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Le rompimos el culo a la mama sin piedad

en No Consentido

LE ROMPIMOS EL CULO A LA MAMA SIN PIEDAD

Cuando el avión aterrizó en la base militar Howar de Panamá y los miembros de la familia Rush descendieron del avión, la potente luz de aquel sol tropical, en vez de aplanarlos por el fuerte calor, les llenó de vitalidad. Se sentían contentos de cambiar las frías tierras de Maryland por aquel país de naturaleza exuberante.

El padre, el Mayor Theodor Rush, había sido destinado allí y, tanto el como la su esposa Peggy junto con sus dos hijos de 13 y 11 años, estaban contentos. Pronto se instalaron en una preciosa casa de una zona residencial a 20 Kms. de Panamá.

Los esposos Rush son de profundas convicciones religiosas y por eso, sobretodo la madre, siempre estaba involucrada en actividades parroquiales. Enseguida se familiarizó con el idioma y comenzó a colaborar en las diversas actividades. Dada la buena formación y dotes de liderazgo de Peggy el párroco la puso en el grupo directivo de la parroquia y en el equipo de coordinadores de la catequesis de jóvenes. Era una parroquia difícil, de fuertes contrastes, ya que había zonas de muy diverso nivel económico, con alguna barriada muy pobre.

Y aquí entramos mis "colegas " y Yo, procedentes de lo más bajo y humilde de aquellos entornos. Por casualidad fuimos invitados a participar en las actividades para los jóvenes y pronto comprobé la cantidad de cosas no tan buenas y santas que pueden ocurrir en la trastienda de una parroquia: envidias, celos, tipos poco recomendables como nosotros, adolescentes con perversas inclinaciones y otros que nadie esperaría.

Particular rechazo hacía la joven señora Pegyy manifestó Evelio un joven de unos treinta años, un poco obeso, que tenía una gran ascendencia sobre un buen grupo de catequistas y jóvenes. Era inteligente y eficaz pero había algo en él y en algunos de sus más íntimos que me resultaba extraño.

Por su parte la joven mama, estaba espléndida; media melena rubia, macizota con unas piernas de fábula. A pesar de ser muy creyente gustaba de los escotes y las minifaldas. Le gustaba llamar la atención. De hecho ella fue la causa de que mis amigos y yo nos quedáramos en el grupo de jóvenes.

En las reuniones de jóvenes yo notaba como los tipos la recorrían con los ojos de arriba a bajo y ella parecía no darse cuenta. Esta atracción física parecía molestarle especialmente a Evelio y pronto supe porqué.

En unos meses nos hicimos con unos buenos amigos que llevaban tiempo en la parroquia y uno de ellos Raúl nos dijo:

- Tíos , debeis saber algo para que no os pille de sorpresa o algo peor.

Esa tarde hubo una pequeña fiesta en la parroquia; al terminar Evelio y tres de los catequistas de su confianza llevaron a cinco o seis chicos a casa de Evelio. Cuando nos acercamos a espiar pudimos ver que estaban tomando bebidas alcohólicas.

A medida que los jóvenes se iban emborrachando Evelio se iba acercando a cada uno y, primero con mucho tacto y disimulo, luego más descaradamente, los acariciaba y tocaba. Los otros tres catequistas hacían lo mismo.

Entonces entendí que la rivalidad con la joven madre no solo era cuestión de poder sino de competencia sexual. Seguramente él se había dado cuenta de lo que Peggy no apreciaba. Al grupo de mis amigos nos importaba poco Cristo, la buena noticia y todas esas historias de los curas. Habíamos visto a esa joven señora que estaba tan buena trabajando en la parroquia y por eso estábamos allí. Por eso cuando llegaba el día de la reunión de jóvenes esperábamos excitados verla bajar del coche; y mientras ella nos hablaba sonriente, nosotros, situados en segunda o tercera fila, no perdíamos ojo al escote y a las piernas de la mama mientras nos acariciábamos la entrepierna.

