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La humillación de una jugadora empedernida

en No Consentido

LA HUMILLACION DE UNA JUGADORA EMPEDERNIDA

En el Casino de la calle de Alcalá y los Bingos de la zona centro de Madrid la presencia de la Sra Raquel Longoria no pasaba desapercibida, por dos razones: los visitaba con frecuencia y no había empleado que no volviera la cabeza cuando entraba o salía del establecimiento. Las formas de su cuerpo eran más que generosas, rotundas, opulentas, estaba muy buena. Gracias a ellas aquella jovencita de buena familia venida a menos había conseguido engatusar a su esposo Ricardo, un hombre emprendedor, que a base de trabajo había creado su mediana empresa y cuya mayor satisfacción era presumir de aquella hembra maciza, que sus padres habían educado con esmero en un colegio privado.

Esa educación elitista y el dinero de su esposo la habían echo una mujer soberbia. Era frecuente que los empleados y camareros de los locales que visitaba dijeran entre dientes :

Como me gustaria romperle el culo a esa zorra engreída.

El único que la mantenía a raya era su marido, que por otra parte estaba loco por ella y le hacía el amor casi todas las noches, disfrutando de aquellas hermosas tetas y de sus tremendos muslos que lo volvían loco cuando la veía caminar en ropa interior o desnuda.

Vivían felices a pesar de la diferencia de edad 40 años él, 30 ella. Cada uno recibía del otro aquello por lo que se habían casado, por lo que tampoco había lugar para la infidelidad; y eso a pesar de que alguno amigo de su marido se le había insinuado.

 

La desahogada posición económica le permitía tener una empleada de hogar y bastante tiempo libre, que empleaba en ir con sus amigas, de compras o a jugar. Poco a poco se había hecho una viciosilla del juego.

Este era su secreto, casi una infidelidad, ya que no lo sabía su marido. Ricardo era un hombre ahorrador que, si bien nunca le ponía reparos a sus gastos en ropa, cosmética etc., nunca hubiera entendido que se gastara dinero en el juego. No le faltaba razón; en el año 1978 la situación económica era incierta, muchas empresas cerraban y las listas de desempleados aumentaban de forma descontrolada.

Unas veces sola y otras con sus amigas acudía al bingo o al casino; y, aunque de vez en cuando tenía algún golpe de suerte, el balance era de pérdida.

Aunque la Sra Raquel, como es frecuente en los jugadores, se puso inicialmente unos límites, tarde o temprano llega la ocasión en que la descarga de adrenalina les vence y lo sobrepasan con creces. Aquel viernes por la tarde se dirigió al casino pensando en disfrutar de su afición hasta bien entrada la noche, ya que su marido había tenido que viajar a Valencia por motivos de negocios. Entró en el Casino con su natural aire de superioridad, atrayendo las miradas varoniles pues iba con un vestido muy elegante de tirantes, bastante ajustado y dadas sus exuberantes formas resultaba muy insinuante.

Ello provocó un incidente con el chico del guardarropa; pues al quitarse la chaquetilla observó como la desnudaba con los ojos y lo recriminó.

Luego se dirigió a la caja y compró fichas por 20.000 pts, el sueldo de 2 meses y medio de los empleados de su esposo. Eligió las cartas, algo que la apasionaba, y comenzó a ganar en tres golpes de suerte casi consecutivos. Era su día, pensaba ella, no podía dejar pasar la suerte sin aprovechar. Cuando tenía ganadas casi 40.000 pts la cosa se torció; tenía la reina de corazones, y el crupier sacó el As. Se quedó sin nada. Y entonces en vez de retirarse, como había echo tantas veces, volvió a la caja y pidíó 10.000 pts más, que también perdió. Así hasta 50.000. Si le hubieran negado el crédito en la caja le hubieran hecho un favor; pero era una clienta asidua, conocida y solvente a la que no le hubieran negado ni 50.000 más.

