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Se follaron a mi orgullosa madre

en No Consentido

SE FOLLARON A MI ORGULLOSA MADRE

Mi madre, Soraya, es profesora de filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria de un pueblo grande, a donde acuden chicos de toda la comarca. Mis padres son de otro pueblo cercano al del instituto, y allí vivimos. Todos los chicos del pueblo van al Instituto de mi madre, y ello significa que tanto en el Instituto como en el pueblo tengo que escuchar constantemente comentarios groseros sobre que mi madre es la profesora que más buena está y más calientes los pone.

Esos comentarios hicieron que a mis catorce años fuera cayendo en la cuenta de lo buena que estaba mi madre; porque la verdad es que hasta entonces no me había fijado en ella de esa manera. Eso y lo que por suerte o desgracia presencié me hicieron verla de muy diferente manera.

Mi madre tiene el pelo castaño claro; es una mujer alta, de aspecto macizo, con unas tetas bastante grandes, buenas nalgas y unos muslos contundentes. Su cara y su mirada rebosan soberbia, autosuficiencia y tienen algo que excita a los hombres.

Aunque viste correctamente; como le gusta ponerse siempre sueters ajustados y faldas ceñidas, quedan muy evidentemente resaltados sus grandes pechos y su hermoso culo.

Siempre usa medias o Pantys y en los días de fiesta le gusta ponerse faldas con abertura a un lado o por detrás. Además se permite algún escote generoso y siempre usa tacones altos; lo cual, dada su altura, le da un aspecto imponente. Más de una vez he sorprendido miradas de señores pendientes de la abertura de mi madre.

Mis abuelos maternos son trabajadores humildes por lo que tuvo que hacer sus estudios a base de becas; eso la hace muy susceptible ante cualquiera que quiera sobreponerse a ella. Creo que, además de orgullosa y soberbia, es un poco rencorosa.

Las cosas se deterioraron, cuando mi madre, que además de presencia tiene un pico extraordinario, decidió meterse en política. La convencieron para que se presentara a las elecciones municipales de su pueblo de nº 2, resultando su candidatura la vencedora y ella teniente-Alcalde.

Eso lo hizo contra el parecer de la familia, porque efectivamente vinieron después cosas desagradables, distanciamientos, enemistades con gente del pueblo y personas que dejaron de hablarles; mi padre se disgustó mucho porque era un hombre que le gustaba llevarse bien con todos,. Empezaron a circular rumores sobre el dinero de comisiones por obras. Por supuesto yo pensaba que eran habladurías de la gente maliciosa.

La cosa llegó al límite en el trato dado a los que trabajaban para el ayuntamiento, pagados con las subvenciones que daba la administración del estado para los parados y gente que tenía alguna incapacidad. Los trataba de forma caprichosa y despótica, prescindiendo en cuanto podía de los que le caían mal. Siempre favorecía a los cuatro aduladores y dejaba sin trabajo a chicos y señores que realmente lo necesitaban.

Un día se produjo en casa una fuerte discusión. Oí como mi padre le decía que no cogiera un dinero relacionado con ciertas obras que se estaban realizando en el pueblo.

Yo veía que mi padre cada día estaba más harto de todo aquello. Sin embargo mi madre se hizo cada vez más altanera. Incluso yo notaba que algunos muchachos empezaban a esquivar mi compañía. Y más de una vez pude oir como alguno decía:

- Mira, ahí va esa zorra.

Además mi madre empezó a tomarle gusto a eso de codearse con los políticos provinciales. Yo veía que aquello podía terminar mal entre mi padre y mi madre; pues él no estaba dispuesto a aguatar durante años aquello.

Así estaban las cosas hasta que un día ocurrió algo inesperado. Terminadas las clases del instituto subíamos mi madre y yo a nuestro coche cuando escuchamos unas voces:

- Dª Soraya, por favor, espere.

Eran tres chicos del pueblo, alumnos suyos, que decían haber perdido el bus escolar y pedían que les lleváramos en nuestro coche. Se montaron y salimos para casa.

