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Secretos inconfesables de una madre: vendida

en No Consentido

SECRETOS INCONFESABLES DE UNA MADRE: VENDIDA

A medida que me adentraba en la adolescencia y mi pajarito empezó a reaccionar requiriendo las atenciones de mi mano, las imágenes de mi madre follando en el tren y con los mendigos se hacían recurrentes. No perdía ocasión de aprovechar sus descuidos o su coquetería al vestir, para contemplar morbosamente aquellas extraordinarias hechuras de hembra. Eso sin que mi madre lo notara o se sintiera molesta; pues pasados los incidentes que he descrito, no tuve conocimiento de otra cosa semejante. Pero aunque la respetaba y ella me seguía tratando con cariño, mi actitud íntima hacía ella no podía ser ya igual.

 

Si en un tiempo me molestó que lo hombres miraran a mi madre en la calle, ahora casi lo disfrutaba. Alguna vez que íbamos en el autobús de pie y un hombre se la quedaba mirando el busto, al cruzar nuestras miradas el hombre encontraba mi sonrisa de aprobación y complicidad.

En mi colegio, entre mis compañeros de curso, mi madre despertaba pasiones, por lo que me fui acostumbrando a sus comentarios:

- Jo, macho que buena está tu madre.

- Seguro que tiene las tetas como las de la revista del "Champi".

- ¿La has visto alguna vez desnuda?

- ¿La has visto follar con tu padre?

Mi respuesta era no, aunque con buenas ganas me quedaba de contarles que había visto bastante más que eso.

 

Cuando llegó el verano disfrutamos todos en la piscina del agua y del cuerpazo de mi madre. En bikini había muchas tías que estaban buenas, pero mi madre además tenía ese toque de distinción y sensualidad que hacía subir la temperatura haciendo necesario un buen remojón.

Nos reuníamos en una esquina y establecíamos comparaciones entre las chicas del papel y las usuarias de la piscina:

- Jo, tio, tu madre está más buena que las de la revista del Champi.

El Champi era un tío que tenía al lado del colegio un negocio de papeleria y kiosko, donde comprábamos comics, cromos y… entre otras cosas alguna revistilla guarra, que el cabrón nos vendía a precio de oro. Le iba bastante bien pues además vendía chucherías para los pequeños y hacía muchas fotocopias.

 

Era un tipo grandón y desgarbado, con unas grandes manazas. Nos llamaba la atención porque era muy velludo y cejijunto con unos ojos vivos y una risa retorcida. Como le iba bien el negocio se compraba ropa cara, aunque no le sentaba y no sabía combinar. Siempre estaba comprándose los últimos aparatos electrónicos, que nos enseñaba en la tienda para demostrarnos que tenía tantas y mejores cosas que nosotros los chicos de buena familia.

Un día nos sorprendió con una proposición:

- Tengo algo que os gustaría más que una revistilla.

Por muchas cosas que dijimos no acertábamos, hasta que el muy cabrón nos explicó.

Como era muy avaricioso siempre estaba buscando modo de hacer dinero y había decidido dar un paso arriesgado. Entre las muchas fotocopias que le encargaban estaban los exámenes de algunos profesores, de los míos el de inglés, ciencias y matemáticas.

Cuando nos lo dijo flipábamos, pero el tío pedía un cantidad imposible para 8 chavales de 13 años. No se iba a arriesgar por cuatro pesetas, decía, y con razón.

Así que a mitad de curso teníamos ante nuestros ojos una garantía de éxito final, con lo que representaba en recompensas de nuestros padres, pero se nos escapaba de las manos.

Entonces ocurrió otro hecho que acabó de derrumbar la imagen de mis padres. Un domingo mi padre salió supuestamente a cazar y mi madre me llevó a pasar el día al parque de atracciones, pero al llegar me tomé unos churros con chocolate y en una de las atracciones comencé a marearme de tal forma que vomité todo y decidimos volver a casa antes de comer. Cuando entramos echamos en falta a la criada suponiendo que había salido a alguna cosa. Pero al subir a las habitaciones oímos unos ruidos en la habitación de la criada que no dejaban lugar a dudas.

