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Cambio de suerte

en Hetero: General

     “Entre lo calvo y lo gordo, cada día me parezco más a Homer Simpson, joer…” Pensó Santiago mientras se enjabonaba el pecho en la ducha. No estaba de muy buen humor aquélla tarde… el día había ido bien, muy bien, a decir verdad, si se tenía en cuenta que había conseguido, casi en el último minuto, tener libre el puente de mayo que comenzaba esa misma tarde… cinco días de holganza en puertas, pero no los empezaba muy bien. Nacho había venido a fastidiarle la fiesta con la suya. Le había invitado a ir de discotecas esa noche, cosa que en principio Santiago había rechazado, no le apetecía nada pasarse otra noche más viendo cómo su mejor amigo se llevaba de calle a todas las chicas que le daba la gana y a él le tocaba conformarse con la que él despreciara, y eso si había suerte… las más de las veces, tenía que apañárselas buscando porno en Internet y desahogándose solo. Pero Nacho había insistido e insistido… hasta que finalmente, desembuchó que había quedado con una chica que había conocido por Chat, y ella le había pedido que fuese otra persona con ellos, porque le daba un poco de palo ir sola con alguien a quien no conocía de nada.

    -¿Le da palo ir con uno, y quiere ir con dos? ¡Para hacer de carabina, llamas a tu hermana, macho! – le había dicho Santiago, mientras paseaba haciendo inventario por el pequeño supermercado en el que era encargado.

    - Va, Santi, no seas así, tío… por favor… Venga, te pago yo todas las copas, pidas lo que pidas… y para otra, te consigo un pivón de los de infarto, palabra… pero no  me dejes en la estacada, por favor, que no sabes la conversación que hemos tenido Dubidú y yo, ¡por como habla, es una fiera en la cama, está dispuesta a todo!

    -Tú es que te lo crees todo… - contestó Santiago intentando reír con superioridad – Por Chat, todas las tías son muy liberales y muy lanzadas, y muy fieras… pero en persona, siempre les duele la cabeza. Verás qué risa esta noche cuando te la quieras jincar y te suelte que ella no es de esa clase de chicas, que una noche con ella hay que ganársela y esas chorradas…

    Santiago hablaba por su experiencia, porque a él siempre le sucedía eso. Había quedado en alguna ocasión con chicas a las que conoció por Internet, pero al verle en persona, todas habían salido con lo mismo: “eeeh… ¿sabes eso que te dije que a mí me gusta mucho el sexo? Pues… no es que fuera mentira, pero…. Me gusta el sexo, sí,… pero me gusta tenerlo sólo con mi novio, y ahora mismo no deseo atarme en una relación seria,  seguro que lo entiendes… podemos ser amigos, ¿hace?”. Las cosas siempre eran así para él. Siendo más joven, había tenido mejor suerte, pero últimamente… desde que había entrado en los Terribles Años Treinta, encontrar una mujer dispuesta a pasar un rato con él, era algo semejante a encontrar el Santo Grial, y llevaba ya casi año y medio con su mano derecha como única amante… pero Nacho, no. Nacho conservaba su pelo rubio ondulado, sus ojos azules, sus maneras finas de maestro esteticista-peluquero, su aire divertido, su silueta perfecta… las chicas se pegaban por él, desde las niñas de quince hasta las divorciadas de cincuenta. Y Santiago se dedicaba a aguantarle las copas, mirando en ellas el triste reflejo de un tipo que empezó a quedarse calvo con 18 años, que había echado tripa y cartucheras y que sólo había llegado a encargado de tienda de un pequeño súper de barrio…sin una pizca de suerte. Lo último que deseaba, era salir con Nacho una vez más a ver cómo éste tenía éxito en todo, y él fracasaba en todo… pero en fin, era por un amigo… qué remedio quedaba.