Apenas llevábamos recorridos tres o cuatro kilómetros por la carretera comarcal cuando uno de los chicos dijo:

- Dª Soraya, queremos hablar con usted de un asunto importante; será mejor que detenga el coche en el pinar.

Mi madre tuvo un primer impulso de responder altivamente; pero la forma como el chico había hablado la hizo notar que aquello no era ninguna tontería.

Una vez detenido el coche en un pinar que había a la derecha de la carretera, otro de los chicos le dijo:

No vamos a perder mucho tiempo, porque tenemos ganas de llegar a casa y comer. Sabemos que eres una puta ladrona, que D. Cándido el contratista te ha metido un buen dinero en una cuenta del Bankinter por las subvenciones de las obras. Si quieres que estemos calladitos nos vas a aprobar la filosofía por la cara y nos vas a hacer a cada uno una buena mamada.

Mi madre no salía de su asombro, seguramente se preguntaba ¿Cómo sabían aquello los muchachos? Sabía que aquello iba en serio y que no había escapatoria; además quería terminar cuanto antes, por lo que simplemente dijo:

Pero que salga mi hijo del coche.

Lo siento, profe, pero sería raro que lo vieran a él fuera del coche, si pasa alguien y se fija.

Vamos Dª Soraya, venga para el asiento trasero.

Mi madre se cambió con uno de los tres y se sentó atrás en el medio. Ellos, tremendamente excitados y nerviosos, lo primero que hicieron fue desabrocharse el pantalón y dejar al aire sus pollas, luego se giraron hacia mi madre, pero el respeto que siempre les había impuesto les detuvo un momento. Tuvo que ser el que se había sentado en el asiento delantero el que les animó:

¡Venga tíos! que es para hoy.

Los dos chicos, incapaces de sostener la dura mirada de mi madre, fijaron sus ojos en sus tetas y en las piernas, atreviéndose poco a poco a manosearla. Uno le puso la mano en la rodilla, avanzando lentamente y retirándole para atrás la falda. Mientras, su compañero desabotonaba nerviosamente la blusa a mi madre. Los muslos de mi madre iban quedando totalmente a la vista, dejándonos ver sus blancas carnes enfundadas en las oscuras medias. Poco a poco la mano del chico se movía con más rapidez y apretaba cada vez más fuerte las turgentes carnes de mi madre. Mientras, el otro ya le había abierto totalmente la blusa y ante nuestros ojos aparecieron aquellos dos hermosos globos de carne blanca y delicada que parecían que iban a reventar el sujetador. Le desabrocharon el sostén por detrás y se lo subieron por encima de las tetas.

Mientras, el chico que tenía al lado no perdía ojo, y se pajeaba a todo tren, yo espiaba furtivamente por el retrovisor ya que no me atrevía a mirar descaradamente. A medida que la sobeteaban le perdían el respeto y le ordenaron quitarse la braguita. Ella obedeció sin hablar.

Abre las piernas, puta.

Y mi madre obedeció mostrándonos una espesa mata de pelo que le cubría su raja. Los dos chicos comenzaron a hurgarle en la entrepierna, descubriendo los plieges carnosos y rosados de su chocho. Luego comenzaron a meterle los dedos.

 

Cuando se cansaron de tocarle el coño dirigieron su atención a las tetas: - Ahora Dª Soraya nos va a coger con esas manitas nuestras pollas y nos las va a menear con delicadeza.

Los dos creyeron volverse locos cuando la finas manos de mi madre, se cerraron sobre sus pijas, en una caricia suave que recorría de arriba a bajo el tronco de sus vergas. Seguramente mi madre les hacía la paja con esmero a ver si se corrían y evitaba chupársela. Pero no fue así. Ellos, presa de la excitación concentraban toda su tensión sexual en sus pechos; los estrujaban, mordían, pellizcaban y de vez en cuando, poniendo la palma de la mano debajo, los sopesaban.

Disfrutaron un buen rato de sus hermosos y abundantes senos. Hasta que llegó el momento más difícil para ella : -Manu, ya veras como una tía que pajea tan bien resulta una buena mamona. Venga profesora empiece por la polla que más le guste.

