miprimita.com

Enloquecidos y Apasionados (07)

en Hetero: General

Como ya dije, este relato es 100% ficticio, pero podría ocurrir. Recomiendo que lo lean desde el primer capítulo, si no lo han hecho ya.

Enloquecidos y Apasionados

e-mail: tioguacho52@yahoo.com.ar

msn: tioguacho52@hotmail.com

Capítulo 7.

Aquel día, mi nena y yo nos dedicamos, con algunos intervalos de descanso, a recuperar el tiempo que, según ella, habíamos perdido. Pese a entender lo que había querido decir, no estuve muy de acuerdo con ese concepto de "tiempo perdido"; para mí, más que nada, fue un tiempo en el que ella había necesitado reordenar un montón de ideas, planes y proyectos que tenía bien colocados, cada uno en su lugar y que, después del "fatídico" llamado, se le habían derrumbado. En otras palabras y a fin de hacerlo más comprensible al menos para aquellos que entendemos el "castellano rioplatense", se le había venido abajo la estantería.

Después del desayuno, Mica entró en la ducha, mientras yo hacía algunas cuentas habituales en mi estudio. Luego de buscar ropa limpia y vestirse en nuestro dormitorio, vino a buscar un perfume suyo que no encontró en ninguno de los lugares lógicos donde podría haberlo hallado: en el baño y en el cuarto que compartíamos, más que nada, para dormir y, como se recordará, para guardar nuestras prendas.

Vestía una remera amarilla, sin mangas, que no llegaba a cubrirle el ombligo, una falda celeste, a medio muslo y un par de sandalias blancas que habíamos comprado juntos.

-¡Hola, hermosa! -piropeé, sin mérito ni esfuerzo alguno-. ¡Estás preciosa!

-Gracias, Amor -dijo, con un leve rubor que desapareció en pocos segundos, dando paso a una mirada pícara-... vos también estás muy buen mozo; lástima que estés tan ocupado.

-Bueno, es verdad; pero no es nada que no pueda esperar un poquito más -respondí, levantándome de mi asiento y parándome frente a ella, acariciándole los hombros, jugando con lo breteles de su top-. ¿Sabés? En realidad, no necesitás ese perfume que buscás: me fascina el aroma natural de tu piel.

-A mí también me gusta el tuyo -retribuyó, poniéndose mimosa, jugando con sus dedos en mi corta cabellera-. Esas cosas lindas que me decís, me gustan mucho y, además, me están calentando. Sabés lo que significa eso, ¿no?

-Creo que sí -simulé dudar-... pero, ¿podrías ser un poco más explícita? Tu novio está poniéndose viejo.

-¡Viejo tu padrino! -exclamó, risueña-. No puedo negar que sos mayor que yo, pero no sos un viejo. En cuanto a ser más explícita, a ver si esto sirve…

Dicho esto, me abrió la bragueta, bajando muy lenta y sensualmente la cremallera. Sacó mi poronga fuera del pantalón (cuando estaba en casa, rara era la vez en que yo usara calzoncillos, desde que vivía con mi pequeña) y empezó por acariciarla, lo cual duró sólo unos segundos, para pasar a la "fase dos": cerró su mano derecha alrededor de mi tronco y, mirándome la verga como si fuera lo más hermoso del mundo... hasta con "hambre", empezaba las subidas y bajadas, muy despacio, relamiéndose, todo lo cual se convirtió en una paja riquísima para ambos. Se detuvo momentáneamente, sólo para quitarse la ropa y descalzarse, mientras yo hacía lo mismo.

-Acabo de vestirme -protestó, bromeando, en tanto se quitaba las sandalias-… ¡yo sabía que esto iba a pasar!

-Bueno, mi Cielo -contesté, siguiéndole el jueguito-: no es absolutamente necesario hacerlo ahora: podemos esperar una hora, dos o el tiempo que sea necesario…

-Sí, eso es lo que vos creés… -dijo, con su bellísima sonrisa pícara, que tanto había extrañado, no por querer sexo, sino porque era parte de ella; verme imposibilitado de hacer el amor con ella había sido otra cosa.

