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Las Mamás del colegio (03: Beatriz)

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LAS MAMÁS DEL COLEGIO (03: BEATRIZ)

En el colegio todas las tareas de limpieza, comedor , enfermería y costura, eran desempeñadas por madres de alumnos que así podían estar cerca de sus hijos, las que atendían el comedor y la enfermería vivían dentro del colegio, donde tenían una zona reservada para ellas con pequeñas habitaciones.

La señora Beatriz trabajaba en el comedor y era como la jefa del grupo de señoras que se encargaban de tarea. No era especialmente guapa ( solo nuestra conocida Lola lo era) pero era aun jovén , 33 años, y para nosotros estaba buenota porque tenía un gran culazo y unas soberbias tetas como las de las cabras, grandes y apuntadas. Era de piel blanca y rosada, como las mozas de su tierra natal Galicia; por eso todos la llamábamos "la gallega". No se si debido a su temperamento ardiente o a la casualidad, nos tenía en ascuas cuando pasaba por nuestra fila de mesas poniendo o recogiendo platos etc. Y es que Beatriz cuando se apoyaba en la mesa de cuatro, para hacer su labor, lo hacía por las esquinas y nosotros envidiábamos aquel ángulo de la mesa que se perdía entre los pliegues de su bata y su entrepierna .

– Mira como se frota la cabrona de la gallega

Su hijo era un buen chaval de mi curso de los que sacaban buenas notas. A veces alguno le acompañábamos a la habitación de su madre y nos daba lo que a su hijo para merendar o lo que fuera. Pero era muy avariciosa para el dinero y algún problema le trajo eso. En la atención a los compañeros de su hijo se dejaba alguna vez llevar por su naturaleza caliente. Como su hijo jugaba en el equipo de baloncesto, acudía a los partidos y entrenamientos si su trabajo se lo permitía y notábamos algunos el descaro con que miraba a los muchachos.

Había un compañero que tenía algún problema psicológico desde la muerte de su padre y le habían dicho a la madre que necesitaba un poco de afecto materno, ella, que se trataba con Beatriz , y no podía venir a la capital, le pidió que se ocupara de él; así lo hizo de forma desinteresada. Bueno, según se mire. Tendría Emiliano unos 13 o 14 años cuando se sobresaltó un día por un bulto que le salió entre las piernas. No le dolía pero estaba asustado. A pesar de ser un grandullón era muy niño y corrió a contarselo a su medio mamá. Beatriz le hizo bajar los pantalones y el calzoncillo comprobando lo evidente, aquello era un testículo, pero habría que ver porque tan tarde y donde estaba el otro cojón. Ella fue al médico para no asustar a Emiliano y el doctor le dijo que era un retraso anómalo pero que seguramente bajaría el otro y luego habría que comprobar el estado.

 

A los quince días Emiliano le mostró el juego ya completo y ella le explicó que eso era lo normal en todos los hombres; pero como ella estaba preocupada por lo que el médico dijo del ""estado" y la "función", decidió, para no preocupar al chico, comprobar por si misma sin llevarlo a la enfermería. Una tarde cuando fue a por su merienda le dijo:

- Mira Emiliano para tu salud es bueno que esas cositas empiecen a funcionar, porque tu tienes ahí algo que debe salir para renovarse lo que hay dentro.

Lo sentó a su lado en la cama después de que se quitara los pantalones y el calzoncillo y cogió con suavidad su pene empezando ha hacerle una paja. La polla de Emiliano, que solo conocía poluciones nocturnas, comenzó a tomar cuerpo y la gallega se quedó asombrada al ver el tamaño que tomaba; se la recorría de arriba a bajo mientras sentía como se le humedecía el coño; estaba toda colorada por la calentura. Emiliano creyó deshacerse cuando aquel chorro denso y blanco salió como un escupitajo contra el armario de la habitación.

- Bueno Emiliano, parece que estas bien, puedes irte tranquilo.

 

Ninguno de los dos pudo dejar de pensar en aquel "encuentro" terapeutico . Emiliano porque había experimentado algo inaudito para él. La viuda porque tener aquella verga hermosa en su mano la había disparado todos sus resortes de hembra.