 

No éramos los únicos; después de la reunión ya fuera de la parroquia, nos sentabamos con otros a tomar cerveza y comentaban:

- Me tiene loco la gringa. Haría cualquier cosa por cogerme a una Señora como esa y

reventarle su blanco culo.

Evelio se fijaba especialmente en chicos como nosotros acostumbrados a a ser los dueños de la calle o, al menos a saber movernos bien entre malandras y gentuza, porque a través de nosotros podía ir ganando influencia entre la gente. Además sabía que podíamos conseguirle algún muchachito con el que pudiera ir más lejos que unos ligeros sobeteos.

En poco tiempo Evelio se ganó nuestra confianza. Entre mis siete "colegas" había uno, Lalo, con carita dulce y aniñada, que le gustaba a mucho a Evelio. Los demás nos dimos cuenta de ello y sabíamos que por él podríamos sacar del coordinador de catequistas todo lo que quisiéramos.

Un día tuvimos una fiesta en casa de Evelio; cuando ya estabamos bien tomados nos bajamos los pantalones y nos sacamos las pijas. Disfrutábamos viendo el efecto que aquello producía en el catequista maricón. Sentamos a su lado al muchacho que le gustaba y le hicimos ver que podría ser suyo. De hecho para encandilarlo más Lalo le hizo una paja que lo volvió loco.

Entonces Arturo, que era el lider de mi grupo, a pesar de que por su aspecto nadie lo diría ya que era delgado y bajito con un incipiente bigotillo, le hizo la proposición:

- Evelio, te lo pasarás muy bien con nosotros, especialmente con este, si nos ayudas a

follarnos a la rubia.

- No es tan facil, cabrones, pedirme otras cosas.

- Lo que de verdad nos gusta es eso pero mientras se te ocurre algo nos ofreces otras

cosas.

Aquel maricón iba a hacer todo lo posible para que nos cogiéramos a la joven mama. Pero mientras tanto nos puso en bandeja cosas que a nosotros nos volvían locos. Una señora mayor a la que la parroquia ayudaba económicamente por medio de Evelio, tuvo que chuparnos la polla a los ocho chavales una tarde y soportar como le echábamos toda la lefa en sus desnudas y caídas tetas.

 

Una chiquita de los grupos parroquiales, que confió sus problemas a Evelio, fue obligada a desnudarse en casa del maricón delante de nosotros y masturbarnos a todos mientras la sobábamos a placer. Si no llegamos a más con ella fue porque lo que había hecho no era tan grave como dejarse follar.

Y cuando no nos lo ofrecía Evelio nos los buscábamos nosotros. Así un día una cayó en nuestras manos una jonky , flaca y demacrada, con los brazos llenos de pinchazos, a la que antes de darle un poco de droga adulterada, la obligamos a dejarse montar por varios perros a los que Arturo excitaba derramando un líquido sobre la muchacha que los ponía locos.

Entretanto seguíamos acudiendo a las reuniones con la señora Peggy. En ellas se hizo habitual el siguiente comportamiento. Antes de empezar la catequesis rodeábamos a la joven madre saludándola y hablando. Mientras ella solo estaba atenta a saludarnos nosotros la recorríamos con los ojos para saciarnos de la carne que la ropa dejaba al descubierto y he de decir que a veces la mama llevaba algún escote generoso y los brazos y hombros a la vista.

Luego nos sentábamos atrás del todo y nos masturbábamos mientras ella hablaba. He de decir que todos estábamos bien dotados pero el que mejor estaba era Arturo que a pesar de ser un tipo canijo tenía una polla bien gordota.

Pasaron dos meses y las cosas siguieron así hasta que un día ocurrió algo que yo jamás hubiera imaginado. Apareció un hombre joven, negro, amigo de Evelio, de su misma edad. En seguida simpatizó con la joven madre y eso a Evelio no le gustó, ya que seguramente tenía relaciones con él.

Pudimos ver asombrados como la señora Peggy se comportaba con aquel negro como nunca antes la habíamos visto con otro hombre, ya que ella sabía ser correcta y afectuosa al mismo tiempo. Pero ahora sus sonrisas y las caricias de sus manos iban demasiado lejos.

