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Las Mamás del colegio (04: madrastra violada)

en Dominación

LAS MAMAS DEL COLEGIO (04: MADRASTRA VIOLADA)

Aquel jueves por la tarde nos encontrábamos jugando al futbolín en el Bar de Moncho. Situado en un ángulo del gran edificio central del colegio, era muy concurrido por los chavales, que acudían a comprar sus bocadillos, pastelillos, refrescos , todo lo que de comer y beber estaba al alcance de nuestros bolsillos. La verdad es que Moncho, que era un antiguo alumno, trataba bien a la gente y a un precio mucho menor que en la calle.

Pues después de habernos tomado un bocadilllo de tortilla con pimientos y una cervecita, estábamos echándonos una partida al futbolín cuando la vimos entrar con su hijo; nos miramos y alguno murmuró:

- Qué buena está.

Era verdad , estaba muy buena, los veinte tíos que estábamos allí en ese momento no le quitábamos ojo.

Laly tendría entonces 29 o 30 años, hacía tres que había enviudado y era madre de Adolfo un chaval de 10 años.

Era una auténtica muñeca, morena , con media melena muy cuidada, no era muy alta, 1,68, pero tenía una figura, unos pechos y unas piernas bien torneadas de locura. Iba muy arreglada, rimel, uñas, labios. Aquella mujer buscaba agradar.

Al salir del bar para ir al salón de estudio, comentábamos que ojalá su visita al hijo durara varios días.

Ni ella ni nosotros imaginábamos que Laly iba a quedarse en la capital para siempre.

Como otras madres que venían a ver a sus hijos se alojaba en la residencia y allí la conocí, pues entabló amistad con mi madre. Por sus comentarios pronto tuve una idea de la vida que llevaba. Era claro que vivía por encima de sus posibilidades, la ropa de marca que usaba, sus joyas, sus perfumes no podían salir de su exigua pensión de viudedad. Pese a lo que pudiera pensarse, no ofrecía sus favores amatorios a cambio de dinero o regalos. Los ofrecía generosamente a los tipos que le gustaban, era muy puta y de las que piensa que en la variedad está el gustó.

Sus lujos provenían de sus habilidades, la mentira y el robo. Muchos joyeros se vieron embaucados y no la volvieron a ver el pelo.

Aquel fin de semana se lo había pasado follando con un policia, chulo, con un bigotazo y un torso belludo. Habían hecho de todo. Cuando un hombre le gustaba se entregaba totalmente. Por el contrario no había nada que la hiciera disimular cuando un hombre la desagradaba. Ella pensaba que sería incapaz de entregarse aun hombre que no le gustara por interés.

Cuando volvía a la residencia iba pergeñando un plan para obtener ingresos, ya que estaba en mínimos. Había fijado su atención en la esposa de un Coronel a la que había visto unas joyas valiosísimas. La señora había ido a la capital para la boda de un sobrino y en los días que rodearon la boda las había lucido. Laly decidió que aquella señora volvería a su casa ligera de equipaje.

 

No fue difícil, nunca había ocurrido nada en aquella residencia, todos los que allí se hospedaban eran personas relacionadas con un cuerpo policial-militar. Las puertas de las habitaciones estaban siempre abiertas, sin echarle llave. Un día mientras la señora del coronel comía Laly hizo la inspección y localizó donde las guardaba; al día siguiente a la misma hora, a tiro fijo, cogió las joyas, las guardó y se sentó a comer; luego salió con ellas de la residencia y se dirigió a un lugar donde sabía que pagaban bien y no preguntaban demasiado.

 

Laly había atraído las miradas de todos cuando iba a visitar a su hijo; muchos la hicieron protagonista de sus fantasías, el comandante Fonseca, abuelo, viudo ya retirado, iba a hacerlas realidad debido a un golpe de suerte.

El comandante Fonseca tenía un nieto, Carlos, de 15 años , que era alumno externo del colegio. Sus padres se habían separado y él se había quedado con su madre que era la hija del comandante; ésta hacía dos años que había fallecido de cancer y el chico prefirió quedarse con su abuelo en vez de ir con su padre. Carlos era alto pero bastante gordito, las clases de gimnasia eran una cruz para él. Le hacíamos burlas a veces y por eso desarrolló un sentimiento acomplejado y rencoroso. A los internos nos odiaba.