Cuando llegó el sábado al salir al mediodía del comedor Beatriz le pidió a Emiliano que fuera pronto esa tarde, ya que no había estudio.

Beatriz lo sentó a su lado y le explicó que aún debían hacer una prueba para saber que estaba todo bien. Y así le dio una lección sobre la reproducción , con acomodaciones interesadas – lógicamente.

Lo hizo desnudar a pesar de la vergüenza del muchachote y luego se desnudó ella. Se recostó en la cama y lo atrajó hacia sí. Buscó sus labios y lo beso.

- Emiliano, acaríciame con tus manos, anda.

Y comenzó a sentir las manos nerviosas que no sabían donde ir o detenerse al principio. Ella le acariciaba la espalda y los glúteos, comprobando cada tanto como la tenía de dura. La naturaleza obraba y, pasado el nerviosismo inicial, Emiliano dirigió su atención instintivamente hacia las tetas primero, luego las nalgas y muslos de la gallega. Se manoseaban y restregaban con fuerza, sobretodo él que amasaba aquellas carnes abundantes, pues la sra Beatriz estaba un poquito entrada en kilos.

Cuando ya no pudo más, le cogió la polla se la colocó en la entrada de su chochazo y le dijo que empujara. Alguna de las otras señoras que tenían cerca sus habitaciones, se preguntaron que era aquel gemido. La viuda se percató y con gran esfuerzo consiguió dominarse, a base de morderse el labio, buscar la boca del chico y pegarle algún muerdo también. Emiliano solo respiraba gutural y fuertemente. La corrida de ambos fue de apoteosis.

Tras un rato en el que estuvieron callados el uno pegado al otro, fue Emiliano el que, animado por la confianza que le daba aquella mujer, inició el magreo en profundidad de aquellas carnes rosaditas, hasta que, con las expertas caricias de Beatriz, se le puso bien dura y aún con cierta torpeza encontró el agujero del placer y la penetro. Lo hizo con más fuerza excitado por el deseo que percibía en las ansiosas manos de la viuda, que se aferraba a sus caderas, atrayéndolo con fuerza hacía si.

- Así mi niño, dámela toda. Y aprisionaba al muchacho cruzando con fuerza sus piernas por detrás de sus nalgas.

Emiliano hacía temblar la cama con sus embestidas, hasta que culminando aquel movimiento frenético, volvió a sentir aquel estremecimiento de placer mientras llenaba el coño de la gallega que lo besuqueaba con ternura y agradecimiento por el buen rato que terminaba de darle.

Sin embargo no todos los bocados que la gallega se engulló eran tan tiernos y delicados; su avaricia por el dinero la llevó a otras manos y otros camastros.

En el colegio comían diariamente unas 850 personas a mediodía y 600 desayunos y cenas de los alumnos internos. El "Pollo" – así llamábamos al Sr. Ramírez- era el encargado de abastecimientos y comedor; debiera ser él quien recibiera y controlara lo que cada día llegaba a la cocina, pero como el cabrón tenía cuatro hijos trabajaba a tiempo parcial con un taxi. Convenció a Beatriz, adulándola, de que extendiera su competencia y además de jefa de señoras de comedor, fuera como su mano derecha. Así era ella la que firmaba los albaranes de entrega y fue como sucumbió a la tentación de aceptar que la calidad de los alimentos entregados fuera inferior de lo que su precio exigía. Carniceros, pescaderos, fruteros etc. le daban un cierta cantidad que para ella, tan pesetera, era mucho y para los proveedores nada en comparación de lo que se ahorraban. El Sr Ramírez se percató de ello y buscó sacarle fruto a la situación. Le dijo a la viuda que sabía lo que estaba haciendo, que era un riesgo para él como responsable y que solo iba a consentir que siguiera el tinglado, si tenía alguna compensación. El se conformaba con que un día a la semana se acostara con él. Al oir la propuesta le cambió la cara, cómo iba a dejarse manosear de aquel hombre de más de 50 años, con una cabeza pequeña y sin un pelo, cuello largo y barriga prominente.

