miprimita.com

Las aventuras eróticas de Alicia (04)

en Jovencit@s

Las aventuras eróticas de Alicia (04)

Si aún no lo has hecho, es aconsejable leer los relatos anteriores, antes de continuar con éste. Lo gozarás más y comprenderás mejor.

Cada día, mi amistad con Ivonne era más profunda. Nuestro secreto compartido nos creaba un vínculo íntimo que nos unía y nos compenetraba. Las dos estábamos llenas de erotismo y de repente nos habíamos convertido en mujercitas: hasta las tetas parecía que nos habían crecido, las caderas, todo. La verdad es que nos sentíamos felices y nuestra aventura nos divertía. Todas las tardes nos reuníamos, un dia en su casa, otro en la mía y siempre salía el tema erótico. Conocíamos nuestros cuerpecitos al centímetro y sabíamos todo lo que nos gustaba. Nos acostábamos juntas y nos dábamos placer. Era irresistible nuestra tentación y siempre teníamos ganas. Nos metíamos los deditos una a otra, nos chupábamos la cosita y jugábamos con la lengua, y todas las diabluras que habíamos aprendido viendo revistas o nuestra propia intuición nos sugería.

Nuestras tardes de amor eran larguísimas y llegábamos una y mil veces sin cansarnos soñando en todas las cosas eróticas y morbosas que nos gustaban. Mis tardes con Ivonne casi hacían que se nos olvidase nuestra cita del dentista, disfrutábamos juntas sin riesgos, sintiendo todo lo lindo de nuestros cuerpecitos y llegando al éxtasis una y otra vez. Nos teníamos cariño y sabíamos toditos nuestros secretos, deseos y placeres, nos contábamos todo, nos hablabamos al oído y nos decíamos groserías cariñosas, "mi putita" y cosas así. También recordábamos a Claudio: "Le voy a decir a Claudio que te la meta por el culito...", nos excitábamos las dos con nuestros juegos y nos inspirábamos en las revistas que siempre conseguíamos. Ver revistas y que nuestras manos se nos fuesen a nuestros puntos débiles era todo uno, nos excitábamos enseguida y nuestros labios se buscaban; en minutos, estábamos desnudas, las dos acariciándonos, besándonos, chupándonos, metiendo nuestros deditos en nuestras cuquitas y dándonos gusto una a otra. Ivonne y yo estábamos enamoradas: nuestro placer y nuestros secretos habían conseguido unirnos en alma y cuerpo.

Nos juramos amor eterno y compartir a cualquier hombre que enamorásemos… no sería nunca de una, sería de las dos, porque nosotras éramos una y todo lo nuestro sería de las dos.

A pesar de lo bien que lo pasábamos durante la semana, lo cierto es que siempre deseábamos que llegase el miércoles, el día de nuestros viajes a la ciudad. Cada día estábamos más loquitas y Claudio nos deseaba más. Le encantaba saber que nosotras entre semana soñábamos con él y nos tocábamos juntas: eso lo excitaba. Nos decía:

"Contadme, contadme, decidme qué cosas hacéis...".

Y nosotras le contábamos, con todo lujo de detalles. Nuestra conversación erótica hacía que llegáramos al motel llenas de deseo y Claudio con su rabito erizado. Meternos a la habitación y desnudarnos era todo uno... parecía como si tuviésemos ansiedad por hacer el amor.

El chofer quería lo primero que se la moviésemos, que se la chupásemos y entre las dos se lo hacíamos... nos gustaba el sabor saladito de su pene duro, el aroma excitante de las gotitas que le salían antes de llegar a su orgasmo. Deseábamos las dos ver salir la leche a chorros y que nos bañara la cara. Todo eso nos calentaba y nos hacía desearlo. Claudio gozaba viendo cómo nos tocábamos mientras se la chupábamos y cómo nos restregábamos su leche entre las dos cuando lo habíamos corrido.

