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Enloquecidos y Apasionados (18)

en Hetero: General

Como ya dije, este relato es 100% ficticio, pero podría ocurrir. Recomiendo que lo lean desde el primer capítulo, si no lo han hecho ya.

Enloquecidos y Apasionados

e-mail: tioguacho52@yahoo.com.ar

msn: tioguacho52@hotmail.com

Capítulo 18.

Sinceramente, debo admitir que me quedé duro, ante esa vista inédita. Sabía que solía hacerlo, pero nunca la había visto. ¡Guauuuuuuuuu! ¡Qué manera de posesionarse! Era casi como tener a Susy, la chica de Venezuela, en el depto. A mi novia la veía de espaldas y a Susana, de frente, por supuesto. Dejé las llaves sin hacer ruido y, de la misma manera, me quité el saco, dejándolo en el respaldo de la silla más cercana. De pronto, me di cuenta de que podría estar en el campo visual de la camarita de Mica; pero, tras fijarme bien, vi que apuntaba bien hacia su cuerpo. Sin embargo, aunque con la casi certeza de no me había visto, me corrí hacia un costado. Mi temor era que, al ver a alguien detrás de mi nena hermosa, la pequeña venezolana se turbara y, sin quererlo, yo arruinara sus jueguitos. Pero me resultó muy obvio que no me había visto, ya fuera porque el cuerpo de mi pareja me tapaba por completo, o porque Susy estaba demasiado compenetrada en su paja, mientras -por lo que yo podía ver desde una distancia bastante lejana a la ideal- frotaba su clítoris con el dedo índice, para luego pasar la punta de la afortunada banana que, con cáscara y todo, penetraría aquella conchita hermosa, depilada, abierta y muy tentadora. Luego, me percaté de que más abajo, en el monitor de la computadora, podía verse, con toda claridad -aunque en miniatura-, lo que hacía mi adorada adolescente, a pocos metros de mí. Con mucho cuidado de que no me tomara la cámara, me corrí hacia un costado, donde, con toda libertad, caminé hasta donde pude ver a Mica más de cerca y saludarla provisoriamente con la mano, gesto que, con disimulo, me retribuyó. No supe bien qué hacer: si me quedaba, aquello terminaría en una paja impresionante, de la cual yo sería el único beneficiario, a menos que, cuando comenzaran a escribirse nuevamente (por ahora, era pura imagen… ¿para qué más?), le confesara que tenía a su pareja al lado y que le chuparía la verga, si Susana quería verla… de todos modos, sería lo único mío que vería: de más está decir que deseaba mantener mi anonimato, excepto por la región de mis genitales, parecidos a tantos otros. Pero ésa era una idea mía que, en cuanto comencé a retirarme rumbo al estudio/dormitorio, donde dejaría mis elementos de trabajo, comprobé que mi novia estaba compartiendo conmigo, a raíz de unas señas que me hizo, de que volviera cuando estuviera listo.

Unos minutos más tarde… tres o cuatro, como mucho, regresé y, en el monitor, observé que la venezolana ya tenía la afortunada fruta bien metida en su ensanchada y profunda concha (como habrán podido apreciar, me gusta mucho más decir "conchita", pero, en este caso, no sería lo más adecuado). Supuse acertadamente que estaba acostumbrada a recibir herramientas gordas en su gruta… y no todas eran bananas comestibles. Según me dijo Mica, un maestro la había desvirgado, con su total consentimiento, al ofrecer ella su cuerpo para levantar una nota "con urgencia", de acuerdo con lo que había dicho Susy en conexiones anteriores. Ahora, estaba experimentando con chicas, pues le habían comentado que eran mucho más delicadas que los hombres; pero, no obstante, para beneplácito de su padrastro, ahora se dedicaba a ejercer la bisexualidad. Practicaba el sexo con chicas de su edad, entre once y quince años, en persona y por chat, como en esta ocasión, con mi nena hermosa.

