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En la residencia de ancianos

en No Consentido

LA RESIDENCIA DE ANCIANOS

Aquella tarde del sábado Rosa volvía a casa con un nudo en la garganta y un peso en el estómago. El gerente de la Residencia de Ancianos no había dejado lugar a dudas sino podía hacer frente a las nuevas condiciones su padre como otros pobres viejos tendrían que dejar la Residencia.

La dirección había tomado la decisión de ampliar el edificio, dotándolo de unos servicios nuevos, piscina geriátrica, más personal asistencial, detalles de cierto confort y lujo en las habitaciones. Todo ello para captar una clientela de cierto nivel social, contando con que el edificio estaba emplazado en una de las mejores zonas de las afueras de la ciudad.

 

Hasta entonces era una residencia bastante buena y a un precio asequible. La pensión del viejito, junto con la cantidad que aportaban ella y su marido, era suficiente para que el anciano estuviera bien atendido. El viejo estaba casi imposibilitado, la casa era reducida, con dos niños de 11 y 12 años se hacía difícil cuidar al abuelo y además su marido nunca se había llevado bien con su suegro; accedía a la ayuda económica pero no lo quería en casa.

Rosa sabía que ni loco su marido aceptaría sacrificios en su nivel de vida para hacer frente a una subida del 50% del costo de la residencia. Cuando llegó a casa y lo comentó no le sorprendió la respuesta de su marido:

Pues tendrá que arreglarse con lo que podamos encontrar.

Lo que podrían encontrar - pensaba Rosa – podía ser una de esas residencias donde se almacena a los viejos, mal comidos, reducidos casi a estado vegetal por una sedación fortísima y a veces sin la debida higiene corporal.

Ella no podía meter a su padre en un sitio así.

 

Cuando el sábado siguiente fue a visitarlo; a duras penas podía reprimir sus lágrimas. Se desahogó con algunos de los compañeros de su padre en la residencia, bastantes de ellos viudos o solteros. Todos decían sentirlo. Y era cierto. Pero por dos motivos: por el viejo y porque cuando este se fuera ya no se les alegraría la vista con aquel pedazo de hembra. Porque invariablemente la conversación del sábado tarde y noche entre la mayor parte de ellos era lo buena que estaba, las tetonas que tenía y como iba vestida.

Y es que efectivamente a sus 34 años Rosa era una hembra pelirroja de formas voluptuosas y opulentas, con unos pechos grandes, hermosos.

Ricardo era un viejo funcionario soltero de 70 años, que tenía la habitación contigua a la del padre de Rosa, Fermín. El y su compañero de habitación Ramiro, viejo enclenque de 76 junto con Tomás, compañero de habitación de Fermín, gordito de apariencia bonachona de 69 años, intentaban animar a Rosa:

- Quizás se pueda encontrar alguna solución señora.

- A lo mejor le podemos dar una sorpresa agradable el próximo fin de semana.

 

A Ricardo, habitual de los puticlubs en sus años mozos, sus pervertidas neuronas le sugerían un proyecto de solución "agradable" para todos. Conocedor de la condición humana de sus compañeros, les propuso el plan.

- Vamos a ver, todos necesitamos de vez en cuando ir al "barrio" a buscar una puta barata para aliviarnos de prisa y corriendo. Pues bien amigos, por menos de lo que nos cuesta una puta trajinada, podemos tener una hembra saludable como esa y de paso hacerle un favor. Es cuestión de buscar algunos más que se unan a nuestro proyecto.

 

Al siguiente sábado cuando Rosa se despidió de su padre Ricardo y Ramiro la abordaron y sin muchos rodeos le hicieron su proposición:

Mire Rosa, si usted fuera un poco complaciente con nosotros estaríamos dispuestos a pagar la cantidad que a usted le falta para que su padre pueda seguir en esta residencia.

Desgraciados groseros, pero ¿qué se han creido?

Comenzó a caminar hacía el ascensor llena de rabia; ella nunca le había faltado a su marido, era una mujer decente, una madre de familia. Entró en el ascensor. Pero su mente no dejaba de valorar la situación. Cuando llegó a bajo ni siquiera abrió la puerta; volvió a pulsar el botón y respiró hondo, en tres semanas no había sido capaz de encontrar un sitio decente para su padre.