Enseguida, volvió a su placentera tarea. Noté que, como siempre, gozaba al masturbarme y sentir mis suspiros, mientras ella hacía malabarismos con la mano sobre mi verga, retorciéndola de un lado al otro, subiendo y bajando la piel. ¡Ahhh… era toda una experta! Al rato, cuando todavía mis bolas aguantaban algunos masajitos más antes de hacer erupción, se me ocurrió que sería un buen momento para detenerla y hacerla experimentar un poco de mis mimos para ella. Aceptó, la recosté en la cama y le pedí que abriera las piernas frente a mí, con las rodillas flexionadas al pie del lecho, o sobre mis hombros. Por comodidad, escogió esta segunda opción. Rocé su vulva imberbe y, apoyando mis dedos sobre ella, abrí sus labios e introduje un dedo. Su gemido, por sí solo, pidió más, pero no obedecí enseguida… la hice "sufrir" un poquito, siempre metiendo y sacando mi índice. Luego sí, me agaché, puse la cabeza en su entrepierna y empecé con caricias linguales, muy suavecitas, sobre su clítoris, que fue creciendo a medida que continuaba lamiendo ese botoncito de placer; cuando bajé, sólo un poco, para meter mi lengua entre sus labios vaginales -¡qué tiernitos eran!-, uno de sus dedos descendió para tomar mi lugar. Por suerte, logré ubicarme de manera tal que mi cara no se interpusiera, a fin de no evitar que pudiera frotarse ese punto femenino tan erógeno. Los suspiros que emanaban de mi amada adolescente me excitaron aún más, si cabe, y me dieron nuevos bríos e ideas, una de las cuales fue besar su cosita como si de una boca se tratara, a la vez que mi lengua estaba cada vez más dentro de ella, entrando y saliendo con un ritmo que me sorprendió… era como si hubiese adquirido vida propia. Mica comenzó a jadear; sus juguitos eran más inminentes con cada segundo que pasaba, pero mi memoria ya los saboreaba. Finalmente, ese gusto a… supongo que puedo decir, sin temor a equivocarme, gusto a amor, llegaron a mi boca y pude paladearlos como el exquisito elixir que eran.

Luego de haberse recuperado de su orgasmo, resolví probar algo nuevo, que nunca habíamos hecho juntos. Ignoraba si ella habría practicado esta posición, pero yo sí la había utilizado antes.

-Ponete en cuatro patas -le sugerí, en voz suave y baja… casi tímida-, con la colita para mi lado.

-¿Qué vas a hacerme? -me interrogó, queriendo disimular su miedo, pero sin moverse.

-Nada que vos no quieras -aseguré, tranquilo-. Creo saber lo que estás pensando, pero eso no voy a hacértelo… ya lo hablamos una vez, y dijimos que sexo anal, no, ¿te acordás?

-Sí, pero ¿y entonces? -volvió a preguntar.

-Relajate y gozá, Vida -susurré, frotando e internando mi dedo corazón en su cosita-. Confiá en mí, porque éste es el único orificio que voy a penetrarte, además de tu boquita.

Despacio y en silencio, se ubicó en la posición sugerida. Desde atrás, me acerqué y sobé mi herramienta contra su entradita vaginal para demostrarle que hablaba en serio.

-Meteme la pijota, Papito, porfiii –pidió, casi rogó, al sentirme.

No me hice esperar. Empecé a penetrarla; a los pocos segundos, ya entraba y salía de su cuevita, mientras mis dichosas manos masajeaban aquellos sublimes cachetes de su cola, que tantas veces había había acariciado, besado y, también, mordido… ¡cuánta firmeza había en esas nalgas! Por otro lado, sus gemidos y jadeos inundaban el ambiente, ayudándome a bombearla cada vez más rápido y fuerte. Ella llegó a otro de sus maravillosos orgasmos y yo, tras un mete-y-saca casi feroz, inundé su conchita, a tal punto que, por un momento de fantasiosa exageración, se me ocurrió que mi leche le saldría por la boca. De más está decir que no fue así, pero luego, al limpiarme la verga con labios y lengua, como le gustaba hacerlo, de alguna manera, se cumplió; sólo que en lugar de salirle, tragó los restos de mi espeso líquido de amor.