    Santiago se enjuagó bien, pensando con tristeza que tenía más pelo en el pecho y la entrepierna que en la cabeza. Ese era otro punto para Nacho: él se había depilado el pecho, y ya no volvía a salirle vello; según su amigo, aquello era lo metrosexual, lo que se llevaba hoy día y las chicas enloquecían por ello. Nada a lo que Santiago pudiera aspirar, recordó mientras se secaba y vestía, pensando que una vez intentó depilarse el pecho, pero la crema le hizo una erupción tremenda en la piel que le estuvo picando quince días… Tuvo que cambiarse de camiseta dos veces, porque la primera que había cogido no le servía ya de brazos. De niño y de joven le habían dicho siempre que estaba fuerte, pero eso no servía ya: estaba gordo y punto. Se puso los vaqueros viejos y las deportivas y salió de casa. Y sólo entonces se dio cuenta que se había dejado las llaves dentro.

    -¡Maldita sea mi suerte perra! – gritó.

     -¡Ya era hora, tío! Ya pensé que me dejabas en la estacada… - dijo Nacho al verle llegar, corriendo, sudoroso y con la lengua fuera. Santiago estuvo a punto de contarle que había tenido que ir a buscar un cerrajero porque el portero no estaba, que le cerrajero había pretendido cobrarle 300 euros por abrirle la puerta y que con la escandalera que se formó, habían salido los vecinos, uno de los cuales le dejó una radiografía con la cual pudo abrir al fin la puerta dichosa… pero Nacho estaba demasiado ocupado mirando a todas partes para intentar localizar a Dubidú como para escucharle.

     -¿No tienes una foto suya, o algo? – preguntó Santiago.

     -No, me dijo que la reconocería porque llevaría ropa roja, y yo llevaría un clavel. Ah, toma un clavel tú también.

      -¿Has quedado a ciegas? Oye, macho, no pretendas encalomármela si es un callo.

     -No será un callo…. Pero oye, si no me gu… si no congeniamos, siempre te la puedes quedar tú, ¿no…? Que no es por nada, pero tú tampoco estás para andar con exigencias…

      “Qué cara de tío, yo alucino, no sé cómo se aguanta el morro que tiene, le haría falta una carretilla para llevarlo, qué rostro….” Pensó Santiago.

    -Creo que ahí está…. ¡sí, creo que es ella! – dijo Nacho. Y a Santiago no le quedó otra más que reconocer de nuevo que estaba claro que sólo los sinvergüenzas tienen suerte: Era preciosa. Una chica con vestido rojo de tirantes y mantón de Manila negro con flores escarlata, y una flor roja en el cabello… no era muy alta, pero tenía un rostro graciosísimo, con naricita respingona, ojos muy grandes verdeazulados y el cabello largo casi hasta la cintura, peinado en tirabuzones. Santiago apenas fue consciente de que la joven y su amigo se daban dos besos y después éste se la presentaba:

    -Dubidú, éste es Santiago, mi mejor amigo.

    -Encantada, mi nombre es Valentina, pero puedes llamarme Tina, o Dubidú, como prefieras…. – la joven sonrió y dejó al descubierto dos hileras de dientes blancos y pequeñitos, y sendos hoyuelos en las mejillas. Santiago se dio cuenta que la estaba mirando con excesiva fijeza cuando ella sonrió más y sus mejillas se pusieron sonrosadas…

    -Perdona, estaba distraído… -respingó- Soy Sangusto, mucho antiago… ¡quiero decir…! – Santiago intentó corregirse, pero la joven ya estaba riendo por su torpeza y se puso de puntillas para darle dos besos. Al girar la cara e inclinar la cabeza para recibir el beso, el pecho de la joven entró en el campo de visión de él… Era precioso, con el insinuante canalillo que se veía por el escote, bajo el que se adivinaba mucho más… al rozarse con él para besarle, los traviesos pezones se irguieron, adivinándose aún bajo la tela “qué pitones…” pensó Santiago sin poder contenerse, y Nacho cogió a la joven del brazo para llevarla al interior del local; no le estaba gustando pero nada el modo en que Santiago miraba a Tina.

