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Mi madre sufre las conscuencias de la crisis (2)

en No Consentido

MI MADRE SUFRE LAS CONSECUENCIAS DE LA CRISIS, 2ª parte.

Por mucho que lo intentéis, nunca podréis saber como se siente uno yendo al colegio todos los días; convivir con todos tus compañeros de aula que le han metido mano a tu madre, y que los ha pajeado a cada uno. Así que a los comentarios, que desde tanto tiempo atrás venía escuchando sobre lo buena que estaba mi madre, se añadió alguna expresión sobre lo buena que era dando gusto al personal.

Como os dije mi madre evitaba ir al colegio y tardó mucho en hacerlo hasta que no tuvo más remedio. Ella se debía sentir mal, sobre todo en mi presencia. Yo había presenciado a menos de un metro el magreo que le habían dado y ella era consciente de que la miraba de manera distinta.

Pero las cosas iban a ponerse aun peor para ella. Los muchachos del curso superior al nuestro celebraban una fiesta a la que invitaban a chicas de otros colegios o institutos, muchas de mi edad; pero los tipos no nos invitaba porque no les hacíamos falta para nada. Todo mi curso presionaba a Eduardo para que los convenciera y nos invitaran. Cuando al final lo consiguió nos preguntábamos como se las había arreglado.

Llegó el dìa de la fiesta y todos nos las prometíamos felices. El ambiente era estupendo y enseguida nos dispusimos cada uno a pasar una noche de puta madre bebiendo, bailando y, si era posible, ligar con una chavalita que estuviera bien. Lo que nos extrañaba era que de momento no apareciera Eduardo. Pero el lo tenía todo previsto; esperó más de una hora para que la gente estuviera cada uno a su rollo y así no llamar la atención demasiado.

Yo mismo tardé en darme cuenta de que Eduardo había llegado muy bien acompañado por…. mi madre. Estaba deslumbrante con un vestido de noche corto, muy escotado por delante y por detrás, altos tacones y medias negras. Poco a poco se fueron dando cuenta todos de la presencia de aquella señora que estaba tan buena; y de su sorpresa por la edad de mi madre fueron pasando al asombro al ver lo que ocurría con ella.

Los chicos organizadores de la fiesta, conforme a lo que habrían pactado con Eduardo, se fueron turnando para bailar con mi madre. Lo de bailar es un decir, porque se pegaban a ella como lapas y la magreaban a placer. Las chicas se iban mosqueando porque de repente su pareja le decía: - Espera un momento que ahora vuelvo.

Y se iba a por mi madre a darse el lote con ella.

Así entre las miradas libidinosas de muchos chicos, el desprecio y la ojeriza de bastantes chicas y la indiferencia del resto, mi madre intentaba algo parecido a bailar mientras la cosa iba a más. Cada tanto alguno le traía una copa y se la tenía que beber. Los tipos cada vez más borrachos y calientes se propasaban más; Yo veía como uno se apretaba contra ella y descaradamente le metía las manos por debajo del vestido amasándole con las dos manos el culo y metiéndole el dedo en el ano.

El siguiente prefería pegarse por detrás y meterle la mano entren las piernas y sobarle las tetas por encima del vestido. Conforme mi madre iba perdiendo el control de si misma por las copas que le daban los chicos además de sobarla y magrearla montaban el espectáculo. Le levantaban el vestido por encima de la cintura para que todos viéramos sus muslos, sus nalgas y su diminuto tanga. Le abrían el escote para que se le vieran las tetas; y algunos se las chupaban o se las pellizaban. Yo jodido y humillado aguantaba las risas y comentarios de mis compañeros; pero a la vez me sentía cada vez más excitado.

Antes de que ella y algunos de los chicos no pudieran mantenerse en pie por la borrachera, se la llevaron a una pequeña habitación. Cuando después de un rato encontré un hueco entre otros chicos para asomarme, vi a mi madre completamente desnuda conservando solo las medias y los zapatos. Estaba arrodillada con la cabeza metida entre las piernas de un tipo que estaba comodamente sentado en el sillón con los pantalones bajados y las piernas abiertas.

