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Guerra Escolar (04: La Supremacía 26)

en Grandes Relatos

«GUERRA ESCOLAR – PARTE CUATRO –»

La Supremacía 26

La cuarta parte azota a la web de relatos eróticos más importante de la red. La guerra no conoce límites, cambia personalidades e ideales, y Kite, el soldado erótico descubre estos potenciales mientras experimenta un nuevo amor, aunque eso signifique su reputación de traidor.

 

Habíamos pasado ya mucho tiempo en el campo de concentración del enemigo. Eran amargas plazuelas donde la alianza de preparatorias conspiraba un ataque preciso para eliminar de una vez por todas al bloque aliado de las escuelas secundarias. La guerra había durado ya tres años, estrenando el tercero con un bombardeo enemigo en la eti 1, la cual provocó que cayeran varias escuelas, a excepción de la eti 1 y la 130, las más poderosas del bloque aliado. Pero ahora ya no había lucha cuerpo a cuerpo, si no aviones que zumbaban en el cielo y sirenas que sonaban en las calles indicando la presencia del ejército enemigo, Ojalá Daria y yo estuviésemos ahí, y no sufrir las inclemencias que teníamos en estos campos militares. Pero recuerdo la vez que Daria y yo nos quedamos solos en una de las celdas. Ella por suerte se encontraba en el pelotón de mujeres, donde eran arrestadas solo las prisioneras de guerra. Yo, en cambio, me encontraba con la bola de pendejetes de las guerras perdidas, pergatas que apenas y podían disparar un arma.

Cuando miré a Daria después de estar tanto tiempo encerrado, se me movió el mundo. Vestía una camisa larga que le quedaba hasta sus rodillas, apreciando sus bellas piernas. Me había olvidado de lo hermosa que era. Su cuerpo era alto y bien formado, senos y un culo voluminosos y exquisitos. Al vernos directamente a los ojos nos reunimos y con salvajismo nos besamos. Queríamos en un intento lleno de pasión transmitirnos lo mucho que nos deseábamos. La recosté en el catre y me encimé en ella, completamente desnudo empezando a poseerla. Nos mirábamos tiernamente a los ojos mientras cada centímetro de mi sexo volvía a sentirla por dentro, húmeda, carnosa y tibia. Me rodeó con sus piernas mientras aceleraba el ritmo de las penetraciones, nunca había estado tan excitado, y ella con sus dos hermosos ojos me miraba atenta, suspirando y sintiendo como me disfrutaba. Nos besamos, acariciamos hasta las sombras, hasta jadear como animales. Me abrazó como nunca, suspirándome cosas al oído. Ella sintió un orgasmo y lo descargó en mi sexo enterrado en ella, entrando y saliendo lujuriosamente. Después, con mis labios y mi lengua me encargué de que disfrutara de un segundo orgasmo, y así lo hizo también con un tercero. Estábamos exhaustos. Meses de estar separados ahora eran compensados.

Ella me recostó en la cama y se sentó en mis piernas, masturbando mi miembro con sus muslos, duros y tersos. Yo entendí el mensaje y la recosté en la cama, haciendo que se aferrase a la cabecera del catre y la hice morder una almohada cuando la penetre por su culito, tibio y carnoso. Me aferre a sus nalgas y la seguía embistiendo, gimiendo y gozando los dos de lo lindo. Ella se hacía para atrás para sentirla mejor, como ese miembro la recorría toda desde atrás, haciéndola soñar dándole por su culo. Pasé mi lengua por todos esos ricos músculos que componían su trasero, enorme y hermoso. Me hacía soñar y gemir sentirlo apretando mi sexo. No pude más y descargué toda mi leche en él, haciendo que se saliera de su rojizo ano y saliera por sus piernas, escurriéndose, tibia en abundancia.

Ella me besó con cautela y nos desplomamos juntos en la cama, donde dormimos por un rato hasta que nos despertó el bombardeo de una madrugada. Asustados salimos al patio donde los soldados disparaban al cielo a los aviones que según pude reconocer eran del bando aliado. Zumbaban en el cielo y dejaban caer las bombas que destruían poco a poco el fuerte del bloque enemigo. Un pelotón hizo que todos los prisioneros de guerra saliéramos de las celdas y nos reunamos en un patio que estaba dentro de un sótano, sin luces más que las velas prendidas de los soldados que cargaban armas. Nos reunieron a todos sentados en el suelo, mirándonos unos a otros. Un hombre gordo vestido de verde con la medalla del escuadrón de Defensa de la eti 26 empuñaba una ametralladora mientras que con una vista dura y penetrante nos recorría. Estábamos rodeados de soldados, y todos, temblando y sacudiéndonos a cada que una bomba estallaba.