Cuando recogió en el guardarropa su chaquetilla, el muchacho que antes había abroncado pudo fijarse a placer en su escote, pues era evidente que tenía la cabeza en otra parte. Salió del casino y comenzó a caminar sin rumbo fijo, por mucho que le daba vueltas no veía la manera de encubrir a su marido el crédito dado por el casino, pues si en un plazo razonable no lo hacía efectivo ellos se dirigirían directamente al banco y todo llegaría a conocimiento de Ricardo.

Entonces vinieron a su mente historias oídas sobre mujeres que salían de dificultades poniendo en juego sus encantos físicos. Sabía que unas calles más allá, en el centro de Madrid, muchos hombres buscaban saciar su sed de mujer recurriendo a las prostitutas que colocadas en las aceras y esquinas, o en los locales de alterne, esperaban a sus ávidos clientes. Consciente de su belleza y elegancia, sabía que atraería poderosamente la atención de los hombres y pensaba que no dejaría de haber algunos que pagaran a buen precio el disfrute de su carne lozana.

 

Caminó decidida y al llegar a la esquina de la primera calle del "putericio" se detuvo para tomar ánimo y quitarse el anillo de casada; le hubiera resultado más vergonzoso que algún cliente supiera que estaba casada. De hecho alguien se dio cuenta de lo que hacía. Rogelio, un funcionario jubilado y vicioso habitual de la zona, se había fijado en ella, como casi todos lo hombres que se habían cruzado con ella, y , puesto que le quedaba de camino, la había seguido deleitándose con sus piernas y el movimiento de su hermoso culo al caminar sobre sus zapatos de tacón de aguja. Era un espectáculo pues Raquel, no muy alta, gustaba de llevarlos bastante altos y caminaba con mucho garbo y sensualidad.

 

Comenzó a caminar y sintió que le flojeaban las piernas, estaba bastante nerviosa. En las aceras y esquinas las prostitutas estaban apostadas y la manera como la miraban le indicaba que no era bien recibida. Buscaba un sitio donde detenerse y le costó trabajo encontrarlo; ninguna puta quería tener una competidora tan fuerte a su lado. Tras andar un rato pudo detenerse en el lugar que alguna dejó libre para irse con un cliente. Apenas llevaba 5 minutos y se le acercó el primer cliente; no hubo acuerdo pues ella había decidido que no se iría a la cama con ningún tipo por menos de 1.000 pts.

 

Cuando el tipo se retiró Rogelio, que lo conocía pues era una habitual como él, lo abordó para preguntarle cuanto pedía.

Empezó pidiendo 2.000 y de 1.000 no baja.

Que te pareció?

Se la ve un poco nerviosa, no creo que sea una puta profesional.

Rogelio, recordando historias de mujeres que pagaban en carne a los tenderos por haberse gastado el dinero, comenzó a pensar, después de lo visto, que aquella mujer se encontraba en un aprieto. El paso siguiente estaba claro, andaba listo podría sacar tajada.

Rápidamente se dirigió a un bar donde solían estar sus compañeros de juerga y puteo desde hacía años. Encontró a tres - unas "joyas" como él - Ramiro, también jubilado, gordo, calvo y desdentado; Elías , un pobre alcohólico de 40 años, siempre desaseado, con las uñas negras, tan delgado que parecía una percha, y el Toni, de 60 años, en su tiempo macarra de locales de alterne y ahora, bastante enfermo, animador de aquellos ambientes degradados, a base de sus "memorias" de orgías y palizas dadas a las pobres putas.

 

Rogelio les puso al corriente y pronto Ramiro ideó un plan. Tenía el riesgo de perder el dinero, pero si Rogelio estaba a su altura y había un poco de suerte se la tirarían los cuatro. Todo dependía de que Raquel tuviera en alguna parte íntima de su cuerpo algún lunar, mancha o señal.

Como la apariencia de Rogelio, de 66 años, no era muy atrayente, auque era el más aseado y presentable de los cuatro, juntaron 1.500 pesetas entre todos para asegurarse que la señora aceptara.