A pesar de lo desagradable de la perspectiva, pensó en ese dinerito que tanto le gustaba y en la humillación ante sus compañeras y pinches de la cocina, que no la tenían demasiado aprecio por sus aires de superioridad. Los pinches tenían hacía ella cierto resentimiento porque los ridiculizaba muchas veces debido a que eran unos pobres muchachos del campo casi analfabetos y poco agraciados fisicamente.

Todo ello la llevó a aceptar la propuesta del "Pollo" y así cada sábado o domingo por la tarde salía del colegio, era recogida por el taxi dos calles más allá, se dirigían a una pensión barata y allí se la follaba el Sr, Ramírez hasta que se cansaba.

 

Paco y Luis, dos de los pinches, tenían como diversión casi única, ir el sábado o domingo a la zona de las putas callejeras, las miraban con lujuria y cuando venían los clientes iban detrás de ellos hasta el antro donde jodían. Comentaban lo que le estaría haciendo el fulano a la puta y esperaban que saliera la ramera para adivinar en su rostro los efectos de la jodienda. Sus calenturientas mentes les llevaban a descubrir de todo. Con estas y otras practicas volvían a su cuarto en el colegio a matarse a pajas, su pobre sueldo no les daba para nada; si un día les tocara la loteria….

 

Pues les tocó. Mientras esperaban un sábado para ver salir a una puta, apareció en la puerta de la pensión el "Pollo" y a los dos minutos la gallega. Hicieron sus conjeturas y las confirmaron siguiendo a Beatriz al salir del colegio.

A los pocos días tuvo lugar una de tantas escenas en que la viuda despreciaba a los pinches, y el orgullo herido de Paco le hizo estallar:

- No se de que presumes puta, o crees que no sabemos lo que haces.

Ella , que fuera de aquella pensión nunca había permitido que el Pollo la rozase, interpretó que los pinches sabían algo de sus ingresos irregulares, ya que trataban con los proveedores. Se calló y al rato buscó a Paco dándole unas explicaciones que descubrieron su estafa. Luis que escuchaba un poco retirado le espetó:

Ahora sabemos porque una ladrona como tú es la puta del Ramirez y te la clava todos lo sábados.

Ella roja de vergüenza, mirando si alguien más había oído aquello, salió apresurada de la cocina y encerrada en su habitación cavilaba sollozando lo que iban a pensar las otras madres y quienes llegaran a enterarse de todo.

 

 

Ellos fueron más tranquilos hacia el cuarto de pinches y tumbados en sus camastros en la hora de la siesta empezaron a planear como aprovechar todo lo que sabían.

Llevandose la mano a sus bultos imaginaban ya lo que iban hacer con aquel pedazo de culo que tantas veces habían mirado con lascivia mientras faenaban en la cocina.

Decidieron que iban a disfrutarla cotidianamente y que el mejor sitio posible era el cuarto de guardia en la cocina. Una habitación donde se quedaba a dormir siempre un pinche por si había algún siniestro y para evitar que los más espabilados de los colegiales entraran a robar. Pidieron quedarse cada noche uno de ellos de guardia y los otros pinches, aunque sin duda sospechaban algo, aceptaron de buen grado pues se dormía peor.

Beatriz iba apagando las luces de la cocina y el comedor, una vez terminadas las tareas. Había visto las muecas de sus caras mientras la desnudaban con los ojos, pero no le habían dicho nada . Cuando ya salía con la Sra Isabel por la puerta del comedor e iba a cerrar apareció Paco y la llamó:

- Sra Beatriz tengo que comentarle algo sobre el desayuno de mañana sino le es molestia.

Le dijo a Isabel que fuera a acostarse pues eran ya cerca de la 11 de la noche y volvió sobre sus pasos.

 

Paco la esperó y caminando a su lado se dirigieron al cuarto de guardia, le puso la mano en el culo y le dio un apretón. Luego la atrajo hacía si sobándole el brazo que dejaba casi desnudo la corta manga de su bata.

Que ganas tenía de ti, puta. Ya verás lo que te voy a hacer.

Cuando entró en el cuarto vio a Luis sentado en el camastro; la cosa iba a ser peor de lo que había pensado.