---Están a punto de exterminarnos ----dijo un hombre que estaba a lado de mi. Yo por instinto abracé a Daria quien sollozaba en mi regazo.

---¿Por qué dices eso? ---lo miré alarmado ---cállate, nos asustas.

----¿No se dan cuenta? Nos reúnen para matarnos. Somos los prisioneros, la mercancía que eliminarán si no consiguen su pago.

----¿De qué hablas?

-----No sean ciegos ---el hombre elevó la voz ---se desharán de todo, lo que menos quieren son estorbos...

Un soldado arremetió con la culata de un rifle y lo hizo callar. Y el estómago se me revolvía al pensar que las palabras de aquel hombre se convirtieran en una cruda realidad. Abracé a Daria y la besé en sus mejillas, tersas y suaves.

----¡Silencio! ---una mujer entró escoltada por tres soldados e irrumpió en el lugar. El coronel gordo de la eti 26 hizo una reverencia ante ella y la presentó vanagloriándola.

----Ella es la comandante General Paulina Helter. Es la máxima autoridad en los pelotones que rigen a los ejércitos aliados de la eti 26 contra las escuelas invasoras e irracionales que ustedes han pertenecido. Son libres.

----¡Mienten! ---un hombre se levantó y furioso se lanzó a la dichosa comandante Helter, quien lo controló golpeándolo en la nariz y derribándolo de un movimiento estratégico con el pie. Lo hizo levantarse con fuerzas aplicadas que lo hicieron gemir y la comandante Helter lo hizo girar en el aire de una pirueta y cayó de cabeza, indefenso.

----La histeria los ha invadido, reclutas.

Paulina Helter era la mujer más fuerte e interesante que había conocido. Aunque sabía perfectamente que era una genocida y que por ella se había iniciado la guerra escolar, no dejaba de llamarme la atención. Y no sólo por la belleza descomunal que poseía, por el traje verde sastre que le apretaba los senos y las caderas, no sólo por su cabello negro denso que contrastaba divina y eróticamente con su piel blanca, o sus hermosas piernas o sus ojos grandes y azules, sumisos a cualquier mínima insinuación, si no por su apariencia que me había movido el mundo, más que Daria, más que cualquier otra mujer. Había escuchado hablar de ella en la radio, en la televisión, en todas partes pero jamás me imaginé conocerla. Esa elegancia y ese aplomo con el cual se movía y daba vida a sus gestos y ademanes me hicieron dar cuenta que el enamoramiento me había visitado una vez más, a primera vista.

----Ustedes han sido elegidos, han sido vanagloriados por pertenecer al pelotón que dará vida al valiente escuadrón que logrará la victoria para la Escuela Técnica Industrial Número 26, así también como a sus fieles y valientes aliados...

----¿Cuál victoria? ---yo alcé la voz para llamar su atención ---sus enemigos ya están aquí, sobre ustedes, y ahora vienen en un inútil intento de hacernos desertar y proclamar en su bando aliado. Será mejor que nos maten antes de que nos entreguen allá afuera, entre las balas y las bombas

El grupo se estremeció. Helter me vio sin curiosidad y con un brazo me tomó del cuello y me jaló hacia ella, de modo que nos miramos fijamente a los ojos.

----Soldado, ¿cuál es su nombre?

----Kite, del pelotón que se estrelló afueras del CETMAR.

----Muy bien soldado Kite ---Helter me soltó y caí en el suelo, en cuclillas frente a ella. Un soldado arremetió y me hizo alejarme violentamente...

----Cómo él ya saben todos lo que les esperaría si no obedecen las órdenes que les damos. Si no acatan, habrá sanciones. Este valiente hombre pudo sobrevivir a la masacre que dimos a su triste pelotón. ¿No se dan cuenta? Los aliados de la Técnica 26 somos el futuro para la educación en México. Nuestra lucha se basa en los principios que deseamos que posean los diferentes institutos de nuestro país. Pero ustedes, ustedes y sus bloques de enemigos irracionales se oponen a ello ¿qué clase de ser racional se opone a ideas tan conllevadoras a un éxito? Sólo ustedes, solo la eti 1 y su banda de párvulos adolescentes inconscientes. Entiendan, comprendan, únansenos. La eti 1 y su escuadrón de cucarachas son un verdadero virus, un virus realmente desagradable, y nosotros, estimados reclutas, somos la vacuna.