 

Salieron los cuatro hacía donde estaba Raquel. Tuvieron que esperar:

Ya se la esta metiendo algún espabilado.

No me extraña, está muy buena y el que tenga 1000 pelas en el bolsillo no lo dudará.

En menos de media hora apareció la señora y Rogelio se acercó a ella.

Hola preciosa, ¿quieres que pasemos un buen ratito los dos?

La señora Longoria no pudo ocultar un gesto de desagrado al ver aquel viejo delgado, con bigotillo y el pelo fijado a base de la grasa que tenía.

¿ Sabes lo que te cuesta eso?

¿Cuánto?

Dos mil.

Regatearon el precio y, como ella no vio otro posible cliente cerca, aceptó por 1.200 pts. Rogelio pensó que la cosa estaba bien, pues con las trescientas que sobraban podía coger una buena habitación en el hostal, que era de lo mejor de la zona.

 

El chico de recepción le dio la llave:

El piso segundo la nº 3.

Vete subiendo mientras le pago al chico.

Luego Rogelio, que ya era conocido por el recepcionista, le explicó que dentro de media hora vendrían tres amigos y que hiciera el favor de indicarles la habitación.

Cuando entró en la habitación Raquel estaba en pie y solo se había quitado la chaquetilla. Estaba nerviosa, como cuando había subido con el primer cliente, y además ahora sentía una sensación muy desagradable con solo pensar que aquel tipo la iba a poseer.

Rogelio se sentó en la cama y la miró de arriba debajo de forma libidinosa; sabía que se iba a tirar a un tía que era nueva en aquellas lides y eso le producía un gran morbo.

Siéntate a mi lado, "cariño".

Apenas se sentó azorada señora, la atrajo hacía y comenzó a besarla con ansiedad la boca, el cuello y toda la cara, llenándola de babas con sus lamidos. Mientras con su mano derecha, primero le estrujó con fuerza sus grandes senos y luego la introdujo entre sus piernas para hacer lo mismo con la cara interna de sus muslos, hasta hacerle daño.

Mientras iba de las piernas a los pechos le pidió:

Sácame la polla y pajeamé.

Raquel, con asco, hizo lo que se le mandaba. Se llevó una cierta sorpresa, aquella polla que empezaba a crecer era más grande de lo que podía suponerse de un viejo canijo como aquel.

 

Luego Rogelio le pidió que se pusiera en pie y se fuera desnudando. El cuerpo de Raquel con sus medias, su ligero, las braguitas y el sujetador negros era tremendamente sugestivo. La mujer contemplaba aquel viejo que torpemente se descalzaba y se quitaba los pantalones y slip, mientras su verga, en contraste con sus piernas flacuchas, blancas y flácidas, se erguía grande, oscura y dura.

Date un paseito por la habitación.

Los ojos del pervertido jubilado se iban detrás de las nalgas jamonas que vibraban con cada paso que daba aquella hembra, con sus latos zapatos. Mientras el con una mano se quitaba la camisa y con la otra se acariciaba su tranca.

¡Quítate el sostén y las bragas¡

Las carnes prietas de la puta ocasional lo volvían loco, sentía su polla latiendo con intensidad.

Ponte de rodillas y chúpamela un poco.

A Raquel le daba un asco infinito, pero ya su anterior cliente la había echo "entrar en razón", diciéndole que 1000 pts, daban derecho a casi todo. Por eso, aunque estaba al borde de la náusea, comenzó a engullir poco a poco aquel considerable trozo de carne.

Rogelio, mientras acariciaba su pelo, hacía que su boca recorriera su miembro de la punta a los huevos. Cuando ella cogió ritmo buscó sus pechos y comenzó a amasarlos. Como no era un macho de largo recorrido, y sentía que se acercaba el momento de venirse, apartó su cabeza de la polla.

¡Échate en la cama y abre bien las piernas!

 

Ella, con una vergüenza difícilmente superable, abría sus piernas y miraba aquella piltrafilla humana, que la devoraba con los ojos mientras esgrimía su badajo tieso.