-Me gustó mucho esta nueva posición… bah, nueva para mí; porque, además, siento muy rico cuando me acariciás la colita. ¡Ah! Y disculpame por desconfiar de vos, cuando pensé que me la meterías por el culo. -me dijo, sin intención alguna de vestirse, idea que compartíamos.

Desde luego, la perdoné y la justifiqué, diciéndole que estaba en todo su derecho de tener esa ocurrencia, no porque yo le hubiese mentido alguna vez, sino por la pose en la que la había invitado a ponerse, típica del sexo anal.

Lejos estábamos de vestirnos. Es más, sin tener necesidad de salir y con la completa ausencia de visitas, nos pasamos el resto del día -casi todo- desnudos, hasta para nuestras comidas. Después, entramos juntos al pequeño baño, donde nos toqueteamos, acariciamos y besamos, para terminar con otra experiencia nueva: hacer el amor bajo el agua de la ducha, para acabar lavándonos mutuamente.

Nos secamos y, así como Dios nos había traído al mundo -sólo que "algo" más crecidos… en especial yo-, nos acostamos en la cama y aún tuvimos energía para un par de veces más: una antes de dormir y otra a la madrugada, cuando por coincidencia, ambos nos despertamos.

A la mañana siguiente, debido a nuestra actividad del día anterior, abrí los ojos y mi mente al mundo a las once y cuarenta… ¡casi mediodía! No podía creerlo: sin duda, mi adorada pequeña que aún dormía a mi lado, estaba cambiándome la vida que, hasta entonces, había sido rutinaria y aburrida -aun en mis vacaciones-; y lo peor del caso era que no me había dado cuenta, hasta la llegada de Micaela, mi amado "torbellino", sin quien ya no concebía mi vida.

Le besé la punta de la nariz, los párpados y sus dulces labios sensuales, donde me quedé, goloso, repitiendo aquel delicioso ejercicio, el cual reforcé cuando despertó y ella también comenzó a besar.

-Mmmmmmmm… ¡qué rica manera de despertarme, Papi! -me dijo, con voz mimosa. Enseguida, comenzó a acariciarme la cara, el cuello, los pectorales y me pareció (y comprobé inmediatamente) que deseaba bajar hasta mi verga, ya semierecta-. ¡Uyyyy, cómo me gusta esta pijota, aunque todavía esté medio dormidita, como yo! ¿Me dejás despertarla a ella también?

No acabé de asentir con la cabeza, cuando empezó a frotarla, mientras que mis manos iniciaron un paseo por toda la parte superior de su cuerpito. Si a ella le gustaba mi poronga, yo sentía lo mismo por sus zonas "prohibidas", pese a que este término ya no existiera entre nosotros. Así, me detuve en sus naranjitas hermosas, más dulces y deliciosas que la miel más pura y exquisita. Las masajeé, con el mismo ritmo que ella le dedicaba a mi pija. En una idea nueva para nosotros como pareja, mi nena decidió llevar mi glande hacia uno de sus pezones y rozó uno contra el otro. ¡Ufffff, qué sensación maravillosa! No sé si fue por la novedad -para mí lo era, pero creo que Mica ya lo había hecho… nunca averiguaba esos detalles, a menos que naciera de ella comentármelo- o por el roce en sí, pero lo cierto es que me vine casi de inmediato, como un jovencito sin experiencia.

La cuestión ahora, era que yo ya estaba sexualmente satisfecho, pero ella aún necesitaba un orgasmo que no podía brindarle con mi extenuado -al menos, por el momento- pene. Además, ella sabía que su Carlos tenía otros métodos para hacerla "sentir en las nubes", como solía decir ella. Actué rápido, penetrándola con mis dedos índice y corazón, mientras, con la otra mano, le frotaba el clítoris, algo que, por lo general, hacía ella misma.

-¡Qué linda conchita que tenés, mi putita! -exclamé, mientras ella ya gemía con el mete-y-saca-. Tan húmeda por dentro y toda depilada por fuera; parece que tuvieras diez añitos.