La cabeza de mi madre subía y bajaba conforme sus labios recorrían de arriba abajo la pija del muchacho. Cuando el tipo se corrió después de un buen rato, se puso otro chico en su lugar: - Escupe la lefa zorra, que no quiero que me pringues la polla con la leche de otro. Y primero hazme un a paja con las tetas.

Aunque estaba de espaldas a mi veía como mi madre se ponía derecha y pegaba su pecho contra la verga y los huevos del tipo para abrazar con sus turgentes tetas el palpitante pedazo de carne que tía delante de ella.

Luego el tipo le dijo que comenzara a chupársela mientras le tocaba las tetas. Así después de un buen rato el tipo le dijo que le ofreciera las tetonas y, dándose el mismo los últimos meneos, se corrió sobre ellas. No pude ver más por un largo rato porque otros chicos querían también asomarse y mirar ya que la mamada solo era para el curso de los organizadores.

Cuando pude volver a asomarme, otro chico estaba de pie delante de mi madre que seguía rodillas. Ella se agarraba a sus piernas mientras el tipo la tenía agarrada por el pelo y empujaba su cabeza contra él a la vez que movía su pelvis, dándole así una tremenda follada de boca a mi madre.

Durante más de dos horas estuvo mi madre chupándosela a los 25 chicos de aquel curso. Muchos se entretenían antes o después en restregarle por la cara su pene y moviéndose de lado a lado azotaban su cara con la polla.

Pero cuando terminó de mamársela vino quizás lo peor. Para mí por lo menos.

Mis compañeros y yo oímos que querían hacer algo con ella en la habitación pero luego decidieron llevarla al salón grande para que disfrutáramos todos. Mientras la sentaban en una especie de diván o sofá los dos chicos que estaban a su lado le decían que ahora eran ellos los que la iban a hacer gozar.

Pronto llegó a mi el comentario de que lo que pretendían era ver cuantas veces eran capaces de hacerla correrse. Mi madre empezó a sentir las manos de varios chicos a la vez que la sobaban, labios que chupaban sus pezones y su clítoris, dedos que se metían en su concha y comenzó a retorcerse en el sofá gimiendo de placer, mientras que sintiendo vergüenza al verse objeto de todas la miradas suplicaba:

¡Dejadme, por favor!

Pero los chicos siguieron y tuvo su primer orgasmo.

Le abrían totalmente las piernas y metían sus hocicos volviéndose locos mientras lamían, chupaban y mordisqueban el clítoris, los labios de su concha y la cara interna de sus muslos

Unas manos eran sustituidas por otras, unos labios por otros y su cuerpo volvía una y otra vez a contraerse y responder al estímulo con un nuevo orgasmo. Así la tuvieron hasta que se acabó la fiesta. Fue una suerte para ella que el acuerdo al que había llegado Eduardo no incluyera que se la follaran.

Terminada la fiesta Eduardo me llamó para que juntos la lleváramos a casa. Esperaba con un coche un amigo suyo. Ya en el coche le dijo a mi madre:

- Bueno, Señora no es justo que usted lo haya pasado también y a mí no me haya dedicado ni un minuto en toda la fiesta,

Se bajó la cremallera del pantalón, se sacó la polla y, sujetando la cabeza de mi madre la hizo inclinarse hasta que sus labios toparon con su pija. Durante el corto trayecto mi madre se la chupaba mientras el tipo le tocaba las tetas o le subía el vestido para sobarle el culo.

Todavía estuvo unos minutos así, con el coche detenido delante de mi casa, hasta que Eduardo se corrió mientras le decía:

-Trágatelo todo, golfa, no vayas a entrar en tu casa con el vestido manchado.

Eran las seis de la madrugada. Mi madre como pudo se dio una ducha y se metió en la cama; mi padre no dijo ni palabra.

Era evidente que los dos aceptaban su papel con tal de seguir con su tren de vida. Yo en mi interior les perdí totalmente el respeto. Vivía con un cabrón cornudo y una grandísima puta. Sería bueno tomar nota de cara al futuro y ante mis compañeros.