 

El viejo comandante, se iba de putas frecuentemente, pero desde que se hizo cargo del nieto dio en la manía de casarse, quería una mujer que se ocupase de ellos y si además estaba apetecible pues mejor. Se trataba con el capellán del colegio –era de estos tipos beaturrones falsos - y por medio de él había tanteado algunas de las señoras que trabajaban en el colegio, pero a ninguna le sedujo la idea de cuidar aquel carcamal.

Cuando coincidía con Laly al ir a buscar a su nieto la trataba con cortesía de caballero militar, de una manera exagerada que la divertía. Aquel viejo tan cortés no le habría caido también si hubiera podido ver sus sucios pensamientos.

 

El comandante Fonseca charlaba animadamente aquella mañana con su amigo Villaespesa en la tienda de compra-venta de joyas que este tenía en una calle del centro de la capital. Aunque la policía sospechaba de él siempre se las arreglaba para colocar su mercancía. Sonó el timbre de la puerta y mientras Villaespesa se dirigió a retirar el pestillo de seguridad, Fonseca se retiró a un cuarto interior para que el cliente pudiera tratar a solas con su amigo. Cuando escuchó aquella voz de mujer su corazón se aceleró; se asomó discretamente y efectivamente era Laly. Vio como depositaba aquellos joyones sobre la mesa y como su amigo las examinaba. Tenían que ser muy buenas pues rara vez había escuchado a Villaespesa ofrecer tal cantidad. Las preguntas que el comprador hizo para saber que hacer con ellas denotaban una procedencia turbía.

 

Dos días después conversaba Fonseca con un compañero de armas:

- Parece mentira Fonseca, cómo esta la vida, ya no te puedes fiar ni de los tuyos.

- ¿ Qué ha pasado hombre, no será para tanto ?

- ¿ Te parece poca cosa que a la señora de un coronel le roben más de dos millones y medio en joyas, en le residencia militar?

La cosa era gorda, efectivamente, y él era el único que tenía todas las puntas de los cabos sueltos en sus manos.

Saboreó a placer el vino que estaba tomando y, mientras su compañero seguía lamentando la malicia de los tiempos, comenzó a pensar que tal vez pronto podría hacer realidad su sueño de casarse.

 

 

Laly salía ya del colegio después de visitar a su hijo cuando se encontró a la puerta aquel viejo simpático:

- Buenas tardes Sra. Me aceptaría una invitación y un poquito de conversación.

- Claro que sí, siendo usted tan gentil.

Fueron a una cafetería de lujo y charlaron animadamente mientras tomaban unos exquisitos pinchos. Laly reía divertida las ocurrencias del comandante. Se daba perfecta cuenta de cómo al viejo cada tanto se le iban los ojos a su escote, que no era nada excesivo; Tenía los hombros y los brazos desnudos con tan solo los finos tirantes del vestido. Aquella piel blanca y suave precipitó la descarnada propuesta del comandante, al fin y al cabo – pensó para sí- no van a cambiar las cosas por unos días más o menos.

- Bueno Laly, vamos a hablar de cosas más serías.

Ella notó como le cambiaba al viejo la faz hasta hacerse desagradable e intentó cortar en seco:

- No veo Sr Fonseca de que tenemos usted y yo que hablar en serio.

- Por ejemplo de ciertas joyas que han desaparecido en la residencia y que una señora ha vendido a un amigo mío.

 

 

A la joven viuda se le vino el cielo en cima; se quedó muda. El contempló unos minutos los ojos asustados de Laly y luego comenzó a exponer la situación.

Con suavidad le dijo que no quería hacerle mal; que si robaba es porque era una mujer elegante y presumida que no tenía medios, pero que eso podía cambiar. El tenía una buena pensión, no le faltaría nada a ella y a su hijo; pero él necesitaba el cuidado de una mujer y también su nieto. Todo se arreglaría bien para los dos si ella consentía en casarse con él.

