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Carcel de menores (2: madre emputecida)

en No Consentido

CARCEL DE MENORES (2) : MADRE EMPUTECIDA.

En "Carcel de Menores: Madre Rehabilitadora…a la fuerza" una madre contaba lo que se vio obligada a hacer para preservar a su hijo de los abusos propios de esos centros. En esta segunda parte sigue contando su experiencia en aquel infierno.

 

Las semanas fueron transcurriendo. En cada visita de fin de semana sabía que me esperaba ese degenerado de Fiti con tres o cuatro muchachos más: negros, moros, algún latinoamericano, gitano y otros muchachos como mi hijo. Los había cabrones y degenerados como el Fiti, que buscaban destrozarme y hacerme sentir dolor mientras me follaban; y otros que simplemente se volvían locos dándome polla hasta saciar las infinitas y atrasadas ganas de hembra.

 

Aprendí a soportar sesiones maratonianas en las que aquellos incansables muchachos me perforaban el culo en unas acometidas brutales que parecían interminables. Ante mis ojos y por mi boca pasaron todo tipo de pijas; largas como para atragantarme, gordas que apenas me cabían en la comisura de los labios. Generalmente sucias, con resto de la lefa en sus prepucios por falta de higiene.

También me hice experta en saber lo que me esperaba con solo ver aparecer a los muchachos en la puerta. Había algunos que daba miedo mirarlos a los ojos; y lo que venía después lo corroboraba con creces. Mis pechos y mis nalgas sufrieron lo que no está en los escritos.

En las horas que duraba la visita apenas tenía descanso entre unos y otros. Lo que más me mortificaba era saber que mi hijo presenciaba los abusos que sufría a escondidas y que, en las pocas palabras que cambiábamos, no manifestaba ningún tipo de desagrado o pena por lo que me sucedía.

Por otra parte, cada vez era más humillante para mi soportar las miradas, risitas y comentarios en baja voz de los funcionarios de la prisión, que me recibían, me abrían las puertas y me acompañaban hasta la habitación de mi hijo. Se les notaba en la cara como disfrutaban viendo llegar a la señora rica, bien maquillada, elegante y distinguida, pero con una minifalda que dejaba ver en toda su extensión mis piernas y muslos, cuidadosamente moldeados en el gimnasio.

Desde que me veían bajar de mi coche hasta que me dejaban ante la habitación-celda de mi hijo, no dejaban de mirarme de arriba a bajo particularmente las piernas. Conforme avanzaba por los pasillos y me franqueaban las puertas notaba como, mientras clavaban sus ojos en el meneo de mi trasero al andar, pensaban: " ahí va esa yegua a que la monten unos cuantos potros calientes".

Cada fin de semana notaba como me iban perdiendo el respeto y no se cortaban en hacer comentarios groseros que poco a poco se hicieron más audibles; hasta que un día, uno que había llegado hacía poco, al abrirme la última puerta dijo delante de los chicos que me esperaban: - Llegó la hora feliz chavales!

Me volví hacía él para plantarle cara; pero su la mirada y la de otros dos vigilantes que se reían mientras se tocaban la entrepierna me hicieron bajar la cabeza de vergüenza y humillación. Me sentía poco más o menos que una puta callejera a la que los tíos miran y observan mientras viene un cliente a follársela o se deciden a llevársela a algún garito infame para tirársela.

Al siguiente fin de semana el nuevo vigilante dio una vuelta de tuerca. Me acompañó como siempre hasta la habitación de mi hijo; pero en vez de marcharse, pude ver como permanecía observando desde la pequeña ventanilla de la puerta lo que me hacían los chicos; en varios momentos la expresión de su rostro denotaba que se estaba masturbando mientras yo sufría los abusos.

Dos sábados después otro vigilante, en vez de llevarme a la habitación de mi hijo, me condujo a un despacho. Se le notaba nervioso, como si no le gustara aquello. Cuando me abrió la puerta vi que estaban dentro el Fiti y el nuevo vigilante. Fiti se acercó a mi y, mientras me sujetaba la cara con la mano, me dijo :

Este como si fuera yo.