    “Vaya caderas… y qué muslos…. ¡y qué culo, coño! ¡Está macicísima, qué pedazo de tía, qué curvas!” Pensó Santiago entrando tras ellos, pero de inmediato se contuvo “Santiago, quítatelo de la cabeza… es la chica de tu amigo, no hay más historias”. Buscando una mesa, alguien, sin querer, pisó los flecos del mantón que Tina llevaba, Santiago intentó advertirle, pero tarde: al dar el siguiente paso, la joven arrastró a su polizón y éste midió el suelo con las posaderas.

    -¡Ay, lo siento muchísimo! – dijo ella, agachándose para comprobar si el tipo al que había arrastrado estaba bien, y al agacharse, Santiago sintió un mazazo en la cabeza, ¡el escote había quedado casi a la altura de su nariz!

   “Usa colonia de rosas…. y su sostén también es rojo….” El pobre Santiago se quitó la cazadora y, sosteniéndola con las manos, la puso frente a sí, en un intento de disimular la feroz erección que la visión y el olor le habían producido.

    -Siempre me pasan cosas así… - murmuró Tina, ya los tres sentados en una mesa – no sé cómo lo hago, pero a mi alrededor siempre pasan cosas así…

    -Bah, mujer, no te preocupes… - rió Nacho- ¿Quieres bailar?

    -¡Sí!

     Ambos salieron a la pista, y Santiago casi se alegró de estar solo y que nadie pudiera notar el bulto de su pantalón… si bien, Nacho le daba una envidia tremenda, viéndole bailar salsa con Tina, que movía las caderas como una batidora y sus pechos se bamboleaban con cada movimiento, y sus cabellos danzaban a su alrededor… Nacho la apretaba entre sus brazos, pero pronto su expresión sonriente y divertida cambió a otra de compromiso y más tarde a una sonrisa de ligero fastidio, y enseguida empezaron a bailar sueltos… Santiago se dio cuenta que aquello no era del agrado de su amigo, pero Tina le había metido como doce pisotones en un minuto. Bailar, bailaba muy bien… pero no era aconsejable estar demasiado cerca. Bailando sola, ocupaba gran parte de la pista, porque se movía con mucho entusiasmo, y pronto la gente empezó a hacerla corro. Con asombro, Santiago se dio cuenta que Nacho no lo pasaba bien al verla exhibirse… “será gilipollas…” pensó él. “Yo daría media vida por verla ahí y saber que es mía….” Tina miraba a Nacho, pero al ver el gesto de su rostro, cambió el foco. “Me… me está mirando” – se dijo Santiago. Y era verdad. La joven tenía el rostro encendido, y Santiago no hubiera podido asegurar que se debiese sólo al efecto del baile… Movía las caderas y daba golpes de bajo vientre como si, literalmente, estuviera siendo follada en medio de la pista, y ponía cara de gozo como si realmente fuera así. El movimiento de sus brazos resaltaba sus pechos, que brincaban como si pidiesen ser estrujados… Nacho seguía bailando cerca de ella, pero con poco entusiasmo, y al acercarse un poco más, ¡paf! Tina subió el brazo justo en ese momento, y le acertó en toda la nariz. Santiago se tapó la boca con la mano para que su amigo no le viera soltar la carcajada.

     -Lo… lo siento muchísimo, de veras… ¿te hice mucho daño…?

     -¡No, si a mí la nariz me sangra por cualquier tontería! – La pobre Tina no sabía dónde meterse cuando regresaron a la mesa, Nacho apretándose un kleenex contra la nariz, que sangraba por el involuntario revés que ella le había sacudido.

       -¿Veis lo que os dije….? Me pasan cosas así constantemente… lo siento tanto… es… ¿cómo era aquélla rima…? Que mi vida es un erial…. Que mi vida es un erial… - Tina se mordió el labio, intentando recordar.

      -Que mi vida es un erial,/ flor que toco, se deshoja – continuó Santiago, que conocía la rima – Y en mi destino fatal…

      -Alguien va, sembrando el mal/ para que yo lo recoja – acabó Tina con una gran sonrisa en los labios - ¿Te gusta Bécquer?

      -Eh… bueno… he leído algo… - Santiago sonrió, notando que su corazón latía más deprisa… pero enseguida recordó que él había venido con Nacho sólo de acompañante, no a levantarle la pieza – Esto… ¿queréis que vaya a por bebidas?