A Laly, consciente de que sin decirlo había una amenaza implícita, lo primero que le vino a la mente es la relación íntima que tendría que mantener con su "esposo". Intentó

salvar este aspecto. Apenas había empezado a hilvanar las palabras Fonseca la cortó suavemente para decirle que lo entendía; que era un pobre viejo, que solo esperaba afecto y compañía, dormirían en camas separadas.

 

Aunque le dio un tiempo para pensárselo estaba claro que no había más que una opción. El tiempo que transcurrió hasta la boda sirvió para que Adolfo tratara a su futuro "padre" y Carlos a su "abuela" o madrastra. Los compañeros de Carlos comentábamos con él :

- Que cabrón tu abuelo vaya tía que se va a follar.

Y a Carlos se le hacía la boca agua pensando que iba a vivir con aquella tía que estaba tan buena.

 

La boda fue bastante discreta, unos cien invitados, un exquisito restaurante y un poco de baile hasta las 12 de la noche, ya que la mayoría estaban bien entrados en años. En un momento dado del baile Laly notó como Fonseca se apretaba contra ella y recorría su espalda con sus manos una y otra vez, pero no dijo nada. También le molestó la manera como la miraba el viejo joyero. La verdad es que estaba guapísima

con aquel vestido ceñido al cuerpo de escote generoso.

 

Terminado el baile montaron los cuatro en el coche, Adolfo y Carlos atrás. Carlos que no perdía ojo a su madrastra observó como su abuelo en algún momento al cambiar las marchas dejaba su mano sobre el muslo de Laly . Miraba con una sonrisa maliciosa al pequeño Adolfo como si le dijera:

- Ya verás lo que le va a hacer mi abuelo a tu mamá esta noche.

Una vez en el garaje bajaron del coche y los chicos, con algún regalo que traían en el portamaletas, fueron a abrir la puerta de casa y esperar a los "novios". Cuando el ascensor volvió a bajar entraron en él y entonces Laly sintió como Fonseca aposentó la mano en su hermoso y firme trasero dándole un buen apretón. Ella se movió nerviosa y enfadada mientras el la miraba con fruición pensando para sí:

- Ya estás dentro de la jaula, paloma.

 

Sin mucho entretenerse se dispusieron a acostarse, Laly beso con cariño a Adolfo que estrenaba su nueva casa y por delicadeza también a Carlos, sin darse cuenta como este clavaba sus ojos en el escote.

Entraron en la habitación y mientras Laly preparaba sus cosas de aseo, Fonseca se desnudó en un santiamén, se puso el pijama y esperó a que empezara el "espectáculo" que le iba a ofrecer su joven esposa. Cuando se quitó el vestido, Fonseca sintió como su pene se ponía duro al contemplar aquel cuerpazo adornado por aquella lencería fina, aquellas piernas macizas contenidas en las delicadas medias blancas. Laly que se disponía a quitarse el sujetador miró de reojo y vio como debajo de las sábanas el viejo se acariciaba el bulto; quiso darle la espalda y entonces escuchó la voz imperiosa de Fonseca:

- Date la vuelta y deja que tu marido disfrute de lo que es suyo.

- No puedo, me voy a ir al baño a cambiarme.

Entonces comenzaron a discutir fuerte sobre lo que habían pactado respecto a las relaciones íntimas. Carlos se levantó y se dirigió hacia la habitación de l matrimonio. Al mismo tiempo Adolfo asomó por la puerta de su habitación y asustado fue detrás de Carlos. Pegaron el oido a la puerta a tiempo de escuchar:

- Mira grandísima zorra, eres mi mujer y te la voy a meter cuando quiera; y si no te parece bien te vas, luego voy a la policia y ya verás que bien te pasas unos añitos en la carcel. Desnúdate de una puta vez.

Carlos muy lentamente abrió la puerta lo suficiente para ver la escena. Fonseca sentado a los pies de la cama y frente a él Laly se quitaba el sujetador dejando a la vista aquellos explendidos pechos. Luego se quitó las bragas mientras escuchaba :

- Pero que buena estás cabrona, que chochazo más rico; anda date la vuelta que te vea bien esas nalgas.

