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Niñera En Casa

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Fin de semana con las últimas horas del Domingo. Michelle descansaba en su cuarto mirando revistas eróticas cuando llamaron a la puerta. Su madre, un monumento a la belleza de cuarenta y cinco años, deseable a primera vista interrumpió los masajes que se hacía Michelle por debajo de sus bragas, de su short de mezclilla corto que le apretaba su voluminoso trasero. Recostada, con una almohada bajo la cabeza, los ojos cerrados, una mano en su tibia y humeda cueva y la otra con fotos de escenas eróticas. Michelle pegó un salto y trató de ocultar la escena. Pero le sirvió de poco. Su madre dijo unas palabras y cerró la puerta. Michelle tardó en captar las palabras debido al orgasmo que casi tenía, pero cuando las comprendió, abrió grandes los ojos y corrió hacia a sus hermanos.

---¡No puedo creerlo! ¿Para qué contratarían a una niñera? ---Michelle no podía estar más furiosa.

Sus hermanos, dos peleles adolescentes con cara de memos la miraban con gestos impacientes en la estancia de la casa. Esperaban la llegada de la dichosa niñera.

---Todavía no lo comprendo ---Michelle exponía sus protestas a su padre ---papá, tú sabes que sabemos cuidarnos. Ya todos pasamos de los quince años, ¿Para qué una niñera?

----Tranquila, hermana ---uno de sus hermanos le tocó un hombro ---últimamente te has puesto muy histérica, una niñera nos serviría para entretenernos ---y reían.

----Michelle, es sólo por seguridad ---su madre tomó las llaves de la casa y tomó del brazo al padre de Michelle, listos para partir a la elegante cena a la que habían sido invitados ---además es una muchacha muy agradable que te caerá muy bien, y es de nuestra confianza.

----Por favor, no somos unos niños...

----Michelle ---su padre balbuceó antes de partir ---no les pasará nada, si esa es tu intranquilidad. Además, ¿qué no viste mi pobre angelito? Si vienen ladrones se convertiría en un fin de semana muy divertido. Necesitas tranquilizarte.

Todos reían, excepto la furiosa de Michelle.

----Si hermana, no te preocupes, con niñera o no puedes irte a tu cuarto y seguir metiéndote los dedos mientras ves tus revistas pornos ---dijo uno de sus hermanos riendo con el otro.

----¡Ay cállate!

Michelle estaba algo enojada, pero se le había pasado el coraje tiempo después. Se encerró en su cuarto mientras escuchaba rock´n roll y hablaba por teléfono con sus amigas. Miró el reloj, eran más de las 10 de la noche. La niñera no tardaba en llegar. Sus hermanos se habían metido cada quien en sus cuartos, uno a ver televisión, y otro a escuchar rock pesado o de seguro como era costumbre a pajeársela en el baño. Todo le molestaba a Michelle, era en esa época donde a las adolescentes todo las llena de histerias e ira. Y era de esperarse. Aquella risueña niña se había convertido en la intelectual, en la sapiencia y la madurez andante. Tenía que lidiar con sus inmaduros hermanos. Pero un día, lo que más le asombró de ese cambio, fue que despertó en otro cuerpo. De repente unos senos enormes y voluminosos aparecieron, sus caderas se habían ensanchado, su cara se había vuelto más exquisita, y ese culito apretado aumentó de tamaño, volviéndose grueso y duro. Ahora tenía la mañana de meterse un par de generosos dedos antes de irse a dormir. Estaba algo apenada por que sus hermanos sabían de sus mañas. Pero no le importaba. Apagó las luces de su cuarto, se recostó en su cama, se bajó las bragas y esta vez pensando en el galán de televisión de costumbre se metió los dedos, gimiendo como una zorra en celo, acariciándose y torciéndose su clítoris, haciendo palpitar esa vagina tibia y húmeda y escurriente en líquidos, haciéndola gemir envuelta en un orgasmo. Cuando terminó, se llevó los dedos a la boca y probó sus propios líquidos, ese sabor a sexo que tenía ella misma, pues sus ganas de tener algún encuentro erótico con el sexo opuesto eran inmensas. Un día uno de sus hermanos trató de cachondearla, pero ella se opuso. Con todo, se despertó nuevamente de golpe y bajó a la estancia, pues llamaban a la puerta.