      - No, déjalo, ya voy yo – dijo Tina enseguida – y de paso, traeré hielo para tu nariz…

      -No, no, de ninguna manera, que te vas tú a molestar por traer bebidas – saltó Nacho. – Voy yo, que tengo que ir al lavabo a limpiarme un poco la nariz, y de paso las traigo.

      Santiago estuvo a punto de insistir, pero Nacho le miró de modo muy convincente: él era el anfitrión, él iba…. Y cuidadito con sacar más rimas. Santi se dio cuenta que acababa de quedarse a solas con la chica que le gustaba. “No voy a meter la pata” se dijo “Nacho va a estar ausente cinco minutos, sólo eso…. Yo sólo tengo que darle conversación trivial, preferiblemente sobre temas que no la interesen, y listos… Todo va a salir bien…” Pero apenas Nacho se fue, Tina se levantó de su silla para sentarse a su lado. “Mierda… a lo mejor no”. Sonrió nerviosamente al mirarla.

    -Me gustas. – dijo ella suavemente, sin dejar de recorrerle con la mirada. - ¿Verdad que yo a ti también?

     Santi se agarró la pierna derecha, que le temblaba insistentemente. Notaba los ojos de Tina clavados en él, pero no se atrevía a mirar en ellos, sabedor de que si lo hacía, quizá no fuera capaz de resistirlo.

     -Me gustas mucho, de hecho – continuó. – Y me gustó cómo me mirabas mientras bailaba… creo que si hubieras sido tú el que hubiera estado conmigo en la pista, lo hubiéramos pasado mejor. Y tú no te habrías enfadado porque yo bailara o porque se me escapara un brazo sin querer, o te pisara… ¿verdad?

     “Si bailando contigo me pisaras, eso lo arreglaba yo cogiéndote en brazos mientras bailásemos, y además de no pisarme, te iba a dar un filete que te iba a dejar sin celulitis, niña” pensó, pero no se atrevió a decir.

    -Eeh… bueno… no lo sé… supongo que hubiera tenido que estar ahí para saberlo… - dijo en su lugar.

     -¿Te apetece si lo comprobamos? – “Dios mío, casi hay ruego en su voz…” pensó Santiago al oírla. “Esa vocecita tan dulce…. No, no puedo, es de Nacho, no puedo, no puedo….”

     -Mira… - logró articular – no me interpretes mal, por favor… me gustas, eres muy guapa, y congeniamos, y tal, pero… en fin, has venido aquí con mi mejor amigo… yo… yo no podría hacerle algo así… Para mí, la amistad es lo primero, y aunque de veras eres la chica más guapa que conozco, y eres simpática y pareces también buena persona, Nacho es amigo mío, y sería una cerdada que nos pusiéramos a bailar teniendo en cuenta que has venido con él, y además el pobre está en el baño con una hemorragia nasal, y sería muy feo, una verdadera puñalada trapera, y yo no quisiera…

    -¿Quieres hacerme el amor?

    A partir de aquélla frase, los recuerdos de Santi eran confusos: sabía que habían subido a su apartamento, pero recordaba más que se habían besado en la discoteca y él la había cogido en brazos, y al salir con ella agarrada, habían chocado contra un camarero y le habían tumbado sin querer. Prácticamente habían corrido hasta su portal, besándose como si les faltase el aire; Tina le había abrazado con la pierna mientras él intentaba sacar la llave y había dirigido su mano libre a sus nalgas duras, lamiéndole la barbilla y el cuello y volviendo a su boca, donde metía su lengua, haciendo cosquillas en las mejillas y el paladar, y frotaba la suya “Esta chica quiere absorberme…” había logrado pensar Santiago mientras conseguía que la llave entrara en la cerradura del portal y empezaban a subir las escaleras; las manos de Tina se habían perdido en el interior de su camiseta y le acariciaban la espalda, intentando también meterse por la cinturilla del pantalón, sin conseguirlo.