Paulina Helter nos rodeaba mientras hababa. Se deshizo de algunas mujeres excepto de Daria y un cuarteto. Me miraba con extrañeza, diferente a su mirada aguda que lanzaba a los demás reclutas.

---Tienen miedo ---dije. Un soldado me derribó pero Helter dio órdenes.

----Momento, déjenlo hablar ---se acercó a mi ---¿miedo a qué soldado Kite?

----Esta guerra sólo se ha agrandecido en un ejemplo perfecto a la lucha de los diferentes ideales que rigen los sindicatos de escuelas. El miedo, lo siento x ustedes, los ha invadido. La eti 1 tiene el apoyo de muchos sindicados, tanto bélico como económico, y ustedes sólo se apoyan en el apretado presupuesto de sus patrocinadores. ¿Qué no se dan cuenta ustedes? ¿no han pensando que nadie los apoya x sus ideales absurdos? Siento lástima x ustedes, ahora sólo les queda matar x matar.

Helter meneó una cadera y pasó una mano por mi mejilla. Pude sentir su mano, tibia y suave, delicada a primera vista y pequeña profundamente situada en su cualidad de mujer. Después, ese cariñoso gesto se convirtió en una bofetada.

----Llévenselo. ---ordenó.

Días después, la guerra anunciaba con desaparecer y obviamente con el triunfo de la eti 1. Era obvio. La Ténica 26 ya no tenía reclutas y sus prisioneros de guerra habían sido liberados. Daria me escribía a diario, desde su casa. Había sido por fin liberada. La guarnición donde estábamos había sido dañada por morteros del CBTIS y de técnicas aliadas, así que en medio de bombardeos nos trasladamos a otro punto estratégico. Lo que no podía comprender era x que seguía con vida y por que yo y algunos escasos reclutas no habíamos sido exterminados. La eti 26 nunca nos habría liberado por su cuenta, si Daria fue puesta en libertad, fue por los tanques que dejaron en ruinas las oficinas en la eti 26. Paulina Helter se le veía fumando con exasperación y casi no comía. En la guarnición los soldados vigilaban costas y flancos y dentro nos obligaban hacer armas. Tiempo después, cuando manejé un tanque en las cercanías a la Ténica 130, una de las escuelas aliadas, me enteré que un fuerte bombardeo había dejado en ruinas a la eti 1. Eso me deprimió mucho, tal vez era el fin de la guerra en un lado negativo hacia nosotros, los prisioneros de guerra y los aliados. Pero eso no me impidió luchar x mi vida, arrojar bombas a escuelas aliadas o no, no me importaba, lo único que quería era regresar a casa y olvidarme de todo. Un día nos enteramos que un escuadrón de la eti 1 y del CBTIS se dirigían hacia nuestra zona, con el temor que encontraran nuestro punto. Si por mi fuera yo pondría una bandera aliada donde indicara que la genocida más buscada, Paulina Helter, se encontraba ahí. El pelotón ordenó que una flota de aviones y tanques atacara y yo, como siempre prisionero de guerra arribé en un tanque. La lucha duró varios días y nos vanaglorió con una victoria, pero era obvia, por que la flota de la eti 1 no estaba preparada para una batalla, era solo una flota de expedición. A los sobrevivientes se nos otorgó una medalla y a mi una dorada con el águila verde original que presentaba el escudo de la técnica 26, x ser el soldado que a más batallas ha sobrevivido. Paulina Helter fue ella misma la que me la colocó en cuello y a medida que avanzaba el tiempo nos hicimos grandes camaradas. Se me permitió tener correo electrónico y así poder comunicarme con amigos y familiares, en especial con Daria. La confianza que se me otorgó era increíble, hasta la medida que Helter y yo elaborábamos coordenadas y planes de ataque. Pero yo tenía mis planes.