La mentada niñera por fin apareció. Michelle la recibió fríamente, mirándola de arriba abajo. Sus hermanos llegaron y la miraron, embobados. Y tenían razón. Una muñeca barbie de carne y hueso apareció en su estancia. Unos jeans apretados vestían sus largas y musculosas piernas, un jersey dejaba ver uno senos pequeños pero sabrosos. Era esbelta y su cabello castaño descansaba eróticamente sobre sus hombros. Miró con sus dos hermosos ojos a los tres chocosos adolescentes que tenía al frente y se limitó sólo a sonreírles. Los hermanos de Michelle de inmediato se pusieron erectos y la trataron con sutileza, tratando de halagarla. Michelle sólo enchuecó la boca y se fue a su cuarto.

Horas después, fue todo pláticas y sonrisas a excepción de Michelle. Durante la cena Michelle no habló, sólo observaba los detalles. Michelle vivoreó de arriba abajo a la famosa niñera, esa escuálida figura femenina deseable, con sus senos grandes y sobresalientes, con los pezones erectos aún. ¿Dónde habría visto esa cara? Pensó Michelle, « piensa, piensa » se dijo. Tardó en que su mente captara la imagen de esa cara ovalada, una nariz respingada y agradablemente simétrica con sus labios delgados y su boca pequeña. Sus ojos, grandes y claros, la miraban de soslayo. Michelle apartó la mirada pero volvió a fijarla en la niñera, aquella que lavaba los trastos, esa muchacha que corría de aquí allá fijando los seguros de las ventanas, esa aún adolescente precoz que tomó el teléfono y se escondió en el armario por varios minutos hablando con sabrá Dios quién, aquella que de lejos sonreía a sus hermanos a cada que entre ellos dos cuchicheaban mirándola. Y no eran celos los que invadían a Michelle, era cuestión de territorios, pensó. ¿Por qué sus padres, sabiendo que Michelle no era la descontrolada típica niña adolescente decidieron contratar a una niñera? ¿y por qué tan hermosa y bien formada? Eso irritaba mucho a Michelle. Por fin recordó a esa coqueta muchacha. Era nada menos que... bueno, el nombre aún no lo recordaba, pero lo importante era que esa mujer, esa que coqueteaba a sus hermanos y pasaba una mano por sus piernas era la misma zorra que había estado en la escuela el año pasado. La habían expulsado por comportamientos indebidos. Era la típica zorra, la come hombres, la bravucona y pendenciera. En resumen: una bruta bien formada. Había perdido los estudios y ahora llevaba una vida de arrastrada, pidiendo trabajos tan anónimos como ser niñera. Todo esto pasaba por la mente de Michelle, que miraba de entre ojo cerrado a la niñera. Uno de sus hermanos la miró por largo tiempo y le sonrió, exuberante como un traidor.

----Es una muchacha agradable ---dijo.

Las horas pasaron. La bonita niñera pasó toda la noche en el cuarto de sus hermanos, viendo películas. Michelle estaba abajo, en la estancia, escuchando música. De pronto, escuchó un ruido y después nada y después gemidos, extrañada subió al cuarto de sus hermanos, abrió la puerta y su sorpresa fue cuando miró a la niñera, aquella aparentemente inocente y sensible niña, en cuatro patas, con uno de sus hermanos de Michelle detrás de ella, bombeando en su culo ahora roto y paradito mientras el sádico adolescente gemía en él. Y la niñera tenía la boca ocupada en el miembro del otro hermano, subiendo arriba y abajo con sus labios y lengua en el miembro erecto del hermano que reventó y le bañó de tibia leche la cara a la niñera.