-No tengo diez años, pero mi concha siempre estará depilada y no la cogerá ninguna otra pija, más que la tuya -aseguró, entre jadeos y grititos-… poneme otro dedo, Papi, porfiii…

Agregué el anular y sentí que los músculos internos de su cuevita se contraían y relajaban, mientras mis yemas y falanges entraban y salían una y otra vez, obedeciendo a mi nena, cuyo pedido era: "Más rápido Papucho… más rapido". Por supuesto, aceleré mi movimiento de pistón y, de pronto, entre gemidos, gritos ahogados por ella misma y respiración entrecortada, llegó a su primer orgasmo del día. Le di mis dedos para que chupara sus propios jugos, mismos que yo también saboreé, mezclados con su saliva. Luego, pasé la otra mano (la que había excitado su botoncito) por la tetita que aún conservaba gran parte de mi leche y, después de desparramarla por casi todo su cuerpo, incluyendo la cara -me fascinó embadurnarle las mejillas, los labios, la naricita, el mentón, etcétera, con mi líquido seminal-, bajé mi rostro a su cosita para lamerla y besarla apasionadamente.

Tras un abundante desayuno/almuerzo, mi novia me anunció que iría a "probar suerte", según sus propias palabras, con Romina. El arreglo venía de varios días atrás, por lo que le sugerí que la llamara por teléfono, a fin de asegurarse de que estuviese en su departamento. Mica aceptó mi recomendación y, en pocos minutos, se preguntaba si se pondría una bombacha para ir. Tampoco quería forzar nada pero, si se daba la oportunidad de "pasara algo", no quería parecer desesperada por coger con ella; por eso, resolvió ponerse una tanga no demasiado atrevida… que le cubriera, en parte, las nalguitas regordetas y apetitosas que tenía. Por lo demás, llevó la misma ropa que se había puesto ese mediodía, al levantarse: pantalón corto de tela de vaquero ("jean"), una remera gris de manga corta y mocasines.

-No me extrañes -me dijo, con un guiño de ojo y un pico de despedida-. Dentro de un rato, estoy de vuelta.

Después de su partida, volví a sentarme en el sofá, tomé el diario y me puse a leer; eso no funcionó para no extrañar a mi nena hermosa, por lo que consideré la idea de ir a mi estudio a preparar mis cosas para el día siguiente, cuando reanudaría mi trabajo en la empresa constructora. Eso me distrajo alrededor de media hora, vencida la cual retorné al cómodo sofá y encendí el televisor, con el firme propósito de ver una buena película… a los cinco minutos, me quedé profundamente dormido; desperté alrededor de las cinco y decidí prepararme un rico té, como en los "buenos tiempos", a.M. (antes de Micaela). ¡¿"Buenos tiempos"?! ¿En qué estaba pensando? ¡Tenía que estar loco para pensar en ésos como los "buenos tiempos"! Finalmente, concluí que sólo era una manera de decir… que, de hecho, los buenos tiempos recién habían comenzado.

A los cuarenta y cinco minutos, volvió mi nena, con una sonrisa de oreja a oreja; sólo le faltaba saltar de alegría. Me besó larga y apasionadamente: no parecía un beso de saludo, sino más bien de felicidad y, acaso, de agradecimiento. Le ofrecí una taza de té y me la aceptó. Enseguida, mientras esperaba que se le enfriara un poco, comenzó a contarme.

-Toqué el timbre y me atendió la empleada que ya se retiraba. Me dijo que pasara al cuarto de Romina, que se estaba duchando y que enseguida salía. Le pregunté cómo llegar a la pieza y me indicó. Me dijo adiós y me dejó sola en el living. Seguí sus instrucciones. Su cuarto es hermosísimo, Amor… pero no creas que me estoy quejando, ¿eh? -sonrió, a la vez que aclaraba los tantos y bebía su té de a sorbitos-. Me senté al borde de su cama, dando mi espalda a la ventana; frente a mí estaba la puerta. Moría de ganas de abrir su ropero para ver qué encontraba… quizá, algún consolador o alguna otra sorpresita, pero no lo hice. A los cinco minutos, tal vez menos, entró, vestida con un top negro, pantalones cortos como los que llevo puestos (pero desflecados y algo más cortos) y descalza. Se me acercó y, sin dudarlo, me saludo con un besito en la boca… me lamió los labios cuando se separó. No me asusté… sólo me sorprendí de que fuera tan directa, tan…

-¿Desinhibida? -arriesgué, al ver que dudaba.