 

Carlos comenzó a masturbarse mientras le decía a Adolfo:

- Macho, que buena está tu madre, ya verás que pollazos le mete mi abuelo.

Al pobre niño se le caían las lágrimas.

Fonseca sentó a Laly a su lado y comenzó a sobarle los muslos y las tetas mientras le comía la boca:

- Cógeme la polla y menéamela con esa manos de puta fina que tienes.

Y Laly comenzó a recorrer aquel tronco de piel oscura con sus blancas manos.

Sentía una gran sensación de asco al ser besuqueada y sobada por aquellas manos sarmentosas y tener que menearsela.

Luego el viejo hizo tender boca abajo a su esposa para echarse sobre ella y restregarse la polla contra sus turgentes nalgas mientras estrujaba sus tetas. La mordía en el cuello y le babeaba la cara susurrándole brutalidades. Así estuvo un buen rato.

 

Adolfo era una pura congoja viendo aquel l blanco y delicado cuerpo aplastado por aquel energúmeno arrugado que se apretaba contra su madre. Carlos ya se había corrido y estaba de nuevo empalmado.

Fonseca se puso en pie sobre la cama y ella de rodillas:

- Ahora me la vas a chupar con esa boquita tan linda que tienes.

Laly comenzó lentamente a engullir su verga pero él la obligo a colocar sus manos en sus escualidos gluteos y aferrando su cabeza comenzó a follarle la boca con violencia.

Carlos disfrutaba viendo como a cada empellón de su abuelo las tetas de su madrastra rebotaban y temblaba todo su cuerpo.

El viejo notó que podía terminar así que sacó su polla de la boca y la mandó echarse y abrir las piernas. Se la clavó hasta los huevos y comenzó a bombear a placer pues a pesar de todo Laly estaba húmeda.

- Guarra estás bien mojada. Y eso que no querías.

El viejo comenzó a embestirla y al poco Adolfo escuchó los gritos y gemidos de su madre, que lo asustaron, pues Laly era muy escándalosa cuando follaba.

- Mi abuelo la va a romper el coño por puta – Carlos estaba como loco viendo como su abuelo montaba aquella hembra mientras sus carnes temblaban con cada acometida.

La recien casada abandonada ya a sus sensaciones, sentía un gran placer al ser penetrada. y cruzó sus piernas a la espalda del viejo comandante, mientras le ofrecía su lengua en un beso lleno de lujuria, para que su polla entrara hasta lo más profundo.

 

EL cuerpo de la hembra se acoplaba y salía al encuentro de cada empujón del viejo macho. Carlos le dijo a su "hermanito " algo que Adolfo empezaba a intuir:

- Miralá, como le gusta que se la metan.

Y le estaba gustando tanto que fuera de todo control le decía al viejo palabras cariñosas como:

- Así mi vida, sigue dándome gusto cariño.

Ella se corrió como una perra salida y enseguida él:

- Toma puta te lo doy todo a ver si te preño esta noche.

Luego él bastante agotado se echó en su cama y enseguida quedó dormido; sollozó un rato al darse cuenta de cómo se había entregado y también se durmió. Entonces Carlos, que estaba fuera de sí por la excitación, entró sigilosamente en la habitación, retiró con cuidado la ropa que cubría el cuerpo de su madrastra y encendió la tenue luz de cabecera para ver de cerca por un momento aquella hembra. Laly se despertó y chilló al muchacho lo que hizo que Fonseca también se despertara.

 

 

El viejo en vez de reprender a su nieto, viendo el bulto del pantalón del pijama, preguntó divertido por que estaba así y el muchacho le dijo que por lo que había visto.

Entonces Fonseca tuvo una idea diabólica:

- Mira hijo, en la familia hay que ser todos para uno. Una recién casada espera que le den tralla durante toda su noche de bodas, asi que como yo ya no puedo tanto lo vas hacer tu por mí.

La mamá dijo que aquello era monstruoso pero al final los mismos razonamientos que la hicieron entregarse al viejo la obligaron a condescender.