Pero mientras tanto mi madre seguía siendo objeto de uso y explotación, ahora por parte del abuelo de Eduardo. Se ve que eso de llevar la voz cantante era cosa de familia; puesto que el viejo cabrón quería ser elegido presidente de un club de viejos como él.

Para asegurarse la elección buscó a los que se dejan sobornar y como aquellos viejos no les hacía demasiada falta el dinero les ofreció la posibilidad de tener para sus antojos a una hembra apetecible como mi madre.

Cada tarde al volver del colegio o estando yo ya en casa, venía un viejo baboso a follarse a mi madre. Decidí que si a ella no le importaba que yo supiera que era una puta yo no debía tener tantos miramientos. Así que sin tomar las precauciones de veces anteriores decidí abrir un poco la puerta, sin excederme, pero lo suficiente para observar todo.

Curiosamente los viejos pervertidos no ponían problema, incluso creo que a veces, se excedían en sus expresiones y en algunas cosas que hacían con mi madre, porque se calentaban más pensando que se estaban follando a una señora con su hijo mirando.

Ella la primera vez me reprendió pero me encaré con ella y no tuvo fuerza moral para imponerse a mí.

Aquellas escenas que presencié no se me borrarán jamás de la mente. Uno de los vejetes debía de estar obsesionado por los pechos grandes. Desde que entró en la habitación toda su atención fueron las hermosas ubres de mi madre. Una vez que se desnudaron el se tumbó en la cama e hizo que mi madre se sentara a horcajadas sobre él; siguiendo sus indicaciones mi madre se movía de izquierda a derecha y de arriba a bajo para que que sus melones se movieran a la vista del viejo. Lugo el tipo la ordenó que se los sopesara con las manos y se los estrujara ella misma.

Cuando ya su vista quedó satisfecha se sentaron los dos en la cama; él baboso colocado a la espalda de mi madre se abrazó a ella cogiéndole las tetas y estuvo más de medía hora amasándoselas y estrujándoselas brutalmente. Mi madre como podía echaba las manos atrás y le frotaba el pene. Satisfecho el tío del magreo que le había dado la tumbó sobre la cama, se sentó sobre ella y comenzó a follarle las tetas hasta que se corrió, llenándoselas de sus asquerosa lefa.

Otras veces vi como mi madre, después de dejarse magrear un buen rato, se debía afanar en chuparle la polla a aquellos viejos por más de media hora hasta que conseguía ponérsela dura para que se la metieran. Algunos de estos viejos cabrones eran unos sátiros que disfrutaban pellizcando sus blancas carnes y sobretodo sus tetas, pegándole dolorosos estirones a sus pezones.

Alguno quiso disfrutar al máximo de la ocasión y se le fue la mano con la viagra. Una tarde estando ya en casa se presentó un tipo delgaducho y bajito con cara de ancianito venerable pero cuyos ojos al mirar a mi madre se convirtieron en los del mismo diablo.

Cuando se desnudó vi que estaba terriblemente empalmado, hizo que mi madre le chupara la pija apenas unos minutos y luego abriéndole las piernas brutalmente comenzó a clavarla. El tipo se movió con una agilidad excesiva para su edad y en diez minutos se corrió.

Lo jodido para mi madre fue que después de descargar en su coñito, la verga del tipo seguía dura. El tipo quiso recrearse dejando que mi madre lo pajeara mientras recobraba fuerzas y cuando se sintió con ellas obligó a mi madre a ponerse boca abajo.

Mi madre aunque el abuelo de eduardo le había ordenado que accediera a todo lo que quisieran, se resistía un poco a que la penetraran analmente.

Ahora suplicaba a viejito cabrón:

- No me haga eso por favor. No me haga daño.

Pero como casi siempre era inútil. Ella alargó su mano hasta el cajón y sacó una cajita de crema que e sátiro uso para untarle el agujero de su hermoso culo. Luego el tipo apoyó la cabeza morada de su polla y comenzó a empujar recargándose sobre ella. A pesar de que ya le habían dado más veces por el culo y que el pene de l viejo era normal, mi madre dio un fuerte chillido y no paró de gemir y suplicar en todo el rato.