Viéndolas a ambas -en carne y hueso y por medio de la computadora-, me desnudé de la cintura para abajo, y comencé una de las pajas más extrañas y porno de mi vida. Mi dulce muñeca embarazada me miró de reojo, con apenas una sonrisa cómplice para no delatarme aún con su amante cibernética… quería "guardarme" para el final; acaso, con el fin de que Susana la envidiara un poquito. Ambas tenían sus respectivos adminículos dentro de ellas en dos "mete-y-sacas" que se ponían más calientes y frenéticos a cada momento. Si bien yo estaba a mil, traté de ir lo más despacio posible para no llegar antes que las chicas: intuía el plan de Mica y no quería arruinárselo; pese a no ser un eyaculador precoz, tampoco aguantaba tanto como las exageraciones que suelen aparecer en las películas condicionadas. Las dos adolescentes dejaron lo que estaba penetrándolas casi al mismo tiempo, dejando el vibrador y la banana a un lado y reemplazándolos con sus dedos; con la mano libre, frotaban sus clitoris como si de una competencia se tratara. Descarté esa posibilidad, pero no del todo, aunque su objetivo, sin dudas, era lograr autosatisfacerse, viéndose y calentándose mutuamente. Mi pareja acabó primero y me hizo señas para que me acercara; movió un poco la cámara, hasta que mi verga, mis bolas y parte de mis piernas aparecieron en la ventanita que registraba lo que ocurría en nuestro departamento… bueno, afortunadamente, sólo eso. Mica tomó mi herramienta con la mano y se la metió muy sensualmente en la boca. Del otro lado, me asombró la mirada incrédula de la caraqueña, con sus ojos marrones abietos como platos, mientras su ciberamante de turno me hacía una mamada, a la altura de las mejores que había recibido jamás. Resistí todo lo posible, hasta que mi leche llenó la boca de mi amada. Me miró, como diciendo "Después la seguimos", giró su bello rotro hacia la camarita y, acercándose a ella, le mostró a Susy -quien ya había acabado- la cantidad de lava que estaba a punto de tragar y, tras hacerlo con un inmenso gesto de placer, volvió a mostrarle que no quedaba nada en su boquita: sólo restos que, por la viscosidad del líquido, no se despegarían tan fácilmente de su lengua, labios y encías. Las chicas comenzaron a despedirse, de acuerdo con lo que me dijo mi adorada novia, mientras pasaba sus ágiles dedos por el teclado.

Terminado el "chateo", nos saludamos como correspondía, con un beso de lengua, algo más largo que un simple pico, junto con un "Hola, mi Amor" que fue prácticamente simultáneo, lo cual nos causó risa.

-¿Cómo te fue en el cole? -pregunté, esperando para darle las nuevas de su abuelo.

-Bien… ya sabés que estoy con exámenes de mitad de año; hoy tuve Geografía y creo que me fue bien. Pero, estudios aparte, tengo una noticia triste -suspiró, mientras, totalmente desnuda, tal como se había levantado de la silla frente a la computadora, se dirigía al estudio/dormitorio para ponerse algo encima, incluyendo soquetes, antes de volver a calzarse los mocasines-… Caro se va a Colombia a vivir; a Medellín, creo que me dijo. El papá tuvo una muy buena oferta de trabajo y el viernes la confirmó cuando volvió del laburo… ¡pobre mina, qué bajón, ¿no?!

-Sí, sin duda… más a esta altura del año; pero supongo que, si tienen todo bien organizado, podrá empezar el secundario allá en septiembre. Pero, de todas maneras, es un bajón. ¿Y cuándo se va?

-Ya después de las vacaciones de invierno, no vuelve al colegio, pero se va a principios de agosto -me respondió, desde la habitación, mientras terminaba de colocarse una remera.

Más por costumbre que por curiosidad, me acerqué a la puerta y, viéndola de perfil, pude apreciar su adorable pancita, cada vez más grande y, por un momento, me quedé extasiado, ante semejante belleza maternal. Enseguida, fue ella misma quien, sin querer, me sacó de ese breve ensueño, cuando acomodándose la ropa, bajó la parte delantera de dicha prenda, hasta el borde superior de su pollera muy discreta, por cierto… como mucho, cuatro dedos sobre la rodilla.