Pronto Evelio cambió de actitud hacia ella y se mostró cordial como nunca. Hasta que un día la invitó a su casa junto con el negro. Ella encantada.

Lo hizo otro par de veces como diciéndole: "aquí tienes un lugar discreto para lo que quieras".

Por la manera de vestirse y las horas ( ya de noche) nos dimos cuenta de que la mama estaba dispuesta a todo. Realmente le gustaba aquel negro. Seguramente le diría a su marido que tenía alguna tarea o reunión en la parroquia.

Un día Evelio se acercó a nosotros, nos entregó un pequeño paquete y nos dijo:

- Esto es todo lo que puedo hacer por vosotros. Creo que podéis sacarle mucho jugo.

En el paquete había un video. El video había sido grabado por alguien escondido en casa de Evelio. La joven madre entraba con el negro en el salón vestida de una manera impropia de una mujer casada. Le miró divertida y le dijo:

- Vamos a ver que sabes hacer morenito.

 

Luego se abrazaban y se besuqueaban durante un buen rato mientras el tipo le amasaba el culo a placer a la joven señora.

Luego el negro mientras la miraba divertido se iba desnudando poco a poco, como si fuera un striper. La mama ahora no reía sino que lo miraba lascivamente, disfrutando del espectáculo. Era tremendo ver como quedaba su mirada atrapada en la entrepierna del negrazo cuando le mostró aquella gruesa barra de carne, que el tipo se acariciaba mirando divertido el efecto que su pijota causaba en mi madre.

Luego el tipo le dijo:

- Ahora te toca a ti rubia.

La señora Peggy comenzó a desnudarse y debo decir que me causo impresión su cuerpazo..

 

Los ojos del negro eran ahora los que quedaban atrapados en su pechos y en las espléndidas carnes de la mama catequista. Se sentó junto a ella y llevó hasta su miembro la mano de la joven madre que ciñó con sus elegantes dedos la oscura polla del negro. Comenzó a deslizarla de arriba abajo disfrutando del pedazo de carne que aprisionaba a la vez que miraba extasiada el tremendo aspecto que la verga iba tomando.

Excitado por el placer que la señora Peggy le daba, comenzó a estrujarle con fuerza los pechos, haciéndola gemir:

- Suave por favor.

El negro amainó y mientras la madre seguía pajeándolo, comenzó a frotarle la concha y meterle los dedos. La muy puta, abrió las piernas para que el jodido negro trabajara más a gusto. La veía entregada y quería verla aún más; se arrodilló y metió su cabeza entre las piernas de nuestra catequista y comenzó a comerle el chocho mientras se aferraba a sus piernas. La joven señora comenzó a mover su pelvis a la vez que se mordía el labio inferior. Sus manos acariciaban la cabeza del negro y la atraía contra su concha.

Los dos estaban tremendamente excitados y el moro colocándola en el sofá se puso en cima de ella entre sus piernas y le clavo la polla comenzando a bombearla. Se pegó con fuerza a su cuerpo aferrando sus nalgas como si en cada embestida quisiera atravesarla. Aquellas "imágenes" iban quedando en mi mente grabadas de tal forma que hoy cierro los ojos y allí la veo, abierta, espatarrada, recorriendo con frenesí el torso oscuro y musculoso del negro que, por sus movimientos debía estremecerse al sentir en su piel las finas manos de la joven madre.

 

Conforme se aproximaba el fin los cuerpos se movían con mas rapidez, embistiendo frenéticamente el negro y saliéndole al encuentro con un movimiento de caderas mi madre

Ella se corrió primero, mordiendo en el cuello al joven. Luego el agitándose violentamente descargó toda su leche en su interior:

- Toma puta, tómalo todo.

Luego se quedó como adormecido sobre ella con su polla dentro decreciendo poco a poco su volumen.