Cuando le hacían daño a mi madre, yo me calentaba mucho más y no podía aguantarme; entonces me hacía una paja sin esperar a ir a mi habitación. Esta vez, como otras desde que se percató, mi madre miró hacía la puerta y pudo darse cuenta de lo que hacía. Supongo que eso la jodía más; sabía que su dolor me daba un gran placer.

Y esta vez fue bien duro. El tipo se agotaba taladrando el estrecho orificio de mi madre, pero no terminaba de correrse. Se detenía y se echaba sobre mi madre, sobándola mientras se reponía y luego volvía al ataque. No se como ella pudo aguantar tanto rato la sodomización.

Finalmente el tipo bastante agotado optó por tumbarse en la cama boca arriba y dejar que mi madre cabalgase sobre su pija hasta que después de otro buen rato el tipo se derramó dentro de ella. Cuando el viejo se marchó ya agotado, y todavía medio empalmado, mi madre estaba con menos fuerzas que él. Había sido una tarde dura.

Pasaron los meses, con las visitas acostumbradas del abuelo y Eduardo, esperando éste su ansiado premio de fin de curso para lo que quedaban tres semanas. Pero un mañana Eduardo fue sacado del aula y le informaron de que su abuelo estaba muy mal. Por lo que decía la cosa no tenía solución. El, siempre tan chulito, ahora no hacía más que lamentarse de que se tendría que ir a vivir con su tía, que debía ser bastante rígida.

Durante las dos horas de clase que quedaban no hacía más que darle vueltas a la cabeza a una idea. Aquella tarde solo había una hora de educación física. Durante la comida me decidí y hablé con Eduardo. Me reí de él diciéndole que se le había acabado el chollo, que cuando mi madre se enterara de que su abuelo había palmado ya no le podría poner nadie las manos encima. Pero que esa tarde si aún no se había enterado era su última oportunidad de cogérsela. Y también la mía; porque el debía conseguir que mi madre accediese a follar conmigo también; sino yo haría saber a mi madre que el abuelo estaba a punto de morir.

La cosa no era fácil por que mi madre se resistiría a aceptar. Terminada la clase de educación física , que era la única que teníamos esa tarde, nos dirigimos los dos hacía mi casa. Eduardo me miraba mal, no nos podíamos ni ver pero nos necesitábamos, antes de entrar en mi casa fuimos a la de su abuelo, se dio en la cara con betadine y se puso una gasa y esparadrapo. Me dijo que le dejara hablar a él y que me limitara a seguir el cuento.

Cuando mi madre abrió la puerta, se mostró sorprendida al vernos a los dos juntos, y fijándose en Eduardo le preguntó:

¿Qué te ha pasado?

Ha pasado que yo estaba hablando de ti y tu hijo me ha insultado y ha insultado a mi abuelo delante de los compañeros. Le he llamado hijo de puta y nos hemos liado a puñetazos; me ha hecho un corte en el pómulo, y tu vas a pagar por esto.

Mi madre sabía lo que eso significaba y le dijo a Eduardo:

Bueno ven a mi habitación.

Eduardo entonces él le dijo que yo debía acompañarles.

¿Pero que estás diciendo, chico?

Mira, tu hijo no quiere aceptar que es un hijo de puta y para que ya no vuelva a tener ninguna duda he decidido que te folle.

¡ Eso, de ninguna manera!

Pues tendré que decirle a mi abuelo, lo que este cabrón a dicho de él. Ya sabes lo que le importa su buena imagen. Y entonces puede ser peor.

Mi madre reflexionó un momento y comenzó a caminar hacia su habitación seguida por nosotros.

Ya tenemos puta para nosotros solitos. Te lo vamos a hacer todo. Te vamos a matar a pollazos. Y tu, trata a tu madre como la puta que es ¡díselo!

Estaba deseándolo y liberar poco a poco la tensión que había en mi, el deseo brutal de follármela.

-Que ganas tenía de ti, puta. Ya verás lo que te voy a hacer.

Mi madre estaba asustada porque nuestras caras denotaban el ansia salvaje de poseerla, sabiendo que quizás era nuestra última ocasión. Comenzamos a girar a su alrededor, dándole azotes y pellizcos en el culo de vez en cuando. Ella me miraba sobretodo a mí porque mi actitud le parecía excesiva aún creyendo que lo hacía para complacer a Eduardo. El se acercó y la abrazó: - Vamos a calentarla un poco.

