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Las Mamás del colegio (02: Lola)

en Jovencit@s

LAS MAMÁS DEL COLEGIO (O2: LOLA)

Entre las paredes de aquel edificio de apariencia noble y respetable, se escondía un mundo sórdido de sexo reprimido, de los supuestos educadores y de los que allí estábamos internos. Como es bien comprensible muchachos de 13 a 18 años , sin apenas salir de aquel recinto eran una caldera a presión, y no siempre con válvula reguladora.

Nuestra imaginación pajillera se nutría de las señoras que por una razón u otra, trabajaban en el colegio, la mayor parte madres viudas jóvenes, que así podían estar cerca de sus hijos.

Cuando yo llegué con 8 años al colegio estaba al cargo de los más pequeños, para el dormitorio y la ropa, una señora ya muy mayor que cuidaba de nosotros de manera algo ruda pero también con bondad; murió al pie del cañon 6 años más tarde y fue sustituida por la señora Dolores, que entonces tendría unos 28 y que vino al colegio al ingresar su hijo pequeño. Para nosotros pronto fue "la Lola".

Era una morena espectacular , alta , cara de muñeca, abundante cabello ensortijado cayéndole por los hombros y la espalda, pechos exuberantes y unas piernas de locura, macizas, contundentes que encumbraban un pedazo de señor culo. Cuando estábamos en la fila para entrar en el comedor y ella pasaba con los pequeños que entraba los primeros, se oía un rumor y la temperatura subía, según la ropa que llevara, habría abundante tema para muchas pajas aquella noche.

Lola no era como la pobre Sra Mery, hacía tres años que había muerto su marido y echaba de menos el calor de un hombre, y cuando lo encontró fue demasiado calor.

Entre mis compañeros Agustín era el típico guapito de buenos modales, que guardaba como oro en paño sus levis, sus zapatos "castellanos" y su fred perry para los sábados, unico día de salida algo libre que teníamos. El, con sus solos 16 años, engatusó aquella hembra codiciada por todos. Aunque más bien ella fue la que se fijo en él y, aprovechando que un día él y otros tres debieron ayudarla a subir ropa de la lavandería se inició el "romance". Los sábados por la tarde ya Agustín no salía con nosotros, lo veíamos ir al ala de dormitorios y perderse en el largo pasillo de pequeños. – Qué cabrón, se la va a follar to´la tarde – decíamos con la boca echa agua.

Aunque le preguntamos, al principio no nos quería decir nada, Agustín no necesitaba presumir de nada, no era de esos tipos y tal vez presentía que en aquel ambiente era mejor así. Ante nuestra insistencia nos fue contando cosas que evidenciaban ( más tarde lo entendímos ) la acción "educadora" de Lola, era ella la que llevaba la voz cantante, aunque en la forma más tradicional: besos, achuchones y postura del misionero. Para ella era lo suficiente ( tal vez no conocía otra cosa) y para Agustín era todo, se había estrenado con ella. Lola le acariciaba la verga, lo besaba, se la colocaba en el coño, y dirigía el suave mete-saca del neófito.

Tío, y ¿no te la chupa?, ¿no te la follas por el culo?

¿Qué pasa tíos -decía Agustín- Eso es cosa de putas y de revistas, ella es un señora.

El estaba enamorado y era feliz con lo que ella le daba, podría pensar que su vida iba a transcurrir así de placentera durante los próximos años, en una pacífica posesión de aquella mujer. Algo que, como es muy fácil de entender, nos jodía a los que sabíamos el tema y no teníamos casi tiempo los sábados para intentar ligarnos a una pibita del barrio.

Y así llegó el día en que Gus (como llamábamos a Agustín) tuvo necesidad de comprar y tener que pagar. Pototo, Raul y Chanito (tres elementos de cuidado) habían podido robar el examen de matemáticas de 1º y 2º de BUP, y se estaban haciendo ricos; cuando se les acercó Gus le pusieron la cosa clara: ni una peseta, pero querían ver como se follaba a Lola. Había una dificultad objetiva, que Gus puso en evidencia: la viuda tenía para ella un cuartito de estar y un dormitorio que siempre cerraba. Allí no podían ni entrar ni ver nada. Pero Pototo lo tenía todo planeado:

-dile que algún inspector sospecha algo y que conviene despistar un tiempo y te la llevas al cuarto piso.