Mi madre se inclinó hacía uno de ellos y comenzó a besarle tímidamente el tronco y los huevos, sintiendo que le daba un vuelco el estómago. Tanto el chico que estaba a mi lado como yo estábamos locos mirando aquella boquita roja, carnosa que se iba a tragar aquel pedazo de pija. Ahora yo podía mirar sin problemas ya que mi madre solo podía ver la entrepierna de mi compañero. Siguiendo las órdenes que le daba el sátiro comenzó a chupar, aquella cabezota morada que le llenaba totalmente la boca. Luego el cogió su cabeza por el pelo y comenzó a follarle la boca hasta que sus labios tocaban sus pelotas, mientras ella casi se ahogaba y se esforzaba en masajearle la polla y los huevos.

El otro chico colocado detrás seguía magreando sus tetas y metiéndole la mano en el coño. Poco a poco mi madre se iba calentado a pesar de la humillación que sufría y en un momento dado el muchacho exclamo:

¡Joder tíos! ¡Está mojada!

El otro tipo ya sujetaba con las dos manos la cabeza de mi madre y la hacía recorrer de arriba a bajo frenéticamente su polla hasta que, dando un fuerte gemido, se corrió en la boca de mi madre. Ella se limpió con la mano los hilos de lefa que salían de la comisura de sus labios y, sin que nadie le dijera nada, se giró al otro lado para comenzar a chuparle la polla al otro chico. El chico que estaba a mi lado pasó al puesto dejado por el que acababa de follarle la boca a mi madre. Se puso detrás de ella y comenzó a frotarse la polla contra sus nalgas mientras le estrujaba las tetas y le metía mano entre los muslos.

Después de tragar verga un buen rato mi madre recibió otra descarga de leche y, tras limpiarse, se volvió para hacerle un nuevo trabajo al tercero mientras los otros dos la sobaban todo lo que podían. Cuando terminó la última mamada se recompuso la ropa como pudo y se sentó de nuevo a al volante, dirigiéndome una mirada furiosa, como si yo tuviera culpa de algo. Si que tenía la polla a reventar, pero no me había atrevido a pajearme. Arrancó el coche y seguimos hasta el pueblo. Mis compañeros de instituto se despidieron con cachondeo:

- Muchas gracias Dª Soraya, hasta mañana.

Por la noche en la cena mi madre apenas hablaba. Yo notaba que mi padre se daba cuenta de que algo había pasado; pero se comportaba como si no se diera cuenta de nada. De hecho nos dijo que estaría dos días fuera por necesidad de su empresa. Al día siguiente después de cenar estábamos mi madre y yo en el salón viendo la tele, cuando sonó el timbre de la puerta.

Eran dos de los obreros, ya mayores de casi 50 años, del pueblo que trabajaban para el ayuntamiento. Eran Franqui, un chico de más de 1,90 y Carlos más bajo pero muy fornido. Los dos tenían una pequeña pensión por disminuidos Psíquicos y debían ser contratados siempre que se pudiera. Mi madre solía despreciarlos, diciendo que no se podía contar para nada con aquellos subnormales. Pero eran chicos muy trabajadores. Del Franqui había oído historias de que cuando iba al puticlub algunas putas no querían irse con él por lo bruto que era follando.

Mi madre se extrañó de verlos allí a aquellas horas y más cuando le dijeron exactamente lo mismo que mis compañeros el día anterior. Lo único que variaba es que estos dos querían follársela. Ella estaba desconcertada y casi gritando les dijo:

- Pero ¿que coños pasa aquí? ¿ O es que voy a ser la puta del pueblo?

Ellos, le dijeron que lo de los tres muchachos había sido un descuido, que habían tenido en el bar, pero que ya les habían advertido de que estuvieran callados. Pero ahora ella iba a tener que portarse bien con ellos o entonces si que se iba a enterar todo el pueblo. Mi madre aceptó resignada y siguiendo sus órdenes se quito el sueter y la falda que llevaba, quedando ante sus ojos con solo sus zapatos el sujetador y la braguita.