-Pero será desvergonzada esta mujer.

Mi madre golpeó la puerta:

- Isabel, haz el favor de salir.

Cuando abrió la cara de la criada era todo un poema, pero la de mi madre y mía la superó con creces, el "amigo" que se estaba trajinando a Isabel era mi padre.

 

Mi madre se puso histérica y le dijo lo que no está en los escritos, con palabras muy ofensivas y humillantes delante de mí. Fue excesivo y sentí lástima de mi padre que, cabizbajo, no acertaba a decir dos palabras coherentes de disculpa. Entonces mi madre dijo algo que me sacó de quicio:

- Eres un canalla; así me pagas tantos años de fidelidad y dedicación.

Miré con pena a mi padre y me fui a mi cuarto; estaba enfurecido con mi madre, pues, aunque lo que había hecho mi padre estaba mal, no podía compararse ni de lejos con lo que año y pico atrás había visto hacer a mi madre. Decidí que iba a hacerle pagar su injusta dureza con mi padre y, recordando a los mendigos, comencé a maquinar un posible plan que matara dos pájaros de un tiro.

 

Yo sabía que al Champi se le caía la baba mirando a las señoras cuando llevaban a sus niños al colegio y se detenían a comprar algo en su kiosko, a veces cuando tres o cuatro de ellas se entretenían hablando a la entrada puede observar como bajaba su manaza detrás del mostrador y se tocaba el bulto de la entrepierna. Cuando las veía marcharse con esos andares de "pijas" como decía él, los ojos fijos en sus culos y en sus piernas acompañaban su contoneo un buen rato. Creo que ahí estaba una de sus grandes frustraciones: podía tener un buen piso en su barrio con bastantes comodidades y aparatejos electrónicos y vestir ropa de marca; pero aquellas mujeres a veces cursis, "pijas", altivas y soberbias – en las dos acepciones de la palabra - era algo que ni había osado imaginarse.

Le comenté mi plan a Quique y fuimos a ver a Champi:

- A ti te gusta mi madre , ¿cierto?

- Y ¿qué cojones pasa si me gusta?

- Pues que a lo mejor a cambio del examen yo podría hacer que pasaras un buen rato con ella.

- ¿ Qué coño has dicho, pequeño cabrón? . Se le abrieron los ojos como platos.

- Pues eso, que yo puedo conseguir que mi madre folle contigo.

Se dio la vuelta y cogiendo una botella se sirvió un buen vaso de lo que fuera y expirando con satisfacción miraba a un punto indeterminado valorando lo que mis palabras significaban. Era muy zorro y intuyó que si yo estaba dispuesto a entregarle a mi madre era por algún feo asunto entre ella y yo, por lo que se mostró exigente:

- Tu madre y 100.000 pelas.

Me puse hecho un energúmeno; encima de poner a mi madre tenía que pagar. Al final Quique, que era ya otro pequeño zorro, consiguió que Champi rebajara a la mitad sus pretensiones económicas y a mí me excluía de pagar, lo harían mis siete compañeros, pero con una condición, querían ver como se la tiraba. De momento no me gustó la idea pero Quique me convenció:

- Si sabemos que se la tira que más te da que miremos.

El Champi encontró divertida la idea, de hecho el pensaba presumir de hembra con mi madre y esto sería como la guinda del pastel.

 

Tras darle varias vueltas al asunto decidimos que se la follaría en su casa, pues así podía pasearla por los baretos de su barrio y ponerles los dientes largos a sus amigos.

Nos encontramos con el problema de cómo conseguir que a los otros 7 sus padres les dejaran estar fuera todo un día, ya que mi madre y yo podíamos aprovechar cualquier fin de semana que mi padre estuviera en algún congreso. Al final, en una de las conversaciones que teníamos en el kiosko de Champi, comentando que el profesor de Ciencias nos mandaba hacer un trabajo de campo, él nos sacó del paso. Les dijo a las madres que, en un pueblito cerca de la ciudad, un amigo tenía un invernadero en una finca y que se ofrecía a llevarnos un sábado para que aprendiéramos todo lo relacionado con el cultivo de árboles y plantas. Así que cuando tuvimos una fecha segura de un congreso de mi padre fijamos el día "D".