El cuarto piso era dormitorio de 7º y 8º de EGB, tres grandes salas divididas en las que había unos muros de metro y medio sobre los que apoyaban las camas y los armarios de 64 muchachos. Pototo tenía una llave de la puerta principal y al ser chavales de 12 y 13 años no los dejaban entrar durante el día porque lo desordenaban todo. Había pues seguridad ya que a los dos inspectores que tenían su habitación en ese piso era facil controlar si entraban.

Gus la convenció para que al menos un par de meses se vieran allí el sábado y el domingo por la tarde. El ritual se cumplía con la única variante de que alguna vez había algún invitado por deudas o amistad de aquellos balandras, Raul me pagó así las chuletillas que le pasaba en los exámenes ya que nos llevábamos bien.

El temblorcillo que nos recorría por la excitación a los 3, 4 o 6 chavales que veíamos aquella mujer que estaba tan buenota era tremendo: ver como se desnudaba, aquellas grandes tetas, aquellos muslazos, aquella mata de pelo en el coño era la locura. Luego sus gemidos , sus piernas abiertas, el leve temblor de su carnes cuando Gus la penetraba , nos hacía encadenar una paja con otra a pesar de que lógicamente no podíamos ver todo lo que nos gustaría para no delatarnos. El rato que te tocaba vigilar la puerta era un suplicio oyendo lo que se oía y tu sin ver.

Todo hubiera quedado ahí; pero a veces, quien cree hacer un gran bien, da ideas para el mal. Me explicaré: D. José, el director que, como conté en la historia de la Sra Mery, era un hombre recto y religioso, nos daba junto con el Padre Anselmo una charla mensual de moralidad o espiritualidad. Aquel mes la plática fue sobre los malos ejemplos y el escándalo, quien escandaliza, quien induce a otro al mal debe ser apartado. Al salir de la charla dijo el retorcido de Chan:

-estoy escandalizado, una madre que viene a cuidar de los pequeños y lo que hace es pervertir a un muchachito de 16 años y dar mal ejemplo a medio colegio.

 

Puede que el juicio de D. José fuera aún más severo, pero la verdad es que todos los de 1º y 2º sabíamos que había algo, alguno con total "conocimiento de causa".

Pototo hizo entender a Gus que tarde o temprano aquello tenía que tener un final, pues después de seis meses era un milagro que no hubiera llegado a oidos de un inspector. La oferta era clara, si colaboraba tenía asegurados todos los exámenes que pillaran y muchas pequeñas ventajas que aquellos aprendices de mafiosos le podían proporcionar en aquel ambiente tan cerrado.

Mira Lola, hay algunos pelotas del Cura y del director que para ganar puntos se van a chivar. Mis amigos me han dicho que la única manera de que se callen es que gran parte de la clase los acojone, porque ellos tres solos no pueden ( de sobra sabía Gus que uno se hubiera bastado) . Ellos dicen que si te dejaras tocar un poquito por unos cuantos, con esa promesa se echarían encima de los pelotas y estos se callarían.

Lola terminó aceptando que para seguir con Gus y su trabajo cerca de su hijito, tendría que dejarse ver y tocar "un poquito" por unos diez chicos ( eso le habían dicho a Gus).

Pototo y los otros malandras no solo veían el aspecto "ludico" del tema sino sobre todo el económico y el poder. Proporcionar a unos tíos de 15 y 16 años, que no conocían ni conocerían en varios años otro mundo que las pajas, una hembra como aquella, significaba agradecimiento eterno y prueba de que ellos serían el "gran conseguidor".

 

Los internos de 1º y 2º dormíamos en el primer piso del ala izquierda y la distribución de dormitorios era distinta del otro ala. Las 64 camas estaban distribuidas en 8 camaretas con dos habitaciones y un espacio en medio para lavabaos, duchas y urinarios con zona de armarios; cada habitación tenía 4 camas y puerta. En el fondo del pasillo estaba la camareta de Pototo y los otros, enfrente tres más allá estaba el cuarto del inspector, no había problema pues por el ruido sino había excesos.