-¡Menuda Yegua!, dijo Franqui, pasando su mano por la cara de mi madre; ella con lagrimas que brotaban de sus ojos giraba su rostro para evitarle pero eso solo parecía divertirle:

-Apuesto que tu marido no te folla bien, por eso tienes tan mala leche; le decía riéndose.

-"Por lo menos dejad que mi hijo vaya a su habitación para que no vea a su madre en esta situación."- rogó mi madre esperando encontrar un rastro de piedad en los dos.

-"No Soraya, el chico se queda y tu nos vas a dar gusto a los tres. ¡Ponte de rodillas!

Los dos obreros se rieron y se dispusieron a la acción al ver que mi madre se rendía ante sus peticiones y se preparaba a satisfacer sus bajos instintos. Los dos se pusieron uno al lado del otro en frente a mi madre; se bajaron sus grasientos pantalones y luego sus calzoncillos aun mas sucios y dejaron sus vergas al aire.

Mi madre había cerrado los ojos debido al olor, pero al abrirlos pudo ver las dos pollas tiesas de un buen tamaño, que traían aquellas bestias; sobre todo la de Franqui era descomunal, en proporción a su altura.

Al principio se aterro, pensando en el destrozo que esas dos vergas le harían pero luego, echándole valor, decidió no darles el placer de asustarse y tomo la mas larga, la de Franqui, con una mano, y sin evitar poner cara de asco, debido al hedor, se la llevo a la boca mientras que con la otra mano pajeaba la de Carlos que era la mediana.

Yo miraba todo desde mi sillón, atentamente, nunca había visto un pene de ese calibre y no podía creer que a mi madre siquiera le entrara la punta en la boca. Los dos disfrutaban cada segundo de las atenciones que ella, en contra de su voluntad, les proporcionaba y a cada rato le decían:

- ¡Que buena eres mamando Soraya! Sigue así que lo estas haciendo de puta madre con esa boquita.

Carlos se le acercó por detrás y le quitó el sostén; liberando las tetas de mi madre, y las manosearon a conciencia. Yo estaba a cien y tenía un bulto entre las piernas bastante evidente. Franqui se percató:

-¡Mira Soraya, parece que al chico le gusta ver a su madre chupar pijas -

Mi madre por un momento se quedo cortada, y no podía creer que su hijo se excitara al ver a su madre. Volvió a pedir que me dejaran ir a la habitación.

-¡Vamos Soraya!, deja que tu hijo se divierta también. ¿Te gusta ver a tu madre chupando pijas?, ¿Te gustaría que ella te la chupe a ti?, es muy buena te va a encantar-.

Yo estaba totalmente cortado a la vez que excitado. Entonces Carlos se acercó a mi, me tomo del brazo y me llevo ante mi madre. Allí estaba ante mi de rodillas con sus tetas al aire, sus ojos llenos de lagrimas, su boca abierta desde la cual pendía un hilo de saliva mezclada con líquidos seminales de los dos obreros que habían puesto sus pijas dentro de su boca.

Sabiendo que no le quedaba más remedio, me bajó los pantalones de un tirón sacando a la luz mi pene en plena erección. Luego acercó su boca hasta mi pija y comenzó a chuparla con fuerza. Yo me derretía en su boca, pese a la situación tensa que había, y tardé poco en verter mi leche en su boca, que seguramente es lo que deseaba mi madre.

Como los dos ya tenían sus vergas fuera de sus pantalones, se pajearon, mirando el espectáculo. Pero ahora idearon algo peor, o mejor según se mire. Obligaron a mi madre a quitarse la braguita, echarse al suelo y abrir las piernas:

Ahora Soraya, tu nene te va a comer la almeja hasta que veamos que estás lista, para lo que viene después.

¡Cabrones! ¡Hijos de puta!.

Pese a su rabia mi madre comprendió que lo mejor era dejarse llevar y que todo terminara cuanto antes. Me abrió las piernas y yo creí volverme loco cuando hundí mi cabeza entre sus piernas, sintiendo la suavidad de sus muslos y aquel olor de hembra que me excitaba. Mi trabajo no tardó en surtir efecto y mi madre dejó escapar algún leve gemido. Franqui se acercó y le metió los dedos profundamente. Lugo los sacó y se los llevó a la boca.

