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El colgante del Lobo (08)

en Grandes Series

- ¿Estás segura de que no quieres? De veras que no me importa dormirme más tarde....

- No, de verdad que no. Luego, cuando despiertes,.... entonces sí.

Después de comer, Lobo se caía de sueño, pero se había empeñado en darme un masaje, "para relajarme". No obstante, yo prefería posponerlo para después de la siesta, y que ahora durmiese tranquilamente. Lobo parecía sentirse un poco en deuda conmigo, a raíz de ciertos acontecimientos acaecidos en los últimos días, de los que yo, no sólo no le cargaba de la más mínima culpa, sino que le agradecía su intervención.

Las cosas habían sucedido porque, el día siguiente del "debut" de prima Alicia como "estrella del cine X", y su posterior desaparición sin rastro de la faz de la tierra (al menos por ahora), llegó a casa un nuevo vecino, que ocupó el apartamento vecino al nuestro. Lo conocí de manera casual, el mismo día de su llegada. Yo había bajado a por pan, entré en el portal, recogí el correo, y, mientras miraba por encima la publicidad, choqué con algo. Levanté la mirada y le vi. Era un hombre joven, alto, con el pelo castaño y los ojos claros, que me dedicó una amable sonrisa.

- Perdón. – dije, devolviéndole la sonrisa.

- No tiene importancia. – contestó, y tenía una bonita voz. Se me quedó mirando, y de pronto, tuve la impresión de estar delante de un tribunal de exámenes. – Es usted muy hermosa, señorita. Podría pasarme el día entero mirándola.

- ¡Qué casualidad! Eso es exactamente lo que hago yo. – La voz ronca de Lobo se oyó en la escalera, a espaldas del recién llegado. Terminó de bajarla, y se colocó junto a mí, pasándome un brazo por los hombros, y mirando con escasa simpatía al nuevo vecino, al tiempo que yo sentía un indecible alivio, mientras notaba como el rubor de mi rostro descendía.

Lobo y el nuevo vecino se miraron, como si se midieran mutuamente, los dos tenían una expresión de pocos amigos, que en Lobo quedaba acentuada por una pequeña sonrisa sarcástica, plena de codicia, mientras su brazo en mis hombros descendió hasta mi cintura, y me apretó contra él, al tiempo que yo recliné mi cabeza sobre su pecho, entornando los ojos con una dulce sonrisa,... dedicada sólo a Lobo.

- Buenos días. – dijo el nuevo a Lobo, tratando de recuperar la sonrisa amable que tenía hacía sólo unos segundos. – Me llamo Narciso, soy el nuevo vecino... – y añadió, dirigiéndose a mí - ¿Su novio?

- Mi esposo. – Cada vez me caía menos simpático aquél tipo.

- Vaya,.... siempre me precio de llegar justo a tiempo a todas partes, pero,... es posible que ésta vez haya llegado un poco tarde, aunque,... a veces llegar tarde, también es llegar a tiempo....

- También yo pienso que ha llegado usted tarde. – terció Lobo, y su voz delataba que tampoco a él le caía bien el tal Narciso. – Unos diez siglos tarde. Pero hay muchos sitios por ahí para llegar a tiempo a ellos, así que,... ¿Porqué no se va poniendo en marcha, no llegue tarde otra vez?

Narciso quiso contestar algo, pero Lobo ya había empezado a andar, y yo con él. Asegurándose que todavía nos veía, Lobo me cogió en brazos, y me besó, yo le abracé dando un suave gemido, jugando con nuestras lenguas, lamiéndonos mutuamente la boca,.... Cuando quise darme cuenta, ni siquiera recordaba que Narciso estaba allí.

Si sólo se hubiese tratado de esto, quizá no hubiera tenido más importancia, pero, como sabrán todas las mujeres que conozcan el tipo, el Narcisito dichoso era de los que creen que cuando una chica les estrella una botella en la cabeza, les grita que les odia, que la deje en paz y que no quiere volver a verles mientras viva, ellos interpretan que: "está loca por mí, pero se está haciendo la difícil". A esto hemos de sumar que Lobo estaba algo fastidiado por la idea de que mis vacaciones se acababan, y yo tenía que volver al trabajo.

Los días siguientes, los pasé esquivando por la escalera a Narciso, quien, casualmente, siempre tenía que salir o entrar cuando yo entraba o salía. Como no estaba dispuesta a encerrarme en un ascensor estrecho durante seis pisos con semejante pinta, no dejé de inventarme cuentos, como que se me había olvidado algo, o que subía por la escalera para hacer ejercicio,... Como un radar que presintiese el peligro, Lobo siempre salía en el momento oportuno, lo que hacía que Narciso hiciese mutis por el foro, pero no impedía que siguiese dando la lata. Según Lobo, el tipo estaba chuleando a otra, además. Cuando le pregunté cómo lo sabía, me explicó:

- Debe tener el teléfono muy cerca de la puerta. Le oigo hablar tres o cuatro veces al día con una chica, siempre la misma, y no deja de pedirle más pasta.

Lobo tiene un oído asombroso, y no pude dejar de preguntar:

- ¿Más pasta? ¿Porqué?

- El porqué no lo sé muy bien. No he oído nunca la conversación entera, sólo que tiene que hacer algo, y parece difícil. Siempre lo dice: "Es casi imposible, casi imposible, están pegados. Si quieres que lo haga, te va a costar más caro". Y luego dice algo de una bestia,...

Me quedé pensativa, sin saber a qué podía referirse, pero como no era asunto mío, lo olvidé. Para mi desgracia, Narciso no pareció olvidarse de mi. En dos días, podía haber ganado el premio de los plastosos: "Perdona, ¿Tienes perejil?", "He comprado unos bombones y se me ocurrió que quizá te apeteciese uno". No importaba las veces que le dijese "no, gracias", ni que no le hablase con excesiva simpatía, siempre volvía a la carga. Lobo estaba más tenso cada momento que pasaba, cada vez que sonaba el timbre, daba un bote en el sillón, y más de una vez tuve que frenarle, porque una cosa es que a mí tampoco me cayese bien, y otra que Lobo le fuese a tumbar de un bofetón, cosa a lo que parecía más que dispuesto. Pero esa misma mañana, las cosas se habían precipitado.

También recogiendo el correo, volví a encontrarle en el portal, a punto de salir cuando yo entraba.

- ¡Hola, buenos días! – dijo con su ensayada sonrisa - ¿Cómo estás?

- Bien. Perdone, pero tengo una prisa terrible.

Probablemente con toda intención, chocó de nuevo, esta vez él conmigo, y su correo y el mío cayeron al suelo. Con un suspiro impaciente, me agaché a recogerlo, al mismo tiempo que él. Al coger una carta, rozó distraídamente mi mano, y me miró a los ojos. En la misma mano, yo tenía un bofetón con el nombre "Narciso", pero la mirada de estúpida ternura que me dirigió me hizo contenerme.

- Perdóneme... – titubeó. – Pero hace tiempo que quería decirle algo,... yo... la amo...

- ¿QUÉ?

- La amo desde que la vi por primera vez, cuando chocó conmigo como hoy,... y... no quiero meterme en su vida privada, pero... no creo que ése hombre sea lo más adecuado para usted, es decir, es violento, es...

Ahora sí que me había cabreado. Me había cabreado de veras. Apreté los dientes, y le solté un revés, pero frenó mi mano cogiéndola con la suya. Traté de atizarle con la derecha, pero me frenó también. Con horror, vi que había caído en la trampa, y que su cara se acercaba peligrosamente a la mía con intención de besarme, decidí soltarle un rodillazo en la entrepierna, pero antes de reaccionar, oí en la escalera, justo a mi espalda, un rugido espantoso de animal herido.

La cara de Narciso quedó lívida de terror, cuando vio, como yo, a Lobo saltar la barandilla de la escalera, y caer de pie, entre él y yo, de espaldas a mí, y de cara a él, que me soltó como por resorte en cuanto oyó el rugido de Lobo. Éste no dijo una palabra, pero su garganta seguía produciendo el rugido, ahora bajo, lento, ronco, de amenaza. Narciso retrocedía, con el rostro desencajado de miedo, mientras Lobo avanzaba, muy lentamente, hacia él. Yo no podía ver el rostro de Lobo, pero era indudable que no debía ser nada amistoso lo que Narciso veía en él, a juzgar por el modo en que trataba de hacerle barrera con las manos y seguía caminando defensivamente, hacia atrás, al tiempo que una mancha oscura aparecía en sus pantalones, hasta llegarle casi a las rodillas. Con un rugido más fuerte, Lobo dio una dentellada al aire, y Narciso gritó y escapó corriendo tanto como podía. Lobo se irguió cuán alto era, sacando pecho, y mirando a un lado y a otro, como a la espera de que alguien más le disputase mi posesión. Yo por mi parte, no sabía porqué, pero estaba asustada,... y al mismo tiempo, orgullosa de haber elegido ser suya.

Lobo se volvió. Su rostro tenía una expresión tan feroz, que respingué del susto, pero al instante, su cara cambió, y de nuevo apareció su media sonrisa, y su mirada, entre tierna y lujuriosa, que reserva sólo para mí.

- Lo oí todo, nena. – susurró, acercándose a mí.- Sé que quisiste sacudirle por defenderme a mí. ¿No te habré asustado, verdad?

Abrazándole, tuve que admiti que por un segundo sí, me había asustado incluso a mí. Caminamos hacia el ascensor, y fundiéndonos en un beso interminable, subimos hasta el sexto. O al menos, tal fue nuestra intención, porque entre el cuarto y el quinto, el ascensor se detuvo bruscamente. No sé si he dicho que tengo pánico a las alturas y a permanecer en espacios pequeños demasiado tiempo, lo que provocó que al detenerse el ascensor, mi miedo subiese a cotas insospechadas. Lobo pulsó el botón de alarma, sin dejar de abrazarme, pero no sonó.

