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Trae tu madre a la fiesta: la puta droga

en No Consentido

TRAE TU MADRE A LA FIESTA: (LA PUTA DROGA)

(Continuación de "Trae tu madre a la fiesta")

Después de aquella noche inolvidable Marcos, Javier, Borja y yo no podíamos quitarnos de la cabeza la imagen voluptuosa de la mama de Ivan y cada noche nos pegábamos una buena paja recordando las generosas turgencias de aquella carne suave.

 

Los padres de Ivan habían vendido el piso y se habían marchado. Aunque preguntamos a los nuevos inquilinos nadie nos pudo dar alguna información.

Creíamos que seguirían en la ciudad aunque en otro barrio. No era plan de ponerse a peinar una ciudad casi 5 millones de habitantes, así que iniciamos el curso sin nuestro amigo Iván y sin la presencia de su madre.

 

Pero bien sabido es que el mundo es un pañuelo y unos 7 meses después, al acudir un sábado a un centro comercial donde una cantante firmaba sus discos, nos alegramos de ver de nuevo a Iván. Después de las típicas chorradas que se dicen en estos casos fuimos al grano:

Bueno Iván y que tal tus padres. (lo del plural era para quedar bien)

Pues bien, pero no del todo.

¿Qué pasa chaval está alguno enfermo?

No, pero las cosas no van bien en casa.

El chico estaba un poco agobiado y aprovechó para desahogarse; ya que lo que nos podía contar a nosotros, no lo podía hacer con los colegas del Instituto cuyos padres eran amigos o conocidos de los suyos.

Lo que en realidad le preocupaba era su madre. Después del rechazo que había sufrido por parte de nuestras madres, el hecho de no poderse integrar en la clase social deseada, tal como lo había pensado, la hacía sentirse un poco fracasada. Ni el ni nosotros podíamos saber hasta que punto fue consciente de la follada-violación que le dimos en aquella fiesta, y si le pudo afectar.

Lo cierto es que en aquel nuevo barrio donde vivían, de clase media, se había hecho amiga de unas cuantas señoras jóvenes, de su edad, que tenían unos hábitos de vida un tanto escabrosos. Fundamentalmente les gustaba juntarse a menudo para charlar, tomarse unas copas (demasiadas), irse a los bingos o al casino y…..meterse una rayita de coca de vez en cuanto. Como todas eran casadas se suponía que el tema del sexo se quedaba para el lecho conyugal.

Y el caso es que aunque el sueldo de sus maridos era bastante holgado, a veces sobrepasaban el límite de lo razonable y tenían problemas con el dinero. Cosa que jamás sabían los maridos. La madre de Iván, por el contraste experimentado entre la acogida de sus nuevas amigas y el rechazo que había sentido de parte de nuestras madres, además de ser la menos pudiente económicamente, estaba predispuesta a hacer las cosas menos agradables como, por ejemplo, acudir ella al camello que le facilitaba la cocaina.

Ella era la que tenía que pasar el mal trago de acercarse al antro donde aquel tipo chulo y peliteñido de rubio le facilitaba la droga; la que tenía que negociar, pedir disculpas si no podía pagar y suplicar que se le fiara.

Aquel cabrón la miraba con descaro, desnudándola con la vista, imaginando lo que haría con aquella hembra voluptuosa de piel finísima, si algún día el polvo blanco la dejaba en sus manos.

Naturalmente estos pormenores, que nosotros averiguamos después, Iván los ignoraba. Pero las discusiones entre sus padres no dejaban lugar a dudas y, sin ser demasiado explícito, su padre le hacía entender que toleraba aquellas cosas de su madre porque que la quería y por "lo que le había pasado". Era claro que su padre se sentía culpable de lo que le ocurrió a su mujer aquella noche en la fiesta; y a ello achacaba el que la madre de Iván de vez encunado estuviera demasiado "eufórica" o con signos evidentes de haber bebido.

Lógicamente la conversación siguió por los derroteros normales: a que instituto vas y donde vives. Y claro Iván nos lo dijo:

Bueno a ver si venís un día a verme.

Si hombre, claro.

Era mentira, no nos interesaba en absoluto, lo que queríamos era ver cuanto antes a su madre. El solo era un estorbo al que recurrir en caso necesario.