Una noche una flota de 70 aviones atacó nuestra guarnición. Eran los clásicos aviones rojos del CBTIS. Atacaron fuertemente y tuvimos que rendirnos. Pero eso, con mi mente de líder y con la de Helter, no estaba en nuestros planes. Huimos junto con otro grupo de soldados y así, dejamos atrás la última guarnición de la eti 26, quedando solo regresar a la escuela original. Después de meses, llegamos y planeamos una ofensiva total contra el CBTIS. No me sentía raro al luchar por las escuelas que algún día defendí, pero, era mi vida, mis encuentros soñados con Daria y debo admitirlo, con Helter. Era tan hermosa y con carácter incomparable el cual hizo que me enamorara de ella. Le admiraba todo. Como se movía, como empinaba su cuerpo cuando hacía algún plan y así podía apreciar sus enormes atributos, como ese enorme y apretado culo que me volvía loco y su hermoso cuerpo el cual me movía el mundo. Una noche más, un fuerte bombardeo azotó la eti 26 y un pelotón logró entrar en ella. Cuando un pelotón entra en una escuela es como una rendición por parte de la escuela dañada. Todos los soldados murieron o fueron capturados, excepción en un clásico Paulina Helter y yo. Nuestras mentes de líderes e inteligentes nos lograron dotar de una supervivencia en medio de escuadrones que recorrían la escuela sobre las balas y las bombas aún de la resistencia de la eti 26. Sabíamos que si atrapaban a Helter iba ser el fin de la guerra, pero de cualquier modo yo no quería perderla y tenía que decirle acerca de mis sentimientos, decirle que estaba enamorado perdidamente de ella.

Un bombardeo hizo que nos escondiéramos en las ruinas por debajo de un compartimiento que había hecho Helter en momentos de emergencia. Ahí duramos varias semanas, y no pude contenerme a recordar cuando me escondía con Daria, y era la misma sensación. Helter y yo habíamos tenido la oportunidad de conocernos más y tener secretos. Yo la admiraba cuando se cambiaba de ropa, admitiéndose a uniformes cocidos que daban a harapos absurdos. Reíamos juntos, comíamos. Me enamoraba cada día más de ella.

Una noche casi nos atrapan. Eso me hizo darme cuenta que tenía que decirle mi más vil secreto antes de que la perdiera, o que me perdiera a mi o fuera una pérdida mutua. Ella leía y revisaba un mapa postrada frente a un escritorio, iluminada por la cándida luz roja del escondite en una lámpara y con su falda militar verde corta que le apretaba las caderas, las piernas y ese hermoso culo que me volvía tan loco. Una blusa blanca le apretaba su dorso delgado, además de sus voluminosos senos. Su cabello negro intenso descansaba eróticamente en sus hombros, con su bonita cara atenta a su trabajo. Me le acerqué por detrás y le besé la nuca, sin decir nada, suspirando excitado en su cabello, pasándole las manos por sus hombros y espalda. Ella no dijo nada y sólo se limitó a dejar su pluma y su mapa, sin poner resistencia a mis caricias y a mi notada hambre por ella.

----El sexo es una de las cosas que más nos inquietan en momentos como estos, ¿verdad soldado? ---sonrió ---debemos resistirnos a la tentación.

-----No... ---le dije, tocando al fin ese carnoso culo.

-----Es algo humano, lo comprendo. Pero no me gustaría tener relaciones de ese tipo con usted solo para saciar nuestra hambre de sexo.

----Te amo ---le susurré en un oído ---no es por el sexo, no es por una satisfacción de un momento a otro, es que te amo en realidad, estoy enamorado de ti.

Ella no dijo nada, se estremeció y se volvió, dándome la cara. Miré sus hermosos ojos azules envueltos junto con su bello rostro en un gesto que jamás había visto, tierno y desconsolador. No pude resistirme a besar sus labios, bonitos y carnosos, deliciosos al primer beso francés. Sólo se estremeció y me miró como un can mira a su amo. La tomé de la cintura y la hice ponernos de pie, mientras le besaba su cuello y sus orejas.

----¿De verdad? ---inquirió, haciendo una pregunta obvia.

-----Estar contigo es lo más hermoso que me ha pasado, aún en esta guerra, tú lo haces soportable. Te amo en verdad.

Me correspondió al fin mis besos, haciéndome envolver en un manjar delicioso que jamás había tenido. Nos besamos con pasión y ternura, conociéndonos nuestros labios, nuestros cuerpos. Nos sentamos en el suelo sin dejarnos de besar y ella puso una de sus manos en mi miembro, erecto y palpitante y deseante x poseerla. Ella se rompió su blusa blanca que dejaba ver sus pezones y dos enormes senos salieron, con sus pezones erectos los cuales lamí con lujuria, chupándolos y pasándoles la lengua. Ella dejaba escapar gemidos, y mirándola así jamás habría podido imaginarla, ni siquiera la oportunidad que tenía ahora de poseerla. Hundí mi cara en sus senos, gimiendo los dos. La recosté en el catre y la despojé de su falda, mirando sus bragas las cuales rompí con mis dientes, mientras le acariciaba sus piernas.