Me dí cuenta de que me estaba haciendo un poco cabrón cuando no me inmuté ante las súplicas y lágrimas de mi madre.

Creo que era finales de marzo, comenzando la primavera, a las 9 de la mañana quedamos en la parada del autobús, donde nos esperaba Champi, algunas madres acompañaron a mis "colegas" para despedirlos; con nuestras mochilas bien abastecidas subimos al autobús, llegamos al barrio del Kioskero, nos mostró donde estaba su casa, los bares y garitos que iba a recorrer y donde iba a comer. Después el subió a su casa para vestirse elegante. Nos dio una llave para que entráramos antes y nos escondiéramos en diferentes puestos; no había problemas pues, excepto la cocina y el baño, era un piso diáfano que él había reformado "como en las "pelis" de Nueva Cork".

- Ya se que os gustará mirar de cerca, pero estaréis escondidos hasta que os haga una señal, no quiero tener escenitas.

 

Llamó por teléfono para quedar con mi madre en una zona de la ciudad donde nadie la conociera; luego bajamos a la calle y, mientras el iba al encuentro de mi madre, nosotros comenzamos a planificar como seguirlos y poder ver lo que pasaba. Serían las 12 cuando los dos bajaron de taxi donde Champi nos había dicho, noté a mi madre muy nerviosa, segura que ya se había pasado un poco con ella en el taxi. Le puso su manota sobre el hombre y comenzaron a caminar; de vez en cuando la miraba y la acercaba contra sí, mirándola desde su arriba su escote –pues aunque mi madre tenía buena altura le sacaba toda la cabeza - y dándole algún beso en la mejilla. Mi madre se iba poniendo colorada, pues los hombres de aquel modesto barrio no estaban acostumbrados a ver una mujer como ella por allí. Su vestido, muy ajustado, sin ser vulgar dejaba ver un generoso escote y bastante de sus bien torneados muslos.

Entraron en un bar donde había unos diez hombres, parecían tener familiaridad con Champi. Nosotros desde fuera, con nuestras gorras caladas hasta las cejas, veíamos como los tíos saludaban a mi madre sin esforzarse demasiado en disimular lo que les interesaba mirar. Posiblemente nunca había sentido mi madre miradas tan descaradas en ese grado de proximidad. En un momento dado él dejó que su mano resbalara por su cintura y se asentara en su culo sobándolo despacio. Los otros tíos se miraban sonriendo con malicia, mi madre deseaba que se la tragara la tierra. Terminaron de tomar algo y se despidieron. Nos escondimos detrás unos coches y esperamos que anduvieran un poco. En ese momento salieron tres tipos a mirarles mientras comentaban:

- No me jodas Pepe, ni una puta de lujo está tan buena.

El siguiente sitio era más bien un garito donde había bastante gente, mesas de billar y máquinas de juegos. Se dirigieron a una mesa donde jugaban unos amigos del Champi, cuando les vieron acercarse abrieron la boca, mirándose unos a otros. Los gestos de él invitaron a los tíos a saludar a mi madre con un beso; sus mejillas ardían de vergüenza, pero aquello no era nada con lo que vino después; pues además de volver a sobarle el culo, en un momento de la conversación , le paso la mano por encima del hombro, la dejó resbalar y comenzó a deslizar sus dedos por el escote para terminar asentándola firmemente sobre su pecho. Mi madre no sabía ni donde mirar y la expresión de su rostro no dejaba lugar a dudas. Cuando salían del establecimiento pudimos oir los comentarios de los tíos sobre como era posible que se hubiera traído una tía así, pues una puta de clase no accedería a ir con un tío como él.

- Joder tío, se está hartando de sobarla.

- Qué descarado es el cabrón.

Mis amigos tenía razón, yo creo que se iba calentando y ya no podía estar con las manos quietas. Después de entrar en otros dos bares se dirigieron a lo que parecía el mejor restaurante de la zona. No se veía casi nada desde fuera; enviamos a Pancho que se dirigió al servicio y a la vuelta nos contó que la cogía las manos y la miraba el escote con descaro. En ese momento decidimos irnos para la casa, comernos nuestros bocatas y esperar que vinieran.

