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El Secreto de Melisa Y Yo

en Grandes Relatos

-El SECRETO DE MELISA Y YO-

Melisa es la fiel novia del galán de la escuela, un peletero llamado Manuel. Kite, nuestro ya conocido héroe erótico se las ingenia para seducir a la hermosa Melisa, aunque, no será tarea difícil. La atracción entre amos es sorprendente, pero deberán ocultar amor, y así, todo mundo no tiene nada que esconder excepto Kite, y Melisa!

 

Melisa es una mujer hermosa. Entró a primer grado hace solamente un mes, y ya es toda una popularidad. Su cabello castaño claro resalta con su piel blanca y ojos casi azules. Su enorme y suave culo se mueve de aquí allá, detrás de esa falda corta blanca. No tiene muchas tetas, pero, créanme, es toda una diva. Hay un idiota de nombre Manuel, un fortachón cara bonita que se anda cogiendo a toda hermosa chica que se le atraviesa. A mi siempre me gustó Melisa, y más por que me siento más atraído por las chicas del primer año. Hubo una vez cuando me la presentó, y fue el inicio de todo.

Estábamos en la cafetería yo y unos camaradas, cantando en guitarra. El cara de verga de Manuel entró con la diosa de Melisa tomada de la mano. Yo me quedé embobado mirándola.

-Oh, si, Kite. Ella es Melisa. –la tomé de su mano, tersa, cálida y suave. –Hola, ¿cómo estás?

-Bien –su voz era tan dulce, suave y hermosa como ella.

Pasaron días y nuestra amistad creció. Pero yo estaba seguro que ella sabía lo que yo sentía por ella. Siempre lo supo. Una vez, yo, en mi casa, pensando en ella, recibí una mirada.

-¿Sí? ¿quién habla?

-Kite, ¡hola! Oye, dice Manuel que si puedes acompañarnos al bulevard, es que quiere comprarme unas pulseras, de esas hippies, tu sabes de eso.

Yo me quedé perplejo al escuchar tan dulce voz. Era la primera vez que la escuchaba por teléfono, y la sensación, para mi, fue exisita.

-Oh, está bien…

Ya en el bulevard, estaba yo ahí sentado, esperándola. A lo lejos pude ver una silueta de una hermosa mujer con cabellos castaños claros y un bello rostro, senos pequeños pero deseables, un enorme culo y bellas piernas. Melisa me traía loco, ya no podía contenerme, tenía que decirle la verdad. Ella se me acercó y me saludó cariñosamente con un beso que casi topa con mi boca. Traía una blusa rosa enseñando el ombligo y una falda negra de seda corta con unas botas de gabardina. Su largo cabello castaño colgaba hasta sus hombros y banda azul adornaba su frente. Hermosa, divina, belleza, no eran palabras apropiadas para describir como se veía ese día. Eran injustas. Era más que todo eso. Caminamos juntos hasta el bulevard colindante con el mar y la arena y nos sentamos en unas románticas bancas a esperar al mentado noviecillo. Platicamos, nos la pasamos tan bien, que dos horas después nos habíamos dado cuenta que el bobón de Manuel no había llegado. Ya la luz solar había desaparecido y una romántica luz de farol nos iluminaba. Ella se puso de pie y miró a su alrededor. Las calles estaban solas y dos cuerpos amantes se encontraban en su soledad llena de amor.

-Ya me tengo que ir, Kite, es tarde. –me dijo con ternura, como diciéndome que me amaba.

-Oh, -me lamenté -¿Me dejarías llevarte a tu casa? No quisiera que te fueras sola…

Ella me sonrió, yo me sentí iluminado.

-Eres muy lindo Kite..! –se inclinó para abrazarme y yo la tomé de sus caderas y nuestros cuerpos se juntaron. Sentimos tanta excitación. Nos separamos lentamente y nuestras bocas quedaron muy cerca. Fue el momento donde supe que era mi oportunidad. Me le lancé y le planté un largo y pasional beso. Me sentí tan bien cuando ella me lo respondió. La abracé con más pasión y me dejé llevar por la lujuria y sensación que me invadía. Al terminar, ella me abrazó y me tomó de la mano.

-Encantada…

Al llegar a su portal, nos besamos nuevamente y nos despedimos dulcemente. Me dijo al oído que me amaba, y yo le dije que era lo mejor de lo mejor, que la amaba y quería con todas las fuerzas de este mundo.

-Hasta mañana, Kite…

-Hasta mañana, Melisa…..

Al día siguiente, Manuel me había contado que Melisa lo había dejado. Yo me sentía en parte culpable, pero al ver a Melisa todo se me olvidaba. Caminaba por el pasillo cuando me la encontré. Discutimos acerca de que ya se iba a acabar el año escolar, y yo tendría que ir a Bachillerato. La idea de separarnos nos ponía tristes, nos angustiaba. Si la extrañaba en hora son escolares, me moriría si no la volviera a ver. Decidimos hacer algo, algo que nunca nadie se imaginaría. Una calurosa y romántica despedida.

Cuando fui a su casa, no había nadie. Melisa estaba en una pequeña falda y en sandalias, con la misma blusa rosa ahora en tono púrpura. Se veía más sensual, más salvaje, y eso que apenas cursaba el primer grado, Melisa era tan especial, pensé. Me guió hasta la sala y sin pensarlo, la sorprendí derribándola en el sofá y me le monté, besándola apasionadamente. Ella me encerró entre sus bellas piernas y me jaló hacia ella, hundiéndonos en la lujuria. Me desvistió salvajemente y la ayudé, hasta quedar completamente desnudos los dos. Le pasé mi boca hasta las sombras, haciéndola gozar de un orgasmo oral. Ella me sujetaba de los cabellos y me pedía más, que lo disfrutaba. Me bañó con sus líquidos al tercer orgasmo y me subí hasta besarla. Esa mezcla de sudor, amor, pasión, romanticismo, salvajismo y lujuria nos volvió locos envolviéndonos en un solo ambiente. La penetré suavemente, que sintiera, que lo disfrutara. Mientras más me hundía en ella, ella me miraba sorprendida y gozosa, se ha de haber preguntado, ¿de donde saca tanto?. Por fin la penetré completamente y empecé a bombear. Gemíamos del placer.

Ella tuvo su segundo orgasmo al rato de tanta acción y yo no me pude contener. La abracé con fuerza, se la hundí más y más hasta que sentí un fondo. Ella gritaba de la ricura que sentía, del placer. Dejé escapar toda mi leche y la bañé de placer aún más fogoso. Terminamos exhaustos, sin fuerzas. Me dejé caer en ella mientras ella me abrazaba. En ese momento me di cuenta que de ahora en adelante, Melisa y yo nunca nos separaríamos, Ni siquiera el año escolar lo haría. Ella era especial. Pero, ahora, era más excitante, más emocionante, más romántico, era el secreto de Melisa y yo.