-En el curso, vamos a hacerle una despedida… a la que no estás invitado -agregó, con simpática malicia-. Pero no te preocupes: te doy "permiso" para que vayas a buscarme a la salida del cole uno de estos días, y así vas a poder despedirte de ella.

Supe que Mica no quería que tuviera más sexo con Carolina, algo que ya sospechaba, a raíz de un comentario que me había hecho pocos días atrás y que, quizá, más de uno recordará. Y, en mi opinión, estaba bien: probamos esa experiencia y el resultado fue que mi novia, lógicamente, se ponía celosa. Yo jamás habría permitido que ella tuviera sexo con ningún otro hombre… de modo que, como dicen por ahí, "Ley pareja, ley justa". Si ella llegaba a cambiar de opinión al respecto, lo hablaríamos y veríamos si, verdaderamente, ella lo deseaba; pero, mientras tanto, no. Además y para darle un punto final a mis razones, diré, como si hiciera falta, que amaba profundamente a mi nena hermosa y que tenía en ella todo lo que necesitaba para ser feliz: amor, comprensión, compañerismo, contención -eran muy pocas las veces en las que veía en ella un capricho de "niña malcriada"- y, desde luego… una vida sexual extraordinaria.

-¿Cómo te fue con mi Abuetommy? -preguntó, recordando la cita que habíamos tenido esa mañana-. ¿Qué te dijo?

-Bueno -comencé, con aire despreocupado, restándole importancia a mi conversación con Tomás, para luego, darle la sorpresa-, me dijo que se iban a Miami ahora, el mes que viene, y me preguntó si querríamos ir a quedarnos a la quinta mientras ellos no estaban; si bien, como sabés, tienen caseros, le gusta la idea de que vos y yo estemos allá.

-¡Síiiiiiiiii! -chilló de alegría que se vio parcialmente aplacada por su cauta pregunta-. ¿Y vos, qué le contestaste?

-Y bueno -suspiré, como si estuviera resignado, para luego darle un especial énfasis a mi último monosílabo-… después de pesar los pros y los contras de esa idea, le dije que… ¡síiiiiiiiii!

-¡Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo! -repitió, feliz, mientras me abrazaba y llenaba mi cara de dulces besitos agradecidos.

-¡Yo también a vos, mi Cielo! Además, ¿qué querés que le dijera, si sé que es lo mejor que puedo hacer… hasta ahora, por vos, mi bebota adorada, y por nuestro hijo? -argumenté y, a los pocos segundos, agregué, con un par de lágrimas emotivas rodando por mis mejillas-: suena bien, ¿no? Nuestro hijo…

-Es lo más hermoso que he oído en mi vida; especialmente, dicho por vos, el hombre que me cambió la vida -respondió, secándome el rostro con ambos pulgares-. Lástima que haya tan poca gente con la que podamos compartir esta felicidad: Caro que, aunque se vaya lejos, vamos a seguir en contacto, obvio… bueno: ella, Diego y Cecilia; y nadie más.

-Error -dije, buscando la mejor manera de decirle que Tomás se sumaba a nuestra brevísima lista de "cómplices", sin que se asustara demasiado-: hay otra persona que lo sabe y que, aunque no lo creas, está de acuerdo. Habría querido que esperásemos un poco más para darle un bisnieto, pero…

El bello rostro de Mica se transformó en una hermosa mezcla de asombro, incredulidad, alegría y pánico.

-¡¿Abuetommy?! -preguntó, asorada, mientras yo comenzaba a asentir. ¡Qué buenooo! ¿En serio me lo decís?

-Claro que es en serio, Amor; yo nunca…

-Sí, ya sé: nunca me harías una broma así -dijo, completando mi frase inconclusa, conservando su alegría-… pero es que no puedo creerlo, ¿sabés? Y, pero… ¿vos se lo dijiste? ¿Cómo lo supo?

-No, Amor: yo nunca se lo habría dicho; creo que antes, se lo habría contado a tus padres, pero ni eso. No: según tu abue, lo adivinó. Dijo que, a pesar de todos los esfuerzos que hacemos por disimular que nos amamos de esta manera, él lo nota cada vez que estamos juntos… en cada mirada, cada vez que nos hablamos o que comentamos algo el uno del otro; son detalles que no podemos disimular, porque no podemos manejarlos… más bien, ellos nos manejan a nosotros; al menos, en mi caso.