- Tío, no se que te habrá hecho tu madre pero estás disfrutando más que yo.

Quique tenía razón estaba excitadísimo y me gustaba aquel juego.

 

Eran casi las cinco cuando les vinos venir, nos escondimos y esperamos; se abrió la puerta y entraron. El después de cerrar se quedó parado mientras mi madre daba unos pasos hacia el centro del piso hasta que se detuvo, consciente de que no iba a ninguna parte, se volvió y allí estaba él mirándola callado. La miró unos minutos y mientras se dirigía a un sillón para sentarse le dijo:

- Quítate el vestido despacio.

Mientras mi madre lo hacía, su terrible mirada, llena de lujuria, se concentraba en las partes de su hermoso cuerpo que quedaban al descubierto. Ante él – y ante nosotros – los encantos de mi madre aparecían realzados por la exquisita lencería que ella siempre usaba. Sus hermosos senos pugnando por salirse, sus magnificas piernas enfundadas en aquellas medias de seda negra sujetadas por el ligero y que adquirían una divina forma al sostenerse sobre los altos y finos tacones de sus zapatos.

- Ahora comienza a caminar.

 

Sentía un temblor en todo mi cuerpo y sentía la boca seca, ver las turgentes carnes de mi madre en movimiento era demasiado, me llevé instintivamente la mano a la bragueta, me saque la pija y comencé a meneármela. Eso era exactamente lo que hacían Quique y Pancho, completamente extasiados. Champi se frotaba el tremendo bulto que se adivinaba entre sus piernas. Mi madre seguía caminando y contoneándose cada vez más deprisa según le indicaba aquel sátiro. El vaivén de sus pechos y de sus nalgas me tenían loco. Al kioskero también pues se levantó y atrayendo hacia sí a mi madre comenzó a morrearla mientras le magreaba a placer las nalgas y los muslos.

- Ponte de rodillas, zorra, y quítate el sujetador.

Mi madre lo hizo así mientras el se bajaba la cremallera de la brageta y sacaba una pija descomunal; La cara de Pancho me servía de espejo, sus ojos y su boca abierta expresaban los mismos pensamientos que bullían en mi cabeza: "Como es posible que a una mujer le pueda caber una bicha como esa". Ni con sus dos manazas podría Champi cubrir todo el recorrido de su verga desde los huevos a la cabezota morada que lo culminaba.

 

La tenía ya bastante tiesa y comenzó a "abofetear" el rostro de mi madre con ella, que la miraba asustada; luego se la agarró y se entretuvo golpeándole las tetas y acariciándole lo pezones con su pene.

- Ahora dame un buen masaje con esas tetonas de puta que tienes.

Mi madre se cogió los pechos y abrazó con ellos la polla de Champi, masajeándosela de arriba a bajo.

- Lo estás haciendo muy bien cariño, me vuelves loco con esas tetas.

Estuvo un buen rato sintiendo el suave y tibio masaje en su miembro hasta que se fijó en la preciosa boca de mi madre y colocó el glande en sus labios.

Mi madre comenzó a recorrer la verga con su mano mientras le daba besos y mordisquitos al grueso capullo y le acariciaba los huevos con la otra mano.

-Te voy a matar de gusto princesa.

El muy cabrón se daba cuenta – y yo también – de que mi madre, a la vez que asustada, estaba excitada y "admirada" por aquella hermosa estaca que tenía en su mano y en su boca. Comenzó a chuparla con fruición mientras él comenzaba a desnudarse. Tanto su torso y brazos como sus piernas eran tremendamente velludos. Sin que él se lo dijera mi madre comenzó a acariciar sus piernas y sus gluteos; era evidente que le gustaba el pelo de su cuerpo. El correspondía a sus caricias recorriendo sus preciosos brazos y amasando suavemente sus pechos. Sus ojos y sus cara congestionados por la lujuria, que a mi me parecían terribles, no espantaban a mi madre que de vez en cuando, mientras mimaba con sus labios la verga, intercambiaba una mirada de complicidad. Estaba totalmente entregada.