     -Por favor, llévame,…. ¡o te lo hago aquí mismo, en la escalera! – dijo ella sin molestarse en bajar la voz, y Santi la cogió en brazos agarrándola por el culo. Tina le mordió la oreja izquierda y apresó el lóbulo entre sus labios, lo mamó sonoramente y metió la lengua en la oreja, deleitándose en los gemidos de su compañero. Ganas le daban de bajarse los pantalones y encajonarla contra la pared del descansillo, se sentía a punto de reventar, pero logró alcanzar el segundo piso y su puerta. Tina se colocó tras él y de nuevo metió los brazos bajo su camiseta.

    -¡Ay! ¡Aaahhh….! ¿Qué me estás haciendoo….mmmh? – Santi se dio cuenta que acababa de gemir en voz alta en su escalera en la que había reverberación y se oía todo, pero le importaba dos pimientos. Tina le había pellizcado los pezones y él acababa de descubrir lo sensibles que eran. El dolor se mezclaba con el placer y sobre todo con el deseo, el terrible deseo que sentía. Una parte de él se sentía culpable por haberse llevado a Tina dejando a Nacho en el baño, con una hemorragia nasal, sin ni decirle por ahí te pudras… pero otra mucho más poderosa le recordó que llevaba casi año y medio sin darle una alegría al cuerpo, y menos con un pivón como ése.

     -Hazme tuya, ¡ahora! – apenas había cerrado la puerta, Tina le echó mano a la bragueta y le frotó con fuerza el bulto, mientras con la otra mano le desabrochaba el cinturón, sin dejar de besarle. Santi logró tomarla de nuevo en brazos, esta vez cogiéndola por las piernas, e intentó correr a la alcoba… pero el sofá estaba más cerca, y prácticamente se tiraron en él. Santiago bajó el vestido dando tirones del escote mientras oía los ansiosos jadeos de Tina y besaba su cuello perfumado, intentando a la vez quitarse las zapatillas empujándolas con los pies. Bajó el sostén rojo sin tirantes de ella y al fin vio lo que había podido sólo adivinar a lo largo de la noche: sus pechos. Los pezones rosados parecían mirarle, aquéllas tetas maravillosamente redondas y proporcionadas, firmes, pero blanditas y suaves, tersas… pero él no estaba para admirarlas, sino para devorarlas: enterró la cabeza en ellas, lamiendo con verdadera hambre desde la garganta hasta el bajo pecho, allí donde el sabor de perfume se confundía con el del sudor, el olor a hembra y a pasión; las apretó con ambas manos mientras lamía el canalillo de abajo arriba, y en sus embestidas, el sofá se trasladó, golpeó la mesilla del teléfono y todo cayó al suelo, pero aquello no era importante ahora. Tina sonreía, profundamente feliz, y le apretaba la cabeza contra sus pechos para que no se detuviese.

     - Sí, síííííííííí….. me encanta, sigue tocándomelas… aaah… soy muy sensible ahí… me estás poniendo muy húmeda…. Sí…. Más….

     Santiago se detuvo un momento para quitarse la camiseta y aflojarse el cinturón, eso era suficiente. Tina asintió con la cabeza y tiró de sus pantalones abajo para descubrir su miembro.

    -¡Hah! – Tina ahogó un grito al verlo. Le miró y le sonrió con picardía, con la boca abierta. “Bueno… soy gordo, no muy listo, y me quedé calvo con 18 años… en algo tenía que ser generosa conmigo la Naturaleza”. Tina, sin dejar de sonreír, ahora con expresión hambrienta, se subió el vestido hasta el estómago, se hizo las bragas a un lado y le hizo un gesto de que se acercara con la mano. Santi se dejó caer sobre ella, y Tina suspiró de placer…. Le encantaba sentir el peso del hombre sobre ella, su calor y su deseo animal. La polla de Santiago rozaba el sexo de su compañera “está empapada… le arde el coñito, si esto sigue así, me voy a correr como un primerizo en cuanto se la endingue…” El sofá protestaba con chirridos y Santi notó la mano de Tina deslizarse hasta su miembro, acariciarlo con suavidad y dirigirlo hacia su clítoris.