-Sí, eso es: desinhibida… hasta atrevida, diría yo. Bueno, pero no interesa. ‘No tengas miedo, Mica’, me dijo: ‘fue solamente un beso y, desde ahora, prometo no darte más sorpresas; por lo menos, no vas a hacer nada que no quieras, pero creo que la pasaremos bien juntas’. Me preguntó si era virgen, le dije que no; después, me preguntó si era mi primera vez con una chica. Le expliqué lo que había pasado con mi amiga en Miami, así que sí, en realidad, nunca había cogido con ninguna una chica, pero que me gustaría probar algún día. ‘Ese día podría ser hoy, si querés’, me contestó. Suspiré, como diciendo ‘bueno, ¿por qué no?’, cuando, como sabés, me moría de ganas de probar.

"Ella todavía estaba parada frente a mí y empezó a frotarse una teta sobre el top hasta que corrió la tela y saltó su pezón durito y un poco más grande que los míos -aseguró, aprovechando para quitarse la remera y dejar la parte superior de su cuerpo al aire, tocándose los pechitos, en tanto, habiendo terminado su infusión, seguía contándome-. Después, empezó a acariciar alrededor del pezón, sin tocarlo, así… ¿entendés? -interrogó, rozando sus areolas; mi verga ya estaba poniéndose en ‘situación de batalla’ y sólo pude asentir-. Al rato, ya estaba sin su top, y me preguntó si quería probar sus tetas. Sin contestar, me levanté y me acerqué a ella; le chupé una… así como vos te ‘comés’ las mías. ¡Mmmmm... qué rica estaba!

"Así como estábamos, nos fuimos al living, abrazadas… yo le acariciaba las tetas y se las besaba. Nos sentamos en un sofá y, por primera vez en mi vida, le di un beso de lengua a una chica. ¡Te juro que me encantó! Las dos teníamos parejas… ella a Lucy, su novia, y yo a vos, pero en ese momento, no sé qué me pasó… por qué la besé así. Debe haber sido la excitación, ¿no?

-Supongo… -alcancé a decir, con la voz entrecortada: así de caliente estaba.

-Bueno; después, se acostó en el sofá y yo me puse en cuclillas en el piso. Ella levantó la cola y se bajó los shorts; tenía un tanga negro con un dibujo blanco en la parte de adelante y también los bordes eran blancos… ¡supersexy! Suspiré y me dijo ‘Vos querés que me la saque, ¿no? Está bien… vas a ver la conchita mejor depilada y suave de tu vida’. Otra vez, levantó la cola y se la bajó. Es cierto, tenía una concha bien depilada, pero, modestia aparte, me gusta más la mía. Seguro que es porque vos me enseñaste a depilarla y, además, la cuidás mucho -dijo, con ojos sensualmente pensativos; de inmediato, muy despacio, se quitó parte inferior de su vestimenta, incluyendo su calzado. Fue entonces cuando observé que la tanga que tenía puesta no era suya y, por la descripción, adiviné que habían intercambiado bombachitas. Para ese entonces, yo ya no podía más, de modo que me desnudé entero, a una velocidad increíble, por el estado en el que estaba y para no demorar más la continuación del relato… de hecho, mi nena prosiguió antes de que yo terminara de desvestirme y palmeara mis muslos, a fin de invitarla a sentarse sobre mi falda-. ¡Ay, Papi! Me calentás mucho con tu pija parada así. Bueno, pero vos querés que te siga contando… okey. Empezó a frotarse la cosita, pero de repente se levantó como si se hubiese acordado de algo. Me dijo: ‘Quedate acá… ya vuelvo; ¡ah! Y ponete cómoda… muy cómoda’, agregó y me guiñó un ojo con una sonrisa cómplice.