La magreamos a placer ya que solo llevaba puesto un vestido ligero sobre su ropa interior. Mientras le amasábamos las nalgas, le metíamos la lengua en la boca con furia. Sobre todo yo, quería explotar aquel cuerpo con tal avidez que casi la hice caer cuando le aferraba aquellos muslazos levantándoselos.

Nos desnudamos y nos sentamos en la cama para que ella nos hiciera un srtip-tress, que a pesar de ser tosco, porque ella estaba nerviosa y avergonzada, nos volvió locos. Ella miraba como se levantaban nuestras dos vergas, mientras nosotros la recorríamos con los ojos de arriba abajo. Sus grandes pechos subían y bajaban por su agitada respiración y los miraban con deleite. Me parecía que no podría abarcar con mis manos el inmenso territorio de sus carnes blancas, firmes y suaves. Aquellos muslos y nalgas, aquella espalda la hubiera querido disfrutar de un solo estrujón. Me sentía como un lobo hambriento.

 Seguramente a Eduardo experimentaba un deseo tan brutal como el mío. Por eso decidió que la quería toda en exclusiva para él primero y que nos la follaríamos por turno. La tumbó en la cama y echado sobre ella comenzó a disfrutar de sus senos. Los manoseaba , los estrujaba con saña, le estiraba los pezones y la mordía. Mi madre comenzó a gemir y luego a gritar. Le suplicaba:

- No me hagas eso que me duele mucho.

- Cuando esté harto de ellas ya aprenderé a sobártelas más suave.

Pero a pesar de todo su cuerpo se iba calentando en medio de la vergüenza y los nervios. Eduardo buscó su entrepierna, comenzó a manosear y morder sin hacer demasiado daño la parte interna de sus muslos, que lo volvían loco por su suavidad. Luego buscó los labios de su vulva y le comió la concha a placer guiado por sus gemidos hasta que ella comenzó a mover su cadera.

- Te la voy a meter ya, porque de lo puta que eres me vas a hacer correr.

Se la colocó en el coño y empujó, escuchando aquel grito gutural, que le salio a mi madre de lo más hondo, cuando recibió aquella tranca. El goce que le daba la polla la compensaba con creces del desagrado que sentía al verme allí esperando mi turno. Aquel cabrón tenía una tremenda agilidad, que le permitía disfrutar de la espalda y las nalgas de mi madre con sus manos, sin perder el ritmo del bombeo moviendo con frenesí su pelvis. La mordía en los labios y el cuello cubriéndola de babas. De pronto sintió como ella le tiraba de los pelos de la cabeza a la vez que movía su cadera saliéndole al encuentro de cada embestida: -Aaaay, Aaaaay .

La muy puta se estaba corriendo y eso le hizo acabar a él también después de veinte minutos de bombeo. Esperó un poco echado sobre ella y luego se puso de rodillas sobre la para contemplar aquella hembra que acababa de follarse a placer. Luego me miró a mí y me dijo: - Fóllate a esta putona con ganas.

 Sin dejarla reponerse le pedí que me hiciera una mamada; ella me miró con los ojos abiertos como platos y comenzó a chupar. Cuando me cogió la polla con la mano y sentí sus labios rozando mi glande me estremecí sintiendo temblar todo mi cuerpo; pero no podía permitir que ella percibiese en mí ningún tipo de debilidad así que le espeté: - Vaya, si no le da asco. Claro como se la chupas todos los días a esos viejos cabrones.

Estuve un rato disfrutando como mi polla se enterraba en esa boca hasta los huevos y, para no correrme, la sacaba y le daba golpes en la cara como había visto hacerle alguna vez. Cuando la tuve bien lubricada, la tumbé en la cama me senté sobre ella y se la puse entre las tetas; y apretándoselas con fuerza se las follé a destajo. Le daba unos empellones tremendos. Creo que así le quemaban aquellos globos de carne.