Cuando salió del ascensor vio al fondo del pasillo a Ricardo que sonreía como diciendo: ya sabía yo que volverías. Le abrió la puerta de su habitación para que entrara; Rosa no tuvo tiempo de hacerse a la idea de lo que le esperaba poco a poco. Junto a Ricardo, Ramiro y Tomás había otros dos viejos.

Joder que buena está, no creo que tenga ganas de cenar esta noche.

Venga maciza vete quitándote la ropa que tenemos ganas de verte la tetas.

Rosa se desnudó y ante la mirada ansiosa de los cinco viejos, que se habían quedado sin habla, se sentó en el suelo de la habitación esperando que terminaran de bajarse los pantalones y quitarse lo que les estorbaba.

Los viejos babeaban mientras miraban aquellas carnes blancas y sus pechos portentosos.

En su mirada había tristeza y resignación, pero a ellos que les importaba, tenían su presa.

Echate encima de la cama.

Rosa se tumbó mientras veía como los viejos rodeaban la cama y meneaban sus vergas. Luego todos a la vez comenzaron a magrearla y amasarle las tetas.

Ricardo marcó la pauta: - Al que primero se le ponga dura que empiece.

Ramiro fue el primero se echó encima de ella colocado entre sus piernas y comenzó a penetrarla, tardó un buen rato en correrse y Rosa tuvo que aguantar que la besuqueara y le llenara de babas la cara y el cuello.

 

Después se la follaron los otros cuatro de la misma manera, que igualmente tardaron bastante en venirse. A Rosa se le hizo eterno.

Sin darle tiempo a recobrarse Ricardo terció:

Ahora potra te vas a tener que esforzar para ponernos en forma otra vez. Venga haznos una buena mamada.

Y Rosa empezó a chupar y chupara aquellas pijas canijas que tardaban en levantarse un poco. Cuando terminaba la ronda tenía que volver a empezar a levantarlas. A base de mucho mamar consiguió que tres de ellos se corrieran en su cara.

Tomás, el compañero de su padre, no había conseguido correrse:

Túmbate boca abajo zorra que quiero gozarte.

Se tumbó encima de ella y aferrado a sus tetas se restregaba como un poseso contra sus nalgas. Apretaba con saña los pechos hasta hacerla gritar:

Por favor no me hagan daño.

Después de un buen rato otro viejo reclamó su parte:

Anda y cómprate una viagra, quita que le voy a follar las tetas.

 

El viejo la hizo darse la vuelta y montado a horcajadas sobre ella puso su polla entre sus abundantes globos apretándolos con fuerza mientras sentía que su verga se endurecía envuelta en aquellas mullidas y suaves carnes. Al final el cabrón se corrió entre sus tetas después de darle una tremenda follada.

Se hacía tarde y la dejaron marchar ordenándole: - El sábado trae ropa roja provocativa.

 

Obedeció y cuando entró el siguiente sábado en el curto de su padre este no pudo evitar decir: - Hija pero ¿Cómo vas así vestida ?

Ella desvió la conversación y le dijo al viejito que se tendría que ir un poco antes. Cuando salió de la habitación para dirigirse a la de Ricardo vió que varias puertas se entreabrían y muchos ojos la observaba. Ella se daba cuenta que se había convertido en la puta de la residencia, pero no se imaginaba hasta que punto. Al abrirle la puerta Ricardo se quedó sobrecogida al ver a ocho viejo que la esperaban semidesnudos:

Te vas a tener que espabilar, que hay mucha hambre atrasada.

 

Un viejo se le acercó y a hizo poner de rodillas para que los fuera mamando uno a uno.

Observó como las viejas pollas se levantaban con mayor rapidez y se ponían tremendamente duras. Los viejos la fueron montando embistiéndola con fuerza, tardaban igualmente mucho en correrse pero, a diferencia del día anterior, sus pollas después de llenarle el coño apenas disminuían el tamaño.

Pronto supo porqué: - Joder compañeros ¡Qué invento más cojonudo es esto de la viagra¡

Hoy si que la tenemos dura para romperle el culo –apostilló Ricardo.