El viejo fijó sus ojos en su entrepierna y disfrutó de aquel coño protegido por una buena mata de pelo. Le encantaban los coños peluditos. Sujetando con sus manos las piernas abiertas de la hembra, acercó su cara y disfrutó de su olor de hembra a la vez que saboreaba los delicados pliegues de su vagina. Mientras lo hacía observó un detalle muy interesante. Después de haberle comido la concha y mordisqueado la delicada piel de la cara interna de sus muslos se dispuso a penetrarla.

 

Se colocó entre sus piernas y la clavó con brusquedad, pues estaba muy excitado. Para ella, que estaba muy tensa, resultó bastante molesto, casi doloroso. Mientras la follaba se agitaba y movía sus manos recorriendo y estrujando su cuerpo con avidez. Cuando sintió que se venía se aferró a sus nalgas apretando con fuerza, en un deseo inconsciente de llegar con su polla hasta lo más profundo de la hembra.

 

Cuando Señora Longoria se disponía a quitárselo de encima y dar por terminada la desagradable relación alguien golpeó la puerta. Rogelio se levantó lentamente de la cama y - con gran sorpresa de la mujer - caminó desnudo hasta la puerta.

Ya voy tranquilos.

Instintivamente Raquel se tapó con la sábana.

Pero ¿Qué está usted haciendo?

No obtuvo respuesta mientras los tres hombres entraban en la habitación y la miraban de una manera terriblemente lasciva. Su cara reflejaba miedo y ansiedad. Todavía pudo decir,

Salgan de aquí sinvergüenzas ¡ o llamó al recepcionista.

El recepcionista ya sabe que estamos aquí, preciosa.

 

Rogelio con una seriedad y firmeza calculada, fingiendo saber más de lo que sabía, casi le gritó,

Mira zorra, sabemos que estás casada y porqué estás aquí. ¿Quieres que lo sepa tu marido?

Ella se creyó que los tipos sabían todo, pero no estaba dispuesta a aceptar lo que querían hacer con ella y les dijo que su marido nunca creería que ella se acostara con otro hombre y menos se prostituyera. Su marido no estaba en Madrid y ellos no tenían ninguna prueba.

Vamos a ver, guarra, ¿que dirá tu maridito cuando le diga que tienes una mancha en la ingle?

 

Aquello la bloqueó, Ricardo no le perdonaría la pérdida en el juego y luego prostituirse, solo acertó a decir,

Por favor no me hagáis daño.

Todo lo contrario, puta, te vamos a dar mucho gusto, ya verás.

Anda aparta esa sábana que no hace frio.

La espléndida desnudez de Raquel hizo que las risitas se terminaran y que en sus desagradables rostros apareciera reflejada toda su perversión y lascivia. Acostumbrados a descargar en 20 minutos con putas baratas 2 veces al mes, la avidez de sus ojos y sus ceños fruncidos revelaban que sus mentes estaban ideando como sacar el máximo provecho de aquella presa ocasional.

La Sra Longoria los miraba y sentía miedo mientras ellos se iban desnudando.

 

El Toni asumió la dirección de la "faena":

- Está un poco tensa, vamos a calentarla un poco.

Raquel vio como aquellos cuerpos repugnantes se juntaban al suyo, las manos y bocas de los tres se apoderaban de sus muslos, de sus tetas, y de su coño. Toni y Ramiro pegados a cada lado la besuqueaban mientras amasaban sus pechos y sus muslos. Elías le comía la concha con mucho arte. Toni le hizo un guiño a Ramiro, convenía no ser brutales al principio para que la naturaleza hiciera su labor; ya llegaría el momento de las sensaciones fuertes. Los suaves manoseos y la boca de Elías hicieron que el cuerpo de Raquel comenzara a reaccionar y Toni dio un paso más:

Cójenos la polla y pajeanos.

 

La señora con los ojos cerrados, encontró que acariciar aquellas pollas que se endurecían le ayudaba a canalizar la calentura que sentía. Por un momento pensó en lo incorrecto y humillante que resultaba su entrega con placer. Pero cada vez era menos dueña de sí. Toni lo notó y le dijo a Ramiro:

Vamos a montarla los dos. Tu por el coño y yo las tetas.