Luego durante un rato el negro le metió la lengua hasta la garganta mientras se sobaban mutuamente. A continuación el negro le pidió que se la chupara, pero ella se resistió; le explicaba al negro que ella nunca se lo había hecho a nadie, ni siquiera a su marido. Pero el cabrón del negro entre besos y caricias la calentó consiguiendo que ella se arrodillara ante él y comenzara a mamársela. Poco a poco se veía como vencía su asco inicial y le iba gustando ver como aquella pijota negra adquiría un aspecto espléndido.

Cuando la tuvo bien dura le dijo a la joven señora que se pusiera boca abajo y comenzó a hurgarle el agujero del culo con el dedo. Peggy musitaba protestando:

- Eso no, no me hagas eso.

- Eso es lo que más me gusta daros por culo a todas las gringas.

Apoyó la punta de su verga y comenzó a empujar. La joven madre se aferraba al sofá clavando sus uñas y gritando. Cuando su polla había entrado totalmente comenzó a moverse y se abrazó a Peggy, cogiendo sus tetas apretándoselas con furia:

- Si no te estás quieta te rompo el culo y las tetas, perra.

A medida que el culo de la joven señora dilataba el negro la bombeaba hasta agitarse como un poseso. Balbuceba palabras ininteligibles, sin duda llevado por el gran placer que sentía al disfrutar del culo y las tetas de la mama a la que también le devoraba el cuello. Finalmente se vino dejándole el culo llenito de su leche.

No se cuanto tiempo estuvimos viendo el video y haciéndonos pajas. Aquella hembra estaba buenísima y nos volvíamos locos mirando como la sometía aquel negro vergón.

Dos semanas después Arturo al terminar una reunión le entregó una copia. El sábado siguiente, cuando los demás chicos salieron, la rodeamos y Arturo sin andarse con rodeos le dijo:

- Puede ser que tu marido te perdone la infidelidad. Lo que nunca te perdonaría es que todo Panamá sepa que la esposa de uno de los jefes de la Base Howar es la puta de un negro de Colón.

La presionamos para que se viniera ya aquella tarde con nosotros para cogérnosla, pero ella nos explicó que le era imposible. Nosotros queríamos algo y ella tuvo que aceptar ir a un despacho de la parroquia y desnudarse para nosotros para que nos hiciéramos una paja delante de ella.

 

Cuatro días después respondió afirmativamente a la llamada de Arturo y se vino con nostros hasta un viejo almacén abandonado.

Escondido en un rincón, el pervertido maricón de Evelio disfrutaba viendo entrar a con nosotros a aquella espléndida hembra asustada ante lo que se le venía encima; no quería perderse nada; a su lado estaba el chico que a el le gustaba.

Ella Llevaba un top ajustado, una falda muy ceñida y corta, medias negras y unos zapatos de tacón muy alto.

Arturo le ordenó hacerles un strip-tease y ella, muerta de vergüenza delante de los chavales, comenzó a desnudarse. Poco a poco empezó sacarse el top por la cabeza lo dejó caer de su brazos al suelo mostrando su delicada piel ante nuestros ojos glotones. Su espléndido cuerpo nos tenía hipnotizados. Nuestras pollas estaban a reventar y nos la meneábamos como desesperados.

Luego comenzó a deslizar su falda por sus caderas y sus muslos hacia abajo; levanto una pierna y luego otra, a la vez que se inclinada mostraba aquel tremendo canal entre las montañas de sus senos. Nuestra mirada torva intranquilizó a a la joven madre, no solo había en nuestros ojos lujuria mal contenida, había perversión, había malicia.

- Ahora contonéate como una puta.

Empezó a moverse sensualmente mientras se desabrochaba el sujetador, lo sostuvo entre sus manos, demorando mostrar sus pechos desnudos, como si intentase evitar lo que estaba por venir. Pero ello producía un efecto de sobreexcitación en nosotros:

- Venga guarra enséñanos las tetas de una puta vez.