El viernes por la tarde justo después de cenar Gus metió a Lola en la habitación, en esa media hora que el inspector daba para asearse los dientes ir al baño y meterse en la cama. A las diez el inspector apagaba las luces después de comprobar que estaban todos en su cama. Lola estaba escondida debajo de una cama. Terminada la inspección el inspector paseaba media hora por el pasillo, cerraba la puerta del piso y, como era viernes se iba de copas; seguro que no volvía hasta pasadas las 3 de la madrugada. De todas maneras era fácil vigilar cuando volviera.

Y empezó la juerga tal como Pototo la había diseñado: Lola salio de debajo de la cama, se encendió la luz y allí estaban Gus, Pototo, Chan, Raul y otros cuatro; aunque nerviosa pensó que al final solo eran 8. Según le dijeron comenzó a desnudarse quitándose su sueter, mientras miraba como los muchachos comenzaban a pajearse sin apartar sus ojos de sus senos aun con el sujetador. Se sacó la falda dejando a la vista sus muslazos .

- Pero que buena estas, a ver esas tetas.

Cuando se quitó el sostén aquellos ocho pares de ojos se salían de sus órbitas al ver aquellas tetazas bamboleándose conforme se agachaba para sacarse las bragas.

Mira como tiene el coño de peludo esta cabrona, date la vuelta que te veamos ese pedazo de culo que tienes. Eran unas caderas y un culo de ensueño, unas nalgas carnosas y rotundas.

La hicieron echar en la cama y comenzaron a manosearla, estrujando y mamando sus tetas, magreando sus muslos y sus nalgas, abriéndole con los dedos los labios de la vagina. Pototo se sentó en la cama detrás de ella y la cogío las dos tetas haciendo con ellas lo que quiso, se fueron así turnando. Otros preferían tumbarse encima de ella restregando su polla contra sus nalgas a la vez que amasaban sus tetas. Como no eran demasiado brutales Lola se fue calentando viendo aquellos cuerpos adolescentes y sintiendo su manoseo. Hasta entonces la cosa iba por los caminos previstos por ella pero Raul sacó una revista que habían guardado como "guíon" y enseñándosela a los otros y a ella le dijo:- Ahora vas a hacer como estas putas de la revista. Primero chupanosla, zorra.

- De eso nada bonito, pero ¿qué os habeís creido?

- Que te vamos a esconder la ropa, dejarte en el pasillo y que le expliques al inspector cuando vuelva, lo que haces ahí.

Lola miró a Gus, que ya no la miraba como a alguien querido para él, sino como a una puta que se iba a follar con sus amigos, lo percibió así y se puso a mamársela torpemente a Pototo. Sentada en la cama fue recibiendo en su boca las pollas de cada uno de ellos, chupaba como si de un chupa-chups se tratara dedicando su atención sobre todo al glande de cada uno de ellos. Ella nunca lo había hecho y a ellos nunca se la habían mamado por eso gimiendo como lastimeros se corrieron pronto llenándole la boca de su leche.

Lugo la tumbaron en la cama y por turno se la fueron metiendo; era la primera vez que metían en caliente todos menos Gus; se dejaron llevar y la embistieron con violencia y frenesí. No tardaban demasiado en correrse porque el espectáculo de aquellas carnes temblando a cada acometida y los gritos que daba Lola que tenía los orgamos muy seguidos creaban un ambiente de excitación tremendo: - Por favor me vais a matar, me va a pasar algo. La viuda estaba asustada de las sensaciones de su propio cuerpo.

Pero su cara se desencajó cuando vio que, casi sin dejar salir al último, otros ocho muchachos entraron en la habitación, en la que permaneció Pototo, mientras los otros dos y Gus fueron a dormir un poco. Gus sabía que difícilmente volvería a tenerla como antes.

Pototo enseñándole la revista se acomodó sentado sobre su torax y le dijo: Ahora te voy a follar las tetas. Su polla, un poco más grande que lo normal para su edad, quedo oculta entre aquellos hermosos senos, se los cogió y apretó comenzando a moverse con furia. A pesar de la suavidad de aquella piel y la dureza de esas carnes tardó en correrse por tercera vez, dejándole los pechos rojos de la tremenda fricción. Así fueron pasando uno tras otro por las tetas de la mamá que además debía pajear a dos chavales, mientras otros le magreaban los muslos y le hurgaban en el chochazo inflamado y dilatado.

Luego llegó la segunda pasada, uno tras otro se la fueron clavando con furia. Cuando terminaron se le salía el semen por la chocha y tenía las tetas todas pegajosas.