- ¿Porqué no suena? – pregunté aterrorizada- ¿Porqué no suena? Lobo, dime la verdad... ¿Estamos condenados? ¿Se va a soltar el ascensor, vamos a caer aquí encerrados y nos vamos a pulverizar contra el suelo? ¿Es eso lo que va a suceder? ¿Vamos a morir?

Mi voz sonaba desesperada y algo chillona, el pánico me dificultaba la respiración, y tenía ganas de llorar.

- Calma, nena. No va a pasar nada malo, te lo prometo – Lobo me apretó con fuerza entre sus brazos. – Aunque el timbre de alarma no suene, tan pronto como alguien quiera usar el ascensor, verán que no funciona, y vendrán a sacarnos.

Ya había empezado a respirar más fácilmente, cuando se fue la luz. Chillé sin poder contenerme. Lobo me abrazó fuerte, me acarició la espalda, el pelo,... no sabía que hacer para calmarme, y finalmente, me besó con fuerza. Al menos eso hizo que me callara, y le daba tiempo para pensar en algo para distraerme hasta que nos sacaran. Lobo me reclinó la cabeza contra su pecho, acariciando mi cara, mientras yo no dejaba de jadear, en medio de la más absoluta oscuridad.

- Esto me sabe mal, nena. – susurró. – Yo mismo te he asustado, y de postre, esto. Estás hecha un manojo de nervios, y nada sienta peor que eso, para cuando te calmes, estarás agotada y te dolerá todo el cuerpo.... Pero yo voy a hacer que te relajes...

Estaba tan ocupada aterrorizándome, que apenas me di cuenta que Lobo me apoyaba contra la pared, besando mi cuello, succionando lentamente, mientras sus manos, muy suavemente, comenzaron a bajar por mis hombros hasta mi pecho,... viendo la falta de reacción, decidió ser un poco más enérgico, y su boca comenzó a bajar por mi garganta, lamiendo cada punto, mientras sus manos desabrochaban mi camisa, y pellizcó mis pezones sobre la tela del sujetador. Entonces me di cuenta de lo que pretendía.

- No, Lobo,... no ahora... por favor, estoy asustada...

- ¿Y qué mejor que pensar en otra cosa para distraer el miedo? No pienses en dónde estás, nena, sólo concéntrate en lo que estás sintiendo.

Y sentía su boca, cálida y húmeda, acercarse peligrosamente a mis pezones, retirar la tela del sostén, y apresar uno de ellos, succionarlo, lamerlo con la lengua... mis pechos se pusieron duros como rocas, notando la dulce humedad de su lengua, y las caricias de sus hábiles manos. Suspiré débilmente, sin poder contenerme, y mis brazos, que hasta entonces colgaban rígidos a ambos lados de mi cuerpo, se relajaron por completo, y abrazaron a Lobo.

- Mmmmmmhhhhh.... síííí..... cálmame, Lobo,.... haz que me tranquilice,.... sííííí....

- ¿Esto es lo que necesitabas, verdad, nena? ¿Era esto lo que querías?

Lobo apretaba mis tetas, ahora con más fuerza, amasándolas entre sus manos, mientras su boca mamaba mis pezones alternativamente, tirando suavemente de ellos y pellizcándolos, arrancándome gemidos de placer que sólo al principio intenté contener. El calor dentro del ascensor iba subiendo paulatinamente, al tiempo que en mi sexo lo hacía también, como suplicando que Lobo se ocupase un poco de él. Con la sabiduría que había acumulado durante su experiencia en el colgante, mi amante notó esto, y una de sus manos inició una lenta, pero decidida bajada hacia mi entrepierna. Agarró mi falda, y empezó a subirla lentamente, acariciando mis muslos con la tela, haciéndome sufrir, sin dejar ni por un momento su trabajito en mis tetas.

- Sigue, por favor,.... aaaah... acaríciame .... ahí abajo.... por favor.....

Lobo se rió por lo bajo. Llegó por fin hasta mi sexo, y lo acarició, sólo superficialmente, sobre la suave tela de las bragas que lo cubrían. Un escalofrío de placer y deseo torturó todo mi cuerpo, y pude sentir mi humedad empapando mi ropa interior. La mano de Lobo agarró mis bragas y las bajó unos centímetros, apenas lo justo para dejar pasar su mano, que jugueteó con los rizos de mi monte de Venus, acariciando y presionando mis labios mayores,... la presión se comunicaba débil, pero deliciosamente al clítoris, mis jugos escurrían entre sus dedos, y todo mi cuerpo se contoneaba, anhelante, mecido de deseo,...

- Seguro que estás deseando que te coja el clítoris, que te folle con los dedos, que te masturbe hasta que te desmayes de gusto,.... ¿verdad que sí, nena?

- ¡Sí! Sí, por favor.... penétrame, ahoraaaa....

- Despídete nena, no lo voy a hacer.

Mi cara debió reflejar una decepción mayúscula, aunque a oscuras, difícil es averiguarlo. De cualquier modo, oí de nuevo la risa de Lobo, sentí su aliento cerca de mi boca, y su lengua acariciar mis labios entreabiertos, buscando la mía, que salió a su encuentro, y a la que acarició apasionadamente, recibiendo a cambio el mismo tratamiento,.... Yo me sentía dentro de un horno, un travieso cosquilleo recorría desde mis tobillos hasta mi cuello, como si todo mi cuerpo susurrase "quiero más,.... quiero más...." . Sin apenas darme cuenta, mis piernas aflojaron, mi cuerpo se deslizó suavemente hacia el piso del ascensor, mientras la boca de Lobo seguía el mismo recorrido, tirando de mí...

- Si quieres tener algo dentro, tendrás que hacerlo tú misma. – dijo cogiendo mi mano y lamiendo lascivamente mis dedos. – Yo voy a ocuparme de... otros menesteres.

Lobo se agachó entre mis piernas abiertas, la calidez que despedía su rostro y su aliento inundaron mi coñito deliciosamente, y creí flotar de gusto cuando sentí la punta de su lengua acariciar el prepucio de mi clítoris.

- Síííííííííííííí........ aaahhh, Lobo, síííí..... chúpalo, no pares,.....

Lobo apresó mi clítoris en su boca, succionó, cálido, húmedo,.... el placer era inmenso, tórrido, mi cuerpo no podía estarse quieto, mientras sentía oleadas de dulzura maravillosa abrasar cada centímetro de mi piel, era fantástico... Lobo agarró mi mano y la llevó a mi coñito.

- Métete los dedos, nena, ... vamos, date más placer todavía...

Como si supieran lo que tenían que hacer, mis dedos encontraron mi caliente agujerito a la primera, lo acariciaron, y se introdujeron lentamente, hasta los nudillos, para salir deslizándose suavemente después... mis jugos desbordaban, Lobo los sorbía y esparcía por mi coño y mi trasero, acariciando mi agujerito de atrás, que parecía impacientarse por tener su parte.... Lobo empujó mi mano, para que me metiese los dedos de nuevo.

- Mmmmhh..... aah.... qué bueno....

Pronto mis dedos aceleraron, entrando y saliendo desenfrenadamente de mi coñito, mientras Lobo no dejaba de chupar y lamer mi clítoris, y acariciar suavemente la entrada de mi ano,... el placer se agolpaba en mi sexo y recorría todo mi cuerpo en una intensa maravilla que me hacía retorcerme de gusto. Me penetraba fuerte con los dedos, más rápido cada vez, chapoteando en mis jugos, al tiempo que la sensación de picazón en mi culito, producida por el deseo, me atormentaba cada vez más.

- ¡Sigue, Lobo! ¡Chúpame, sííííííí! Aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh..... por favor,.... acaríciame el culo,..... por favor.......

Lobo se rió bajamente, mi clítoris en su boca parecía explotar de placer, su lengua lo lamía con desenfreno, sus labios lo apresaban, apretándolo y soltándolo alternativamente, y cada vez que lo apretaba, me parecía que me levantaba del suelo, era demencial,... sus dedos acariciaron más decididamente mi ano, mientras yo me masturbaba sin cesar, y el placer crecía, disfrutaba como una loca, mis gemidos aumentaban de tono, sin que pudiera evitarlo:

- ¡Síííí! ¡Más! ¡Aaaaaaaaaaaaahhhhh.....! ¡Más, Lobo, siguee....! Haaaaaaaaaaaaaaaahhhhhh.....

- ¿Ya estás a punto, verdad, nena? Córrete ahora, muñeca, córrete para mí.

Apenas terminó de hablar, Lobo apresó de nuevo mi clítoris, lamiéndolo con rapidez y fuerza, y mientras también mis dedos aceleraban, por fin, uno de los suyos penetró mi culo hasta el fondo. Mi cuerpo se incurvó bruscamente de placer, un intenso calambrazo de gusto atacó mi columna hasta el cuello, mis dedos me acariciaron aún con más energía, y la boca de Lobo exprimió mi clítoris. Era excesivo, el placer se cebaba en todos los puntos sensibles de mi cuerpo, ascendía y descendía desde mi sexo hasta el cuello, hasta los tobillos, mis rodillas temblaban de placer, no aguantaría mucho más,.... el placer llegaba en calambres, por todos mis agujeros, se sumaba en un gozo extremo que crecía de modo imparable, subía y al fin me hizo estallar en un orgasmo esplendoroso:

- ¡SÍ! ¡ME CORRO, SÍ! ¡AAAAAAAAAAAHHHHH....! ¡QUÉ MARAVILLAAAAAAAAAAAAAAAA! HAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH......

Lobo continuaba moviendo su dedo en círculos en mi culito, y sorbiendo mi clítoris, haciendo que me estremeciera de placer, en un orgasmo que se prolongaba más y más... no sé cómo lo hacía, pero noté como el placer aumentaba de nuevo, y sin descanso, hizo que me corriera de nuevo:

- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH.... ¡ ¡ANIMAAAAAAL.... ¡ ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ! Haaaaaaaaaaaaahhh..... qué gusto....