No por favor eso no me lo hagaís.

No grites zorra que vas a desasosegar a tu viejo.

Mientras Ricardo colocaba su pija en el agujero de su culo, Rosa mordía la almoada y pensaba en su padre, que en la habitación de al lado no debía oir nada.

El viejo comenzó a meter su glande en aquel apretado orificio.

Aprieta zorra que así te va a doler más.

Rosa aflojó y sintió como el pedazo de carne palpitante comenzaba a entrar con dificultad haciéndole un daño horrible.

Ahogada en lágrimas apenas acertaba a decir con un hilillo de voz:

Sácamela por Dios, sácamela.

Pero Ricardo le seguía destrozando su agujeritó hasta que sus pelotas sintieron la cálida suavidad de sus nalgas. Luego comenzó a bombearla con todo el vigor de que era capaz. Comenzó a sudar, la polla entraba y salía, seguía dura pero no se venía. Al final cuando pensaba en abandonar le vino el placentero espasmo. Se derrumbó sobre la pobre mujer, habían pasado 25 largos minutos.

Ah, ah, ¡que rico zorra que rico¡

Lo retiraron otros viejos decididos a probar aquello que muchos de ellos nunca habían probado. A Rosa tampoco le había dado nunca por el culo su marido.

Uno a uno sintió como cada viejo le clavaban la verga en su dolorido trasero. Al final los ocho viejos estaban agotados y ella salió caminando hacía el ascensor apoyando cada poco su mano en la pared.

 

El siguiente sábado se encontró con una nueva y desagradable sorpresa. Tras despedirse de su padre, Ricardo la condujo a una planta diferente y entraron en una sala grande donde había más de 20 viejos y en una pared un gran espejo. No todos se la follaron algunos se conformaban con disfrutar del espectáculo y tocarla un poco mientras se pajeaban. Pero trece o catorce si querían meter en caliente. Esta vez siguiendo las instrucciones de Ricardo le hicieron de todo. Se la follaron dos a la vez, mientras mamaba y pajeaba a otros tres. La obligaron a bailar apretada entre dos viejos. Le metieron el puño entero en el choco. Tuvo que hacer de perra salida mientras un viejo le daba por detrás mientras y otros la meaban encima.

Apèsar de estar agotada, destrozaba, tenía conciencia de que era ya muy tarde. Por alguna razón a los viejos no les importaba ni ir a cenar ni que alguien viniera a aquella sala.

Zorra ahora caliéntanos con un buen espectáculo y sonríe que para eso pagamos.

Rosa obedeció; se paseó y se tocó delante de ellos.

 

Cuando los viejos se dieron por satisfechos y la dejaron marchar eran más de las doce de la noche. Ella se preguntaba que estaba pasando. Aquello no era normal. Pronto tuvo respuesta.

El martes recibió una llamada para que acudiera a la residencia. El conserje le dijo que fuera al despacho del gerente. Era un hombre de mediana edad. Le puso encima de la mesa un sobre:

Ábralo, mujer.

En su interior había una cantidad de dinero que era exactamente la diferencia que ella no podía pagar y que pagaban los viejos.

Mire señora, desde que usted a empezado a "cuidar" de los viejos se nota mucho mejor ambiente en la residencia. Protestan menos, tienen buen humor. Por lo tanto cada mes le daré el dinero que ellos entregan por sus "servicios". Me parece justo, hace usted un buen trabajo. Además el espectáculo que pude ver el otro sábado detrás del espejo fue sublime, mire que fotos he sacado.

Sacó otro sobre con algunas fotos de Rosa follando

No se preocupe son para mi uso exclusivo, me encanta mirar como se la follan los viejitos y como no está usted aquí todos los días pues me apaño con las fotos. Además no estaría bien que yo participara. Sólo sabe lo del cristal Ricardo.

La despidió amablemente y Rosa volvió a casa con un lio en su cabeza. Después de todo pensaba "Si me he convertido en su puta al menos cobro y a mi padre no le falta de nada". A Ella tampoco le iba a faltar casi nada. De Verga iba a estar más que servida.