Por la erección de los pezones me di cuenta de que mamá estaba otra vez caliente y me dispuse a penetrarla. Le levanté las piernas y las apoyé sobre mi pecho; Lo había visto hacer a algún viejo y así pude disfrutar de aquellas piernotas que tanto me gustaban y poder ver como se meneaban sus tetas, como los flanes, a cada acometida de mi pija. Las manos de mi madre crispadas sobre la sábana delataron un nuevo orgasmo y yo pude disfrutar de aquel rostro desencajado por el placer antes de que mi polla descargara con un tremendo espasmo: -Vas a quedar bien llena, so zorra.

Tan pronto como me retiré se montó Eduardo e hizo que también se la chupara; luego la puso a cuatro patas penetrando su concha por detrás, para poder amasar a placer sus nalgas y disfrutar de su espalda que tanto le excitaba. Estuvo dándole más de media hora mientras sus gemidos y súplicas se hacían constantes, ante las tremendas sacudidas que le daba . A veces sus manos se asían con fuerza al colchón y nosotros interpretabamos que se estaba corriendo: - Pero que guarra eres, como vas a poner la cama.

Por fin aferrado a su cadera vertió en su interior otro chorro de lefa: -Esta noche la dejamos preñada Ricardo. Yo sin cambiarla de postura se coloqué detrás de ella . Pero entonces Eduardo me dijo: - Me haría ilusión que fuera mío así que vas a tener que darle por el culo.

Ella comenzó a suplicar y llorar, y como intentó retirarse le pedí a Eduardo que la sujetase por los hombros y yo comencé a azotarla las nalgas y los muslos con fuerza hasta que se quedó quieta. Lubriqué mi polla en su coño pringoso, mientras le preparaba el agujero del culo untándola con esos pringues y escupitajos.

 

Luego miré con fruición aquel culazo y separándole los cachetes apoyé la cabezota morada de mi verga y comencé a abrir camino. Ella daba manotazos al colchón mientras yo continuaba avanzando disfrutando del boquete que poco a poco le iba abriendo. Cuando sentí en mis cojones la calidez y suavidad de las nalgas, empecé a moverme cada vez con más rapidez , según el culo de mamá se acomodaba a aquel huesped no deseado.

- Acaba ya cabrón y sácame eso.

- Te lo sacaré cuando te halla roto el culo ramera.

Un buen rato después mi caliente leche llenaba sus entrañas. 

Estaba agotada pero no le dimos descanso, y mientras nosotros nos recuperábamos tumbados, la obligamos a pajearnos con sus tetas y a chupárnosla. Cuando las tuvimos otra vez duras Eduardo ideó un final de puta madre. Me tumbé en la cama y mi madre se montó sobre mí clavándose mi pija. Eduardo de acomodó detrás y se la metío por el culo. Los dos empezamos a empujar y mi madre a bramar como una desesperada. Me volvía loco ver su cara desencajada por el dolor, y tal vez por el placer, mientras sus hermosas tetas se bamboleaban ante mi.

Aquellos gritos de dolor que tantas pajas habían provocado sonaban como la mejor música a pocos centímetros de mis oidos. Aquello me excitaba salvajemente; y a pesar de tener casi los dos cuerpos sobre mí, tenía fuerza para darle con mi pelvis unos buenos empellones a aquel cuerpazo que me había parido. Cuando me corrí temblaba como si tuviera cuarenta de fiebre.

Consciente de que lo que había hecho era muy gordo no salí ya de mi habitación hasta el día siguiente. Marché al colegió y a la vuelta me encontré con que mis padres sabían que el viejo estaba moribundo ya desde el día anterior. Mi madre intuyó el engaño y cuando llegué fue a casa del viejo a ver si estaba Eduardo. El estaba acompañado de su tía recogiendo algunas cosas para irse con ella; en su cara no había ni esparadrapo ni señal alguna de nada.

Sentí abrirse la puerta de mi habitación y me volví en la silla. Mi madre estaba ya sobre mí y me arreó un bofetón descomunal:

Tiene razón ese cabrón de Eduardo. ¡Eres un grandísimo hijo de puta!

Si no fuera por mi padre ya me había echado de casa. Me las está haciendo pasar muy putas.