Lobo se reía, y no paraba de jugar conmigo, mientras yo tenía el pelo revuelto, el cuerpo empapado en sudor, y una sensación de completo bienestar me invadía, mientras el placer de mi culito, mi coño y mi clítoris ascendía y descendía. Lobo me dejaba respirar un segundo y volvía a la carga, moviendo mi mano para que me masturbase, mientras él seguía lamiendo y chupando mi clítoris, y lacerando mi culito. Quise pedirle que se detuviese, que ya era suficiente, pero demasiado tarde. Activando resortes de mi cuerpo, desconocidos para mí, pero que él parecía conocer de memoria, todo mi sexo reaccionó con energía, mi cuerpo se apoyaba sólo sobre los hombros y las puntas de los pies, y el placer atacó con furia inusitada todo mi ser, por tercera vez en aquella mañana:

- ¡AAAHHH...! ¡MÁS.... MÁS... SÍÍÍ! ¡ME VIENE, AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH.......! Haaaaaaaaaaaaahh.... mmmmmmmmmmmmhhhhh.....

Mi cuerpo se relajó mientras el tercer orgasmo estallaba en mi clítoris, coño y culo, todo a la vez... no podía creerlo. El hormigueo intenso de un placer muy fuerte se paseaba por cada punto de mi piel, me sentía tan a gusto, tan bien,... Lobo, finalmente, deslizó su dedo fuera de mi ano, con un delicioso cosquilleo, y besando mi clítoris, lo soltó también. Cogió la mano con la que yo me había masturbado e hizo ademán de limpiarla con su pañuelo, pero lo pensó mejor y la lamió, paladeando sonoramente... Mi respiración se normalizaba, mientras apenas me daba cuenta de que estaba sonriendo abiertamente, profundamente feliz.

- Hacía tiempo que no te daba tres seguidos, ¿eh, nena? ¿A que ahora te sientes mucho mejor?

Me hubiera gustado contestarle que era indecible lo bien que me sentía, pero aún no podía ni hablar, de modo que le acaricié la cara con las manos, intentando que se acercara. Lo hizo, y le besé largamente, lamí su áspero rostro sin afeitar, besándolo quedamente, hasta llegar a su oreja, cuyo lóbulo lamí suavemente, y luego lo apresé en mi boca, mamándolo voluptuosamente, entre gemidos suaves....

- Creo que intentas decirme que no lo he hecho mal del todo, ¿no? – bromeó Lobo, ayudándome a levantarme.

De pronto, el ascensor dio una especie de sacudida, se puso en marcha y volvió la luz. Bajábamos... pero apenas nos dábamos cuenta, fundidos de nuevo en un beso delicioso, las manos de Lobo recorrían todo mi cuerpo, y una de las mías, tímidamente primero, se acercó a su entrepierna, y se detuvo, dubitativa. Lobo, sin dejar de acariciar mi lengua con la suya, cogió mi mano y la deslizó sobre su pantalón, hasta el bulto que había bajo él, y del que tan poco nos habíamos ocupado, y lo froté, provocando un escalofrío en mi amante, al tiempo que se abrían las puertas del ascensor.

- ¡Ajajáááááááááá! Mira quiénes están aquí, claro si no podían ser otros. – Era el vecino pesado. No Narciso, sino el viejales que vive debajo de nosotros, y se queja del "jaleo obsceno" que montamos. – Claro, a ellos, ¿qué más les da que un hombre mayor como yo tenga que esperar el ascensor media hora? ¡Ellos se lo están pasando en grande, y ya está! ¡Y a los demás, que nos parta un rayo! ¡¿Me oyen?! – Creo que lo que más le molestaba es que Lobo y yo ni siquiera le mirábamos, continuábamos besándonos, y yo frotaba el bulto del pantalón de Lobo, sintiendo, encantada, su tórrida temperatura, y cómo crecía y se ponía como una piedra bajo el efecto de mis caricias... - ¡Esto es el colmo! Pero qué guarros.... bien... ¿baja?

- No señor, sube... – bromeó Lobo, con una sonrisa lasciva en la cara, mientras apretaba el botón de subida. – Y no vea.... cómo sube...

- ¡Pero oiga...! Que el ascensor... ¡Oigaaaaa....!

Al vecino sólo le faltaba patalear cuando el ascensor se cerró ante sus irritadas narices y se largó. Le oímos gritar algo acerca de la próxima reunión de vecinos, mientras subíamos a casa. Una vez en casa, estuve a punto de pescar a Lobo del cinturón y arrancarle los pantalones, pero Lobo dijo que ni hablar de eso, que se moría de hambre, pero de la del estómago, no la otra, y que antes de nada, quería comer. Me fastidiaba alegremente que hiciese eso, porque me dio la oportunidad de andar intentando meterle mano por toda la casa. Si hace solamente dos semanas alguien me hubiera dicho que yo, yo, iría persiguiendo a un hombre intentando meterle mano, me hubiera reído en la cara de quien fuese, pero ahí estaba. Después de comer y meter los platos en el lavavajillas, fuimos al sofá-cama de la terraza a echarnos la siesta, y Lobo me propuso darme un buen masaje antes de dormir. Yo sabía que el hecho de haberme asustado a mí también, aunque hubiera sido sin querer, seguía pesando en su conciencia, pero sabía también que estaba deseando echarse, y lo pospuse. Y en ésas estábamos.

Lobo se recostó junto a mí, y casi al instante se durmió, y lo mismo hice yo. Los tres orgasmos del ascensor me habían dejado como si me hubiera tomado un camión-cisterna de tila.

Cuando desperté, me pareció que había dormido una eternidad, pero al mirar el reloj vi que había pasado poco más de una hora, pero, como era invierno, estaba anocheciendo ya. Miré cómo el cielo de la tarde se ponía amarillo, y luego muy dorado.... Lobo roncó suavemente, sin despertarse. No pude evitar pensar que le debía un polvazo descomunal, después de la sesión de por la mañana, al tiempo que me pregunté qué estaría soñando.

- Te quiero, Lobo. – susurré, y me incliné para besarle suavemente la nariz.

Lobo dio una especie de ronquido, como si se riera, y sonrió. De pronto me pareció que algo se movía en la cama, miré y vi.... Vaya, vaya, vaya. Mira por donde, sí sabía lo que estaba soñando. O al menos, podía imaginarlo. Sin duda tenía que ser algo no apto para menores, pues, ¿qué otra cosa podía producirle la asombrosa erección que se hacía patente, aún bajo las mantas? Lobo sonreía en sueños, y de pronto, me vino una idea muy divertida... ¿porqué no...?

No lo pensé dos veces. Con mucho cuidado, para que no despertara, retiré las mantas lateralmente, hasta descubrir su enorme miembro, que se alzaba para mí. Lobo dormía sólo con los bermudas, que, como unos calzoncillos, tienen abertura para hacer pis, así que apenas hice a un lado la tela,.... y allí estaba. Lo miré, sonriendo traviesa, mientras me relamía. Miré a Lobo. Sonreía, dormido como un tronco. Esperaba que no se despertase enseguida, me resultaba deliciosamente perverso aprovecharme de su sueño.

Acerqué mi boca a su pene, y besé fugazmente la punta. De inmediato, su gran miembro pareció crecer más aún, y Lobo pareció notarlo en sueños, a juzgar por un ronquido que parecía una débil risita. Le hice una suave caricia con la lengua, desde la base a la punta, y recogí en mi lengua la primera gota, al tiempo que Lobo se estremecía dormido. Lentamente, con cuidado, eché hacia atrás la piel de su verga para descubrir la sonrosada cabeza, húmeda, brillante, .... sin poder contener un "mmmmmhhhhh....", lo aprisioné con mi boca, lamiéndolo con toda suavidad, mientras acariciaba el tronco delicadamente, y la respiración de Lobo, aún dormido, comenzaba a acelerar.

"Creo que le gusta", pensé, separando mi boca del glande y lamiendo su polla en toda su extensión. No dejaba de mirarle de reojo. Lobo sonreía, se estremecía, sus manos se cerraban sobre las mantas, pero no despertaba. Con todo el cuidado del mundo, metí la mano en la abertura de los bermudas, y le acaricié suavemente los testículos, besándolos y lamiéndolos al mismo tiempo, mientras con la otra mano, acariciaba la sensible punta de su verga. Lobo, preso de un escalofrío, soltó un "mmmmmmhhhhhh....". Yo trataba de contener la risa, y las ganas de masturbarle más intensamente, o mejor aún, de montarle. Pero si quería hacerlo sin que se despertase, tenía que ser así.

Con la punta de la lengua lamí de nuevo el glande, cuyo calor aumentaba con rapidez. Quizá era porque estaba dormido, pero me parecía que no iba a aguantar mucho más, de modo que de nuevo lo abracé entre mis labios, y empecé a chuparlo, arriba y abajo, suave, pero intensamente, mientras mis dedos húmedos buscaban su agujerito trasero, y el tórax de Lobo subía y bajaba a golpes. Mi lengua se paseaba por el tronco de su polla, la punta se frotaba contra mi paladar, y me parecía extrañamente enorme... no sabía porqué, pero últimamente, su polla parecía haber crecido, serían impresiones mías. Lobo, dormido aún, boqueaba en busca de aire. Con la lengua froté, en lamidas rápidas y fuertes la punta de su polla, apretándola entre mis labios, y penetré ligeramente su culito. El cuerpo de Lobo se tensó, mis dedos y lengua apretaron y aceleraron aún más, dormido todavía, Lobo gimió:

- Mmmmhhh... Mmmmmmmmmmmmmmmmhh... ¡Mmmaaaaaahhhh.... ¡

Lobo despertó por su propio gemido de gusto, al tiempo que una potente descarga de semen inundó mi boca. Tragué, sonriendo golosamente, mirando a los ojos a Lobo, que parecía sorprendido,.... agradablemente sorprendido.

- Hola, querido. Buen despertar. – No pude evitar pensar que quizá no había sido tan romántico como "La Bella Durmiente", pero sí mucho más divertido...

