos, en los cuales ella incluso entornó los labios para expirar. Estaba muy excitada… y no era la única. Los movimientos de sus caderas ya no eran casuales, sino constantes. Daniel se deslizó de nuevo hacia arriba, y pegó su miembro a la entrepierna de Mati. Apenas ella sintió el calor, se quedó quieta contra el pene de su novio, y en esta ocasión fue él el que gimió. A pesar de la tela de las bragas, el calorcito era glorioso… la tela estaba húmeda y pegajosa. Daniel bajó la mano y acarició sobre la tela, y Mati gimió audiblemente. Ya no eran pequeños quejidos que podían confundirse con los de alguien medio dormido, sino inequívocos sonidos de placer.

"Tengo que hacérselo, voy a reventar, no aguanto más…" Pensó Daniel e intentó echar a un lado la tela de las bragas…. Pero no hizo ni falta, se trataba de una prenda muy poco ajustada que dejó mostrar el tesoro a la primera. Daniel hubiera batido palmas, pero en lugar de eso, se acercó poquito a poco, frotándose contra su sexo… huy, qué suavecito… estaba recién depilada, sin duda lo había hecho esa misma noche, al ducharse, para que al día siguiente él… haaah… Daniel puso los ojos en blanco, mientras Mati movía las caderas sobre su miembro, gimiendo como si se riera ligeramente, qué gusto… qué mojada estaba, su humedad le estaba empapando el glande, y tuvo ganar de morderse el puño, apenas unos roces y él estaba a punto de correrse, no era justo… Intentó pensar en otra cosa, los verbos irregulares franceses siempre le habían dado buenos resultados para retenerse, pero apenas intentó conjugar el "faire", éste se desvió a "faire l´amour", y se estropeó el efecto. Su mano se crispó sobre las nalgas de Mati, y lo más lentamente que pudo, movió las caderas… su pene encontró el camino él solito, y el delicioso calor le inundó y le hizo estremecerse de placer, era como si su miembro explotase de gusto, qué maravilla, después de un mes sólo usando la mano, aquél tórrido agujerito, caliente, dulce y apretado… aaah, qué sensación tan increíble…

-Huh… uh…. Mmmmmmmmmmmmh… - Mati gemía entre sus brazos como si se derritiera, había empezado a sudar y no dejaba de sonreír. Daniel podía notar que debía estar colorada por el calor que desprendía… Empujó un poquito más, y cuando entró del todo, le pareció que su miembro estaba siendo literalmente aspirado, y entonces, Mati dio una convulsión y aún dormida abrió la boca y exhaló un dulce gritito perezoso de placer… Daniel puso los ojos en blanco al notar alrededor de su miembro las inconfundibles contracciones, ¡Mati se acababa de correr! Lo había conseguido, le había dado un orgasmo estando dormida… mmmh, qué rico le apretaba el miembro… Una parte de él quería detenerse, ella ya había acabado, ¿era justo correr el riesgo de despertarla sólo por obtener su placer….? Una parte mucho más imperiosa le hizo continuar moviéndose incluso mientras se lo planteaba… no quería despertarla, pero ahora ya no podía parar… "de estar despierta, ella querría hacerme terminar…" pensó, y tenía razón, de modo que siguió bombeando suavemente.

A cada movimiento, la sensación de picor y cosquilleo era cada vez mayor… se sentía deliciosamente exprimido por el coñito de Mati, su miembro resbalaba y aún así se sentía apretado. Los gemidos se le escapaban sin que pudiera evitarlo y su mano libre se había perdido dentro de las inútiles bragas de Mati, acariciando sus nalgas. Ella parecía seguir gozando a pesar de haber acabado, sonreía y su brazo sobre su cuerpo se tensaba ligeramente como si quisiera abrazarle. "Me viene… aquí viene…" pensó con esfuerzo Daniel, sintiendo que sus testículos llenos deseaban liberar su carga… no quería dar una convulsión violenta, quería contenerse… siguió moviéndose con lentitud, y su boca se abrió en un grito mudo cuando un calambrazo de placer le subió por las nalgas hasta la nuca, recorriendo en una lentitud torturadora la columna… se metió hasta el fondo del sexo de Mati para intentar no derramarse en las sábanas limpias, retuvo con tanta fuerza el impulso de su mano de apretar las nalgas hasta dejarle marcas que se le acalambraron los dedos, intentó no dar un brinco sobre el colchón para no despertarla, y en medio de todo aquello su pene se vaciaba y el placer le atacaba sin piedad, recorriendo en chispazos eléctricos su cuerpo desde los hombros a los tobillos, y cuanto más quería contenerse, más violento era, más agradable, más le pedía el cuerpo brincar y encogerse sobre sí mismo de gusto…