"Cuando volvió, yo ya estaba sacándome la bombacha… y ya sabés que, cuando uso bombacha, es lo último que me quito, en general. ‘¡Guauuu!’, suspiró, en cuanto estuve toda desnuda, mientras me miraba la cosita. ‘Veo que sos de las mías, que también te afeitás. ¡Ahora sí que estoy segura que nos vamos a divertir mucho esta tarde!’. Después, dejó alguna ropa sobre otro sillón y algo que no pude ver… aunque, con esa rubia desnuda frente a mí, te digo que era bastante difícil fijarse en otra cosa -sonrió, pícara, en tanto yo ya acariciaba sus tetitas y pasaba ese misma mano de arriba abajo, hasta su deliciosa y pequeña raja que, a esta altura, estaba muy mojadita. Pero ella también usaba sus manos para abrazar mi cuello con una y masajear mi verga y bolas con la otra. Lo hacía muy lento… ya tendríamos tiempo para acelerar nuestras "actividades"-. Llegó gateando hasta mí; le faltó maullar, pero yo sabía lo que quería... y yo también lo quería. Parada como estaba, abrí más las piernas y pude sentir su aliento y enseguida su lengua muy mojada sobre mi concha… ¡guauuu, Papi! Era casi como cuando vos me la chupás. Siguió lamiendo y besando hasta que llegué por primera vez con ella. Algo que no me gustó de Romi es que no se queda quieta; además, hace movimientos rápidos, excepto cuando gateó hacia mí y me chupó. En un dos por tres, se acostó en el sofá, tocándose su rajita y me invitó a hacer un sesenta y nueve que no pude rechazar. Me dijo que, como era mi primera vez con una chica, ella se pondría abajo y me daría instrucciones de cómo se hacía, aunque también me dijo que, si no era virgen, lo más probable era que ya supiera cómo era un sesenta y nueve; pero igual, quería enseñarme algunas cositas que, quizá, yo no sabía.

Ninguno de los dos aguantamos más. Mi nena cambió de posición, ubicándose a mi izquierda y, mientras yo le introducía dos dedos en su cuquita, ella se agachó hacia mi lado y, casi como una contorsionista, me besó la verga que ya tenía en su mano semiinfantil que subía y bajaba, con maestría, comenzando una de esas pajas inolvidables, que se convertiría en una mamada

-Quiero que me des mucha lechita -me dijo, en su tonito de "nena malcriada", con la que tanto le gustaba jugar en estos momentos íntimos-. ¡Quiero que me la des toda!

-Para eso vas a tener que "ordeñarme", mi putita. -respondí, entre jadeos cada vez más frecuentes.

Por toda respuesta, se metió mi pija en la boca; primero, la "cabezota", como ella la llamaba -y razones tenía para usar ese epíteto-, y luego, toda entera, hasta que sentí que sus labios tocaban mis vellos púbicos, llegando a rozar mi piel. Explicar lo que se producía dentro de mí en esas sesiones de sexo oral, sería inútil… y menos aún, lo que me produjo esa vez en particular. Como ya dije, estaba a mil, fruto de lo que Mica me había contado e imaginando que se vendría otro tanto de excitación, no bien continuara relatándome lo que había sucedido esa tarde con Romina. Lo cierto es que, con todo ese bagaje de erotismo y -¿por qué no admitirlo?- de pornografía… casi pedofilia, en mi mente y ante mis ojos, mi poronga lanzó fuertes chorros de semen que mi tierna novia no tardó en ir tragando. Al llegar a los finales, se dio el gusto de saborearlos con más tiempo, a la vez que, con mi índice cordial y anular todavía en su cuevita, ella también llegó a un monumental orgasmo que celebró con gritos y gemidos.

Tras un rato de descanso, abrazados sobre el sofá, besándonos y acariciándonos mutuamente la totalidad de nuestros cuerpos, se levantó, extendió su mano derecha tomando mi izquierda y me guió hasta "su" dormitorio, con la obvia intención de continuar gozando de nuestro amor.

Continuará