Anochecía y volvimos a casa. Al día siguiente domingo seguramente que por la tarde su madre saldría para pasar la tarde con sus amigas; a las tres y media pasadas estábamos en frente de su casa esperando para verla salir.

La espera duró, pues apareció ya cerca de las cinco, pero mereció la pena. Antes de salir a la calle, alguien la llamó desde el vestíbulo y ella se volvió. En esos minutos que estuvo hablando pudimos recrearnos de nuevo en su cuerpo. Sobretodo porque llevaba una falda demasiado corta para una Señora casada. Eso nos sorprendió pues ella siempre vestía de forma discreta. Seguramente lo hacía por ir de acuerdo con sus nuevas amigas, que en el vestir también eran algo lanzadas.

El caso es que ver aquellas piernas y aquel cuerpo nos alegró considerablemente la entrepierna durante el rato que la fuimos siguiendo hasta llegar a la cafetería donde había quedado con sus amigas. Entramos un momento pero no era el tipo de cafetería donde nosotros pudiéramos pasar desapercibidos y solo tuvimos tiempo de echarle una ojeada más a aquella hembra y darnos cuenta de que las otras señoras tampoco estaban nada mal.

Seguimos acechándola de vez en cuando, recreándonos morbosamente en sus bien puestas carnes, en sus minifaldas. Algún éxito cuando en alguna cafetería o terraza la sorprendíamos en un descuido al sentarse o cruzar las piernas. Algún escote un poco atrevido en alguna ocasión. Todo ello nos mantenía periódicamente pendientes de ella; con una calentura especial que nos proporcionaba el intuir que aquella mujer, que tan fácilmente fue nuestra, volvería a serlo.

En esas estábamos cuando cierto día un amigo de Marcos de otro colegio nos abordó para proponernos un negociete. Se trataba de convertirnos en los "puntos de venta" de droga de nuestro colegio. Eramos ideales para pasar desapercibidos. La perspectiva de un dinerillo nos hizo aceptar con la condición de no hacer clientes sino ser solo distribuidores para gente que acudiera a nosotros.

Normalmente era el amigo de Marcos el que nos facilitaba la mercancía, hasta que un día éste nos indicó que nos entendiéramos directamente con su proveedor, para darle el dinero y recibir la mercancía. Fue así como entramos en contacto con aquel tipo, macarra y chulo con el pelo teñido de rubio, siempre vulgar y displicente.

Al principio no tuvimos problemas con él para cobrar nuestro dinero, pero luego el tio empezó a escatimarnos nuestro dinero, cada vez que tenía algún negociete, o se había gastado la pasta en una juerga con tías, a lo que era muy aficionado. Por otra parte nos disgustaba tener que ir cada 15 días a aquel antro donde casi siempre había alguna putilla yonky, drogatas, negros y moros, que distribuían su mierda en los fondos más bajos, y que también se mosqueaban cuando no les daba su dinero, gente sin papeles, la mayoría de ellos. Aunque tampoco era raro ver a personas de cierto nivel social, como era nuestro caso.

Un sábado cuando salíamos de recoger la mercancía, apenas andados cien metros, casi nos topamos de cara con la madre de Iván. Nos volvimos de lado para que no nos reconociera y decidimos ir detrás de ella para recrear un poco la vista con el sube y baje de aquel culazo tan bien hecho. Pero nuestra sorpresa fue mayúscula cuando la vimos entrar en el antro de donde acabábamos de salir.

Quince días después al volver a por más "susbtancias" preguntamos al rubio si era clienta suya.

-¿Es conocida vuestra?

- Hasta cierto punto, je,je, - reimos los cuatro-.

- Pues ella y sus amiguitas son buenas clientas, pero…

- ¿Qué pasa con ella?

- Pues que cada vez están más enganchadas y no siempre tienen el dinero a punto.

Un mes después la casualidad nos hizo testigos, de cómo las cosas se ponían mal para la Señora. Estábamos Borja y yo esperando, en lo que podríamos llamar su despacho, a que otro tipo llegara con "mercancía", cuando sentimos el taconeo de una mujer. Llamaron a la puerta y apareció ella. Su cara denotaba nerviosismo y, aunque al mirarnos nuestro rostro le resultó conocido, su preocupación la hizo centrarse en la persona del rubio, que nos invitó con un gesto a dejarlos solos.