 

- Ahora levántate y abre un poco las piernas.

Mi madre se incorporó y el se puso ante ella de rodillas, bajándole las braguitas. Luego comenzó a recorrer con sus manotas las piernas de mi madre. Sus ojos acompañaban a sus manos disfrutando de aquellos esplendidos muslos que tenía a escasos centímetros de sus ojos. Luego recorrió la cara interna de los muslos con su lengua, continuando con delicados mordiscos en aquella delicada y blanca piel. Mi madre, con los ojos cerrados, acariciaba la hirsuta cabeza de Champi; Estaba disfrutando.

Entonces él aferró sus nalgas, la atrajo hacía sí y hundió su cabeza entre sus piernas, comenzado a comerle la concha. En seguida mi madre comenzó a moverse y a gemir, apretando su cabeza contra su chochazo.

- Cómetelo todo cabrón.

 

Después de un buen rato, él se incorporó:

- Ahora te voy a montar como ni te imaginas.

La llevó a la cama, que estaba en un ángulo del piso y la tumbó. Le abrió las piernas y metió sus dedos en la vagina:

- Estás empapada yegua, así te va a entrar mejor.

Apoyó la tremenda cabezota de su cipote en la concha y comenzó a empujar:

- AAAhhhh…Por dios amor vete despacio que me destrozas.

Champi avanzó poco a poco, aunque a veces el muy cabrón daba algún empujón brusco para que mi madre diera un grito,; eso lo ponía a cien.

Debajo de la cama asomaban las cabezas de dos de mis "compas" que habían perdido de momento toda visión.

 

Cuando le clavó toda la verga y comprobó que podía iniciar el mete-saca, cogió las piernas de mi madre y las levantó, apoyándolas sobre su pecho.

Entonces miró alrededor y con un moviendo de su cabeza y un guiño nos indicó que era el momento de sentarnos en primera fila. Luego comenzó a bombear a mi madre con furia aúnque no estaba totalmente amoldada a su verga:

- No me des así, cabrón, que me matas.

El miraba el rostro desencajado de mi madre, que se crispó aún más cuando vió aparecer y acercarse a la cama a los 8 "angelitos" mirones.

Mientras el kioskero la follaba con saña , ella lo miraba y nos miraba a nosotros, debatiéndose entre el gustazo que empezaba a sentir y la vergüenza de ser follada delante de su hijo y sus amiguetes.

 

Las sensaciones de su cuerpo se impusieron y aceptando la circunstancia se abandonó a la jodienda,

- Ala chavales, no os cortéis, haceros unas buenas pajas.

Se lo agradecimos al Champi, porque estábamos para reventar. Nos sacamos las pijas y comenzamos a darle. Quique me miró :

- Jo, tío como molan las tetas de tu madre cuando se mueven con cada metida.

- Como podrá aguantar ese pedazo de polla.

Nos fuimos a verlo. Nuestras ocho cabezas a los pies de la cama contemplaban como los labios de su coño engullían su pijota y, mientras mirábamos como salía y entraba embadurnada en los jugos de mi madre, nos fuimos corriendo una tras otro.

Los gemidos y gritos de mi madre se hacían excesivos:

- AAAAAAyyyyyyyyy, que no puedo más.

- Así, puta, córrete.

El espectáculo de las convulsiones de mi madre en su tremendo orgasmo nos tenía hipnotizados, creo que salvo yo, ninguno había visto antes una jodienda en directo.

Nuestro asombro aumentó cuando Champi, llegando al climax, comenzó a penetrar a mi madre de manera brutal. Echado hacia delante sujetaba con sus manos los brazos abiertos por las muñecas y se vencía sobre ella de manera que las rodillas de mi madre tocaban con sus pechos. Aquel gorila peludo estaba machacando el blanquísimo cuerpo de mi madre y eso nos tenía ciegos.

Al final dando un gran estertor la llenó con su leche.

