miprimita.com

Las aventuras eróticas de Alicia (05)

en Jovencit@s

Las aventuras eróticas de Alicia (05)

Si aún no lo has hecho, es aconsejable leer los relatos anteriores, antes de continuar con éste. Lo gozarás más y comprenderás mejor.

Nuestros viajes a la ciudad eran los miércoles. Ni el jueves ni el viernes siguiente salimos de casa. Ni Ivonne ni yo podíamos caminar. Ivonne andaba como de puntillas y se tapaba la boca con la mano. Nuestras mamás no se fijaban en la forma de andar porque las dos poníamos como excusa los alambres de acero que nos habían puesto en los dientes. Por el teléfono interno del campamento nos llamábamos teniendo mucho cuidado en la conversación porque esos teléfonos pasaban por una centralita de la empresa y nunca sabíamos si la operadora escuchaba.

El sábado Ivonne vino a verme. Nos reíamos las dos como tontas acordándonos de nuestra última aventura.

"¿Te duele aún?".La verdad es que no era dolor, era una sensación de tener algo adentro: parecía que teníamos un supositorio en nuestro ano. Hasta hacía cosquillas a veces. En realidad era la irritación interior por haber tenido ese palo duro dentro de nosotras. Nos enseñamos nuestros culitos para ver cómo estaban, y todo estaba normalísimo. Nos reímos mucho con nuestra "inspección médica" que terminó llena de besitos y caricias. Nos acariciamos las dos dulcemente y volvimos a sentir el placer infinito que nuestros deditos nos daban. Las dos fuimos muy dulces y cada día mejorábamos nuestras técnicas, las caricias con la lengua eran fantásticas, los orgasmos se hacían largos e intensos.

Pasamos juntas ese fin de semana y terminamos cada día agotadas. Ya habían desaparecido todas las molestias y deseábamos volverlo a hacer.

Otra vez teníamos consulta el miércoles, el dentista tenía que revisar la colocación del aparato y ajustarlo. La verdad es que, con la sensación de esos días en el culito, ni nos acordábamos de nuestro aparatito en los dientes.

Divertidas y felices nos volvimos a esconder en el motel con nuestro chofer. Nuestras pequeñas orgías eran divertidas, Claudio era muy simpático siempre y sabía conquistarnos, nos deseaba con locura y nos contaba que cada día soñaba con nosotras, nunca se había masturbado tanto ni tan rico. A nosotras nos gustaba que nos lo contase y, como siempre, empezábamos nosotras a hacérselo. A las dos nos gustaba tocarlo y chuparlo, ver la cara de placer que ponen los hombres cuando los estás masturbando con las manos o con la boquita

Éramos unas expertas ya y competíamos a ver quién de las dos le daba más gusto. Pero no nos conformábamos con eso: después de haberle quitado un poquito de fuerza a nuestro hombre, la sensación y el deseo de ser poseídas y penetradas nos dominaba. Hacíamos el amor en mil posturas. Ya sabíamos lo que era el 69, que era delicioso para prepararnos antes de ser penetradas.

Nos preparaba con lamiditas, hasta que el coñito se ponía suave porque el deseo hacía que la vagina se llenase de juguitos que la naturaleza nos regala para lubricarnos. Pareciera que nuestros cuerpos son una maquinita perfecta para hacer el amor, y la sensación de llegar es tan rica, tan placentera, que no hay nada igual de bello y sublime como un orgasmo. Otra vez probamos por todos lados, esta vez sin meterse tan profundo, y sentíamos los chorritos de semen en nuestro culito.

Éramos unas diosas para nuestro hombre y nosotras disfrutábamos cada día más. Nuestros cuerpecitos se habían acostumbrado al amor fiero y salvaje de un hombre apasionado y nos mostrábamos generosas con nuestro cuerpo dándole todo, todo, porque todo lo que dábamos se convertía en placer dulce para nosotras, alimentaba nuestro ego de mujer al sentir que éramos capaces de dar y recibir tanto placer. Estábamos convencidas de que habíamos nacido para el amor y, cuanto más lo hiciésemos, más placer recibiríamos. Nos sentíamos "realizadas" como dicen las chicas mayores. Éamos felices y fueron días y días de plenitud y satisfacción.