 

Borja, listo y cabrón como siempre, no cerró bien la puerta de tal manera que pudimos oir y ver lo que le ocurría a la madre de Iván en el despacho. Mientras se sentaban y el rubio le echaba la mano por encima del hombro, ella le iba hablando y explicando que necesitaba "coca" para ella y sus amigas; que había una fiesta importante y que ella no podía fallarles, pero que no podía pagarle ahora.

 

Mientras el rubio la escuchaba sonriendo, ponía una mano en su muslo; le hablaba suavemente al oido mientras apretaba y acariciaba el muslo, cada vez más descaradamente. Ella nerviosa se daba cuenta por sus palabras y sus movimientos, que aquel cabrón le prometía ayuda, a la vez que la amenazaba con lo que podría ocurrir si no se le pagaba en un cierto plazo.

 

El tipo quería tantear hasta que punto podría llegar en el futuro y deslizó su mano por la cara interna del muslo hacia su entrepierna. Los minutos que ella aguantó esa situación, además de darnos un espectáculo cojonudo a nosotros, le dejó claro al rubio que la tendría en sus manos en poco tiempo.

 

Quizás pasara un mes y medio hasta que otro día, al entrar en el antro, nos encontramos que la puerta del despacho estaba entreabierta y tres muchachos negros esperaban con cara de pocos amigos. La voz femenina nos resultó inmediatamente conocida; dentro la madre de Ivan suplicaba al rubio un tiempo para pagar y a la vez más polvo.

Mientras la señora imploraba el cabrón del rubio se hacía el ofendido:

Estoy hasta los cojones de la gente que quiere pasarlo bien costa de mi dinero.

Pero si al final siempre te he pagado.

No tía no te das cuenta de que cada vez esnifais más y pagais peor.

Los negros cabreados comentaban:

-Este cabrón si que paga cada vez peor.

 

Llamamos a la puerta y salió el rubio, le reclamamos el dinero que nos debía si quería que le distribuyéramos su mercancía. Posiblemente nos hubiera dado algo de dinero, pero los tres negros se le echaron encima pidiendo a voces lo suyo, que debía ser una cantidad mayor. Como no tenía para todos, nos pidió tranquilidad y se quedó un momento pensativo. Luego miró hacía dentro donde estaba la Señora y se volvió hacia nosotros:

- No tengo la pasta ahora, pero… ¿Os serviría de anticipo echarle un polvo a esa tia?

Los negros y nosotros nos mirábamos. Para nosotros estaba claro; a los negros les hacía falta el dinero, pero como tenían difícil cobrar y la estaban viendo tan buenorra, dijeron que si, pero con la condición de que pudieran hacerle lo que quisieran y sin límite de tiempo. El tipo dijo que la única limitación era que se la follaría el primero.

Volvió a entrar y estuvo otro rato haciéndose de rogar:

- Dos mil euros es mucha pasta y encima quieres que te dé más.

Ella seguía suplicando. Al fin cuando ya la vio desesperada el rubio dio el paso que tanto tiempo había esperado y además no se anduvo con finuras:

Vamos a ver Señora. ¿Sabe usted en que me gusta gastarme el dinero? No conteste. Se lo diré yo: en comer bien y en follarme a putas caras. Voy a ser generoso y a considerarla una de lujo. Me la voy a follar durante un rato. Luego mis…"empleados", a los que no puedo pagar por que usted no me paga, también le pegarán un polvo, y si ellos quedan satisfechos consideraré pagada una parte de la deuda y le daré unos gramos para que usted y sus amigas se metan unas rayas. ¿De acuerdo?

La Madre de Iván miró hacía afuera con angustia al vernos a los siete; luego dirigió una mirada suplicante al rubio, pero ante su gesto duro, ya no tuvo argumentos. Su silencio era su aceptación. Al momento salió del despacho con la cabeza baja delante del rubio:

- Vamos a la habitación del fondo

En contraste con el resto del antro, la habitación era espaciosa, estaba bastante bien y tenía al fondo un cuarto de baño elegante.

- ¿A quien se le da bien hacer fotos? Me gusta tener recuerdos de cuando me follo a ricachas como tú; pero no te preocupes que solo son para mí.