Cuando la joven señora retiró las manos con el sujetador, aparecieron aquellos senos redondos, turgentes, voluptuosos, que ella se acariciaba y estrujaba suavemente. Obedeciendo nuestras órdenes siguió tocándose las tetas y meneándolas de lado a lado. Luego se bajo poco a poco la braguita de encaje y le ordenamos masturbarse. Mientras nos pajeábamos como locos y ella miraba con terror nuestras pijas que sabía que pronto la romperían totalmente.

-¡ Cómo se toca la muy puta! Ya veras lo que vamos a hacer con esas tetitas zorra..

Según se movía sus carnes, sus nalgas y su pechos temblaban y rebotaban haciendo que nuestra excitación llegara a un grado máximo. Entonces cerramos el círculo, nos lanzamos sobre ella y mientras unos la sujetaban otros la sobábamos y magreábamos a placer. Cada vez más excitados mordíamos a la joven madre y le dábamos en las nalgas unos cachetazos tremendos. Le estrujábamos las tetas con saña.

Yo me puse de rodillas, con la cabeza entre sus piernas, y comencé a mordisquear los labios de su vulva estirándoselos, alternando con unos tremendos muerdos en sus delicados muslos, en su cara interna.

La señora Peggy daba unos fuertes chillidos de dolor y nos suplicaba.

-No me hagáis daño por favor.

Fue inútil, estuvimos así más de un cuarto de hora.

Luego la hicimos ponerse de rodillas delante de nosotros. Ella, pensando que solo dándonos mucho placer evitaría nuestras aberraciones, quiso tomar la iniciativa; agarró nuestras pijas y comenzó a pajear a dos. Pero entonces uno de los que tenían la polla libre se acercó a ella y comenzó restregársela a la joven madre por la cara. Enseguida se acercó otro chico para hacer lo mismo. Y así fuimos haciendo todos.

Desde su rincón Evelio no perdía detalle mientras él y Lalo con los pantalones bajados se masturbaban mutuamente. El disfrutaba viendo la humillación a la que se veía sometida mientras nosotros seguíamos restregándole por toda la cara nuestras vergas, haciéndola sentir una vulgar puta.

Queremos ver lo puta que eres. ¡ Frótanos la polla con tus tetas!

La señora Peggy obedeció y comenzó a masajear con sus tetas nuestras barras de carne dura. Nosotros cada vez estábamos más calientes viendo como ella, sin apartar la mirada de cada una de nuestras pijas, nos hacía sentir en los genitales la caricia caliente y suave de sus melones.

Cuando nos dio a todos nuestra ración de cubana, Arturo sujetó a la joven madre por los pelos y le ordenó:

- ¡Abre la boca zorra!

Ella totalmente avergonzada, sin levantar la mirada, abrió la boca y él le metió toda su cosa sujetando fuertemente su cabeza; tanto la apretaba contra su entrepierna que sus rojos labios se perdieron entre la pelambrera negra que le cubría los huevos.

- Chupa con ganas ¡Zorra!

Ella obedeció y por la cara que ponía Arturo lo estaba haciendo bastante bien.

Y así nos fuimos turnando sintiendo cada uno de nosotros la carnosa caricia de los labios de la señora Peggy. Mientras chupaba sus delicadas manos acariciaban las pollas de dos de nosotros antes de que nos tocara el turno de la mamada. Uno tras de otro le fuimos acabando en la cara y en las tetas. Mientras, el maricón de Evelio tenía en su cara una mueca de satisfacción producida por la degradación a que sometíamos a su competidora y por la mamada que le estaba haciendo Lalo, puesto de rodillas delante de él.

Luego juntamos unas cajas de madera y las cubrimos con un plástico; echamos encima a la señora Peggy de tal manera que sus pies y su cabeza sobresalían lo cual nos venia muy bien. Dos de nosotros nos pusimos a cada lado para que nos pajeara y otro la obligaba a dejar caer hacía atrás la cabeza metiéndole la polla en la boca.

- Pajéanos ¡guarra¡

- Chupa ¡Perra!