- Nena.... ¿Sabes que estaba soñando que hacías exactamente lo que estabas haciendo? – sonrió, acariciándome para que me acercara – Te has aprovechado de mi sueño, violadora,... vas a tener que pagar por esto,...

Lobo tenía una expresión muy parecida a la que había visto en la escalera y que me había asustado. Aunque ahora más que miedo, sentía curiosidad, eso no significaba que fuese a ponerle las cosas fáciles...

- Bueno... si quieres hacerme pagar, adelante, pero primero tendrás que cazarme.

Salté de la cama y corrí a la puerta de la terraza, pero antes de abrirla, Lobo me alcanzó de un solo salto, me agarró y me cogió las manos en la espalda, riendo ferozmente.

- La próxima vez que quieras jugar conmigo al "que te pillo", recuérdame que te dé al menos un minuto de ventaja.

Lobo cogió una sábana de la cama y me ató las manos a la espalda con un extremo de la misma, mientras lamía mi cuello. Me recostó contra la pared, pasando el otro extremo de la sábana por entre mis piernas, y con la mano empezó a frotar despiadadamente mi coñito, lamiendo mi rostro y mi cuello, el vaho de su respiración y la calidez de su lengua encendían mi deseo, sus dedos se empaparon en mi humedad, rozaron suavemente mi clítoris, y lo apresaron, pellizcándolo, haciéndome suspirar de placer.... De pronto, Lobo se detuvo.

- ¡Será...! Ya lo tengo...

- Mmmhh... y tanto que lo tienes, Lobo, ... no te pares....

- ¿Eh? ¡No, nena, no me refiero a eso! Eso ya sé que lo tengo... pero ahora lo que tengo es otra cosa. Dita, preciosa,... perdóname por dejarte así, lo siento de veras, porque yo también quiero,... Pero esto es más urgente. Perdóname por esto.... y por lo que voy a hacer ahora.

- ¿Qué vas a hacer?

Lobo se había apartado, aflojándome la sábana que me aprisionaba las manos, y comenzó a vestirse.

- Error. Que vamos a hacer. Ven aquí.

Lobo me susurró al oído la conclusión a la que había llegado, y lo que se le había ocurrido a él. En principio apenas podía creerlo, pero luego... acepté encantada.

 

- ¡ZORRA!

- ¡GÁNGSTER!

Un sonoro bofetón atronó las paredes de mi apartamento, seguido por el golpe sordo que produce un puñetazo en el estómago, y después, unos sollozos estruendosos.

- ¡ESTE ES EL PAGO QUE LE DAN A UNA! ¡ANIMAL! ¡ME TIENES HARTA, NO VALES PARA NADA!

- ¡TÚ SÍ QUE NO VALES PARA NADA! ¡NI PARA LA CAMA SIQUIERA, ADEMÁS DE ZORRA, FRÍGIDA!

- ¡SEGURO QUE CON OTRO NO TENDRÍA PROBLEMAS EN LA CAMA!

- ¡ZORRA!

- ¡CHULO DE TASCA!

Otro sonoro bofetón, y la puerta de mi piso se abrió bruscamente, puerta por la que Lobo salió a empujones que yo misma le daba.

- ¡LARGO DE AQUÍ! ¡VETE DE MI CASA, GANDUL! ¡BÚSCATE OTRA PARA QUE TE MANTENGA!

- ¡TE LO ADVIERTO, NIÑA! ¡SI ME MARCHO AHORA, NO ME VUELVES A VER EL PELO!

- ¡ES PRECISAMENTE LO QUE QUIERO, CRETINO HARAGÁN! ¡DESAPARECE DE MI VIDA!

Con todo el jaleo que estábamos montando, sólo era cuestión de tiempo que el querido Narciso asomara la nariz, como efectivamente hizo.

- Es por esto por lo que me echas de casa, ¿verdad? – dijo Lobo, furioso, señalándole - ¿ES POR ESTO? Maldita zorrupia,...

- ¡ÉL NO TIENE NADA QUE VER CON ESTO! ¡TE LARGO PORQUE NO ESTOY DISPUESTA A CONSENTIR QUE ROBES MI DINERO!

-¡MÉTETE POR EL CULO TU COCHINO DINERO! PERO TE PREVENGO: ¡TÚ ERES MÍA, Y SOLAMENTE MÍA! SI ME ENTERO QUE TE VAS CON OTRO, Y ME ENTERARÉ SI SE TE OCURRE HACERLO, ¡VUELVO Y OS MATO A LOS DOS! ¡A LOS DOS! ¿ME HAS OÍDO? PRIMERO DESTRIPO A TU AMIGUITO, SEA EL QUE SEA, ¡Y LUEGO TE DESCERRAJO UN TIRO! ¿LO HAS ENTENDIDO BIEN?

- ¡LÁRGATE, MALDITO LOCO! ¡TÍRATE POR EL VIADUCTO, Y DÉJAME EN PAAAAZ!

- ¡EN LA PAZ ETERNA TE VOY A DEJAR SI TE VEO CON OTRO!

- ¡MUÉRETE!

- ¡ZORRA!

- ¡GÁNGSTER!

Lobo nos echó una mirada envenenada llena de odio, y salió por la puerta de la escalera dando tal portazo que el cristal tembló. Yo me cubrí la cara con las manos, y me dejé caer de rodillas, sollozando. Narciso se acercó a mí, cautelosamente, y lentamente se arrodilló junto a mí.

- ¿Está bien? – preguntó.

Ganas me dieron de contestarle, "¡¿a ti qué te parece, retrasado mental?!", pero me contuve.

- Yo... – sollocé- ... yo le quería... ¿Porqué? ¿porqué me ha hecho esto?

Levanté hacia él mi rostro, anegado en lágrimas, y con la mejilla derecha muy enrojecida... imagino que debía dar lástima.

- ¿Quiere que llame a alguien de su familia? ¿Puedo hacer algo por usted?

- No, déjelo... y además, ya ... ya le ha oído... Si él imagina... hah... que hay algo entre usted y yo... rabiará como un animal... es muy capaz de matar... ¡Oh, tengo miedo!

- ¡Vamos, vamos! No se ponga usted así, ya verá como todo se arregla. ¿Porqué no pasa y se toma conmigo un café? Creo que ahora necesita no estar sola. Ande, pase, y cuénteme todo lo que ha sucedido.

Mi rostro tomó expresión de terror.

- ¡Si él viene y me descubre en su casa, nos matará a los dos! ¡Ya le ha oído! Cuando se enfada, no hay quien le frene, ¡Es un tipo terrible!

- No se asuste. Yo no le tengo ningún miedo, no puede ir matando gente así como así. Además, yo tengo un primo policía. Si usted quiere, puedo avisarle, y que mande alguien aquí esta noche...

- No, gracias... pero sí creo que me tomaré ése café...

Sonreí, y Narciso me devolvió la sonrisa. Me ayudó a levantarme y entramos en su casa. Tenía el piso muy bien arreglado, coquetón, lleno de plantas y con poca luz. Daba cierto ambiente caribeño, muy sugestivo. No pude evitar preguntarme a cuántas chicas habría prodigado sus "consuelos" en medio de aquél microclima tropical.

- Por favor, siéntese. – dijo, señalando un silloncito biplaza tapizado en color melocotón.

Me senté, y Narciso hizo lo propio, junto a mí. Quizá se sentó algo más de cerca de que lo hubieran permitido las circunstancias, pero no sólo lo pasé por alto, sino que yo misma me arrimé a él un poco más.

- Y dígame... – Narciso hablaba con tono confidencial. - ¿Qué ha sucedido? Usted y su esposo parecían llevarse muy bien...

- Pero usted tenía razón sobre él. Es un hombre tempestuoso, temperamental... violento. No hay modo de saber cómo va a reaccionar, él... ¡oh, cielos, es tan impetuoso! Pero ésta ha sido la última vez que me sacude. Lo juro.

- ¿Él la pega frecuentemente?

- No... sólo... sólo es la segunda vez. Y sólo ha sido un bofetón,... además, yo le he devuelto el golpe.... pero es tan celoso....

- ¿Celoso?

- Él piensa constantemente que le voy a abandonar por otro... ser un poco celoso es normal, pero en su caso, pronto va a necesitar ayuda psiquiátrica.

- Lo sospechaba. Me di cuenta antes, en la escalera,... Sólo un celoso compulsivo con crisis de violencia hubiera reaccionado de semejante modo. Pero... ¿Y lo del dinero?

- Bueno... él no trabaja. Es fotógrafo artístico por libre. Hace fotos de lo que él considera que es arte, y luego trata de colocarlo por ahí. No es fácil. No vende mucho, y generalmente no lo pagan bien. Le he sugerido que ponga una tienda de fotografía, o que trate de contratarse en una, pero no hay manera. No es un hombre que se atenga a horarios. Quiere hacer siempre lo que da la gana, no quiere tener que obedecer a nadie, ni tener que estar todos los días en un sitio determinado, a una hora determinada.... No sé, no sé que hacer con él...

- Exactamente lo que ha hecho ¡Echarlo! – Narciso me cogió la mano con esa mirada de estúpida ternura que indudablemente debía darle buenos resultados, a juzgar por la frecuencia con que la usaba. – Entiendo que todo esto le resultará muy duro ahora, pero.... con el tiempo se dará cuenta que ha sido lo mejor para usted.

- Es usted muy bueno, Narciso. – dije con tono de huerfanita desamparada, mientras le acercaba la otra mano para que las cogiese entre las suyas, lo que le faltó tiempo para hacer.

- Por favor, tutéeme. – y se acercó aún un poco más, de modo que nuestras rodillas quedaron juntas.

- Sólo si tú lo haces también. – Nos sonreímos, pero al instante mi semblante cambió, dando lugar a la preocupación.- Y ahora,.. ¿Qué voy a hacer? Seguro que vuelve esta noche, a las tantas, y bebido. Y como yo soy tan así,.... y le quiero tanto,...