Toni se colocó sentado sobre su pecho y le colocó la pija entre los senos; mientras Ramiro le levantaba y abría las piernas y se la clavaba. Le empezaron a dar una buena follada. Toni disfrutaba amasando aquellos senos blancos y turgentes, que le rebosaban de las manos, mientras enterraba su pija entre ellos para sentir la suave y agradable presión. Ramiro sentía como su pija se deslizaba por el coño bien lubricado:

Está empapada la muy puta.

 

Toni comenzó entonces a apretar y embestir sus tetas mientras le decía:

Acaríciame el culo zorra.

Raquel lo hizo mientras su cuerpo sentía el placer que le daba Ramiro y la desagradable follada en sus tetas que le hacía daño. Cada vez la cabalgada de los dos pervertidos se hizo más violenta hasta que se corrieron. Por primera vez en su vida la señora Longoria sintió un chorro de semen en su cara y pecho. No tuvo descanso; en seguida Elías se colocó entre sus piernas y Rogelio sobre sus tetas. La cabalgada fue feroz, pues Elías tenía un ritmo frenético y el cabrón de Rogelio, no solo le apretaba las tetas con brutalidad sino que se las pellizcaba y le daba buenos tirones a los pezones. Raquel solo acertaba a repetir:

Por favor, no me hagáis daño.

Te lo mereces por puta.

Elías le llenó el coño por cuarta vez aquella tarde sin demorarse demasiado. En cambio Rogelio tardó más y le puso las tetas rojas por el roce de su pijota y los pellizcos hasta que se corrió en su cara.

Luego los cuatro se sentaron juntos y Toni le dijo:

Ahora nos la vas a chupar, que las pijas estén bien levantadas y duras. Si se bajan te tendremos que castigar.

Raquel comenzó a ir de polla en polla, chupando con desesperación, pues los tíos no se la cogían con la mano; y cuando dejaba uno para chupársela a otro al anterior se le bajaba; entonces le daban buenos cachetazos en las nalgas y en las tetas.

Mientras la señora Longoria se afanaba en la mamada, Toni se colocó detrás de ella y comenzó a hurgar con los dedos en su culo. Ella quiso volverse pero la cachetearon para que siguiera mamando. Luego sintió que algo más grueso presionaba en su culo y comenzó a sentir un gran dolor conforme la polla de Toni le perforaba lentamente el culo. Ya no se pudo mover y su boca fue en exclusiva para la polla de Ramiro, mientras sus manos pajeaban a los otros dos. El ritmo cada vez más rápido de Toni le estaba destrozando su culazo virgen. No podía hacer nada, estaba bien sujeta por la cadera, la cabeza y los brazos.

Fue terrible, uno tras otro, la penetraron salvajemente por detrás, mientras se ahogaba chupando pollas y se agotaba pajeando a los tíos. Fue una eternidad, pues los tíos tardaron bastante en correrse.

Después se dedicaron a humillarla para excitarse, haciéndola trotar por la habitación, andar como un perrita a cuatro patas, masturbarse delante de ellos o bailar con ellos como si fuera una calienta pollas. Cuando consiguieron que sus miembros se endurecieran de nuevo la follaron por el culo y el coño a la vez dando le unas tremendas embestidas. Luego para terminar hicieron que les limpiara las pollas con la boca.

Se vistieron mientras contemplaban a la mujer tumbada sobre la cama sin apenas poderse mover. Estaba agotada. Se despidieron de ella:

Cuando quieras otras mil pts. ya sabes bonita.

A lo mejor hasta te hemos dejado preñada.

Eso no le preocupa a Raquel, en ocho años de matrimonio no había conseguido quedarse embarazada, era estéril. Tal vez un niño la hubiera ilusionado, entretenido y no hubiera tenido que matar su aburrimiento con el juego….. tal vez.