-Sí, pero parece que, según mi abuelo, no sos el único que no puede manejarlos, ¿no? -me dijo, con una sonrisa cómplice.

Nos besamos y le sugerí mi idea de salir a celebrar estas buenas novedades. Por supuesto, su respuesta fue afirmativa. Me pidió quince minutos para cambiarse y peinarse un poco… desde luego, se los di, aunque -como le dije con toda sinceridad- para mí, estaba espectacular: nada nuevo, claro, porque ante mis ojos, era la más preciosa princesa entre las muchas que había conocido y (hoy puedo decirlo) las que habría de conocer. Sí, es verdad: el amor embellece; es decir, vemos más hermosa a la persona que amamos, pero en mi caso, con Mica, esa teoría era una estupidez: no puede haber mujer, joven o adolescente más bella que mi novia, mi amiga, mi amante, mi todo, Micaela Vargas.

Lamentablemente, esa noche, comió algo que le cayó mal, por lo que nuestro "festejo íntimo" se vio postergado hasta una mejor oportunidad que no tardaría en llegar. Ninguno de los dos nos asustamos porque, en su estado (nuestra dulce espera, digo), no era raro que ocurriera; y, por otra parte, había comido un poco de más, lo cual también suele suceder cuando una mujer está embarazada; aunque no sea sólo un "privilegio" de ellas, ni del sexo femenino en general... jejeje.

Y llegaron las vacaciones escolares de invierno: como ya quedó establecido en capítulos anteriores, fueron dos semanas (diez días hábiles) sin clases y el viernes doce de julio por la tarde, después de regresar ella del colegio y yo de mi trabajo, nos instalamos en la quinta de Tomás y Sara. Ellos partirían esa misma noche hacia Miami y nosotros, salvando una mínima resistencia de los dueños de casa, los llevamos para despedirlos al Aeropuerto Internacional de Ezeiza. No nos quedamos hasta que salió el avión, pero ayudé -innecesariamente, quizá- con el tema de los pasaportes, pasajes y, fundamentalmente, con el equipaje. Hecho esto, fuimos a tomar un café los cuatro. No se habló del "muchacho" que embarazó a Micaela, como ambos abuelos gustaban llamarla; esto nos dio la pauta de que Tomás no le había comentado nada a su esposa sobre esa parte de la conversación que tuvo conmigo.

Ese mismo domingo, le devolvimos la invitación a Diego y Cecilia para comer un asado. Los caseros me preguntaron si necesitaba que ayudaran con el fuego y para lavar los platos después de comer. Les respondí que no, por dos obvias y buenas razones: nosotros nos ocuparíamos de todo, tal cual sucedió cuando mi amigo nos invitó a su casa en el "country"; y, por otra parte, queríamos la libertad de expresar nuestros sentimientos en cualquier parte… no sólo dentro de la casa. Y, como si estos motivos no fueran suficientes, no queríamos arruinarles su único día franco de la semana.

Fue un día fresco pero con mucho sol, de modo que pudimos estar afuera, hasta para almorzar. No bien llegaron nuestros invitados y tras cinco o diez minutos de charla conjunta de nosotros cuatro, las chicas fueron a recorrer el inmenso predio perteneciente a Tomás y Sara Vargas y, seguramente, hablarían sobre nosotros, así como Diego y yo comentábamos acerca de ellas.

-¿Sabés, Carlos? No me preocupa tanto la edad de Ceci como nuestra relación tío-sobrina, porque tengo miedo de dejarla embarazada y nos salga un chico con algún defecto físico… o mental; nos fascinaría ser padres, pero eso, ¿viste? Eso mismo nos hace practicar mucho el sexo anal y oral, en reemplazo del vaginal que, como mucho, lo hacemos dos o tres veces por mes; ¡y tiene una conchita tan tierna! -exclamó, en un suspiro que le salió del alma. Oculté mi sonrisa y él continuó-. ¿Sabés? En eso, estoy muy agradecido a Mica, porque ella la convenció a Ceci para que se la depiilara enterita; pero, como comprenderás, me resulta medio violento decirle: "Gracias, Mica, por enseñarle a mi nena a depilarse la conchita"… no sé, no da.

