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Las aventuras eróticas de Alicia (06)

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Las aventuras eróticas de Alicia (06)

Si aún no lo has hecho, es aconsejable leer los relatos anteriores, antes de continuar con éste. Lo gozarás más y comprenderás mejor.

En la última visita al dentista todo estaba perfecto y el doctor retrasó la siguiente cita para dos semanas.

"¡¡No, no doctor!!" dijimos Ivonne y yo casi a la vez.

El doctor se sorprendió:

"Pero si todo está perfecto señoritas".

"No doctor, a veces molesta...".

"A mí se me afloja, mire...".

"Como ustedes quieran...".

El dentista, como todos, cobraba por visita, así que no tuvimos que esforzarnos mucho. Teníamos cita el próximo miércoles. Al salir se lo contamos a Claudio, nuestro chofer.

"Qué vamos a hacer cuando ya no tengamos excusas para venir...".

"Tendréis que inventar otro motivo...".

Y nos quedamos pensando en mil razones para venir solas a la ciudad con Claudio. Nos pasamos todo el viaje de vuelta haciendo planes locos, a cada cual más tonto y nos reíamos mucho por nuestras ideas. Pero, en el fondo, nos quedamos preocupadas porque se nos acababan las excusas para nuestros viajes, aunque aun faltaban bastantes. Nos prometimos hacer nuevos planes y Claudio también dijo que algo pensaría.

De tanto reírnos, a Ivonne le dieron ganas de hacer pipí y no tuvimos más remedio que parar en la carretera y hacer allí mismo: los últimos cincuenta kilómetros antes de llegar al campamento eran una carretera solitaria sin ninguna estación de servicio ni nada de nada.

Ivonne se puso a hacer pipí allí mismo junto al carro y Claudio y yo nos reíamos. Ella nos mostró su cuquita haciendo pipí y Claudio se excitó muchísimo. Ivonne también se reía y le dijo a Claudio que se la sacara también para verlo mear... pero Claudio tenía el rabo tan tieso y tan duro que no pudo. Así de pié Ivonne le dijo... "entonces menéatela que te veamos otra vez salir la leche...". Claudio, empezó a movérsela él solito... y nos decía:

"Mis putitas... qué lindas sois... cómo me excitáis..." y no paraba de movérsela mientras nos miraba... yo le enseñé las tetitas mientras Ivonne seguía con su cuquita al aire y se la enseñaba.

Ver a un hombre masturbándose es excitante... a las dos nos gustaba ver su ritmo, cómo la movía, cómo paraba y cómo volvía a moverla más rápido hasta que no podía aguantar y le salían los chorritos de leche salpicando todo. Se limpió con un pañuelo y volvimos a subir al carro...

"¡Qué cosas me hacéis hacer!" decía Claudio. Nosotras nos reíamos y yo le decía.."me gusta ver cómo te la mueves... me calienta", "a mi también me gusta veros a vosotras... ", "quiero ver como os tocáis vosotras mientras llegamos... ".

Entonces Ivonne y yo, sentadas en el asiento de atrás, desnuditas las dos... empezamos a tocarnos... Él nos miraba por el espejo retrovisor... y disfrutaba... Ivonne era una diabla tocándome, me gustaba y a ella le encantaba hacérmelo... además, que Claudio nos estuviese viendo nos excitaba más. Claudio no pudo resistir... mientras miraba por el espejo, se masturbaba. Iba manejando el carro despacito. De pronto se metió por una vereda, aparcó el carro de forma que no se viesen desde la carretera y se pasó al asiento de atrás. Con su rabo tieso, con ojos de lujuria, me dijo:

"Móntame, cablgame en tu coñito...".

Yo me puse encima de él y lo cabalgué como si fuese un caballito. Su pene entraba y salía y destrozaba mi coñito de duro que estaba... él apretaba mis tetas, yo me movía para rozar mi clítoris con su pene… y llegué al orgasmo suspirando y casi chillando...

Llegamos esa noche a casa un poquito más tarde que otras veces... olíamos a coñito y a sudor, pero lo habíamos pasado muy bien.

Cada vez hacíamos cosas más atrevidas, incluso Claudio nos amenazaba con marcharse de la empresa para olvidarnos.

"¡Como nos descubran un día estoy perdido! Pero cómo me gustáis mis diablas, nada más vivo para amaros a las dos."

Claudio nos proporcionaba revistas nuevas que conseguía en la ciudad. A él le gustaba tenernos excitadas, conocía nuestros juegos de entre semana y eso lo calentaba mucho. Siempre quería que le contásemos.

Sin buscarlo, una nueva aventura surgió por casualidad. A veces por más que una persigue un deseo, éste no se cumple, ni tan siquiera aparecen oportunidades para que se pueda realizar, pero también a veces, la suerte te presenta las cosas más inesperadas de golpe.