- Ya tenemos puta para nosotros solitos. Te lo vamos a hacer todo. Te vamos a matar a pollazos, a ver si luego te ríes de nosotros como antes.

_ Solo de pensar lo que te voy hacer se me revienta la polla, golfa.

La viuda estaba asustada temblando mientras los dos pinches giraban a su alrededor, dándole azotes en el culo de vez en cuando y saboreando la congoja de su presa.

Su ya de por si desagradable apariencia ( no les quedaban lejos palabras como deforme, contrahecho) se aumentaba por la lujuria que desbordaban sus facciones. Eran feos, desgarbados, enquencles auténticos sacos de huesos recubiertos de piel. Luis tenía la cara llena de granos y Paco una narizota larga y gorda como la de un cuervo.

Paco se acercó y la abrazó:

- Vamos a calentarla un poco bailando, que a esta me han dicho los chavales que le gustan los restregones.

Y así, primero Paco y luego Luis comenzaron a putear a la mamá del comedor. La magrearon a placer ya que solo llevaba puesta una bata azul claro sobre sus ropa interior. Mientras le amasaban las nalgas le metían la lengua en la boca con furia. Querían explotar aquel cuerpo con tal avidez que casi la hicieron caer cuando le aferraban aquellos muslazos levantándoselos.

Se desnudaron y se sentaron en el camastro para que ella les hiciera un srtip-tress, que a pesar de ser tosco, porque ella estaba muerta de miedo y de vergüenza, o quizás por eso los volvió locos. La viuda vio como se levantaban aquellas dos vergas, que parecían acumular toda la carne que les faltaba en el cuerpo. Su tamaño y grosor, bastante considerable, parecía mayor por el contraste con aquellos cuerpos tan flacuchos.

Beatriz se quedó parada mientras ellos la recorrían con los ojos de arriba abajo. Sus grandes pechos subían y bajaban por su agitada respiración y ellos los miraban con deleite. Les parecía que no podrían abarcar con sus manos el inmenso territorio de sus carnes blancas, firmes y suaves. Aquellos muslos y nalgas, aquella espalda la hubieran querido disfrutar de un solo estrujón. Eran como hienas hambrientas.

 

Pero no compartieron, la querían toda en exclusiva para cada uno y decidieron que se la follarían por turno. Echaron a suertes y empezó Luis. La tumbó en la cama y echado sobre ella comenzó a disfrutar de sus senos. Los manoseaba , los estrujaba con saña, le estiraba los pezones y la mordía. Beatriz comenzó a gemir y luego a gritar. Le suplicaba:

- No me hagas eso que me duele mucho.

- Cuando esté harto de ellas como el "Pollo" ya aprenderé a sobártelas más suave.

Pero a pesar de todo su cuerpo se iba calentando en medio de la humillación y el miedo.

Luis buscó su entrepierna, comenzo a manosear y morder sin hacer demasiado daño la parte interna de sus muslos, que lo volvían loco por sus suavidad. Luego buscó los labios de su vulva entre aquella frondosa mata de pelo y le comió la concha a placer, primero haciendole daño y luego, guiado por sus gemidos hasta que ella comenzó a mover su cadera.

- Te la voy a meter ya, porque de lo puta que eres me vas a hacer correr.

Se la colocó en el coño y empujó, escuchando aquel grito gutural, que le salio a la gallega de la más hondo cuando recibió aquella tranca.

 

El goce que le daba la polla la compensaba con creces de el desagrado que sentía al ver la cara de granos que iba y venía con las acometidas del pinche. Su delgadez y poco peso daban a Luis una tremenda agilidad, que le permitía disfrutar de la espalda y las nalgas de Beatriz con sus manos, sin perder el ritmo del bombeo moviendo con frenesí su pelvis. La mordía en los labios y el cuello cubriendola de babas. De pronto sintió como ella le tiraba de los pelos de la cabeza a la vez que movía su cadera saliendole al encuentro de cada embestida:

Aaaay, Aaaaay .

La muy puta se estaba corriendo y eso le hizo acabar a él tambíen después de veinte minutos de bombeo. Esperó un poco echado sobre ella y luego se puso de rodillas sobre el camastro para contemplar aquella hembra que acababa de follarse a placer.