Acto seguido sacó de un mueble una cámara y se la dio a un negro que había levantado la mano.

 

Se acercó a ella y atrayéndola hacía sí comenzó a comerle la boca mientras le levantaba la falda por detrás y le magreaba el culo.

Según te portes será la cantidad de polvo que te lleves.

Ella entendió e intentó llevarlo de la mejor manera.

Mientras el le quitaba su blusa, ella le desabotonaba el pantalón y le sacaba la polla, masajeándosela.

Poco a poco ella se fue desnudando y desnudándolo a él que era todo manos para tocarla y sobarla por todas partes, dedicando especial atención a sus nalgas y sus abundantes tetonas. Pero también se recreaba en recorrer sus carnosos y bien torneados brazos y sus hermosas piernas. La miraba con avaricia como si temiera que en una hora no le diera tiempo a hacer con ella todo lo que quería.

Mientras la magreaba, se colocó detrás de ella y le cogió los dos enormes pechos y empezó a estrujarlos, mientras le comía el cuello. El negro se afanaba en recoger los mejores planos de aquel magreo brutal. Alternaba los estrujones con momentos en los que sopesaba la dos tetas con sus manos como si nos ofreciera en dos bandejas aquellos hermosos melones de carne. Teníamos ya las pollas a reventar.

Cogiéndola por la cintura la llevó consigo hacía el cuarto de baño. Se metieron dentro y disfrutó del baño que le dio ella refregándolo con sus manos y con su cuerpo. Después de aclararse la espuma el rubio le pidió que le hiciera una cubana y la verdad es que la madre de Iván se la hizo con ganas, haciéndolo gozar y poniéndonos a todos a cien.

Antes de metérsela a fondo la obligó a que le pusiera la polla bien dura a base de chuparsela un buen rato en diversas posturas que le permitían a él y a nosotros disfrutar de aquel cuerpazo de hembra. Sentado a la cabecera de la cama la hizo poner la cabeza entre sus piernas, mamándosela y acariciándole la entrepierna y los cojones con aquellas delicadas manos, mientras el y nosotros contemplábamos todo su cuerpazo echado a lo largo sobre la cama.

 

Luego la puso de rodillas frente a sí y comenzó a follarle la boca con violencia, sujetándole con las dos manos la cabeza mientras la obligaba a amasarse la tetas con sus manos. Eso nos tenía locos a todos.

Mientras el negro se volvía loco intentando recoger en cada foto el morbo y la sensualidad que el cuerpo de aquella hembra sometida desprendía; nos pajeábamos como locos contemplando como aquellas carnes suaves y rosadas daban placer a aquel cabrón.

Cuando el tipo sintió que tenía la polla a reventar la tiró sobre la cama, y abriéndole las piernas comenzó a penetrarla, bombeándola brutalmente. La tenía cogida por los tobillos y totalmente abierta, dandolé unas embestidas fortísimas que la hacían temblar y gritar. Cuando veía que se ponía en trance de venirse cambiaba de postura para no correrse y buscaba una postura más fotogénica para que salieran buenas fotos.

Ella aguantaba todo lo que se le venía encima colaborando dócilmente a las indicaciones que le hacía el rubio para que salieran fotos bien calientes. De todas maneras aquel cuerpo destilaba lujuria en cualquier posición.

El rubio parecía que se sobreexcitaba al ser fotografiado y eso lo estimulaba para que aún en las posturas menos cómodas se moviera como un poseso. De vez en cuando presa de la excitación le daba algún buen pellizco o muerdo a la madre de Ivan o la ponía en la posición del perrito y la azotaba con saña hasta ponerle bien colorados los glúteos. Entonces ella se quejaba gimiendo y el le daba más fuerte. Si gritaba le metía los dedos en la boca.

Como se volvía calentar , la cambiaba a otra postura y evitaba de nuevo correrse.

A veces ralentizaba el mete y saca para darse un respiro mientras le susurraba al oido:

- Te está gustando zorra. Vamos a tener que repetirlo más veces.

Luego se agarraba a sus tetas se las estrujaba brutalmente y estimulado por esa sensación golosa de amasar aquellos globos mórbidos y sedosos, la volvía a abrir de piernas y la clavaba un rato, que ella se le hacía eterno, haciendo temblar todas sus carnes como si la quisiera descoyuntar.