Comprendí que de momento no podía hacer otra cosa que obedecer. Me dijo que me desnudara y que le mamara la verga al funcionario. Me quite la ropa quedándome solo con las medias y los zapatos. Cuando me acerqué a él me puso de rodillas y apretó mi cabeza contra su vientre metiendo todo su pene hasta llegar a mi garganta haciéndome daño. Cuando se cansó me hizo subir a un viejo sofá y me penetró brutalmente.

Estuvo bombeando un rato y luego decidió metérmela por el culo. Introdujo su pene sin dejarme ponerme un poco de crema que traía en mi bolso. Me hizo un daño horrible pues me penetró de golpe. Me mordí los labios para no llorar. Mientras me follaba no paraba de decirme las ganas que siempre había tenido de follarme y lo que le gustaba mi culo tan apretadito. Unos minutos más tarde se corrió. Estaba sudoroso. Se tumbó boca arriba y me dijo que le limpiara su pene con la lengua. Aguanté el asco y chupé su pene hasta limpiarlo del todo.

Luego, mientras con una mano me pellizcaba los pezones, invitó a Fiti a darme caña y el degenerado me proporcionó una de sus deasgradables sesiones. Luego con gran cinismo llamó al otro vigilante para que me llevara a la habitación de mi hijo.

-No quiero privar a los chicos de su extraordinaria labor terapéutica.

Era claro que ni él ni Fiti querían tener problemas con los muchachos. Aunque fuera un poco más rápido aquella tarde, cuatro chicos me podrían echar un polvo.



Tres semanas después me encontré con una nueva sorpresa. Esta vez fue el nuevo funcionario quien me llevó él mismo al despacho. Me hizo pasar y me presentó a uno de los vigilantes que ya conocía, era el más viejo de todos, de unos 54 años. Se acercó y me dio un beso en la boca mientras me sobaba los pechos. El vigilante nuevo me explicó con sorna que los chicos le querían dar una sorpresa en su cumpleaños a aquel veterano funcionario, por lo bien que se había portado con ellos; o sea yo, para hacer lo que quisiera. Me desabrochó la blusa y continuó sobándome los pechos.

Me dijeron que me desnudara y me ordenaron chuparles sus penes alternativamente. Luego me indicaron que me tumbara sobre el viejo sofá y se entretuvieron en magrearme, pellizcarme las tetas y meterme los dedos en la vagina hasta que consiguieron ponerme húmeda. Me pusieron a cuatro patas y uno introdujo su pene en mi boca y el otro en mi ano. Se reían mientras intentaban acompasar sus embestidas para hacer más fuerza aún. Cambiaron sus posiciones varias veces hasta que se corrieron casi al mismo tiempo.

Hicieron que bailara desnuda delante de ellos mientras hacían comentarios groseros. Cuando estuvieron repuestos y de nuevo sus penes estaban bien erectos. El más joven se tumbó sobre el sofá y me indicó que me subiera. Al mismo tiempo el otro me penetraba por detrás. Intentaba moverme a su ritmo. Cambiaron de posición. Pellizcaban mis pechos, me daban palmadas en mi culo y me decían que me moviera más. Hacía lo que podía y lo que el dolor me permitía hasta que un buen rato después terminaron en mi interior.

Después se vistieron y como me temía me llevó a la celda de mi hijo para que a cuatro muchachitos salidos no les faltara su ración de carne aunque fuera algo reducida.



Tres semanas después la experiencia fue terriblemente humillante. El nuevo vigilante me condujo por una zona de la carcel que no conocía. Después de pasar por dos largos corredores llegamos a una sala que debía ser de recreación de lo presos, pues había entre otras cosas una televisión. Para mi sorpresa en la sala había más de veinte chicos.

El tipo me explicó cínicamente;

Ahora, Señora, se trata de hacer una terapia de rehabilitación más extensiva.