---Michelle, ¿por qué no te nos unes? ---inquirió su hermano.

Michelle cerró la puerta de golpe y como pudo bajó a la estancia. Se dejó caer en el mueble, completamente desconcertada. Aquella escena de sus hermanos cogiendo con una desconocida atisbó en su mente, tardando en desaparecer. Pero sobre todo, la morbosa invitación por parte de su propio hermano.

Llamaron una vez más a la puerta. Se puso de pie, tambaleante, todavía no se dejaban de evocar aquellas grotescas imágenes. Trató de cerrar la puerta de la estancia pues los gemidos y los movimientos bruscos que se libraban allá arriba en una cama se escuchaban hasta la estancia. Michelle abrió la puerta y se quedó plasmada, la misma actitud que habían tenido sus hermanos cuando vieron por primera vez a la niñera. Un muchacho alto y bien parecido, blanco y de cabellos lacios, apareció en la puerta: un musculoso romántico. Vestía unos vaqueros ajustados y una chaqueta de cuero, unos convers polvorientos y en una mano el casco de motociclista. Michelle lo miró de arriba abajo, plasmada, no había visto a sujeto de cabeza semejante. Miró que por debajo de la chaqueta tenía enfundada un arma y Michelle retrocedió, aterrada.

----Buenas noches pequeña ¿está Brenda? ---inquirió el sujeto con una voz amable y pacífica, que grotescamente no contrastaba con su apariencia malévola. Michelle tardó en reaccionar. ¡Ah! pensó, la mentada Brenda era el nombre de la niñera, ahora lo recordaba. ¿Pero que hacía ese sujeto ahí? Y recordó a la zorra niñera oculta entre las ropas, en el armario, llamando a un desconocido. Y era algo típico, pensó Michelle. Una niñera estrena casa en su primer trabajo y al primero que se le ocurre llamar es a su novio, un bruto armado con tendencias roqueras y sexualmente sádicas. Michelle todavía adoptaba esa actitud, dócil e inmóvil. Pensó en sus hermanos y a la niñera que era montada y donde encima de ella sus hermanos subían y bajaban, buscando el orgasmo. Y miró al sujeto impaciente que tenía al frente y quien miraba a Michelle de arriba abajo. Miró el arma del sujeto, quien se aproximaba a ella, haciéndola retroceder, caminando él rumbo a donde fuera, buscando a su dichosa novia. ¿Y qué haría si la viera con la boca y el culo ocupados? No pensaría dos veces en sacar su arma y vaciarla, lleno de celos e ira. Michelle sacudió la cabeza, queriendo despojar aquellos pensamientos. Pero podría tratarse de una cruda realidad y de la noche más horrible de su vida. Un sádico rockero dispara a cualquier cosa que se encuentre cerca de su novia. Michelle tenía que evitar a toda costa alguna tragedia que afectara a sus hermanos.

----Ella no está ---dijo con voz temblorosa, acercándose a él ---pero estoy yo.

Michelle se acercó lo más a él que pudo y separó los labios, mirándolo a los ojos fijamente. El bruto solo se quedó perplejo y pasó una mano por un pecho de Michelle, apretándoselo y apreciando como sus pezones lucían por debajo de su jersey rojo de tirantes. Michelle miró arriba, hacia la escalera donde de seguro su hermano se venía nuevamente en la cara de la niñera. Michelle no tenía opción, pensó. Besó al sujeto tierna y sensiblemente, con su naturaleza de inexperta adolescente. El sujeto la tomó de la cintura y la jaló hacia sí, aceptando la oferta cachonda de Michelle. La besó con brusquedad, introduciendo su lengua hasta la garganta de la pequeña y próximamente no virgen Michelle.