- ¡Eso ni hablar! Esta noche, te puedes quedar aquí. Tengo dos habitaciones libres, coge la que quieras. Y si ése... si a tu marido se le ocurre presentarse, llamaré a la policía, y tendrá que dejar de molestarte.

- ¡Oh, Narciso, qué amable eres! Pero no quisiera ser una molestia...

- ¡Por favor, qué va a ser molestia! Siempre es un placer ayudarte... Pero qué torpe soy, te prometí un café.

Rápidamente preparó café en dos tazas, en la cocina. Cuando volvió, con el café humeante, le sonreí nuevamente y vi su móvil sobre la mesa. Era un modelo pequeñito, muy mono. Lo miré y miré de nuevo a Narciso.

- Si después de mañana, tuviese que irme a algún sitio, o... me gustaría poder comunicarme contigo de algún modo...

Narciso tenía en la cara una clara sonrisa de victoria, cogió su móvil y me dio su teléfono, número que yo repetí en voz alta, me apunté en un papelito, y lo guardé. Un golpecito en el oído me indicó que todo estaba perfecto por ahora. Narciso continuó hablando conmigo de Lobo, diciendo que yo me merecía algo mucho mejor que un hombre que se me había atrevido a darme un bofetón, que él me comprendía, que era mi amigo y que iba a estar conmigo siempre que yo le necesitara. Yo asentía con la cabeza, dando muestras de total sumisión, haciendo girar la taza de café entre mis manos, mientras él bebía, animándome a hacer lo mismo, y por fin, sonó su móvil. Narciso cogió la llamada, pero nadie contestó, y colgó como si tal cosa.

- Esto me recuerda que tengo que hacer una llamada urgente. ¿No te importa si te dejo unos minutos?

- Por favor, no te preocupes por mí, vete tranquilo.

Narciso cogió el móvil y se fue a la cocina, que está junto a la puerta de entrada. Por eso Lobo le había oído, lo que era una suerte... y gracias a eso, también lo oíamos ahora. Gracias a la inestimable ayuda de uno de los amigos de Lobo, el que organizó lo de prima Alicia, ahora yo tenía un diminuto emisor-receptor en el oído, gracias al cual, Lobo había oído toda la conversación, incluido el número de móvil de Narciso. La llamada muda había sido hecha por Lobo y sus amigos, y al descolgarla, Narciso había "permitido" que su línea fuese pinchada, así que ahora, Lobo, su amigo, y yo misma, por mi emisor-receptor, estábamos asistiendo al emocionante episodio radiado de "Conspiración en la sombra" de ésta noche.

- Como lo oyes, han discutido, y la tengo aquí, en mi casa. Creo que la he convencido para que se quede a dormir... está en sus horas bajas. – decía Narciso, dándose importancia. – De esta noche no pasa. No tengo más que darla palique y convencerla de que soy el hombre de sus sueños, y en su estado no será muy difícil. Pero .... su amiguito puede complicarme las cosas.

- ¿Qué quieres decir? – Un escalofrío de indignación recorrió todo mi cuerpo cuando reconocí la voz de la mujer que le hablaba. Lobo tenía razón. Mi querida prima Alicia estaba detrás de todo esto. – Si pretendes que suelte más pasta, ya lo puedes olvi...

- Oye, ése tío dice que me va a matar, y, sinceramente, parece muy capaz de ello. Y aunque no lo haga, si me de un golpe en la cara, ¿qué hago yo, eh? Un moratón o una cicatriz en el cuerpo, mal que bien, se pueden ocultar, pero en la cara no. Si me lastima el rostro, ninguna mujer volverá a pagar por él. Necesito un seguro, compréndelo.

- ¡Ya te he pagado tres veces el trabajo completo, y aún no hay resultados!

- ¿No te he dicho que está en mi casa, que han discutido porque a él le ha entrado un ataque de celos por mí, y que de ésta noche no pasa que me la tire? ¿Eso son o no son resultados? Dentro de una semanita o dos, discutimos como me dijiste, la echo de casa,..

- Después de asegurarte de que haya vendido la suya.

- Después de eso, no lo olvido. Ya sé que quieres verla en la calle. Y en medio de una profunda depresión amorosa, apareces tú para darle la puntilla y decirle que todo lo has planeado tú. Lo sé muy bien, pero,... te va a costar .... el doble.

- Ya te he pagado el triple. – La voz de Alicia rebosaba de furia contenida.

- Pues con esto hará ya el quíntuplo. Pero por menos, no muevo un dedo. Y menos, la polla.

- .... De acuerdo. Al término....

- Ahora. Ahora, o salgo y le cuento a la maría magdalena que tengo en mi salón todo el interés que cierta persona tiene en ella... ¿Te decides?

- ¡De acuerdo! Ten mi número de cuenta y la clave, pero no se te ocurra transferir un céntimo de más. ¿Lo oyes?

- Por favor... ¿ésa opinión tienes de mí? Yo me prostituyo, pero soy honrado.

Acto seguido, Alicia le dio su número de cuenta bancaria, y la clave para acceder a ella. Y Lobo tomando buena nota de todo... aquello parecía incluso demasiado bueno para ser verdad. Seguí escuchando.

- Espero que sea verdad, y que no pase de ésta noche. – Insistió Alicia, autoritaria.

- Tranquila. Le he puesto unos "polvitos mágicos" en el café. Dentro de nada, estará como si se hubiera bebido un litro de coñac, después seré yo quien le eche un polvito de los míos, y luego a dormir, como los niños buenos.

Horrorizada, miré la taza de café. Casi al instante, sonó la puerta de la cocina, y los pasos de Narciso por el pasillo, hasta el salón, donde yo estaba, medio reclinada sobre el sofá, con la mirada algo perdida. Sus ojos, como distraídamente, se posaron en la taza de café, llena sólo hasta la mitad, y sonrió.

- ¡Hip! ... Creo que estoy... algo mareada... – yo tenía la visión desenfocada, y apenas era dueña de mis movimientos. - Si no... te molesta... me parece.. ¡hip! Me... parece que preferiría... tumbarme...

Narciso parecía en el colmo de la victoria. Dijo que desde luego, desde luego. Se apuró de un sorbo su café, y tomándome de la cintura, me ayudó a levantarme. Yo me bamboleaba de un lado a otro, riéndome de mi propia torpeza, incapaz de controlar mi propio cuerpo. Narciso me llevó, con algo de dificultad, al dormitorio, y me tumbó sobre la cama. Yo no dejaba de reír tontamente, y le hice señas para que se acercara. Ni que decir tiene que obedeció de inmediato.

- Eres tan hermosa... eres maravillosa... – decía, besándome el cuello, tirando hacia abajo de los tirantes de mi vestido. Yo apenas me resistía, reía con risa floja, tratando de quitarle su chaqueta a él. De pronto, Narciso alzó la cabeza para mirarme. Parpadeaba como si no viera bien, como si le costase reconocer dónde estaba. Sin pensarlo, pegué mi boca a la suya, besándole con fuerza. Antes de soltarle, estaba ya dormido como un lirón.

- Te ha costado más de lo que yo pensaba. Ya me lo estabas haciendo pasar mal.

Nunca como entonces me alegré de detestar el café. De haber sido leche, o chocolate, sin duda lo habría probado. Había sido una idea estupenda vaciar parte de la taza en el macetón de junto al sofá, pero había sido mejor idea aún, cambiar mi taza por la suya, y fingir los efectos del sedante.

Llamaron a la puerta y corrí a abrir. Era Lobo, venía con otro hombre al que yo no conocía que llevaba un ordenador portátil, y traían a Alicia, que parecía desmayada.

- ¿Dita, la mujer de Lobo? – Preguntó el hombre, un tipo alto, moreno, de pelo corto, ojos marrones y rostro amable. – Soy Raúl, el amigo de Lobo. Un placer.

- Raúl... – Lobo sonreía con aire impaciente - Puedo suponer que.. ¿te ocupas tú?

- Desde luego. – dirigiéndose a mí, sonrió, y dijo – Lobo me contó que esta tarde, antes de todo esto, dejaron ustedes.... ehh.. un .. asunto pendiente, que desea rematar con usted. Pueden irse tranquilos, yo me encargo de todo. Por cierto, Dita... Lo ha hecho usted muy bien.

Sonreí y le dí las gracias, al tiempo que Lobo, con su sonrisa de lujuria, me cogió de la mano, y me sacó de allí, me cogió en brazos y entramos en casa. Lobo cerró la puerta con el pie. Ya todo me importaba un pimiento. Alicia, Narciso, su abortada conspiración,... lo único que me importaba era Lobo.

- Nena... debo advertirte que ésta es la última noche de luna llena del ciclo. En éstas noches yo me pongo... un poco bestia. Te lo digo por si en algún momento, hago algo que no te guste, que sepas porqué es... y si hago algo que no te guste, dímelo enseguida.

Pero yo apenas le oía. ¿Cómo iba a hacer algo que no me gustase?

- Lobo, haz de mí lo que quieras.

Lobo sonrió. Tenía un aspecto feroz. Se retiró de mi lado, y apagó las luces de la casa. Todo estaba a oscuras. Oí sus pasos alejarse del salón, donde yo estaba de pie. No oí nada más. Debió pasar más de un minuto, y yo empezaba a impacientarme, pues no oía pasos, ni ruido, ni nada. Por un momento, llegué incluso a dudar que, aparte de mí, hubiera alguien en el apartamento.

- ¿Lobo...? – Sólo el silencio me respondió. - ¿Lobo,... estás ahí?

No sabía porqué, pero estaba empezando a asustarme. Era demasiada oscuridad, demasiado silencio. Con las manos levantadas, me dirigí a la pared, tanteando para encontrar el interruptor. Noté algo a mis espaldas, me volví. Nada. Una respiración agitada parecía cerca de mí, pero no podía tocar nada. Algo agarró mi vestido y tiró con fuerza, un sonido cortó el aire, y parte de mi vestido despareció.