     -Dame gusto ahí, por favor….. un poquito, antes de metérmela…. Mmmmh… quiero saborearla bien, se lo merece…

     Santiago se irguió y se golpeó la cabeza contra el marco del cuadro que tenía sobre el sofá, pero obedeció, y empezó a frotar la punta de su polla contra el botoncito de Tina, que se retorció de placer.

     -¡Sí, así…. Asíiiiiiiiiiiiiii, mmmmmmmmmmmmh…! – Él sintió cómo su polla se deslizaba con toda la facilidad sobre el coñito cálido de Tina, y llevando su miembro con la mano, hizo círculos sobre el clítoris y lo restregó, jadeando de excitación y placer, las cosquillas en su glande eran maravillosas, y el jugo que salía del coño de ella lo bañaba cálidamente cada poco rato… las ganas de pajearse o de metérsela hasta el fondo eran cada vez mayores, pero notó que ella estaba a punto de correrse, y quiso continuar para que lo lograra. – Un poquito más….. aaaah…. Mmmmmmmmmmmmmh…. – balbució Tina, asintiendo con la cabeza, temblando de placer cada vez más intensamente. Sus mejillas estaban coloradas y empezó a sonreír por el placer. Santiago notaba en su glande que el sexo de ella empezaba a temblar y finalmente se contrajo - ¡Haaaaaaaaaah…. Mmmmmmmmmmmmh…. Me… me estoy corriendoooo… aaahh….! Santiago tuvo que morderse los labios y recurrir a toda su fuerza de voluntad para no correrse él también cuando vio la cara de placer que ella ponía, cuando vio su coñito contraerse, los labios vaginales cerrarse en espasmos que parecían querer apresar la cabeza de su polla y la sonrisa de gusto, la adorable carita que se le quedó al alcanzar su placer.

      -Mmmmmmmmmmh…. Qué bueno ha sido…. – Tina se le quedó mirando apenas un segundo, después desvió su mirada hacia la polla de su compañero y sonrió - ¡Venga, en tijera!

    -¿Tijera? – preguntó Santi, pero Tina ya había empezado a moverse. Se incorporó y le hizo tumbarse boca arriba; ella se tumbó boca arriba también, pero al sentido contrario, y le dio una patada en la barbilla sin querer, pero él aprovechó para besarle el pie y acariciarle las piernas. Tina se metió entre sus piernas para lograr la penetración, y empezó a frotarse contra la polla de Santi, quien tuvo la sensación de ver estrellitas de gusto cuando comenzó a notar que su miembro entraba lentamente en aquélla rajita, cálida, húmeda, dulce… y sobre todo, apretada. A pesar de que estaba muy húmeda, estaba muy apretada… “Es buenísimo, es increíble….”. Por un momento, temió estar haciendo daño a Tina, pero ésta movía las caderas igual que cuando bailaba, intentando que entrase por completo y gimiendo suavemente.

      -Ay… aaay, Santi…. Mmmmmmmh… me encanta… la tienes ardiendo… y me llega tan adentro…oooh…

     Él intentó pensar en otra cosa, pero se estaba volviendo loco de placer; apenas podía controlar su cuerpo, sus caderas se movían solas, el deseo de bombear era irresistible. Acarició las piernas de Tina, besó sus pies, y notó que ella hacia lo propio, haciéndole cosquillas muy suaves en las plantas; Santi se retorció de gusto y apretó los dientes, sintiendo que el placer se cebaba en su cuerpo; su polla aprisionada en el sexo de Tina, sus piernas acariciadas y mimadas, y las dulces cosquillas que proporcionaban un tormento delicioso… desde las plantas de los pies hasta las corvas, hasta las nalgas los riñones y la nuca, el placer recorría su cuerpo y se escapaba en gemidos en los que parecía que iba a echar el alma.