-No te preocupes -le dije, en tono comprensivo-. Yo voy a decirle que estás muy feliz por la nueva apariencia del conejito de Cecilia. En cuanto a tu temor a tener un hijo con ella, no sé mucho del tema, pero creo que estaría bueno que te informaras más sobre eso; obviamente, no estoy sugiriendo que vayas al ginecólogo de tu novia… supongo que va, ¿no? -pregunté y Diego asintió, pese a lo cual no me convenció para nada-. Bueno, a su ginecólogo para preguntarle: "Doctor, ¿qué riesgo corremos si mi sobrina y yo tenemos un hijo?"… obvio que no, pero, por ejemplo, debería haber bastante información sobre el tema en Internet, se me ocurre: nunca lo busqué. Pero, aparte, si quieren tener sexo vaginal, una posibilidad que no deberían descartar son los métodos anticonceptivos. De eso, todavía, no sé mucho, pero vamos a tener que ir averiguando los pros y los contras de cada uno, porque, una vez que nazca nuestro bebé, no queremos tener otro hasta dentro de un buen tiempo, para que, por lo menos, Mica pueda terminar el colegio sin tantas responsabilidades. Después, cuando esté en la facultad, ya va a resultarle más fácil y nadie va a mirarla como a una putita, como mucha gente… la mayoría hace ahora: ya a los dieciocho años, es como más natural que una chica esté embarazada mientras hace su carrera universitaria; y, además, si sólo puede cursar la mitad de las materias, se puede: no es como en el colegio. Pero, claro -culminé, con simpatía y realismo-: esto no soluciona en nada tus problemas inmediatos de paternidad.

-¡Qué pancita tan deliciosa tenés, Mica! -escuchamos a Ceci exclamar, acercándose a nosotros con mi novia a su lado, alrededor de una hora después de su partida.

-Sí, ya sé, ya me lo dijiste -cuchicheó mi nena, con aire cómplice y algo nervioso a la vez-, pero hablemos de otra cosa, ¿okey?

Ambas llegaron a nuestro lado y pude advertir cierto sudor inusual para un día como ése, lo cual, junto con el comentario de Cecilia, me hizo sospechar que habían estado haciendo travesuras lesbias. Esto, lejos de molestarme o de despertar mis celos, me pareció bien: que se diera el gusto sexual que yo, por más buena voluntad que pusiera, por razones más que obvias, no podía proporcionarle; y, para qué negarlo, también me excitaba de sólo imaginar a aquellas dos diositas haciendo de las suyas, cuyos detalles tendría más tarde, una vez solos… al menos, siempre había sido así y ésta no tenía porqué ser la excepción.

Al rato, volvieron a portarse como dos jovencitas dignas de su edad… y un poco más: prepararon las ensaladas y ayudaron a poner la mesa, muy prolijamente, por cierto.

Después de almorzar -y de lavar los platos, mientras nosotros, los varones, secábamos-, desaparecieron: algo traían entre manos: las oíamos riéndose en nuestro cuarto… de hecho, el de los abuelos de Mica. Habían estado muy misteriosas y cuchicheando cuando se les presentaba la oportunidad.

Por fin, al cabo de unos veinte minutos, ambas llegaron a la sala, donde conversábamos con Diego, vestidas de colegialas. Era obvio que mi nena hermosa había traído ambos juegos de su uniforme escolar y que ambas habían planeado esto con antelación.

-¿Viste qué boludos son los chicos de cole? -comentaba Cecilia, caminando al lado de mi novia, en lo que parecía ser un diálogo normal entre dos chicas de esa edad que, claramente, era parte de una pequeña "obra de teatro", de la cual nosotros sólo éramos espectadores, aunque sospeché que luego formaríamos parte del "elenco".

-Sí: por eso, yo prefiero a los hombres adultos; no sé… son más dulces, caballeros, cariñosos, amables… y, a la hora de la verdad, saben muy bien lo que hay que hacer.