- ¿Qué...? – cogí la tela del vestido, y al tacto comprobé que no era un desgarrón, sino un corte limpio, como lo haría una navaja muy afilada. Traté de dar un paso, pero de nuevo el mismo sonido que cortó el aire, y uno de mis tirantes se soltó. Antes de un segundo, también el otro se cortó, y mi vestido cayó al suelo. Debajo, sólo llevaba el tanga de color rojo, e inconscientemente, me cubrí el pecho con los brazos.

- Lobo, ¿dónde estás? – pregunté de nuevo.- Por favor, sal....

Me pareció oír una risa ahogada, y al instante, alguien me agarró por detrás, me empujó contra la pared, inmovilizando mis brazos, en medio de un rugido animal. De sobra sabía que era Lobo, pero aún así, no pude evitar gritar del susto.

- Me encanta asustarte nena... lo siento, pero darte miedo me excita muchísimo... ¿Lo notas?

Frotándose contra mi culito, podía notar su gran verga, excitada hasta el extremo. Lobo me agarraba las manos a la espalda, y con la otra me apretaba las nalgas, cada vez más abajo, buscando mi coñito, que ya empezaba a excitarse,... Pero antes incluso de tocarlo, Noté como mis muñecas eran apresadas por algo que parecía tela. Era la sábana, cuyo extremo colgaba a mi espalda. Lobo me levantó de la cintura, y me llevó de nuevo al centro de salón.

- Siéntate. – Dijo, colocando su mano en mi hombro y presionando hacia abajo.

Me senté, medio de rodillas, sobre la alfombra color canela. Oí el rascado de una cerilla, y la luz de una vela hirió mis ojos. Pude ver a Lobo, desnudo y descalzo, de pie, frente a mí. Me miraba con ojos ávidos, y comenzó a dar vueltas, muy despacio, a mi alrededor, como un animal carnívoro le haría el cerco a una presa que sabe que no tiene escapatoria. Yo le seguía con los ojos, mirando con los labios entreabiertos su boca, curvada en una sonrisa pérfida,... y su polla erecta, a la altura exacta para ser besada.

- La quieres, ¿verdad, nena? – susurró Lobo, acercando su polla a mi boca, pero no lo bastante cerca para que pudiese pescarla.- Te gustaría sentirla... en tu boca, apresarla con tus labios húmedos, darla vueltas en tu boca, hacer que me derrita de placer, ... tenerme a tu merced gracias a ello,... ¿te gustaría, verdad que sí?

Podía notar el calor que exhalaba su gran miembro, a sólo unos centímetros de mi hambrienta boca. Intenté sacar la lengua para lamerlo al menos, pero Lobo me echó hacia atrás la cabeza con la mano. Emití un gemido desmayado, lastimero, y miré a Lobo, casi rogándole que me permitiera darle placer. Lobo sonrió y se agachó frente a mí. Lamió mis labios y me besó, largamente,... oí un ruido de rasgado, y supe que había destrozado con las manos el tanga que aún cubría mi coñito. Arrojó por ahí el despojo, y noté que metía la tela de la sábana por entre mis nalgas y mis piernas. La enrolló, tratando de hacerla más fina, y tiró suavemente de ella.

- ¡Ah! – el cosquilleo que me subió por el sexo de golpe, me sorprendió... y me gustó. – Ay....mmhh...

Lobo se puso en pie de nuevo, con la tela en las manos, tirando y aflojando suavemente, excitando mi sexo con el frotamiento de la tela,... un placer cálido y dulce se extendió suavemente por mi intimidad, para expandirse lentamente por todo mi cuerpo. Cerré los ojos de gusto, suspirando bajamente, sintiendo la tira de tela enrollada frotar mi culito y mi coño a la vez en su recorrido...

- Aaaaaaaaaaahhh... me gusta.... me gusta, pero,... quisiera chuparte... – miré su polla con expresión golosa – por favor,... por favor, déjame besarlo... mmhhhhh....

Lobo no contestó. Sonrió... y pegó un brusco tirón a la sábana, que me hizo gritar y estuvo a punto de tirarme de espaldas. Oh, cielos... la tela se me clavaba, me atravesaba la carne, me parecía que me iba a rajar por dentro, ... pero me gustaba. Mi humedad empapó muy pronto la sábana, el placer me hacía tiritar de arriba abajo, mientras la tela laceraba sin piedad mi culito y atravesaba mi coño, oprimía y frotaba mi clítoris,... Lobo reía bajamente, tirando cruelmente de la sábana, haciendo que se clavase aún más, ... y cometió el terrible error de acercarse un poco más. Me faltó tiempo para lanzarme a por su polla, como si en ello me fuera la vida.

- ¡No! – Lobo trató de apartarse, casi con temor, pero ya era demasiado tarde. – Nena, no... no deberías... Dita, no...

Lobo seguía tirando de la sábana, quizá con la esperanza de que yo me centrase en mi placer y me olvidase de él, pero yo no estaba dispuesta a cejar. Apresé el sensible glande entre mis labios. Lo notaba húmedo, palpitante y rebosante de vida. Lo acaricié con la lengua, dándole lengüetazos a toda velocidad, Lobo se fundía en suspiros de gusto, mientras mi coñito temblaba de placer, cada roce de la sábana me hacía ver las estrellas de gozo, el vaho de mis suspiros acariciaba la punta de la polla de Lobo casi con tanta rapidez como mi lengua. Levanté la cabeza para mirar a Lobo a los ojos, quería ver cómo gozaba, quería que me mirase mientras le daba placer.

- No, por favor... – Lobo parecía estar haciendo esfuerzos tremendos para contenerse, aunque yo no entendía porqué.

- Mmmhhhh... ¿No te gusta, Lobo? – pregunte, algo preocupada. – Mmmmhhh... ¿no lo hago bien? Mmmmmhhh....

Lobo abrió los ojos, sorprendido, me vio con su gran miembro dentro de mi boca, mirándole a los ojos, y volvió a cerrarlos de inmediato, como enfadado consigo mismo por haber mirado.

- Si lo hace bien... mmhh... – Lobo se mordía los labios, sin dejar de tirar de la sábana, torturando mi coñito. – Me pregunta... aahh... me pregunta si lo hace bien... Dita... el problema no es ... mmhh... que no lo hagas bien... sino que... diablo.... lo haces demasiado bien....

- Mmmmmmmmmmmmmhhhhhhh.... ¿y eso es malo? Mmmmmmmmmmmmhhhh.....

- Esta noche, sí.... por favor, paraaa.... – Lobo ya no aguantaba más, su orgasmo era inminente – No... no continúes... aahhh... te arrepentirás... mmhh...

Más me iba a arrepentir si no continuaba lo que había empezado, no tenía cuajo para dejarle a media sesión. Notaba su polla crecer en mi boca, la lamí con más fuerza, también ahora parecía mayor que de costumbre. La solté por un momento, estaba de color escarlata, brillante, húmeda, tentadora... Nuevamente la apresé, metí cuanto pude en mi boca, casi hasta la garganta, y subí, apreté en la punta, lamiendo cada centímetro, fuerte, rápido,...

- No... no... ¡aahhhh....! – Una poderosa descarga de semen hirviente inundó mi boca y la desbordó. Aunque tragué con rapidez, parecía no tener fin, tragué tres veces, y aún así, Lobo continuaba goteando. Con pequeñas caricias con la lengua, recogí el goteo de su enorme verga.

- No entiendo porqué no querías que te... – levanté la cara para mirar a Lobo, y mi voz murió en mi garganta.

- Bien, nena... tú lo has querido.

Lobo tenía los brazos cruzados sobre el velludo pecho, y una expresión de malicia infinita en el rostro. Sonrió, y sus dientes blancos recordaban a los de una fiera. Era una sonrisa peligrosa, de haber podido, habría salido corriendo, pero Lobo ya se había agachado junto a mí, lentamente, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo y supiese, como sabía, que yo no iba a escapar...quizá ni aunque hubiese podido. Pero traté de retirarme un poco, sin dejar de mirarle.

- Lobo... cariño... ¿te encuentras bien?

- Extraordinariamente bien... pero no tanto como te vas a encontrar tú dentro de un par de minutos. Prepárate, nena... uno de los dos va a pedir piedad esta noche, y no creo que sea yo...

Con un rugido profundo, Lobo se me echó encima, me hizo encogerme, para pasar mis manos atadas por detrás de mis piernas y tenerlas al frente, acomodó la sábana de nuevo, esta vez pasando por mi coñito solamente, y de un empujón, me lanzó hacia delante, apoyando mi cabeza en el suelo, con el culito expuesto hacia él. Me agarró de los muslos, y tiró de mí hacia atrás, para acercar mi cuerpo al suyo. Todo fue en menos de un segundo, de forma casi brutal, mi corazón estaba como una bomba, y mi deseo me hacía gritar de impaciencia.

- ¡Sí! ¡Viólame, Lobo! ¡Taládrame! ¡¿Qué esperas?!

No se lo hizo repetir, frotó su mano con fuerza contra mi culo, empapado de jugos, y de golpe, me ensartó su gran polla por detrás. Ahogué un grito. La sentía enorme, tórrida, me quemaba por dentro, escocía,... de inmediato mi cuerpo quedó bañado en sudor, Lobo me agarró de las tetas y apretó con fuerza, y con la otra mano, tiró de nuevo de la sábana para frotar mi coñito a la vez.

- Siéntela, nena... ¿qué te parece?

Pero yo apenas podía hablar, sentía cómo mi ano se contraía y relajaba, tratando de adaptarse al tamaño del invasor,... no entendía porqué sucedía esto, no era la primera vez que lo hacíamos así... Sin embargo, tensé con más fuerza los músculos de mi culo, al tiempo que Lobo bombeaba, decidida a disfrutar... Mi culito se partía en dos, el dolor y el placer se mezclaban deliciosamente, cada movimiento de la sábana me estremecía por entero, mi coñito chorreaba, me pareció que mi culo iba a empezar a echar humo de un momento a otro,... y Lobo parecía tan ansioso como si no lo hubiera hecho en un mes; su mano me apresaba las tetas con furia, su boca jadeante me lamía y mordía el cuello y los hombros, tiraba de la sábana con fuerza, atravesando mi carne, y su polla bombeaba olas de placer, a una velocidad de vértigo,... pero de pronto, me pareció que intentaba contenerse de nuevo.

