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Noche Punk y los Sex Pistols

en Erotismo y Amor

Noche Punk y Los Sex Pistols

A Beto, El Tupac, Chava y Midori

Y todos aquellos con los que disfruto el gusto por la buena música

El ensayo fue agotador, pero valía la pena tocar allí. Era casi un escenario d ensueño, mi grupo y yo nos sentíamos casi en una gira mundial y nosotros, las estrellas a las que todo mundo había venido a ver. No éramos buenos compositores, mucho menos poetas, pero tocábamos bien al punk – rock. Las continuas horas en el sótano del baterista, el calor, el aislamiento, la frustración de que algo pudiese salir mal se había vuelto en recompensa al ver aquel escenario con miles de punketos esperando vernos tocar. Aunque era un bar a la orilla del mar, tenía buena fama y no cualquiera tocaba en lugares como aquellos. Sólo acudía la gente más importante del puerto. Había de todo: roqueros, metaleros, punketos, darketos y hasta hippies. Era como un sueño estar en aquel lugar.

Nos preparamos para tocar. Nunca he sido buen cantante, algo desafinado y fuera de lugar, pero entono bien las odiseas protestantes de los sex pistols, the ramones o the clash, pero decidí destrozar a los nervios que me invadían para impresionar y dar cuenta de lo buenos que éramos. Mientras preparábamos todo, cableado, amplificadores, teclados, una mujer llegó. Era muy temprano como para que el público empezase a llegar, así que me extrañó verla. Venía sola. Pero lo que más me impresionó de aquella mujer fue su belleza. Era el sueño que cualquier rockero pudiese desear. Era la alegoría a la belleza femenina que siempre soñé. Su enorme culo se vestía con una minifalda rosa de colegiala; sus bellas y largas piernas eran vestidas con mallas negras y unas lindas botas. Su esbelto y hermoso cuerpo resaltaba por sus enormes tetas, cubiertas por esa blusa negra y en sus hombros descansaba su hermoso cabello castaño. Aunque no estaba muy peinado ni lucía elegante, resultaba encantador en contraste con sus ojos azules retocados con sombras negras, labios rojos y bello maquillaje. Pese a sus numerosas pulseras en brazos y muñecas, pude apreciar la feminidad en sus manos. Quedé prendido de inmediato de ella. Sólo nos veía de arriba abajo, tratando de adivinar que era lo que hacíamos. Mis ojos toparon con los de ella, allí, sentado cruzada de piernas, eróticamente colocada entre la oscuridad y el halo de los reflectores, a lo lejos, en su mesa, con sus hermosos ojos brillando y mirándome. Sentí que una electricidad me recorría. Aquella mujer, sin siquiera conocerla bien, me tenía sumamente excitado.

Media noche. La oscuridad reinó en el bar y los reflectores lucían centellas y arreglos de luz por todo el lugar. Las guitarras eléctricas sonaban a lo máximo y centenares de jóvenes movían sus cabezas azotando sus largos cabellos, moviéndose, bailando y convulsionándose en la pista de baile. Llegó nuestro turno. Subimos al escenario y nuestra música sonó. La gente se convulsionó aún más. Las guitarras parecían haber tomado vida y querer destruir todo con su estridente ruido. Los tambores de la batería gritaban sádicamente. "Quiero ser sedado" cantábamos en honor a the ramones. La gente gritaba y se golpeaba entre sí. En verdad que lo disfrutaban. Era, como lo imaginé, el público perfecto. Cocaína por aquí, marihuana por allá, un barril de cerveza se vaciaba poco a poco. El espectáculo salió como lo había soñado, como lo había soñado desde la primera vez, cuando era un adolescente lerdo que trataba de tocar la guitarra. Ahora mis dedos parecían haberse independizado y se unían con las cuerdas de acero de mi guitarra, creando un psicodélico solo. Por fin la vi. Me miraba con interés, con sus hermosos piernas cruzadas, recargada hacia atrás, haciendo que sus senos resaltaran aún más, sensualmente con su bella mirada y su cigarrillo entre sus dedos. Tal vez pudo haber sido el humo, la heroína que corría por mis venas, la música cada vez más alta, pero creo que me sonrió.

"No soy un animal / No soy un aborto " pedíamos clemencia y comprensión con "Bodies" de los sex pistols. Algunos tenían ganas de llorar cuando se identificaban con aquellas letras. "No hay futuro para mi / No hay futuro para nadie " llorábamos y protestábamos con "Dios Salve a la Reina" . Pero las profecías líricas y el placer nos invadía cuando escuchábamos aquellas palabras: "Soy un anticristo / Soy un anarquista / Nadie sabe lo que quiero pero sé como conseguirlo ". Parecía que aquellas sinfonías había sido compuestas explícitamente para nosotros...

Bajé del escenario algo mareado, aturdido. Los estridentes sonidos aún persistían, seguían bandas por tocar. Tomé una cerveza y salí afuera, rumbo a un callejón, donde los hoteles baratos y de mala muerte abundaban. El bar se veía mucho más interesante desde afuera. Me sentó en un montón de cajas de madera, esperando refrescar. Sentí unos pasos cerca y levanté la mirada. Lo que estaba allí mirándome sería lo último que me imaginaría. Era ella. Aquella que había despertado tantas emociones en mí. Caminaba con un andar lento, meneando sus caderas, con su cigarrillo, mirándote a través de todo ese humo.