Está bien mojada la muy zorra. ¡Levántate y ven aca!

Ellos se sentaron en el sofá y mi madre se acercó hasta ellos que estaban a cien viendo aquellas tetas exuberantes y su coño bien poblado de vello. De nuevo se puso de rodillas y contempló las dos vergas ya duras , oscuras, mal olientes que iban a ser su dura tarea.

Franqui y Carlos llevaron las manos de mi madre a sus penes y comenzaron a disfrutar de la delicada suavidad de su tacto. Luego comenzaron a acariciar sus bien torneados brazos disfrutando de su piel. El movimiento de las manos de mi madre hacía que todo su cuerpo se agitara, especialmente sus pechos, lo que atrajo la atención de los dos que comenzaron a estrujarlos y pellizcaros, dándole buenos tirones en los pezones

- Bueno ahora nos la vas tener que chupar otro rato.

Y Franqui sujetó su cabeza inclinándola sobre su miembro. Por el movimiento que hizo debió sentir una arcada, pero poco a poco lo superó.

- Quiero que me acaricies con tus labios la punta del capullo.

Mi madre comenzó a comerse esa cabezota morada. Franqui estaba como ido del tremendo placer que sentía en su miembro acariciado por los carnosos y rojos labios de mi madre y por sus delicados dedos. Mientras seguía dándole gusto al otro cabrón con su otra mano.

Luego Carlos reclamó su boquita y mi madre comenzó a mamársela. En ese momento Franqui le dijo a mi madre que levantara el culo, la puso a cuatro patas y comenzó a penetrarla. La culeaba a base de bien aferrado a sus caderas y dándole unas tremendas embestidas que hacían temblar hermosas nalgas. De vez encunado las amasaba y le daba buenos cachetazos.

Dando un gruñido, con los ojos casi en blanco, Carlos comenzó a correrse en su boca, trasmitiendo toda la tensión de su venida a sus manos que apretaban brutalmente las tetas de mi madre. Ella encadenó su gemido de queja al de placer pues tuvo un tremendo orgasmo, mientras Franqui seguía dándole verga a destajo.

Con la colaboración de la puta de mi madre que le salía al encuentro moviendo el culo, puede ver como temblaba su cuerpo del placer que sentía mientras su tranca derramaba su semen en la concha de mi madre, que seguía entretenida limpiado con su boca la polla de Carlos.

Franqui se volvió a sentar en el Sofá para descansar un poco:

- Como te hemos dado mucho gusto tienes que ser agradecida y tratar con cariño a los huevos que te han surtido.

Mi madre no necesitó más indicaciones y comenzó a acariciar suavemente las bolas de los dos sátiros con sus manos, para darle luego unos delicados besos que los ponía locos a los dos.

- Ahora vamos a comérnosla todita Antonio.

La hicieron echar en el sofá y Carlos se fue ciego a meter la cabeza entre sus piernas, mientras que Franqui se concentró en sus pechos.

La cara interna de sus turgentes y blancos muslos comenzó a ser lamida y mordisqueada por Carlos que disfrutaba dándole cada vez vocados más grandes, arrancándole doloridas quejas que los excitaban más. Luego concentró su atención en los pliegues de su chocho provocándole gran placer porque mi madre abría bien las piernas y sujetaba la grasienta cabellera del obrero apretándola contra su parte más íntima.

Mientras, Franqui se daba un festín con las tetas de mi madre, cuyos pezones estaban erizados; y aunque por una parte los mordiscos y manoseos a veces la hacían quejarse por su brutalidad, otras le resultaban sumamente placenteros. En un momento dado mi madre comenzó a arquear su cuerpo y por primera vez la oí:

- Cabrones, parad que me vais a volver loca.

Encandilado por las palabras y gestos de mi madre Carlos le gritó a Franqui:

- Quítate y déjamela que voy a reventar a esta puta.

La sujeto las piernas por detrás de las rodillas levantándola la cocha y el culo, apoyo el glande, se dejó caer con su peso sobre ella y comenzó a bombearla de forma bestial.