- Mmhh... no... puedo aguantaar.... ¡Cielos! ¡No, esto otra vez no!

Estuve a punto de preguntar qué sucedía, pero al instante, noté algo duro y candente entre mis piernas, que acariciaba la entrada de mi coñito, estaba al alcance de mis manos... Lo toqué. Al principio pensé que sería uno de los juguetes que Lobo había usado a veces conmigo, pero su tacto no dejaba lugar a dudas. No era artificial, era... natural.

- ¡¿QUÉ?!

- No tengas miedo... sólo soy yo. – La ronca voz de Lobo parecía transmitir un deseo de siglos.

- Pero,... si tú ya ... ¿cómo....?

Su polla estaba ya dentro de mi ano, haciéndome mil delicias además.... aquél miembro candente que mis manos acariciaban casi de modo inconsciente ... ¿qué pintaba allí?

- Te lo dije, nena. Te lo advertí. – Lobo, no por hablar, dejaba de bombear un instante, ni apretar mis tetas hasta hacerme marcas. – La última noche de la Luna llena, me pongo muy bestia, he tratado de contenerme, pero tu magnífica mamada ... digamos que ha liberado la bestia. Y ahora... ¿qué te parece si dejas de ponerme cachondo con ésas caricias, y te la ensartas?

¿Qué podía hacer? Aquello más excitante de lo que yo misma podía imaginar. Me alcé como pude, y me dejé caer de golpe sobre aquél segundo aparato, que empezó a trabajar con tanta eficacia como el primero. Aquello era fuego, tenía la impresión de estar siendo poseída por hurgones de fundición al rojo vivo, pero era fantástico, delirante, el placer subía por mi coño y mi culo con una intensidad desconocida, me debatía entre los brazos de Lobo, saltaba sobre sus dos enormes pollas, mis estremecimientos recorrían todo mi cuerpo, temblaba de placer, y Lobo me apretaba con fuerza entre sus brazos, lamiendo y mordiendo cada centímetro de piel desde los hombros hasta las orejas,... aquello era salvaje, me sentía insaciable...

- ¡Más! ¡Más, Lobo! Aaaaaaaaaaaaaaahhhh.... ¡Clávalas más! ¡Más fuerte!

Lobo reía por lo bajo, bombeando por todos mis agujeros con una velocidad relámpago. Mis temblores habían hecho que la sábana que aún me apresaba las manos, se aflojara. Presa de un deseo tan intenso como jamás había sentido, las llevé a los costados de Lobo, tratando de que me diera aún más fuerte, le apreté, bajé hasta las nalgas, y como pude, le azoté el culo.

- ¡Sí, nena! – Lobo parecía fuera de sí, como yo por otra parte. - ¡Pégame, sí! ¡Hazle daño... al viejo Lobo! Aahh... ¡Me encanta!

- ¡Vamos, Lobo! ¡Quiero más! ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh.....! Vamos, animaaaaaaaaaaal.... haaaaaaaaaaaaaaaahhhhh... ¡demonio bifálico! ¡Mátame de gusto! ¡Sí!

El placer chisporreteaba en mis venas, sentía que mi piel ardía, el sudor me goteaba de la nariz, sacudidas eléctricas de un placer inenarrable derretían mi columna vertebral, mientras Lobo taladraba sin cuartel todos mis agujeros, haciendo chispas en ellos, provocando con cada embestida tal estremecimiento de gozo, que me parecía que el orgasmo a su lado, se iba a quedar corto. Mis manos azotaban el culo de Lobo, lo agarraban hasta clavarle las uñas, tenía las nalgas tensas, duras como el hierro, y cada acción sobre ellas, parecía llevar a Lobo al límite del placer, sentía su respiración agitada salir a golpes de su boca, que lamía mi nuca, mordía mis orejas, mi mandíbula, mis mejillas... me parecía que cada mordisco se comunicaba a mi coño, a mi culito, mientras las manos de Lobo no paraban quietas, apretaban cada centímetro de mi piel, y mi sexo y mi ano, estrechos y ardientes, abrazaban sus pollas, cerrándose sobre ellas alternativamente, presionándolas, masajeándolas con lujuria infinita, sintiéndolas en profundidad, dando y recibiendo placer al límite de la resistencia...

- ¡Sí, nena! Mmhh... ¡Apriétame! ¡Fuerte, muñeca! Aahh... Me quemas... ¡Mmhh! Quiero devorarte...

- ¡Hazlo! ¡Aaaaaaaaaaahhh... ¡ ¡Devórame, asesino! Aaaaaaaaaaaahhhhhh.... ¡Fenómeno! Mmmmmmmmmmmhhhhhh... ¡Destrózame... bestia.. de tres cabezas!

Lobo reía a carcajadas, sus pollas me taladraban y sus manos me apretaban hasta cortarme la circulación, era asombroso el placer que me daba mi amante... Ansiosa por corresponderle, mientras con una mano no dejaba de apretarle y azotarle las nalgas, con la otra le metí los dedos en su agujerito trasero. Lobo respingó de gusto, y soltó un sonoro rugido de placer, al tiempo que me bombeaba más fuerte y rápido cada vez. Yo podía notar cómo mi sangre recorría a borbotones mi cuerpo, cosquilleando y hormigueando por todas partes, convencida que aquello que tenía en mi interior, no era, no podía ser del todo humano, y me importaba un cuerno lo que fuese. Todos mis músculos se ponían tensos, me faltaba el aire, una fuerte descarga eléctrica de placer ascendió por mi espalda en un segundo, grité con fuerza, sabía que mi orgasmo llegaba, el goce me quemaba, me mordía, Lobo tiritó de gusto, él también estaba casi a punto....

- ¡MÁS! ¡SÍ! ¡AHÍ! ¡SÍ, AHORA, AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH......! 

El orgasmo estalló en mi interior, Lobo boqueó en busca de aire, aulló, fuerte, el placer explotó de nuevo, no se detenía, eché hacia atrás la cabeza, mordí a Lobo en la cara, en las orejas, un nuevo estallido orgiástico se cebó en todo mi cuerpo, clavé mis uñas en las nalgas de Lobo, apreté más los dedos en su culito, él aulló de nuevo, apretándome contra su cuerpo tórrido, el placer rebasó los límites de lo imaginable, para alcanzar lo que más que estallido, fue deflagración, y el goce pareció multiplicarse, expandiéndose inacabable en un sinnúmero de bombas que hicieron estallar el gozo por todo mi cuerpo, orgasmo tras orgasmo, durante más de quince minutos.

Jadeábamos ruidosamente. Me parecía imposible haber aguando algo semejante sin perder el conocimiento, había sido tan salvaje... Tanto Lobo como yo teníamos en el cuerpo marcas de la brutal sesión; yo tenía enrojecido cada punto de mi cuerpo, todo me dolía, y Lobo tenía señales de mi uñas en sus nalgas, y la oreja y la cara llenas de mordiscos.... pero los dos sonreíamos, con las manos entrelazadas. Lobo me soltó lentamente, y casi caí sobre la gruesa alfombra, sintiendo sus dos miembros deslizarse de mi interior. Lobo se tumbó a mi lado, abrazándome, besándome allí donde también él me había mordido... su fuerte y áspera mano frotó mi mejilla para borrar el colorete con el que habíamos simulado la señal de un falso bofetón, que Lobo había fingido dando una fuerte palmada... Lobo sólo era malo en la cama. Pero le bastaba y le sobraba, palabra.

Casi sin querer, miré hacia abajo, para ver... su segunda gran arma, con la que tan bien lo habíamos pasado. Mientras la primera seguía en erección, la segunda disminuía rápidamente de tamaño, hasta desaparecer por completo. Miré inquisitiva a Lobo, que tumbado boca arriba, con las manos detrás de la cabeza, sonreía ante mi estupefacción.

- Es uno de los "efectos secundarios" de la maldición. – explicó Lobo. – Como lo de poder mantener una erección indefinidamente, sólo con querer.

- ¿Porqué no me lo dijiste? – ronroneé, acurrucándome cariñosamente contra él.

- Si te soy sincero... Confiaba en no tener que hacerlo. Suponía que, una vez rota la maldición, no pasaría ya esto. Pero cuando llegó la luna llena y noté que me sentía más excitado, y que mi polla también se hacía mayor que otras veces, supe que en la última noche de luna llena del ciclo, me sentiría muy bestia... Aunque lo cierto es que no esperaba que esto fuese a suceder.... sólo es la segunda vez que me pasa en diez siglos, y la primera vez, estuve a punto de morir por culpa de ello. Pero me alegro de que haya sucedido estando contigo.

- Bueno... te mentiría si no te dijera que ... también me alegro yo.

Noté un calor tremendo en la cara cuando dije esto, pero Lobo sonrió, encantado y en apariencia, orgulloso.

- ¿No te da ... asco, que una vez al mes, tu marido corra el peligro de convertirse en un demonio bifálico? ¿En un monstruo de tres cabezas?

- No. Incluso es... divertido. Muy divertido.

- Esta es mi chica. Ingenua y tierna, pero capaz de aguantar todo el sexo que la echen, y pedir más todavía. Pequeña gata ninfómana...

Lobo y yo nos enlazamos en un beso dulcísimo, colmado de cariño... y entonces oímos voces en el descansillo, o las oyó Lobo, para ser más exactos.

- Vístete, corre.

Lobo se levantó de un salto, se puso su albornoz azul oscuro por encima y me lanzó el mío, de color rojo.

- ¿Qué pasa? – pregunté, divertida, poniéndome el albornoz.

- Me parece que algo muy gordo, corre, no nos lo perdamos.