Otros le chupaban y pellizcaban los pezones, le sobaban los muslos y le abrían las piernas para que Arturo pudiera hurgarle con los dedos en la almeja mientras se hacía una paja. Yo que ya tenía la polla dura por las caricias de que me había proporcionado la joven madre con su delicada mano le pedí a Arturo que me dejara su sitio y empecé a frotar mi pene contra su chocho, buscando desesperadamente el camino de entrada.

- Sin condones no por favor.

- No protestes, que así te va a gustar más.

Se la metí hasta dentro y empecé a bombearla con fuerza. Me movía frenéticamente, haciendo temblar el cuerpo de la joven señora, de tal manera, que si no estuviera sujeta por mis colegas la tiraría al otro lado de las cajas.

En ese momento a la cabeza de la mamá estaba mi amigo que la morreaba y comía la boca y luego le volvía a meter la polla en la boca. Los otros dos, mientras sentían como Peggy frotaba sus pedazos de carne dura, le recorrían sus piernas apretando aquellos espléndidos muslos.

Cuando le sacó la polla de la boca nos suplicó:

- Por favor correros fuera.

El temblor y la quiebra de su voz delataban que, a pesar de sentirse humillada y usada, estaba empezando a sentir un cierto gusto. Yo, aumentaba el ritmo, sintiendo como mi polla temblaba de gusto en aquella cueva húmeda, que ya estaba llenándole de semen.

De nada valieron las quejas de la joven madre, mis amigos se turnaron en su entrepierna a darle buenos pollazos, mientras sonreíamos satisfechos al ver el esfuerzo ímprobo que la señora hacía para no exteriorizar demasiado las sensaciones que poco a poco se apoderaban de su cuerpo. El último se dio cuenta al ir a metérsela como, además de las corridas anteriores, los propios jugos de la hembra destilaban y empapaban su espesa mata de pelo alrededor de su vulva.

Ella estaba totalmente molida después de aguantar la cogida de siete verracos. Pero la cosa aún no había terminado; Lalo después de haber aguantado la corrida del maricón de Evelio en su boca, venía dispuesto a recibir su recompensa. Traía en la mano una camiseta rota y le vendó los ojos a la señora Peggy. Ella suplicó asustada: - No me hagáis daño, por favor.

Lalo hizo una seña y nosotros le sujetamos las manos. Retiramos todas las cajas menos una y pusimos a la joven madre sobre ella boca abajo. Evelio salió de su escondite y se acercó a ella. Le sujetó la cabeza por el pelo y la obligó a hacerle una mamada. Ello le impidió a Peggy decir algo cuando sintió que Lalo empezaba a separarle los cachetes del culo y hurgarle en el agujero.

Cuando sintió que el chico empezaba a apoyar la punta de su pija en su orificio, empezó a gruñir desesperada. Pero era inútil; él empujaba con todas sus fuerzas consiguiendo penetrarla poco a poco. A base de fuertes embestidas consiguió enterrarle la polla hasta los huevos. Entonces nos miró sonriendo complacido y todos nosotros exclamamos: -¡Rómpela guey! ¡pártele el culo!

El empezó a moverse y clavarla con una velocidad de vértigo, sudando y resoplando, mientras ella sollozaba atragantándose con la barra de Evelio. Después de un rato de darle sintió que su polla se derretía de gusto llenándole el culo de su leche.

Ya todos estábamos locos por lo que acabábamos de ver y uno tras otro la fuimos taladrando de una manera brutal haciéndole un buen boquete a la señora. Pero no era ella sola la que aguantaba. Evelio había dejado libre la boca de Peggy para que Lalo recibiera la agradable sensación de sus labios chupándole la polla, y así le fuera más llevadero soportar que el maricón de Evelio se la metiera por el culo.

Peggy no tenía ninguna compensación y terminó totalmente rota. A duras penas pudo incorporarse y vestirse. Lo único que pasaba por su cabeza era no volver jamás por la parroquia y pedirle a su esposo que cuanto antes regresaran a los USA. Uno días después lloró emocionada cuando Evelio al despedirse le dijo que la iba a echar mucho de menos.