A mi casa venía una chica a ayudar en las faenas domésticas, se encargaba de limpiar la casa por la mañana, preparar la comida y al final de la tarde el autobús de la empresa la llevaba al pueblecito cercano donde vivía. Yo me llevaba bien con ella, aunque no había tenido tiempo de intimar porque la verdad es que coincidíamos poco en casa. Cuando ella llegaba, yo me marchaba a clase y, como la mayoría de los días comía en los comedores del colegio, llegaba a la casa casi justo cuando ella se marchaba. Pero habían días que, por un motivo u otro, regresaba a mediodía si no había clase en la tarde. Mis colecciones de revistas las tenía bien guardadas en una caja dentro de mi armario en mi habitación. Sabía que mamá no registraría jamás. A mí me encantaba tocarme ojeando esas revistas y soñando en las cositas que allí se veían.

Todas las noches lo hacía. Antes de cerrar los ojos metía las revistas debajo del colchón y siempre me quedaba dormida profundamente. Dulcy, la asistente, las encontró una mañana. No me dijo nada. Las volvió a colocar en su sitio. Esperó a uno de esos días que yo comía en casa y cuando mamá se marchó me dijo:

"Alicia, ven a la habitación, quiero enseñarte algo..." Yo no imaginaba qué era y ella levantó el colchón y me dijo "Picarona, tienes que enseñarme más.. a mí también me gustan..."

Suspiré aliviada, porque, por un momento, me puse pálida, blanca, roja, amarilla, verde y casi me desmayo. Me había pillado desprevenida y sin argumentos. Ella se dio cuenta de mi susto y enseguida me sentó en la cama con la revista en las manos y me dijo:

"Mi dulce niña, no te asustes, no diré nada, yo soy tu amiga. ¿A ti también te gusta tocarte la rajita?".

"Si", reconocí yo al instante.

Ella, para tranquilizarme más, me dio un beso en los labios. Yo le dije:

"Menos mal que te gustan, creía que me ibas a delatar por quedar bien con mamá..."

"No, no mi cielo: a mí me encantan estas revistas y también me gusta tocarme en la noche...".

Entonces la besé yo. Ella agarró mi mano y la puso en sus tetas, bien grandotas que las tenía. Para que viese que no era nada tímida metí mi mano en su blusa y busqué sus pezones, se los apreté, se habían puesto tiesos.

"Me gustan tus tetas" le dije.

Ella suspiró de gusto y me dijo:

"Me encantan las caricias..." y llevó su mano a mis piernas, llegó a mi rajita y empezó a acariciarme...

Suspiré de gustito y le dije:

"Dame gustito, nunca lo he hecho con una chica mayor".

Ella tendría como 20 años, pero era grande y bien desarrollada, muy linda. Nos desnudamos en un segundo y empezó a pasarme su dedito por mi rajita... yo recostada en sus pechos... me daba gusto sentir esos pechos maternales tan lindos, tan duros, erizados sus pezones... la dejé hacer... Yo quería tocarla a ella también, quería que notase que sabía hacer cositas pero ella estaba deseando darme gusto a mí. Y yo la dejaba: empezó a besarme en mis piernas, en mi cosita y eso me ponía a mil. Su lengua era una máquina dándome gusto, la movía, a la vez que me pasaba el dedito y lo metía un poquito, suave.

"¿Te gusta?" Me preguntaba.

"Si... sigue , sigue."

Cuando ya estaba puntito de llegar le dije:

"Ven que te lo haga yo..." y empecé a besar sus tetas grandes y ricas...

Ella buscó una vela, única cosita que encontró a mano y me dijo:

"Sí… bésame, acaríciame...".

Mientras yo chupaba sus tetas, ella movía la vela por su rajita, se la metía y sacaba como si fuese un pene.

"Vamos a hacerlo las dos a la vez... ".

Me puso de rodillas y acercó sus labios a mi rajita y, mientras ella me lamía, con su mano se acariciaba y movía la vela dentro de su coño. Me excitaba verla y me daba gusto lo que me hacía. Levantaba sus caderas como si estuviese clavando a un chico entre sus piernas. Era fantástico ver cómo se movía y las ganas que tenía; me entusiasmaba verla gozar y con qué dulzura y amor me lo hacía a mí. Sus besos y sus deditos me hicieron llegar, suspiraba de gusto y ella me veía cómo gozaba. Movió su lengua más rápido, apretando mis nalgas contra su boca y no pude resistir. Me vino todo el gusto de golpe, me temblaban las piernas y le dije:

"Ya, ya amor, ya... déjame ahora que te acabe yo."

Entonces le abrí sus piernas y usé mi lengua y mis deditos en su coño mojado y salado: tenía mucho flujo del placer que estaba sintiendo. Mis besos y mi lengua la hicieron llegar, gimiendo como una tigresa en celo. ¡Qué gusto me dio hacérselo!, ver cómo movía su cuerpo al sentir el placer me llenaba de gusto a mí también. Nos dimos mil besos chupaditos y me decía:

"Si llegamos a saber antes que nos gustaba... lo hubiéramos hecho ya muchas veces" y poníamos cara de picaronas las dos.

Yo no sé explicar bien cómo me sentía, sólo notaba que en pocos días me había hecho mucho mayor y que estaba entrando en el mundo del placer y el erotismo más sublime. Nos juramos guardar nuestros secretos, le presté mis mejores revistas y rápidamente se vistió y se marchó porque el autobús que la llevaba a su casa estaba a punto de llegar. Nos prometimos ser amigas y contarnos muchas cosas.