Caminaron vientre a vientre hasta el mueble de la estancia, donde Michelle se sentó en las piernas del sujeto, de manera que se miraban directamente a los ojos. Sus húmedas bragas volaron por los aires, al igual que su jersey, dejando ese esbelto y deseable femenino cuerpo. Sus labios se juntaron nuevamente, besándose con brusquedad, lengua con lengua, intercambiando salvajemente saliva. El sujeto lamió los pezones de Michelle, duros y erectos, además con esa característica de temperatura tibia y palpitante por ser penetrada, una cualidad de adolescente. El sujeto mordió sus pezones, pasó la lengua por alrededor de ellos, Michelle cerraba sus ojos y lo disfrutaba mientras se acariciaba su clítoris.

----Quiero que me hagas sentir un orgasmo ---dijo Michelle al oído.

El sujeto la miró directamente a los ojos. ¿Sería sólo suerte? Un sujeto torpe en los estudios y mal hablado va a buscar a su novia, una modelo. Se le topa una ninfa adolescente. ¿Sería sólo suerte?

Michelle se hincó ante su hombre y lo despojó de su pantalón, soltando un animal rabioso, largo, de 19 centímetros por 7 de ancho, enorme, rojo y caliente. Cuando Michelle le quitó la camisa a su hombre, unos músculos se dejaron ver. Michelle gemía como loca, nunca antes había estado tan excitada. Su extraña petición era la venganza a noches de soledad, noches donde escuchaba como sus amigas de la escuela eran cogidas por sus hermanos, vanagloriándose de tener orgasmos simultáneos. Era su hora. Hincada, frente al enorme trozo que tenía en su mano, masturbándolo, se lo llevó a la boca. No era una experta mamadora, pero hacía gemir al sujeto, tambaleándose de pie debido a la serie de succiones que la lengua y boca de Michelle le impartían. A veces, tomaba algún objeto de forma peneal y se lo metía a la boca, sólo para fines de auto placer, nunca se imaginaría que su hora llegaría. Después de un rato, no aguantó más aquel trozo en su boca, la mamada fue tan sabrosa y larga que a Michelle le dolía la lengua y los dientes, y el hijo de puta cogedor no se venía. Desnudos, los dos, se volvieron a besar, él probando su propio sabor a sexo, a macho. Se recostaron en el suelo alfombrado, donde Michelle lo montó y empezó a cabalgar en la estaca de él, moviéndose encima de esa carne que la hacía gemir, buscando el orgasmo. El sujeto la tomaba de sus caderas mientras la sentía cabalgar, los dos, mirándose a los ojos y gimiendo. Michelle se estremeció después de un rato, se movió violentamente, como si en verdad cabalgara a un equino y este la quisiera botar. Michelle se torció una y mil veces, gimiendo como nunca, gozando el orgasmo que había sufrido sus labios, su clítoris. Se dejó caer en el suelo, pero su hombre quería más: Michelle todavía no había tenido el "privilegio" de probar esa tibia lechita dentro de ella.

Y el sujeto se había vuelto incontrolable. Era una bestia que no se domaba. Recostó a Michelle y le besó su cuerpecito, que al fin había sido desvirgado. Le metió su lengua en su boca, en su húmeda vagina que todavía sufría los pasmos de su primer orgasmo, sus piernas, largas y graciosas, su vientre, delgado, con un par notorio de costillas y encimas de ellas, voluminosos y recién nacidos senos. La poseyó nuevamente, encima de ella, bombeando y subiendo de arriba abajo, ambos buscando el orgasmo. Michelle lo rodeó con sus piernas, gimiendo y arañando su espalda, loca del placer, él, aumentó el ritmo, suspirando entrecortadamente en el oído de Michelle, quién sufrió de un segundo orgasmo, esta vez más prolongado con gemidos y gritos de gozo ensordecedores. Y el sujeto aún no se venía.

Nueva posición. Michelle se empinó sobre el mueble, alzando su culito, con su cara en los cojines del mueble, esperando la feroz embestida por detrás. Su hombre, aquel perro cogedor con horas sin deslecharse, apareció por detrás de ella, susurrándole cosas al oído. Metió su mano por detrás e introdujo generosos dedos en su cuevita húmeda y tibia, acariciando su clítoris, retorciéndolo y jugando con él, maniobras que hicieron estrujarse a Michelle y abatirla con un increíble tercer orgasmo, haciéndola lagrimear del placer.