El tipo había contenido la eyaculación más de una hora y para hacerlo placidamente, sin tener que hacer el mínimo esfuerzo, se tumbó en la cama y la obligó a ponerse en cuclillas. Luego ella se clavó la verga comenzando a subir y bajar le culo mientras él lo contemplaba y se lo amasaba. Así estuvo más de diez minutos hasta que finalmente el rubio se corrió.

La atrajo hacía así y estuvo unos minutos comiéndole la boca y sobándola, mientras descansaba. Luego se levantó se vistió y se despidió de nosotros, recogiendo su cámara:

- Toda vuestra chicos.

Como ya estábamos desnudos y con las pijas a punto de explotar nos tiramos sobreella como fieras. Borja como siempre puso un poco de orden:

- Que cada uno se la folle como quiera y los demás aprovechamos donde se pueda.

Uno de los negros hizo valer su corpulencia y reclamó ser el primero:

- Ponédmela boca abajo, que ha estado mucho rato con la polla del rubio dentro y tiene el coño dilatado; me la voy a calzar por el culo.

La madre de Iván abrió los ojos como platos:

-Eso no, a eso no teneís derecho.

-El rubio nos dijo que si limitaciones, zorra.

La agarramos cada uno por una pierna o un brazo y la obligamos a echarse sobre la cama boca abajo como formando una equis, a pesar de que se retorcía intentando librase. Mientras la sujetábamos el negro se escupia en la mano para lubricar el capullo, que era como la cabeza de una seta, mas ancho que el resto de su pene; sabía que aquella cabezota costaría meterla. Mientras lubricaba nos indicó que le pusieramos bajo el vientre los cojines de la cama para que se le levantara un poco el culo.

La madre de Iván se revolvía como una posesa intentando dificultar la operación; pero ya el negro la preparaba intentando meterle el dedo por el apretado agujero. El otro negro también se humedeció con saliva los dedos y metiendo una mano por debajo comenzó a frotarle el chocho para que se distendiera un poco.

Estuvieron diez minutos trabajándola; luego el negro se colocó y apoyó su glande en el pequeño orificio y comenzó a empujar. Ella seguía apretando cuanto podía su culo y gritaba desesperada:

- No quiero, negro asqueroso, noooo.

El muchacho seguía empujando intentando ayudarse con las manos para obligarla a abrir:

Vamos cabrona ablándate que si no va a ser peor.

Al final consiguió vencer la resistencia y aquel capullote traspasó el esfínter provocando un grito de dolor de la mamá. Movía con desesperación su cabeza y mordía la cama mientras lloraba con desesperación. Era lógico; aquella seta de carne estaba rompiéndola sin contemplaciones. Tan pronto como el negro hizo tope con los cojones en sus tibias y sedosas posaderas, comenzó a bombearla con tal furor a que enseguida comenzaron a caer sobre la espalada de la mujer, las gotas del sudor de aquel semental, que se agitaba preso de una enorme excitación.

A ratos la sujetaba fuertemente por la cadera y otros se apoyaba con las dos manos sobre sus glúteos amasándolos con rabia.

Los gritos de ella fueron acallándose conforme su ano se adaptaba, pero sus ojos seguían destilando lágrimas.

Cuando el tipo notó que ya se venía, se recostó sobre ella y, metiendo sus manos bajo su cuerpo, buscó sus abundantes pechos y los estrujó mientras descargaba toda su leche en los intestinos de la hembra.

El otro negro también quería cogérsela por el culo pero antes la hizo ponerse de rodillas sobre la cama y hacerle una buena mamada. Decía el cabrón que así se le lubricaba bien la polla y mientras se le estrechaba un poco el culito. Ella sintió un asco indescriptible al tener ante sus ojos aquella verga negra; los cerró y comenzó a chupar conteniendo las ganas de vomitar. El tipo disfrutó follándole la boca.

Borja como siempre no dejó escapar ocasión y, mientras la mamá tragaba polla, él por detrás se agarró a sus tetonas y las disfrutó a placer.

Cuando el negro ya estuvo bien lubricado la puso a cuatro patas y se la metió por el culo. Dos de nosotros la sujetábamos por las muñecas, con los brazos en cruz, para que no diera problemas. Mientras el negro la bombeaba, Marcos y Javier se agacharon:

-Joder tío ¡Qué espectáculo!