Hizo una señal y cuatro chicos se acercaron a una mesa donde ya estaba el Fiti y en la que había un tapete y cartas poker. El vigilante comenzó a desnudarse y los otros chicos hicieron lo propio y, una vez desnudos se sentaron a la mesa. Todos los que estaban en la sala me miraron con sonrisas e hicieron algunos comentarios groseros. En esos momentos llamaron a la puerta y apareció el viejo funcionario con otros tres chicos portando botellas de whisky, cervezas, una cubitera y algunos vasos. El tipo les hizo un giño a todos y le dijo a su compañero:

-Tranquilo, que yo me encargo de que por aquí no pase nadie en toda la tarde.

Cuando se cerró la puerta el nuevo vigilante me dijo que mi misión era que ningún vaso estuviera vacío durante la partida de cartas y "atender" a todos en lo que quisieran sin rechistar. La partida era por eliminación de modo que el que perdía debía dejar su puesto a otro. Me dio un pequeño delantal blanco y me dijo que me quitara la ropa y que tan solo llevara puesto el delantal. . Apenas me llegaba a tapar por delante dejando absolutamente al aire mi espalda y culo. Me imaginaba la impresión que causaría en todos aquellos muchachos. Y me sentía avergonzada al estar denuda delante de tantos chicos a la vez.

Ya estaban todos sentados en torno a la mesa redonda. Uno levantó su vaso para que le pusiera un par de cubitos. Al acercarme metió su mano por detrás hasta mi sexo. Me abrió las piernas y metió sus dedos en mi vagina. Comentó que estaba caliente y dijo que empezaran sin él. Me tumbó un sofá, se bajó los pantalones y comenzó a follarme con un ritmo rápido. Pronto se corrió volviendo a la mesa con los demás. Los otros se metieron con él y uno propuso que durante un rato ninguno se moviera de la partida y que yo podía atenderles bajo la mesa.

Sin apenas darme tiempo a limpiarme el semen de mi vagina me ordenaron meterme bajo la mesa no sin antes rellenar los vasos. Durante una hora estuve bajo la mesa chupándoles a todos sus penes. Todos se corrieron en mi boca, algunos varias veces. Les pedí que me dejaran salir porque me dolían mucho las rodillas. Entre risotadas me dejaron salir para que rellenara sus vasos. Cuando todo estuvo repuesto, el Fiti me llevó a una mesa haciendo que me acostara sobre ella quedando mis pies sobre el suelo.

Separó mis pies. En esa postura tenía mis orificios a su disposición. Sin dudarlo me tomó de las caderas y me penetró analmente. Di un grito pues me había hecho mucho daño. Sin inmutarse siguió follándome hasta que se corrió. Cuando se retiró intenté incorporarme pero otro de ellos empujó mi espalda y me dijo que le encantaba esa postura. Me penetró vaginalmente mientras me sujetaba por las caderas. Uno tras otro fueron follándome durante mucho rato por ambos orificios.

Algunos tardaron bastante pues ya se habían corrido dos o tres veces en mi boca cuando estuve bajo la mesa. Solo se detuvieron cuando se les acabó la bebida. Chorreando semen por las piernas, pues no me permitían limpiarme, volví a rellenar los vasos. Uno de ellos comentó que yo tenía el culo irritado y "que me iba a aliviar". Me llevó a la otra mesa de nuevo y me fue introduciendo cubitos redondos de hielo por el culo y vagina. El frío de los hielos hizo que me doliera aún más toda la zona pero no me permitió incorporarme.

Así pasaron las horas jugando a las cartas y follándome sucesivamente. Finalmente se olvidaron de las cartas y se dedicaron a follarme por parejas o tríos al mismo tiempo, mientras los demás los jaleban y me decían todo tipo de burradas. Comentaban entre risotadas el aguante que yo tenía y lo bien que follaba. Cuando acabó todo me vestí como pude; estaba totalmente dolorida por las numerosísimas penetraciones y las posturas en que me habían follado.

Pero lo peor fue comprobar, cuando ya los chicos abandonaban la sala, que entre ellos, escondido, había estado mi hijo, que estaba totalmente borracho y que tenía una gran manchan en su pantalón en torno a la bragueta. Me miró con ojos turbios y supé que había estado a punto de haber sido violada por mi hijo.