----Eres una muchachita que se viene rápido, ¿verdad? ---el sujeto le besó una oreja.

----Dame por detrás ---dijo Michelle entre gemidos, irreconocible y casi inconsciente por el placer que la invadía ---quiero sentirla por detrás ---Michelle no paraba de gemir.

El sujeto introdujo su lengua en ese incógnito, escondido, delicioso, tibio y palpitante agujero que se ocultaba en medio de dos enormes y musculosas nalgas. Una lengua traviesa y una boca húmeda hizo hacerlo totalmente accesible al enorme trozo que lo desvirgaba lentamente. Michelle estaba totalmente a custodia de su hombre, inmóvil, ahí, empinada en el mueble con su culito estacado alzado, listo para recibir aquella verguiza que se aproximaba. Su hombre, quien Michelle a causa de las sensaciones del placer se limitó a llamarle "Papá Oso" pasó su lengua por la cóncava espalda de Michelle, volviéndola loca del placer. Papá Oso colocó la punta de su enorme trozo en la entrada de aquel virgen culo, empujó un poco y después de una adolorida sesiones de gemidos envueltos entre el placer y el dolor, logró introducir la mitad, después, lentamente, introdujo lo demás, haciendo sollozar a Michelle y convulsionarse, gritando de dolor. A Papá Oso no le importó y empezó a coger como los perros, con un ritmo de adelante y atrás, haciendo sufrir a la desvirgada Michelle, que no podía hacer nada en su defensa, estaba a total disposición de su amado Papá Oso, ensartada, indefensa, con la vaga esperanza que se deslechara lo más pronto posible.

La verguiza empezó. Papá Oso se aferró a las anchas caderas de Michelle, gimiendo y lamiéndole la espalda y las orejas, susurrando en su nuca y en su cabello, cogiendo y gozando de ese placer que aquel enorme culo le proporcionaba. La verga de Papá Oso entraba y salía por completo, totalmente húmeda por los líquidos de Michelle, la mamada de la misma y lo baboso de su culito, debido a tal vez alguna actitud antihigiénica. Michelle solo apretaba los cojines y los mordía, tratando de resistir a aquel animal en celo que cogía y cogía sin parar, haciendo rojizo y adolorido ese anito, dulce y exquisito. Pero no pudo. Papá Oso parecía no tener sacia a sus deseos, aferrado a Michelle cogía sin cesar, gimiendo, gritando del placer. Michelle no aguantó y suplicó que parara, suplicó por su culito que era ricamente violado. Empezó a llorar del dolor y no pudo ya más... de un momento a otro Papá Oso paró, como si hubiera acatado a las súplicas sollozantes de Michelle. Una vez incorporada, giró su cabeza hacia atrás, y vio a Papá Oso, el mismo cogedor, haciendo una mamada a Brenda, la famosa zorra por la que Michelle había pasado esos calvarios. Desconcertada los miró cogiendo, Papá Oso encima de ella, cogiendo por el culo como animales, soplando sudorosos, la misma escena que había concebido Michelle. Brenda la miró con los ojos irritados, era claro que había pasado horas cogiendo.

----¿Por qué no te nos unes Michelle? ---inquirió.

Michelle ahora podía captar la diferencia de las dos invitaciones similares que había tenido.