Muy suavemente el placer fue cediendo… qué buenísimo había sido… Se había juntado todo: el volverse a ver, el morbo de hacerlo con ella dormida, el tener que contenerse para evitar despertarla… Le costaba trabajo mantener los ojos abiertos y se rindió al sueño. Abrazado a Mati, se dejó deslizar dulcemente a la inconsciencia, estirándose por completo en la cama. Lo último que sintió, fue algo peludo y suave muy cerca de sus pies…

-¿Daniel….? ¡Daniel! ¡¿Pero desde cuándo estás aquí, mi vida?! ¿Fue verdad entonces? – Apenas había amanecido y Mati lo estaba despertando a besos alocados. Daniel apenas se acordaba, pero unos segundos después de despertar, todo cobró orden en su cabeza, y de pronto, sintió un poco de vergüenza por lo que había hecho. – Daniel…. Pensaba que había sido un sueño, un sueño muy vívido y precioso… pero dime, ¿me hiciste el amor mientras estaba dormida?

-Eeeh…. Verás, ratón…

-¡Fue maravilloso! – Mati no necesitaba ni que contestase, y se abrazó a él, estaba realmente contenta de verle… y entonces pareció recordar algo, y puso sonrisa de apuro. – Daniel… cariñito, verás he… he hecho algo que no sé si te va a gustar.

-¿Qué ha sido? – sonrió él.

-Eeeh… he… he metido a otro en nuestra cama.

-¿¡QUÉ?!

-¡Yo no quería, de veras, sabía que te molestaría…. Pero insistió tanto y me dio tanta pena…!

-¿¡Que me MOLESTARÍA….?!

-No te enfades, por favor, está limpio y es muy silencioso, anda, dime que dejas que se quede… ¡Sólo por unos días, mientas sea pequeñito y se acostumbre a la casa, por favor….!

-…E-espera… ¿de qué estamos hablando?

Mati suspiró y metió los brazos bajo las mantas, hasta el fondo de la cama. Se oyó una especie de débil gemido de protesta y su novia sacó entre las manos un pequeño gatito negro.

-Daniel, cielo… verás… una gata callejera parió el otro día, cerca del Todo a cien, y… bueno, tenían a los gatitos en una caja, si nadie se los quedaba tendrían que matarlos y me dieron pena, así que… - Mati se apretaba el minino contra el pecho, y el animalito ronroneaba. – No podía coger a los cinco, pero sí que podía coger a uno… Le puse una cestita para que durmiese, pero se conoce que tenía miedo y se metió en la cama conmigo. Quise devolverle a la cesta, pero me dio pena y… se llama Napoleón. ¿Te gusta?

En su vida había pasado Daniel un momento de mayor miedo, pensando que Mati lo había engañado… Ahora que el miedo se había ido con la misma rapidez con la que vino, se sentía relajado como una toalla mojada. No le gustaban gran cosa los animales, pero hubiera aceptado hasta a un tigre de Malasia.

-Napoleón… - sonrió – Sí, supongo que puede…

-¡Gracias, cariño! – Mati le abrazó con una sola mano y le besó en la cara. Salió de la cama la mar de contenta, dispuesta a preparar el desayuno, y dejó al gatito sobre las mantas. El minino se estiró y miró con curiosidad a Daniel.

-Bueno… supongo que puedo compartirla contigo – dijo Daniel en voz baja – Pero no vayas a tomarte demasiadas confianzas; puedes dormir en nuestra cama, pero cuando estemos en el sofá, su regazo y sus rodillas son míos y sólo yo me pongo en ellos, ¿entendido?

Napoleón se lamió la patita, y de golpe saltó ágilmente de la cama y se dirigió a la cocina, donde se puso a rebozarse por entre las piernas de Mati, que le sonrió, hablándole en diminutivos cariñosamente. "Huuuy, qué poca vida le doy yo a éste gato…." Pensó Daniel.

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