Parecía imposible que un hombre pudiera desarrollar esa energía clavando a una hembra. Luego, notándola caliente, permitió que lo aprisionara con sus piernas y se abrazó a ella besándola el cuello y la boca. Estuvieron un buen rato en un acoplamiento total durante el cual mi madre tenía los ojos cerrados y se mordía los labios. Finalmente, sintiéndose venir, Carlos se separó aferró los senos de mi madre para apoyarse y agitándose hasta la extenuación volvió a llenar de leche su chochazo.

Franqui que la tenía durísima por lo que estaba viendo, empujó a Carlos que estaba derrumbado sobre el cuerpo de mi madre y a ella la puso boca abajo, le puso el cojín de un sillón debajo del vientre para levantarle el culo y sin que se lo esperara, pues estaba agotada, apoyó la punta de la verga en el ojo del culo y comenzó a apretar. Mi madre sintió un fuerte dolor :

- Eso no por Dios te lo pido, eso no.

- ¡Que te creías Soraya! ¿Qué habíamos venido para que te lo pasaras bien, zorra?.

Mi madre clavaba sus uñas en el cuero del sofá, manoteaba y agitaba desesperadamente su rubia cabecita, pero bestial pija del sátiro iba abriendo camino hasta que sus bolas golpearon en las nalgas. Poco a poco el agujero dilató y la polla comenzó a moverse cada vez con más soltura. Pero eso era algo a lo que mi madre no se adaptaba, por lo que seguía doliéndole horriblemente. Los dos cabrones sonreían sádicamente. Franqui se estremecía al sentir el apretado masaje que el culazo de mi madre le daba y Carlos babeaba contemplando aquella yegua montada a conciencia por su compañero:

Dale Franqui, rómpele el culo.

Un buen rato tardó todavía en correrse Franqui, luego mientras se venía se echó sobre mi madre y estrujando sus tetas le lleno el culo de semen.

Estaban agotados, Carlos se miraba el miembro y veía que a pesar del espectáculo del que había disfrutado, no se le levantaba. Cuando se levantó Franqui, él se echó sobre el cuerpo de mi madre y comenzó a restregarse y manosearla pero no conseguía empalmarse. Entonces el otro cabrón, que se partía de risa viendo su desesperación, buscó alguna manera que hiciera reaccionar sus vergas para echarle un último polvo a mi madre. Sus ojos se fijaron en unas botellas de champán, se levantó abrió dos y derramó sus contenido sobre el cuerpo de mi madre, luego le dio una botella a Chapas.

- A la señora teniente de alcalde le gusta mucho el champán, así que vamos a darle gusto.

Los dos a la vez comenzaron a penetrar a mi madre por el culo y el coño con las botellas abriendo cada vez más sus orificios; estuvieron un largo rato mientras mi madre se agitaba con desesperación. Cuando vieron que sus pollas estaban otra vez en forma Franqui se sentó en el sofá haciendo que mi madre se pusiera sobre el metiéndose la verga y Carlos la clavó por detrás.

Así estuvieron un buen rato; debo decir que, al ver su hermoso cuerpo aprisionado entre aquellos dos pervertidos, sentí una calentura bestial y me la menee descaradamente. Cuando se corrieron los dos mi madre se incorporó y apenas se podía mantener en pie. De sus agujeros caían resbalando por sus muslos hilos de lefa que rebosaban de su intimidad. Los dos obreros comenzaron a vestirse y mientras le decían:

- Soraya, si sigues así te vas a ganar nuestro voto para otro mandato, aunque seas una sinvergüenza y una chupona.

Dos semanas después mi madre presentó la dimisión y se dio de baja en el partido. Dejamos el pueblo y nos fuimos a vivir a la capital. Unos meses después tuve un enfrentamiento con uno de los tres chicos que se habían follado a mi madre. Viendo que las cosas iban a terminar en pelea otro de ellos me dijo:

- Mira tío, comprendo que desde lo de tu madre nos tengas ganas, pero debes saber que quien nos la puso a nosotros y al Franqui en las manos fue tu padre, que estaba hasta los cojones de la política y de tu madre. Y ya ves tío, ¿ a que ahora todo va bien en tu familia?