 

Paco sin dejarla reponerse se sentó sobre su pecho y le pidió que se la mamara, a pesar de que el glande era grande lo engulló sin dificultad y el pinche intuyó que algo había aprendido con el Sr, Ramirez.

- Vaya, si no le da asco. Claro como se la chupas todos lo sábados a ese gordo cabrón.

El asco de la viuda era tan grande como el placer que le daba mirarla a Paco, como su polla se enterraba en esa boca hasta los huevos. Cuando la tuvo bien lubricada, se la puso entre las tetas, y apretándoselas con fuerza se las folló a destajo. Le daba unos empellones tremendos. Casí le quemaban aquellos globos de carne.

Por la erección de los pezones sabía que la mamá estaba otra vez caliente y se dispuso a penetrarla. Paco prefirió levantarle las patas y apoyarlas sobre su pecho; para disfrutar de aquellas piernotas que tanto le gustaban y poder ver como se meneaban sus tetas, como los flanes, a cada acometida de su verga. Las manos de Beatriz crispadas sobre la sábana delataron un nuevo orgasmo y el pudo disfrutar de aquel rostro desencajado por el placer antes de que su polla descargara con un tremendo espasmo.

Vas a quedar bien llena, so zorra.

Tan pronto como Paco se retiró se montó Luis, hizo que también se la chupara y luego la puso a cuatro patas penetrando su concha por detrás, para poder amasar a placer sus nalgas y disfrutar de su espalda que tanto le excitaba. Estuvo dándole más de media hora mientras sus gemidos y súplicas se hacían constantes, ante las tremendas sacudidas que le daba . A veces sus manos se asían con fuerza al colchón y los pinches interpretaban que se estaba corriendo:

Pero que guarra eres, como vas a poner la cama.

Por fin aferrado a su cadera vertió en su interior otro chorro de lefa.

Esta noche la dejamos preñada Paco.

 

Paco sonrió y sin cambiarla de postura se colocó detrás de ella metiéndosela en el coño. Pero su fin era otro:

- Vale Luis, como veo que te hace ilusión la voy a dar por el culo para que no tengas dudas de la paternidad.

Ella comenzó a suplicar y llorar, pues nunca se la habían metido por ahí y temblaba de miedo. Como intentó retirarse Paco le pidió que la sujetase por los hombros y comenzó a azotarla las nalgas y los muslos con fuerza hasta que se quedó quieta. Luego siguió lubricando su polla en los jugos de su coño mientras le preparaba el agujero del culo untándola con sus propios jugos vaginales y escupitajos.

 

Luego se paró, miró con fruición aquel culazo y separándole los cachetes apoyó aquella cabezota morada y comenzó a abrir camino. Aquella dilatación bestial, súbita, hizo aullar a la viuda:

- Ay madre que me vas a matar.

- De gusto so puta.

Ella daba manotazos al colchón mientras él continuaba avanzando disfrutando del boquete que poco a poco le iba abriendo a aquella perra salida y avariciosa. Cuando sintió en sus cojones la calidez y suavidad de las nalgas, empezó a moverse cada vez con más rapidez , según el culo de la viuda se acomodaba a aquel huesped no deseado.

- Acaba ya cabrón y sácame eso.

- Te lo sacaré cuando te halla roto el culo ramera.

Media hora después ella ya se movía al compás que le marcaba Paco. Cuando este se corrió ya los jugos de la viuda habían resbalado por el interior de sus muslos.

 

Estaba agotada pero no le dieron descanso, y mientras ellos se recuperaraba tumbados, la obligaron a pajearlos con sus tetas y a chupársela.

Luego se la cogieron a la vez hasta que, tras un buen rato de hacerle un buen sanwich, se corrieron y la dejaron marchar.

Así la gallega era montada cuatro o cinco días por semana, pues ellos no le impidieron seguir viéndose con el viejo.

Cuando llegó el cumpleaños de su hijo le compro una chupa de cuero que fue la admiración de todos los chavales:

Hijo te mereces esto y más por lo estudioso que eres, cuídala para que te dure, que no sabes cuanto trabajo da hacerse con unas pesetillas.

Molinos.