 

Después de un rato, en que echado sobre ella le comió la boca y el cuello a placer, el muy pervertido tuvo una idea genial. Se sentó a la cabecera de la cama y ordenó a mi madre que puesta a cuatro patas se la chupara:

- Que guarra eres, mira como has puesto a los chicos, lo menos que puedes hacer es dejarles que descarguen a gusto. Ala chavales, follárosla por detrás.

Mi madre hizo un amago de protesta, pero el la sujetó y no podía sacar la polla de su boca. Aún así estábamos petrificados. Una cosa era mirar y otra tirárnosla.

- Vaya hombre a ver si ahora vais a ser maricas.

Moncho fue el primero que se atrevió; le costó encontrar el camino pero cuando la metió empezó a tirar con un loco. Los demás perdimos el miedo a tocar y cada uno buscó una parte del cuerpo de mi madre para acariciarla. Yo, aunque estaba loco por cogerle una teta, desde atrás me conformaba con amasarle una nalga. El cabrón de Quique siguió la invitación de Champi´:

- Mirar que tetas más ricas. Y con sus manazas se las estrujaba a placer. Dejó una al cuidado de Quique que amasó con sus dos manos. Y Así mientras la magreabamos , íbamos pasando por detrás metiéndosela sin tardar en corrernos más de diez minutos.

 

 

Me costó decidirme, pero como sabía que mi madre no me veía y debía haber perdido la cuenta de las metidas, me acoplé y también me la tiré. Champi me echó una mano:

- Ehhhh, que alguno repite. Vale se acabó.

Se colocó detrás de mi madre que hizo ademán de echarse, pues estaba agotada, pero él la mantuvo con el culo levantado. Miró con fruición los abundantes jugos - propios y ajenos - que salían del coño de mi madre y resbalaban por sus muslos.

- Que guarra eres, como te has puesto.

Untó sus dedos en la concha y depositó los grumos en el agujero del culo, M madre tardó en reaccionar, pero pronto intuyó lo que se le venía encima:

- Eso no, por dios te lo pido, eso no.

Como respuesta recibió un buen cachetazo en el culo. Luego el pervertido apoyo su polla en el agujero y empujó. El grito de mi madre nos asustó:

- Nooooooooooooooo.

El kioskero siguió empujando y la pija se abría camino; pero sus gestos denotaban que le costaba.

Mi madre movia la cabeza con desesperación y daba manotazos contra la cama:

- NO puedo con eso, no puedo.

El seguía empujando y ya la tenía casi toda dentro:

- Ya lo creo que puedes. Te la vas a comer toda.

Mi madre mordía la almohada y gruñía mientras él ya sentía la caricia de sus nalgas en los huevos.

Paró un poco para que el agujero dilatara y poco a poco comenzó a moverla. Fue aumentando el ritmo sin importarle los gritos de mi madre.

- Me duele mucho, sácala bestia, que eres una bestia.

Fue su última protesta, vimos como se quedaba palidísima mientras la bestia peluda cada vez le daba más fuerte. Después de media hora de darle, el cabrón se corrió. Para entonces mi madre se había desvanecido.

 

Miré a Champi y él comprendiendo mi preocupación me animó:

- Es normal, le he dado muy duro, pero dentro de un rato vuelve en sí no te preocupes.

Quique aprovechó la ocasión:

- O sea que si le hacemos algo no le pasa nada malo.

- No chaval, aprovechar.

Entonces haciendo valer mi condición empecé el primero y cumplí mi mayor deseo, puse mi pija entre sus tetas y comencé a follárselas hasta que me corrí. Luego fueron pasando los otros y haciéndole lo que les dio la gana: Metérsela en la boca, follársela por la concha y por el culo, morderla y pellizcarla hasta que nos cansamos y no había manera de que se nos levantara la polla.

Luego nos vestimos y bajamos a la calle a esperar. A la hora bajaron los dos; mi madre casi no se tenía. Champi le pidió un taxi y luego vestido con chándal nos acompañó hasta el colegio donde esperaban algunas señoras.

- ¿Os lo habéis pasado bien chicos?

- Si señora nos lo hemos pasado muy bien.