Corrimos a la puerta de entrada, Lobo la abrió parcialmente, y después del todo. En el descansillo, estaba el vecino pesado con un policía, que tenía cara de malas pulgas, y discutían con Narciso y Raúl

- ¡Les digo que ni conozco a éste hombre, ni los ruidos han salido de aquí, yo estaba durmiendo! – Decía Narciso.

- ¿No me conoces, miserable, y llevas una semana chupando dinero de mi cuenta bancaria a la tuya? – Gritó Raúl, indignado.

- Entonces... ¿El jaleo obsceno lo tenían montado en ésta casa hoy? ¿No en la de...? – el vecino pesado parecía decepcionado por no poder montarnos el número a nosotros.

- No, señor. – Intervino Raúl de nuevo – Me ha costado seis días encontrar a éste sinvergüenza, pero lo he conseguido, llevo aquí en el descansillo más de una hora intentando que me abra, pero se ve que estaba "muy ocupado". El jaleo, lo ha montado él. Además de ladrón...

- ¡Haga el favor de no insultar! – Narciso parecía embotado, pero lleno de orgullo.

- ¡Orden, orden! – Terció el policía. – A ver, a mí me han mandado aquí, al parecer porque una pareja hacía demasiado ruido. Usted, caballero, ¿vive solo?

- ¡Ya lo he dicho! Yo estaba durmiendo. ¿Cómo voy a hacer ruido con mi pareja, si ni siquiera tengo?

- Ya. Entonces eso de ahí detrás, debe ser un anuncio de leche pasteurizada, ¿no? – Raúl señaló hacia el interior de la casa de Narciso, donde, con el don de la oportunidad que la caracterizaba, había salido Alicia, con paso vacilante, y las tetas al aire.

- ¡Ajá! – dijo el vecino pesado - ¡Luego efectivamente, era usted!

Narciso y Alicia se miraron como si fuera la primera en la vida que se veían.

- ¡¿Se puede saber qué haces tú aquí?! – gritó Narciso.

- Eso...¡eso me gustaría saber a mí! – Alicia, colorada como un tomate, se tapaba con las manos, yo apenas podía contener la risa. Lobo encendió un cigarrillo con una sonrisa de suficiencia en la boca.

- Bueno, me parece que esto está bastante claro. – El policía parecía de peor humor cada vez – Usted va a tener que pagar una multita por alteración del orden, pero además, usted y la chica se vienen conmigo a declarar a la comisaría, a ver porqué ni ella ni usted recuerdan lo ocurrido, y a ver los cargos que tiene que presentar éste otro caballero acerca de los fondos desaparecidos de su cuenta bancaria, que al parecer ha aprovechado usted.

- ¿Yo...? ¿La cosimaría... la.. la comorasía... la .. la...? – Narciso se volvió a Alicia, que parecía como drogada, y la agitó por los hombros - ¡¡¿PERO SE PUEDE SABER QUÉ CUENTA ME DISTE TÚ, DESGRACIADA?!!

- ¿De modo que ella es su cómplice? – El policía parecía haber tomado el papel de superdetective – Esto se está poniendo muy interesante, al comisario le va a hacer mucha gracia... ¡anda, toma! Ahora que me fijo... ¡Usted la del otro día, la del canal X pirata de la tele!

Alicia chilló y se tapó la cara con las manos.

- ¡Sí que es ella! – dijo el vecino pesado. - ¡La que primero estuvo con tres tíos, y luego con un perro, y luego dejó que la metieran un vibrador, y más tarde...! – El vecino pesado se interrumpió de golpe, colorado como un tomate, viendo que todos le mirábamos fijamente, y con la misma pregunta en la mente: ¿Durante cuánto rato había estado viendo el programa? Y lo más importante, ¿qué había estado haciendo el ultramoralista vecino pesado durante toooooodo ese rato? ¿Contar los puntos de luz de la tele?

Lobo se tapaba la boca con la mano, Raúl giraba la cabeza, riendo sólo por un lado de la boca, y yo me mordía los carrillos por dentro, tratando de aguantar...

- Bueno, bueno, bueno. – el policía parecía muy satisfecho. – Mira por donde, está todo el país como loco por encontrar a los piratas de la otra noche, y yo me topo con la putingui número uno. Lo contento que se va a poner el comisario, cuando entremos en su despacho, y le diga: "¿A que no adivina a quién le traigo a usted, don Carlos?" ¡Andando!

Narciso estaba blanco como el papel, Alicia, tapándose con el abrigo, parecía medio atontada, apenas nos vio cuando pasó a nuestro lado, junto con el policía, el vecino pesado, y Raúl, que, como quien no quiere la cosa, chocó con Lobo al pasar. Montaron todos en el ascensor, y bajaron. Lobo y yo nos miramos a la cara el uno al otro, y estallamos en carcajadas.

Ya dentro de casa, Lobo metió la mano en su albornoz, y sacó un papelote.

- Me lo dio Raúl. – explicó Lobo. – Al chocar conmigo.

Lo extendió y leyó:

"Lobo y Dita:

Me he tomado la libertad de sedar a tu prima Alicia, esto Lobo ya lo sabe porque me ayudó a hacerlo, localizamos el número destino de la llamada de Narciso, y fuimos a buscarla, estaba muy cerca de vuestra casa, la dormimos y la trajimos a la vuestra.

La desnudé, y la acosté junto a Narciso, desnudo también, y mientras dormían, cogí el portátil e hice una serie de cambios en la cuenta bancaria de Alicia. La cambié de titular, poniéndola al falso nombre que suelo usar, y borré todo rastro de que alguna vez perteneciera a otra persona, así podré acusar a Narciso de robo. Después, haciendo gala de mi generosidad, he donado todo el dinero restante (una importante cantidad, no sabremos de dónde la habrá sacado y no nos interesa) a greenpeace y médicos sin fronteras.

Si alguna vez queréis que os haga otro favor, ya sabéis dónde estoy. Voy a esconder el portátil tras el macetón del descansillo, durante unos días quizá sea mejor que no vean que soy informático. Ya pasaré a buscarlo. Vuestro amigo:

Raúl."

- Es realmente una suerte tener buenos amigos. – sentenció Lobo. Asentí con la cabeza, mientras Lobo salió al descansillo y recuperó el ordenador portátil de Raúl. Lo guardó en el armario, y luego fuimos a acostarnos al sofá-cama de la terraza.

- Dime una cosa, Lobo. – Pregunté abrazada a él, mientras hacía anillos de humo con un nuevo cigarrillo. - ¿Cómo supiste de Narciso y Alicia estaban compinchados?

- Fueron varias cosas. – Lobo soltó el humo por la nariz, y continuó.- Primero, me extrañó que, justo después de lo de tu prima, apareciese él. No pasó ni un día. Visto que en cuanto se enteró de lo que había pasado, lo primero que hizo fue buscar un cebo, y lo encontró. Eso solo, podía no significar nada, pero también era raro que siempre hiciera el tonto contigo, y sólo contigo. Si era una especie de seductor, ¿Porqué limitarse a una sola chica, cuando hay tantas en el edificio? Y también me hizo sospechar que, siempre que se encontraba contigo, llamase por teléfono y contase lo difícil que era su labor. Al decir "están pegados" se refería a nosotros, creo que quería decir que estamos muy unidos. Y eso que le oí decir de "la bestia"... me parece que se refería a mí.

Lobo sonrió, y apuró el cigarrillo de una intensa chupada. El humo ascendía en volutas, Lobo sacó una cámara de fotos de su lado de la cama, y sacó una foto del humo.

- Creo que la voy a titular... "Después del sexo". Tiene muchas interpretaciones, ¿no crees, nena? Como que... después del sexo, el amor se hace humo... o el humo de las llamas de la pasión,...

- ¿A... qué te refieres?

- Al oficio que tú me diste, Dita. Soy fotógrafo artístico. Es increíble todo el arte que hay en la ciudad, en el camino de aquí a la guarida de Alicia, gasté un carrete entero. Basura, pintadas, el cielo, árboles, una pareja que se besa, la luna llena.... Lo he hablado con Raúl, y el lunes vamos de exposición, tú y yo, a presentar en público mi trabajo. Raúl dice que el arte independiente se cotiza que es una alegría...

- ¡Estupen...! – Mi alegría se trocó en amarga desilusión.- No... el lunes empiezo a currar de nuevo... ¡Maldición! Lo siento, Lobo, no podré ir....

Pero Lobo no sólo no perdía la sonrisa, sino que ésta se acentuó.

- Nena... ¿Te he dicho ya que todas mis fotos van a subastarse, que el precio de salida será de 100 €, y que yo me llevo el 50% de comisión, y eso sólo porque aún no soy un autor conocido?

- ¿EH? – Si tenemos en cuenta que en un carrete de ésa máquina tiene 50 fotos, poniéndonos en lo más bajo,... ¡Salía un pastón!

- Si la cosa va bien, podemos ganar más pasta en un día, que en un año de tu trabajo. Sé mi musa, Dita,... en ése currito miserable, estás desperdiciando tu talento... Y si no sale bien, siempre puedes volver a él. Sólo será un día, con eso tendremos de sobra para ver qué tal se da. ¿Qué te parece?

Era tentador, era toda una aventura,... Lobo me miraba, aguardando mi respuesta... Ser su musa... Sonaba muy bien. Sonreí, asentí con la cabeza y le besé. Lobo me apretó con fuerza, devolviéndome el beso, muy contento

- Sabía que podía contar contigo, nena, lo sabía.

Lobo me abrazó, y nos recostamos en la cama, tapándonos hasta el cuello. Lobo me hacía arrumacos, y yo casi ronroneaba, junto a él. El sueño me vencía, se me cerraban los ojos... un débil ronquido de Lobo me anunció que él se había dormido ya (tiene la habilidad de quedarse como un tronco en un segundo), y pensé confusamente, ... ¿cómo será la exposición fotográfica...? Pero casi al instante, estaba volando sobre una alfombra mágica, con un enorme lobo negro a mi lado, que me lamía el rostro y se ponía boca arriba para que le rascase, en dirección a la luna llena.....

 

(continuará)

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