Él mismo espezaba a menearsela otra vez para no perder la erección y clavarnos. Después de su primera corrida llegaba nuestro turno, aunque a veces, le gustaba tanto que se lo hacíamos dos veces seguidas. Era tan fuerte su deseo que pareciera que después de haberlo corrido así con nuestras manos y nuestros labios, Claudio parecía como si se pusiese más duro. A mí siempre me gustaba que experimentase con Ivonne, que ella sintiese sensaciones nuevas, un poco era por dejar que ella fuese la primera y un poco también porque algunas cosas me daban miedo.

Le dije a Claudio:

"Métesela a Ivonne por el culito."

Ivonne decía, "¡no, no!". Pero no era verdad: lo deseaba... ya lo habíamos hablado en nuestras orgías eróticas entre semana; tanto es así que habíamos llevado aceite de baño, yo lo saqué y se lo di a Claudio.

"Dame tu culito amor... ven que te prepare mi cielo… te gustará."

Preparó el culito de Ivonne mojándola con aceite y metiéndole los deditos; la muy putita se movía como diciendo "entra, entra". Y poco a poco ese palo que parecía imposible de entrar en nuestros culitos se metió hasta bien dentro. Ivonne suspiraba, gemía, con un sonido que yo no sabía si era placer o dolor, pero tendría que tener más de placer porque le decía a Claudio: "quiero tu leche adentro... dámela a mí..."

Claudio la culeó hasta que los dos gimiendo como animales llegaron a correrse de nuevo. Yo estaba alucinada y ese semental me miraba mientras clavaba a Ivonne como diciéndome... "Ahora voy a por ti..." El rabo de Claudio había llegado al fondo del culito de Ivonne, que lloraba de gusto y placer.

"Bruto, bruto", le decía, pero cuando se la sacó, Ivonne lo besó y le decía "sentía que era tuya, tuya enterita...".

Claudio fue al baño y se duchó. Mientras lo hacía yo besaba dulcemente a Ivonne y le preguntaba:

"¿Te hizo daño?".

"No, no, era una sensación rara... no es dolor... se siente todo el miembro cuando entra... su forma.. te aprieta... te sientes como muy unida y poseída.. y da gusto."

Estaba deseando sentirlo yo y me llegó mi turno. Claudio se llenó el pene de aceite y mojó mi culito con él. Me colocó de rodillas y apuntó con su rabo a mi agujerito pequeño. Noté como mi culito se abría y sentía como su punta dura me penetraba... empecé a sentir miedo porque era como si una cosa grandísima quisiera entrar por el culito, pero yo misma empujaba y una vez que la punta del pene había entrado y sentía como Claudio se movía culeándome. La sensación que me había descrito Ivonne era vivísima, me sentía entregada, poseída, no era dueña de mí misma. Deseaba también que llegase hasta lo más hondo. Apreté sus piernas y quise sentir su leche dentro de mí, sentir cómo salía caliente dentro de mi agujerito. Quería llenarme de él. Claudio estaba agotado y me dijo:

"Ponte encima de mí, así de espaldas".

Me senté en su pene de espaldas y me lo clavé en el culito, empecé a moverme, mis manos se fueron hacia mi rajita y mientras yo lo culeaba, me masturbaba yo misma con mis dedos, sentir el placer en los dos lados era maravilloso.

"Ahh,...ahhh, ahhhgggggg.....".

Llegué al orgasmo más intenso de toda mi vida justo cuando sentí que la leche de Claudio inundaba mi cueva.

"Me vais a matar", dijo Claudio cuando terminamos.

Nosotras estábamos muertas, de gusto y un poquito de dolor. Esa noche cuando llegamos a casa caminábamos de una forma rara. El dentista nos había puesto el aparato en los dientes y por eso y por la sensación que aún teníamos en el culito, nuestro gesto era extraño. Para combatir el dolorcito esa noche me masturbé con los deditos recordando las escenas que habíamos vivido y me dormí relajada llena de gusto. Dormí profundamente. Poseída.