---Prefiero el humo de adentro ---me dijo con confianza.

---¿Qué? ---mi cabeza daba vueltas y vueltas, pero su voz, dulce y suave a pesar de ser una vocalista de metal pesado, resultaba la aspirina perfecta.

----Eres muy bueno ---me dijo, mirándome de arriba abajo, con curiosidad. La miré más de cerca. Era mucho más bella en persona, un ángel vestido de negro.

----Gracias. ¿Vienes sola?

----Que importa ... ---se sentó junto a mí ---viniera sola o no, siempre me siento así...

---¿Así como?

Ella sólo se limitó a sonreírme. Fue ahí cuando comprendí que era una persona sola, hermosa y amable pero sola; una incomprendida. Que desperdicio, pensé.

----Supongo que querrás estar solo ---se levantó, mirándome se reojo mientras se acercaba a la puerta del bar

----No, la verdad ... ---encendí otro cigarrillo para ella ---creo que eres una buena compañía.

Ella se carcajeó, como cuando una mujer adulta ríe ante la morbosa broma de algún bobo adolescente.,

---¿Cómo lo sabes si no me conoces?

----Supongo que podría remediarse eso ---le dije, mirándola con mucho más interés.

Ella dio un último respiro a su cigarrillo, y con una mano en sus eróticas caderas lo lanzó al suelo y lo pisó, mirándome sensualmente, con una bella sonrisa en sus labios.

Fue la lujuria y deseo que me invadió, tal vez, no lo sé, pero no puedo recordar como llegué a estar con ella, en la sucia cama de un hotel, gimiendo encima de ella, con su bello rostro distorsionado por el placer. La habitación estaba a oscuras, con nuestras ropas en el suelo, sus hermosas ropas tiradas en el suelo, aún despidiendo su olor a mujer. Su cuerpo desnudo era una obra de arte. Su tersa piel era suave al primer contacto, sus labios, una fuente de vida que me alimentaba cada que vez que con pasión y deseo la besaba. Me pregunté como es que pude vivir son esta mujer. Besar su cuerpo era el pasaporte al paraíso, y conocer lo que guardaba en medio de sus piernas y era la estancia segura. Ambos gemíamos del placer, ella, envolviéndome en sus piernas, arañando mis espaldas, loca del placer, gimiendo en mi oído y yo en el suyo, envueltos en un mar de lujuria, Empujaba y empujaba hasta no poder más, haciéndola gemir aún más, gritando del placer. Sus senos eran grandes y deliciosos aún más con esos rojizos, tibios y erectos pezones que me pedían ser probados. Mamé y mamé como un ternero queriendo sacar leche de ellos. Loca del placer, estiraba su cuello para poder dejar escapar sus gemidos que me volvían loco de placer escucharlos. Acariciaba mi cabello, mis hombros, apretándome más con sus piernas. La cama se movía de arriba abajo, de un lado a otro, bruscamente, con los dos cogiendo como perros. Su vagina se contrajo y empezó a dilatarse, sintiendo como descargaba sus jugos en mi miembro aún dentro. Fue exquisita es sensación, sentir como se venía en mi miembro que entraba y salía con lujuria.

Me tumbó hacia atrás con una mano en mi pecho. Quedé debajo de ella, a su plena disposición. Me miró un largo rato, con sus bellos ojos, tratando de decirme lo que sentía. Me sonrió, acomodándose el cabello, acariciando mi estómago y mi cuello, metiendo sus dedos en mi boca, sintiendo mi lengua. Pero la suya era mucho mejor. Mamama con lujuria, con sus delicadas y femeninas manos en la base de mi pene, y con sus labios y lengua recorriendo mi miembro de arriba abajo, dejándolo brillante de su saliva. Y era un néctar en esas circunstancias. Mamó tan bien, que me hizo ver lo que nunca. Veía alucinaciones, lo que ninguna droga hizo. La diferencia era que sabía que, pasara un año o diez, me haría sentir bien recordar esta experiencia. Su cabeza se movía de arriba abajo, sobre mi miembro, volviéndome loco del placer y hacer que me deslechara en su boca. Ella se retiró bruscamente y se tumbó hacia atrás, recostándose en la cama, jalándome consigo. No aguanté más y eyaculé en su vientre, gimiendo aún, y ella con un gesto de placer mirando como me venía en ella, sintiendo lo tibio de mi leche escurriéndose por su estómago. Un largo beso terminó nuestro encuentro, intercambiando saliva, enlazando nuestras lenguas, exhaustos, recostándonos abrazados, los dos juntos.

Con todo aquello, pensé que ya podría morir tranquilo. Pensé que si ella era lo que siempre había soñado, lo que siempre había buscado desde que decidí unirme a una sociedad de minoría, suprimida y rechaza por los demás, viéndonos como raros, criticando como nos vestimos, que decimos, que escuchamos. Siempre había buscado la supremacía en aquello, algo que me hiciese sentir bien. Me pregunté si ella era lo que buscaba, no el amor de la vida, pero alguien con quien compartir lo que sentía, mis pensamientos, mi todo. Mirándola como dormía en mi regazo, besando su frente, me dije que si, que si lo era.

 

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