Lo que los colegas contemplaban era fabuloso bamboleo de aquellas tetonas. Uno tras otros nos ibamos poniendo delante de ella para ver su cara congestionada por una mezcla de sensaciones y aquellos globos portentosos que iban, venían y chocaban entre sí.

Cuando el negro acabó dentro de ella se desplomó sobre su espalda y estuvo unos minutos mordisqueándola y sobándola. Luego se vistió y se marchó con el otro negro.

Como los cuatro estábamos a reventar decidimos dejar las penetraciones para una segunda ronda y disfrutar de aquel cuerpo antes de descargar. Así que nos sentamos los tres al borde de la cama y la hicimos que se pusiera de rodillas delante de nosotros para que nos fuera ordeñando habase de chupárnosla y hacernos una buena cubana a cada una. Ambas cosas eran una locura. Con sus delicadas manos nos fue pajeando uno a uno mientras nos chupaba el capullo, a la vez que masajeaba los huevos; luego se agarraba las tetas y nos enterraba la pija entre aquellas montañas de carne aterciopelada; acompasando las presiones que hacía con sus manos, para volvernos locos de placer.

Así cada uno de nosotros fue descargando su leche sobre aquellas carnosas turgencias.

Luego nos tumbamos los cuatro boca arriba en el suelo o en la cama y la obligamos a que nos fuera calentando sin hacer nosotros el mínimo esfuerzo.

Queríamos reservarnos para darle buenas metidas cuando la tuviéramos bien dura. Nos la tenía que levantar a base de mamada o cubana. Cuando ya estaba algo tiesa se tenía que clavar sobre nuestra polla y follarnos ella en cuclillas, subiendo y bajando. Así con el espectáculo que nos daba y el calor de su coño, nos íbamos poniendo a tomo.

Mientras subía y bajaba la jaleábamos:

¡Qué culazo tienes, mamá!

¡Venga! ¡Tócate las tetas!

Estuvo así un buen rato clavándose sobre nuestras vergas, hasta que nos puso otra vez como toros.

Estábamos tan ciegos que nos la cogimos de dos en dos. Estaba agotada y no oponía resistencia mientras sentía como le entraban dos buenas estacas hasta dentro. Yo, que la penetraba por la concha, la noté un poco húmeda y eso me hizo el mete-saca más placentero.

Enseguida nos acompasamos Borja y yo de tal manera que le dábamos las embestidas de forma consecutiva haciéndole temblar todas las carnes sin descanso.

Como estaba callada comenzamos a mordisquearla y pellizcarla, sobretodo los muslos y las tetas.

¡Grita puta!

¡Gime Zorra!

Y ella chillaba y nos suplicaba:

- ¡Basta! ¡por favor!

Le dimos una autentica paliza entre los dos hasta corrernos. La verdad es que quedamos agotados. Pero ella no tuvo tregua, Marcos y Javier se acomodaron y ocuparon sus agujeros dándole otra ración doble de polla. Ahí la notamos excitada y sus gemidos contenidos no dejaban lugar a dudas; agotada y sin resistencia, se abandonaba a sus sensaciones que por primera vez en varias horas eran placenteras.

Sobretodo Marcos estaba como loco viéndola gozar:

¿te gusta, eh, mamá?

Nos echabas de menos desde aquella noche ¿verdad?

Poco después ella comenzó a venirse exteriorizando sin quererlo el intenso placer de su orgasmo:

-AAAAHHHGGGGG.

Javier sintió como un calor húmedo precipitaba el que su pene comenzase a temblar y a derramar sus jugos, mezclándose con los de la mamá de Iván. Marcos también se benefició, al sentir las contracciones anales de aquella hembra que se estremecía, y la regó generosamente por dentro.

La dejamos que descansara, mientras nos reponíamos para otro ataque más salvaje aún. Pero entonces entro el rubio diciendo que nos largáramos que quería darle otro repaso él. Y así la vimos como, sentada en un rincón, esperaba que hiciera con ella lo que quisiera.

Sabía que había empezado a pagar con su cuerpo. Cada fiesta con sus amigas, estaría precedida del festín que su carne daría a los desgraciados de turno que se acercaran ocasionalmente al antro del rubio.