Lola sudaba, estaba ardiendo y se axfiaba, en parte porque Pototo le había metido un slip en la boca para que no gritara cuando se corría como una perra: -No puedo más, no puedo más, me vais a matar.

Pototo permaneció en la habitación cuando entraron Raul y los otros ocho, para dirigir

y mirar. Tal y como aparecía en la revista , la pusieron en la cama a cuatro patas; uno se ponía delante de ella sentado con la piernas abiertas para que se la chupara y otro la penetraba por detrás aquel chochazo peludo. El que recibía la mamada disfrutaba a placer de sus tetas, acompañando los espamos de placer con unos tremendo apretones.

El que la follaba por detrás amasaba aquellas tremendas nalgas. Ver las carnes de aquella hembra agitarse a cada embestida era la locura. El semen de los muchachos y los jugos de sus propias corridas caian abundantemente por el interior de sus muslos.

Chan llegó con el último turno de muchachos cuando Pototo antes de irse a dormir la estaba penetrando también por detrás descargando la excitación largamente contenida.

Como la hallaron boca arriba totalmente agotada la follaron las tetas en la primera pasada y el coño la segunda. La joven viuda se volvió acorrer varias veces, estando ya su cuerpo en un leve temblor continuo, pues sentía una tremenda comezón en el chocho.

Cuando salió él último y pasaron algunos minutos, pensó que todo había terminado, estaba agotada, y no dejaba de tocarse entre las piernas; pero cuando iba a levantarse para apagar la luz y tal vez dormir, apareció un muchacho en la puerta. La cerró y mirándola con lujuria rodeó dos veces la cama. Roque había pactado quedarse sólo el último, había pagado bien a Pototo para tenerla tiempo. La razón es que aquel degenerado sabía que para correrse un par de veces necesitaba mucho tiempo y además quería ocultar su secreto. Era un tipo macilento y delgado que agotaba su cuerpo haciéndose un número de pajas diario increíble; mientras los demás jugaban al futbol o se entretenían de otras maneras el buscaba la soledad de los W.C. y se mataba a pajas mirando las revistas que siempre llevaba debajo del jersey en la cintura. Y su secreto que lo avergonzaba era su deforme pene, muy torcido hacia abajo y hacia la izquierda, casi un gancho que a el le parecía más feo bastante grande , tanto largo como grueso. Encima experimentaba la molestía de la fimosis que le molestaba bastante cuando estaba erecto. Por eso Roque sabía que debía tomarse su tiempo.

Se tumbó a su lado en la cama y comenzó a manosearla y besarla diciéndole todas las barbaridades que había leido en las revistas. La puso boca abajo para restregarse contra sus nalgas y estrujarle las tetas a gusto; la mordía el cuello mientras le decía:

- Vas a ser mi mujer y te voy a follar todas la noches como a ti te gusta so puta.

Cuando disfrutó todo lo que quiso la volvio boca arriba y comenzó a comerle la boca con furia mientras le apretaba la cara interna de los muslos con violencia.

Esa boquita tela voy a llenar con mi polla , cabrona.

Luego le pidió que le masturbara mientras le amasaba las tetas. Lola se asustó al ver el grosor y la deformación de aquella verga. Sintiendo como la fimosis se la estrangulaba le ordenó que se la mamara y después de un buen rato la mandó abrir la piernas y se la fue mentiendo, en una penetración dolorosa para los dos. El con las manos aferradas a sus nalgas, la embestía con fuerza mientras mordia su cuello y apretaba su pecho para sentír sus pechos, al rato se incorporaba para bombearla mirando como sus senos y sus carnes se conmovían con sus arremetidas. Luego le dio la vuelta y la penetró a cuatro patas . La viudita que no dejaba de tener orgasmos le suplicaba : - Córrete ya , por Dios. Más de dos horas estuvo penetrándola, para poder acabar en su coño dos veces. Luego se durmió a su lado.

A la mañana Pototo la sacó sin que viera el inspector. La Señora Lola estuvo 5 años más en el colegio. Pototo se las arregló para imponer la ley del silencio y organizar según sus intereses las visitas a la viuda de sus amigos.

Fue admirable que Deme, el hijo de Lola, saliera del colegio a sus 14 años sin saber que gran parte de sus compañeros mayores nos habíamos trajinado alguna vez a su estupenda mamá.