El Seboso de Carlos se echo a su lado y comenzó a magrearla mientras la besaba. También le dijo que se la meneara y Laly comenzó a acariciar aquella polla que pronto reaccionó alcanzado un tamaño considerable.

Tras haber disfrutado de sus muslos y nalgas, se concentró en sus tetas chupándolas y mordiéndolas a placer, escuchando con satisfacción los gemidos de su madrastra.

Después se sentó sobre su pecho y comenzó a follarle las tetas, que era lo que más le gustaba de las revistas que había visto. Amasaba a placer aquellos senos redondos, duros enterrando su pija entre ellos. Disfrutó así otro buen rato, luego la abrió de piernas, contemplo su peludo coño, apoyo su verga y comenzó a empujar. Sintió como si se derritiera al gozar pro primera vez de aquella suavidad y calor que envolvía y aprisionaba su miembro. Cuando hizo tope con sus huevos comenzó a bombear poco a poco hasta coger un ritmo frenético. Mientras aferraba con sus manos las carnes de Laly, sintió como esta, a la vez que se movía con la misma furia que el , lo abrazaba con fuerza y apretaba sus gluteos hasta hacerle daño:

- ¿Te gusta que te la meta así "mamá"?

- Si cabroncito jódeme bien.

Adolfo era un mar de lágrimas, pensaba que su madre era muy puta.

 

En medio de fuertes estertores la hembra volvió a alcanzar un tremendo orgasmo y al poco Carlos se vino llenándola con su leche joven.

El viejo no le dio descanso, se estaba empalmando y quería volver a cojerla:

- Ahora nos la vas a chupar para que que te demos una buena noche.

Se sentaron en la cama y ella, colocada a cuatro patas entre los dos comenzó a mamársela alternativamente, mientras ellos le acariciaban la espalda y le sobaban las tetas que en esa posicion se bamboleaban a un lado y otro ofreciendo un espectáculo maravilloso.

Luego el abuelo se colocó detrás y comenzó a clavarla hasta que tuvo su verga bien lubricada, entonces la sacó y apoyo el glande en el ojo del culo y apretó:

- Eso no por Dios, no me hagas eso.

Pero Fonseca siguió apretando y su miembro comenzó a entrar.

Como si adivinara el pensamiento de su abuelo, Carlos sujetó fuerte la cabeza de la mujer para que no pudiera sacars4 la polla de la boca y hablar.

Ya la verga del viejo había echo todo el camino, se detuvo un momento para que dilatara entreteniéndose en amasar a placer las nalgas de su esposa y luego comenzó a moverse hasta alcanzar un buen ritmo. Carlos disfrutaba viendo como gruñía de dolor con su polla en la boca. La enculada del abuelo duró más de media hora hasta que se vino llenándole el culo de leche cuando Laly empezaba a sentir una cierta sensación agradable.

 

Ya la verga la tenía Carlos bien dura e intercambiaron el puesto, el viejo dejaba que le chupara su flacida polla, ya sin muchas esperanzas, pero, eso si, magreando aplacer sus bamboleantes tetas. Su nieto se colocó detrás de su "madrastra" lubricó la verga en su concha y comenzó a darle por el culo. Ahora Laly sentía una sensación cada vez más agradable; incluso no le molestaban demasiado los azotes que el cabrón de su hijastro le daba de vez en cuando en las nalgas llevado por la excitación. Movía el culo con frenesí disfrutando de la penetración del glande hasta lo más profundo de sus entrañas; de vez encunado apretaba con fuerza volviendo loco al muchacho Y al fin lo dos llegaron a un nuevo orgasmo.

Adolfo se retiró ya sin llorar sin poder entender que había pasado para que su madre se hubiera entregado de aquella manera.

 

Carlos se puso su pijama y volvió a su habitación. El viejo la tuvo otro buen rato chupándole la pija, más que nada para disfrutar de su sometimiento.

Luego se levantó y antes de echarse en su cama la lmiró lleno de lascivia y le dijo:

- Ya te lo dije, no te va a faltar de nada.

Ella, completamente rota interiormente, sabía que ante la sociedad sería la distinguida señora del comandante y en su casa la puta de dos pervertidos.