    -No… no aguanto más…. No aguanto máaaah….- logró balbucir, y al oírle, Tina empezó a mover las caderas para darle más placer, ¡era lo único que le faltaba! Santiago cedió al deseo de bombear y notó que también ella debía estar casi a punto, pues de nuevo pudo sentir que su coño empezaba a temblar, quiso esperar un poco más para acabar juntos, pero no le fue posible:

    -Me… aaah… ooh, sí…. Me… ¡me corro, sí….aaah, joder qué gustooo…! – Santi se apretó contra el coño de Tina y los gemidos de ésta se hicieron más fuertes

    -¡Aaaaaaaaaaah…. Puedo… puedo sentirlooooo…! ¡Siento cómo te derramas en mi interior…. Haaah…. Oh, no, se sale, no…! ¡Mmmmmmmhh…!

     Santiago respingó de gusto: ¡al correrse ella, su ya de por sí estrecho coñito, se contrajo más aún! “Está tirando de mí…. Es como si me absorbiera toda la polla… qué gustazo… es como si me la mamara con el coño… Me la está volviendo a poner dura….” Sin poder evitarlo, obedeciendo sólo a su instinto, Santi no dejó de moverse.

    -¡No! – gritó ella - ¡No te muevas ahora…. Noooo…. Aaaaaaaaaaaah…. Que me… que soy… aaaahh…..! Aaaah…. No…. No… ¡no pareees, haaaaaaaaammmmmmmh…!

     Santi no entendía lo que pasaba, pero obedeció, siguió moviéndose dentro de ella, notando cómo otra vez el placer subía por su cuerpo, pero antes de poder darse cuenta, Tina estaba agarrando el brazo del sillón con tal fuerza que sus nudillos palidecían, y sudaba copiosamente.

      -¡Más… más… MÁS! – gritó ella, y Santiago, jadeando cada vez más fuerte, siguió; sacó su polla casi por completo y la metió de golpe - ¡AH, SÍ! ¡Sí! – Tina se convulsionó de placer, y de nuevo Santi notó que el sexo de su compañera se contraía. La agarró por los muslos y la apretó, sintiendo de nuevo la maravillosa presión sobre su polla, notando las deliciosas contracciones del orgasmo que le exprimían el miembro… estaba casi por acabar él también, y continuó haciendo embestidas profundas. Tina mordía la tapicería y sus piernas parecían acalambrarse, cuando también él llegó al clímax una vez más, y de nuevo notó que el coñito de Tina tenía las contracciones de un nuevo orgasmo.

      -¡AAAAAAAAAAAAH, SÍIIIIIIIIIIIIIIIIIII….. DIOS MÍO, ME ENCANTAAAAAH….! – la joven gritó con fuerza suficiente como para tumbar el edificio, y aquéllas deliciosas convulsiones se repitieron de nuevo. “¿Cuántos lleva ya esta chica…?” se preguntó Santiago, y a la vez tuvo que reconocer que de no ser porque estaba agotado, aquélla encantadora sensación de absorción y masaje se la hubiera puesto dura otra vez.

     Tina jadeaba, agotada, y cuando se volvió para mirarle, Santi vio sus ojos anegados en lágrimas y un hilillo de saliva que escurría de su boca.

      - Es que…. – logró balbucir – t-tengo tendencia al multiorgasmo, y después de tener uno estoy tan sensible que puedo tener varios… mmmmmmmh…. Ha sido bestial, Santi… gracias.

      Santiago la miró, sonriendo tontamente, mientras ella, con visible esfuerzo, cambiaba de postura. Le atizó una patada en la nariz al bajarse del sofá, pero él no pudo evitar reírse. La joven se tumbó a su lado, con ojos soñolientos y le abrazó, mimosa.  A partir de ahí, los recuerdos de Santiago se volvían más claros… recordaba perfectamente que la había cogido en brazos y llevado a la cama, le había dado un calambre en los riñones y se había golpeado el dedo meñique contra la pata de la cama. Y a juzgar por cómo había quedado el salón y cómo tenía él el cuerpo de moratones al día siguiente, era indudable que había habido un mayor número de pequeños accidentes de los que él recordaba.

     -Lo siento….Creo que traigo mala suerte. Siempre pasan cosas así a mi alrededor – había dicho Tina. Y mientras Santiago la miraba, dormida a su lado, no pudo evitar pensar que por fin, parecía que él tenía un poco de suerte.

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