Era Brenda, la hermosa y sensible niñera, aquella que había recibido una buena paga por nada, quien ahora era montada. Con un hermano encima, cogiendo como loco y gimiendo sin parar, de arriba abajo, conocía nuevamente esa cueva. Cambiaron de posición y en ese trayecto, miró como Papá Oso clavaba a uno de los hermanos, y ese mismo recibía una mamada de Michelle. Una vez Brenda arriba, cabalgó en aquella verga a punto de estallar. Algo la embistió por detrás, uno de los hermanos había metido su verga chorreante en semen por el culo de Brenda, y los dos hermanos empezaron a bombear haciéndola gemir y estallar en simultáneos orgasmos. Pero su boca dejó de emitir salvajes gemidos cuando rozó su lengua el clítoris de Michelle, que la envolvía en sus piernas. Una buena chupada dio a Brenda a Michelle, en símbolo de rendición ante ella, esa niña ridícula que se había cogido a su novio y que ahora regía una de las orgías más salvajes de sus vidas. Brenda rozaba y estrujaba el clítoris de Michelle, gracias a una lengua larga y traviesa. Tragó todos los ácidos líquidos que despojó Michelle en uno más de sus electrizantes orgasmos, aquellos que la hacían revolcarse en el suelo del placer y gritar como loca. Todo era tan rápido. Michelle recibió una verga en su boca, y no dudó en mamarla. Papá Oso disfrutaba del trabajo de Michelle sobre su sexo, sus labios recorriéndolo todo, esa lengua que hacía círculos en el lomo y en sus testículos, llenos de leche caliente. Brenda a medida que recibía más verga mamaba más con fuerza la cuca de Michelle, y esta mamaba con vigor y hambre la verga que recibía. Y era una cadena de sensaciones simultáneas. Uno de los hermanos fue el primero en venirse. El culo de Brenda se llenó de tibio semen, abundante que se introdujo hasta sus entrañas, haciéndola estremecerse y sentir las gotas que escurría en sus piernas. Y todo resultó ser en verdad una cadena. El segundo en venirse fue el hermano debajo de Brenda, el que recibía la cabalgada de la chica que se vino junto con él. Compartieron líquidos, el hermano convulsionándose y derramando aquel líquido blanco dentro de Brenda, y ella, sufriendo un nuevo orgasmo que la hizo cabalgar con más salvajismo e histeria, viniéndose los dos, sexualmente unidos en una única delicia. Los placeres que ofrecían a Brenda no la hizo abandonar su trabajo en Michelle, de modo que cuando la chica se vino Brenda tragó todos esos ricos líquidos, no dejando uno escapar de su traviesa y hambrienta garganta. Y por arte de magia, simultáneamente Papá Oso empezó a convulsionarse, a saltar y moverse de atrás y hacia delante en la boca de Michelle, gemir y apretar sus puños, haciendo que la chica se estremeciera y recibiera la cantidad industrial de semen que fue alojado en su garganta, tibio y que le hacía picar en su interior. Michelle no contuvo aquello y empezó a escupirlo, en un intento de no ahogarse, pero había tragado mucho. Y el sujeto aún se venía. Se deslechó en la mano de Michelle que trataba de contenerlo, chorros potentes le salpicaron en su cara, haciéndola una máscara blanca, en su cabello, en sus senos y en sus brazos. Michelle no podía abrir los ojos por estar bañada de tanto semen. Todos la miraron y empezaron a reír, y ella se desplomó exhausta en la alfombra, a un lado de Brenda. Esta pasó su lengua por la piel de Michelle, tragando el semen de brazos, senos y cara, metiendo su lengua en Michelle, besándose las dos, aún con fuerzas para acariciarse. Se miraron a los ojos, desconcertadas, pero satisfechas.

Horas después los papás de Michelle arribaron en la casa. Encontraron armoniosamente a sus tres hijos en el mueble, viendo televisión con botanas en la alfombra, los mismos inmuebles que percibieron la pérdida de la virginidad de Michelle y el inicio a la homosexualidad de su hermano. Pero sus padres no tenían ni la menor idea de ello.

----¿Cómo les fue? ---inquirieron.

----Muy bien ---se miraron ---la mejor noche de mi vida ---dijo Michelle.

----¿Lo ves hija? Te lo dije. ¿Dónde está la niñera? ¿Ya se ha ido?

----Ya.

----¿Y qué les pareció?

----La mejor niñera del mundo ----convinieron.

 

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