Ella gemía, lo gozaba, tanto como yo. Ese sabor y esa mezcla de amor y erotismo nos volvían locos. Y el escenario no era la excepción. Un bodegón oscuro alumbrado por una tenue luz amarilla pendiente de un foco en un techo requebrado. Un catre en el suelo, un escritorio de madera raída por aquí, una alacena manchada por allá. Juntos, al fin, desnudos en el catre, entre las tibias sábanas que nos envolvían y que me hacían poseer el calor de Helter. Tomó mi miembro y lo manoseó, masturbándolo. Nos recostamos y mientras ella lo pajeaba y me hacía ver las estrellas con sus hermosas manos, nos repartíamos besos lentos y exquisitos. Sus dedos eran un instrumento que me llevaban a los cielos, sus labios, el pase al disfrute de mis más íntimos deseos con Helter. Fui generoso con dos de mis dedos y los introduje en su vagina, tibia y húmeda. Ella dio un salto y después reprimió un gemido, besándome con más intensidad.

Pasé otra mano por sus senos, pellizcándole sus rojizos y tibios pezones. Después de un rato, gimió con frecuencia y algún gozo estalló en la intimidad de sus piernas, liberándose con movimientos violentos y gemidos ensordecedores. Recostándola nuevamente boca abajo, pude sentir su sexo mientras mis muslos tentaban sus nalgas, suaves y macizas. Mientras más subía el ritmo, más la frecuencia de nuestros sonidos de placer. Las embestidas eran cada vez más rápidas y potentes, a la medida de hacerle que sus ojos lagrimearan. Su boca se deformaba debido a los sonidos del placer que emitía. Sentí en mi sexo su segundo orgasmo, descargando todos sus líquidos sobre mi miembro que se deslizaba entre sus labios, los que se contraían y se humedecían cada vez más. Su cuerpo recibía la descarga de mis fantasías tan variadas que deseaba cumplir con ella. Después de oscilar, sin dudarlo más decidí penetrarla por ahora su único agujero virgen, aquel monumental y carnoso que se alojaba obscenamente, palpitante por recibirme. Mientras retiraba lentamente mi sexo del suyo, le hablaba y le suspiraba a su oído. Helter, mi Helter, la soñada y la amada comandante de las fuerzas del bloque enemigo, me hacía el amor en un catre. Una lujuria como esa jamás debió ser escrita. Mi sexo, húmedo por sus líquidos ayudó a abrir sus dos enormes nalgas, carnosas y con una piel suave y exquisita a un primer tacto. Pude sentirlas con mis manos, separándolos y juntándolas, mientras mi sangre viajaba más rápido por mi cuerpo y me exigía comer aquella delicia que se me entregaba.

Helter yacía debajo de mi, tan indefensa y puesta, mi amor por ella crecía. Le besé sus mejillas mientras me acomodaba x detrás de ella, le olía su cabello, poseedor de aquel aroma que me excitaba tanto, aquel agujero íntimo que me daba una nueva sensación, aquella mujer a la que nunca imaginé desear y disfrutar tanto. Mis embestidas, mis labios en su piel, su cuerpo en el mío, eran las sensaciones que liberaban nuevos caminos que nos daban a entender lo mucho que nos amábamos y lo mucho que nos habíamos necesitado. Después de los momentos de lujuria y placer que habíamos tenido, descargué toda mi fuerza en ella, bañándola con mis líquidos, entrando en ellos hasta sus entrañas, los que escurrían por sus piernas y su vientre, aquellos que la volvían loca y pasaba sus dedos y lenguas para atraparlos todos. Exhaustos nos desplomamos en la cama, juntos abrazados, juntando nuestros cuerpos desnudos y tibios y más enamorados. Y yo, sobre todo, en órbita de amor con ella.

Por la mañana todo había parecido como un sueño. Armado con un rifle salí del escondite para únicamente ver un paisaje armonizado con la brisa que poseía aquella mañana. Helter salió ataviada en ropas raídas de aquella tan candente noche y se limitó a sonreírme, convirtiéndose en un gesto hermoso x parte de ella, en el buenos días de una hermosa mañana. Sin decidirme, la abracé y la besé con vehemencia, mirando nuestra soledad de un punto estratégico y conveniente. De repente, un helicóptero de carga pequeña aterrizó y un soldado fornido, rechoncho y vigoroso junto con un cuarteto de soldados hizo una reverencia a Helter y a mi me escoltaron los soldados. Era el escuadrón de la eti 26, y por primera vez en mi vida, me alegró verlos. El soldado arribó a Helter con delicadeza y los soldados me escoltaron con amabilidad, mirándome de arriba abajo y después a Helter, momentáneamente confundidos.

----Parece que tiene nuevas amistades ---dijeron.

Continuará...

 

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