-Eso es muy cierto -aseguró, la pareja de mi amigo, mientras ambas se sentaban en una banqueta, simulando que era el banco de una plaza-. Pero vos tenés suerte: el profe de dibujo no te saca los ojos de encima. -agregó, cruzándose muy sensualmente de piernas, mientras la otra adorable muñeca (la mía) hacía lo mismo, dejando su muslo extraordinariamente expuesto… con su uniforme de colegiala estaba espectacular. Con todas las veces que la había visto vestida así, nunca me había excitado como en esta ocasión.

-Sí, es verdad, pero no me animo más que a sentarme en el primer banco y abrirme bien de piernas para que pueda ver mi conchita depilada sólo para que él me la vea… no uso bombachas ni tanguitas para facilitarle la cosa -dijo, actuando una carita compungida y muy creíble. Tuve el breve impulso de levantarme, aplaudir e ir a consolarla, pero pronto me di cuenta de lo absurdo que habría sido-. Y vos, nena, no podés quejarte, ¿eh? ¡El profe de "mate" te mira con un hambre, que sos la envidia de la mitad de las chicas!

-Sí, ya sé. Yo también lo deseo, pero hay un "problemita": además de nuestro profe, es mi tío… no sé si sabías. -respondió, también actuando, con carita de preocupada, aunque lo que decía fuera verdad a medias, ya que, naturalmente, ninguno de los dos éramos sus profesores.

-Sí, no olvido cómo te cargaban en clase, a principio de año, creyendo que serías su alumna consentida, cuando, en realidad, nada que ver. Pero bueno… acá estamos vos y yo, juntas, solas; ¿no te gustaría "jugar" un rato? -preguntó Mica, con mirada pícara, dándole un par de picos, mientras su mano derecha acariciaba los muslos de su compañera, subiendo hacia la entrepierna, desnuda, depilada y húmeda debajo de la pollerita escocesa, y su izquierda hacía más o menos lo mismo en las tetas de Ceci, sólo cubiertas por la delgada tela blanca de la blusa escolar.

En ese momento, Diego y yo imaginamos que nuestras novias habían planeado un espectáculo similar al de la última vez, algo mejorado por estar vestidas de colegialas inocentes, con sus colitas (o coletas), todo lo cual las hacía parecer aún más pequeñas de lo que ya eran, hecho que aumentaba nuestro morbo. Cuando Cecila habló, comenzamos a darnos cuenta del afortunado error en el que habíamos incurrido.

-Che, Mica… mirá quiénes están allá -dijo, apuntando hacia nosotros, fingiendo muy bien el tono asombrado y el gesto de sorpresa en su bellísimo rostro, lo cual interrumpió las sensuales caricias de su amiga-: nuestros dos "amores imposibles"… ¡espero que no hayan visto lo de recién!

-No creo… tranqui, dulce -respondió, levantándose para venir hasta mí y saludarme con un beso en la mejilla, a fin de seguir con su breve obra, a punto de culminar su primer acto.

Le devolví el beso, siguiéndole la corriente y Ceci, al ver el éxito que había tenido su compañerita, llegó hasta Diego, imitándola al besarlo muy inocentemente.

-¡Qué suerte la nuestra de encontrarlas así, fuera del colegio! -acerté a exclamar, en un oportunísimo instante de inspiración; luego, tomé su carita entre mis manos y besé sus tiernos labios carnosos.

-Vamos a un lugar más privado… -sugirió mi amigo, tras imitarme con el beso a su sobrina y "alumna".

-¡Vamos! -aceptaron ambas, casi al unísono, tomándonos de la mano; enseguida, Ceci improvisó muy bien su parte que, en realidad (y no no digo esto por envidia, lo juro), podría haber sido de cualquiera de las dos chicas-. Mis papás no están en casa y no vuelven hasta la medianoche.

Nos levantamos de nuestros asientos sin soltar a nuestras respectivas novias/"alumnas favoritas" y nos dirigimos hacia el pasillo que llevaba a los dormitorios: el principal y las dos de huéspedes.

Continuará